lunes, 1 de octubre de 2012

Dibujada en mi mente -Cap 37 y 38-



“DIBUJADA EN MI MENTE"
(Fanfic escrito para el foro Maca&Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.



37


Como había dispuesto Esther, prepararon algo en la cocina y cenaron reportando las últimas novedades que habían sufrido. Esther por supuesto, era la que más hablaba tratando de distraer a Maca, que reía por sus anécdotas estudiantiles  y su modo de contarlas. Le era tan fácil estar a su lado. Tras una extensa sobremesa los temas se agotaban, y cómo no pensaban salir, decidieron ponerse cómodas por lo que cada una se turnó en el baño para ponerse el pijama. Cuando Maca salió, Esther ya estaba encima del sofá esperándola con las películas.

-       ¿Acción o comedia? –le preguntó Esther poniéndose de rodillas sobre el sofá y enseñándole un abanico de DVD’s en cada mano-.
-       ¿Comedia romántica? –preguntó Maca con una sonrisa sabiendo que era uno de los géneros que a Esther más le gustaban, pues habían ido un par de veces al cine a ver algún estreno-.
-       No, esas no me atreví a traerlas –dijo Esther con sinceridad haciendo un mohín con la cara-.

Maca se puso roja en un segundo al darse cuenta que lo había hecho para evitar tentaciones. El recuerdo de aquellos dos únicos besos que se habían dado  reapareció en su mente sólo con aquella mera mención.

-       Pero he traído alguna de Jackie Chan, una de acción alpinista, esta es… mmm.. en plan thriller psicológico… -Esther hizo un repaso de las películas que había traído como si nada. Su capacidad para reconducir cualquier situación a un estado de tranquilidad y naturalidad era una de las cosas que a Maca más le gustaban de ella. Por un momento perdió el hilo de su conversación mientras la miraba-… ahhh… y los teatros de Lina Morgan.
-       ¡Los teatros de Lina Morgan!?? –Maca reaccionó al escuchar aquel punto-.
-       Sí, los tengo todos –le dijo Esther como si nada- ¡Me encantan! No puedo evitar reírme en los mismos trozos, me los se de memoria.
-       Jajaja… pero si tú eres una baby para que te pillara Lina Morgan –la hizo reír Esther con aquello. De veras que la sorprendía con las cosas más variopintas en el momento menos esperado-.
-       Bueno, a mi madre le encantan así que las veíamos juntas muchas noches cuando era pequeña –le confesó Esther rascándose la cabeza en un gesto un poco de vergüenza tras ver cómo Maca se había reído con sus gustos escénicos-. Bueno, y aún a veces –se vio en la obligación de apuntar Esther, y ahí si se puso roja-.

A Maca le pareció encantadora, además de… preciosa. Apartó los ojos de ella en el mismo momento que se dio cuenta que sus pensamientos se desviaban de lo estipulado como correcto y fue hacia el sofá. Esther vio como cogía asiento en la otra punta del sofá, ya contaba con ello así que no le dio mucha importancia, sabía que era mejor así.

-       ¿Entonces qué? ¿por cuál empezamos? –le insistió Esther, ella ya había hecho bastante, ahora le tocaba poner de su parte a Maca y por lo menos decidir la película. Se moría por tener algo con lo que distraerse, el pantalón negro de woman secret que llevaba puesto Maca no le había pasado desapercibido y mucho menos aquella camiseta naranja de manga corta que hacía que su pecho se marcara. Para estar en pijama, a Esther le resultaba demasiado atractiva-.
-       Mmm… -Maca echó un repaso a las carátulas de cerca y finalmente se decidió por una-… por esta –conocía bastante bien a Esther para saber que no le valdría un “la que tú quieras” o “me da igual, decide tú”, así que eligió con decisión-.

La sonrisa de Esther no tardó en premiar el que Maca eligiera algo por voluntad propia y no por complacer los gustos de ella.  Pegó un salto del sofá dejando el resto de carátulas en la mesita que había entre éste y el televisor, luego se arrodilló en el suelo frente al DVD.

