martes, 23 de octubre de 2012

Dibujada en mi mente -cap 51 y 52-



“DIBUJADA EN MI MENTE"
(Fanfic escrito para el foro Maca&Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.



51

Como si por fin soltaran su cuello después de estrangularla, Esther respiró una gran bocanada de aire. Acababa de estar en el cielo y aún no se sentía preparada para despertar de aquel estado mágico así que mantuvo sus ojos cerrados un poco más. El roce de los labios de Maca en su garganta hizo que se le entreabrieran los labios aun jadeantes.

-       Me pasaría horas besándote –le susurró Maca en el oído-.

Y Esther no pudo evitar que la corriente eléctrica volviera a ella de inmediato. Los labios de Maca besaron su mejilla, su nariz, sus párpados y su frente. Todo en ella era cálido y tierno, y Esther suspiró. ¿Dónde se había metido todo ese tiempo? A Esther le parecía increíble haber podido vivir sin ella.
Por fin abrió los ojos para encontrarse con los de Maca, brillantes, ahora más oscuros, felinos con aquel toque de vulnerabilidad que a Esther le hacía perder la cabeza. Deslizó su mano por aquel pelo largo que caída desmarañado por un rostro que le había robado el corazón desde mucho antes de conocerla. ¿De verdad era real? Esther no podía creérselo, había dibujado tantas veces su cara, sus labios… aquellos mismos labios que temblaban ahora bajo su dedo al acariciarlos. Esther sintió ansiedad por volver a besarlos pero cuando se acercó a ellos Maca se apartó delicadamente. Esther la miró confusa, pero en los ojos de Maca sólo había una sonrisa callada.

-       ¿Podemos ir ya a la cama? ¿por favor? –le preguntó Maca dulcemente, aún presa de lo que acababa de hacer con ella-.

Y Esther asintió hipnotizada. Entrelazó sus dedos con los de Maca y se dejó guiar por ella hasta el dormitorio, la adrenalina se volvió a disparar en cuanto ambas quedaron paradas a los pies de la cama. Maca la besó a cámara lenta, con besos ligeros y lentos, incitantes y sinuosos ante los que Esther no estaba preparada. Era como estar jugando con una cucharada de praliné en los labios, dulce y adictivo, que pronto despertó su glotonería sin límites. Maca la liberó cuando Esther ya estaba tan enganchada a su boca que casi rugió por la interrupción. Con ojos borrosos Esther observó como Maca se tumbaba en la cama… el color burdeos de las sábanas contrastó con la desnudez de su piel e impactó en las retinas de Esther provocando que le picaran las manos, ¿cómo podría dibujarla? Era imposible retratar algo así, pero sabía que algún día lo intentaría, aunque no esa noche. Esa noche sólo había una gran pasión que satisfacer y no estaba en un lienzo, estaba justo frente a ella. Maca extendió una mano invitadora…

-       Anda… ven aquí –la reclamó Maca y Esther hizo lo que le pedía-.

Se tumbó en la cama junto a Maca, y aunque su ansiedad le pedía abalanzarse sobre ella,  la calma y serenidad de las caricias que Maca empezó a regalarle la mitigaron. Idiotizada recibió sus besos sin prisas, profundos, lentos e irremediablemente irresistibles. El calor se extendió por su cuerpo como miel suavemente derretida, y se perdió en aquella habilidad que Maca tenía para besarla, disfrutando de lo diferente que era a sus experiencias anteriores, besos apasionados pero eternos, no había atropellamiento en su lengua ni prisas por terminar de estimularla. Ambas disfrutaban de ello y a Esther le pareció que eran perfectas la una para la otra.

-       Lo dicho… me pasaría horas besándote –le susurró Maca de nuevo-.

Esther la miró a los ojos cuando lo dijo. Había todo un mar tempestuoso en el fondo de sus pupilas, y a aquella corta distancia se percató de los esfuerzos que hacía Maca para no desatarse. La mecha de pólvora se prendió en la cabeza de Esther rápidamente.

-       Y yo me pasaría toda la vida dejando que lo hicieras, pero ahora mismo tengo otras prioridades –le contestó Esther-.
-       ¿otras prioridades? ¿cómo qué?  –preguntó Maca atenta a las necesidades que pudiera tener Esther-.
-       ¡Como tú!

