“DIBUJADA EN MI MENTE"
(Fanfic escrito para el foro Maca&Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
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Como había dispuesto Esther, prepararon algo en
la cocina y cenaron reportando las últimas novedades que habían sufrido. Esther
por supuesto, era la que más hablaba tratando de distraer a Maca, que reía por
sus anécdotas estudiantiles y su modo de
contarlas. Le era tan fácil estar a su lado. Tras una extensa sobremesa los
temas se agotaban, y cómo no pensaban salir, decidieron ponerse cómodas por lo
que cada una se turnó en el baño para ponerse el pijama. Cuando Maca salió,
Esther ya estaba encima del sofá esperándola con las películas.
-
¿Acción
o comedia? –le preguntó Esther poniéndose de rodillas sobre el sofá y
enseñándole un abanico de DVD’s en cada mano-.
-
¿Comedia
romántica? –preguntó Maca con una sonrisa sabiendo que era uno de los géneros
que a Esther más le gustaban, pues habían ido un par de veces al cine a ver
algún estreno-.
-
No,
esas no me atreví a traerlas –dijo Esther con sinceridad haciendo un mohín con
la cara-.
Maca se puso roja en un segundo al darse
cuenta que lo había hecho para evitar tentaciones. El recuerdo de aquellos dos
únicos besos que se habían dado
reapareció en su mente sólo con aquella mera mención.
-
Pero
he traído alguna de Jackie Chan, una de acción alpinista, esta es… mmm.. en
plan thriller psicológico… -Esther hizo un repaso de las películas que había
traído como si nada. Su capacidad para reconducir cualquier situación a un
estado de tranquilidad y naturalidad era una de las cosas que a Maca más le
gustaban de ella. Por un momento perdió el hilo de su conversación mientras la
miraba-… ahhh… y los teatros de Lina Morgan.
-
¡Los
teatros de Lina Morgan!?? –Maca reaccionó al escuchar aquel punto-.
-
Sí,
los tengo todos –le dijo Esther como si nada- ¡Me encantan! No puedo evitar
reírme en los mismos trozos, me los se de memoria.
-
Jajaja…
pero si tú eres una baby para que te pillara Lina Morgan –la hizo reír Esther
con aquello. De veras que la sorprendía con las cosas más variopintas en el
momento menos esperado-.
-
Bueno,
a mi madre le encantan así que las veíamos juntas muchas noches cuando era
pequeña –le confesó Esther rascándose la cabeza en un gesto un poco de
vergüenza tras ver cómo Maca se había reído con sus gustos escénicos-. Bueno, y
aún a veces –se vio en la obligación de apuntar Esther, y ahí si se puso roja-.
A Maca le pareció encantadora, además de…
preciosa. Apartó los ojos de ella en el mismo momento que se dio cuenta que sus
pensamientos se desviaban de lo estipulado como correcto y fue hacia el sofá.
Esther vio como cogía asiento en la otra punta del sofá, ya contaba con ello
así que no le dio mucha importancia, sabía que era mejor así.
-
¿Entonces
qué? ¿por cuál empezamos? –le insistió Esther, ella ya había hecho bastante,
ahora le tocaba poner de su parte a Maca y por lo menos decidir la película. Se
moría por tener algo con lo que distraerse, el pantalón negro de woman secret
que llevaba puesto Maca no le había pasado desapercibido y mucho menos aquella
camiseta naranja de manga corta que hacía que su pecho se marcara. Para estar
en pijama, a Esther le resultaba demasiado atractiva-.
-
Mmm…
-Maca echó un repaso a las carátulas de cerca y finalmente se decidió por una-…
por esta –conocía bastante bien a Esther para saber que no le valdría un “la
que tú quieras” o “me da igual, decide tú”, así que eligió con decisión-.
La sonrisa de Esther no tardó en premiar el
que Maca eligiera algo por voluntad propia y no por complacer los gustos de
ella. Pegó un salto del sofá dejando el
resto de carátulas en la mesita que había entre éste y el televisor, luego se
arrodilló en el suelo frente al DVD.
-
¿No
la has visto? ¡Es genial, ya verás! Hay unas escenas de acción en las alturas
que son una pasada –le dijo Esther mientras introducía el DVD y le daba al
play-.
