viernes, 19 de octubre de 2012

Dibujada en mi mente -cap 49 y 50-



“DIBUJADA EN MI MENTE"
(Fanfic escrito para el foro Maca&Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.


49

Cuando entraron en el apartamento de Maca el silencio que había en él pronunció aun más el estado de tensión que los cuerpos de Esther y Maca mantenían.

-       Voy a poner el aire –anunció Maca pasando al interior. Ahora que se sentía a solas con Esther empezaba a ponerse nerviosa de verdad-.
-       Si, claro… hace calor  –pronunció Esther bajando la voz, más hablando para si misma que para Maca-.

El viaje en moto había refrescado su piel, pero en absoluto había apagado la llama que ardía en su interior por aquella mujer. Esther se quedó mirando el trasero de Maca mientras se movía por el salón de espaldas a ella apuntando a la consola del aire acondicionado, tragó saliva… por fin estaban solas, completamente solas. “¿Y ahora qué?” se preguntó a sí misma Esther, y saber la respuesta no la tranquilizó en absoluto. Las manos empezaron a sudarle de repente, dejarse llevar por la pasión cuando estaba embriagada con los besos de Maca era muy sencillo, pero ponerse frente al toro con tanta luz y tan en frío, era una cosa muy distinta. “¿Y si tiene demasiadas expectativas puestas en la parte física? –empezó a atormentarse Esther. De normal no era una persona insegura, pero empezó a tener sus dudas-, ¡ay madre! ¡No debimos posponerlo tanto!, ahora seguro que espera que sea apoteósico o algo así, ¿y si funcionamos mal? ¿y si es un desastre?”. En ese momento, Maca se giró hacia ella como si pudiera escuchar sus dudas, y Esther se descompuso del todo.

-       Voy al baño –anunció Esther histérica y se encaminó apresuradamente hacia el baño sin mirar a Maca-.

Maca se extrañó de su repentina reacción, pero no dijo nada, en su lugar miró como Esther cerraba la puerta del baño con cerrojo incluido. “¡Vale!... esto no va a ser tan fácil” pensó Maca para sus adentros, y supo que era hora de poner de su parte. Fue al dormitorio y se aseguró de que todo estuviera en su sitio, sacó un par de velas aromáticas que estuvo a punto de encender, pero en el último momento pensó que si se ponía excesivamente romántica Esther pensaría que daba por hecho que iban a tener “su gran momento”, y no quería presionarla ni ponerla más nerviosa de lo que de repente parecía estar, así que las volvió a guardar. “Vale… un poco de música, eso no puede ser tan evidente…” pensó Maca, y revisó su colección de cd’s decantándose finalmente por uno de música ambiental árabe que le gustaba. “Perfecto, al menos no estaremos en silencio” se dijo Maca, y la suavidad y sensualidad de la música la serenó un poco. Dejó encendida la luz del comedor y apagó las que daban a la zona del dormitorio y de la cocina, a fin de hacer más acogedor su piso sin paredes. En cuanto pasó frente a la consola del aire, el olor a humo del pub le golpeó en el olfato. “Mierda… necesito una ducha” se dijo tras olisquear también su pelo, y arrugó la nariz mirando hacia la puerta del cuarto de baño. Aquello enfriaría más las cosas debido a la espera, pero no quería meterse en la cama con aquel olor.
….

Esther orinó, y se limpió las manos. Mientras se miraba en el espejo antes de salir, descubrió lo rojos e hinchados que tenía los labios y el recuerdo de los besos de Maca se materializó al instante produciéndole un escalofrío. “¡Va a pasar! –exclamó para sí Esther, y no supo como sentirse en aquel momento por la mezcla de sensaciones que tenía ante aquella idea-… ¡Vale, deja de pensar! Sólo sal ahí fuera y coge al toro por los cuernos” se dijo a sí misma para darse coraje, pero antes de alcanzar el pomo, volvió a mirarse en el espejo para revisar su imagen, comprobó su aliento “¡joder, aún huelo a alcohol!”. Esther cayó en la cuenta de que su cepillo de dientes estaba aún en la maleta, abrió uno de los cajones del armario de aseo de Maca y vio la pasta de dientes y el elixir bucal “pues nada… a la vieja usanza” se dijo, y se puso pasta de dientes en un dedo, se los limpió y luego hizo unos enjuagues con el elixir, comprobó de nuevo su aliento “mmm… mejor”, pero pronto cayó en la cuenta de lo pegajosa que se sentía, y el olor a ambiente viciado se apoderó de ella.  Dudó. Se moría por una ducha, pero qué pensaría Maca si la veía salir duchada, ¿no sería muy evidente que esperaba que pasara algo entre ellas si se tomaba tantas molestias?... por otro lado, ella siempre se duchaba cuando llegaba de marcha, excepto cuando estaba tan pedo que no le daba tiempo a nada más que a tirarse en la cama. No, tenía que tomar aquella ducha, de ninguna manera se iba a meter en la cama oliendo de aquel modo. Se desvistió rápidamente, y se metió en la ducha.

