martes, 16 de octubre de 2012

Dibujada en mi mente -cap 47 y 48-




“DIBUJADA EN MI MENTE"
(Fanfic escrito para el foro Maca&Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.



47



El aire volvió a llenar sus maltratados pulmones en cuanto Maca la liberó del beso. A Esther le costó focalizarla después de aquel choque de titanes, pero en cuanto lo consiguió la reconfortante sonrisa de Maca la recompensó con creces.

-       ¡Ufff… vaya recibimiento! –exclamó Esther respirando hondo con un calor que le llegaba desde los pies hasta las puntas de las orejas-. Creo que voy a salir y entrar de nuevo para que lo repitas… -consiguió bromear Esther pasados unos instantes, he hizo el amago de volverse hacia la puerta con una sonrisa pícara-.
-       Jajaja…. tú no te mueves de aquí… -la interceptó Maca tirando de nuevo de ella, y Esther se embriagó casi inmediatamente de la forma en que la miraba-.

De pronto sus brazos se aferraban a la cintura opuesta en señal de mutuo anclaje y ambas sonreían.

-       ¿no quieres que me vaya? –le preguntó Esther-.
-       Mmmm… no, definitivamente no –le respondió Maca sabiendo que empezaban a jugar. Estar en la misma onda es lo que mejor se les había dado desde el principio-.
-       ¡¿Estás segura?! –a Esther le salió su vena más maliciosa, y arqueó una ceja para manifestarlo-… porque se te veía muy entretenida en la barra, de hecho creo que acabas de romper un corazón besándome aquí en medio.
-       ¡¡¿Sólo uno?!! –Maca fingió estar desolada ante la idea-
-       Jajaja… serás creída –la acusó Esther y le dio un azote en el trasero-.
-       Mmm… creo que puedo acostumbrarme a esto –le insinuó Maca maliciosamente ante el azote-.

Y Esther tuvo que controlarse para que no se le notara que se le había secado la boca de golpe cuando intentó retirar su mano de tan apetecible parte anatómica de Maca, y ésta se lo impidió invitándola a que metiera las manos en los bolsillos traseros de sus vaqueros. Esther se le quedó mirando interrogante, muy pegada a ella. Maca imitó su gesto como respuesta sin añadir ni una sola palabra, sin embargo ninguna pudo seguir jugando con aquello porque Laura y Eva empezaron a llamar sus atenciones y Maca tuvo que darle una tregua a Esther para saludar a sus amigas, que por cierto, ya iban bastante “contentitas”.
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Maca regresó a la barra tras pasar un rato con ellas. El ambiente empezó a despejarse un poco, y las chicas que aun querían seguir de fiesta empezaron a salir del local en busca de alguna discoteca u otros planes más apetecibles y personales que las mantuvieran despiertas. La DJ empezó a pinchar la tanda final de canciones lentas, y Esther fue en busca de Maca, no aguantaba más lejos de ella. Maca no la había perdido de vista mientras trabajaba, y sonrió cuando Esther tomó asiento en uno de los taburetes.

-       ¿Una copa? –le preguntó Maca-.
-       Si bebo algo más creo que entraré en zona amarilla y prefiero no hacerlo –le dijo Esther sonriendo-.
-       ¿En zona amarilla? –se interesó Maca por aquella historia-.
-       Sí, zona amarilla, la frontera entre estar algo “chisposa” y pasar directamente a estar “bebida” –le explicó Esther arrugando la nariz-. He tenido que hacer malabares para llegar medio “decente” ante ti, te lo aseguro.

Maca la recorrió con la mirada de arriba a bajo mientras Esther sostenía una sonrisa brillante al sentir el interés de su chica.

-       Yo diría que estás “más” que “decente”… -dijo Maca sonriendo coquetamente mientras se dejaba caer sobre la barra para acercarse más a Esther-.

Los ojos de Maca relampaguearon poniendo énfasis en cada sílaba de la frase y Esther tuvo que reconocer que cuando se lo proponía su tono de voz y sus gestos la convertían en la seducción personificada, era imposible escapar de ella. Al menos Esther, no podía.    

-       ¿Si? Gracias… por el contrario esta vista de ti empieza a ser bastante indecente… -apuntó Esther bajando los ojos desde la sonrisa de Maca a su escote, mucho más generoso ahora que se había apoyado en la barra-.