-       ¿No la has visto? ¡Es genial, ya verás! Hay unas escenas de acción en las alturas que son una pasada –le dijo Esther mientras introducía el DVD y le daba al play-.

Maca no la perdió de vista ni un sólo instante. Su energía era capaz de llenar por entero toda la casa. Maca no se había dado cuenta de lo vacío y frío que realmente era su apartamento, hasta que no la había visto deambular entre sus cosas. Esther volvió a su asiento y trasteó por un rato los mandos sin dar con el canal del DVD. Maca sonrió. En menos y nada se había hecho dueña de todo.

-       No doy con el canal, ¿Maca cual…? –Esther estaba tan enfrascada en poner la película que ni se había percatado de lo que pensaría Maca, pero en cuanto se vio reflejada en sus ojos lo supo con certeza. Un calor recientemente conocido la inundó de nuevo-.

Durante un segundo ambas se miraron, calladas. Hasta que Maca reaccionó, y cogió el mando que se había quedado a medio camino entre ella y Esther.

-       Le tienes que dar a este botón –dijo Maca apretándolo a la vez que carraspeaba. “Idiota, no te quedes embobada mirándola. ¡Serás idiota!” se reprochó a sí misma, pues no estaba bien haber sido la que había impuesto aquella distancia y ahora quedársela mirando de aquella forma-. ¿Ves?, ya está.

Esther dejó de mirarla para centrarse en la pantalla, “¿por qué las mujeres tenemos que ser tan complicadas?” pensó mientras trataba de aplacar aquella vibración constante que sentía por todo el cuerpo antes de que se convirtiera en un terremoto incontenible. Por suerte para ambas, la acción de la trama las mantuvo a salvo durante otro par de horas.

-       Uffff… que tensión hasta el final ¿no? –dijo Maca tras ver la palabra fin en la pantalla-.
-       Sí, ¿te ha gustado? –le preguntó Esther sonriente-.
-       Sí, la verdad es que sí. ¿Cuál vemos ahora? –preguntó Maca animada, estar con Esther así le gustaba demasiado como para pensar en que terminara el día-.

Esther se puso en pie y estiró su pequeño cuerpo hacia el techo, había estado en tensión no sólo por la trama sino también porque le era muy difícil resistirse a mirar a Maca de reojo y desear estar cerca de ella tumbada. Maca no pudo evitar fijarse en su abdomen cándido cuando la camiseta de tirantes se le subió hasta el reborde de la última costilla. Le encantaría tocarlo.

-       Mmm… estaba encogida de tanto sobresalto –dijo Esther después de estirarse-. ¿Qué tal una más tranquilita?... vamos a ver…. ¿esta, por ejemplo? ¿la has visto?

Esther se volvió hacia Maca justo en ese instante, el modo en que la estaba mirando no era sano, “ni justo” pensó.

-       Maca –la llamó Esther-, ¿en qué piensas?

Maca se sorprendió por la pregunta, dio un bote.

-       En nada, ¿por? –le contestó Maca tratando de disimular lo máximo posible-.

Esther se quedó mirándola con el interrogante todavía en el rostro, pensando que negándolo nunca llegarían a ningún sitio. Luego se obligó a recordar que estaba allí para tranquilizarla y asegurarse de que descansaba, y no para alterarla más todavía. Desistió de su arrebato de franqueza.

-       Por nada, déjalo –contestó Esther y se dispuso a cambiar un DVD por otro-.

Maca suspiró, sabía que Esther se había dado cuenta de cómo la miraba, pero ¿qué podía decirle? Era ella la que había dicho “no” a mantener una relación más íntima entre las dos, ahora no podía estar confundiéndola a cada minuto. “Idiota” se llamó a sí misma.

-       Por cierto, antes de que nos pongamos a verla, me tienes que decir dónde están los somníferos que te recetó Cruz –le dijo Esther ya colocando el pause, tenía preparada la película-.
-       ¿Los somníferos?  –la miró Maca con los ojos entrecerrados-. ¿Y para qué?
-       Venga ya, Maca… ¿para qué va a ser? –le dijo Esther, no podía creer que se comportara como una niña pequeña-. Si te los mandó fue por algo. Así que venga, ¿dónde están?

