viernes, 28 de septiembre de 2012

Dibujada en mi mente -cap 35 y 36-


“DIBUJADA EN MI MENTE"
(Fanfic escrito para el foro Maca&Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.




35

Eran las tres de la madrugada. En el local aún había bastante gente, pero la mayoría bailaba o se arrullaba ya en la zona oscura en busca de intimidades pactadas. Esther y Laura bailaban y hablaban con un grupo de tres chicas que se había acoplado a ellas hacía algo más de media hora para disgusto de Eva que estaba al quite de lo que hacía Laura. Maca se esforzaba por seguir a lo suyo, pero lo cierto era que no podía apartar los ojos de Esther ni diez segundos. Aquella visión la estaba matando. Esther riéndose a carcajadas con cosas que ella no escuchaba, bailando con gente que la miraba devorándola descaradamente, acercándose a los oídos de desconocidas para decir cosas que sólo ella se moría por oír… ¿por qué le estaba haciendo aquello? ¿A caso no la había torturado ya bastante? ¿Es que no se daba cuenta de lo difícil que le era controlarse? ¿salvaguardar lo que tenían?


-       Parece que tienes ganas de bailar, ¿te apetece hacerlo conmigo?

Maca se giró hacia la mujer que acababa de hacerle aquella proposición, y se dio cuenta que era la misma que había estado coqueteando con ella desde el inicio de la noche.

-       ¿Qué te hace suponer que tengo ganas de bailar? –le preguntó Maca con una sonrisa. Aquella mujer de veras que era insistente, y además de guapa, ocurrente, le hacía gracia-.
-       Debes de tenerlas, no dejas de mirar a la pista desde hace un buen rato –le contestó ella siempre con una aduladora caricia en sus ojos-. O eso, o hay alguien que me hace la competencia esta noche
-       Jajaja… ¿es que acaso estás interesada en obtener algo esta noche? –bromeó Maca, quería saber hasta que punto estaba dispuesta a llegar aquella mujer-.
-       ¿No es evidente? No puedo conformarme con tan sólo un beso tuyo en la mejilla –le contestó la mujer apoyando el mentón sobre sus manos entrelazadas y apoyadas sobre la barra-.
-       ¿Y con qué te conformarías? –se interesó en aquel juego Maca, era una distracción caída del cielo-.
-       Tendrás que bailar conmigo si quieres averiguarlo –le contestó la mujer y le hizo un sugerente gesto con la cabeza en dirección a la pista, pero Maca aún estaba reticente-. Estarás a salvo, todavía hay gente –añadió la mujer muy segura de sí misma-.

Y aquella seguridad fue la que hizo que Maca se decidiera a acompañarla. Estaba intrigada por el descaro de aquella mujer, y por qué no, también estaba demasiado inquieta como para quedarse sentada, mirando.

---

-       ¡Maca! –anunció Laura acercándose a Esther-.
-       Lo sé, ya la he visto –le dijo Esther que no había pasado por alto su llegada con aquella mujer con la que la había visto tonteando de vez en cuando-.
-       ¿Qué vas a hacer? –le preguntó Laura. Pues la mujer con la que estaba bailando, empezó a contoneársele a Maca de manera sugerente y a ella no parecía desagradarle-.
-       Nada –contestó Esther-.
-       ¡¡¿Nada?!!... ¿pero no habíamos venido para…? –Laura se le quedó mirando sorprendida pero Esther dejó de mirar a Maca para mirarla a ella, estaba muy enfadada, se calló-. Vale, tú ya sabes lo que haces.

