miércoles, 29 de agosto de 2012

Dibujada en mi mente -Cap 17 y 18-



 “DIBUJADA EN MI MENTE"
(Fanfic escrito para el foro Maca&Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.






17

14:15h.

-       ¿De qué hablabas con Esther? –le preguntó en medio de un silencio Kate, mientras les traían el primer plato a la mesa-. Se os veía sonrientes en el pasillo.

Maca terminó de agradecerle el servicio a la camarera y miró a Kate.

-       De nada en especial, no podía sacar un refresco y le eché una mano –dijo Maca encogiéndose de hombros, pero la sonrisa de Kate se ensanchó-. Kate… ¡no empecemos, no empecemos!
-       ¿Qué no empecemos qué? –le preguntó Kate con inocencia fingida-.
-       Ya sabes a lo que me refiero. ¡Es una cría! –contestó Maca haciendo caso omiso a la insinuación no dicha de Kate-.
-       Tiene dieciocho años –le contestó Kate, pues sospechaba que Maca quería conocer aquel dato. Maca abrió los ojos con exceso apenas una milésima de segundo, y Kate supo que estaba en lo cierto, siguió sonriendo-.
-       Lo que he dicho, una cría –contestó Maca-.
-       Es mayor de edad –apuntó Kate de todos modos, pero Maca suspiró y negó con la cabeza-.
-       ¡Eres imposible! –afirmó Maca no haciéndole caso-. Lo que si despierta mi curiosidad es el rollito que te traes tú con ella, ¿cómo es que has introducido a una chica de primero en el postgrado? ¿y de qué tipo de experimento hablabas cuando la presentaste al grupo?
-       Eso es entre Esther y yo –le contestó Kate llevándose un bocado a la boca-.

Maca la miró con los ojos entreabiertos, aquella sonrisa maliciosa que tenía Kate no le gustaba nada.

-       Como quieras –contestó Maca volviéndose a encoger de hombros y prosiguiendo con su comida-.
-       jajaja… de veras tienes curiosidad ¿eh? –determinó Kate viendo el empeño que ponía Maca en aparentar que le daba igual-. Esther tiene un talento como el que hace mucho tiempo no veía en nadie, le es innato.
-       ¿Tan buena es? –preguntó Maca sorprendida de escuchar aquellas palabras de alguien como Kate, pero tratando de moderarse, pues no quería dar pie a las disparatadas fantasías de su amiga-.
-       Aún no, pero lo será algún día y me gustaría contribuir en lo que pueda a que ocurra –le contestó Kate algo más seria. En Esther había encontrado una motivación inesperada-.
-       Parece importante –exclamó Maca parándose para observarla-.
-       Lo es. Lo es para mí –dijo Kate prosiguiendo la conversación-. Nuestra profesión no es un camino fácil, y no quiero que ella se pierda en sus recovecos, así que me he propuesto guiarla y ayudarla hasta el final.
-       Ya veo –a Maca le sorprendió mucho aquella nueva versión de Kate. Nunca la había visto tan interesada y comprometida con nadie y menos con un alumno- Debe ser una chica muy especial.

Kate sonrió abiertamente.

-       Créeme… debajo de toda esa timidez, ese “destartalo” y toda esa inocencia apegada a sus años, late una pasión desconmensurada, y toda ella se reflejará algún día en su arte –le confesó Kate con una sonrisa-.

….

Después de aquella conversación, Maca ya no pudo apartar sus ojos de Esther en todo el fin de semana. Trataba de concentrarse en mantener su postura lo más inmóvil posible, pero en cuanto percibía su mirar vivaz sobre ella y su ágil movimiento del lápiz sobre la hoja, empezaba de nuevo a observarla de reojo con curiosidad renovada. “¿Irá en serio?... ¿De verdad esta niña será una fuera de serie algún día?” se preguntaba Maca para sus adentros.


-       Chicossss… ¡se terminó! ¡Genial el trabajo! –anunció Kate dando fin a la sesión de aquel fin de semana-.

