“DIBUJADA EN MI MENTE"
(Fanfic escrito para el foro Maca&Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
17
14:15h.
-
¿De
qué hablabas con Esther? –le preguntó en medio de un silencio Kate, mientras
les traían el primer plato a la mesa-. Se os veía sonrientes en el pasillo.
Maca terminó de agradecerle el servicio a la
camarera y miró a Kate.
-
De
nada en especial, no podía sacar un refresco y le eché una mano –dijo Maca
encogiéndose de hombros, pero la sonrisa de Kate se ensanchó-. Kate… ¡no
empecemos, no empecemos!
-
¿Qué
no empecemos qué? –le preguntó Kate con inocencia fingida-.
-
Ya
sabes a lo que me refiero. ¡Es una cría! –contestó Maca haciendo caso omiso a
la insinuación no dicha de Kate-.
-
Tiene
dieciocho años –le contestó Kate, pues sospechaba que Maca quería conocer aquel
dato. Maca abrió los ojos con exceso apenas una milésima de segundo, y Kate
supo que estaba en lo cierto, siguió sonriendo-.
-
Lo
que he dicho, una cría –contestó Maca-.
-
Es
mayor de edad –apuntó Kate de todos modos, pero Maca suspiró y negó con la
cabeza-.
-
¡Eres
imposible! –afirmó Maca no haciéndole caso-. Lo que si despierta mi curiosidad
es el rollito que te traes tú con ella, ¿cómo es que has introducido a una
chica de primero en el postgrado? ¿y de qué tipo de experimento hablabas cuando
la presentaste al grupo?
-
Eso
es entre Esther y yo –le contestó Kate llevándose un bocado a la boca-.
Maca la miró con los ojos entreabiertos,
aquella sonrisa maliciosa que tenía Kate no le gustaba nada.
-
Como
quieras –contestó Maca volviéndose a encoger de hombros y prosiguiendo con su
comida-.
-
jajaja…
de veras tienes curiosidad ¿eh? –determinó Kate viendo el empeño que ponía Maca
en aparentar que le daba igual-. Esther tiene un talento como el que hace mucho
tiempo no veía en nadie, le es innato.
-
¿Tan
buena es? –preguntó Maca sorprendida de escuchar aquellas palabras de alguien
como Kate, pero tratando de moderarse, pues no quería dar pie a las
disparatadas fantasías de su amiga-.
-
Aún
no, pero lo será algún día y me gustaría contribuir en lo que pueda a que
ocurra –le contestó Kate algo más seria. En Esther había encontrado una motivación
inesperada-.
-
Parece
importante –exclamó Maca parándose para observarla-.
-
Lo
es. Lo es para mí –dijo Kate prosiguiendo la conversación-. Nuestra profesión
no es un camino fácil, y no quiero que ella se pierda en sus recovecos, así que
me he propuesto guiarla y ayudarla hasta el final.
-
Ya
veo –a Maca le sorprendió mucho aquella nueva versión de Kate. Nunca la había
visto tan interesada y comprometida con nadie y menos con un alumno- Debe ser
una chica muy especial.
Kate sonrió abiertamente.
-
Créeme…
debajo de toda esa timidez, ese “destartalo” y toda esa inocencia apegada a sus
años, late una pasión desconmensurada, y toda ella se reflejará algún día en su
arte –le confesó Kate con una sonrisa-.
….
Después de aquella conversación, Maca ya no
pudo apartar sus ojos de Esther en todo el fin de semana. Trataba de
concentrarse en mantener su postura lo más inmóvil posible, pero en cuanto
percibía su mirar vivaz sobre ella y su ágil movimiento del lápiz sobre la
hoja, empezaba de nuevo a observarla de reojo con curiosidad renovada. “¿Irá en
serio?... ¿De verdad esta niña será una fuera de serie algún día?” se
preguntaba Maca para sus adentros.
…
-
Chicossss…
¡se terminó! ¡Genial el trabajo! –anunció Kate dando fin a la sesión de aquel
fin de semana-.
La clase aplaudió como solían hacer tras
concluir el fin de semana, y los que no habían terminado todavía, hicieron un
par de anotaciones mentalmente sobre Maca y empezaron a limpiar sus pinceles y
a recoger el material.
