“DIBUJADA EN MI MENTE"
(Fanfic escrito para el foro Maca&Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
Continuará...
51
Como si por fin soltaran su cuello después de
estrangularla, Esther respiró una gran bocanada de aire. Acababa de estar en el
cielo y aún no se sentía preparada para despertar de aquel estado mágico así
que mantuvo sus ojos cerrados un poco más. El roce de los labios de Maca en su
garganta hizo que se le entreabrieran los labios aun jadeantes.
-
Me
pasaría horas besándote –le susurró Maca en el oído-.
Y Esther no pudo evitar que la corriente
eléctrica volviera a ella de inmediato. Los labios de Maca besaron su mejilla,
su nariz, sus párpados y su frente. Todo en ella era cálido y tierno, y Esther
suspiró. ¿Dónde se había metido todo ese tiempo? A Esther le parecía increíble haber
podido vivir sin ella.
Por fin abrió los ojos para encontrarse con
los de Maca, brillantes, ahora más oscuros, felinos con aquel toque de
vulnerabilidad que a Esther le hacía perder la cabeza. Deslizó su mano por
aquel pelo largo que caída desmarañado por un rostro que le había robado el
corazón desde mucho antes de conocerla. ¿De verdad era real? Esther no podía
creérselo, había dibujado tantas veces su cara, sus labios… aquellos mismos
labios que temblaban ahora bajo su dedo al acariciarlos. Esther sintió ansiedad
por volver a besarlos pero cuando se acercó a ellos Maca se apartó delicadamente.
Esther la miró confusa, pero en los ojos de Maca sólo había una sonrisa
callada.
-
¿Podemos
ir ya a la cama? ¿por favor? –le preguntó Maca dulcemente, aún presa de lo que
acababa de hacer con ella-.
Y Esther asintió hipnotizada. Entrelazó sus
dedos con los de Maca y se dejó guiar por ella hasta el dormitorio, la
adrenalina se volvió a disparar en cuanto ambas quedaron paradas a los pies de
la cama. Maca la besó a cámara lenta, con besos ligeros y lentos, incitantes y
sinuosos ante los que Esther no estaba preparada. Era como estar jugando con
una cucharada de praliné en los labios, dulce y adictivo, que pronto despertó su
glotonería sin límites. Maca la liberó cuando Esther ya estaba tan enganchada a
su boca que casi rugió por la interrupción. Con ojos borrosos Esther observó
como Maca se tumbaba en la cama… el color burdeos de las sábanas contrastó con
la desnudez de su piel e impactó en las retinas de Esther provocando que le
picaran las manos, ¿cómo podría dibujarla? Era imposible retratar algo así,
pero sabía que algún día lo intentaría, aunque no esa noche. Esa noche sólo
había una gran pasión que satisfacer y no estaba en un lienzo, estaba justo
frente a ella. Maca extendió una mano invitadora…
-
Anda…
ven aquí –la reclamó Maca y Esther hizo lo que le pedía-.
Se tumbó en la cama junto a Maca, y aunque su
ansiedad le pedía abalanzarse sobre ella,
la calma y serenidad de las caricias que Maca empezó a regalarle la
mitigaron. Idiotizada recibió sus besos sin prisas, profundos, lentos e
irremediablemente irresistibles. El calor se extendió por su cuerpo como miel
suavemente derretida, y se perdió en aquella habilidad que Maca tenía para
besarla, disfrutando de lo diferente que era a sus experiencias anteriores,
besos apasionados pero eternos, no había atropellamiento en su lengua ni prisas
por terminar de estimularla. Ambas disfrutaban de ello y a Esther le pareció
que eran perfectas la una para la otra.
-
Lo
dicho… me pasaría horas besándote –le susurró Maca de nuevo-.
Esther la miró a los ojos cuando lo dijo.
Había todo un mar tempestuoso en el fondo de sus pupilas, y a aquella corta
distancia se percató de los esfuerzos que hacía Maca para no desatarse. La mecha
de pólvora se prendió en la cabeza de Esther rápidamente.
-
Y
yo me pasaría toda la vida dejando que lo hicieras, pero ahora mismo tengo
otras prioridades –le contestó Esther-.
-
¿otras
prioridades? ¿cómo qué? –preguntó Maca
atenta a las necesidades que pudiera tener Esther-.
-
¡Como
tú!