Maca abrió exageradamente los ojos por la sorpresa al sentir los labios y la lengua de Esther ya en su boca, pero no tardó mucho en cerrarlos cuando aquellos besos vinieron acompañados de la caricia de la piel de Esther sobre su torso también desnudo. Sus pechos se rozaron, y el calor empezó a emanar de ellas como energía cuántica. Maca estaba convencida de que Esther ni siquiera era consciente de lo que provocaba en ella sólo con rozarla. Por unos minutos, Maca se dejó arrastrar por el placer y la intensidad que le brindaban aquella boca, aquella piel y aquel aroma que la tenían completamente hechizada.
Esther trató de centrarse en ella, sólo en ella. Estaba dispuesta a devolverle el placer que había recibido, pero cuando sus manos quisieron explorar los recodos prohibidos de aquel hermoso cuerpo, Maca las atrapó haciéndola girar en la cama.

-       ¡Espera!... –jadeó Maca haciendo acopio de una gran voluntad para poder rechazar aquellas manos que habían empezado a descender por su pecho y su estómago-

Sus miradas eran claro símbolo del fuego que habitaba en ellas.

-       ¡Quiero tocarte! –le dijo Esther, y Maca tembló ante el sonido de su voz posesiva, ansiosa y apremiante. Apenas estaban empezando a conocerse en la cama, pero Maca ya intuyó que Esther no sería de las que se quedaban paradas-.

Maca se quedó mirándola un poco más aprovechando que para detenerla la había hecho rodar por la cama y la tenía sujeta de las muñecas de espaldas al colchón. Había algo en ella que la desconcertaba pero aún no había identificado que era, seguramente porque le era muy difícil pensar y mantener la cabeza fría cuando la tenía cerca, y ahora estaban mucho más que cerca.

-       ¡Maca!.... ¡Quiero tocarte! –le volvió a repetir Esther, firme y casi autoritaria, hasta parecía frustrada por no poder hacerlo. Entonces Maca lo supo-.

Supo que lo que le desconcertaba de ella era no ver ni un ápice de duda ni de desconcierto por lo que estaban haciendo. Maca se había acostado con demasiadas mujeres, había sido la primera para muchas mujeres, y de un modo u otro, siempre en algún momento de su encuentro todas mostraban alguna inseguridad, alguna timidez ante su primera vez en dar placer a otra mujer, ante la expectativa de no saber muy bien que hacer o que decir en aquellos momentos de intimidad, dudosas o al menos algo cautelosas cuando sentían que les tocaba el turno de satisfacerla. Pero Esther no seguía aquel patrón, no cumplía con los tópicos, de hecho ahora que lo pensaba, jamás la había visto cumplir con ninguno. Cuando parecía tímida, en realidad no lo era; cuando parecía lanzada era cuestión de segundos que apareciera su timidez y su vergüenza; podía pasar por patosa, sin embargo era más habilidosa que mucha gente; silenciosa y sin embargo era capaz de enredarte en su conversación hasta dejarte sin habla… ¡Dios, cuánto la amaba! Su sonrisa se magnificó ante aquellos pensamientos.

-       Tendrás que esperar… -le dijo Maca descendiendo sensualmente hacia su boca- ¡Aún no he terminado contigo!

El calambrazo que sintió Esther fue devastador. Maca penetró en su boca y volvió a nublarla esta vez con besos mucho más sórdidos y apasionados que antes, cuando sus manos estuvieron libres apenas pudo utilizarlas para nada más que aferrarse fuertemente a las sábanas pues Maca volvía a tomarla en el más amplio sentido de la palabra.

-       ¡No… no…es…. jus..to! –consiguió musitar Esther a pesar de todo-.

Maca acababa de destrozar sus pezones con su lengua y sus dientes, mientras una de sus manos se movía por la cara interna de sus muslos sin terminar de acercarse a dónde Esther más la necesitaba.

-       ¿No lo es? –le preguntó Maca que apenas podía contener la sonrisa maliciosa que su reacción física le producía. Era maravilloso verla trepar por aquella montaña, tan deliciosa de contemplar como de amar, y Maca sabía muy bien como prolongar y proporcionarle todo el placer que necesitara-.
-       ¡No! –se quejó Esther enérgicamente, pero Maca la mantuvo a ralla presionando su mano contra su sexo al mismo tiempo que con la lengua lamió su ombligo- ¡Diosssssssssss!