-
Antes
de que os marchéis, os recuerdo en qué consistirá la prueba del fin de semana
que viene –les dijo Kate y todos dejaron de hacer sus cosas para prestarle
atención-. Como es el último fin de semana del curso, haremos como siempre
cuando terminamos un módulo, en este caso como hemos trabajado con Maca los
desnudos, pues elegiré una escenografía con ella y tendréis todo el fin de semana
para desarrollarla. Luego dispondréis hasta el 25 de julio para que me los
presentéis terminado. Recordar que las medidas del lienzo son a vuestra
elección y también la técnica que escojáis, de los trabajos presentados saldrán
los cuadros que elegiré para la exposición de las próximas navidades, y ya
sabéis que a dicho acontecimiento suelo traer a gente bastante distinguida de
la profesión, nacional e internacionalmente hablando, así que no hace falta que
os diga que a los que sean escogidos para exponer se les presenta una gran
oportunidad. Como consejo personal simplemente deciros que vengáis tranquilos,
¿de acuerdo? Ya sé que después de lo dicho parece un poco difícil, pero no
dejéis que los nervios os jueguen malas pasadas. Aplicar lo que hemos estado
viendo y ya está. Cada uno tiene un modo muy particular de ver lo mismo, y de
eso se trataba este curso, de potenciar las habilidades que ya teníais, de
ayudaros a sacar lo mejor de vosotros mismos. Así que no os preocupéis, y venir
relajados ¿vale?
El resto de los presentes asintió, y en el
aula el bullicio de las expectativas, los nervios y la despedida empezó a
cobrar vida de nuevo. Lentamente, los alumnos fueron recogiendo sus cosas y
abandonando el aula progresivamente. Esther los escuchaba marcharse mientras se
demoraba más de lo acostumbrado en guardar su material y sus apuntes. “Es una
prueba final… de ahí escogerá los trabajos para la exposición del año que
viene. Si al menos estuviera en tercero para poder mostrar algo que merezca la
pena. ¡Qué envidia! A mí ni siquiera me ha dejado cambiar el lápiz por el
pincel” pensaba Esther algo triste, pues a pesar de estar cansada, aún le
quedaban ganas de seguir aprendiendo junto a Kate y el temor a que todo
concluyera, a que el verano apareciera dejándola en el pasado y no en el
futuro, la atormentaba. “¿Y si no vuelvo
a trabajar con ella? ¿y si se olvida de mí?...” aquellas dudas la aguijonearon
en un segundo… Suspiró, “a fin de cuentas sólo soy una alumna de primero. Tengo
que dar las gracias por haber tenido tanta suerte… ¡sí, no puedo lamentarme!
¡He tenido mucha suerte!”, trató de animarse a sí misma, pues aquella
oportunidad que le habían dado era el sueño de muchos y la realidad de muy
pocos. Quizá algún día, si Kate seguía impartiendo clases, podría pagarse un
postgrado para volver a aprender de ella, tal como lo habían hecho los
compañeros que salían ahora de aquella aula, y entonces le demostraría a Kate
que su confianza en ella, que aquellos meses que le había regalado no habían
sido en vano. ¡Sí, se lo demostraría!
-
Esther…
Su nombre la sobresaltó. Kate se sentó sobre
la mesa-escritorio que estaba a su lado, y terminó de decir adiós a un par de
alumnos con la mano.
-
¿Dónde
estabas? –quiso saber Kate regalándole una sonrisa para tranquilizarla-. ¡Ni
que se hubiera muerto alguien! ¿estás preocupada por la prueba del próximo fin
de semana?
-
Un
poco –le contestó Esther, aunque no era eso lo que más la angustiaba-.
-
No
tienes que preocuparte, tú sólo ven a clase y haz lo que te nazca, sólo eso –le
dijo Kate poniéndose de pie de un salto-. Todavía eres muy joven, no tengas
prisa. ¡Tienes todo el futuro por delante!
Añadió Kate removiéndole el pelo con dulzura,
como si hubiera podido leer en ella aquellas pequeñas dudas.