Maca no la perdió de vista ni un sólo
instante. Su energía era capaz de llenar por entero toda la casa. Maca no se
había dado cuenta de lo vacío y frío que realmente era su apartamento, hasta
que no la había visto deambular entre sus cosas. Esther volvió a su asiento y
trasteó por un rato los mandos sin dar con el canal del DVD. Maca sonrió. En
menos y nada se había hecho dueña de todo.
-
No
doy con el canal, ¿Maca cual…? –Esther estaba tan enfrascada en poner la
película que ni se había percatado de lo que pensaría Maca, pero en cuanto se
vio reflejada en sus ojos lo supo con certeza. Un calor recientemente conocido
la inundó de nuevo-.
Durante un segundo ambas se miraron,
calladas. Hasta que Maca reaccionó, y cogió el mando que se había quedado a
medio camino entre ella y Esther.
-
Le
tienes que dar a este botón –dijo Maca apretándolo a la vez que carraspeaba.
“Idiota, no te quedes embobada mirándola. ¡Serás idiota!” se reprochó a sí
misma, pues no estaba bien haber sido la que había impuesto aquella distancia y
ahora quedársela mirando de aquella forma-. ¿Ves?, ya está.
Esther dejó de mirarla para centrarse en la
pantalla, “¿por qué las mujeres tenemos que ser tan complicadas?” pensó
mientras trataba de aplacar aquella vibración constante que sentía por todo el
cuerpo antes de que se convirtiera en un terremoto incontenible. Por suerte
para ambas, la acción de la trama las mantuvo a salvo durante otro par de
horas.
…
-
Uffff…
que tensión hasta el final ¿no? –dijo Maca tras ver la palabra fin en la
pantalla-.
-
Sí,
¿te ha gustado? –le preguntó Esther sonriente-.
-
Sí,
la verdad es que sí. ¿Cuál vemos ahora? –preguntó Maca animada, estar con
Esther así le gustaba demasiado como para pensar en que terminara el día-.
Esther se puso en pie y estiró su pequeño
cuerpo hacia el techo, había estado en tensión no sólo por la trama sino
también porque le era muy difícil resistirse a mirar a Maca de reojo y desear
estar cerca de ella tumbada. Maca no pudo evitar fijarse en su abdomen cándido
cuando la camiseta de tirantes se le subió hasta el reborde de la última
costilla. Le encantaría tocarlo.
-
Mmm…
estaba encogida de tanto sobresalto –dijo Esther después de estirarse-. ¿Qué
tal una más tranquilita?... vamos a ver…. ¿esta, por ejemplo? ¿la has visto?
Esther se volvió hacia Maca justo en ese
instante, el modo en que la estaba mirando no era sano, “ni justo” pensó.
-
Maca
–la llamó Esther-, ¿en qué piensas?
Maca se sorprendió por la pregunta, dio un
bote.
-
En
nada, ¿por? –le contestó Maca tratando de disimular lo máximo posible-.
Esther se quedó mirándola con el interrogante
todavía en el rostro, pensando que negándolo nunca llegarían a ningún sitio.
Luego se obligó a recordar que estaba allí para tranquilizarla y asegurarse de
que descansaba, y no para alterarla más todavía. Desistió de su arrebato de
franqueza.
-
Por
nada, déjalo –contestó Esther y se dispuso a cambiar un DVD por otro-.
Maca suspiró, sabía que Esther se había dado
cuenta de cómo la miraba, pero ¿qué podía decirle? Era ella la que había dicho
“no” a mantener una relación más íntima entre las dos, ahora no podía estar
confundiéndola a cada minuto. “Idiota” se llamó a sí misma.
-
Por
cierto, antes de que nos pongamos a verla, me tienes que decir dónde están los
somníferos que te recetó Cruz –le dijo Esther ya colocando el pause, tenía
preparada la película-.
-
¿Los
somníferos? –la miró Maca con los ojos
entrecerrados-. ¿Y para qué?
-
Venga
ya, Maca… ¿para qué va a ser? –le dijo Esther, no podía creer que se comportara
como una niña pequeña-. Si te los mandó fue por algo. Así que venga, ¿dónde
están?
