miércoles, 26 de septiembre de 2012

Dibujada en mi mente -cap 33 y 34-




“DIBUJADA EN MI MENTE"
(Fanfic escrito para el foro Maca&Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.



33

Terminaron de desayunar, y volvieron al salón. Maca metió las manos en los bolsillos traseros de su vaquero para tenerlas controladas, pues cada vez que Esther se paraba a su lado tenía ganas de abrazarla.

-       Bueno, ¿qué toca hoy? ¿cómo me pongo? –le preguntó Maca esperando que al centrarse en el trabajo aquella sensación desapareciera-.
-       Ah, es verdad… espera –le dijo de pronto Esther y se trasladó para coger un cuaderno de su mochila-.

Maca la miró intrigada, pero no dijo nada. En unos minutos Esther volvía a estar a su lado.

-       Me gustaría poder terminar esto, ¿lo reconoces? –le preguntó Esther tendiéndole uno de sus bocetos-.

Maca cogió el bloc y en cuanto vio a qué se refería el corazón le dio un vuelco impresionante. Se puso enferma en un segundo.

-       ¿Cuándo… cómo…. Cuándo tú…? –Maca no atinaba a preguntárselo y la miró con auténtica sorpresa en la cara-.

Esther sonrió dulcemente.

-       ¿No te acuerdas, no? –le preguntó y Maca se le quedó mirando tratando de recordar a qué se refería-.
-       Hace casi dos años, yo fui a ver si me habían admitido en la facultad y por accidente tope con la clase de Kate. Tú estabas allí posando para los alumnos –empezó a explicarle Esther y en ese punto centró la vista en el dibujo que le acababa de enseñar a Maca-. Parecías tan frágil y tan poderosa a la vez… -musitó recordando sus sentimientos en aquel entonces-, sólo fue unos minutos, luego tú levantaste los ojos y me pillaste por la ventana…jajajja… me morí de la vergüenza porque os estaba espiando –se rió Esther con el recuerdo y volvió a levantar la cara del dibujo para posar su mirada en los ojos asombrados de Maca que la observaba mientras hablaba-, pero mereció la pena porque mi obsesión por terminar este dibujo me llevó a conocerte. Kate lo vio y ahí empezó todo.

Maca no podía decir ni una palabra. La sorpresa de conocer aquella historia se había trasformado en un temblor involuntario que la mantenía inmóvil para no perder del todo el control. ¿De verdad Esther había estado pensando en terminar aquel dibujo durante tanto tiempo? Maca volvió a mirar el boceto, verse desnuda y maniatada a través de sus ojos era… era… demasiado erótico. Tragó saliva, no iba a poder hacerlo siendo tan consciente como era ahora de lo que sentía por ella.

-       Me gustaría poder repetir el dibujo, si me dejas… -le dijo Esther como si pudiera leer sus dudas-.

Maca fijó la mirada otra vez en ella.

-       Esther… es que… -qué iba a decirle, “no puedo, tengo miedo de que mi cuerpo reaccione excitado ante ti” pensó-. ¿De verdad quieres que hagamos esto? A mí me parece perfecto tal como está.
-       No seas aduladora… sabes que no es cierto. Hay un montón de errores, es lo que suele suceder cuando pintas de memoria –le contestó Esther cogiendo el bloc de las manos de Maca y analizándolo críticamente-. No se te parece en nada, al menos yo ya no te veo así.

Los ojos de las dos se encontraron y la tierra tembló bajo sus pies, la voz de Esther se había oscurecido de repente, y Maca tuvo la necesidad de salir corriendo, se alejó de ella para sentarse en un sofá. Esther no la siguió.

-       No sé, Esther… me da un poco de vergüenza representar esa escena para ti –tuvo que admitir Maca en vista de que Esther estaba decidida a volver a recrear aquel dibujo-.

Esther se le quedó mirando, al menos aquello ya era algo. Maca se sentía cohibida ante ella, faltaba averiguar el verdadero por qué.

-       ¿Es por lo de desnudarte para mí, o por lo de que te ate? –apretó la soga Esther con una sonrisa burlona y pudo ver como Maca se sobresaltaba allí sentada. En sus ojos al mirarla pudo ver lo mucho que ambas ideas la perturbaban. “O sea, que tú también lo sientes” pensó-.