A Maca no le hacía nada de gracia tener que ceder en aquel punto, pues si se los tomaba en menos de una hora estaría dormida y no podría disfrutar de su compañía. Aún así cedió.

-       Están en la cocina, en el estante donde están los vasos –le dijo Maca-.
-       Buena chica… -sonrió Esther. Maca dejó caer la cabeza sobre su mano. Era increíble que se dejara doblegar por una mocosa como ella, pero inexplicablemente lo hacía, frunció el gesto-. ¿Con agua? ¿o te preparo algo?

Le gritó Esther desde la cocina.

-       Con agua –le respondió Maca resignada-.

En menos de cinco minutos tenía frente a sí a Esther con la pastilla en una mano y el vaso de agua en la otra. Maca la miró como diciéndole “te odio”, a lo que Esther le respondió con otra de sus sonrisas. Sin rechistar se la tomó y volvieron a sentarse en el sofá para ver una película. Como Maca había pronosticado, en menos de una hora empezó a quedarse dormida frente al televisor. Esther aprovechó que aún no estaba profundamente metida en el sueño para convencerla de trasladarla hasta la cama. Maca se dejó guiar sin enterarse muy bien de lo que pasaba. Esther se quedó observándola dormida tanto rato que cuando intentó dormirse, no podía dejar de pensar en las líneas que trazarían su sereno pero agotado rostro.
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Un sonido de lamento despertó a Esther. Miró el reloj, y vio que eran las cuatro de la madrugada “uf… ha debido ser un sueño” pensó volviendo a cerrar los ojos pues hacía poco que había conseguido quedarse dormida y estaba muerta. De pronto escuchó la agitación de sábanas y un nuevo quejido. Esther se dio cuenta de lo que pasaba, no había sido un sueño, Maca estaba teniendo una pesadilla. Se levantó del sofá y fue hasta la cama.

-       No… no por favor… -Maca hablaba en sueños-.

Al acercarse Esther se dio cuenta de que Maca estaba empapada en sudor. Iba a despertarla cuando se acordó de la pastilla, su madre le había dicho que no era bueno despertar a alguien medicado de golpe, se detuvo.

- Por favor… ¿por qué haces esto?... no… no es cierto -Maca parecía estar sufriendo verdaderamente en el sueño, cada vez estaba más agitada. Empezó a gimotear-… ¡Marta, noo!… -la voz se le quebraba en la garganta-
                                           
Esther no supo soportarlo por más tiempo, empezó a llamarla.

-       Maca, Maca… despierta…
-       NO!!.. Di que no es cierto… ¿por qué?... –el lamento de Maca era real-.

Esther empezó a zarandearla de un hombro.

-       Maca, despierta…. Estás soñando… despierta –la agitó un poco más Esther hasta que consiguió que abriera los ojos-.
-       ¡NOOOOO!!! –Maca se incorporó de golpe, el corazón se le salía por la boca-.
-       Tranquila, no pasa nada… era sólo una pesadilla –musitó Esther aún preocupada por ella-.

Maca la miró confundida y exaltada. Esther le apartó el pelo mojado de la cara. ¿Así que a eso se refería Claudia cuando le había mencionado que pasaba mal las noches?

-       ¿Qué..? –Maca estaba aturdida. Echó un vistazo a la habitación, y recordó dónde estaba, volvió a mirar a Esther… se situó-.
-       Túmbate –musitó Esther suavemente, y con delicadeza empujó a Maca hacia la cama.

Ésta se dejó recostar aún con el corazón subido de pulsaciones y la respiración agitada. Esther cogió una toallita húmeda de su neceser y le refrescó la cara, Maca cerró los ojos al sentir aquel frescor y perfume reconfortante en su rostro.

-       Lo siento, te he despertado –se disculpó Maca ya más centrada. Con el sopor del medicamento le había costado focalizar la realidad completa-.
-       No te preocupes, ¿estás mejor? –le preguntó Esther ya desechando la toallita-
-       Sí –le contestó Maca, sentía todo el cuerpo pesado y dolorido, cerró los párpados porque le exigía bastante esfuerzo tenerlos abiertos aún-.

