domingo, 23 de septiembre de 2012

Dibujada en mi mente -cap 31 y 32-



“DIBUJADA EN MI MENTE"
(Fanfic escrito para el foro Maca&Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.




31

Dos meses y medio después. Febrero.

-       ¡Esto es imposible! –soltó de pronto Maca cerrando de golpe el libro con el que pretendía estudiar-.
-       A ver, ¿por qué? –le preguntó Esther bajando el pincel mientras le sonreía-.
-       No puedo estudiar sabiendo que me estás mirando. Es como cuando pretendes leer el periódico y sabes que hay alguien que está mirando sobre tu hombro –le contestó Maca algo desesperada-.

Esther observó como resoplaba y luego se rendía apoyando el codo en la mesa y dejando caer su cara ladeada sobe una mano. Era tan hermosa que no podía dejar de mirarla, de sonreírle.

-       Deja de mirarme así –le dijo de pronto Maca, últimamente Esther la ponía cada vez más nerviosa cuando la observaba, hasta tal punto que muchas veces tenía que huir para conseguir mantener su voluntad-.
-       ¿Así como? –bromeó Esther sin dejar de hacerlo-.
-       Ya sabes como. ¡Estás jugando con fuego mocosa, que lo sepas! –le advirtió Maca para tratar de zafarse de aquel cosquilleo que aquellos ojos posados en ella le creaban-.
-       Jajajaja… Menos lobos caperucita, que tienes mucho ruido y pocas nueces me parece a mí –la retó Esther-.

La carcajada de Esther le hizo temblar el alma, Maca no pudo hacer nada cuando volvió a ser atrapada por sus ojos. “Esto es inhumano… y yo soy la reina de las masoquistas” pensó para sí, y luego volvió a abrir el libro de medicina tratando de zafarse de aquel deseo que cada vez se apoderaba más de ella cuando estaban juntas. Esther la observó un par de minutos más antes de volver al trabajo, Maca no volvió a protestar y ella volvió a empezar a pintarla.

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Dos días más tarde Laura apareció para estudiar con Esther. La madre de su amiga le abrió la puerta, y Laura subió al galope hasta el estudio donde ella la esperaba. Cuando entró, Esther seguía retocando uno de sus cuadros. Laura se colocó a su lado y lo observó con admiración. La pintura de Esther estaba cambiando, los rasgos eran más claros, las mezclas de color más apasionadas e intimistas, cada vez se alejaba más del objeto y se adentraba más en el enredado mundo de las emociones.

-       ¿Te gusta? –le preguntó Esther con una sonrisa-.
-       ¿Estás de broma? ¡Me encanta! Ojalá pudiera pintarlo yo –le contestó Laura con sinceridad-. ¿Lo ha visto?
-       Claro que no –le contestó Esther empezando a limpiar los pinceles-.
-       ¡¿Por qué no?! –le preguntó Laura, y Esther supo de inmediato que la eterna conversación pendiente volvería a hacer acto de presencia-.
-       Ya sabes por qué –le contestó Esther con una sonrisa apaciguadora-.
-       ¿Es que no piensas decírselo nunca, no piensas lanzarte? ¡No puedo creer que seas tan cobarde! –volvió a insistir Laura en el tema. Desde que Esther le había confesado hacía ya dos meses que tenía sentimientos hacia Maca más allá de la amistad, Laura no entendía porqué los refrenaba y se quedaba observándola desde la barrera. Esther nunca había sido así-.
-       Ella no me ve así –le volvió a repetir Esther para quitársela de encima-.
-       ¡Eso lo dices tú! –se lo cuestionó Laura de inmediato-. ¡Pero si te come con los ojos, por favor!

Esther no se molestó en desmentirlo. Ella también se había dado cuenta, una vez aceptado sus propios sentimientos, del cambio que se había producido en Maca, pero igual que se daba cuenta de que entre ellas había aquel campo de atracción que las envolvía, también podía percibir de manera nítida las reservas que Maca guardaba al respecto. Por alguna razón Maca no estaba preparada para cruzar la línea, y cuanto más la tentaba Esther a traspasarla, más férrea se hacía su voluntad de no querer hacerlo. Esther no iba a rendirse, pero tampoco iba a empujarla… mientras pudieran seguir juntas no tenía prisa.

-       Anda, vamos a estudiar –le contestó Esther dando por zanjado el tema-.
-       ¡Cobarde! –masculló Laura sabiendo que no había nada que hacer cuando Esther se sentía segura de sus decisiones-.
-       Jajaja… es una forma de verlo, sí –se rió Esther, pero no volvió a dejar que Laura retomara el tema-.

….