Maca abrió exageradamente los ojos por la
sorpresa al sentir los labios y la lengua de Esther ya en su boca, pero no
tardó mucho en cerrarlos cuando aquellos besos vinieron acompañados de la
caricia de la piel de Esther sobre su torso también desnudo. Sus pechos se
rozaron, y el calor empezó a emanar de ellas como energía cuántica. Maca estaba
convencida de que Esther ni siquiera era consciente de lo que provocaba en ella
sólo con rozarla. Por unos minutos, Maca se dejó arrastrar por el placer y la
intensidad que le brindaban aquella boca, aquella piel y aquel aroma que la
tenían completamente hechizada.
Esther trató de centrarse en ella, sólo en
ella. Estaba dispuesta a devolverle el placer que había recibido, pero cuando
sus manos quisieron explorar los recodos prohibidos de aquel hermoso cuerpo,
Maca las atrapó haciéndola girar en la cama.
-
¡Espera!...
–jadeó Maca haciendo acopio de una gran voluntad para poder rechazar aquellas
manos que habían empezado a descender por su pecho y su estómago-
Sus miradas eran claro símbolo del fuego que
habitaba en ellas.
-
¡Quiero
tocarte! –le dijo Esther, y Maca tembló ante el sonido de su voz posesiva,
ansiosa y apremiante. Apenas estaban empezando a conocerse en la cama, pero
Maca ya intuyó que Esther no sería de las que se quedaban paradas-.
Maca se quedó mirándola un poco más
aprovechando que para detenerla la había hecho rodar por la cama y la tenía
sujeta de las muñecas de espaldas al colchón. Había algo en ella que la
desconcertaba pero aún no había identificado que era, seguramente porque le era
muy difícil pensar y mantener la cabeza fría cuando la tenía cerca, y ahora
estaban mucho más que cerca.
-
¡Maca!....
¡Quiero tocarte! –le volvió a repetir Esther, firme y casi autoritaria, hasta
parecía frustrada por no poder hacerlo. Entonces Maca lo supo-.
Supo que lo que le desconcertaba de ella era
no ver ni un ápice de duda ni de desconcierto por lo que estaban haciendo. Maca
se había acostado con demasiadas mujeres, había sido la primera para muchas
mujeres, y de un modo u otro, siempre en algún momento de su encuentro todas
mostraban alguna inseguridad, alguna timidez ante su primera vez en dar placer
a otra mujer, ante la expectativa de no saber muy bien que hacer o que decir en
aquellos momentos de intimidad, dudosas o al menos algo cautelosas cuando
sentían que les tocaba el turno de satisfacerla. Pero Esther no seguía aquel
patrón, no cumplía con los tópicos, de hecho ahora que lo pensaba, jamás la
había visto cumplir con ninguno. Cuando parecía tímida, en realidad no lo era;
cuando parecía lanzada era cuestión de segundos que apareciera su timidez y su
vergüenza; podía pasar por patosa, sin embargo era más habilidosa que mucha gente;
silenciosa y sin embargo era capaz de enredarte en su conversación hasta dejarte
sin habla… ¡Dios, cuánto la amaba! Su sonrisa se magnificó ante aquellos pensamientos.
-
Tendrás
que esperar… -le dijo Maca descendiendo sensualmente hacia su boca- ¡Aún no he
terminado contigo!
El calambrazo que sintió Esther fue
devastador. Maca penetró en su boca y volvió a nublarla esta vez con besos
mucho más sórdidos y apasionados que antes, cuando sus manos estuvieron libres
apenas pudo utilizarlas para nada más que aferrarse fuertemente a las sábanas
pues Maca volvía a tomarla en el más amplio sentido de la palabra.
-
¡No…
no…es…. jus..to! –consiguió musitar Esther a pesar de todo-.
Maca acababa de destrozar sus pezones con su
lengua y sus dientes, mientras una de sus manos se movía por la cara interna de
sus muslos sin terminar de acercarse a dónde Esther más la necesitaba.
-
¿No
lo es? –le preguntó Maca que apenas podía contener la sonrisa maliciosa que su
reacción física le producía. Era maravilloso verla trepar por aquella montaña,
tan deliciosa de contemplar como de amar, y Maca sabía muy bien como prolongar
y proporcionarle todo el placer que necesitara-.
-
¡No!
