viernes, 17 de agosto de 2012

Dibujada en mi mente -Cap 7 y 8-



“DIBUJADA EN MI MENTE"
(Fanfic escrito para el foro Maca&Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.



7.

Tras el botellón en el campus, la fiesta empezó a desplazarse a otros puntos de la capital. Esther había perdido la cuenta de las copas que llevaba, al igual que Laura, así que Eva se encargó de organizarlas en el coche de una amiga para que no terminaran haciendo una locura.

-       ¿Y ahora dónde vamos? –preguntó Esther ya en el coche-.
-       Te va a encantar, es un local donde se reúne mucha gente del gremio, pero esta noche vamos con enchufe… vamos con invitación vip. Sebas, tocó hace poco allí y nos las ha conseguido. ¡Vais a alucinar! –le contestó Eva desde el asiento del copiloto-.

Esther permaneció callada otro instante, y de pronto se giró hacia Laura con una duda existencial.

-       ¿Quién es Sebas? –le preguntó-.
-       Jaja… ¿quién va a ser? El novio de Eva –le contestó Laura muerta de risa, realmente Esther iba mal-.
-       ¿Pero Eva no era lesbiana? –soltó de pronto Esther en voz alta, pues ya no controlaba-.

Ésta vez todas se rieron menos Esther que ya tenía bastante con poner un poco de orden en su cabeza. Eva se giró de nuevo en el asiento, y le cogió la barbilla a Esther para que la mirara.

-       Cariño, soy bisexual… y tú, has pillado una trompa de aupa. Menos mal que os vais a quedar en mi piso esta noche, sino tu madre nos mata. ¡Laura, ya te vale!, podías haberla controlado un poco, que es tu amiga –le regañó muerta de risa Eva, al final Esther no era tan muermo como parecía-.
-       Jajaja… ¿yo? ¿y quien coño me controla a mí? –se defendió Laura, y todas volvieron a soltar la risa floja-.
Maca recogió la bebida en la barra y la llevó hasta la mesa.

-       ¿Te habías perdido? –le preguntó Claudia cuando la vio aparecer, hacía casi veinte minutos que Maca había ido a por ellas-.
-       Jajaja… no, sólo me entretuve con la camarera –se rió Maca, ya que estaba convencida que Claudia y Kate la veían como una total rompecorazones, por qué desilusionarlas-. ¡Es broma! Es que había mucha gente, se ve que han repartido entradas en la fiesta para venir luego aquí.
-       Ah, es verdad, algo me comentó el representante de los estudiantes. Les daban invitaciones de entrada y primera bebida gratis, o algo así. ¡Madre mía, aún me acuerdo de cuando yo también iba de fiesta en fiesta! –dijo Kate-.
-       Vamos como si tu vida ahora no se le pareciera –se burló Maca del tono en que Kate había dicho aquello, y las tres se rieron-.
-       No, la verdad es que encerrada en casa tampoco estoy, pero no os creáis, que ya no llevo tan bien todo este barullo. Me quita mucha energía tanto ruido… y por otro lado, por las noches es cuando soy más productiva –reconoció Kate-.
-       ¿Estás pintando algo ahora? –quiso saber Maca -.
-       Sí, la verdad es que estoy metida en algo que me ilusiona bastante. Los cursos de postgrado estos últimos años me han dado la oportunidad de poder tomarme más tiempo para crear, ni os imagináis lo asfixiante que se vuelve este mundo cuando las galerías quieren algo tuyo, esto va un poco por modas, y se creen que vas a empezar a escupir cuadros por el culo sólo con una petición suya –les soltó Kate de pronto-

Maca y Claudia estallaron en risas tras su última frase. Desde luego, si algo caracterizaba a aquella mujer era su claridad a la hora de decir lo que quería decir, estuviera con quien estuviera.