Y lo sabía. Era tan consciente de ello como de la lava que empezó a ascender por sus arterias y que le bombeaba en el cuello. Sin decir nada, sin moverse, contempló a Maca con aquella mujer que no hacía más que provocarla. Contempló su sonrisa seductora, sus manos estudiadas… a Maca se le daba tan bien jugar, pero a Esther no podía engañarla. Aquella no era la verdadera Maca, no era la mujer de la que estaba enamorada, y lo veía tan claro como era capaz de ver los colores que dibujaban un espacio, entre aquellas dos mujeres sólo había contenidos azules, rasgos suaves de naranja… ¿es que acaso era con eso con lo que Maca se conformaba? “¡Cobarde!”, quiso gritarle. La intensidad que sentía Esther traspasó el aire que las separaba y en un instante sus ojos se encontraron, Maca sintió el calor en su cuerpo como si Esther le prendiera fuego y su respiración se agitó como si la tocara. El tiempo se detuvo para las dos, pero no así para el resto, y entonces pasó lo que no debía haber pasado, la mujer con la que Maca bailaba interpretó su agitación y el calor de su mirada como causa suya, y antes de que pudiera reaccionar empezó a besarla.

Maca cerró los ojos, le ardían mientras retenía la imagen de Esther en ellos, y se abandonó a aquel beso mientras su corazón latía por aquella criatura que se había cruzado en su camino para llenarla de unos sentimientos que nunca espero volver a sentir. “Esther” musitó todo su cuerpo, pero no era su cintura la que abrazaba ni tampoco la boca que besaba, una mezcla de pasión y tristeza se apoderó de su cuerpo. No quería que le doliera tanto, estrechó el beso.

-       ¡YA HE TENIDO SUFICIENTE!

La voz de Esther le hizo abrir los ojos en el acto. Maca sintió que el corazón se le iba a salir del pecho, pero Esther no le dio tiempo a reponerse, la cogió del brazo y tiró de ella con verdadera fuerza para que se apartara de aquella mujer que sin esperárselo vio como las interrumpían.

-       ¿Pero qué?... –empezó a decir la mujer aturdida-.

Esther ni se molestó en explicarse, tiró de Maca y ésta se vio arrastrada sin entender todavía que estaba sucediendo. Cuando ya estaban fuera de la pista de baile, Maca reaccionó y se paró en seco.

-       ¡¡¿Sé puede saber qué estás haciendo?!! –le preguntó sobresaltada. Un cúmulo de emociones contradictorias hacían que Maca se mostrara muy agitada, además de aturdida-.
-       ¿ES QUE ACASO NO LO SABES? –le preguntó Esther que estaba a punto de darle un puñetazo por imbécil-.
-       ¿Qué es lo que debo saber? ¡Esther! ¿Por qué coño has hecho eso? ¿a qué viene todo esto? –Maca empezó a contagiarse del enfado que tenía Esther tintineando en sus ojos-.
-       ¡¡¡¿Qué a qué viene?!!!... ¡¡¿Y a qué venía lo de comerle la boca a esa?!!! –le espetó Esther, que creía que el pulso le iba a reventar en la aorta. Nunca había sentido tantos deseos de comerse a besos a alguien y al mismo tiempo de estamparla contra la pared. Aquella furia, aquella pasión que al mismo tiempo le trepaba por la cara como fuego… ni siquiera se reconocía, ella nunca se agitaba de aquel modo-.
-       ¡¡¿QUÉ?!! –Maca tuvo que parpadear por la pregunta, alucinando-.
-       ¡NO ME PONGAS ESA CARA! NO HAGAS COMO SI NO ENTENDIERAS NADA DE LO QUE PASA, DE LO QUE NOS PASA –le advirtió Esther muy seria frente a ella-.
-       ¿Pero QUÉ CARA? ¡Esther, ES QUE NO ENTIENDO NADA! –le espetó Maca ya enojada por su acusación-.
-       ¡¡¡ Ah, qué no!!! ¡QUE NO! –Esther no se estaba explicando, pero ¿es que habían hecho falta alguna vez las palabras entre ellas?

Maca la miró aun aturdida, a la espera de que dijera algo que aclarara aquella intromisión, que le pidiera disculpas. Esther iba a explotar de un momento a otro, ella no servía para jugar al escondite y no iba a empezar ahora.

-       ¡Mierda, Maca!... –musitó Esther, y sin más la tomó del cuello, se puso de puntillas y la besó-.