Maca se quedó callada, ¿qué podía decir? Agachó la mirada preguntándose que iba a hacer para salir de aquello sin delatarse. Esther se apiadó de ella, estaba claro que lo estaba pasando mal, se acercó aunque no tenía intención de rendirse.

-       Bueno, no pasa nada. No lo hacemos si no quieres. Es una pena, porque hace mucho tiempo que quiero terminarlo, pero supongo que el mes que viene cuando les toque a los del postgrado de Kate los desnudos, quizá pueda escenificarlo con Claudia. Me ha dicho Kate que le toca a ella, ¿no? –Esther soltó la chinita a ver por donde salía-.

A Maca se le cayó la mandíbula hasta el suelo. ¿De verdad Esther iba a asistir a los posados de Claudia con tal de poder hacer aquel dibujo? La sola idea de que Esther pudiera posar sus ojos de aquel modo en otra mujer que no fuera ella, la apuñalaba.

-       ¡Ni de coña! –se le escapó en un arrebato de celos a Maca y de un salto se puso en pie-.
-       ¿Cómo? –Esther creyó no haberla escuchado bien-.
-       Que si es tan importante…. ¡Vamos a hacerlo! Supongo que Kate tiene que tener alguna bata por aquí para mí, tú ve preparando las cosas, me cambio y ahora vuelvo –le dijo Maca sin esperar la respuesta de Esther-.

Esther la siguió con la mirada perpleja hasta que se perdió en el dormitorio de Kate. “Mierda, ¿y ahora qué coño hago?” pensó Esther cuyos planes habían sido marcarse un farol presionando a Maca para ver si finalmente reconocía algún sentimiento hacía ella. De pronto la idea de que iba a tener a Maca desnuda nuevamente ante sí la dejó temblando, estaba convencida de que no podría atenerse a lo puramente artístico con aquel calor destrozándole las venas.

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Esther miró el taburete que había colocado en mitad del salón mientras corría y descorría persianas para hacerse con la luz. Las manos le sudaban, y Maca todavía no había salido de la habitación. “Esto me pasa por gilipollas… no querías que saltara, pues toma, por gi-li-po-llas… a ver ahora quien coño se centra en pintar nada” se repetía Esther nerviosita perdida tan sólo con la idea. “Y esa es otra, ahora que no se note… manda huevos, si esto me pasa por ponerme a tontear con “ligas mayores”… ¿no querías ponerla nerviosa a ver por donde salía? ¡Pues ala! A ver que leches hago yo ahora con este temblequeo de manos… no veas el cuadro que va a salir”, Esther no podía refrenar aquel arrebato recriminatorio que estaba sufriendo para tranquilizarse.

-       ¿Dónde quieres que me ponga?

Esther se giró en milésimas de segundo en cuanto escuchó su voz preguntándole. Maca, que hasta ese momento había llevado el pelo recogido en una cola, lo llevaba ahora suelto y le caía sobre los hombros como una sinuosa cortina. Sus vaqueros, su suéter y hasta sus botas habían desaparecido, sólo una bata de seda azul escondía su desnudez, y sus pies estaban descalzos.

-       No he encontrado zapatillas –respondió Maca a la respuesta no hecha, y Esther se puso roja en un segundo-.

Maca se había dado cuenta del repaso general que acababa de hacerle con la mirada.

-       Creo que aquí estará bien, la luz no es muy intensa pero tampoco hay muchas sombras –hizo un esfuerzo Esther por recobrar un poco el control-.
-       Vale –le dijo Maca y se acercó hasta el taburete que le había indicado-.

Esther se resguardó tras el caballete mientras Maca se sentaba en la silla. “Madre mía, madre mía…” Esther estaba a punto de rezar un padre nuestro, las manos no dejaban de sudarle y tuvo que frotarse las palmas de las manos en el vaquero disimuladamente para tratar de secarlas.

-       ¿Me pongo como quiera? ¿o me colocas? –Maca se sentía muy insegura a pesar de haber sido ella la que finalmente había tomado la decisión de seguir adelante. Así que trató de adoptar la postura más profesional posible para poder mantener alguna barrera, por mínima que fuera, para salvaguardarse-.