–se quejó Esther enérgicamente, pero Maca la mantuvo a ralla presionando su
mano contra su sexo al mismo tiempo que con la lengua lamió su ombligo- ¡Diosssssssssss!
Esther dejó de hablar, ya era bastante duro
concentrarse en respirar. Maca merodeó por su tripa mientras una de sus manos
jugaba con su pecho y la otra con el elástico de su pequeño pantalón. Esther
estaba a punto de perder completamente el control ante aquella tortura, si Maca
quería matarla de ansiedad lo estaba consiguiendo, y de qué forma. Las piernas
y las caderas de Esther empezaron a inquietarse anunciando a Maca su siguiente
paso. Trepó con su lengua por su estómago, saboreó sus pechos, mordió su cuello
y terminó besándola apasionadamente hasta que Esther se vio en la necesidad de
apartarse para poder respirar.
-
¡Me
estás matando! –le susurró una Esther jadeante, apenas podía ver a Maca con
nitidez, su propio deseo la estaba consumiendo-.
-
¡No,
mi amor, aún no! -la corrigió Maca dulcemente, y luego volvió a besarla
sintiendo como Esther se estremecía por entero no sólo por sus palabras sino
porque sus manos empezaron a deslizarse por dentro de aquel pantalón-.
El descenso de Maca por su piel fue el camino
más largo y más mojado que Esther recordaría en mucho tiempo. Cuando Maca
acarició sus caderas y le quitó los pantalones al fin, Esther ya había perdido
por completo todo su amor propio y su sentido del pudor… quería que Maca la
liberara de una vez de aquel suplicio, tan placentero como angustioso. Desearla
más era imposible y cuando Maca se entretuvo besando sus muslos, Esther no pudo
aguantarlo por más tiempo y terminó enredando fuertemente sus dedos en aquel
pelo que le cosquilleaba la piel obligándola a satisfacerla. Le habían
practicado sexo oral anteriormente, pero jamás se había sentido tan ansiosa ni
tan necesitada como para exigirlo con tanta vehemencia, y cuando sintió aquella
primera caricia de la lengua de Maca supo el por qué… sus dedos se contrajeron
entorno a aquellos mechones sedosos que aún mantenía atrapados y un sonido inconexo
salió de su pecho obligándola a alzarlo de la cama para poder expulsarlo. Iba a
morirse, estaba convencida. Sintió los labios de Maca en aquellos otros labios
húmedos y resbaladizos, y todo se perdió entre luces de neones tras sus ojos
apretados incapaces de soportar el placer que estaba viviendo. El aletear
aterciopelado de su lengua y luego….
-
¡Madre
míaa! –gimió Esther desbordada cuando los dedos de Maca profundizaron también
en ella sincronizándose con su boca-.
El latigazo fue seco y profundo. Esther
empezó a gemir, sus caderas empezaron a arremolinarse y Maca tuvo que hacer
malabares para anclarla contra la cama con la única mano libre que aún le
quedaba. El final llegó huracanado, convulso y escandaloso, y aunque Esther
suplicó que no podía más, aún tuvo que soportar un poco más para que Maca se
decidiera a soltarla.
Los brazos de Maca pronto estuvieron
alrededor de su cuerpo, y Esther se dejó acunar por ellos mientras luchaba por
reponer el aire que le había sido salvajemente arrebatado.
-
¡Te
quiero! –le susurró Maca besándola en la cabeza, pues Esther descansaba ya en
su pecho-.
-
¡Yo
te odio! –le dijo Esther que se había quedado sin fuerzas de golpe-.
-
¿Me
odias? –le preguntó Maca suavemente, aunque por el tono de Esther sabía que no
era cierto-.
-
Te
dije que no podía más y seguiste –musitó Esther haciéndose la rebelde-.
-
Pero
sí podías –le contestó Maca con una sonrisa divertida que Esther no alcanzó a
ver porque levantar sólo la cabeza en aquel momento le hubiera supuesto un
enorme esfuerzo-.
-
Pienso
cobrármelo… -le advirtió Esther-… sólo dame unos minutos, y verás.
Maca casi se rió de su tozudez y de lo
vengativa que quería mostrarse a pesar de que en su voz se notaba que estaba
hecha polvo y de que estaba a punto de caer dormida ante las caricias en la
espalda y el pelo que Maca estaba dándole.
-
Claro
que sí, cariño… sólo unos minutos –le siguió el juego Maca sin dejar de
acariciarla para que se durmiera-.