A Maca no le hacía nada de gracia tener que
ceder en aquel punto, pues si se los tomaba en menos de una hora estaría
dormida y no podría disfrutar de su compañía. Aún así cedió.
-
Están
en la cocina, en el estante donde están los vasos –le dijo Maca-.
-
Buena
chica… -sonrió Esther. Maca dejó caer la cabeza sobre su mano. Era increíble
que se dejara doblegar por una mocosa como ella, pero inexplicablemente lo
hacía, frunció el gesto-. ¿Con agua? ¿o te preparo algo?
Le gritó Esther desde la cocina.
-
Con
agua –le respondió Maca resignada-.
En menos de cinco minutos tenía frente a sí a
Esther con la pastilla en una mano y el vaso de agua en la otra. Maca la miró
como diciéndole “te odio”, a lo que Esther le respondió con otra de sus sonrisas.
Sin rechistar se la tomó y volvieron a sentarse en el sofá para ver una
película. Como Maca había pronosticado, en menos de una hora empezó a quedarse
dormida frente al televisor. Esther aprovechó que aún no estaba profundamente
metida en el sueño para convencerla de trasladarla hasta la cama. Maca se dejó
guiar sin enterarse muy bien de lo que pasaba. Esther se quedó observándola
dormida tanto rato que cuando intentó dormirse, no podía dejar de pensar en las
líneas que trazarían su sereno pero agotado rostro.
---
Un sonido de lamento despertó a Esther. Miró
el reloj, y vio que eran las cuatro de la madrugada “uf… ha debido ser un
sueño” pensó volviendo a cerrar los ojos pues hacía poco que había conseguido
quedarse dormida y estaba muerta. De pronto escuchó la agitación de sábanas y
un nuevo quejido. Esther se dio cuenta de lo que pasaba, no había sido un
sueño, Maca estaba teniendo una pesadilla. Se levantó del sofá y fue hasta la
cama.
-
No…
no por favor… -Maca hablaba en sueños-.
Al acercarse Esther se dio cuenta de que Maca
estaba empapada en sudor. Iba a despertarla cuando se acordó de la pastilla, su
madre le había dicho que no era bueno despertar a alguien medicado de golpe, se
detuvo.
- Por favor… ¿por qué haces esto?... no… no
es cierto -Maca parecía estar sufriendo verdaderamente en el sueño, cada vez
estaba más agitada. Empezó a gimotear-… ¡Marta, noo!… -la voz se le quebraba en
la garganta-
Esther no supo soportarlo por más tiempo,
empezó a llamarla.
-
Maca,
Maca… despierta…
-
NO!!..
Di que no es cierto… ¿por qué?... –el lamento de Maca era real-.
Esther empezó a zarandearla de un hombro.
-
Maca,
despierta…. Estás soñando… despierta –la agitó un poco más Esther hasta que
consiguió que abriera los ojos-.
-
¡NOOOOO!!!
–Maca se incorporó de golpe, el corazón se le salía por la boca-.
-
Tranquila,
no pasa nada… era sólo una pesadilla –musitó Esther aún preocupada por ella-.
Maca la miró confundida y exaltada. Esther le
apartó el pelo mojado de la cara. ¿Así que a eso se refería Claudia cuando le
había mencionado que pasaba mal las noches?
-
¿Qué..?
–Maca estaba aturdida. Echó un vistazo a la habitación, y recordó dónde estaba,
volvió a mirar a Esther… se situó-.
-
Túmbate
–musitó Esther suavemente, y con delicadeza empujó a Maca hacia la cama.
Ésta se dejó recostar aún con el corazón
subido de pulsaciones y la respiración agitada. Esther cogió una toallita
húmeda de su neceser y le refrescó la cara, Maca cerró los ojos al sentir aquel
frescor y perfume reconfortante en su rostro.
-
Lo
siento, te he despertado –se disculpó Maca ya más centrada. Con el sopor del
medicamento le había costado focalizar la realidad completa-.
-
No
te preocupes, ¿estás mejor? –le preguntó Esther ya desechando la toallita-
-
Sí
–le contestó Maca, sentía todo el cuerpo pesado y dolorido, cerró los párpados
porque le exigía bastante esfuerzo tenerlos abiertos aún-.