Maca escuchó correr el agua y se tranquilizó al comprobar que no era sólo ella la que iba a tener la necesidad de ducharse. Como no sabía cuánto tiempo tardaría Esther en salir, abrió la nevera y cogió un poco de queso, la tripa le dolía y quería descartar que fuera por el hambre. Nerviosa sin tener en qué ocupar su tiempo, recolocó la maleta de Esther en el dormitorio, y aprovechó para coger su propio pijama, luego se sentó en el sofá y enchufó la tele sin volumen mientras esperaba a que Esther terminara.

-       ¡Maca! –la llamó Esther desde el baño-.
-       ¿Si? –Maca pegó un salto del sofá y se dirigió hacia la puerta del aseo aún cerrada-.
-       ¿Qué toalla puedo utilizar para secarme? –le preguntó Esther-.
-       Coge mi albornoz, está limpio, lo repuse esta mañana –le contestó Maca, y la boca se le hizo agua sólo de imaginar que al otro lado de aquella puerta Esther estaba desnuda en aquel momento-.

Esther abrió en aquel instante la puerta, y Maca casi dio un tras pies hacia atrás del susto. Esther también se sobresaltó al vérsela tan cerca.

-       Uf… no… no te esperaba –exclamó Esther y dibujó una tímida sonrisa-.

A Maca se le quedó una cara de tonta inmediata. El cabello de Esther caía rizado y húmedo sobre el blanco albornoz, y tanto sus mejillas como la piel que el escote no cubría permanecían sonrojadas y latientes ante su mirada. La sangre empezó a hervirle de nuevo.

-       Necesitaba una ducha, no soporto el olor corrompido de los locales cuando llego a casa, espero que no te haya importado –le dijo Esther explicando el motivo de su tardanza-.
-       No, claro que no… a mí me pasa igual. Yo también voy a ducharme ¿vale? –le anunció Maca, y ahora si iba en serio que necesitaba una ducha y todo lo fría que pudiera, si no quería hacer el ridículo más espantoso perdiendo los papeles antes de tiempo-.
-       Claro. Pasa –le cedió el aseo Esther, y ambas trataron de no tocarse cuando se cruzaron-.

Cuando se cerró la puerta tras Maca, ambas soltaron un prolongado suspiro. Mantener aquella compostura durante mucho más tiempo no iba a ser posible y las dos lo sabían.

Por fin Maca salió del baño, y para alivio, y pronto consternación de Esther, lo hizo vestida. Esther se giró en el sofá cuando escuchó abrirse la puerta, y no pudo evitar repasar con sus ojos las largas piernas de Maca que se había puesto un pantalón de pijama bastante corto de estilo brasileño. Cuando llegó a su ombligo Esther ya tenía los nervios hechos polvo por la visión de Maca… “¿pero está mujer no puede tener pijamas normales?” se preguntó Esther atormentada, y cuando Maca se acercó a ella y pudo contemplar mejor el escote que la camiseta también le regalaba terminó de incendiarse por entero. Maca era como una modelo de woman secret pero con formas mucho más generosas donde perderse. Aquello la hizo sentirse aún más insegura con respecto a su propio cuerpo.

-       ¿Echan algo bueno en la tele? –preguntó Maca mirando a la pantalla plana, aunque no se le había pasado por alto el repaso fotográfico que acababa de hacerle Esther. Su seguridad se vio aumentada-.