Acababan de dar las seis y media de la
mañana, y a pesar de que el deseo insatisfecho de Maca era mucho y muy molesto,
el haber podido hacerle el amor a Esther y tenerla de aquel modo entre sus
brazos en aquel instante, era más que suficiente para ella… al menos, de
momento.
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52
La llamada de la naturaleza hizo que Esther
se despertara perezosamente al principio, sobresaltada de pronto al acordarse
de lo que se disponía a hacer antes de caer rendida. “No me lo puedo creer… ¡me
he dormidoooo!???” se dijo incrédula, y al volverse en la cama la imagen de
Maca la obligó a pararse en seco. Acurrucada y abrazada a la almohada Maca
dormía placidamente a escasos palmos de ella, y era increíble. Esther notó como
una sonrisa dulce y plena se aposentaba en su rostro al contemplarla. Su
cabello desmarañado y suelto por no haber podido secárselo la noche anterior,
caía por la almohada y por su cara dándole un aspecto de ninfa difícilmente
resistible. Esther quiso besarla en ese mismo instante, aún no podía creerse
que se hubiera quedado dormida sin calmar sus necesidades, más aún cuando se
moría por recorrer aquella piel de misterios con sus propias manos desde hacía
tanto tiempo, pero se contuvo. Necesitaba ir al baño antes de tratar de
despertarla, y con sigilo salió de la cama para ir al aseo. Cuando terminó del
baño, una mujer muy diferente le devolvió la mirada en el espejo mientras se
lavaba las manos y hacía enjuagues de boca. Esther escupió el líquido, se secó
la cara y las manos, y se acercó para mirarse mejor. Estaba luminosa. Sin poder
evitarlo, sonrió y luego miró con curiosidad su cuerpo desnudo frente al
espejo, era algo más bajita que Maca, no tenía su generoso pecho y por supuesto
no tenía sus piernas, pero aún así se gustó frente al espejo y aquello le dio
confianza. “Tendrá que ser suficiente…” se dijo Esther frente al espejo y
decidió ponerse manos a la obra.
A medida que se acercaba a la cama el sonido
de la respiración calmada de Maca era más atrayente. Esther trató de correr un
poco más las cortinas sin hacer mucho ruido, pues eran casi las diez de la
mañana y la luz atizaba fuertemente en la ventana amenazando con interrumpir el
suave juego de claro-oscuros que daban intimidad a la habitación. En cuanto se
metió en la cama supo que estaba algo nerviosa, le empezaron a temblar
ligeramente las manos y el pulso se le aceleró rápidamente. Sin embargo sabía
lo que quería y estaba justo delante de ella, como un ángel dormido al que
Esther le entraron una ganas locas de comerse a besos. Decidida, se deshizo
despacio de la sábana que apenas cubría una parte de las piernas de Maca, de
aquellas piernas largas, desnudas y tersas de las que sus ojos jamás se
cansarían. A Esther se le puso un nudo en la garganta cuando Maca las movió
como acto reflejo acurrucándose un poco más sobre sí, y la punzada de deseo
volvió intensamente a su memoria recordando el placer que había vivido al sentir
la suavidad de su roce entre las suyas. Las mejillas se le acaloraron, era tan
hermosa que no supo si le empezaron a escocer las manos por el deseo de
comenzar a dibujarla o por estar al fin tan cerca de poder tocarla tan
conscientemente. Se arrodillo en la cama y posó las yemas de sus dedos sobre
uno de los tobillos de Maca, observó que no se despertaba y suspiró, deseaba
tanto hacer aquello… tener la oportunidad de recorrer su cuerpo con calma, de
deleitarse en sus formas, sus líneas y sinuosidades… sin darse cuenta su mano
se fue envalentonando y empezó a ascender por su pantorrilla, el pliegue de su
rodilla, el lateral de su muslo… “Dios míoooo… ¡qué suave es!... ” a Esther se
le hizo la boca agua al llegar al límite que marcó el pantalón del pijama de
Maca, sobretodo porque al ser de corte “brasileño” dejaba remarcada la línea
que acotaba sus glúteos dejándolos escapar un poco de él. “¿Está bien que haga
esto?.. ¿aprovecharme de que ella duerme?” se preguntó Esther fugazmente, pero
Maca la llamaba aun sin saberlo y todo pasó a un segundo plano teniéndola tan
cerca. Sin pensárselo se tumbó a su lado, mucho más cerca, y volvió a acariciar
la suavidad de sus piernas, pero esta vez se permitió también besarlas. Maca se
movió ligeramente al paso de sus manos mucho más firmes y quemantes. Esther
sonrió dulcemente ante sus reacciones, y terminó guiando suavemente su cadera
para que Maca quedara boca arriba, mucho más accesible a sus propósitos. En
cuanto se aproximó a su abdomen supo que estaba a punto de perderse por entero,
aquella zona de su cuerpo la había atormentado especialmente en sus sueños, en
sus cuadros y bocetos… su desnudez era digna de una tragedia griega, y sus
labios se vieron empujados a besar cada fina línea de aquel femenino y
delicioso vientre que tembló ligeramente bajo el calor de sus besos. El olor de
su piel era delicioso, la textura suave, blanda pero tersa… tan sensible, tan
moldeable, que Esther no pudo evitar cosquillearla con la lengua, besarla,
mordisquearla….