Maca ni siquiera se molestó en revisar el recorrido hacia donde los ojos de Esther se habían desviado aumentando sus temperaturas. Cuando Esther consiguió enfrentarse de nuevo a los ojos de Maca, su sonrisa había vuelto a mutar a un estado mucho más perturbador. Las dos se quedaron mirándose, hablando sin decir nada. Esther estaba segura de que el hervir de su sangre se reflejaba en su cara, estaban esperando demasiado, estaría aterrada ante el deseo que sentía sino fuera porque sus instintos más básicos a aquellas alturas de la semana ya casi la dominaban por entero en cuanto la tenían delante. Maca no estaba mucho mejor que ella, de hecho nunca se había sentido tan consciente y tan atormentadamente febril como lo estaba por Esther, y ya no podía más. Ya no podía seguir comportándose como una “niña buena”, ésta vez estaba dispuesta a no pisar el freno si Esther quería ir más lejos, y ella haría lo posible porque así fuera.

Esther vio a Maca salir de la barra. El corazón se puso a brincar inmediatamente en su pecho como si cada paso que Maca daba hacia ella fuera una descarga eléctrica. Contuvo el aliento.

-       Vamos a bailar –le dijo Maca cogiéndola de la mano, y Esther se levantó del taburete hipnotizada. Su voz apenas había sido un susurro ronco que puso boca a arriba las cartas que aventuraban el curso de la noche-.

Maca esperó a que empezara la siguiente canción sin soltarla de la mano, y cuando empezaron a sonar los primeros compases se giró para ponerse frente a ella y sonrió. A Esther le pareció mágica aquella escena. Su cabeza se llenó de una oscuridad con destellos diamantados en el fondo, y en el centro, con aura clara estaba su cara, sus ojos, sus labios rojos como las fresas y aquellos dientes… se dejaría morder por ella sin dudarlo. Tembló. Maca también lo hizo cuando la abrazó y Esther casi se arrojó hacia ella, tan pegadas que el calor de sus cuerpos se acompasó como si ambas fueran una. Maca cerró los ojos al sentir la suavidad de su tierna piel. Hundió la nariz en aquel cabello que a pesar de los ambientes corrompidos de humo en los que había estado aún tenía aquel olor tropical y la estrechó contra sí con más fuerza. Esther cercó también el abrazo entorno a la cintura de Maca mientras su mejilla descansaba en el hueco de su clavícula y su hombro. El olor tan particular del perfume y piel de Maca la hizo suspirar. Inconteniblemente la mano izquierda de Esther ascendió de la cintura de Maca hasta su hombro, y sus labios no pudieron contenerse y besaron el trozo de piel desnuda que la camiseta dejaba. Maca fue la siguiente en suspirar ante el gesto, y Esther no pudo evitar repetirlo. Los dedos de Maca se contrajeron sobre la camiseta de Esther cuando volvió a sentir el calor y humedad de aquellos labios. La música era demasiado sugerente, y la que ellas empezaron a sentir se convirtió en frenética, enfermiza y apasionada. Su separación duró apenas un instante, el tiempo justo de mirarse a los ojos y comprender lo que iba a pasar. Maca no supo quien de las dos dio el paso, pero sus bocas se juntaron y todo saltó por los aires. Sus pies empezaron a tropezar, las dos lucharon por respirar sin poder renunciar a seguir besándose mientras sus caderas se amoldaban en un baile muy particular. Cada caricia de sus lenguas era más profunda y más apremiante, y el sonido de sus jadeos empezó a competir con el murmullo de la música en sus cabezas. Arrastradas por aquella devastadora ola, terminaron por chocar contra uno de los pilares de la zona oscura de la sala. Esther jadeó al recibir el golpe contra su espalda, pero eso no impidió que continuara atrayendo a Maca sobre ella. La ropa empezó a desesperarla, no quería tener a Maca cerca, la quería dentro de sí y aquella verdad le hizo abrir los ojos y tomarse un segundo para respirar y contemplar su cara.

-       ¿Qué pasa? –preguntó sorprendida por la pausa Maca. Estaba sin aliento, y hacía un gran esfuerzo por sujetarse con una mano contra el pilar para no caer y aplastarla, sentía todas las articulaciones de su cuerpo como gelatina, especialmente sus rodillas. Esther guardó aquella imagen en su memoria. Aquel era el rostro de la “desconocida” a la que amaba con una intensidad inhumana-.
-       Nada… -contestó Esther y casi fue un gruñido, antes de atrapar el cuello de Maca y volver a reanudar sus besos-.