Maca desvió la mirada del televisor para centrarla en los ojos de Esther cuando llegó al respaldo del sofá, y aquello la desbordó.

-       Ehh… eh… no, nada –contestó Esther atropelladamente, y que Maca sonriera coquetamente no la ayudó en nada a tranquilizarse-.

Las dos se quedaron mirándose sin decir nada, y a Esther su propio latir atropellado estuvo a punto de partirle los tímpanos de tan fuerte que retumbaba dentro de ella al tenerla tan cerca. De repente Maca se inclinó hacia ella, y a Esther se le cortó la respiración, Maca estiró el brazo y alcanzó el mando apagando el televisor a cámara lenta, o eso le pareció a Esther que sintió el olor a jabón de su piel y de su pelo cosquillearle en la nariz. El calor de su cuerpo aunque no se tocaran era abrumador.

-       Pues si no hacen nada… -susurró Maca cerca de ella, y Esther cometió un error de cálculo imperdonable-.

Sus ojos trataron de huir de la magia que envolvía a los de Maca, con tanta puntería que terminaron anclados en el escote de su chica. Los pechos sin contención de Maca, salvo por la camiseta ceñida que llevaba, desbordaron la visión de Esther haciéndole perder de pronto el equilibrio. Con un traspiés de nerviosismo Esther cayó al suelo desde el sofá dándose un gran golpe ante la sorpresa de Maca.

-       auhhh….. ¡¡¡mierda!! –se quejó Esther frotándose la cabeza ante el golpe que acababa de darse-.

Maca saltó por encima del sofá con agilidad, y se arrodilló junto a Esther en un segundo.

-       ¿Esther, estás bien??... ¿te has hecho daño? ¡Deja que te mire! –Maca se apresuró a comprobar que no había sido nada, por suerte el golpe en la cabeza no había sido contra la mesa sino sobre el parqué-
-       Si, estoy bien… ¡joder que caída más torpe! –le contestó Esther, aunque aún se frotaba el occipital, y Maca tuvo que sujetarle las manos para que las apartara y le permitiera examinarla-.
-       Vale, parece que no tienes nada, sólo el golpe –sentenció Maca al ver que estaba bien-. ¿Se puede saber en qué estabas pensando? –Esther enrojeció ante la pregunta pero Maca no pareció darse cuenta-. Has estado a unos centímetros de golpearte con la esquina de la mesa, te podías haber hecho una brecha o algo peor…

Maca no supo por qué aquella tonta caída la había alterado tanto, pero lo había hecho y aquella pérdida de control y exageración de los hechos la cogió totalmente desprevenida.

-       Perdona, es que me he asustado –se disculpó Maca y trató de tranquilizarse-.

Esther giró su tronco para estar frente a ella y sonrió. No sabía que Maca se preocupara tanto por ella, de hecho opinaba que Maca iba a ser una gran médico porque solía mostrar mucho aplomo ante los niños que entraban por urgencias a diferencia de otros compañeros suyos. Sin embargo había bastado que ella se diera un coscorrón para hacerla saltar como una tigresa por encima del sofá.

-       ¡Vaya salto que has dado! –le dijo Esther tratando de tontear con ella para no verla tan seria-. No me extraña que tengas tantas admiradoras –la pinchó mientras sonreía-.

Maca entrecerró los ojos peligrosamente ante aquel comentario. No podía creerse que Esther tuviera ganas de provocarla a aquellas alturas.

-       Si fuera tú, no tentaría más a la suerte –le advirtió Maca maliciosamente, aunque su buen humor hizo que el momento de tensión se desvaneciera-.
-       ¿Tentar? ¿y eso lo dices tú, que has estado a punto de abrirme la cabeza con ese escote?... jajajajaja… ¡tendrás cara! –le reprochó Esther, que encontró en la dinámica de picarla la salvación a aquel nerviosismo que sentía por no saber como romper el hielo-.

Totalmente cogida desprevenida por aquel comentario, Maca enrojeció ligeramente ante la acusación, pero pronto la sonrisa victoriosa que lució Esther hizo que se recompusiera. Por mucho que disimulara, Maca sabía que Esther estaba mucho más nerviosa que ella ante la perspectiva de acostarse juntas.