Esther la observó en silencio, parecía
agotada y en el borde de sus ojos había aún rastros de lágrimas ya secas.
¿Quién sería aquella Marta? Esther se obligó a no pensar en eso ahora, lo
importante era que Maca estaba mejor, tenía que descansar.
-
Intenta
dormir un poco más… -le susurró Esther pensando que Maca ya estaba cogiendo de
nuevo el sueño, y se dispuso a levantarse para volver al sofá-.
-
Espera…
-Maca acertó a cogerla de la muñeca cuando Esther se estaba incorporando. Se
giró para mirarla-… quédate. No… no quiero dormir sola –le pidió, pero era más un
ruego-.
Esther sintió que le temblaba todo el cuerpo
bajo su mirada. Había tanta tristeza en ella que Esther sintió un deseo
irrefrenable de hacer que desapareciera, no quería verla así. Volvió a la cama.
-
Hazme
un hueco –le dijo, y sonrió para calmar a Maca-.
Maca asintió agradecida con la cabeza y ocupó
el otro lado de la cama para que Esther se tumbara. Durante unos segundos las
dos permanecieron de lado mirándose.
-
¿Quieres
hablar de ello? –le preguntó Esther, Maca aún parecía inquieta-.
-
No,
ahora no… perdona -le contestó, la respiración se le agitó con el recuerdo-.
-
No
te disculpes, por mí está bien –le susurró Esther con tranquilidad. Maca volvió
a quedarse en silencio, mirándola. Esther pudo notar su lucha entre los efectos
del somnífero y el temor a caer encerrada de nuevo en aquella pesadilla-. Anda
ven… ven aquí –le dijo abriendo los brazos, invitándola-.
Maca dudó. No estaba segura de que abusar de
ella de aquel modo fuera correcto.
-
Estará
bien… anda ven –leyó sus dudas Esther y la atrajo cogiéndola de un brazo para
que dejara de resistirse-.
Maca se dejó arrastrar por ella una vez más,
y pronto se vio rodeada por su abrazo. En cuando su cabeza fue acogida entre el
pecho y el hombro de Esther, su olor a inocencia le devolvió la tranquilidad, dejó
que la pastilla le venciera y cerró los ojos. Esther la besó en la cabeza y la
acunó con cariño. Había descubierto que bajo ningún pretexto quería que
sufriera. Maca no tardó en rendirse a la calidez que el refugio del abrazo y cuerpo
de Esther le brindaban, ella en cambio tardó un poco más en conciliar su sueño.
Los sentimientos que ambas sentían por la otra eran demasiado profundos para
seguir empeñándose en aplacarlos. Las dos necesitaban estar cerca independientemente
de su deseo físico.
---
38
Maca fue la primera en despertar, y en cuanto
vio quién estaba entre sus brazos, el corazón se le agitó asustado para luego
írsele calmando realmente feliz de que fuera ella. Durante un rato se permitió
seguir abrazando a Esther por la espalda, su rostro sereno sobre la almohada
era un regalo inesperado que realmente apreciaba. Mientras su olor la envolvía,
su respiración tranquila la acunaba y su tibieza la reconfortaba, se dio cuenta
de que por mucho que quisiera, y no era el caso, jamás podría renunciar a ella.
No era sólo porque la oscuridad se hubiera abalanzado sobre Maca en cuanto la
había alejado, sino porque ella misma se resistía a no ser capaz de perdonar,
de perdonarse, de seguir adelante y algún día, quizá con un poco de suerte,
poder merecer lo que aquella “niña” había visto en ella, ser el tipo de persona
que hiciera realidad sus sueños. Tenían que hablar. Era hora de abrir aquella puerta
sepultada que había vuelto a dar la cara derrumbando nuevamente su vida.
---
El olor a café penetró en su olfato como un
invitado bien recibido. Esther abrió los ojos, y la luz atenuada por una
cortina de gasa azul y negra le devolvió el saludo de la mañana. Se desperezó
un poco en la cama y se dio cuenta de que estaba sola. Seguramente Maca era la
causa de aquel aroma a café que circulaba por el aire. “Maca” musitó Esther en
su cabeza mientras recordaba la angustia de su rostro mientras estaba soñando.