Maca se dejó arrastrar por aquella cálida tormenta. Apenas podía abrir los ojos, y estaba a punto de perder toda contención. Esther cada vez exigía más, y Maca pronto se vio dándoselo, sus piernas se entremezclaron, sus caderas se golpearon y las caricias de Maca sobre la ropa de Esther empezaron a sonsacarle roncos gemidos y sin alientos. De pronto no hubo suficiente, Esther clavó con brusquedad sus dedos en el culo de Maca y la aplastó con fuerza contra si haciéndola estallar.

-       Oh Dios mío!!! –gimió Maca totalmente cogida por sorpresa, y Esther apenas le dio un segundo para que respirara antes de volver a cazar su labio inferior con los dientes, morderla y volverla a besar-.

El cosquilleo entre las piernas de Maca se volvió insoportable. De pronto estaban haciendo el amor sin darse cuenta, y aquel flash de esclarecimiento hizo que a Maca se le viniera a la cabeza lo distinta que había sido su primera vez con Marta. Ellas habían estado nerviosas y asustadas a pesar de lo mucho que se querían, en cambio entre Esther y Maca no había habido ni un segundo de temor al precipicio, a lo nuevo, a lo distinto… se habían aferrado la una a la otra y se habían dejado caer por él sin importar cual fuera el final de aquel vacío.  Tan aterrador como inevitable.

La voz de la Dj anunciando el final de la noche las hizo dejar de besarse. No porque de pronto ya no se escuchara música, sino porque empezaron a encender las luces. Maca y Esther se quedaron quietas una frente a la otra, tratando de recomponerse mientras aún les faltaba el aire y sus labios deformados e increíblemente enrojecidos por la batalla delataban con creces lo que habían estado haciendo. Maca posó una mano en la mejilla acalorada de Esther que miraba al suelo tratando de serenar el ritmo acelerado de su corazón. En cuanto sintió el calor de aquella mano alzó sus ojos hacia ella. Maca sonrió.

-       ¿Estás bien? –quiso saber aunque sabía que ninguna de las dos lo estaba-.
-       Si te digo que me duele todo el cuerpo como si me hubieran dado una manta de palos, ¿te sorprendería? –le contestó Esther y Maca negó con la cabeza, luego tiró de ella hasta tenerla entre sus brazos-.

Esther se abrazó a su cintura de inmediato. Sólo estar cerca de ella reconfortaba su dolor. Maca besó su cabeza y la sujetó un buen rato mientras la gente iba saliendo, mientras ellas dos se recomponían de aquel fin devastador de luces y silencio.

-       ¿Tienes que dormir en casa esta noche? –le preguntó de pronto Maca, y Esther levantó la cabeza del hombro de Maca para mirarla-.
-       No, en casa de Eva –le contestó-.
-       ¿Prefieres venirte conmigo, a mi casa? –le preguntó Maca entonces, y a Esther se le dilataron tanto los ojos como el corazón-.
-       Sí, claro que sí –contestó Esther con tanta energía y felicidad, que a Maca se le dibujó de nuevo la sonrisa en la cara. Esther volvió a abrazarse a su cintura con fuerza, y Maca la estrechó a su vez inmensamente agradecida por el regalo de tener el amor de aquella niña-.

48

-       Tengo que ir a ayudar para el cierre, ¿me esperas fuera? –le preguntó Maca a Esther soltándola a su pesar-.
-       Sí. Voy a buscar a Eva y Laura para decirles que me voy contigo y te esperamos fuera –le respondió Esther mucho más animada-.

Maca tomó su cara delicadamente entre las manos y le dio un beso dulce y delicioso que hizo bombear el corazón de Esther nuevamente errático.

-       No te vayas muy lejos, tardaré lo menos posible –le dijo Maca y Esther sólo pudo asentir con la cabeza, pues cuando Maca la besaba de aquel modo tan dulce y considerado siempre la dejaba mucho más idiota-.

Maca se puso rumbo a la barra porque si no se ponían en marcha ya no podría alejarse de ella. Esther tardó unos segundos más en reaccionar, pero en cuanto lo hizo empezó a buscar a Laura y Eva por el local mucho más vacío ya. Por un momento pensó que estarían ya fuera, pues no se las veía por ningún lado y empezó a preocuparse. De pronto vio a una de las chicas que trabajaba allí golpeando en la puerta de los servicios…

-       Tenemos que cerrar… por favor, ir saliendo, esto no es un hotel –dijo-.