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Como una mecha de pólvora, la chispa de fuego corrió por su sangre hasta explosionar en su pecho. Maca sintió el aliento de Esther en su boca, y el calor de su piel pegado a su cuerpo mientras aquellos labios le daban un beso tan dulce y a la vez tan fiero, que casi le hicieron perder la cabeza. Cuando Esther la liberó, ambas estaban sin aliento una frente a la otra. Maca sólo era capaz de escuchar su latido, que parecía enloquecido retumbando como una “mascletá” por los recodos de su cuerpo.

-       Y esto… ¿lo entiendes? –musitó con la voz prendida Esther, ya venida a bajo consumida por el deseo-.

Maca la miró con ojos encendidos, los labios que acababan de besarle húmedos y entreabiertos la tenían presa, aquellos ojos oscuros y brillantes aún con la necesidad escrita le devolvían la mirada. La agitación que sentían era tan palpable que sus respiraciones se acoplaban a la espera de más, de mucho más. La separación era insufrible, Maca fue esta vez la que se abalanzó sobre ella. Tomó la cara de Esther entre sus manos, y comenzó a besarla sin reparos. Esther acogió sus labios con ansiedad. Apenas supieron como mantenerse en pie cuando sus lenguas se encontraron, había un mundo de terciopelo y humedad escondidos en sus bocas. Maca tropezó contra uno de los pilares que tenían cerca, arrastró a Esther con ella y a medida que la besaba iba perdiendo la cabeza y la paciencia. Sin entender como ocurría, se vio hundiendo los dedos en la espalda de Esther, en su cintura, en sus caderas… su perfume y su piel eran tan embriagadores como el olor de las uvas en un año óptimo de recolecta. Esther necesitaba respirar, estaba tan mareada… Maca resbaló por su barbilla y mordió su cuello, un gemido inevitado salió de los labios de Esther apenas ya sin aire. De pronto Maca se dio cuenta de lo que estaba a punto de hacerle, el pánico acudió como respuesta.

-       Esther… -cuando escuchó su voz casi no podía creerse que fuera suya-.

La abrazó contra su cuerpo mientras luchaba por encontrar una fuerza que no sabía si tenía. El aliento de Esther le quemó en el cuello mientras se mantenían abrazadas para reponer el aire. Maca trató de serenarse por el bien de ambas. ¿Cómo decírselo, ahora?

-       Esther, tenemos que detener esto –lo soltó sin más aprovechando que aún no se miraban-.

Esther se apartó de ella apenas unos centímetros y se encontró con sus ojos que aún hervían como los suyos, incompletos.

-       ¿Qué estás diciendo? –le preguntó sin apenas voz. Esther quiso entenderla-.
-       No podemos hacerlo… yo… no puedo –le contestó Maca a pesar de que a ella misma le costaba creerse lo que estaba haciendo-.
-       Claro que podemos… ¡Maca, yo te quiero! ¡Y tú lo sabes! –le dijo Esther a pesar de saber que ponerlo en palabras seguramente la haría correr más que ninguna otra cosa en el mundo-

Maca sintió el puñal que le clavaba la desesperación y a la vez la entrega que le brindaban sus ojos. La rodeó con sus brazos y volvió a retenerla contra su pecho. Esther abrazó su cintura hasta fundirse con ella.

-       Yo también te quiero… por eso es mejor que lo detengamos ahora que aún podemos –le dijo Maca y notó como Esther se revolvía entre sus brazos para presentar batalla, pero Maca cerró los ojos que ya le escocían y la retuvo contra su cuerpo para obligarla a que la escuchara-. Escúchame… entiéndeme aunque sea sólo por esta vez. Yo,… yo nunca imaginé que tendría la suerte de tener a alguien como tú en mi vida, me das tanto con tan poco. No sabes realmente lo que significa para mí que estés a mi lado –“Maca” musitó para sí Esther que la apretó con fuerza, Maca no dejaba que se alejara y ella no quería alejarse, sin embargo en su voz había un punto de tristeza que le helaba la sangre-, no quiero perderte y por eso no puedo dejar que pase esto
-       ¡No vas a perderme! ¡Podemos hacer lo que queramos, Maca! No vas a perderme –peleó Esther desesperada-.