Los exámenes pasaron, llegó marzo y después la primavera. Maca aprobó todos los parciales, Esther tampoco se quedó atrás con las notas. Por fin un poco de descanso merecido se asomó a sus ventanas con la llegada del sol tardío. Todo volvía a fluir entre ellas como si se pertenecieran. Esther iba a visitarla al hospital y pasaban horas y horas hablando, bromeando… Maca la iba a buscar en el coche cuando no tenía clases a la facultad de bellas artes, e iban juntas al cine, a pasear, o a tomarse un café. La independencia de las dos pronto se vio enredada por una dependencia mutua. Les bastaba con tenerse cerca, y eso hacían. Hasta que una mañana Kate llamó a Esther a su despacho y le dio la buena noticia. Había conseguido la beca, pero eso no era todo, una de las personas que le había presentado en la exposición de las navidades pasadas era la directora del departamento de estudios de bellas artes a nivel europeo, así que habían estado hablando sobre su futuro y ponían a su disposición la oportunidad de cursar su último curso fuera del país como alumna de intercambio. París, Italia, Bélgica, Londres… Esther podría recorrer todos aquellos países si ella quería, y Kate la acompañaría para encargarse de sus convalidaciones. La alegría de Esther de cumplir uno de sus sueños de conocer mundo, pronto se vio quebrada al darse cuenta de que perdería de vista a Maca. Esther se hundió en un mar de oscuridad de la noche a la mañana.

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-       ¿Qué vas a hacer? –le preguntó Laura desde la silla del escritorio de Esther-.

Esther estaba echada boca a bajo en la cama, y acababa de contarle a Laura lo de la beca y la posibilidad de acabar la carrera recorriendo Europa.

-       No lo sé –le dijo Esther levantando la mirada hacia su amiga-.
-       Esther, es una oportunidad única –le recordó Laura. Sabía que lo único que la estaba amarrando era Maca-. Si es por Maca…
-       Claro que es por ella –le dijo Esther incorporándose y sentándose en la cama-, por ella y por mí. No se explicarlo, pero tengo la sensación de que una parte de mí ha permanecido siempre dormida y que al conocerla se ha ido despertando. No sé que pasará si pierdo esa parte. Sin embargo, me siento amarrada, no por ella, soy yo la que se aferra, la que se mantiene anclada y sabes mejor que nadie lo que odio esa sensación.
-       Pues por eso mismo, tienes que aceptar esta oportunidad. Tan sólo es un año ¿no? Siempre puedes volver si no te convence y además existe el teléfono, los e-mails y coño, las cámaras web. Por no hablar de que volverás en las vacaciones ¿no? –le pintó las alternativas Laura. La cosa no podía ser tan negra-.
-       Sí –reconoció Esther, pero había algo helado en medio de su pecho al pensar que no estaría a su lado que no supo expresar con palabras-.
-       Mira, ¿sabes lo que creo? –Laura se acercó hasta Esther y se sentó a su lado. Odiaba verla así de triste y preocupada, ni siquiera parecía ella-. Lo que creo es que necesitáis echar un polvo pero ya. No, no me mires así. Por qué, vamos a ver… ¿cómo pretendes nadar si aun no te has echado a la piscina? Porque igual resulta que te lanzas y ahora no te gusta.
-       Laura!! –Esther le puso cara de, “no me vengas con coñas… si me muero de ganas”-.
-       ¿Qué? ¡Esas cosas pasan! Te crees que te va a gustar, y luego a lo mejor resulta que te das cuenta que no es lo tuyo… o que las cosas entre vosotras no funcionan en el terreno íntimo, que también pude pasar –siguió argumentando su tesis Laura, al menos había conseguido que Esther sonriera-
-       ¿a ti te pasó con Eva? –le preguntó de pronto Esther-.

Laura arrugó la nariz, acababa de contraatacarla.

-       jajajaja… es decir, que no te pasó. ¡Te gustó! –determinó Esther por su gesto-
-       Bueno sí, me gustó… pero es que la hija-puta besa que te mueres, con todo lo veleta que es –tuvo que reconocer Laura-.
-       ¿y por qué no funcionó lo vuestro? –se interesó de repente Esther-. Siempre me lo he preguntado, os lleváis tan bien pese a todo.

Laura abrió los ojos como platos, aquello le pasaba por bocazas. Tuvo que responder.