-       ¿Y tú que hacías mirándome el escote? –le preguntó Maca alzando una ceja pícaramente-.
-       ¿Y cómo no iba a hacerlo? –se defendió Esther-, tengo ojos y tú lo has puesto en bandeja. Que por cierto, ¿de normal gastas estos pijamas tan sugerentes o sólo te lo has puesto para torturarme?
-       Jajajaja…. –Maca no pudo evitar reírse tras ver el juego de cejas que Esther le hizo al formular la pregunta. Desde luego nunca había conocido a nadie como ella- ¿verme así, te tortura?
-       Mmm… un poquito –dijo Esther juntando el dedo índice con el pulgar de su mano para escenificarlo, mientras sonreía y achicaba los ojos-.
-       Pues si quieres me lo quito ahora mismo –la provocó Maca inclinándose peligrosamente más hacia Esther-.

Y Esther tembló de los pies a la cabeza ante su avance… “¡Ayyy mi madreeeee! ¡Que ésta es mucha mujer para mí!!!” las calderas del cuerpo de Esther se pusieron a pitar como locas. Maca apoyó sus manos a ambos lados del cuerpo de Esther en el suelo, y se inclinó un poco más, Esther tuvo que apoyarse en sus propias manos para no caerse otra vez de espaldas ante la visión de Maca ya inclinada sobre ella.

-       ¿Qué? ¿Me lo quito? –le volvió a preguntar Maca en un susurro, con una voz irresistiblemente sexy y serena-.
-       Si quieres terminar de matarme… -fue todo lo que se le ocurrió decir a Esther, y no mentía, pues su adrenalina se disparó a niveles insospechados cuando Maca se mordió sensualmente el labio inferior a un escaso palmo de su boca, mientras los ojos le brillaban y sus cuerpos casi ya se rozaban-.
-       No será para tanto… -le dijo Maca con voz tomada y apagada antes de borrar la distancia que la separaba de aquella boca temblorosa de la que había salido aquel hilo de voz nervioso despertando a gritos su deseo-.

50

Pero si fue para tanto. El sabor de la saliva de Maca fluyó como veneno en ella y en segundos empezó a faltarle el aire. Ni siquiera supo como llegó su espalda al suelo, sólo sintió la esponjosidad de aquellos labios en los suyos, la suavidad de aquella lengua y el calor que emanaba de ella, de ambas, abrasando cada terminación nerviosa de su piel. Un suave mordisco en su labio, y Esther gimió inconteniblemente ante el anhelo de más. La cabeza empezó a darle vueltas, pero sólo una cosa se mantenía a salvo de aquella coctelera, aquel sabor, aquella suavidad acuosa inconfundible de la lengua, los labios y el cuerpo de Maca. ¡Necesitaba más, mucho más! Y sus manos se anclaron en la camiseta de Maca y tiraron de ella para que dejara de resistirse. Maca cayó sobre ella finalmente, vencida la fuerza de sus brazos, y su peso y proximidad las hizo jadear a ambas en busca de aire. Se miraron, había un mar de aguas oscuras en sus pupilas, y ninguna pudo decir nada. Volvieron a buscarse desesperadas, y los besos se convirtieron en un desenfreno feroz de exploraciones, mordiscos y succiones… Esther iba a reventar cuando Maca se recolocó sobre ella. Sentir el deslizar de sus piernas desnudas entre las suyas atizó cada rescoldo de hoguera que quedaba por avivar en Esther.

-       Oooh Dioss… -exclamó Esther cuando la boca de Maca se desplazó a su cuello y empezó a torturarla también en aquella zona-.

Esther se sentía como fuego líquido y tuvo la impresión de que dejaba de respirar cuando Maca deslizó una de sus manos hasta su nuca para tomarla y dibujó un cosquilleo de saliva con su lengua desde su clavícula al lóbulo de su oreja. Nunca le habían hecho algo así antes, y Esther se echó a temblar al imaginar qué otras cosas se habría guardado en la manga. El pecho estaba a punto de estallarle, pero no quería parar, no podía parar, y Maca tampoco parecía dispuesta a ello. ¡Iban a hacerlo! Y la certeza le resultó abrumadora de pronto. Las manos se le agitaron inquietas sobre el pijama de Maca, su boca solicitó ansiosa de nuevo su boca, y las piernas no pudieron contenerse y envolvieron a las de Maca para que no escapara. Al cabo de unos instantes fue Maca la que necesitó despegarse de sus labios para poder respirar, la profundidad de sus besos la había dejado sin aliento.