Esther la observó en silencio, parecía agotada y en el borde de sus ojos había aún rastros de lágrimas ya secas. ¿Quién sería aquella Marta? Esther se obligó a no pensar en eso ahora, lo importante era que Maca estaba mejor, tenía que descansar.

-       Intenta dormir un poco más… -le susurró Esther pensando que Maca ya estaba cogiendo de nuevo el sueño, y se dispuso a levantarse para volver al sofá-.
-       Espera… -Maca acertó a cogerla de la muñeca cuando Esther se estaba incorporando. Se giró para mirarla-… quédate. No… no quiero dormir sola –le pidió, pero era más un ruego-.

Esther sintió que le temblaba todo el cuerpo bajo su mirada. Había tanta tristeza en ella que Esther sintió un deseo irrefrenable de hacer que desapareciera, no quería verla así. Volvió a la cama.

-       Hazme un hueco –le dijo, y sonrió para calmar a Maca-.

Maca asintió agradecida con la cabeza y ocupó el otro lado de la cama para que Esther se tumbara. Durante unos segundos las dos permanecieron de lado mirándose.

-       ¿Quieres hablar de ello? –le preguntó Esther, Maca aún parecía inquieta-.
-       No, ahora no… perdona -le contestó, la respiración se le agitó con el recuerdo-.
-       No te disculpes, por mí está bien –le susurró Esther con tranquilidad. Maca volvió a quedarse en silencio, mirándola. Esther pudo notar su lucha entre los efectos del somnífero y el temor a caer encerrada de nuevo en aquella pesadilla-. Anda ven… ven aquí –le dijo abriendo los brazos, invitándola-.

Maca dudó. No estaba segura de que abusar de ella de aquel modo fuera correcto.

-       Estará bien… anda ven –leyó sus dudas Esther y la atrajo cogiéndola de un brazo para que dejara de resistirse-.

Maca se dejó arrastrar por ella una vez más, y pronto se vio rodeada por su abrazo. En cuando su cabeza fue acogida entre el pecho y el hombro de Esther, su olor a inocencia le devolvió la tranquilidad, dejó que la pastilla le venciera y cerró los ojos. Esther la besó en la cabeza y la acunó con cariño. Había descubierto que bajo ningún pretexto quería que sufriera. Maca no tardó en rendirse a la calidez que el refugio del abrazo y cuerpo de Esther le brindaban, ella en cambio tardó un poco más en conciliar su sueño. Los sentimientos que ambas sentían por la otra eran demasiado profundos para seguir empeñándose en aplacarlos. Las dos necesitaban estar cerca independientemente de su deseo físico.
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38

Maca fue la primera en despertar, y en cuanto vio quién estaba entre sus brazos, el corazón se le agitó asustado para luego írsele calmando realmente feliz de que fuera ella. Durante un rato se permitió seguir abrazando a Esther por la espalda, su rostro sereno sobre la almohada era un regalo inesperado que realmente apreciaba. Mientras su olor la envolvía, su respiración tranquila la acunaba y su tibieza la reconfortaba, se dio cuenta de que por mucho que quisiera, y no era el caso, jamás podría renunciar a ella. No era sólo porque la oscuridad se hubiera abalanzado sobre Maca en cuanto la había alejado, sino porque ella misma se resistía a no ser capaz de perdonar, de perdonarse, de seguir adelante y algún día, quizá con un poco de suerte, poder merecer lo que aquella “niña” había visto en ella, ser el tipo de persona que hiciera realidad sus sueños. Tenían que hablar. Era hora de abrir aquella puerta sepultada que había vuelto a dar la cara derrumbando nuevamente su vida.