-
ammm…
Maca jadeó aun durmiendo, sus labios se
habían abierto ligeramente, y Esther alzó sus ojos hacia ella completamente ya
encendida. Se detuvo un instante para calmarse, aun no quería despertarla,
pero… tampoco tenía fuerzas para contenerse. Acarició esta vez su abdomen con
una mano, y observó como la piel de Maca se erizaba a su paso… “Es tan
sensible…” se dijo Esther maravillada y subió hasta aquel pecho que la dejó sin
aliento a escasos centímetros de su cara. El recuerdo de haberlos saboreado
apenas unos instantes la noche anterior la hicieron enfermar de pronto. Se
irguió un poco más en la cama para que resultaran accesibles, y los labios se
le separaron necesitados de aire, quería volver a saborear la esponjosidad de
aquella piel encolinada, lo turgente de aquella cima que se replegaría dura al
paso de su lengua perpetuando un recuerdo y un placer únicos e imborrables. Lo
hizo. Lentamente, temblando, agitada… sus labios besaron delicadamente la dulce
piel de uno de sus pechos y luego cayeron presos por el embrujo de lo
necesitado de aquel pezón aún vespertino, que se replegó bajo aquella humedad
cálida que lo envolvió sin reservas. Era tan… tan… “¡Dios míooo!”, a Esther le
dio vueltas la cabeza y se vio antes de lo que esperaba succionando y
lamiéndolo no con tanta delicadeza.
-
ahhh….
Mmmm …. ¿quée? –Maca se despertó casi de
golpe en un gemido que le había arrebatado el aire, y cuando quiso decir algo,
se encontró aturdida con aquellos ojos oscuros enfrentando a los suyos, con
aquel rostro bello de la niña que le había vuelto la vida del revés
distorsionado de nuevo por el deseo, y aquellos labios que recordaba
perfectamente haber saboreado y que tan sólo le dieron un par de segundos antes
de hacerse con su boca en un beso apremiante y profundo que aún la dejó más
desconcertada de lo que aquel despertar la tenía-… Esther!.... mmmm….. ¡no
puedo respirar! –Maca necesitó de su fuerza para zafarse de aquella boca que
ahora jadeaba a unos centímetros de sus labios, expectante, insaciable, roja
ante un deseo que el pecho agitado de Esther delataba-.
-
Perdona…
yo… no pretendía… -Esther se disculpó torpemente, ni siquiera sabía cómo había
perdido el control de aquella forma tan repentina, brusca y visceral, pero su
cuerpo entero ardía imparable ante la necesidad de poseerla-
Maca luchó por recuperar el aliento mientras
su cuerpo y su mente se despertaban situándose en el espacio y en el tiempo en
el que eran requeridos. Con algo más de calma acarició la cara de Esther que
aún tenía entre sus manos porque las había necesitado para separarse de ella
ante su impetuosa envestida. Sonrió.
-
¡Buenos
días! –le dijo Maca dulcemente-. Parece que despertarte con apetito es tu
patrón habitual ¿no?
Esther se puso roja en el acto ante el
directo comentario, que ahora no hacía alusión claramente a sus costumbres
arraigadas del desayuno que su madre había establecido en ella por años, sino a
aquel otro apetito voraz que la había encaramado al cuerpo de Maca prácticamente
amordazándola bajo su peso de brazos y piernas para besarla.