La clase aplaudió como solían hacer tras concluir el fin de semana, y los que no habían terminado todavía, hicieron un par de anotaciones mentalmente sobre Maca y empezaron a limpiar sus pinceles y a recoger el material.

-       Antes de que os marchéis, os recuerdo en qué consistirá la prueba del fin de semana que viene –les dijo Kate y todos dejaron de hacer sus cosas para prestarle atención-. Como es el último fin de semana del curso, haremos como siempre cuando terminamos un módulo, en este caso como hemos trabajado con Maca los desnudos, pues elegiré una escenografía con ella y tendréis todo el fin de semana para desarrollarla. Luego dispondréis hasta el 25 de julio para que me los presentéis terminado. Recordar que las medidas del lienzo son a vuestra elección y también la técnica que escojáis, de los trabajos presentados saldrán los cuadros que elegiré para la exposición de las próximas navidades, y ya sabéis que a dicho acontecimiento suelo traer a gente bastante distinguida de la profesión, nacional e internacionalmente hablando, así que no hace falta que os diga que a los que sean escogidos para exponer se les presenta una gran oportunidad. Como consejo personal simplemente deciros que vengáis tranquilos, ¿de acuerdo? Ya sé que después de lo dicho parece un poco difícil, pero no dejéis que los nervios os jueguen malas pasadas. Aplicar lo que hemos estado viendo y ya está. Cada uno tiene un modo muy particular de ver lo mismo, y de eso se trataba este curso, de potenciar las habilidades que ya teníais, de ayudaros a sacar lo mejor de vosotros mismos. Así que no os preocupéis, y venir relajados ¿vale?

El resto de los presentes asintió, y en el aula el bullicio de las expectativas, los nervios y la despedida empezó a cobrar vida de nuevo. Lentamente, los alumnos fueron recogiendo sus cosas y abandonando el aula progresivamente. Esther los escuchaba marcharse mientras se demoraba más de lo acostumbrado en guardar su material y sus apuntes. “Es una prueba final… de ahí escogerá los trabajos para la exposición del año que viene. Si al menos estuviera en tercero para poder mostrar algo que merezca la pena. ¡Qué envidia! A mí ni siquiera me ha dejado cambiar el lápiz por el pincel” pensaba Esther algo triste, pues a pesar de estar cansada, aún le quedaban ganas de seguir aprendiendo junto a Kate y el temor a que todo concluyera, a que el verano apareciera dejándola en el pasado y no en el futuro, la atormentaba.  “¿Y si no vuelvo a trabajar con ella? ¿y si se olvida de mí?...” aquellas dudas la aguijonearon en un segundo… Suspiró, “a fin de cuentas sólo soy una alumna de primero. Tengo que dar las gracias por haber tenido tanta suerte… ¡sí, no puedo lamentarme! ¡He tenido mucha suerte!”, trató de animarse a sí misma, pues aquella oportunidad que le habían dado era el sueño de muchos y la realidad de muy pocos. Quizá algún día, si Kate seguía impartiendo clases, podría pagarse un postgrado para volver a aprender de ella, tal como lo habían hecho los compañeros que salían ahora de aquella aula, y entonces le demostraría a Kate que su confianza en ella, que aquellos meses que le había regalado no habían sido en vano. ¡Sí, se lo demostraría!

-       Esther…

Su nombre la sobresaltó. Kate se sentó sobre la mesa-escritorio que estaba a su lado, y terminó de decir adiós a un par de alumnos con la mano.

-       ¿Dónde estabas? –quiso saber Kate regalándole una sonrisa para tranquilizarla-. ¡Ni que se hubiera muerto alguien! ¿estás preocupada por la prueba del próximo fin de semana?
-       Un poco –le contestó Esther, aunque no era eso lo que más la angustiaba-.
-       No tienes que preocuparte, tú sólo ven a clase y haz lo que te nazca, sólo eso –le dijo Kate poniéndose de pie de un salto-. Todavía eres muy joven, no tengas prisa. ¡Tienes todo el futuro por delante!