-
Pero…
-a Esther se le escapó aquel “pero” antes de darse ni siquiera cuenta. Kate,
que se había dispuesto ya en dirección a su escritorio, se detuvo y se giró a
mirarla-.
-
Pero
¿qué? –le preguntó Kate viendo que Esther no se decidía a decir lo que estaba
pensando-.
-
Yo…
es que yo, bueno a mí… me gustaría… -Esther no sabía como decirlo, y Kate
espero amablemente-. ¿Nos volveremos a ver? Digo… que a mí me gustaría seguir
aprendiendo… de ti, contigo –lo soltó Esther de golpe, y se sintió como una
niñata encaprichada con su profesora de pronto. Esther se puso roja para mayor
consternación suya, tras pensar en cómo de ridícula se vería aquella situación
desde fuera. “¿Es que no puedo comportarme como una adulta normal, para
variar?” Pero ya era tarde, sus nervios y sus sentimientos de admiración por
Kate le habían jugado una de sus habituales pasadas-.
Kate la miró un segundo, Esther debía estar
pasándolo mal por el aspecto que tenía en aquellos momentos, pero para ella
escuchar de su voz que deseaba seguir trabajando a su lado disipaba del todo las
dudas que a veces se planteaba de estar empujando o presionando a alguien tan
joven hacia una meta que quizá ni siquiera se había planteado. En silencio se
acercó a ella. Esther no dijo nada.
-
A
mí también me gustaría que siguieras contando conmigo –le dijo Kate feliz y
aliviada-. Todavía no he planificado el programa del año que viene, pero te
mantendré informada de todo lo que haga. Veo un gran futuro para ti, Esther… y
me gustaría poder guiarte en todo lo que pueda. Como una tutora, mentora,
amiga, o profesora… llámalo como quieras, pero si tú quieres, estaré encantada
de seguir estando en tu formación.
-
Gracias,
sí, sí quiero… ¡claro que quiero! –Esther casi gritó del peso que se había
quitado de encima, y sin pensarlo se abrazó a Kate-. Gracias, muchas gracias.
Kate se sorprendió de su afecto, pero lo
recibió con naturalidad y cariño, pues esa era su naturaleza.
-
No,
gracias a ti –le dijo Kate-.
-
¿A
mí? ¿por qué? –se sorprendió Esther deshaciendo ya el abrazo, liberándola-.
-
Porque
yo también aprendo de ti cada día –le contestó Kate con una sonrisa, y Esther
también le sonrió aunque no entendía muy bien cómo era posible aquello-.
Las dos se quedaron mirando así, sin decir ni
una palabra, pues el agradecimiento y la mutua admiración que ambas se profesaban
se reflejaban en sus ojos llenos de proyectos y futuro.
Tras unos minutos la voz de Maca las
interrumpió desde la puerta.
-
Kate,
ya estoy… ¿nos vamos? –preguntó Maca y al dar un paso más en el interior del
aula se dio cuenta de que Esther estaba muy próxima a ella, había interrumpido
algo-. Oh, lo siento, pensé que habías acabado.
Esther y Kate se giraron a la par para
mirarla, y Maca fue incapaz de moverse ni un solo paso bajo sus ojos. De
repente fue consciente de la fuerza hipnótica y penetrante que ambas tenían
cuando la miraban.
-
Tranquila,
ya hemos terminado –se puso en marcha Kate yendo hacia su mesa para recoger sus
cosas-. Esther, ¿has venido en bus?
-
Ehh…
-aquella pregunta directa hizo que rompiera el vínculo que la mantenía absorta
en la figura de Maca-… esto, sí, sí, he venido en bus.
-
Bueno,
pues entonces te llevamos a casa o a donde vayas –planificó Kate sin más-.
-
No,
no hace falta… -se apresuró a desestimar aquella oferta-.
-
¿Vienen
a por ti? ¿tienes quien te lleve? –le preguntó Kate ya con la carpeta bajo el
brazo y el bolso colgado al hombro-.
-
Estooo…
noo… pero… -Esther también había terminado de meter sus cosas apresuradamente
en su mochila para salir por patas-.