-
jajaja…
-Maca no pudo evitar reírse ante la cara que había puesto-… no pongas esa cara…
-le dijo Maca y tirando de ella le susurró-, yo también me muero de hambre.
Lo siguiente que ambas sintieron fue ese
impulso que las empujaba hacia lo más profundo de aquel pozo sin fondo en el
cual caían cuando se besaban. Esther disfrutó de la ventaja que le brindaba
estar encima, besó y mordió sus labios, acarició su linda cara, enredó en su
pelo sus dedos y se dejó inundar por el hormigueo que las caricias de las manos
de Maca sobre su espalda desnuda le brindaron. Poco a poco, con suavidad, sus
lenguas despertaron el remolino oculto en la tempestad y sus cuerpos empezaron
a moverse inquietos uno contra el otro.
-
¡Dios….
me vuelves loca! –susurró enronquecida Maca, que ya no podía soportar más
controlar sus manos, y apretando las nalgas de Esther con ellas hizo que a ésta
se le escapara un audible gemido al notar la presión de sus caderas-.
-
Ammmm…
- gimió Esther, y aquello atizó más a Maca, que levantó la cabeza de la
almohada para hacerse con aquella garganta que chupó y besó mientras sus dedos
seguían clavándose en las redondas formas de Esther- No…. Mmmm…. espera…. Diossss….
Espera, espera –Esther se dio cuenta de que era más débil de lo que creía y que
Maca poco a poco iba tomando nuevamente el control-.
Maca se le quedó mirando, con la respiración
entrecortada, un firme deseo en sus ojos y la travesura escrita en la comisura
de sus labios mientras Esther la anclaba fuertemente contra la cama
deteniéndola. La deseaba tanto, era tan consciente del placer que le reportaba
hacerla suya, que su cuerpo casi rugía ante la visión de su desnudez. Recorrerla,
hacer que se derramara en sus manos, en su boca, sobre su cuerpo… era más que
un deseo una necesidad para ella, y todo su gesto lo transmitía. Esther se daba
cuenta de ello.
-
Te
deseo tanto que se que sería capaz de correrme sólo con que siguieras mirándome
así –le confesó de pronto Esther casi consumida, sin apenas voz, y a Maca le
dio un vuelco el corazón mientras un fuerte pinchazo entre sus piernas
respondía a aquella idea-, así que vas a tener que parar y darme ventaja…. –le
pidió Esther con una sonrisa única que no consiguió ocultar sin embargo ni un
ápice del deseo que habitaba en ella-… porque quiero hacerte sentir a mi modo,
y si sigues tocándome así no me es nada fácil.
A Maca le costó muchísimo entenderla, no
porque no supiera lo que le decía, sino porque su cuerpo entero había
despertado violentamente ante aquel precalentamiento y su cabeza navegaba a
aquellas alturas en un remolino imparable.
-
¿Qué
quieres que haga? –le preguntó Maca finalmente conteniéndose, aunque por la
expresión que vio en el rostro de Esther supo que no lo estaba haciendo nada
bien. Maca tenía la impresión de que su corazón se había inexplicablemente
resbalado hasta situarse entre sus muslos, sentía cada golpe de latido como
puñetazos contra una puerta que sus piernas trataban en vano de cerrar. Por su
cabeza cruzaron flashes de lo fácil que sería hacerse con aquel pequeño cuerpo
desnudo que descansaba sobre el suyo, atrapar uno de sus pechos con la boca,
depositar a Esther contra el colchón, girar las tornas… volver a hacerla gritar
de pasión…. Maca no sabía si podría hacer lo que le pedía, la pasividad no era
su fuerte, no cuando deseaba a alguien tanto que su propio placer pasaba por el
placer de su amante y no por el suyo propio-.