Esther la había abrazado durante gran parte del resto de la noche, y había sido
partícipe de otros dos instantes de agitación en los que los malos sueños
trataron nuevamente de apoderarse de ella, pero por suerte no lo consiguieron. Estaba
preocupada, aquella sensación de no conocer realmente a Maca empezaba a inquietarla.
Se levantó. Desde que se habían besado, Esther no había dejado de darle vueltas
a aquellas preguntas que Maca le había formulado aquella noche mientras un lazo
estrecho como el deseo las había envuelto por unos minutos, preguntas
íntimamente ligadas a un miedo que Esther empezaba a sospechar también ligado a
las pesadillas que estaba teniendo Maca últimamente. Ya no quería pensar,
pensar conllevaba hacerse más preguntas de las que su cabeza era capaz de
responder, conllevaba dudas, temores a los que no estaba acostumbrada y que habían
hecho que apartara los ojos momentáneamente de Maca encontrando mil excusas
creíbles con tal de fingir estar bien cuando lo único que realmente quería
hacer era seguir viéndola, mirarla siempre. No volvería a cerrar los ojos, no
volvería a apartarse de ella. ¿No podían ser pareja, novias, amantes?... a
Esther le entraba risa sólo de pensar en aquellas etiquetas, la relación que
ellas dos mantenían sólo con encontrarse cerca, ya era mucho más profunda e
inquietante que muchas de las ideas que sustentaban aquellos términos. Quizá
aquella fórmula no funcionara para ellas, quizá sus prisas por “atar” y aclarar
en voz alta lo que estaban teniendo y sintiendo entre las dos había hecho
saltar los “pilotos” luminosos equivocados… Esther se sintió mal de pronto, no
por tener prisa en mantener una relación con Maca, sino por el motivo por el
que la tenía y es que en septiembre se marcharía fuera del país y ni siquiera
había sido capaz de decírselo a Maca, su amiga, la persona de la que decía
estar enamorada… ¿a caso era eso justo? ¡No, no lo era tampoco! Maca había
tenido sus razones para detener el paso, y en ningún momento había negado lo
que sentía hacia Esther; ella también había tenido las suyas para acelerarlo
todo, quizá iba siendo hora de encontrar un ritmo adecuado para lo que ambas
sabían que existía. Era hora de empezar aquella otra fase en la que lo
quisieran o no, ya se encontraban.
---
-
¡Buenos
días! –saludó Esther nada más entrar en la cocina-.
Maca levantó la cabeza de sus apuntes y apartó
la taza de café de sus labios con prisas.
-
Buenos
días –respondió con algo de nerviosismo dejando a un lado todo excepto a
Esther-. ¿Quieres desayunar?
-
¡Me
muero de hambre! –reconoció Esther con una sonrisa mientras se frotaba la tripa-.
Maca se puso en pie para prepararle el
desayuno. Esther adelantó un par de pasos para decirle que no hacía falta.
-
Tranquila,
ya me lo preparo yo –le dijo Esther-.
-
¡No,
tú siéntate! –la detuvo Maca en el acto. Esther se quedó quieta en medio de su
recorrido, pues su voz había sido clara, firme y tajante. Maca debió darse
cuenta de ello, pues en un segundo volvió a girarse hacia Esther y añadió-.
Sólo… -Maca suspiró, ni siquiera entendía porque con Esther se ponía tan nerviosa.
Parecía una colegiala cuando la tenía cerca, era de locos. Le sonrió-… me
apetece preparártelo yo ¿vale? –le explicó sin más-.
-
Vale
–musitó Esther que se quedó sin poder reaccionar durante unos instantes
hipnotizada por sus ojos, por su sonrisa tímida-.
-
¿Tostadas,
galletas o…? -Maca hizo un rápido chequeo de lo que tenía en la despensa. Había
querido bajar a comprar algo de bollería, pero le había sido imposible alejarse
de ella más de dos metros-. Tengo cereales y esto que trajo Claudia que son
como magdalenas, pero no lo son. ¿Qué te apetece?
-
¿Tienes
cola-cao? –le preguntó Esther, Maca se giró para mirarla consternada y algo
sorprendida. Ella hacía años y años que no tomaba leche con cacao, pero al
parecer Esther si lo hacía cuando estaba en casa-.