Y Esther sintió curiosidad por saber qué pasaba, aunque pronto fue satisfecha pasando a trasformarse en sorpresa e incredulidad. De repente Eva salía del baño abrochándose aún el cinturón y colocándose la camiseta… “¿pero qué…?... ¿con quién?” las preguntas se apresuraron en la mente de Esther, y para terminar de dejarla boquiabierta pasados unos segundos apareció tras los pasos de Eva una Laura acalorada recogiéndose el pelo con una gomilla y la ropa algo desaliñada. Se encaminó hacia ellas, y Eva y Laura se pararon en seco con un sobresalto cuando vieron su sonrisa y sus cejas de preguntas no resueltas alzadas ante ellas.

-       Ahh… Esther…. ¡qué susto! ¿dónde estabas? –dijo Eva que casi se había dado de bruces con ella-.
-       Con Maca, ¿y vosotras? –les preguntó y en cuanto clavó los ojos en Laura y enrojeció tuvo que hacer un esfuerzo inhumano para no reírse-.
-       Ahh.. pues… en el baño, meando antes de irnos –contestó Eva, que trataba de ocultar lo que había pasado entre Laura y ella en un noble propósito de proteger la visión de Esther con respecto a Laura. Algo totalmente fuera de lugar si Eva hubiera sido consciente de lo que aquellas dos hablaban a sus espaldas, pues hacía tiempo que tenían un complot formado para que pasara justo lo que Esther suponía que había pasado en aquel cuarto de baño entre Eva y Laura-. ¿Nos vamos?
-       Ehhh!!!... que os olvidáis de esto… -las interceptó de pronto la chica que las había sacado del baño y alzó un sujetador en una mano-.

Esther ya no pudo evitar reírse, pues Laura lo cogió al vuelo y se puso roja como un tomate. Eva no supo donde meterse y se giró hacia Laura, preocupada.

-       Lo siento, Laura… no pretendía… –le dijo Eva a Laura, disculpándose por hacerle pasar por aquello-.

Laura la miró, que Eva se viera tan preocupada por cómo se sintiera la desconcertaba y le gustaba, pues no era típico de ella comportarse de aquel modo con las chicas con las que se acostaba. Normalmente siempre alardeaba de sus conquistas y solía reírse descaradamente, y hablar despreocupadamente sobre el sexo con una naturalidad que hacía sonrojarse a cualquiera, pero eso no fue lo que hizo en aquel momento. No hubo burlas ni risas ni comentarios del tipo “bueno, como si follar fuera pecado… al menos nosotras lo hemos disfrutado” ni nada por el estilo. Sus ojos, aun algo turbios por el alcohol y lo que acababan de hacer, expresaron en cambio sincera disculpa y preocupación por que se sintiera incómoda ante lo que había pasado, y a Laura le entraron unas ganas locas de besarla de nuevo por ello, lo cual hizo cogiendo totalmente por sorpresa a Eva que abrió tanto los ojos que se quedó petrificada en el sitio. Esther sonrió ante la escena, por fin parecía que avanzaban algún paso aquellas dos, ojala consiguieran sincerarse y no recular a un estado incómodo en aquella relación amistad-amor que tenían.

-       ¡Problema resuelto! –dijo Laura liberándola de un beso de tornillo que dejó a Eva casi patas arriba, luego la cogió de la mano y se puso frente a Esther-. El baño era incómodo pero ha merecido la pena, ¿nos vamos? –le dijo Laura a Esther haciéndole un guiño ante la mandíbula desencajada de Eva que no se esperaba aquello para nada-.
-       Jajjaja… sí, nos vamos. He quedado en esperar a Maca fuera. Me ha propuesto que duerma en su casa –le contó Esther a Laura, y ésta abrió los ojos feliz por ella-.
-       ¿En serio? ¿y qué le has dicho? –le preguntó Laura aunque imaginaba su respuesta. Eva seguía fuera del local a Laura, que la tenía cogida de la mano, demasiado desconcertada para atreverse a entrar en aquella conversación-.
-       Que sí, por supuesto. Lo malo es que tengo la ropa en casa de Eva… -arrugó la nariz Esther ante aquella idea-.
-       Bueno, pues vamos al piso de Eva y la recogéis –le dio la solución Laura-.
-       ¿Y qué hay del plan de estar de marcha hasta las siete de la mañana y los churros con chocolate? No quiero cortaros la noche, aunque por otro lado… -Esther hizo un alto llegadas a la calle y se acercó a Laura para decírselo en voz baja-… creo que Maca por fin va a dar su brazo a torcer y me muero por llegar a su casa para estar a solas con ella a ver que pasa.