Esther dejó de hablar, ya era bastante duro concentrarse en respirar. Maca merodeó por su tripa mientras una de sus manos jugaba con su pecho y la otra con el elástico de su pequeño pantalón. Esther estaba a punto de perder completamente el control ante aquella tortura, si Maca quería matarla de ansiedad lo estaba consiguiendo, y de qué forma. Las piernas y las caderas de Esther empezaron a inquietarse anunciando a Maca su siguiente paso. Trepó con su lengua por su estómago, saboreó sus pechos, mordió su cuello y terminó besándola apasionadamente hasta que Esther se vio en la necesidad de apartarse para poder respirar.

-       ¡Me estás matando! –le susurró una Esther jadeante, apenas podía ver a Maca con nitidez, su propio deseo la estaba consumiendo-.
-       ¡No, mi amor, aún no! -la corrigió Maca dulcemente, y luego volvió a besarla sintiendo como Esther se estremecía por entero no sólo por sus palabras sino porque sus manos empezaron a deslizarse por dentro de aquel pantalón-.

El descenso de Maca por su piel fue el camino más largo y más mojado que Esther recordaría en mucho tiempo. Cuando Maca acarició sus caderas y le quitó los pantalones al fin, Esther ya había perdido por completo todo su amor propio y su sentido del pudor… quería que Maca la liberara de una vez de aquel suplicio, tan placentero como angustioso. Desearla más era imposible y cuando Maca se entretuvo besando sus muslos, Esther no pudo aguantarlo por más tiempo y terminó enredando fuertemente sus dedos en aquel pelo que le cosquilleaba la piel obligándola a satisfacerla. Le habían practicado sexo oral anteriormente, pero jamás se había sentido tan ansiosa ni tan necesitada como para exigirlo con tanta vehemencia, y cuando sintió aquella primera caricia de la lengua de Maca supo el por qué… sus dedos se contrajeron entorno a aquellos mechones sedosos que aún mantenía atrapados y un sonido inconexo salió de su pecho obligándola a alzarlo de la cama para poder expulsarlo. Iba a morirse, estaba convencida. Sintió los labios de Maca en aquellos otros labios húmedos y resbaladizos, y todo se perdió entre luces de neones tras sus ojos apretados incapaces de soportar el placer que estaba viviendo. El aletear aterciopelado de su lengua y luego….

-       ¡Madre míaa! –gimió Esther desbordada cuando los dedos de Maca profundizaron también en ella sincronizándose con su boca-.

El latigazo fue seco y profundo. Esther empezó a gemir, sus caderas empezaron a arremolinarse y Maca tuvo que hacer malabares para anclarla contra la cama con la única mano libre que aún le quedaba. El final llegó huracanado, convulso y escandaloso, y aunque Esther suplicó que no podía más, aún tuvo que soportar un poco más para que Maca se decidiera a soltarla.

Los brazos de Maca pronto estuvieron alrededor de su cuerpo, y Esther se dejó acunar por ellos mientras luchaba por reponer el aire que le había sido salvajemente arrebatado.

-       ¡Te quiero! –le susurró Maca besándola en la cabeza, pues Esther descansaba ya en su pecho-.
-       ¡Yo te odio! –le dijo Esther que se había quedado sin fuerzas de golpe-.
-       ¿Me odias? –le preguntó Maca suavemente, aunque por el tono de Esther sabía que no era cierto-.
-       Te dije que no podía más y seguiste –musitó Esther haciéndose la rebelde-.
-       Pero sí podías –le contestó Maca con una sonrisa divertida que Esther no alcanzó a ver porque levantar sólo la cabeza en aquel momento le hubiera supuesto un enorme esfuerzo-.
-       Pienso cobrármelo… -le advirtió Esther-… sólo dame unos minutos, y verás.

Maca casi se rió de su tozudez y de lo vengativa que quería mostrarse a pesar de que en su voz se notaba que estaba hecha polvo y de que estaba a punto de caer dormida ante las caricias en la espalda y el pelo que Maca estaba dándole.

-       Claro que sí, cariño… sólo unos minutos –le siguió el juego Maca sin dejar de acariciarla para que se durmiera-.

Acababan de dar las seis y media de la mañana, y a pesar de que el deseo insatisfecho de Maca era mucho y muy molesto, el haber podido hacerle el amor a Esther y tenerla de aquel modo entre sus brazos en aquel instante, era más que suficiente para ella… al menos, de momento.