-       Deberíamos ir al dormitorio –consiguió articular Maca haciendo un alto en aquella tempestad, pero su voz sonó ronca y desigual, y su respiración estaba tan agitada que podría haberse confundido con un torbellino-.

A Esther le pareció tremendamente hermosa con sus labios henchidos y el arrobamiento en sus mejillas, aun así no estaba dispuesta a ceder.

-       NO!!, ¡¡ya hemos perdido tiempo de sobra!! –exclamó Esther para sorpresa de Maca, y ésta ya no pudo añadir nada más, pues Esther se abalanzó sobre su boca y sin saber cómo, consiguió hacer rodar a Maca hasta cambiar sus papeles-.

De nuevo su pasión incrementó, más violenta y febril que antes. Maca luchó entre su lado racional y aquella bestia febril que se apoderaba cada vez más y más de ella… “¿Quiere hacerlo en el suelo?... ¡¡¡¿hemos esperado tanto para terminar haciéndolo en el suelo?!!”, a Maca le atormentaba aquella idea, pero Esther apretó sus muslos desnudos contra los de ella, y la punzada que sintió en su sexo la hizo soltar un gruñido devastador por dentro… “Ohhhhh Diossssss … ¡A la mierda!... ¡Te compensaré después, lo prometo!...¡no puedo más!”  pensó Maca incapaz de controlar por más tiempo las ansias que tenía de ella, y volvió a tomar la iniciativa. Mordió los labios de Esther, penetró su boca con la lengua y la apretó contra sí con una fuerza posesiva que a Esther la hizo gemir aún presa de las torturas que le provocaban sus besos. El tronco de Maca se elevó, y Esther terminó sentada sobre sus piernas. Sin saber de donde sacaba la fuerza, Esther sintió como Maca la levantaba arrastrándola al sofá consigo sin dejar de besarla. Todo estaba yendo demasiado rápido, como rápida fue Maca al deslizar sus manos por debajo de la camiseta que llevaba Esther y sacársela de encima. Esther tembló al sentir el frescor de la piel del sofá en su espalda, pero pronto los ojos ávidos de Maca sobre su pecho ya desnudo provocó temblores mayores. ¡No había vuelta atrás!, lo decían las pupilas dilatadas de ambas, aquel resollar en sus respiraciones, el sube y baja de sus pechos a escasa distancia de encontrarse. Maca entreabrió los labios como si quisiera decir algo, pero se había quedado muda y la contemplaba de tal forma que Esther empezó a sentirse tímida e inquieta. Por suerte para ella Maca la conocía, y acarició con ternura su mejilla sonrojada antes de devolverle la calma…

-       ¡Eres preciosa! –le susurró Maca volviéndose a inclinar sobre ella-. ¿Seguro que es esto lo que quieres?
-       Te quiero a ti… -musitó Esther como respuesta, ya rota por el fuego que delataban aquellos ojos que se habían contenido con ternura sólo para ella pese a la tempestad que soportaban-.
-       Y yo a ti… -le respondió Maca, y borró la distancia que las separaba reclinándose totalmente sobre su cuerpo-.

Los ojos de Esther se cerraron en cuanto notaron los labios de Maca descender por su cuello, depositando besos en sus hombros, en su clavícula y después tan cerca de sus pechos que sus pezones se irguieron más aún pese a que Esther creía que aquello no sería posible. El calor de un aliento, la humedad de una ávida lengua y después una descarga eléctrica desatada, fue todo lo que sintió Esther cuando Maca se hizo con uno de ellos haciendo que su espalda se arqueara consiguiendo que se brindara a ella por entero.

-       ¡Oh Diosss míooo! –exclamó Esther incapaz de quedarse callada ante lo que su cuerpo sentía-.