Laura se alegró de inmediato y soltó a Eva para abrazarla.
….

Maca terminó de poner los vasos en el lavavajillas, recolocó las botellas en sus estantes y limpió la barra del bar antes de colocar los taburetes sobre ella. En menos de veinte minutos todo estaba ya listo para cerrar. Las últimas chicas salieron del local y Maca se despidió de sus compañeras hasta el próximo fin de semana. Cuando fue a recoger su casco al almacén, Ana, la jefa, estaba allí terminando de colocar un par de cajas.

-       Ana me voy, nos vemos el próximo fin de semana –se despidió de ella Maca, algo más acelerada de lo normal-.
-       Espera… espera un momento…. –la detuvo con una sonrisa-. ¿A qué viene tanta prisa? ¿y cómo se llamaba esa amiga tuya con la que hoy te has comido la boca tan descaradamente? –Maca no iba a librarse de contarle las últimas novedades-.

Maca resopló y sonrió, estaba claro que Ana no se andaba con rodeos.

-       Esther, se llama Esther y me está esperando –le contestó, feliz-.
-       Ohhh… parece que esa Esther ha llegado a un terreno desconocido para el resto de mortales, fans de Maca Wilson, por lo que veo –detectó Ana lo diferente que era para Maca aquella chica-.
-       ¡Es mi novia! –le dijo Maca pasado unos instantes, y era la primera vez en su vida que utilizaba aquel término, ni siquiera Marta y ella lo habían empleado-.

Ana fingió sentir un ataque al corazón y abrió los ojos desorbitadamente ante el notición.

-       ¡Por Dios santo! ¿Quién eres tú, y qué has hecho con la casanova de mi local? –le dijo Ana en broma-.
-       Jajaja… -Maca se encogió de hombros ante aquella pregunta tras reírse- No lo se, y curiosamente tampoco me preocupa.
-       ¡Me alegro mucho por ti Maca, de verdad! –dejó de bromear Ana y le acarició afectuosamente un brazo-.
-       Gracias, Ana –le contestó Maca- Me tengo que ir.
-       Sí, corre ve… no la hagas esperar –la empujó Ana a que se marchara, y Maca se lo agradeció con una sonrisa, luego salió del local-.

Cuando abrió la puerta y recibió el calor de la calle, en lo único que pensaba era en verla a ella. Esther se puso de pie en cuanto la vio salir por la puerta, pues se había sentado en unos escalones con Laura y Eva al otro lado de la calle para esperarla. Maca sonrió al cruzarse con sus ojos, y se puso rumbo a ellas. En cuanto se encontraron se dieron un beso, y Maca la cogió de la mano.

-       ¿Qué tal lo habéis pasado? –les preguntó Maca a sus amigas, a fin de ser sociable-.
-       Bien…bien…..muy bien –contestaron tropezándose en su contestación Eva y Laura ya poniéndose también de pie-.
-       Me alegro –les dijo Maca-. Y qué, ¿cuáles son los planes que teníais para ahora?

Preguntó Maca, pues no quería dar por hecho que tenían que irse a casa, aunque la idea de quedarse a solas con Esther no se le iba de la cabeza, sin embargo, iría donde ella quisiera. Laura y Esther se miraron entre ellas, las dos querían quedarse a solas con Eva y Maca respectivamente, y habían estado hablando de que lo mejor sería terminar la noche allí con alguna excusa para conseguirlo.

-       Bueno la verdad es que… -Esther empezó a hablar, aunque la verdad era que no sabía que decir para que no pareciera que se moría de ganas de acorralar a Maca, pues temía que lo que había ocurrido en la pista de baile se desvaneciera si Maca se enfriaba demasiado-.
-       Es que Eva va un poco mal y habíamos pensar volver a casa –la ayudó Laura-.
-       ¿Ah si? –preguntó Eva que no se enteraba de nada, y Laura le lanzó una mirada coqueta que Eva interpretó como una insinuación para continuar lo que habían empezado en el baño del pub-… eh siii, la verdad es que no me encuentro muy bien.
-       Vaya… que lástima –dijo Maca, pero para nada sentía la noticia-. Entonces….