-       ¿Cuándo podrá verse algo? –le preguntó Claudia pasado el momento-.
-       Ni idea –le contestó Kate encogiéndose de hombros-. Lo sabré cuando lo termine, no quiero ponerme plazos, con este trabajo no. ¿Y vosotras qué? Ya sabéis que cuento con vosotras para el curso, si os viene bien claro.
-       ¿Cuándo empieza este año? –le preguntó Claudia, pues ese año ella había pedido prácticas en un hospital especializado en neurología, e iba a estar más liada que de costumbre porque quería absorber todo lo que pudiera, ya que era lo que le gustaba-.
-       Bueno, a diferencia de otros años, éste hemos empezado en noviembre y lo mantendremos hasta mayo. Evidentemente hasta marzo realmente no entraremos en el tipo de trabajo que a mí me gusta hacer, así que no os tenéis que preocupar por los exámenes de medicina, porque no os necesitaré hasta entonces. Lo que sí se está barajando es la posibilidad de hacer una especie de curso avanzado para alumnos de los primeros cursos sobre febrero. Por lo visto el año que viene van a salir de forma estatal becas y concursos para noveles, y a la facultad le interesa que alguno de sus alumnos pueda hacerse con alguno de esos premios o alguna beca, por temas de “renombre” y esas cosas, ya sabéis… pura hipocresía –les contó Kate-. La verdad es que a mí entrar en esos temas no me interesa para nada, pero es cierto que me han hecho llegar el trabajo de unos cuantos alumnos de primero y segundo que prometen, y me hace ilusión investigar con ellos un poco, quizá lo haga y dependiendo de cómo salga, igual cuento con vosotras para algún trabajo con ellos. Ya veremos. ¿Os interesaría?
-       A mí, siempre que me avises con tiempo para organizarme, sabes que sí –le contestó Claudia, y luego ambas miraron hacia Maca-.
-       Por qué no, lo mismo me da despelotarme en la ducha que para ellos –soltó Maca para provocarlas, y evidentemente lo consiguió, porque todas volvieron a reírse-.
En cuanto entraron al local, Esther empezó a marearse de veras. La tenuidad del sitio, y la oscilación de luces de colores no la ayudaron demasiado, pero aún lo hizo menos el hecho de que hubiera tanta gente y oliera tanto a humo. Laura la acompañó al baño en cuanto la vio descompuesta, mientras Eva y la otra chica mediaban con la relaciones públicas para que les diera paso a la sala vip que estaba más despejada. Tras “echar la pota”, cepillarse los dientes con el desechable que habían conseguido sacar de la máquina del baño de chicas y rociarse la cara con agua fresca, Esther volvió a sentirse un poco más humana. El parón del viaje en coche y meterse en aquel sitio cerrado y tan lleno de gente, era lo que había terminado de romper la balanza existente entre tener un buen rollito o coger una borrachera deprimente.

-       Joder, Laura… que mala me he puesto en un momento –le comentaba Esther mientras terminaba de secarse la cara-.

Laura se puso tras ella y la miró a la cara a través del espejo mientras le recogía el pelo con una “gomilla” que llevaba siempre en su muñeca derecha.

-       Bueno, si te digo la verdad has aguantado más de lo que esperaba. Te recuerdo que desde octubre no había conseguido arrastrarte a ninguna fiesta… y ya sabes lo que se dice “el hábito hace al monje” –le contestó Laura con una sonrisa cálida-.
-       Genial, pues yo debo haberme quedado en monaguillo –Esther aún tenía fuerzas para soltar una última broma-.

Laura se rió con ella, y la abrazó por la espalda antes de darle un sonoro beso en la mejilla.