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El olor a café penetró en su olfato como un invitado bien recibido. Esther abrió los ojos, y la luz atenuada por una cortina de gasa azul y negra le devolvió el saludo de la mañana. Se desperezó un poco en la cama y se dio cuenta de que estaba sola. Seguramente Maca era la causa de aquel aroma a café que circulaba por el aire. “Maca” musitó Esther en su cabeza mientras recordaba la angustia de su rostro mientras estaba soñando. Esther la había abrazado durante gran parte del resto de la noche, y había sido partícipe de otros dos instantes de agitación en los que los malos sueños trataron nuevamente de apoderarse de ella, pero por suerte no lo consiguieron. Estaba preocupada, aquella sensación de no conocer realmente a Maca empezaba a inquietarla. Se levantó. Desde que se habían besado, Esther no había dejado de darle vueltas a aquellas preguntas que Maca le había formulado aquella noche mientras un lazo estrecho como el deseo las había envuelto por unos minutos, preguntas íntimamente ligadas a un miedo que Esther empezaba a sospechar también ligado a las pesadillas que estaba teniendo Maca últimamente. Ya no quería pensar, pensar conllevaba hacerse más preguntas de las que su cabeza era capaz de responder, conllevaba dudas, temores a los que no estaba acostumbrada y que habían hecho que apartara los ojos momentáneamente de Maca encontrando mil excusas creíbles con tal de fingir estar bien cuando lo único que realmente quería hacer era seguir viéndola, mirarla siempre. No volvería a cerrar los ojos, no volvería a apartarse de ella. ¿No podían ser pareja, novias, amantes?... a Esther le entraba risa sólo de pensar en aquellas etiquetas, la relación que ellas dos mantenían sólo con encontrarse cerca, ya era mucho más profunda e inquietante que muchas de las ideas que sustentaban aquellos términos. Quizá aquella fórmula no funcionara para ellas, quizá sus prisas por “atar” y aclarar en voz alta lo que estaban teniendo y sintiendo entre las dos había hecho saltar los “pilotos” luminosos equivocados… Esther se sintió mal de pronto, no por tener prisa en mantener una relación con Maca, sino por el motivo por el que la tenía y es que en septiembre se marcharía fuera del país y ni siquiera había sido capaz de decírselo a Maca, su amiga, la persona de la que decía estar enamorada… ¿a caso era eso justo? ¡No, no lo era tampoco! Maca había tenido sus razones para detener el paso, y en ningún momento había negado lo que sentía hacia Esther; ella también había tenido las suyas para acelerarlo todo, quizá iba siendo hora de encontrar un ritmo adecuado para lo que ambas sabían que existía. Era hora de empezar aquella otra fase en la que lo quisieran o no, ya se encontraban.

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-       ¡Buenos días! –saludó Esther nada más entrar en la cocina-.

Maca levantó la cabeza de sus apuntes y apartó la taza de café de sus labios con prisas.

-       Buenos días –respondió con algo de nerviosismo dejando a un lado todo excepto a Esther-. ¿Quieres desayunar?
-       ¡Me muero de hambre! –reconoció Esther con una sonrisa mientras se frotaba la tripa-.

Maca se puso en pie para prepararle el desayuno. Esther adelantó un par de pasos para decirle que no hacía falta.

-       Tranquila, ya me lo preparo yo –le dijo Esther-.
-       ¡No, tú siéntate! –la detuvo Maca en el acto. Esther se quedó quieta en medio de su recorrido, pues su voz había sido clara, firme y tajante. Maca debió darse cuenta de ello, pues en un segundo volvió a girarse hacia Esther y añadió-. Sólo… -Maca suspiró, ni siquiera entendía porque con Esther se ponía tan nerviosa. Parecía una colegiala cuando la tenía cerca, era de locos. Le sonrió-… me apetece preparártelo yo ¿vale? –le explicó sin más-.
-       Vale –musitó Esther que se quedó sin poder reaccionar durante unos instantes hipnotizada por sus ojos, por su sonrisa tímida-.
-       ¿Tostadas, galletas o…? -Maca hizo un rápido chequeo de lo que tenía en la despensa. Había querido bajar a comprar algo de bollería, pero le había sido imposible alejarse de ella más de dos metros-. Tengo cereales y esto que trajo Claudia que son como magdalenas, pero no lo son. ¿Qué te apetece?
-       ¿Tienes cola-cao? –le preguntó Esther, Maca se giró para mirarla consternada y algo sorprendida. Ella hacía años y años que no tomaba leche con cacao, pero al parecer Esther si lo hacía cuando estaba en casa-.
-       No –dijo- Pero si quieres voy y lo compro en un momento. Hay una tienda de 24 horas ahí al lado.
-       Jajaja… Ni hablar. Entonces café con leche y tostadas estará bien –pidió Esther sentándose a la mesa sin dejar de mirarla-.
-       ¿Seguro? –le preguntó Maca y Esther asintió con una sonrisa-. Vale.

