El
corazón salvajemente agitado.
Si cierro los ojos y te miro, respiro el recuerdo
de quienes fuimos, por aquel entonces tan lejano y tan presente que puedo oler
tu perfume en aquella habitación de hotel a las dos de la tarde.
Fuimos
la luz, el temblor de la primera vez, la risa blanca del nervio más puro, el
calor de un amor esperado y no consumado, la suavidad de las caricias retenidas
durante tantísimo tiempo.
Somos
la calma de lo conocido, el silencio
llenado con las miradas, la rutina, a veces el hastío, y también todo lo
reconfortante que envuelve a la palabra hogar y la certeza en este mundo
incierto.
¡Qué
extremos tan dispares y tan próximos!, me parece tan aterrador a veces.
Pero
entonces me miras, con ojos abiertos, con tus dos luces verdes, sonríes, te
acercas… algo de nuestro día a día se interpone en el momento, y luego
prosigues. Me besas sin más, sin esperar nada, y en cambio todo en mí sucede de
nuevo, la piel se me eriza sólo con que distraída pases tus dedos por mi pelo. Te amo y me deshago, y algo en mis ojos te delatan mi anhelo. Nos encontramos
de nuevo, a aquellas que fuimos, a las que somos…
Quizá ya no podamos
recuperar aquella primera vez, pero por
Dios que tiembla aún mi alma cuando me encuentras, cuando te encuentro.
Sageleah.
No hay comentarios:
Publicar un comentario