Esther sacó su linda cabecita por uno de los lados del lienzo. El corazón le retumbaba en las orejas, y en su cara estaba escrita la duda.

-       Kate siempre me coloca –le explicó Maca pues Esther parecía ahora mucho más cortada que ella-.
-       Ah si, claro… vale –Esther se armó de valor y dejó el carboncillo donde estaba-.

Con más apariencia que en realidad calma sentía, caminó hasta Maca, pero cuando estuvo frente a ella no supo como quitarle la bata.

-       ¿Qué corte, no? …jajaja…–Esther tenía los nervios tan a flor de piel que se vio obligada a romper aquella tensión de algún modo, así que dijo lo primero que se le vino a la cabeza, y luego su risa nerviosa hizo el resto-.
-       Jajaja… pues menos mal que soy yo la que se tiene que quedar desnuda -agradeció Maca aquel paréntesis, la sonrisa tímida de Esther la tranquilizó un poco-.
-       Pues si, la verdad es que si tuviera que hacerlo yo estaríamos aquí hasta agosto… jajaja…-admitió Esther que ella no sería capaz-
-       ¿Me la dejo caer por la espalda? –la guió un poco Maca, pues se sentía más segura de sí misma ahora que volvía a encontrarse frente a la Esther tímida y patosa que conocía-. Creo que la otra vez Kate utilizó la bata para cubrir el taburete con su caída, y el cruce de piernas para tapar el resto.
-       ¿Eh?... pues sí, cómo quieras. De todos modos la pose no tiene por qué ser exactamente igual a la de… -Esther quería decirle que no hacía falta que se desnudara tampoco del todo, pero en ese justo instante Maca dejó caer la bata por los hombros y sus largos brazos, dejando a la vista de Esther sus pechos, su estómago y…-.

Esther apartó la vista de inmediato y se movió hasta su espalda para escapar de aquella vista frontal que le ardía en las pupilas. La punzada que había sentido en su bajo vientre no había sido normal, nunca pensó que se sentiría así. De repente aquellas páginas de Internet con posturas de mujeres haciéndolo, volaron hasta su cabeza. “Mierdaaa… quien me mandaría a mí mirar esas cosas… Madre mía, madre mía”, su cabeza y su cuerpo ya iban por libre.

-       ¿Qué tal así? –preguntó Maca evitando a conciencia mirar a Esther, en aquellos momentos no se sentía capaz de disimular la turbación que sentía al verse observada por ella-.
-       Bien,… bien –dijo Esther sin tan siquiera mirarla, pues no se encontraba con fuerzas para hacerlo de tan cerca-. Bueno… pues empecemos

Esther trató de volver lo más rápido posible detrás de su lienzo, pero Maca se acordó del detalle que faltaba para su pesar.

-       ¿Y la cuerda? –preguntó Maca-.

“Ay mi madreeee... ¿también tengo que atarlaaaa?!!”, si sus pensamientos tuvieran voz, en aquel momento hubieran aullado, pensó Esther.

-       La cuerda –musitó Esther tomando aire, y buscó a su alrededor pero no encontró nada, porque la verdad es que nunca pensó que Maca accediera a hacerlo, ya que ya se ponía bastante nerviosa posando para ella vestida-.

Esther fue a rascarse la cabeza y entonces topó con el turbante improvisado que había hecho con su pañuelo. Se lo quitó, aquello serviría. Maca la observó de reojo mientras se lo quitaba, y la boca se le secó cuando vio el pelo planchado de Esther caerle en la cara. Cuantas veces ella misma había apartado esos mechones suaves sólo por encontrar una excusa para acariciar aquella cara. Apartó los ojos de Esther en cuanto vio que aquella línea de pensamiento empezaba a cobrarse reacciones en su cuerpo. Aquello iba a ser más complicado de lo que creía.

-       No encuentro la cuerda, pero esto servirá –le dijo Esther acercándose ya a ella-.
-       Vale –le dijo Maca y colocó las manos por detrás de su espalda para que Esther pudiera maniatarla-.

