La noche, la
playa, unas copas y la música suena.
- ¿Dónde
vamos? –pregunto-
- Adentro –me
contesta-
Miro tras de
mí mientras su mano me arrastra tras las puertas del
local. Busco a alguien, le busco a él, a él que debería estar
tras de mí y sin embargo no encuentro por ningún
lado mientras la música poco a poco se vuelve más
fuerte, su mano sujeta cálida y suave la mía, y
la gente ya bailando a nuestro alrededor promueve que nos mantengamos cerca
para esquivarla.
Me sorprendo
al pasar la barra, pensaba que íbamos a por copas, pero la dejamos atrás y
nos adentramos más y más, la gente se dispersa aquí en
lo oscuro, la música también
parece más tenue a pesar de que retumba por todo mi cuerpo.
Se detiene, y se gira, y yo casi choco contra ella. Se que sonríe por
ver mi cara llena de preguntas, pero no dice nada y comienza a bailar imitando
a la gente que nos rodea. Miro entorno a nosotras dos, no se cómo
hemos llegado hasta aquí, mi fuero interno sigue preguntándose
dónde está él, el que debiera estar conmigo, dónde
está el resto de la gente, de sus amigos… pero
estamos solas. Rodeadas de toda esa gente desconocida que para mí no
tienen rostro, la música me penetra hasta que soy incapaz de formularme
más preguntas, mi cuerpo sin darme apenas cuenta se
arrincona entre el fin del local y su propio cuerpo. La miro. Como si jamás la
hubiera visto antes. Se balancea con la música
como si nada más importara. Todo está
oscuro, pero no ella. De repente me mira, y nuestros ojos se encuentran. Su
tez es tan blanca, sus ojos tan
profundos… me mira, y su sonrisa se vuelve extraña, y
me doy cuenta de que llevo un rato mirando sólo
sus labios, esos labios carnosos que a la luz del día son
de un suave fresa. Se acerca, tan rápido y de manera tan firme, que por instinto mi
espalda choca contra la pared que tengo tras de mí.
Vuelve a sonreír sólo un instante por mi respuesta, y luego apoya sus
caderas contra las mías como si tal cosa.
-
¿Qué haces? –creo saberlo pero aún así lo
pregunto-
-
¿Tú que crees? –contesta-.
A esas
alturas no creo en nada. Sus labios rozan los míos y
poco queda para la imaginación ni la duda, pues todo se materializa en un hecho
concreto, nos besamos. Mis ojos se cierran en acto reflejo, una corriente eléctrica
me sacude todo el cuerpo, y la suavidad de su boca cubriendo la mía me
hace perder la consciencia. Siento frío
cuando se separa mí. Ha sido todo tan rápido,
tan suave. Lentamente abro los ojos, me pesan. Me mira, la miro… esos
ojos marrones, esa nariz coqueta, sus pecas alrededor de ella tan tiernas en
sus pómulos blancos, ofreciéndole
un rostro tan aniñado a veces, que me atraviesa de punta a punta.
Vuelvo a ser consciente de su boca, de lo dulce que me ha parecido, de lo que
deseo explorarla esta vez en serio… la miro, me enciendo. Hace apenas un segundo que ha
dejado de besarme, y ahora soy yo quien me abalanzo sobre ella. Mi cuerpo
tiembla desde los pies hasta la última punta de mi cabello, pero mis manos atrapan su
cara y la acercan firmemente hacia la mía
hasta que mi boca se hace con aquella otra semejante que acaba de abrir las
puertas de un armario que ni siquiera sabía que
existía en mí. Me devuelve el beso, y se deja arrastrar por la
presión que ejercen mis manos sobre su cuerpo para
atraerlo al mío. Se abre a mí, a
mi boca, y a esta furiosa necesidad que no reconozco como mía y
descubro por momentos. Mis dedos se hunden en la carne de su espalda, en lo
estrecho de su cintura, en lo cálido de sus caderas y me quedo sin aliento mientras
todo el calor y peso de su cuerpo se aplasta contra el mío
propio en esta danza que sin saber cómo hemos empezado. De pronto necesito respirar,
nuestras bocas entreabiertas y mojadas
se separan, y un suspiro quejoso emana de mi garganta. Sus ojos me sonríen tímidos,
su rostro hace apenas unos instantes tan provocador y seguro, se vuelve dulce y
frágil, enamorándome.
Sus pecas vuelven a fijar mi atención, y enredo mis dedos en lo rizado de su cabello… ese
cabello pelirrojo, extraño y suave, que describe el fuego que ahora mismo
siento hirviéndome la sangre. Y al mirar sus labios de nuevo, al
recordar la excitación, el desasosiego y esas ganas locas de volver a
besarlos que siento, me despierto en mi cama agitada, temerosa, ansiosa…. Me
despierto y durante unos instantes la excitación que
siento por lo no vivido empaña mi espalda, me aturde y confunde sin poder
esconderme esta nueva realidad, esta atronadora patada que me acaba de dar mi
subconsciente enviándome varios peldaños
escaleras abajo hacia el abismo abierto bajo mis pies.
Tengo dieciocho años, acabo de tener mi primer sueño erótico conmigo de coprotagonista, y no ha sido con "él", el que debiera, ni con ningún otro… sino con una pelirroja que se convertirá sin saberlo, en el modelo fetiche de mi recién descubierto “yo”.
Tengo dieciocho años, acabo de tener mi primer sueño erótico conmigo de coprotagonista, y no ha sido con "él", el que debiera, ni con ningún otro… sino con una pelirroja que se convertirá sin saberlo, en el modelo fetiche de mi recién descubierto “yo”.
Sageleah.
No hay comentarios:
Publicar un comentario