Añadió Kate removiéndole el pelo con dulzura, como si hubiera podido leer en ella aquellas pequeñas dudas.

-       Pero… -a Esther se le escapó aquel “pero” antes de darse ni siquiera cuenta. Kate, que se había dispuesto ya en dirección a su escritorio, se detuvo y se giró a mirarla-.
-       Pero ¿qué? –le preguntó Kate viendo que Esther no se decidía a decir lo que estaba pensando-.
-       Yo… es que yo, bueno a mí… me gustaría… -Esther no sabía como decirlo, y Kate espero amablemente-. ¿Nos volveremos a ver? Digo… que a mí me gustaría seguir aprendiendo… de ti, contigo –lo soltó Esther de golpe, y se sintió como una niñata encaprichada con su profesora de pronto. Esther se puso roja para mayor consternación suya, tras pensar en cómo de ridícula se vería aquella situación desde fuera. “¿Es que no puedo comportarme como una adulta normal, para variar?” Pero ya era tarde, sus nervios y sus sentimientos de admiración por Kate le habían jugado una de sus habituales pasadas-.

Kate la miró un segundo, Esther debía estar pasándolo mal por el aspecto que tenía en aquellos momentos, pero para ella escuchar de su voz que deseaba seguir trabajando a su lado disipaba del todo las dudas que a veces se planteaba de estar empujando o presionando a alguien tan joven hacia una meta que quizá ni siquiera se había planteado. En silencio se acercó a ella. Esther no dijo nada.

-       A mí también me gustaría que siguieras contando conmigo –le dijo Kate feliz y aliviada-. Todavía no he planificado el programa del año que viene, pero te mantendré informada de todo lo que haga. Veo un gran futuro para ti, Esther… y me gustaría poder guiarte en todo lo que pueda. Como una tutora, mentora, amiga, o profesora… llámalo como quieras, pero si tú quieres, estaré encantada de seguir estando en tu formación.
-       Gracias, sí, sí quiero… ¡claro que quiero! –Esther casi gritó del peso que se había quitado de encima, y sin pensarlo se abrazó a Kate-. Gracias, muchas gracias.

Kate se sorprendió de su afecto, pero lo recibió con naturalidad y cariño, pues esa era su naturaleza.

-       No, gracias a ti –le dijo Kate-.
-       ¿A mí? ¿por qué? –se sorprendió Esther deshaciendo ya el abrazo, liberándola-.
-       Porque yo también aprendo de ti cada día –le contestó Kate con una sonrisa, y Esther también le sonrió aunque no entendía muy bien cómo era posible aquello-.

Las dos se quedaron mirando así, sin decir ni una palabra, pues el agradecimiento y la mutua admiración que ambas se profesaban se reflejaban en sus ojos llenos de proyectos y futuro.

Tras unos minutos la voz de Maca las interrumpió desde la puerta.

-       Kate, ya estoy… ¿nos vamos? –preguntó Maca y al dar un paso más en el interior del aula se dio cuenta de que Esther estaba muy próxima a ella, había interrumpido algo-. Oh, lo siento, pensé que habías acabado.

Esther y Kate se giraron a la par para mirarla, y Maca fue incapaz de moverse ni un solo paso bajo sus ojos. De repente fue consciente de la fuerza hipnótica y penetrante que ambas tenían cuando la miraban.

-       Tranquila, ya hemos terminado –se puso en marcha Kate yendo hacia su mesa para recoger sus cosas-. Esther, ¿has venido en bus?
-       Ehh… -aquella pregunta directa hizo que rompiera el vínculo que la mantenía absorta en la figura de Maca-… esto, sí, sí, he venido en bus.
-       Bueno, pues entonces te llevamos a casa o a donde vayas –planificó Kate sin más-.
-       No, no hace falta… -se apresuró a desestimar aquella oferta-.
-       ¿Vienen a por ti? ¿tienes quien te lleve? –le preguntó Kate ya con la carpeta bajo el brazo y el bolso colgado al hombro-.
-       Estooo… noo… pero… -Esther también había terminado de meter sus cosas apresuradamente en su mochila para salir por patas-.
-       Entonces no se hable más… ¡Anda vamos! –le dijo Kate con una amplia sonrisa-.