Maca se encogió de hombros esperando que decidieran que hacer ante aquello.

-       Creo que voy a llamar a un taxi para que nos lleve a casa –dijo Laura sacando el móvil de su bolsillo-.
-       ¿No habéis venido en coche? –preguntó Maca-.
-       No, porque como íbamos a beber… -le contestó Eva-.
-       Ah, ya… claro, claro. Si lo llego a saber hubiera traído yo el coche para poder acercaros, pero me he traído la moto –dijo Maca-.

Y Laura no pudo evitar repasar el cuerpo de Maca de arriba abajo teniendo un flash de lo que había sido contemplar a Maca con aquella increíble máquina entre las piernas. Esther debió pensar en lo mismo, pues en cuanto ambas cruzaron la mirada se pusieron algo más rojas y terminaron sonriendo.

-       Tengo la maleta en casa de Eva, así que tendría que acercarme con ellas a recogerla –le dijo entonces Esther y Maca le prestó toda su atención, no sabiendo si Esther quería ir en el taxi con sus amigas o con ella en la moto-.
-       Pero… ¿vienes conmigo en la moto o…? –para desazón de Maca, titubeó un poco ante la idea de tener que pasar más tiempo separada de ella-.

Esther cazó al vuelo sus anhelos y sonrió peligrosamente.

-       ¿Me ves con cara de tener ganas de soltarte? –le susurró Esther, y a Maca se le pusieron los pelos de punta. El deseo aun corría entre ellas como una fuga inevitable de energía electroestática-.
-       Bueno, dice que tardará unos diez minutos en llegar –anunció Laura tras colgar el móvil-.
-       Perfecto, así podréis contarme un poco más qué habéis estado haciendo esta noche sueltas por la ciudad –les dijo Maca, y guió la mano de Esther hasta su cintura mientras ella pasaba el brazo por sus hombros para abrazarla. Tenía unas ganas locas de tenerla lo más cerca posible-.
….

El taxi llegó un poco más tarde pero no importó. Laura y Eva se metieron en él, y Maca llevó a Esther en su moto, lo cual le reportó un gran placer al sentir su cuerpo recostándose en su espalda a medida que circulaban por las calles de Madrid siguiendo el taxi de sus amigas. Las chicas la invitaron a subir, pero Maca prefirió quedarse a bajo velando por la moto y los cascos, y Esther no se hizo mucho de esperar, pues no tardó ni diez minutos en subir, cargar sus cosas y coger la pequeña maleta de fin de semana.

-       ¡Qué rápida! –exclamó Maca cuando la vio cruzar el portal en dirección nuevamente a ella-.
-       ¿Has visto? –le contestó Esther con una sonrisa insultante-.

Maca se bajó de la moto para ayudarla.

-       Dame, la amarraré encima del compartimiento para que no te moleste –le dijo Maca cogiéndole la maleta, e improvisando una especie de baca en la moto-.

Esther se le quedó mirando embelesada. Cada vez le gustaba más lo versátil que podía llegar a ser Maca, por no contar que ir en la moto con ella siempre le excitaba. Cuando Maca terminó y se topó con ella, ya sabía que su mirada había cambiado.

-       ¿Qué? –preguntó-.
-       Nada… -le dijo Esther, pero no era cierto. Su cabeza se había plagado de fantasías con ella en aquella moto, y aquello era bastante peligroso-.

Maca no la creyó, pero tampoco quiso insistir temiendo que empezaran algo allí que no pudieran frenar. Pasó por su lado, y ambas sintieron una corriente eléctrica entre ellas sin ni siquiera rozarse. Sus ojos volvieron a cruzarse, esta vez más oscuros que antes.

-       Creo que es hora de irnos a casa –dijo Maca, y quiso montarse en la moto, pero entonces notó un agarre abrasador entorno a una de sus muñecas, era la mano de Esther que la sujetaba-.

Se volvió hacia ella en busca de las respuestas, y Esther se las dio.

-       No se si aguantaré tanto tiempo sin besarte –le explicó Esther y su voz delataba mucho más de lo que pedía-.

Maca tuvo que tragar saliva ante aquello, y no se opuso cuando Esther adelantó un paso y ella se vio apoyándose ligeramente contra la moto. Esther deslizó primero una mano por su pelo, y luego la dejó caer por su cara mientras se aproximaba. Maca se dejó hacer, y en pocos segundos ambas volvían a besarse, devastadora e irremediablemente, hasta que Maca se vio en la necesidad de suplicar.