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52

La llamada de la naturaleza hizo que Esther se despertara perezosamente al principio, sobresaltada de pronto al acordarse de lo que se disponía a hacer antes de caer rendida. “No me lo puedo creer… ¡me he dormidoooo!???” se dijo incrédula, y al volverse en la cama la imagen de Maca la obligó a pararse en seco. Acurrucada y abrazada a la almohada Maca dormía placidamente a escasos palmos de ella, y era increíble. Esther notó como una sonrisa dulce y plena se aposentaba en su rostro al contemplarla. Su cabello desmarañado y suelto por no haber podido secárselo la noche anterior, caía por la almohada y por su cara dándole un aspecto de ninfa difícilmente resistible. Esther quiso besarla en ese mismo instante, aún no podía creerse que se hubiera quedado dormida sin calmar sus necesidades, más aún cuando se moría por recorrer aquella piel de misterios con sus propias manos desde hacía tanto tiempo, pero se contuvo. Necesitaba ir al baño antes de tratar de despertarla, y con sigilo salió de la cama para ir al aseo. Cuando terminó del baño, una mujer muy diferente le devolvió la mirada en el espejo mientras se lavaba las manos y hacía enjuagues de boca. Esther escupió el líquido, se secó la cara y las manos, y se acercó para mirarse mejor. Estaba luminosa. Sin poder evitarlo, sonrió y luego miró con curiosidad su cuerpo desnudo frente al espejo, era algo más bajita que Maca, no tenía su generoso pecho y por supuesto no tenía sus piernas, pero aún así se gustó frente al espejo y aquello le dio confianza. “Tendrá que ser suficiente…” se dijo Esther frente al espejo y decidió ponerse manos a la obra.
A medida que se acercaba a la cama el sonido de la respiración calmada de Maca era más atrayente. Esther trató de correr un poco más las cortinas sin hacer mucho ruido, pues eran casi las diez de la mañana y la luz atizaba fuertemente en la ventana amenazando con interrumpir el suave juego de claro-oscuros que daban intimidad a la habitación. En cuanto se metió en la cama supo que estaba algo nerviosa, le empezaron a temblar ligeramente las manos y el pulso se le aceleró rápidamente. Sin embargo sabía lo que quería y estaba justo delante de ella, como un ángel dormido al que Esther le entraron una ganas locas de comerse a besos. Decidida, se deshizo despacio de la sábana que apenas cubría una parte de las piernas de Maca, de aquellas piernas largas, desnudas y tersas de las que sus ojos jamás se cansarían. A Esther se le puso un nudo en la garganta cuando Maca las movió como acto reflejo acurrucándose un poco más sobre sí, y la punzada de deseo volvió intensamente a su memoria recordando el placer que había vivido al sentir la suavidad de su roce entre las suyas. Las mejillas se le acaloraron, era tan hermosa que no supo si le empezaron a escocer las manos por el deseo de comenzar a dibujarla o por estar al fin tan cerca de poder tocarla tan conscientemente. Se arrodillo en la cama y posó las yemas de sus dedos sobre uno de los tobillos de Maca, observó que no se despertaba y suspiró, deseaba tanto hacer aquello… tener la oportunidad de recorrer su cuerpo con calma, de deleitarse en sus formas, sus líneas y sinuosidades… sin darse cuenta su mano se fue envalentonando y empezó a ascender por su pantorrilla, el pliegue de su rodilla, el lateral de su muslo… “Dios míoooo… ¡qué suave es!... ” a Esther se le hizo la boca agua al llegar al límite que marcó el pantalón del pijama de Maca, sobretodo porque al ser de corte “brasileño” dejaba remarcada la línea que acotaba sus glúteos dejándolos escapar un poco de él. “¿Está bien que haga esto?.. ¿aprovecharme de que ella duerme?” se preguntó Esther fugazmente, pero Maca la llamaba aun sin saberlo y todo pasó a un segundo plano teniéndola tan cerca. Sin pensárselo se tumbó a su lado, mucho más cerca, y volvió a acariciar la suavidad de sus piernas, pero esta vez se permitió también besarlas. Maca se movió ligeramente al paso de sus manos mucho más firmes y quemantes. Esther sonrió dulcemente ante sus reacciones, y terminó guiando suavemente su cadera para que Maca quedara boca arriba, mucho más accesible a sus propósitos. En cuanto se aproximó a su abdomen supo que estaba a punto de perderse por entero, aquella zona de su cuerpo la había atormentado especialmente en sus sueños, en sus cuadros y bocetos… su desnudez era digna de una tragedia griega, y sus labios se vieron empujados a besar cada fina línea de aquel femenino y delicioso vientre que tembló ligeramente bajo el calor de sus besos. El olor de su piel era delicioso, la textura suave, blanda pero tersa… tan sensible, tan moldeable, que Esther no pudo evitar cosquillearla con la lengua, besarla, mordisquearla….