-       Supongo que fue porque dejamos que pasara en un momento en el que las dos estábamos buscando algo de aire. Creo que nos asustamos al darnos cuenta de que podía convertirse en algo más serio, lo hicimos pensando que sería sólo un desliz, como un juego ¿sabes? Algo que tomarse a la ligera, pero la verdad es que cuando nos acostamos nos dimos cuenta que sólo había dos caminos, o ser amigas o ser pareja, y en aquel entonces las dos salíamos de unas relaciones algo absorbentes para ser tan jóvenes, así que corrimos el tupido velo y seguimos siendo amigas –le contó la historia Laura-.
-       Ya veo –le dijo Esther y guardó un instante de silencio, pues Laura parecía estar aún en el pasado. Sonrió tras ver lo que se escondía en sus ojos-. Entonces a ti, aún te gusta Eva ¿no?
-       ¡¡¿QUÉE?!! –el bote que pegó Laura la delató-.
-       Jajajajaja… serás cabrona, me estás llamando cobarde a mí, y tú aún bebes los vientos por Eva –la pilló del todo Esther-.
-       ¡¡Eso no es cierto!! –se opuso Laura, pero el color de sus mejillas gritó todo lo contrario-.
-       Jajajajaja… si lo es. Por eso te duran tan poquito los ligues a ti, claro, si estás pensando en la noche maravillosa con ella no me extraña –la pinchó Esther que por un momento olvidó que todo aquello giraba entorno a ella-.
-       ¡Qué nooo! –volvió a repetir Laura, pero ya no tenía muchos argumentos, en el fondo sabía que Esther estaba en lo cierto, comenzó a pelearse con ella para que se callara-.
-       Jajajajaja… vale, vale… no estás por ella –se rindió Esther, pues Laura ya había conseguido subirse sobre ella y maniatarla contra la cama-.
-       ¿Te rindes? –le preguntó Laura-.
-       Si, me rindo –le dijo Esther con una sonrisa-.
-       Gracias a Dios, no veas la fuerza que tienes cabrona –le dijo Laura y soltándola se dejó caer a su lado boca arriba en la cama-.

Las dos guardaron silencio mientras recobraban el aliento y pensaban en sus cosas.

-       Laura –la llamó Esther al cabo de un rato-.
-       Dime –le dijo su amiga, aun las dos mantenían la mirada fija en el techo-.
-       La verdad es que no puedo dejar de pensar en ella, sueño con ella, y además… es que me muero de ganas de besarla cuando la tengo cerca –confesó Esther refiriéndose a Maca-.
-       Lo sé, yo también me muero por repetir con Eva, pero es tan culo inquieto que no me atrevo a cagarla complicando la cosa –le confesó Laura-.

Las dos giraron la cabeza y se miraron a los ojos. ¿Por qué todo se complicaba cuando crecías?, ¿porque no sólo se dejaban llevar por lo que deseaban sin que conllevara consecuencias inciertas? Las dos se entendieron sin decir una palabra más, y volvieron a quedarse mirando otra vez al techo, cada una necesitaba reflexionar sobre qué iba a hacer a partir de ahora con lo que sentía.

32

Después de aquella conversación Esther se dio cuenta de que no podía decirle que no a la beca ni al ofrecimiento de Kate, pero también tuvo claro que no podría vivir por más tiempo con aquel sentimiento incompleto, tenía que hacer algo ¿pero el qué? Era la primera vez que sentía que se había enamorado de alguien, y para colmo había sido de una mujer, de una mujer que no quería ataduras, con más mundo y algunos años mayor que ella, pero sobretodo con mucha más experiencia en el arte de la seducción por no hablar del de la cama. Esther se ponía roja sólo de pensarlo. ¿Qué coño iba a hacer? Ella sólo había tonteado con tres o cuatro chicos, y sólo había estado con dos. Lo que sentía ahora mismo por Maca no tenía nada que ver con aquello y eso explicaba porque la situación le entrañaba tantas dudas y tanto miedo. Durante semanas su único pensamiento antes de acostarse fue ¿qué podía hacer? Como una idiota se vio recurriendo a Internet en busca de páginas que hablaban sobre lesbianismo como si eso fuera a arreglarlo, y hasta se sorprendió ojeando un Kamasutra-lésbico. ¡Era absurdo! Se decía entonces, terminando cerrando el ordenador mucho más turbada que antes al imaginarse haciendo aquellas cosas con Maca, mientras su razón le decía que todo saldría de forma natural llegado el momento. “¡El momento!”, esa era otra de las cuestiones… Esther no tenía ni puta idea de cómo propiciar un momento así con Maca. De la noche a la mañana se encontró con que hacer las típicas bromas con ella ya no le salían, en cuanto se miraban Esther se imaginaba haciéndole cosas que hasta ahora ni sabia que fuera capaz de imaginarse haciendo, se incendiaba. Así que se encontró siendo ella ahora la que huía para no delatar el deseo que ocultaba. Tal como ella lo veía las posibilidades eran varias: cruzar la línea y que la cosa fuera bien, esa sin duda era la mejor de todas; pero también estaba la de cruzarla y pegarse el guarrazo, y aquella tenía sus apéndices… seguir siendo amigas después, o no seguir siéndolo. De todos modos, había algo inevitable en cualquiera de las opciones, nunca volverían a ser las mismas. Sin duda, allí radicaba su mayor temor y con él su indecisión de atreverse o no a cruzar la línea. Entre aquel mar de tormentosas decisiones paso otro mes, llegó Mayo, y con el sol nuevas ventanas se abrieron. Esther supo que tendría que aprovechar cada pequeña arma que tuviera si quería esclarecer algo, y sin duda la encontró.