-       ¡No me hagas esto! ¡te lo ruego! –jadeó Maca-. ¡Vayámonos a casa de una vez! –le pidió-.

Y Esther tuvo que darle la razón, aquella había sido muy mala idea. Ahora no sólo tenía la cabeza llena de fantasías sexuales con ella, sino que ardía de pies a cabeza como si fuera un animal en celo. Asintió separándose de ella, y Maca se subió rápidamente a la moto poniéndose un casco y tendiéndole el suyo. Esther se lo colocó y subió tras ella en la Harley.

-       Agárrate, esta vez no iremos paseando –le advirtió Maca, y a Esther le pareció perfecto. Se aferró a su cintura, y el motor rugió entre sus piernas atormentando sus partes más íntimas. Ambas contuvieron el aliento un segundo, luego sólo el rugido del motor y la velocidad golpeando sus cuerpos tuvo su protagonismo. Maca serpenteó por la ciudad en dirección a su apartamento como un rayo-.

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Eva salió de la ducha algo más despejada. Había dejado a Laura pasar primero, y ahora no sabía si lo que había pasado entre ellas había sido fruto de un calentón mezclado con alcohol, o si Laura realmente había querido hacer el amor con ella sin lamentaciones. ¡Estaba aterrada! A pesar de que eran buenas amigas, y de que ambas habían mantenido relaciones con más personas, para ella Laura era especial y única, y no había podido borrar lo que sentía por ella. Era cierto que siempre bromeaban echándose los “tejos”, pero Eva sabía que aquella era su forma de defenderse ante el miedo que sentía a perderla de verdad, así que prefería conformarse con lo que tenían, aunque su subconsciente solía delatarla en cuanto la tenía cerca, y terminaba cometiendo locuras absurdas como liarse con otras personas a fin de aliviar aquella losa que llevaba en silencio. Pero ¿qué iba a pasar ahora? Había besado a Laura en la pista, se habían arrastrado mutuamente al baño de chicas del pub, y se habían metido mano desenfrenadamente. A Eva aún le palpitaban las yemas de los dedos que había introducido en ella, suspiró apoyándose un segundo en el lavamanos. “Pero ¿qué he hecho?... como me diga que ha sido un error o que esto sólo ha sido un calentón entre amigas, me da algo… Oh! Laura!... si supieras lo que te echo de menos… ¡Estúpida! –se llamó a sí misma mirándose al espejo-… si no fueras una cobarde, no la hubieras dejado marchar cuando acordasteis dejarlo antes de haceros daño”, pensó para si Eva. Se apresuró a enrollarse en la toalla, se peinó y salió del baño en busca de su pijama, pues sabía que era ridículo pretender escapar a la indudable charla que tendrían ella y Laura.

Aliviada porque Laura no estuviera en el salón para interceptarla, recorrió el pasillo hacia el dormitorio pensando en todas las posibilidades de conversación, pero al abrir la puerta todo su plan de ganar un poco de tiempo se fue al traste porque Laura estaba sentada al filo de la cama, esperándola. Eva se quedo parada en el quicio de la puerta. Laura sólo llevaba una camiseta ancha puesta y Eva la reconoció en seguida, pues era la misma que ella le había regalado a la mañana siguiente de la primera vez que se acostaron juntas. Aquella primera vez ninguna de las dos había vaticinado lo que les depararía aquella noche y Laura se quedó sin ropa cuando Eva en un acto de desenfrenada pasión reventó varios de los botones de su camisa, a la mañana siguiente Laura no tenía nada que ponerse y Eva le regaló una de sus camisetas preferidas para dormir, justo la que ahora llevaba puesta. Durante todo el día Eva la vio pasearse por su piso con ella puesta, desatando una y otra vez oleadas de pasión en Eva que consiguieron que hicieran el amor una y otra vez por cada rincón de la casa. Desde que habían decidido dejarlo, nunca más la había visto con ella puesta, hasta ahora. Laura descruzó sus piernas desnudas en silencio y a Eva se le secó la boca de golpe, apartó sus ojos de ella de inmediato.