-       ammm…

Maca jadeó aun durmiendo, sus labios se habían abierto ligeramente, y Esther alzó sus ojos hacia ella completamente ya encendida. Se detuvo un instante para calmarse, aun no quería despertarla, pero… tampoco tenía fuerzas para contenerse. Acarició esta vez su abdomen con una mano, y observó como la piel de Maca se erizaba a su paso… “Es tan sensible…” se dijo Esther maravillada y subió hasta aquel pecho que la dejó sin aliento a escasos centímetros de su cara. El recuerdo de haberlos saboreado apenas unos instantes la noche anterior la hicieron enfermar de pronto. Se irguió un poco más en la cama para que resultaran accesibles, y los labios se le separaron necesitados de aire, quería volver a saborear la esponjosidad de aquella piel encolinada, lo turgente de aquella cima que se replegaría dura al paso de su lengua perpetuando un recuerdo y un placer únicos e imborrables. Lo hizo. Lentamente, temblando, agitada… sus labios besaron delicadamente la dulce piel de uno de sus pechos y luego cayeron presos por el embrujo de lo necesitado de aquel pezón aún vespertino, que se replegó bajo aquella humedad cálida que lo envolvió sin reservas. Era tan… tan… “¡Dios míooo!”, a Esther le dio vueltas la cabeza y se vio antes de lo que esperaba succionando y lamiéndolo no con tanta delicadeza.

-       ahhh…. Mmmm ….  ¿quée? –Maca se despertó casi de golpe en un gemido que le había arrebatado el aire, y cuando quiso decir algo, se encontró aturdida con aquellos ojos oscuros enfrentando a los suyos, con aquel rostro bello de la niña que le había vuelto la vida del revés distorsionado de nuevo por el deseo, y aquellos labios que recordaba perfectamente haber saboreado y que tan sólo le dieron un par de segundos antes de hacerse con su boca en un beso apremiante y profundo que aún la dejó más desconcertada de lo que aquel despertar la tenía-… Esther!.... mmmm….. ¡no puedo respirar! –Maca necesitó de su fuerza para zafarse de aquella boca que ahora jadeaba a unos centímetros de sus labios, expectante, insaciable, roja ante un deseo que el pecho agitado de Esther delataba-.
-       Perdona… yo… no pretendía… -Esther se disculpó torpemente, ni siquiera sabía cómo había perdido el control de aquella forma tan repentina, brusca y visceral, pero su cuerpo entero ardía imparable ante la necesidad de poseerla-

Maca luchó por recuperar el aliento mientras su cuerpo y su mente se despertaban situándose en el espacio y en el tiempo en el que eran requeridos. Con algo más de calma acarició la cara de Esther que aún tenía entre sus manos porque las había necesitado para separarse de ella ante su impetuosa envestida. Sonrió.

-       ¡Buenos días! –le dijo Maca dulcemente-. Parece que despertarte con apetito es tu patrón habitual ¿no?

Esther se puso roja en el acto ante el directo comentario, que ahora no hacía alusión claramente a sus costumbres arraigadas del desayuno que su madre había establecido en ella por años, sino a aquel otro apetito voraz que la había encaramado al cuerpo de Maca prácticamente amordazándola bajo su peso de brazos y piernas para besarla.

-       jajaja… -Maca no pudo evitar reírse ante la cara que había puesto-… no pongas esa cara… -le dijo Maca y tirando de ella le susurró-, yo también me muero de hambre.

Lo siguiente que ambas sintieron fue ese impulso que las empujaba hacia lo más profundo de aquel pozo sin fondo en el cual caían cuando se besaban. Esther disfrutó de la ventaja que le brindaba estar encima, besó y mordió sus labios, acarició su linda cara, enredó en su pelo sus dedos y se dejó inundar por el hormigueo que las caricias de las manos de Maca sobre su espalda desnuda le brindaron. Poco a poco, con suavidad, sus lenguas despertaron el remolino oculto en la tempestad y sus cuerpos empezaron a moverse inquietos uno contra el otro.