A Maca le recorrió un escalofrío, ¿cómo podía estar rechazándola, cuando era lo único que merecía la pena para ella? Esther se soltó de su abrazo, y le cogió la cara.

-       Escúchame, ya sé que tienes miedo… yo también lo tengo. Estoy muerta de miedo, pero se que podemos hacerlo –le aseguró Esther que se resistía a quedarse tras el muro que Maca estaba lentamente levantando-.

Maca no podía contra ella, nunca había podido contra ella… acarició la mano de Esther con la que tenía sujeta su cara, y con un nudo en el estómago la besó en los labios. Esther se rindió ante aquel beso tan distinto al de antes, tan cálido y tan sereno, que dolía. Cuando Maca la liberó apenas sabía donde se encontraba. De nuevo se vio sumergida entre sus brazos.

-       Te quiero, por eso se que te haré daño, y no quiero. Nos haremos daño, aunque no queramos –le dijo Maca, una lágrima corría silenciosa por su mejilla, Esther volvió a rebelarse entre sus brazos, pero Maca no podía soltarla, si volvía a mirarla nunca podría establecer la justa distancia, la contuvo-. Escúchame por favor… ¿a caso no es suficiente para ti lo que tenemos? Te doy lo que realmente soy, te doy una parte de mí que nadie más conoce, a la que nadie más tiene acceso… ¿a caso no te basta con eso? ¿a caso lo físico entre las dos es más importante que lo que ya existe?

Aquellas preguntas llenas de angustia paralizaron a Esther un instante. Se abrazó a ella otra vez con fuerza.

-       Claro que no… sólo te quiero a ti, estar contigo –le susurró Esther, sabiendo que le estaba cediendo terreno con su respuesta-.

Maca suspiró y la apretó contra su cuerpo con una necesidad que asustaba.

-       Yo también quiero estar contigo… soy muy feliz sólo con eso. ¿A caso no podemos dejarlo como está? Por favor Esther, dime que sí… Nunca fui buena en las relaciones, no quiero que el sexo lo acabe estropeando todo –le dijo Maca, realmente creía que aquello era lo mejor. Jamás había podido confiar en ella misma-.
-       Pero yo…. –Esther se resistía a aceptarlo. ¿Cómo renunciar a sus besos ahora que sabía qué existían? ¿qué sabía cómo se sentía al recibirlos? ¡Quería más, mucho más! ¡Lo quería todo!-... yo necesito besarte, tocarte… yo...

El cuerpo de Maca tembló en sus brazos, estaba llorando. Esther se quedó paralizada por su dolor. ¿Qué es lo que estaba pasando? ¿tanto miedo tenía? ¿tanto le asustaba arriesgarse?

-       Por favor… -musitó nuevamente Maca entre lágrimas, apenas le quedaban fuerzas para resistirse-.

A Esther también le entraron unas ganas locas de llorar, la abrazó con cariño, rendida,  y hundió la cara en su cuello, ¿qué iban a hacer ahora?

-       Está bien…. Tú ganas –su voz pronunció la respuesta en contra de sus verdaderos deseos. Ahora mismo lo más importante para Esther era que Maca se calmara, todo lo demás podía esperar-.
36

Finales de JUNIO

Claudia entró en la biblioteca. El silencio y la tensión se respiraba en el ambiente como si fuera una hoja afilada que tentaba en rebanar cabezas. Miró por las salas de estudios, en la zona de los libros de medicina, pero Maca no estaba. Ya iba a marcharse cuando se le ocurrió mirar en la sala de lectura infantil de la guardería del campus y la encontró. Se acercó hacia ella, estaba estudiando.