Durante unos minutos Maca se dispuso a trastear en la cocina bajo la mirada de Esther. De forma natural las dos guardaron silencio. A Maca no le gustaba empezar el día con demasiado jaleo, y por lo que parecía a Esther tampoco así que no hubo incomodidad ni conversación de rigor durante el proceso. Maca le acercó el desayuno a la mesa.

-       ¿Con qué quieres la tostada? –le preguntó Maca-.
-       Aceite –contestó Esther poniéndose ya las cucharadas de azúcar en el café con leche-.

Maca también se lo acercó y se sentó frente a ella con una nueva taza de café en la mano.

-       ¿Tú ya has comido algo? –le preguntó Esther. Aquel hábito suyo de tomar exceso de café no le parecía ni lo más apropiado en su estado de agotamiento ni mucho menos lo más sano-.
-       Sí, tranquila. Me tomé una tostada al levantarme y éste sólo es el segundo  -le contestó Maca leyendo las entrelineas de su pregunta-.

Esther hizo un gesto casi imperceptible de aprobación con la cabeza, y Maca no pudo evitar reírse. ¿Cómo habían llegado a aquello?

-       ¿De que te ríes? –le preguntó Esther dándole un mordisco al pan-.

Maca apoyó su codo en la mesa, y dejó descansar la cara en su mano mientras la miraba.

-       De esto, de la situación –le dijo Maca, pero Esther enarcó una ceja como pidiéndole que se explicara mejor-. Digamos que no suelo ser del tipo de persona que deja que la cuiden. Se me hace raro tenerte aquí, entre mis cosas… ver como te has hecho con todo como si nada, la verdad es que es algo que me espantaría y desaprobaría viniendo de cualquier otra persona.
-       ¿Pero no de mí? –preguntó Esther con cautela, aunque la mirada de Maca ya le daba todas las respuestas-.
-       No, no de ti –le contestó Maca con una sonrisa-.

Esther se obligó a apartar la mirada de su boca después de unos segundos, y volvió a tomar su tostada para distraer a la mariposa, que en su caso más bien parecía una mosca cojonera acorralada zumbándole a toda pastilla, en su estómago.