-       ¡Dios…. me vuelves loca! –susurró enronquecida Maca, que ya no podía soportar más controlar sus manos, y apretando las nalgas de Esther con ellas hizo que a ésta se le escapara un audible gemido al notar la presión de sus caderas-.
-       Ammmm… - gimió Esther, y aquello atizó más a Maca, que levantó la cabeza de la almohada para hacerse con aquella garganta que chupó y besó mientras sus dedos seguían clavándose en las redondas formas de Esther- No…. Mmmm…. espera…. Diossss…. Espera, espera –Esther se dio cuenta de que era más débil de lo que creía y que Maca poco a poco iba tomando nuevamente el control-.

Maca se le quedó mirando, con la respiración entrecortada, un firme deseo en sus ojos y la travesura escrita en la comisura de sus labios mientras Esther la anclaba fuertemente contra la cama deteniéndola. La deseaba tanto, era tan consciente del placer que le reportaba hacerla suya, que su cuerpo casi rugía ante la visión de su desnudez. Recorrerla, hacer que se derramara en sus manos, en su boca, sobre su cuerpo… era más que un deseo una necesidad para ella, y todo su gesto lo transmitía. Esther se daba cuenta de ello.

-       Te deseo tanto que se que sería capaz de correrme sólo con que siguieras mirándome así –le confesó de pronto Esther casi consumida, sin apenas voz, y a Maca le dio un vuelco el corazón mientras un fuerte pinchazo entre sus piernas respondía a aquella idea-, así que vas a tener que parar y darme ventaja…. –le pidió Esther con una sonrisa única que no consiguió ocultar sin embargo ni un ápice del deseo que habitaba en ella-… porque quiero hacerte sentir a mi modo, y si sigues tocándome así no me es nada fácil.

A Maca le costó muchísimo entenderla, no porque no supiera lo que le decía, sino porque su cuerpo entero había despertado violentamente ante aquel precalentamiento y su cabeza navegaba a aquellas alturas en un remolino imparable.

-       ¿Qué quieres que haga? –le preguntó Maca finalmente conteniéndose, aunque por la expresión que vio en el rostro de Esther supo que no lo estaba haciendo nada bien. Maca tenía la impresión de que su corazón se había inexplicablemente resbalado hasta situarse entre sus muslos, sentía cada golpe de latido como puñetazos contra una puerta que sus piernas trataban en vano de cerrar. Por su cabeza cruzaron flashes de lo fácil que sería hacerse con aquel pequeño cuerpo desnudo que descansaba sobre el suyo, atrapar uno de sus pechos con la boca, depositar a Esther contra el colchón, girar las tornas… volver a hacerla gritar de pasión…. Maca no sabía si podría hacer lo que le pedía, la pasividad no era su fuerte, no cuando deseaba a alguien tanto que su propio placer pasaba por el placer de su amante y no por el suyo propio-.

Esther pudo ver en sus ojos la lucha que Maca mantenía consigo misma, entre el deseo de complacerla y su propio deseo, y se sintió tremendamente excitada de saber lo mucho que perturbaba a Maca. Algo que ni en sueños se hubiera imaginado, pues aunque no lo confesara conscientemente, el extenso pasado sexual de Maca le había y le seguía preocupando. Que Maca se quedara con la mirada fija en sus labios le dio la confianza que necesitaba y sonrió pícaramente. Iba a hacerla suya por encima de todo y de todas con las que hubiera estado, costase lo que costase. Se inclinó sobre Maca, suspiró a escasos milímetros de sus labios y Maca enloqueció con el calor de su aliento a menta. En vano levantó la cabeza para atrapar aquella boca, pero Esther se apartó hasta que volvió a rendirse. Se miraron y Maca quiso quejarse, pero no pudo. El rostro de Esther había mutado silenciosamente, y lo que vio en él la dejó sobrecogida… paralizada. Estaba dibujándola con la mirada. Maca la vio de nuevo acercarse a sus labios, sintió la suave caricia de su aire en su boca mucho antes de rozarla y su propia respiración se agitó ante la consciencia de la penetrante mirada de Esther. Sabía que estaba tan pendiente de sus reacciones que sintió la necesidad de cerrar los ojos, Esther despertaba una timidez en ella de la que nunca antes fue tan consciente. Cuando sintió el cosquilleo de aquella lengua en sus labios a Maca se le escapó un ronco jadeo inesperado, las manos se le agitaron, pero Esther había atrapado sabiamente sus muñecas paralizándolas contra el colchón sobre su cabeza y Maca tuvo que soportar el placer y la tortura de sentir cada caricia de su boca y su lengua sin poder hacer nada… Esther marcó sus idas y venidas dejando a Maca al filo entre el grito y el llanto.