-
Entonces
no se hable más… ¡Anda vamos! –le dijo Kate con una amplia sonrisa-.
Y Esther tuvo que rendirse ante la idea de
que aquellas dos mujeres que la alteraban de forma muy distinta, la
custodiarían hasta su casa.
18
Una semana después.
El curso de postgrado
finalizó oficialmente. Los alumnos, la mayoría satisfechos, cubrieron sus
trabajos una vez finalizada la sesión a la espera de poder seguir retocándolos
en las próximas semanas. Había sido un fin de semana intenso, pero también se
respiraba cierta nostalgia en el ambiente. El silencio había reinado en el aula
mientras trabajaban como si de un santuario se tratara, y aquella mágica
atmósfera aún bañaba sus rostros mientras terminaban de recoger sus pertenencias.
Kate también parecía algo nostálgica mientras dedicaba palabras a cada uno de
los integrantes del curso por separado a medida que se despedía de ellos, pues
no todos podían quedarse a la cita nocturna programada. Esther observaba como a
su alrededor abandonaban el aula sus compañeros, sin embargo ella no sentía la
menor prisa por hacer lo mismo. Su móvil empezó a sonar, y al mirar el nombre
en la pantalla supo que se trataba de Laura.
-
Eiii…
¿cómo lo llevas? –le preguntó Laura cuando Esther la saludó descolgando el
teléfono-.
-
Bien,
ya hemos terminado, estamos recogiendo –le dijo Esther-.
-
Guay
–determinó Laura-. Oye, yo he quedado con Eva que al final nos pasaremos sobre
las doce por allí. ¿Vosotros sobre qué hora iréis?
-
No
tengo ni idea Laura –le dijo sinceramente Esther-. Se supone que de aquí vamos
a cenar y cuando terminemos Kate ha conseguido entradas para una última copa en
el Bohemia, pero ni idea de a que hora llegaremos. Supongo que sobre esa hora
más o menos.
-
Bueno,
de todos modos ya nos llamamos –le dijo Laura-.
-
Claro,
luego nos vemos.
-
Esther…
-la llamó Laura antes de que colgaran-.
-
¿Sí?
–preguntó Esther-.
-
¡Esta
noche a tope!, ¿vale? –le advirtió Laura que tenía muchas ganas de poder salir
con su amiga de marcha después de tanto tiempo-.
-
Jajaja…
que sí, pesada –se rió Esther, siempre se preguntaba de dónde sacaría tanto
aguante Laura-. Anda, luego te llamo. Besos
-
Hasta
luego guapa… muaaaaa –le dijo Laura y ambas colgaron-.
Aun no se había metido el teléfono en el
bolsillo del vaquero cuando su nombre resonó en el aula.
-
Esther!
–de pronto Kate la llamó-
-
Dime
–le dijo Esther girándose hacia la inconfundible voz de Kate, la cual se
aproximaba a ella-.
-
Esther,
mira… toma mi llave, y ve a la sala de profesores de la segunda planta. Verás
que hay una estantería con los nombres del profesorado, pues busca mi nombre y
recógeme los documentos y el correo que tengo en mi casillero por favor, que
aun tengo que encargarme de guardar los lienzos para que los chicos puedan
venir a recogerlos el martes, y se nos va a hacer súper tarde. ¿No te importa,
no? –le pidió como favor Kate-.
-
No,
claro que no. ¿Todo lo de tu casillero quieres? –resumió Esther la petición de
Kate para estar segura-
-
Sí,
todo lo que haya te lo traes… ¿vale? –sonrió Kate-.
-
Vale
–le confirmó Esther cogiendo las llaves-.
-
Gracias,
guapa –le dijo Kate, y guiñándole un ojo volvió con el grupito de alumnos que
estaban ayudándola a guardar los lienzos a buen recaudo-.
---
Maca se dejó acunar por el chorro de agua
caliente que poco a poco empezaba a crear vapor en la silenciosa estancia.
Aquel fin de semana se le había hecho especialmente duro al tener que mantener
toda su concentración en quedarse quieta para que los alumnos pudieran lucirse
en sus trabajos. El recuerdo de los ojos castaños de Esther, de pronto se le
vino a la mente.