El placer era tan extremo que empezó a marearse, y la suavidad de las caricias de Maca sobre su piel no hizo más que aumentar aquella sensación de desvanecimiento que estaba sintiendo. La notaba en todas partes. Sus finos dedos, sus piernas en contacto con las suyas, su boca exigente y apremiante… todo daba vueltas y ella no podía hacer otra cosa más que jadear y ofrecerse por entero a ella. Necesitaba más, mucho más… y sus manos se enredaron en el cabello de Maca para reclamarla. La besó con avidez y Maca soltó un ronco gruñido en su boca. El deseo de Esther aumentó, al igual que sus prisas por algo más, he hizo que sus manos se colaran cual culebras bajo la camiseta de Maca. Sin aliento, Maca la ayudó a que se la quitara por la cabeza, y Esther no esperó su permiso para elevarse en el sofá y atrapar uno de sus generosos pechos con la boca. Maca cayó de inmediato contra la succión que Esther ejerció sobre su pezón henchido, maniatada por el placer y la posesividad que aquella supuesta inexperta boca acababa de descubrir doblegándola a su paso. Esther se aprovechó de aquel momento de debilidad para saborear algo que hasta que no conoció a Maca ni siquiera se le hubiera pasado por la cabeza. Era tan suave, tan dulce y tan sensible, que Esther no se dio cuenta de que la estaba matando hasta que Maca se desplomó sin fuerzas.

-       Esther!!... –musitó sin aliento Maca y a Esther le chispearon los ojos cuando vio lo que acababa de hacer con ella, parecía tan vulnerable y sólo había sido el principio de todo lo que su cuerpo le pedía hacerle a pesar de ser la primera vez-.

La sorpresa la paralizó por unos instantes. Tiempo que Maca empleó para recobrarse y volver a concentrarse en ella. Cuando Esther quiso darse cuenta, Maca ya volvía a profundizar en su boca con largos y sensuales besos que le nublaron la razón. Poco a poco las caricias de las manos y la boca de Maca hicieron que olvidara todo excepto el placer que le proporcionaban. ¡Era insoportable! Insoportablemente delicioso, y se volvió aún más cuando Maca deslizó su mano por dentro de los pantalones cortos de Esther y alcanzó el desbordar de su humedad.

-       Ohhhhh… sííii…. –gimió Esther que apretó sus ojos fuertemente al sentir la primera caricia-.

Maca la liberó de su boca para que pudiera respirar, pero su nueva colocación aún aumentó más la dificultad que tenía Esther para conseguir que entrara aire en sus pulmones. Maca serpenteó con la lengua por sus pechos, los besó y chupó sus pezones… y dibujó un cálido y tormentoso camino de saliva descendiendo despacio por la línea media de su tembloroso abdomen mientras las caricias de sus dedos sobre su clítoris a punto de reventar se hacían más apremiantes y precisas. Esther estuvo a punto de desmayarse, y si no lo hizo fue porque Maca la empujó a la fuerza colina arriba al introducir un dedo y luego otro en ella obligándola a desatar un rugido gutural de su tierna garganta. Los círculos entorno al epicentro de Esther se hicieron profundos e insondables, mientras Maca seguía adentrándose en ella en busca de más, pero Esther sentía que no había más que entregarle y se colocó al borde del precipicio dispuesta a rendirse. Las oleadas de placer convulsionaron su cuerpo, el sudor que aterciopelaba ya su torso se agitó con las últimas sacudidas, y su boca se secó jadeando sin poder soportar quedarse cerrada ante tal explosión de emociones. La sensación de libertad era maravillosa, pero aún lo era más cuando se conseguía junto a alguien a quien de verdad se amaba, y cuando Maca trepó de nuevo por su cuerpo para acariciar su rostro y besar con dulzura sus labios, supo que jamás querría estar en ninguna otra parte.

Continuará...

2 comentarios:

  1. Uff, qué tensión!!
    No he podido resistir leer la historia desde el principio y me ha encantado. Así del tirón, jeje. Menudo enganche.
    Me gusta cómo le has dado su "tempo" capítulo tras capítulo.
    Espero ansiosa el siguiente, porque.....sigue, no!?!?!?!!! Jeje

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    1. Muchas gracias MeNamore!

      Te agradezco el atracón de lectura que te has tenido que meter para seguir mi historia, y evidentemente tendrá continuación, porque como os deje en este punto podéis sufrir combustión espontánea...jajaja... tras estos dos capítulos.

      Sigue por aquí y nos vemos! ;)
      Toma asiento y disfruta, que los hornos los tengo en marcha!

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