martes, 21 de agosto de 2012

Debajo de todos esos años.





El corazón salvajemente agitado. 

Si cierro los ojos y te miro, respiro el recuerdo de quienes fuimos, por aquel entonces tan lejano y tan presente que puedo oler tu perfume en aquella habitación de hotel a las dos de la tarde.

Fuimos la luz, el temblor de la primera vez, la risa blanca del nervio más puro, el calor de un amor esperado y no consumado, la suavidad de las caricias retenidas durante tantísimo tiempo.

Somos la calma de lo conocido, el silencio  llenado con las miradas, la rutina, a veces el hastío, y también todo lo reconfortante que envuelve a la palabra hogar y la certeza en este mundo incierto.

¡Qué extremos tan dispares y tan próximos!, me parece tan aterrador a veces.

Pero entonces me miras, con ojos abiertos, con tus dos luces verdes, sonríes, te acercas… algo de nuestro día a día se interpone en el momento, y luego prosigues. Me besas sin más, sin esperar nada, y en cambio todo en mí sucede de nuevo, la piel se me eriza sólo con que distraída pases tus dedos por mi pelo. Te amo y me deshago, y algo en mis ojos te delatan mi anhelo. Nos encontramos de nuevo, a aquellas que fuimos, a las que somos… 

Quizá ya no podamos recuperar aquella primera vez, pero por Dios que tiembla aún mi alma cuando me encuentras, cuando te encuentro.


Sageleah. 


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