“¡Dios, no debería mirar así!” se quejó Maca
en silencio, sabía que Kate elegiría una escenografía algo más subida de tono
para su último trabajo, siempre lo hacía, pero no poder escapar ante la mirada
abrasiva de aquella niña durante horas había sido lo peor de todo. “Pero ¿qué
coño estoy haciendo? No puedo creer ni siquiera que lo esté pensando”, se
castigó mentalmente ante el calor que las horas de exposición bajo aquellos
ojos exigentes le habían dejado por todo el cuerpo, pero la única verdad era
que lo pensaba. Pensaba en cómo sería acercarse a ella, en como reaccionaría,
qué diría…, en cómo sería acariciar aquella cara a veces tan de niña, otras en
cambio tan madura y cansada que te entraban ganas de suavizarla. Se estaba volviendo
loca. El gusanito de la curiosidad y el misterio con el que Kate había envuelto
aún más a Esther tras su última conversación la envenenaba, como también la envenenaba
el recuerdo de su mirada tímida cuando sus ojos y los de Esther se encontraron
en el espejo retrovisor del coche al llevarla a casa, o el beso torpe que
aquella niña había depositado en su mejilla mientras salía corriendo en
dirección a su casa tras agradecerles el viaje. Esther poseía aquella
tormentosa dualidad entre lo inocente y lo pecaminoso, y lo peor de todo era,
que no parecía ser consciente del efecto seductor que sobre los demás producía.
“Dios, cómo me alegro de que el curso haya terminado” pensó con alivio Maca
hasta que en la habitación de al lado escuchó el abrir de una puerta y el ruido
apresurado de unos botines correteando.
---
-
Kate…
Kate… Kate… -repetía para sí Esther mientras repasaba uno por uno los nombres
que había bajo los casilleros de aquella enorme estantería-. ¡Aquí está! ¡Ya lo
tengo!
Esther empezó a recoger los papeles que allí
había para llevárselos a Kate lo más rápido posible. Ya iba en dirección a la
salida cuando escuchó un ruido seco que detuvo sus pasos. Miró en dirección al
sonido, y se dio cuenta que provenía del lavabo privado de profesores, de
pronto volvió a escucharse un nuevo ruido seguido de unos quejidos, y esta vez
Esther ni siquiera se lo pensó, se dirigió hacia la puerta y la abrió de golpe.
-
Joder….
Joderrr… joder…. –se quejaba Maca dirigiéndose hacia un banco a la pata coja
antes de tomar asiento-.
-
¿Estás
bien? ¿te has hecho daño? –de pronto Esther apareció a su lado haciendo
aquellas preguntas, mientras Maca se quedaba por un segundo blanca por la
sorpresa-. ¿Maca?
-
Ehhh…
ah, sí… -trató de recomponerse-. No, tranquila, estoy bien… es solo que se me
ha caído el champú y al ir a cogerlo y levantarme, ha ido detrás el bote del
gel y me ha caído justo en el dedo gordo del pie… pero no es nada. ¿Qué haces
tú aquí?
Esther dejó de mirar el pie de Maca para
mirarla a los ojos.
-
Ah,
yo he venido a por unos papeles que quería Kate, ya me iba cuando te he
escuchado –le contestó Esther sin mucha importancia-. ¿De verdad que estás bien?,
parece que se te ha hinchado –y se puso de cuclillas para coger el pie de Maca
entre sus manos y echarle un serio vistazo-.
Maca no supo porqué, pero de pronto tuvo la
necesidad de cerciorarse de que estaba lo suficientemente cubierta por su
albornoz de baño. Algo que en condiciones habituales ni siquiera se habría
planteado delante de una mujer.
-
¿No
lo crees? –le preguntó Esther después de haberlo examinado-.
-
¿Eh?
–Maca se había quedado absorta en otras cosas y no se había enterado-.
Esther levantó los ojos para mirarla.
-
El
dedo, ¿no crees que se está hinchando? –le volvió a repetir Esther con sencillez-.
Maca agachó la mirada en dirección al dedo
que había recibido el golpe, y entonces se dio cuenta de que tenía razón, se le
estaba hinchando.