Y Esther tuvo que rendirse ante la idea de que aquellas dos mujeres que la alteraban de forma muy distinta, la custodiarían hasta su casa.

18

Una semana después.

El curso de postgrado finalizó oficialmente. Los alumnos, la mayoría satisfechos, cubrieron sus trabajos una vez finalizada la sesión a la espera de poder seguir retocándolos en las próximas semanas. Había sido un fin de semana intenso, pero también se respiraba cierta nostalgia en el ambiente. El silencio había reinado en el aula mientras trabajaban como si de un santuario se tratara, y aquella mágica atmósfera aún bañaba sus rostros mientras terminaban de recoger sus pertenencias. Kate también parecía algo nostálgica mientras dedicaba palabras a cada uno de los integrantes del curso por separado a medida que se despedía de ellos, pues no todos podían quedarse a la cita nocturna programada. Esther observaba como a su alrededor abandonaban el aula sus compañeros, sin embargo ella no sentía la menor prisa por hacer lo mismo. Su móvil empezó a sonar, y al mirar el nombre en la pantalla supo que se trataba de Laura.

-       Eiii… ¿cómo lo llevas? –le preguntó Laura cuando Esther la saludó descolgando el teléfono-.
-       Bien, ya hemos terminado, estamos recogiendo –le dijo Esther-.
-       Guay –determinó Laura-. Oye, yo he quedado con Eva que al final nos pasaremos sobre las doce por allí. ¿Vosotros sobre qué hora iréis?
-       No tengo ni idea Laura –le dijo sinceramente Esther-. Se supone que de aquí vamos a cenar y cuando terminemos Kate ha conseguido entradas para una última copa en el Bohemia, pero ni idea de a que hora llegaremos. Supongo que sobre esa hora más o menos.
-       Bueno, de todos modos ya nos llamamos –le dijo Laura-.
-       Claro, luego nos vemos.
-       Esther… -la llamó Laura antes de que colgaran-.
-       ¿Sí? –preguntó Esther-.
-       ¡Esta noche a tope!, ¿vale? –le advirtió Laura que tenía muchas ganas de poder salir con su amiga de marcha después de tanto tiempo-.
-       Jajaja… que sí, pesada –se rió Esther, siempre se preguntaba de dónde sacaría tanto aguante Laura-. Anda, luego te llamo. Besos
-       Hasta luego guapa… muaaaaa –le dijo Laura y ambas colgaron-.

Aun no se había metido el teléfono en el bolsillo del vaquero cuando su nombre resonó en el aula.

-       Esther! –de pronto Kate la llamó-
-       Dime –le dijo Esther girándose hacia la inconfundible voz de Kate, la cual se aproximaba a ella-.
-       Esther, mira… toma mi llave, y ve a la sala de profesores de la segunda planta. Verás que hay una estantería con los nombres del profesorado, pues busca mi nombre y recógeme los documentos y el correo que tengo en mi casillero por favor, que aun tengo que encargarme de guardar los lienzos para que los chicos puedan venir a recogerlos el martes, y se nos va a hacer súper tarde. ¿No te importa, no? –le pidió como favor Kate-.
-       No, claro que no. ¿Todo lo de tu casillero quieres? –resumió Esther la petición de Kate para estar segura-
-       Sí, todo lo que haya te lo traes… ¿vale? –sonrió Kate-.
-       Vale –le confirmó Esther cogiendo las llaves-.
-       Gracias, guapa –le dijo Kate, y guiñándole un ojo volvió con el grupito de alumnos que estaban ayudándola a guardar los lienzos a buen recaudo-.

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Maca se dejó acunar por el chorro de agua caliente que poco a poco empezaba a crear vapor en la silenciosa estancia. Aquel fin de semana se le había hecho especialmente duro al tener que mantener toda su concentración en quedarse quieta para que los alumnos pudieran lucirse en sus trabajos. El recuerdo de los ojos castaños de Esther, de pronto se le vino a la mente.