-       ¿Qué, estás mejor? –quiso saber Laura-.
-       Sí, al menos el remolino que tenía en el estómago ha desaparecido –le respondió Esther-.
-       ¡Mejor! –determinó Laura- ¿Qué, volvemos con las chicas? ¿o pillamos taxi y para casa?
-       Ni de coña, ¡nos quedamos! –se negó Esther en redondo a terminar la noche-. Le dije a mi madre que dormía en casa de tu amiga Eva esta noche, si me ve aparecer por casa se pensará que nos ha pasado algo, y la verdad, que me encuentre mejor no significa que me vea capaz de pasar el polígrafo de enfermera al que me sometería mi madre. Para una vez que salgo en los últimos meses, es capaz de tenerme castigada todas las Navidades.
-       Vale, entonces, ¡a bailar!  y hasta que el cuerpo aguante –captó el mensaje Laura-.
-       ¡Tú lo has dicho compañera! –se apuntó en el acto Esther, y las dos salieron por la puerta comentando la suerte que habían tenido de no tener que hacer toda esa cola que ahora se amontonaba en la puerta principal de los aseos de señora.

De camino a la sala vip, Laura y Esther volvieron a perderse entre la multitud de gente que albergaba el local. La música parecía retumbar en el interior de Esther, y la oscuridad y el ambiente cargado le hicieron desear desdecirse sobre lo de quedarse de fiesta. De repente un cuerpo chocó contra su hombro, e instintivamente Esther se giró para disculparse pues iba con la mirada baja. Sin embargo en cuanto se cruzó con aquellos ojos se quedó muda… “Es ella” musitó su mente.

-       Perdona… -se disculpó Maca atropelladamente con la joven con la que había tropezado, y en una fracción de segundo, volvió a desaparecer de su vista arrastrada por otra mujer que la llevaba de la mano-.
-       Es ella –se repitió Esther en voz alta sin moverse del sitio-. ¡ES ELLA! –terminó por procesar Esther sus palabras, y reaccionando, empezó a abrirse paso a través de la gente-.
-       Esther…. ¡Esther! ¿Dónde vas? –la llamó Laura que viendo como se soltaba de su mano, empezó también a seguirla-.

Esther no era lo suficientemente alta como para vislumbrar a la joven con la que había tropezado, la misma que llevaba todo el verano dibujando. Sin pensar, se subió en uno de los bancos que había para sentarse a pie de pista. No la veía.

-       ¿Pero qué estás haciendo? –quiso saber Laura alcanzándola al fin-. ¡Quieres bajar de ahí!

Esther no le hizo caso en un primer momento, pero tras darse cuenta que la había perdido por completo, bajó.

-       ¿Qué mosca te ha picado ahora? –volvió a preguntarle Laura-.
-       ¡Laura, era ella! –le contestó Esther emocionada, como si con esa escueta respuesta lo explicara todo-.
-       ¿Quién es ella? ¿De qué estás hablando? –Laura no llegaba a comprenderla-
-       La chica de mis dibujos, la del lienzo… es la misma con la que acabo de tropezar –le explicó Esther-.

Laura se le quedó mirando.

-       ¿Estás segura? Mira que aún vas un poco mal eh… ¿no te lo habrá parecido? –quiso asegurarse Laura de que aquella paranoia que parecía estar experimentando Esther no fuera un efecto secundario del alcohol-.
-       ¡Te digo que era ella! ¡Estoy segura! –contestó Esther con vehemencia y algo enfadada porque Laura dudara de lo que había visto-.
-       Bueno, vale… te creo. Pero suponiendo que era la misma, ¿qué coño pretendías siguiéndola? ¡No lo entiendo! –le contestó Laura encogiéndose de hombros con resignación-.

Aquella pregunta cogió totalmente de improvisto a Esther, pues ni ella misma sabía las razones que la habían impulsado a tener aquella reacción tan inconexa. ¿Por qué se había puesto a perseguirla?

8

Las vacaciones de Navidad se esfumaron, dando paso a las últimas clases antes del periodo de exámenes. La acumulación de asignaturas y de trabajos que debían presentar para ellos, se abalanzaron sobre Laura como un saco de cien kilos, pues en realidad hasta entonces, no se había puesto en serio en ninguna de las clases. Aquella tarde, como casi todas las de la última semana, Laura fue a casa de Esther para estudiar.