En cuanto los dedos de Esther rozaron sus muñecas, a Maca se le puso la piel de gallina. Maca cerró los ojos… “mierdaaaa… jodida lívido” se lamentó de su reacción, pues no quería que Esther se diera cuenta. Esther sin embargo se quedó quieta apenas un instante al observar su respuesta, el aire empezaba a faltarle y trató de terminar con aquello lo antes posible. Ató suavemente el pañuelo a las muñecas de Maca y se separó de ella. Maca suspiró en cuanto escuchó sus pasos alejándose, los pezones los tenía tan duros que le daba vergüenza, cruzó más fuerte sus piernas como represalia a lo que su mente calenturienta estaba pensando hacer con Esther. “Esta noche tengo que “pillar” fijo, porque a este paso no me podré acercar a ella a menos que esté a dos kilómetros”, se dijo para si Maca.

-       ¿lista? –preguntó Esther ya colocada tras el lienzo-.
-       Sí, ¿estoy bien? –le preguntó Maca tratando de centrarse en el trabajo, cuanto mejor lo hiciera antes acabarían aquel suplicio-.
-       Gira un poco más hacia tu derecha –la guió un poco Esther, pues Maca casi se había puesto de espaldas a ella-.
-       ¿Así? –preguntó Maca-.
-       Si, y ahora la cara… intenta mantener la cabeza mirando hacia este punto –le dijo Esther-.

Maca suspiró, si mantenía la vista fija en el punto que señalaba Esther, podría verla de reojo. “Mierdaaa” se dijo, pero aún así siguió sus indicaciones.

-       Perfecto… no te muevas –le dijo Esther-.

Y a Maca ni se le ocurrió no hacerle caso, pues a aquel paso terminaría destrozándose el clítoris de tanto que apretaba su cruce de piernas.

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34

Eran las siete de la tarde, después de una llamada de emergencia Laura acudió a casa de Esther como un rallo. Su amiga le había contado a groso modo lo que había sucedido en la sesión de aquel día con Maca.

-       ¡¡¡¿Y no hiciste nada?!!!! –Laura abría tanto los ojos, que parecía que se le iban a salir de las órbitas-.
-       ¡¡¿Y qué querías que hiciera, lanzarme sobre ella?!! –le contestó Esther también sorprendida por su pregunta. Esther sintió alivio de que estuvieran solas en casa, pues en aquel punto ya estaban tan histéricas que  las dos gritaban-.
-       Pues sí, todo menos quedarte quieta, ahí pintándola como una idiota –le respondió Laura -.
-       Sí, clarooooo... me acerco a ella y ¿qué hago? ¿le como la boca? ¿sin más?, ¡Ahí, “a saco Paco”!... ¡¡TU ESTÁS TONTAAA!! –Esther no sólo estaba histérica, es que tenía un ataque de nervios y un calentón encima que no sabía ni cómo ponerse. Empezó a andar por la habitación para tratar de tranquilizarse. Laura no la estaba ayudando-.
-       A ver, tranquilicémonos un momentito… -trató de encauzar la cosa, estaba claro que enterarse de que Esther había tenido la oportunidad de estar a solas con Maca durante horas, que encima se le había quedado en bolas, y que Esther no hubiera aprovechado para no sé… tocarla de manera sutil o con cualquier excusa a ver si “saltaba la liebre”, había hecho que sus propias hormonas también se sobresaltaran-. ¿Cuándo tú le soltaste lo de que esperarías a hacer el dibujo con Claudia que dijo?
-       Creo que algo así como “ni de coña” –trató de recordar Esther, todo había pasado tan rápido-.
-       Lo ves, ¿si estaba a huevo? ¡¡Se picó…!!! con que te hubieras insinuado un poquito… -concluyó Laura eufórica-.
-       Ay Laura, déjalo… porque de verdad que no puedo contigo –Esther acabó sentándose de nuevo en la cama. Hablar con ella cuando estaba en aquel estado era como hacerlo con una pared. Se llevó las manos a la cara-.
-       ¿Pero por qué? –Laura se sentó junto a ella-.
-       Pues porque sí, ¿por qué que iba a hacer? Si cuando me dijo que íbamos a hacer el dibujo casi me da un jamacuco, y luego me sale ahí con una  minúscula bata que … que yo que sé, no me desmayé de milagro. Tía, que me cagué viva, si no atinaba ni una ¿qué querías que hiciera? Ya no me atreví ni a hablar ni a nada. Me quedé como el ordenador cuando se vuelve loco, reseteando todo el rato –reconoció Esther. Había perdido su oportunidad de oro para desplegar todas sus artes de seducción, que por otro lado no tenía ni puta idea de si las tenía-.
-       Ya… -se hizo cargo de la situación Laura, y es que todo se veía más fácil desde fuera, pero en realidad la cosa se complicaba bastante cuando existían miedos por en medio, y claro, cuando alguien tiene algo que le importa en juego, siempre existen-. Bueno, tampoco te tortures ahora. Lo único que tienes que hacer es pues… yo que sé, buscar otro modo de acercarte a ella a ver si afloja ¿no?