-       ¡Hola! Pensé que ya te habías marchado ¿qué haces aquí? –la saludó Claudia con una sonrisa, llevaba tiempo preocupada por ella, apenas descansaba-.
-       Maite me dejó la sala… llevo fatal el final del jueves –le dijo Maca tratando de sonreír, pero a penas le salía-.
-       Estás agotada, Maca. Tienes que descansar –le recomendó Claudia acariciándole el pelo-. ¿Te estás tomando los somníferos que te recetó Cruz?
-       No –le contestó Maca, y empezó a recoger del suelo los apuntes que había ido esparciendo-.
-       ¿Por qué no? –le preguntó Claudia, no entendía porque se empeñaba en no parar-.
-       Porque cuando me los tomo me dejan como un zombi, y no rindo. Además, estoy bien, en cuanto acabe los exámenes descansaré –le dijo Maca ya levantándose-.

Claudia la siguió. Maca nunca pedía ayuda, nunca parecía necesitar a nadie, pero no era cierto. Desde que Esther y ella se besaron, casi hacía ya dos meses, habían regresado sus pesadillas. Esther y Maca habían tratado de hacer como si no hubiera pasado nada entre ellas, intentando mantenerse cerca, pero la turbación que sentían al juntarse las abrasaba y las hacía salir corriendo en direcciones contrarias con tal de mantener su promesa. Maca estaba muy confusa, su sentido lógico se había vuelto del revés, y el temor a que la relación que hasta entonces había mantenido con Esther hubiera llegado a un punto irreconciliable había abierto una brecha profunda en su pasado. Se refugiaba en el trabajo y en los exámenes. Cruz la había eximido de las prácticas al verla tan agotada, y aquello en el fondo había sido peor. Sufría de terror nocturno, Claudia se había quedado en un par de ocasiones en su casa con la excusa de estudiar y así ayudarla, pero Maca se despertaba en medio de la noche con unas pesadillas terribles de las que no quería hablar. Ya no sabía que hacer, Maca necesitaba dormir, pero era tan cabezota que no admitiría que necesitaba ayuda. Sólo podía pensar en una persona a la que Maca escucharía, pero no estaba segura de si su amiga la perdonaría.

---
Pasó otra semana. Maca hizo el examen y tras hacerlo, se desplomó en clase. Claudia se quedó con ella para asegurarse de que descansaba, pero cuando Maca despertó al día siguiente continuaba empecinada en que tenía que estudiar e ir a trabajar al pub aquella noche. Claudia se peleó con ella, pero no sirvió de nada. Maca terminó echándola de su lado, no soportaba estar con nadie, hacía casi un mes que no sabía nada de Esther, se estaba muriendo mientras revivían todos sus fantasmas. No podía pensar con claridad. Estaba dedicando demasiado esfuerzo en hacerse ver que no le preocupaba aquel mutismo.

Aquella tarde Claudia llamó a Esther y le explicó lo que estaba pasando. Esther había estado tan enfrascada en sus exámenes y en el arreglo de trámites para sus estudios del año siguiente, que no se había dado cuenta de su real distanciamiento creyendo que lo que a Maca le ocurría era que la evitaba para estar tranquila. Por no querer presionarla, ahora se encontraba con aquello.

….

Eran las ocho y media de la tarde. Maca terminó de estudiar y tomó una ducha antes de obligarse a preparar algo de comer antes de marcharse. Tenía que estar en el pub sobre las diez. Iba de camino a la cocina cuando el timbre empezó a sonar. Maca se sorprendió, no esperaba a nadie. En cuanto abrió la puerta y vio a Esther se quedó sin habla.

-       ¿Puedo pasar? –le preguntó Esther y Maca se quitó de en medio como si la empujaran en un sueño-.

Esther entró arrastrando una maleta individual consigo. Maca la miraba perpleja, aun sin habla. Esther se quedó en mitad de la estancia y recorrió con la mirada el pequeño pero lujoso estudio de Maca. Nunca había estado en su casa. Era un espacio abierto, al entrar ya estabas en el salón, al fondo y a la derecha quedaba lo que debía ser su cuarto, pues había una cama de matrimonio en plan tatami y libros se compilaban desde el suelo haciendo de improvisadas mesitas. A la izquierda había una pequeña puerta, que debía ser el aseo, y un poco más allá una barra separaba el salón de una coqueta cocina. No había paredes, las grandes ventanas le daban amplitud a su toque minimalista, pero aun así, las pertenencias de Maca esparcidas por la casa le concedían al lugar un sentimiento cálido, como sutiles pinceladas. Esther entendió muchas cosas estando allí, entendió lo diferentes que eran, el vacío en el que Maca vivía y sus pequeños intentos por rodearse de calidez, en cambio ella había vivido siempre rodeada de tanto color, de tanto calor…

-       Así que es aquí dónde vives –dijo Esther al cabo de unos minutos y se giró para mirarla-.