-
A
ver, déjame… -le dijo Maca cobrando su sentido práctico y levantó la pierna
para explorarse el dedo-.
Al moverlo se dio cuenta que le dolía, pero
era más un dolor por la contusión que acababa de producirse que un dolor de fractura,
de todos modos tenía que hacer algo si no quería que se le pusiera como una albóndiga.
-
Lo
bueno es que no está roto, pero sí, se está hinchando… -anunció Maca al cabo de
unos segundos-.
-
Deberías
de ir a un médico por si acaso –le dijo Esther-.
-
No
hace falta, yo soy médico –Esther se quedó petrificada ante la noticia-.
-
¿Tú,
tú eres médico? –le preguntó perpleja-.
-
Bueno,
en realidad todavía no. El próximo año estaré en quinto –dijo Maca, de pronto
se dio cuenta de que estaba entablando una conversación casi en paños menores
con aquella niña postrada a su pies-.
-
Vayaaa
–Esther no podía creérselo-. ¡Qué raro!
-
¿Qué
es lo que te resulta raro? –le preguntó Maca levantándose para dirigirse de
nuevo a la ducha-.
-
No
sé, supongo que se me hace raro que poses profesionalmente y aparte estudies
medicina. Siempre tuve la impresión de que este trabajo lo hacían más bien
estudiantes de interpretación, aspirantes a modelos, a actriz y cosas así –se
explicó Esther arrugando un poco la nariz en una mueca por meterse donde no la
llamaban-. Nunca me lo hubiera imaginado.
Esther vio como Maca
abría el grifo del agua fría de la
ducha, y estiraba la pierna para poner el dedo hinchado bajo el chorro.
-
Ya
–dijo Maca con una mueca-. Sí, supongo que tienes razón. Pero la realidad es
que hasta a los estudiantes de medicina nos viene bien ganar un dinerito de vez
en cuando.
Esther la vio hacer otra mueca. Estaba claro
que el golpeteo del chorro del agua le estaba haciendo más daño que beneficio.
Se incorporó con un gesto rápido y ligero que sobresaltó a Maca, de pronto
Esther empezó a marcharse de la habitación.
-
¡¡¿Te
vas?!! –Maca se arrepintió de la pregunta nada más formularla. “¿Por qué me
angustio?” se preguntó-.
Pero su desasosiego desapareció en el mismo
instante en que Esther se volvió en el quicio de la puerta con una dulce
sonrisa para decirle: “Ahora vuelvo, quiero comprobar algo”.
Durante unos instantes Maca volvió a quedarse
sola con el pie bajo el grifo, mientras Esther se perdía tras aquella puerta
opaca que no le permitía divisarla. Al cabo de un rato Esther volvió a aparecer
en el lavabo con una bandeja de cubitos de hielo.
-
Dame
esa toalla –le pidió Esther señalando la de seca-manos que había colgada junto
a ella-.
-
¿De
donde lo has sacado? –se interesó Maca por el hielo, volviendo cojeando hasta
el asiento ya conociendo las intenciones de Esther-.
-
Vi
una nevera para los profesores al entrar, así que fui a comprobar si también
tendrían hielo en la parte del congelado –Esther hincó una rodilla en el suelo
en cuanto Maca se hubo sentado-. ¡A saber cuántos cubatas se toman éstos cuando
están hasta el moño de los alumnos!
Concluyó Esther, y Maca se quedó prendada de
la sonrisa y de su rostro alegre en cuanto sus ojos se encontraron.
-
Deja,
ya lo hago yo –dijo Maca recomponiéndose y tratando de romper aquel silencio
entre las dos que estaba poniéndole nerviosa-.
-
Tranquila,
lo tengo controlado. Además, ¡quiero hacerlo! –le dijo Esther desestimando su
ofrecimiento. Maca por primera vez en mucho tiempo se quedó cortada ante
alguien, mientras aquella niña cogía su pie con delicadeza para no hacerle daño
y aplicaba en suaves círculos el hielo a un dedo que ya no notaba más caliente
que el resto de su cuerpo-.
Continuará...
Jajajajajaja....pobrecita Maca
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