Esther la miró en plan “¿que afloje?... esta no afloja ni a tiros”, y con un suspiro se dejó caer de espaldas contra el colchón de su cama. Tratar de acorralar a Maca era casi misión imposible, le temblaban las piernas nada más de pensarlo.

-       Joder, pues algo habrá que hacer ¿no? Porque si tú estás por ella, y ella seguro que está por ti por mucho que se haga la dura ahora, pues blanco y en botella…. Leche –Laura también estaba frustrada. Maca les había salido escurridiza como una lagartija. Cuanto más se lo ponía a huevo Esther, ella más se escudaba con que todo iba en broma, y así no había cristo que aclarara nada-.
-       Ya no sé que decirte, porque unas veces parece que va a explotar tanto como yo, y al rato siguiente me trata como si fuera una cría. Me tiene de los nervios con tanto tira y afloja –le dijo Esther-.
-       ¡¡¿Qué te tiene de los nervios?!!! De los nervios nos tenéis vosotras a todas, porque no es sólo Maca la que tira y afloja, ¿eh? Que tú te has llevado un añito también pelando la pava, que no veas –la acusó Laura de hacer lo mismo que Maca-.
-       ¿Pero tú de qué parte estás? –le preguntó Esther dándole un cojinazo con la almohada-
-       De la tuya, pero haz algo de una puta vez porque yo estoy que trepo ya de tanto sobresalto que os lleváis –le contestó Laura devolviéndoselo-.
-       Jajaja… vale, vale… -se rió Esther descargando un poco la tensión mantenida. La verdad es que Laura tenía razón, no podían seguir así-. ¿Sabes que te digo?

Le soltó de pronto Esther incorporándose.

-       ¿Qué? –le preguntó Laura.
-       Que esta noche salimos –se puso en pie Esther de un salto y cogió el teléfono fijo de su escritorio-. Toma, ve llamando a Eva porque esta noche pisamos el NaNa’s…
-       ¿Vamos a ir al pub de Maca? ¿en serio? –Laura la miró entusiasmada-.
-       ¡Ya te digo que vamos! Ésta no se me escapa a mí hoy, ni muerta –le dijo Esther-.

Y Laura sonrió, pues su amiga por fin parecía tener firme propósito de presentar batalla.
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El pub estaba lleno. Apenas era la una de la madrugada, y el bullicio ya había requerido que Ana, la dueña, se metiera en la barra junto a Maca para poder servir las peticiones que se acumulaban. Maca agradeció estar tan ocupada, la sesión de pintura con Esther la había dejado agotada tanto física como mentalmente, por no hablar de ese cosquilleo constante que había tenido que apaciguar con una ducha al llegar a casa. Aquella turbación que sentía por ella estaba llegando demasiado lejos.

-       ¿Qué te pongo? –preguntó a la siguiente chica-.
-       Un poquito de ti, no sería posible ¿no? –coqueteó indecentemente la joven con ella-.

Maca sonrió, estaba acostumbrada a aquel juego.