“¡Dios, no debería mirar así!” se quejó Maca en silencio, sabía que Kate elegiría una escenografía algo más subida de tono para su último trabajo, siempre lo hacía, pero no poder escapar ante la mirada abrasiva de aquella niña durante horas había sido lo peor de todo. “Pero ¿qué coño estoy haciendo? No puedo creer ni siquiera que lo esté pensando”, se castigó mentalmente ante el calor que las horas de exposición bajo aquellos ojos exigentes le habían dejado por todo el cuerpo, pero la única verdad era que lo pensaba. Pensaba en cómo sería acercarse a ella, en como reaccionaría, qué diría…, en cómo sería acariciar aquella cara a veces tan de niña, otras en cambio tan madura y cansada que te entraban ganas de suavizarla. Se estaba volviendo loca. El gusanito de la curiosidad y el misterio con el que Kate había envuelto aún más a Esther tras su última conversación la envenenaba, como también la envenenaba el recuerdo de su mirada tímida cuando sus ojos y los de Esther se encontraron en el espejo retrovisor del coche al llevarla a casa, o el beso torpe que aquella niña había depositado en su mejilla mientras salía corriendo en dirección a su casa tras agradecerles el viaje. Esther poseía aquella tormentosa dualidad entre lo inocente y lo pecaminoso, y lo peor de todo era, que no parecía ser consciente del efecto seductor que sobre los demás producía. “Dios, cómo me alegro de que el curso haya terminado” pensó con alivio Maca hasta que en la habitación de al lado escuchó el abrir de una puerta y el ruido apresurado de unos botines correteando.

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-       Kate… Kate… Kate… -repetía para sí Esther mientras repasaba uno por uno los nombres que había bajo los casilleros de aquella enorme estantería-. ¡Aquí está! ¡Ya lo tengo!

Esther empezó a recoger los papeles que allí había para llevárselos a Kate lo más rápido posible. Ya iba en dirección a la salida cuando escuchó un ruido seco que detuvo sus pasos. Miró en dirección al sonido, y se dio cuenta que provenía del lavabo privado de profesores, de pronto volvió a escucharse un nuevo ruido seguido de unos quejidos, y esta vez Esther ni siquiera se lo pensó, se dirigió hacia la puerta y la abrió de golpe.

-       Joder…. Joderrr… joder…. –se quejaba Maca dirigiéndose hacia un banco a la pata coja antes de tomar asiento-.
-       ¿Estás bien? ¿te has hecho daño? –de pronto Esther apareció a su lado haciendo aquellas preguntas, mientras Maca se quedaba por un segundo blanca por la sorpresa-. ¿Maca?
-       Ehhh… ah, sí… -trató de recomponerse-. No, tranquila, estoy bien… es solo que se me ha caído el champú y al ir a cogerlo y levantarme, ha ido detrás el bote del gel y me ha caído justo en el dedo gordo del pie… pero no es nada. ¿Qué haces tú aquí?

Esther dejó de mirar el pie de Maca para mirarla a los ojos.

-       Ah, yo he venido a por unos papeles que quería Kate, ya me iba cuando te he escuchado –le contestó Esther sin mucha importancia-. ¿De verdad que estás bien?, parece que se te ha hinchado –y se puso de cuclillas para coger el pie de Maca entre sus manos y echarle un serio vistazo-.

Maca no supo porqué, pero de pronto tuvo la necesidad de cerciorarse de que estaba lo suficientemente cubierta por su albornoz de baño. Algo que en condiciones habituales ni siquiera se habría planteado delante de una mujer.

-       ¿No lo crees? –le preguntó Esther después de haberlo examinado-.
-       ¿Eh? –Maca se había quedado absorta en otras cosas y no se había enterado-.

Esther levantó los ojos para mirarla.

-       El dedo, ¿no crees que se está hinchando? –le volvió a repetir Esther con sencillez-.