Esther pudo ver en sus ojos la lucha que Maca
mantenía consigo misma, entre el deseo de complacerla y su propio deseo, y se
sintió tremendamente excitada de saber lo mucho que perturbaba a Maca. Algo que
ni en sueños se hubiera imaginado, pues aunque no lo confesara conscientemente,
el extenso pasado sexual de Maca le había y le seguía preocupando. Que Maca se
quedara con la mirada fija en sus labios le dio la confianza que necesitaba y
sonrió pícaramente. Iba a hacerla suya por encima de todo y de todas con las
que hubiera estado, costase lo que costase. Se inclinó sobre Maca, suspiró a
escasos milímetros de sus labios y Maca enloqueció con el calor de su aliento a
menta. En vano levantó la cabeza para atrapar aquella boca, pero Esther se
apartó hasta que volvió a rendirse. Se miraron y Maca quiso quejarse, pero no
pudo. El rostro de Esther había mutado silenciosamente, y lo que vio en él la
dejó sobrecogida… paralizada. Estaba dibujándola con la mirada. Maca la vio de
nuevo acercarse a sus labios, sintió la suave caricia de su aire en su boca mucho
antes de rozarla y su propia respiración se agitó ante la consciencia de la
penetrante mirada de Esther. Sabía que estaba tan pendiente de sus reacciones
que sintió la necesidad de cerrar los ojos, Esther despertaba una timidez en
ella de la que nunca antes fue tan consciente. Cuando sintió el cosquilleo de
aquella lengua en sus labios a Maca se le escapó un ronco jadeo inesperado, las
manos se le agitaron, pero Esther había atrapado sabiamente sus muñecas
paralizándolas contra el colchón sobre su cabeza y Maca tuvo que soportar el
placer y la tortura de sentir cada caricia de su boca y su lengua sin poder
hacer nada… Esther marcó sus idas y venidas dejando a Maca al filo entre el
grito y el llanto.
-
Cómo
puede existir alguien como tú… -susurró de pronto Esther, y era más que una
pregunta retórica la constatación de un sueño-.
Maca abrió los ojos ante lo extraño de su
voz, oscura, rota, carente de voluntad y sin embargo tan sorprendida y
¿agradecida? Volvieron a mirarse, y un vacío las acorraló en medio, muy juntas
la una de la otra. Maca se dio cuenta de que no era la única que sentía en su
pecho esas ganas inconmensurables de gritar y ese escozor en los ojos. Esther
liberó una de sus manos para poder acariciar aquel rostro que había entrado en
su vida para cambiarla por completo y la besó, profunda y abandonadamente hasta
que las dos rodaron por la cama en un combate a muerte por subsistir. Las manos
volaron ávidas de piel entre ellas, Esther permitió que Maca se pusiera encima
porque el roce de sus generosos pechos sobre los suyos era demasiado tentador
como para poder rechazarlos. Y lo supo, supo que la intensidad de aquel fuego
que sentía correr por su sangre no volvería a existir por nadie. Deslizó sus manos
por dentro del pantalón de Maca y se deshizo de él con brusquedad mientras
tumbaba de nuevo a aquella mujer irremplazable sobre la cama. Besó su cuello,
mordió su boca y espoleó su deseo a voluntad cuando se hizo sitio entre sus
piernas sin permitir que nada ni siquiera aquel amor por Maca que le haría
hacer cualquier cosa que le pidiera, se interpusiera en el camino de hacerla
suya. De hacerle saber que para ella era la primera, la única… de enseñarle
aquella magia que habitaba en Maca y que ella no veía, en cambio Esther sí, en
cada mirada, en cada pincelada, en cada ínfima línea que en su cabeza trazaba
los detalles que su existir.
-
¡Esther!
–Maca pronunció su nombre sin entender de donde conseguía sacar el aire-.
Las manos de Esther dominaron cada uno de sus
sentidos deslizándose por su cuerpo, su boca escaldaba cada tramo de piel en la
que se depositaba robándole quejidos inconcebibles. Todo se movía y sin embargo
estaba quieto, Maca se aferró fuertemente a las sábanas cuando Esther succionó
su pecho y arañó su abdomen… todo iba tan rápido, y sin embargo, ¡que lento!
Aquellas controversias no dejaron de repetirse en el interior de Maca que no
sabía que hacer, pensar o sentir, enredada en la espiral que Esther estaba
trazando entorno a ella. Sintió que la piel se le deshacía y que su cuerpo se
rompía cuando sintió primero sus suaves y apremiantes dedos, y luego su boca…
allí donde el agua nace y el alma se desborda, donde jamás imaginó sentir sus
labios, su lengua o su aliento.
-
Dios
míoo!! –gimió Maca completamente fuera de sí-.