-       Hasta ahora no conozco nada imposible, pero… quien sabe –le contestó Maca con su tono meloso, y luego colocó una copa vacía frente a la joven-. ¿Un…
-       Ron con cola –contestó la chica sin dejar de mirarla seductoramente-.
-       Vale –le dijo Maca sin dejar de sonreír y ladear la cabeza. A veces las mujeres eran increíbles, no tenían ningún reparo en lanzársele al cuello sin tan siquiera conocerla. El recuerdo de la timidez de Esther cruzó su mente, ella era tan diferente-. Aquí tienes, Ron con cola.
-       ¿y el pedacito de ti? –se animó a aventurarse la joven mientras le pagaba la consumición-.
-       Jajajja… -Maca se rió, al menos tenía que reconocer que su atrevimiento era elogiable. Le dio un beso en la mejilla-. Ahí lo tienes.
-       Uy… casi –le respondió la chica, fingiendo haberla perdido por los pelos. Luego le regaló una sonrisa abrumadora que Maca supo apreciar y cogió la copa-. Que sepas que aún no me rindo, yo tampoco conozco imposibles.
-       Jajajaja… bueno saberlo, estaré alerta –le dijo Maca, pero otra clienta requería de sus servicios-.

La joven le guiñó un ojo y se alejó. A Maca le gustó su descaro, pero pronto dejó de pensar en ella, el trabajo la reclamaba.

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El local estaba hasta los topes. Eva entró la primera, y cogiendo la mano de Laura fue abriendo paso entre saludos y empujones.

-       Desde luego, menudo día habéis escogido para poneros esos vestiditos Esther y tú, ahora todas se os lanzarán como buitres –se quejó Eva observando ya las reacciones que a su paso iban surgiendo-.
-       Bueno, esa es la idea ¿no? -la apuñaló Laura con su respuesta-.

Eva la miró unos segundos, y tras ver el brillo en sus ojos y la disposición a pasárselo en grande que llevaba Laura reflejada en el rostro, determinó que no se tomarían ni una copa con tal de no perderla de vista. Esther tiró de la mano de Laura en aquel momento.

-       ¿Qué? –le preguntó Laura y Esther le hizo un gesto hacia el fondo. Laura la entendió perfectamente-.
-       Vamos a la barra a por unas copas –le dijo a Eva que es la que iba delante-.
-       Joder, pues si que empezáis con ganas –masculló Eva, que estaba de lo más desconcertada con ellas aquella noche. Normalmente ella solía ser la loca y la lanzada, pero aquella noche parecía que tanto Laura como Esther no tenían límites-.

Con las alertas encendidas, Eva las guió por el local hasta la barra del bar, no sin dejar de ver como las mujeres se fijaban en ellas a su paso.

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Las chicas se arremolinaban entorno a los encantos de Maca, que tuvo que solicitar en más de una ocasión a Ana que la cubriera para poder bailar con algunas de las candidatas. Poco a poco, estar rodeada de aquel ambiente iba alejando de su pensamiento aquella turbación que había sentido con Esther aquella mañana. Aquel era su rincón. Un lugar donde se sentía libre, sin responsabilidades, el espacio perfecto para las fantasías, donde nadie esperaba nada de ella porque en realidad nadie la conocía, donde elegía sólo la diversión sin complicaciones y nunca se decidía por la compañía de alguien a quien pudiera herir realmente. Nada era en serio, nada era real salvo por unas horas, por unos momentos de placer en los que entregaba y le entregaban afecto pasajero, deseo, lujuria, sexo… ¿qué había de malo en todo ello? La noche era propicia para la aventura, y las miradas con las que trataban de enredarla aquellas mujeres, no solicitaban nada más que eso… aventura, excitación, y buenos momentos. Maca también quería eso de ellas, y sabía como conseguirlo y cómo darlo.
De pronto, hubo un murmullo y algunas dejaron paso en la barra a nuevas clientas. Maca tardó un poco en percatarse de lo que pasaba hasta que vio a Eva. Se irguió para ver quien la acompañaba, pues estaba reclinada relajada en la barra tonteando con una chica. El corazón empezó a acelerársele tras divisar a Laura que la acompañaba, y al dar un paso hacia ellas el rostro de Esther hizo acto de presencia. La escasa sensación de tranquilidad que había adquirido sumergiéndose en la noche, se evaporó por completo como si la hubiera traspasado un rayo.

-       ¡¡¡¿Qué hacéis aquí?!!! –se sorprendió Maca preguntándolo-.
-       Va a ser que lo de saludar como Dios manda, no se te da nada bien ¿eh? –le respondió Esther con una cálida sonrisa-.

Maca se concentró en ella al instante. ¿Cómo no hacerlo, si le sonreía como si no existiera nadie más en aquella sala?