-       Así que no sueles dejar que te cuiden, eres autosuficiente ¿eh? –Esther se decidió a proseguir por aquel hilo de conversación. La verdad era que Maca, cuando estaba con ella, siempre era una persona alegre, sociable aunque muy correcta. Segura, audaz... tierna. A veces le era muy difícil conciliar la visión que tenía de ella con la del pub y rompecorazones sin ataduras que había escuchado no por Claudia, sino más bien por Eva y por Alex. Quería saber porqué había dos mundos en Maca-.
-       Suelo serlo, sí –le dijo Maca con una sonrisa sin importancia, aunque sabía que Esther estaba tratando de tener una conversación más profunda-.
-       ¿Y a qué se debe? La gente suele pecar más bien por exceso que por defecto, quiero decir que, la mayoría solemos preferir ser un poco egoístas y que nos mimen si se puede –le dijo Esther, y se obligó a seguir terminándose el desayuno para aparentar que era una conversación casual-.
-       Supongo que sí, pero del mundo del que yo vengo mostrar las debilidades no está muy bien visto que digamos –soltó Maca y volvió a tomar la taza de café en sus manos, se tensó un poco-.
-       Hablas de tu familia ¿no? –Esther siguió-.
-       Que palabra tan grande para algo tan vacío –musitó Maca hacia el fondo de su taza, luego levantó la cabeza y se topó con los ojos de Esther que la observaban, que realmente la “miraban”. Suspiró y dejó la taza otra vez sobre la mesa, estaba claro que estaban abriendo puertas, se lo debía-. Crecer entre una familia como la mía es como vivir en una función permanente, donde nada termina ni nada es real hasta que el telón no baja, y créeme… al cabo de un tiempo, el telón nunca lo hace –empezó a explicarle Maca. Esther no dijo nada, quería seguir escuchándola-. Es una familia de esas en las que las apariencias y los roles sociales se anteponen a todo lo demás ¿entiendes?
-       Sí, me puedo hacer una idea –le contestó Esther. Sabía que Maca no recibía ayuda de ellos para la carrera porque no aprobaban que se alejara del negocio familiar, aquello explicaba que Maca tuviera que trabajar a pesar de venir de una familia adinerada. Sólo se hacían cargo de aquel piso que era propiedad de los Wilson y de los vehículos que empleaba Maca, pero también sabía que aquella concesión era más por guardar una apariencia social que una concesión hacia su hija. Según Maca, su madre jamás permitiría que conviviera con compañeras de facultad como cualquier universitaria viniendo de la familia de la que venía-. ¿Prefieren cerrar los ojos a los problemas, no?
-       Jajaja… -Maca se rió, aquello era un modo bastante suave para describir la reacción de su familia en esos casos-, si, podríamos decirlo así.
-       Debe ser duro haber crecido en una familia así –dijo Esther tomando un sorbo de su café con leche. No sabía muy bien cómo descifrar la cara que tenía Maca en aquellos momentos-.
-       En realidad yo tuve suerte comparado con mis tres hermanos –le contó Maca-. Al ser la pequeña y encima la única chica, conseguí cosas que para ellos hubieran sido impensables.
-       ¿Cómo qué? –quiso saber Esther-.
-       Pues como ir a la escuela pública o el instituto cerca de mi casa en lugar de en centros privados para pequeños ricos malcriados –le contestó Maca-.
-       Ahh! Yo, pensé que habías cursado tus estudios secundarios en un internado privado aquí en Madrid por lo que hablaste un día con Claudia –le dijo Esther, ahora confundida con aquella nueva información-.
-       Sí, es cierto –tuvo que reconocerle Maca. No se acordaba de que Esther hubiera sido partícipe de aquella conversación-.

Esther la miró con un “no entiendo” plasmado en la frente.

-       Pero acabas de decir que el instituto… -Esther quiso saber de ella-.
-       Me mandaron a un internado en Madrid cuando cumplí los dieciséis. Sólo estuve allí dos años, y bueno, luego me quedé en la facultad claro –Maca empezó a mostrarse inquieta. Se levantó a dejar su taza en el fregaplatos-.
-       Pues que jodido ¿no? Cambiar en pleno bachiller de centro y también de ciudad no es precisamente lo más recomendable de cara a la selectividad. ¿Cómo es que quisiste hacerlo? –Esther no lo vio venir, simplemente comentó y se encontró en mitad de algo tabú de repente-.

Ante el silencio Esther levantó la mirada de su taza y se encontró con que Maca seguía de espaldas a ella mirando al fondo del fregaplatos.

-       Maca –la llamó Esther al cabo de unos instantes-.

Maca guardó unos segundos más de silencio, y Esther empezó a inquietarse, de pronto habló.

-       ¿Te apetece que salgamos? Conozco un rinconcito con una laguna increíble a las afueras. Podíamos ir y comer en plan picnic si quieres –le dijo Maca abriendo el grifo del agua-.

“¿Está cambiándome de tema?” se preguntó Esther transpuesta. No sabía muy bien lo que habían dicho, lo que había pasado, pero era algo que claramente incomodaba a Maca.

-       Claro, por mí fantástico –le contestó Esther sin saber como reaccionar-.

Maca cerró el grifo de nuevo y se giró hacia ella. Esther la observó como si de pronto hubiera otra Maca más.

-       Genial. Voy a preparar algo de comer mientras tú te cambias –anunció Maca luciendo una expresión que Esther no le conocía. Por mucho que Maca hubiera sonreído antes de abalanzarse a la despensa y al frigorífico, aquella máscara no tenía nada que ver con sus verdaderos sentimientos. Aquel sin duda, debía ser el telón del que Maca había hablado apenas unos minutos antes.

Continuará...

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