Maca aún estaba paralizada con la puerta abierta.

-       ¿No vas a cerrar la puerta? –le preguntó Esther regalándole una sonrisa-.
-       Sí, claro… -musitó Maca reaccionando, y la cerró-. ¿Qué… qué haces aquí?
-       ¿No es evidente? –le dijo Esther sin moverse de su sitio, Maca parecía nerviosa aún alejada de ella-. Vengo a cuidar de ti.

Le dijo haciendo un gesto lleno de luz señalando con la cabeza su pequeña maleta. Maca se quedó prendida de ella, estaba tan feliz y a la vez tan asustada, tan aturdida.

-       ¿Donde está el teléfono? –le preguntó Esther poniéndose en funcionamiento-.
-       Eh… allí –le indicó Maca. Esther fue a por el teléfono, Maca aún no podía creerse estar viéndola moverse entre sus cosas-.

Esther sacó un papel del bolsillo de su vaquero y marcó.

-       ¿Ana? –preguntó Esther cuando una mujer cogió el teléfono del local-. Sí, mira… te llamo para avisarte de que Maca esta noche no podrá ir a trabajar… -Maca abrió los ojos como platos y empezó a acercarse a ella a toda prisa-… no, es que se desmayó ayer en clase y aun no se encuentra bien del todo. El médico le ha dicho que tiene que descansar unos días.
-       ¿Qué estás haciendo? –le preguntó por lo bajo Maca-. Dame… dame el teléfono.

Esther la esquivó cuando trató de quitarle el auricular, y cuando Maca se puso insistente extendió una mano en señal de “stop” y frunció el ceño con severidad. Maca se detuvo, no quería hacerla enfadar.

-       Tranquila, se lo diré. Te llamará en cuanto se encuentre un poco mejor, siento haberte avisado con tan poco tiempo, pero ya sabes como es Maca…jajaj… si muy cabezota, se empeñaba en ir a trabajar esta noche –la risa de Esther le hizo contener la respiración, ver su naturalidad reconfortaba cada parte de su cuerpo magullado-. Gracias Ana. Adiós.

Esther colgó el teléfono y se lo tendió a Maca.

-       ¿Por qué has hecho eso? –le preguntó Maca, pero ya estaba rendida-.
-       Porqué tú no ibas a hacerlo –le contestó tranquila Esther-.
-       ¿Quién te lo ha dicho? ¿Ha sido Claudia, verdad? –le preguntó Maca empezando a ser consciente de lo que debía haber pasado para que Esther estuviera ahora delante suyo-.
-       Lo que importa es ¿por qué no fuiste tú? –le devolvió la pregunta Esther, y Maca agachó la mirada hacia el teléfono que tenía ahora en sus manos-.
-       Pensé que necesitabas espacio –le dijo Maca, algo avergonzada-.
-       Lo mismo pensé yo de ti, y me encuentro con esto –le dijo Esther-. ¡Eres un desastre!

Maca levantó la cabeza, podía escuchar su risa al pronunciar aquella afirmación a pesar de que no reía. En cuanto se topó con su sonrisa, el corazón le dio un vuelco.