Maca agachó la mirada en dirección al dedo que había recibido el golpe, y entonces se dio cuenta de que tenía razón, se le estaba hinchando.

-       A ver, déjame… -le dijo Maca cobrando su sentido práctico y levantó la pierna para explorarse el dedo-.

Al moverlo se dio cuenta que le dolía, pero era más un dolor por la contusión que acababa de producirse que un dolor de fractura, de todos modos tenía que hacer algo si no quería que se le pusiera como una albóndiga.

-       Lo bueno es que no está roto, pero sí, se está hinchando… -anunció Maca al cabo de unos segundos-.
-       Deberías de ir a un médico por si acaso –le dijo Esther-.
-       No hace falta, yo soy médico –Esther se quedó petrificada ante la noticia-.
-       ¿Tú, tú eres médico? –le preguntó perpleja-.
-       Bueno, en realidad todavía no. El próximo año estaré en quinto –dijo Maca, de pronto se dio cuenta de que estaba entablando una conversación casi en paños menores con aquella niña postrada a su pies-.
-       Vayaaa –Esther no podía creérselo-. ¡Qué raro!
-       ¿Qué es lo que te resulta raro? –le preguntó Maca levantándose para dirigirse de nuevo a la ducha-.
-       No sé, supongo que se me hace raro que poses profesionalmente y aparte estudies medicina. Siempre tuve la impresión de que este trabajo lo hacían más bien estudiantes de interpretación, aspirantes a modelos, a actriz y cosas así –se explicó Esther arrugando un poco la nariz en una mueca por meterse donde no la llamaban-. Nunca me lo hubiera imaginado.

Esther vio como Maca abría el grifo del agua fría  de la ducha, y estiraba la pierna para poner el dedo hinchado bajo el chorro.

-       Ya –dijo Maca con una mueca-. Sí, supongo que tienes razón. Pero la realidad es que hasta a los estudiantes de medicina nos viene bien ganar un dinerito de vez en cuando.

Esther la vio hacer otra mueca. Estaba claro que el golpeteo del chorro del agua le estaba haciendo más daño que beneficio. Se incorporó con un gesto rápido y ligero que sobresaltó a Maca, de pronto Esther empezó a marcharse de la habitación.

-       ¡¡¿Te vas?!! –Maca se arrepintió de la pregunta nada más formularla. “¿Por qué me angustio?” se preguntó-.

Pero su desasosiego desapareció en el mismo instante en que Esther se volvió en el quicio de la puerta con una dulce sonrisa para decirle: “Ahora vuelvo, quiero comprobar algo”.

Durante unos instantes Maca volvió a quedarse sola con el pie bajo el grifo, mientras Esther se perdía tras aquella puerta opaca que no le permitía divisarla. Al cabo de un rato Esther volvió a aparecer en el lavabo con una bandeja de cubitos de hielo.

-       Dame esa toalla –le pidió Esther señalando la de seca-manos que había colgada junto a ella-.
-       ¿De donde lo has sacado? –se interesó Maca por el hielo, volviendo cojeando hasta el asiento ya conociendo las intenciones de Esther-.
-       Vi una nevera para los profesores al entrar, así que fui a comprobar si también tendrían hielo en la parte del congelado –Esther hincó una rodilla en el suelo en cuanto Maca se hubo sentado-. ¡A saber cuántos cubatas se toman éstos cuando están hasta el moño de los alumnos!

Concluyó Esther, y Maca se quedó prendada de la sonrisa y de su rostro alegre en cuanto sus ojos se encontraron.

-       Deja, ya lo hago yo –dijo Maca recomponiéndose y tratando de romper aquel silencio entre las dos que estaba poniéndole nerviosa-.
-       Tranquila, lo tengo controlado. Además, ¡quiero hacerlo! –le dijo Esther desestimando su ofrecimiento. Maca por primera vez en mucho tiempo se quedó cortada ante alguien, mientras aquella niña cogía su pie con delicadeza para no hacerle daño y aplicaba en suaves círculos el hielo a un dedo que ya no notaba más caliente que el resto de su cuerpo-.

Continuará...

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