-       Éstas dos, que hoy no sé que han comido, pero tienen unas ganas de fiesta –respondió Eva, como siempre, sin enterarse de nada-.

Maca desvió sus ojos hacia Eva en aquel momento algo aturdida, y al regresar a Esther vio como Laura y ella se sonreían. La verdad era que a las dos se les veía, radiantes.

-       ¿Tú que vas a tomar? –Esther le preguntó a Laura-.
-       Mmm… no sé –se lo pensó Laura- ¿Y tú?
-       ¿Maca, qué nos recomiendas? –empezó a lanzar la pelota Esther-.
-       Un refresco estaría bien –apuntó Eva-.
-       Joder, que perra has cogido hoy… que si nada de sangría en la cena, que si mejor nos íbamos al cine… ¡estás de un soso! –le contestó Laura, que estaba la mar de divertida de ver que Eva estaba tratando de contener que se desmadraran a toda costa desde que ella y Esther había dicho en la cena que aquella noche sería divertido al menos enrollarse con alguien para variar, algo que habían pactado previamente que dirían con tal de ver como reaccionaba-. A ésta ni puto caso, ponnos unos mojitos ¿tenéis?
-       Sí, claro –le contestó Maca un poco fuera de juego. Normalmente cuando veía a Eva por allí siempre estaba “más que contenta”, pero esta vez se le veía bastante tensa y era evidente que tenía relación con la jovialidad de Laura. ¿Acaso ella también tenía razones para preocuparse?, pensó, y en ese momento miró a Esther-.

Esther no había movido sus ojos de ella, no le importaba todo lo demás. A Maca casi se le resbaló el vaso que tenía en la mano. ¿Qué coño estaba pasando ese día? Esther la estaba mirando con tanta intensidad como solía hacerlo cuando pintaba.

-       ¿Quieres que lo sujete yo? –le propuso Esther con una sonrisa pícara-.

Y Maca se puso roja inconscientemente.

-       Maca, la chica que te interesaba te reclama en la esquina –le dijo Ana que pasaba por su lado en ese instante-.

Maca no se atrevió a mirar hacia la esquina ni hacia ningún lado, pero Esther se asomó por encima de la barra y echó un vistazo por ella.

-       ¡Vaya! Así que te gustan de ese tipo –no se cortó ni un pelo Esther-.

Maca levantó los ojos, y al hacerlo pudo apreciar el escote de Esther, sus tirantes… de pronto fue consciente de su vestido.

-       Parece que esta noche tampoco descansarás mucho ¿eh? –le dijo Esther sentándose de nuevo en el taburete-.

Esther cruzó sus piernas desnudas, y como un flash back Maca se vio haciendo el mismo gesto entre los claros-oscuros del salón de Kate aquella mañana. Una tensión conocida cayó como peso muerto en sus caderas.

-       Entonces tres mojitos ¿no?  –Maca no quiso continuar aquella línea de conversación y se alejó a por el hielo picado que haría falta sin esperar sus respuestas-.

Eva quiso gritarle que ella no, pero no le dio tiempo. Por lo que Laura se rió de ella y ambas se enfrascaron en una conversación que no llevaba a ningún lado. Esther sin embargo siguió los movimientos de Maca, era imposible que no se diera cuenta. En cuanto las dos se miraban le latía tan rápido el corazón que estaba convencida de que alguien como Maca podía notar perfectamente cuál era su anhelo. ¿A caso no era especialista en eso? ¿a caso no era aquel talento suyo para detectar quién estaba interesada en ella el que utilizaba con todas las chicas que se acercaban hasta aquella barra en busca de sus atenciones? Se lo había visto hacer tantas veces, que ya estaba harta. Esther también quería tener aquello, tenerla a ella, y no lograba entender por qué si se sentían del mismo modo, Maca se empeñaba en ponérselo tan difícil cuando para ella sin duda era tan fácil dar ese primer paso.

Continuará...

1 comentario:

  1. Lo que es cierto es que Maca no puede decir NO a Esther (y no solo a ella, mas bien a las que son sus amigas de verdad)...esta inmensa ternura que a primeras parece fuera de lugar con lo de su libertinaje hace en verdad que sea un personaje completo, tredimensional y vivo

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