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Sábado. Estudio de Kate.

-       Hola Maca –la saludó Kate con dos besos antes de coger su cartera de trabajo y recoger las llaves del coche-.
-       Hola… ¿te vas? –le preguntó Maca viendo que Kate iba a salir-.
-       Sí, tengo trabajo que terminar en la facultad y luego quiero acercarme al pueblo a ver a mi madre, que lleva recriminándome un par de semanas que no me ve el pelo –le contestó Kate-. Ya le he dejado un juego de llaves a Esther, así que cuando terminéis pues cerráis y punto, porque yo ni siquiera sé si vendré a dormir y no vais a quedaros esperándome.
-       Ah! … ¡cómo quieras! –dijo Maca que se había quedado un poco fuera de juego, de repente fue consciente de que aquella sesión la pasarían a solas Esther y ella. Un nudo se instauró en su estómago ante la idea-.
-       Bueno, a ver si me sois productivas eh… que tengo a la niña con las pilas más que puestas. Lleva desde las diez aquí preparando material, y no me ha querido decir de qué va la escenografía, así que… toda tuya –le dijo Kate dándole un par de palmaditas en el hombro-. Hasta luego Esther –le gritó Kate desde la puerta-.
-       Ve con cuidado –le gritó Esther desde el fondo del estudio-.
-       Eso también tendrías que aplicártelo tú… jajaja… -le susurró Kate a Maca y su expresión hizo que Kate riera al instante-. Bueno os dejo. Ciao
-       Ciao –respondió Maca, y durante unos minutos permaneció quieta tras la puerta cerrada que había dejado Kate al marcharse-.

Soportar una sesión bajo los ojos de Esther sin la posibilidad de que nadie interrumpiera era algo que le preocupaba de veras. Su cuerpo cada vez reaccionaba de forma más traicionera cuando la tenía cerca. Tomó aire y se autoconvenció de que todo iría bien, pero en cuanto entró en el salón y la vio supo que se había engañado totalmente pues lo primero con lo que se encontró fue con el culo de Esther perfectamente definido por sus vaqueros de cintura baja, Maca no pudo evitar pensar en cómo sería colocar sus manos en aquella zona. Sacudió la cabeza y se desaprobó a sí misma. Como pudo, habló.

-       Hola! –dijo Maca-.

Esther se incorporó al escucharla, pues estaba terminando de rebuscar las mezclas en el arsenal de Kate. La sonrisa clara de Esther impactó con destellos en los ojos de Maca, que entró en pleno ataque de pánico en cuanto pudo divisar completamente el vestuario de Esther. Se había hecho un turbante con el pañuelo que solía llevar amarrado a una de sus muñecas para que el pelo no le perturbara sobre la cara, y aprovechando que empezaba a hacer calor, lucía el ombligo bajo una camiseta negra de tirantes que dejaba a la vista parte de la piel que Maca llevaba tiempo sin ver pero que no por ello había olvidado que existía. De pronto la imagen de la primera vez que vio a Esther en el hospital cruzó por su mente.

-       Hola dormilona, ¿y esa cara tan blanca? –le preguntó Esther sin dejar de sonreír-. No me digas que te mantuvieron despierta hasta altas horas de la noche –le preguntó indirectamente Esther si había tenido compañía, pues hacía tiempo que aquel tema, de forma natural, se había vetado entre ellas-.
-       Ya te gustaría a ti averiguarlo –reaccionó Maca ante lo que suponía que era uno de sus juegos-.

“No lo sabes tú bien…. Será cabrona, yo aquí destrozándome la mano pensando en ella, y ella a saber con cuantas se acuesta a la semana” pensó Esther, que sin darse cuenta partió un lápiz que llevaba en la mano. Rápidamente se giró disimulando para tirarlo, o se tranquilizaba o en lugar de sacar algo en claro terminaría dándole un puñetazo.