-       ¿Y qué se supone que vamos a hacer ahora? –quiso saber Maca-.
-       Pues lo primero que voy a hacer, es deshacer el equipaje –le dijo Esther-.
-       ¡¡¿El equipaje?!! ¡¡¿Es que vas a quedarte aquí?!! –Maca se sobresaltó, había visto la maleta pero no pensaba que…-
-       Todo el fin de semana a menos que me eches a patadas y entonces tenga que inventarme alguna otra excusa que contarle a mi madre. Pero te advierto que como lo hagas, serás tú la que se ponga al teléfono –le aseguró Esther señalándola con el dedo-.
-       ¡¡¡¿Tu madre sabe que estás aquí? ¿conmigo?!!! –a Maca le entró el pánico-.
-       Jajajaja… tranquila, le dije que íbamos Laura y yo a pasar el fin de semana a casa de Eva, para celebrar el final de los exámenes, ya sabes –la tranquilizó Esther-.
-       Esther, no sé si esto es buena idea… -Maca empezó a ponerse nerviosa. De pronto se encontró siguiéndola hacia su cama-.
-       ¿Lo puedo dejar en esta silla? –le dijo Esther sin hacerle ni caso, mantenerse activa le hacía aplacar sus propios nervios, pues ella misma no esta muy segura de todo aquello-.
-       ¿En esa silla? Si, claro… -Maca sacudió la cabeza, ¿qué estaba diciendo?-.

Esther se agachó y empezó a deshacer la maleta. Maca la vio sacando un pijama, sus zapatillas, la bolsa de aseo, algunos DVD’s… aquello iba muy en serio.

-       Esther, espera… ¿estás segura de esto? –le preguntó Maca preocupada del giro repentino que estaban teniendo las cosas-.

Esther terminó de sacar un par de camisetas, una sudadera y un pantalón de chándal. A fin de cuentas, no pensaba salir de marcha aquel fin de semana. Luego se incorporó para mirarla.

-       Deja de poner esa cara, no pienso violarte ni nada por el estilo –le espetó Esther burlándose de su preocupación-.
-       No juegues conmigo, por favor –le dijo Maca rendida, no podía hacer nada contra ella y ella lo sabía, tenía que saberlo-.

Esther se paró frente a ella. Por qué la gente la veía tan fuerte, cuando para ella era como un pajarillo asustado y maltrecho. Dio un paso hacia ella, y le puso una mano que pretendía ser tranquilizadora en la cara. Los ojos de Maca se cerraron apenas un segundo, pesados, y Esther se dio cuenta de que hasta ahora estaba conteniendo el aliento. ¿Qué se estaban haciendo? Acarició su cara de nuevo, y Maca volvió a temblar, entonces recordó que no debía jugar con ella y la liberó.

-       Sólo he venido para asegurarme de que descansas. Tener una madre jefa de enfermeras tiene sus ventajas a fin de cuentas –le dijo Esther tratando de quitarle hierro al asunto, y para poder contenerse se llevó las manos a los bolsillos traseros de su pantalón, si por ella fuera se pasaría horas acariciándola, pero no quería aprovecharse… no ahora que veía a Maca tan débil-. Así que, ¿por qué no comemos algo, vemos alguna película, hablamos y simplemente dormimos? Dormiré en el sofá, tranquila –le aseguró Esther levantando las manos para que Maca no la mal entendiera-.

Maca se le quedó observando suspicazmente. Su propuesta y su modo de hacérsela le habían hecho sonreír a su pesar. Bajó sus guardias, guardó sus dudas.

-       ¿Me estás diciendo qué mantendrás mi honorabilidad intacta? –le preguntó Maca atreviéndose a bromear con ella. Se alegraba tanto de tenerla allí-.
-       Jajajajaja… lo juro –se rió Esther aliviada de ver que sí podría hacer algo por ella-.
-       En ese caso, creo que dejaré que me mimes un poco. A fin de cuentas, desciendes de una gran enfermera –le dijo Maca ya sonriendo-.
-       Jajaja… eso mejor no se lo digas a mi madre, o la “enchocharás” más de lo que ya la tienes… jajaja… -se rió Esther por el comentario. Realmente su madre apreciaba la profesionalidad de Maca y desde luego, lo “zalamera” que era con ella-.

Las dos se rieron y juntas decidieron hacer la cena. Por unas horas Maca salió de sus sombras.

Continuará...

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