-       Vaya, que calor hace… -exclamó torpemente Eva y para que no se le notaran aun más los nervios que tenía, se dirigió hacia el armario en busca de ropa que ponerse-.
-       Pues hace un buen rato que he puesto el aire –le anunció Laura para su consternación-.
-       ¿En serio? –se giró Eva-… será que me he pasado con el agua caliente entonces.

“Agua caliente… Estúpidaaa…. ¿pero que estás diciendo?” se regañó en silencio Eva mientras rebuscaba sin ver en realidad en su cajón algún pijama.

Laura se levantó de la cama, Eva lo supo porque crujió, y se quedó muy quieta cuando notó que la tenía detrás de ella.

-       Eva… -la llamó Laura y su tono fue grave y susurrante. Eva no sabía si volverse, no estaba preparada para darse de bruces con la realidad-. Date la vuelta, Eva… -le pidió esta vez Laura y apoyó su mano en el hombro de Eva para que la obedeciera-.

Eva hizo lo que le pidió, y durante unos eternos instantes sus ojos se encontraron con mil anhelos perdidos en el baúl del tiempo. El recuerdo de aquella familiaridad que las había hecho enloquecer no sólo en la cama sino que había conseguido ser tan fuerte que las había atado durante años en una enredada e incomprensible amistad todo aquel tiempo, volvió a ellas golpeando muchas de las barreras que habían impuesto a fin de que su relación funcionara sin que terminaran odiándose o guardándose rencor.

-       No se si te das cuenta pero… creo que cometimos un gran error –le dijo entonces Laura, y a Eva casi se le salió el corazón por la boca-. Aceptamos un imposible, y aunque no me arrepiento de lo que he vivido hasta ahora, no puedo seguir así…
-       ¿qué… qué quieres decir? –Eva se temió lo peor, pero recibía señales contradictorias y no supo qué pensar-.
-       ¿no lo sabes? –le dijo Laura, y aquel ronroneo tan familiar de su voz hizo que a Eva se le pusiera la piel de gallina. No, su cuerpo no había olvidado en absoluto lo que era sentir aquella voz sedosa en su oreja, gimiendo, susurrándole en plena pasión… habían sido más jóvenes, pero siempre encajaron, desde el principio, y la madeja de sus hilos volvía a enredarse confundiéndolas en una nuevamente-.

Laura franqueó los pasos que había entre ellas, y Eva se quedó hipnotizada en sus labios que ya estaban a unos escasos centímetros de los suyos.

-       ¿de verdad que no lo sabes? –volvió a susurrarle Laura, y escuchar como Eva contenía la respiración le sirvió como toda respuesta-.

Laura borró toda distancia y atrapó sus labios. Eva cerró los ojos porque si aquello era un sueño no quería despertarse de él nunca. Las manos de Laura se deslizaron por sus hombros desnudos en tormentosas caricias, hasta que se cansaron de esperar y se deshicieron de la toalla que cubría a Eva.

-       ¡Dios mío! ¡No estoy soñando! –exclamó Eva jadeando cuando pudo tomar aire y sintió aquel escalofrío en la piel-.

Laura empezó a pasearse con sus suaves manos por su piel desnuda, y su lengua recorrió su garganta dejando un reguero de sinuosa saliva por ella.

-       No, no lo estás, y esta vez ninguna va a salir por pies –le dijo Laura mordisqueándole el lóbulo de la oreja, y luego introdujo sutilmente la punta de su lengua en su pabellón auditivo haciendo gemir guturalmente a Eva, pues era uno de sus puntos más débiles-. ¿Lo entiendes? –quiso saber Laura-.
-       Perfectamente –pronunció Eva ya puesta a mil-.

Un reguero de pólvora prendió su cuerpo de inmediato ante lo que acababa de hacerle Laura, y sin poder ya contenerse tomo su cara con las manos, y esta vez fue ella la que le devolvió el beso, un beso loco y húmedo, que Laura recibió con total entereza. Las dos se arrastraron apresuradamente hacia la cama, Eva estaba febril y se desprendió de la camiseta de Laura en un abrir y cerrar de ojos, las dos cayeron desnudas en la cama en medio de aquel remolino de besos, caricias y jadeos. Su reacción química siempre había sido tempestiva y alocada, y por lo que parecía, aquello no había cambiado en nada. Pronto se dieron cuenta que la experiencia adquirida y la ausencia de tantos miedos, había elevado su potencial hasta hacer vibrar los cimientos de aquella habitación que las contuvo durante horas y horas.

Continuará...

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