-
No
–dijo- Pero si quieres voy y lo compro en un momento. Hay una tienda de 24
horas ahí al lado.
-
Jajaja…
Ni hablar. Entonces café con leche y tostadas estará bien –pidió Esther
sentándose a la mesa sin dejar de mirarla-.
-
¿Seguro?
–le preguntó Maca y Esther asintió con una sonrisa-. Vale.
Durante unos minutos Maca se dispuso a
trastear en la cocina bajo la mirada de Esther. De forma natural las dos
guardaron silencio. A Maca no le gustaba empezar el día con demasiado jaleo, y
por lo que parecía a Esther tampoco así que no hubo incomodidad ni conversación
de rigor durante el proceso. Maca le acercó el desayuno a la mesa.
-
¿Con
qué quieres la tostada? –le preguntó Maca-.
-
Aceite
–contestó Esther poniéndose ya las cucharadas de azúcar en el café con leche-.
Maca también se lo acercó y se sentó frente a
ella con una nueva taza de café en la mano.
-
¿Tú
ya has comido algo? –le preguntó Esther. Aquel hábito suyo de tomar exceso de
café no le parecía ni lo más apropiado en su estado de agotamiento ni mucho
menos lo más sano-.
-
Sí,
tranquila. Me tomé una tostada al levantarme y éste sólo es el segundo -le contestó Maca leyendo las entrelineas de
su pregunta-.
Esther hizo un gesto casi imperceptible de
aprobación con la cabeza, y Maca no pudo evitar reírse. ¿Cómo habían llegado a
aquello?
-
¿De
que te ríes? –le preguntó Esther dándole un mordisco al pan-.
Maca apoyó su codo en la mesa, y dejó
descansar la cara en su mano mientras la miraba.
-
De
esto, de la situación –le dijo Maca, pero Esther enarcó una ceja como
pidiéndole que se explicara mejor-. Digamos que no suelo ser del tipo de persona
que deja que la cuiden. Se me hace raro tenerte aquí, entre mis cosas… ver como
te has hecho con todo como si nada, la verdad es que es algo que me espantaría
y desaprobaría viniendo de cualquier otra persona.
-
¿Pero
no de mí? –preguntó Esther con cautela, aunque la mirada de Maca ya le daba
todas las respuestas-.
-
No,
no de ti –le contestó Maca con una sonrisa-.
Esther se obligó a apartar la mirada de su
boca después de unos segundos, y volvió a tomar su tostada para distraer a la
mariposa, que en su caso más bien parecía una mosca cojonera acorralada
zumbándole a toda pastilla, en su estómago.
-
Así
que no sueles dejar que te cuiden, eres autosuficiente ¿eh? –Esther se decidió
a proseguir por aquel hilo de conversación. La verdad era que Maca, cuando
estaba con ella, siempre era una persona alegre, sociable aunque muy correcta.
Segura, audaz... tierna. A veces le era muy difícil conciliar la visión que
tenía de ella con la del pub y rompecorazones sin ataduras que había escuchado
no por Claudia, sino más bien por Eva y por Alex. Quería saber porqué había dos
mundos en Maca-.
-
Suelo
serlo, sí –le dijo Maca con una sonrisa sin importancia, aunque sabía que
Esther estaba tratando de tener una conversación más profunda-.
-
¿Y
a qué se debe? La gente suele pecar más bien por exceso que por defecto, quiero
decir que, la mayoría solemos preferir ser un poco egoístas y que nos mimen si
se puede –le dijo Esther, y se obligó a seguir terminándose el desayuno para
aparentar que era una conversación casual-.
-
Supongo
que sí, pero del mundo del que yo vengo mostrar las debilidades no está muy bien
visto que digamos –soltó Maca y volvió a tomar la taza de café en sus manos, se
tensó un poco-.
-
Hablas
de tu familia ¿no? –Esther siguió-.
-
Que
palabra tan grande para algo tan vacío –musitó Maca hacia el fondo de su taza,
luego levantó la cabeza y se topó con los ojos de Esther que la observaban, que
realmente la “miraban”. Suspiró y dejó la taza otra vez sobre la mesa, estaba
claro que estaban abriendo puertas, se lo debía-. Crecer entre una familia como
la mía es como vivir en una función permanente, donde nada termina ni nada es
real hasta que el telón no baja, y créeme… al cabo de un tiempo, el telón nunca
lo hace –empezó a explicarle Maca. Esther no dijo nada, quería seguir
escuchándola-. Es una familia de esas en las que las apariencias y los roles
sociales se anteponen a todo lo demás ¿entiendes?