-       Pasa Laura –la invitó a entrar la madre de Esther-.
-       Hola Encarni, ¿te he pillado ocupada? –le preguntó Laura entrando en el domicilio, siguiéndola-.
-       Sólo estaba dejándoos un poco de cena para esta noche –le dijo Encarni mientras terminaba de secarse las manos con el paño de cocina-.
-       No tendrías que haberte molestado, pero gracias… tiene una pinta estupenda –le agradeció Laura-.
-       Gracias a ti por quedarte a dormir con Esther hoy. Me quedo más tranquila cuando tengo guardia en el hospital y no se queda sola –le comentó Encarna-
-       No se preocupe, aquí hay suficiente para tenernos entretenidas un buen rato –suspiró Laura mientras alzaba con la mano la mochila y la carpeta de metro por medio metro de bocetos que llevaba a cuestas para ponerse a estudiar con su hija-.
-       Está siendo más duro de lo que esperabais, ¿verdad? –le dijo Encarna con una sonrisa comprensiva-.

Laura arrugó la nariz, pues sabía que ella misma era la culpable del agobio que ahora tenía encima.

-       La verdad es que sí, pero Esther lo lleva bien, soy yo la que ha hecho un poco de cabra loca con todo esto del paso a la facultad, ya me conoce –reconoció Laura, pues si algo tenía era sinceridad para los demás, pero sobretodo para sí misma-.

Encarna se acercó a ella y le tomó la cara entre sus manos.

-       Eso es normal. Estáis viviendo cosas muy nuevas, y es lógico que a veces perdáis la perspectiva del trabajo, pero lo bueno es que tú ya sabes lo que has de hacer. Así que a coger el toro por los cuernos y a concentrarse ahora, ya verás como no te pasa lo mismo en el segundo cuatrimestre. De estas cosas también se aprende –la reconfortó Encarna, pues sabía que Laura era una buena chica y muy buena amiga para su hija-.
-       ¡Eso seguro! Ni de coña me vuelve a pasar esto, es un agobio… con perdón –soltó Laura con total sinceridad-.
-       Jajaja… y sin perdón, cariño. Anda ve, Esther está en la guardilla –se rió Encarna por la reacción de Laura-. Antes de marcharme os subiré algo para que merendéis, porque conociendo a mi hija, es capaz de dejarte sin merienda, sin cena y sin desayuno, cuando tiene el lápiz en la mano se olvida de todo, yo no sé a quien habrá salido esta niña.
-       Ya te digo…jajaja… -tuvo que reconocer también Laura aquel aspecto de su amiga y saliendo de la cocina con sus bártulos…- Al menos cuando sea una artista de renombre nos sacará de pobres, digo yo..
-       Jajaja… eso espero, eso espero –se rió también Encarna por el comentario de la joven-.

Laura subió las escaleras, que no era tarea fácil llevando todos esos “chismes” encima, y en cuanto estuvo en el quicio de la puerta soltó todo de golpe en el suelo.

-       ¡Ya estoy aquí! –anunció con un resoplido por el esfuerzo-.
-       Hola petarda –la saludó Esther dándose la vuelta en su silla giratoria-.
-       Hola –le devolvió el saludo Laura contagiándose de su sonrisa-. Tu madre ha dicho que luego nos subirá algo para merendar antes de marcharse. ¿Qué estás haciendo?

Esther se dio la vuelta otra vez hacia su mesa de dibujo, Laura se colocó a su lado.

-       Estaba terminando el trabajo de “Sistemas de análisis geométricos”. ¿Te gusta? –le preguntó a su amiga-.
-       Me encanta… yo también tengo que terminar el mío hoy, porque anoche me puse con él y me asaltaron algunas dudas y no supe seguir –le comentó Laura-.
-       ¿Qué dudas? –se interesó Esther por ayudarla-.
-       Espera, que lo saco –se apresuró Laura a ponerse en funcionamiento-.

Y ambas amigas se sumergieron de lleno en el trabajo y los estudios sin apenas darse cuenta.