-       Cómo puede existir alguien como tú… -susurró de pronto Esther, y era más que una pregunta retórica la constatación de un sueño-.

Maca abrió los ojos ante lo extraño de su voz, oscura, rota, carente de voluntad y sin embargo tan sorprendida y ¿agradecida? Volvieron a mirarse, y un vacío las acorraló en medio, muy juntas la una de la otra. Maca se dio cuenta de que no era la única que sentía en su pecho esas ganas inconmensurables de gritar y ese escozor en los ojos. Esther liberó una de sus manos para poder acariciar aquel rostro que había entrado en su vida para cambiarla por completo y la besó, profunda y abandonadamente hasta que las dos rodaron por la cama en un combate a muerte por subsistir. Las manos volaron ávidas de piel entre ellas, Esther permitió que Maca se pusiera encima porque el roce de sus generosos pechos sobre los suyos era demasiado tentador como para poder rechazarlos. Y lo supo, supo que la intensidad de aquel fuego que sentía correr por su sangre no volvería a existir por nadie. Deslizó sus manos por dentro del pantalón de Maca y se deshizo de él con brusquedad mientras tumbaba de nuevo a aquella mujer irremplazable sobre la cama. Besó su cuello, mordió su boca y espoleó su deseo a voluntad cuando se hizo sitio entre sus piernas sin permitir que nada ni siquiera aquel amor por Maca que le haría hacer cualquier cosa que le pidiera, se interpusiera en el camino de hacerla suya. De hacerle saber que para ella era la primera, la única… de enseñarle aquella magia que habitaba en Maca y que ella no veía, en cambio Esther sí, en cada mirada, en cada pincelada, en cada ínfima línea que en su cabeza trazaba los detalles que su existir.

-       ¡Esther! –Maca pronunció su nombre sin entender de donde conseguía sacar el aire-.

Las manos de Esther dominaron cada uno de sus sentidos deslizándose por su cuerpo, su boca escaldaba cada tramo de piel en la que se depositaba robándole quejidos inconcebibles. Todo se movía y sin embargo estaba quieto, Maca se aferró fuertemente a las sábanas cuando Esther succionó su pecho y arañó su abdomen… todo iba tan rápido, y sin embargo, ¡que lento! Aquellas controversias no dejaron de repetirse en el interior de Maca que no sabía que hacer, pensar o sentir, enredada en la espiral que Esther estaba trazando entorno a ella. Sintió que la piel se le deshacía y que su cuerpo se rompía cuando sintió primero sus suaves y apremiantes dedos, y luego su boca… allí donde el agua nace y el alma se desborda, donde jamás imaginó sentir sus labios, su lengua o su aliento.

-       Dios míoo!! –gimió Maca completamente fuera de sí-.

Mientras sentía la exigencia de las manos de Esther en sus nalgas amarrándola para que no pudiera apartarse de las ansias de su boca que buscó y halló con una facilidad pasmosa las sensibilidades de la intimidad de Maca. Cada roce de aquella lengua se convirtió en martirio y placer extremos, cada succión, cada roce, cada ritmo impreso en su sexo… se transformó en la creación de un orgasmo brutal que rompió a Maca en dos entre gemidos, convulsiones y jadeos suplicantes de aire.

Le pidió que parara, que le diera una tregua y Esther le susurró con una voz que no parecía suya que se quedaría quieta, que sólo quería disfrutar de aquella visión un poco más, pero no lo hizo. Tras un escaso minuto Maca sintió sus dedos acariciando el interior de sus muslos casi distraídamente, luego fue aquella venenosa boca la que con besos cada vez más mojados volvieron a agitarla por entero.

-       ¡Esther!... de verdad… necesito un poco más de tiempo… -le solicitó Maca tratando de incorporarse para tirar de ella, quería tenerla entre sus brazos no entre sus piernas-.