-
Sí,
me puedo hacer una idea –le contestó Esther. Sabía que Maca no recibía ayuda de
ellos para la carrera porque no aprobaban que se alejara del negocio familiar,
aquello explicaba que Maca tuviera que trabajar a pesar de venir de una familia
adinerada. Sólo se hacían cargo de aquel piso que era propiedad de los Wilson y
de los vehículos que empleaba Maca, pero también sabía que aquella concesión
era más por guardar una apariencia social que una concesión hacia su hija.
Según Maca, su madre jamás permitiría que conviviera con compañeras de facultad
como cualquier universitaria viniendo de la familia de la que venía-.
¿Prefieren cerrar los ojos a los problemas, no?
-
Jajaja…
-Maca se rió, aquello era un modo bastante suave para describir la reacción de
su familia en esos casos-, si, podríamos decirlo así.
-
Debe
ser duro haber crecido en una familia así –dijo Esther tomando un sorbo de su
café con leche. No sabía muy bien cómo descifrar la cara que tenía Maca en
aquellos momentos-.
-
En
realidad yo tuve suerte comparado con mis tres hermanos –le contó Maca-. Al ser
la pequeña y encima la única chica, conseguí cosas que para ellos hubieran sido
impensables.
-
¿Cómo
qué? –quiso saber Esther-.
-
Pues
como ir a la escuela pública o el instituto cerca de mi casa en lugar de en
centros privados para pequeños ricos malcriados –le contestó Maca-.
-
Ahh!
Yo, pensé que habías cursado tus estudios secundarios en un internado privado
aquí en Madrid por lo que hablaste un día con Claudia –le dijo Esther, ahora
confundida con aquella nueva información-.
-
Sí,
es cierto –tuvo que reconocerle Maca. No se acordaba de que Esther hubiera sido
partícipe de aquella conversación-.
Esther la miró con un “no entiendo” plasmado
en la frente.
-
Pero
acabas de decir que el instituto… -Esther quiso saber de ella-.
-
Me
mandaron a un internado en Madrid cuando cumplí los dieciséis. Sólo estuve allí
dos años, y bueno, luego me quedé en la facultad claro –Maca empezó a mostrarse
inquieta. Se levantó a dejar su taza en el fregaplatos-.
-
Pues
que jodido ¿no? Cambiar en pleno bachiller de centro y también de ciudad no es
precisamente lo más recomendable de cara a la selectividad. ¿Cómo es que
quisiste hacerlo? –Esther no lo vio venir, simplemente comentó y se encontró en
mitad de algo tabú de repente-.
Ante el silencio Esther levantó la mirada de
su taza y se encontró con que Maca seguía de espaldas a ella mirando al fondo
del fregaplatos.
-
Maca
–la llamó Esther al cabo de unos instantes-.
Maca guardó unos segundos más de silencio, y
Esther empezó a inquietarse, de pronto habló.
-
¿Te
apetece que salgamos? Conozco un rinconcito con una laguna increíble a las
afueras. Podíamos ir y comer en plan picnic si quieres –le dijo Maca abriendo
el grifo del agua-.
“¿Está cambiándome de tema?” se preguntó
Esther transpuesta. No sabía muy bien lo que habían dicho, lo que había pasado,
pero era algo que claramente incomodaba a Maca.
-
Claro,
por mí fantástico –le contestó Esther sin saber como reaccionar-.
Maca cerró el grifo de nuevo y se giró hacia
ella. Esther la observó como si de pronto hubiera otra Maca más.
-
Genial.
Voy a preparar algo de comer mientras tú te cambias –anunció Maca luciendo una
expresión que Esther no le conocía. Por mucho que Maca hubiera sonreído antes
de abalanzarse a la despensa y al frigorífico, aquella máscara no tenía nada
que ver con sus verdaderos sentimientos. Aquel sin duda, debía ser el telón del
que Maca había hablado apenas unos minutos antes.
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