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Maca terminó de guardar el “pijama” y su bata de hospital en la taquilla. Se sentó un momento en el banco del vestuario para ponerse las botas y marcharse a casa, y el agotamiento se apoderó de ella en menos de un segundo. Estaba exhausta.

-       ¿Ya has terminado? –le preguntó una voz femenina a sus espaldas-.

Maca se giró despacio pero con sorpresa porque se creía sola en el vestuario.

-       Sí, y menos mal, porque con los exámenes a la vuelta de la esquina y las prácticas voy muerta –le contestó Maca con amabilidad y una sonrisa en el rostro. Si no se equivocaba aquella chica era una de las de prácticas de tercero, pues le había parecido verla en pediatría unas cuantas veces mientras trabajaba-.
-       Vaya, que lástima… -exclamó la joven en apenas un susurro cuyo tono, más meloso y grave, no se le escapó a los oídos entrenados de Maca-. Entonces no te apetecerá tomarte algo conmigo, ¿no?

A Maca le recorrió un hormigueo por la espalda, y durante unos silenciosos segundos ambas se quedaron mirándose a los ojos. Aquella chica estaba tratando de flirtear con ella, pero realmente se sentía muy cansada. Despacio, Maca terminó de abrochar las cremalleras de sus botas sin decir nada, la joven seguía mirándola sintiéndose cada vez más avergonzada por haber pretendido ligar con aquella mujer que seguro le daba mil vueltas, y más empleando una frase tan manida. La joven estaba a punto de decir algo para salir del apuro cuando Maca se puso en pie y se acercó hasta ella. Los ojos de Maca eran del color de la miel y se derramaron sobre la chica ya a un escaso palmo de su cara, pues su actitud corporal no había puesto barreras para que Maca no se aproximara. El corazón de la estudiante se puso a mil en cuestión de unos segundos, y como en un sueño tórrido, Maca se pegó contra su cuerpo, la besó con sensualidad y luego se separó de ella.

-       Tal vez otro día, hoy no sería una buena compañía –le dijo Maca apartándose de ella, y cogiendo su bolso, empezó a marcharse-.

La joven no pudo decir nada, su pulso desbocado no se lo permitió. Y mientras la puerta del vestuario se cerraba tras la salida de Macarena Wilson, supo con certeza que los rumores sobre ella no le harían justicia, pues sólo acababa de ser besada por la “Diosa del fuego”, y todo su cuerpo ya ardía.


Esther se irguió en la cama sobresaltada, pero al verse rodeada de la oscuridad de su cuarto empezó a tranquilizarse. En la cama nido que había a su lado Laura aún dormía, miró el despertador en la mesita de noche y vio que sólo eran las cinco de la mañana. Con calma se pasó las manos por el pelo y volvió a tumbarse en la cama, ya no tenía sueño. Trató en vano de cerrar los ojos, pero la visión que la había despertado se repetía una y otra vez en su cabeza. “Es absurdo, debo estar volviéndome loca” se dijo internamente, y salió de la cama porque sabía que no se dormiría hasta que no la hubiera echado afuera. Subió a la guardilla donde su madre ese mismo verano había acondicionado la estancia para crear el nuevo estudio de su hija, y encendió la luz de la lámpara de pie que estaba junto a su mesa de dibujo. Sin oponerse por más tiempo cogió un folio y un lápiz, y empezó a dejar a su mano garabatear los trazos que iban dando forma a su dibujo. La pasión se fue apoderando de ella a medida que lo definía, y cambió el folio convencional y el lápiz, por una hoja tamaño A4 y lápices de acuarela de tonos tierra y algún amarillo… repitió el mismo dibujo esta vez con la expresividad que el color le permitía. Por fin terminó el dibujo y se quedó mirándolo guardando cierta distancia… unos ojos ambivalentes de color miel le devolvían la mirada desde la mesa. ¿Dónde los había visto?

Continuará...

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