Esther lamió su clítoris inesperadamente y Maca soltó un pequeño grito que la dejó sin aliento por unos momentos.

-       Ayer hiciste lo que quisiste conmigo, es mi turno –le advirtió Esther desafiante, y Maca se hubiera caído de culo ante la picardía de su mirada si no fuera porque ya estaba tumbada en la cama-.
-       ¡¿lo dices en serio?! –le preguntó Maca incrédula, y que la sonrisa de Esther se ensanchara de pronto le sirvió como toda respuesta-.

Sin embargo para Esther no era suficiente y acarició con sus dedos los labios de Maca que tenía más cerca. A Maca le dio un jamacuco al sentirlos.

-       Esto no es… justo –se quejó Maca, y tuvo que hacer una pausa en la frase porque Esther cambió de ritmo en sus caricias-.
-       Tampoco lo fue anoche, y no parecía importarte –le contestó Esther mucho más divertida a aquellas alturas. Ver los matices de deseo en el rostro de Maca mientras la estimulaba era todo un espectáculo, y Esther se fue excitando todavía más por aquello-.
-       ¡No puedo creerlo! …. Diossss… -Maca tuvo que rendirse y sus brazos se doblegaron cuando Esther cambió la yema de su pulgar por su lengua justo encima de su botón más sensible-… ¡te es…tás ven…gan..dooo?? –no era ni una pregunta ni una afirmación, era un intento remoto y fallido de terminar su alegato, pero la boca de Esther parecía haber ganado la batalla justo en aquel momento, cuando Maca se dio cuenta de que ya estaba más que mojada y que su vientre volvía a temblar por el placer que Esther le estaba infligiendo-.
-       Te dije que lo haría… -susurró Esther liberando su boca, pero sabía que Maca ya no la oía pues su respiración se había vuelto a quebrar y sus piernas ya estaban a ambos lados del cuerpo de Esther rendidas-… pero jamás pensé que iba a disfrutar tanto cobrándomelo.

Se dijo para sí Esther, y se maravilló de la suavidad que halló en el interior de Maca cuando sus dedos la penetraron, de lo cálido, húmedo y excitante que era poder estar dentro suyo mientras sus ojos la miraban, la amaban más que nunca. Cada suave envestida era recompensada con un temblor de sus piernas, una contracción de sus pliegues sobre sus dedos o un jadeo salido de sus labios. Esther se demoró más de lo necesario porque le era difícil renunciar a aquel nuevo “poder” adquirido, y sólo cuando Maca volvió a suplicarle, salió del embrujo en el que se encontraba al admirarla y se concentró únicamente en reportarle todo el placer y liberación que Maca le exigía. Sudorosa y extasiada, Maca por fin pudo respirar con una pesadez inmensa en todo su cuerpo. Si el primer orgasmo había sido brutal el segundo había sido devastador, intensísimo en todas sus fases.

-       Creo que he muerto -musitó Maca con los ojos cerrados y el cuerpo lánguido sobre las sábanas, mientras notaba como Esther trepaba hasta ella y no le cabía duda que seguro sonreía-.
-       Pues yo te veo muy viva –se burló de ella Esther y la besó en los labios apasionadamente-.

Maca se dejó hacer porque apenas tenía fuerzas para defenderse, pero en cuanto notó que Esther se envalentonaba y volvía a querer acariciarla, se apartó de un salto.

-       Ahhh no, noooo, nooooo –le dijo Maca gesticulando incluso con un dedo de su mano-. ¡Ni hablar! Las manos quietas.
-       Jajajajaja… ¿las manos quietas? ¿Qué significa eso? –se rió Esther de ella-.
-       Justo lo que crees que significa. Tengo que ir al baño –Maca se escurrió de la cama antes de que Esther pudiera darle caza-.

Y Esther la vio encerrarse en el aseo, no sin antes deleitarse de aquel cuerpo desnudo que había sido completamente suyo.


Continuará...

2 comentarios:

  1. La gente revolucionada con las 50 sombras del tal Grey y aquí tenemos una versión erótico-festiva que no le hace sombra ;-)
    Uuuufffff!!!!! XD

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    1. Jajaja... la verdad es que estos dos capítulos son bastante tórridos. Gracias por tu cumplido MeNamore, y sacar tiempo para comentar en el blog.

      Un saludo! Sageleah

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