-       ¿Has desayunado? –le preguntó Esther mientras trataba de serenarse-.
-       No, ¿y tú? –le preguntó Maca sin percatarse de nada, pues bastante tenía con los nervios que le causaba la panorámica-.
-       Desayuné con Kate al llegar, pero te dejamos un par de croissants en la cocina y hemos hecho café de sobra por si te apetecía –le dijo Esther-.
-       Genial, entonces voy a picotear algo, ahora vuelvo –dijo Maca aliviada de poder tomarse unos minutos a solas para recobrarse de la sorpresa-.

Esther se giró en cuanto supo que Maca había emprendido el camino hacia la cocina. Si pretendía hacer lo que quería hacer, era mejor actuar con la mayor normalidad posible.
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Ya en la cocina Maca encontró los croissants sobre una cestita, y se dispuso a calentarse un café a ser posible bien cargado, pues lo estaba necesitando. Mientras miraba como la taza daba vueltas en el microondas empezó a tamborilear con los dedos sobre la encimera, estaba nerviosa y sabía muy bien por qué era. Últimamente no dormía nada bien, los pensamientos con Esther la desvelaban. Al principio lo dejó pasar por simples fantasías, no era tonta y se daba cuenta de que entre las dos había una atracción más que palpable y aquello, por supuesto, traía consigo consecuencias. Pero la cosa empezó a complicarse hacía algo más de un mes, cuando aquel deseo no consumado comenzó a jugarle malas pasadas hasta tal punto de haberle hecho experimentar el remordimiento después de acostarse con otras mujeres. No sabía explicarlo, o mejor dicho no quería reconocerlo, pero sentía que traicionaba en cierta forma a Esther, aunque luego su razón la atropellaba y se obligaba a seguir con su vida. Cada vez tenía que repetirse con mayor frecuencia el por qué no debía traspasar la línea con ella.

-       ¿Queda algo de café para mí? –de pronto la voz de Esther la sobresaltó-.
-       Eh… si, creo que sí –respondió Maca incorporándose de la posición relajada que había tomado contra la encimera-.
-       No, tranquila… ya me lo preparo yo –le dijo Esther-

Y con total naturalidad pasó por su lado, se puso de espaldas a Maca, se estiró para coger una taza, sirvió café y luego hizo un juego con su cuerpo que terminó recostándose más de la cuenta contra Maca para alcanzar el azucarero que tenía a su espalda. Maca no se atrevió a mover ni un solo pelo. Su perfume había sido suficiente para hacerle rugir las entrañas. “Diosss… no debí irme sola anoche a casa, estoy con la lívido que exploto”, pensó Maca para sí mientras sin darse cuenta contenía la respiración.

-       ¿Estás bien? –Esther se preocupó al verle la cara, de veras que estaba pálida-.

Se acercó y le pasó la muñeca por la frente para determinar si tenía fiebre como solía hacerle su madre a ella, luego dejó caer una mano sobre la mejilla de Maca y le acarició la cara.

-       No tienes muy buena cara, pero no parece que tengas fiebre. Mira que te tengo dicho que tanto trabajar acabará contigo, deberías dejar el pub a la mínima que puedas. Los exámenes finales están a la vuelta de la esquina –le dijo Esther con cariño, y la liberó de su mano-.

La alarma del microondas saltó en ese instante para alivio de Maca, pues Esther apartó también sus ojos de ella y sacó la taza de Maca del electrodoméstico, para meter la suya.

-       Anda toma, come algo… Si tuvieras una madre como la mía, con lo pesada que es con el tema del desayuno, verías como no te levantabas con esa cara. Te ceba en menos de un minuto –bromeó Esther con ella para animarla. La verdad es que verla de aquel modo la preocupaba-.
-       Tu madre tiene razón, el desayuno es la comida más importante del día –se enganchó como pudo Maca, aun se estaba reponiendo de la cercanía de Esther-.
-       ¿Sí?, pues para ser una futura pediatra no es que te apliques los buenos consejos, ¿no crees? –le contestó Esther con sonrisita de autosuficiencia y en cuanto vio que Maca le hacía una mueca en plan “cállate sabioncilla” se relajó. Parecía que poco a poco Maca volvía a ser la misma-.
-       Bueno por algo se inventó el dicho, “haz lo que yo digo, no lo que yo hago” –le contestó Maca mientras le daba un mordisco a uno de los croissants y luego tomaba un sorbo de café-.

Esther hubiera dado cualquier cosa por ser aquel croissant en aquel momento, pero se limitó a seguir mirándola mientras las dos se ponían al día en medio de conversaciones triviales.

Continuará...

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