Mientras sentía la exigencia de las manos de
Esther en sus nalgas amarrándola para que no pudiera apartarse de las ansias de
su boca que buscó y halló con una facilidad pasmosa las sensibilidades de la
intimidad de Maca. Cada roce de aquella lengua se convirtió en martirio y
placer extremos, cada succión, cada roce, cada ritmo impreso en su sexo… se
transformó en la creación de un orgasmo brutal que rompió a Maca en dos entre
gemidos, convulsiones y jadeos suplicantes de aire.
Le pidió que parara, que le diera una tregua
y Esther le susurró con una voz que no parecía suya que se quedaría quieta, que
sólo quería disfrutar de aquella visión un poco más, pero no lo hizo. Tras un
escaso minuto Maca sintió sus dedos acariciando el interior de sus muslos casi
distraídamente, luego fue aquella venenosa boca la que con besos cada vez más
mojados volvieron a agitarla por entero.
-
¡Esther!...
de verdad… necesito un poco más de tiempo… -le solicitó Maca tratando de
incorporarse para tirar de ella, quería tenerla entre sus brazos no entre sus
piernas-.
Esther lamió su clítoris inesperadamente y
Maca soltó un pequeño grito que la dejó sin aliento por unos momentos.
-
Ayer
hiciste lo que quisiste conmigo, es mi turno –le advirtió Esther desafiante, y
Maca se hubiera caído de culo ante la picardía de su mirada si no fuera porque
ya estaba tumbada en la cama-.
-
¡¿lo
dices en serio?! –le preguntó Maca incrédula, y que la sonrisa de Esther se
ensanchara de pronto le sirvió como toda respuesta-.
Sin embargo para Esther no era suficiente y
acarició con sus dedos los labios de Maca que tenía más cerca. A Maca le dio un
jamacuco al sentirlos.
-
Esto
no es… justo –se quejó Maca, y tuvo que hacer una pausa en la frase porque
Esther cambió de ritmo en sus caricias-.
-
Tampoco
lo fue anoche, y no parecía importarte –le contestó Esther mucho más divertida
a aquellas alturas. Ver los matices de deseo en el rostro de Maca mientras la
estimulaba era todo un espectáculo, y Esther se fue excitando todavía más por
aquello-.
-
¡No
puedo creerlo! …. Diossss… -Maca tuvo que rendirse y sus brazos se doblegaron
cuando Esther cambió la yema de su pulgar por su lengua justo encima de su
botón más sensible-… ¡te es…tás ven…gan..dooo?? –no era ni una pregunta ni una
afirmación, era un intento remoto y fallido de terminar su alegato, pero la
boca de Esther parecía haber ganado la batalla justo en aquel momento, cuando
Maca se dio cuenta de que ya estaba más que mojada y que su vientre volvía a
temblar por el placer que Esther le estaba infligiendo-.
-
Te
dije que lo haría… -susurró Esther liberando su boca, pero sabía que Maca ya no
la oía pues su respiración se había vuelto a quebrar y sus piernas ya estaban a
ambos lados del cuerpo de Esther rendidas-… pero jamás pensé que iba a
disfrutar tanto cobrándomelo.
Se dijo para sí Esther,
y se maravilló de la suavidad que halló en el interior de Maca cuando sus dedos
la penetraron, de lo cálido, húmedo y excitante que era poder estar dentro suyo
mientras sus ojos la miraban, la amaban más que nunca. Cada suave envestida era
recompensada con un temblor de sus piernas, una contracción de sus pliegues
sobre sus dedos o un jadeo salido de sus labios. Esther se demoró más de lo
necesario porque le era difícil renunciar a aquel nuevo “poder” adquirido, y
sólo cuando Maca volvió a suplicarle, salió del embrujo en el que se encontraba
al admirarla y se concentró únicamente en reportarle todo el placer y
liberación que Maca le exigía. Sudorosa y extasiada, Maca por fin pudo respirar
con una pesadez inmensa en todo su cuerpo. Si el primer orgasmo había sido
brutal el segundo había sido devastador, intensísimo en todas sus fases.
-
Creo
que he muerto -musitó Maca con los ojos cerrados y el cuerpo lánguido sobre las
sábanas, mientras notaba como Esther trepaba hasta ella y no le cabía duda que
seguro sonreía-.
-
Pues
yo te veo muy viva –se burló de ella Esther y la besó en los labios apasionadamente-.
Maca se dejó hacer porque apenas tenía
fuerzas para defenderse, pero en cuanto notó que Esther se envalentonaba y
volvía a querer acariciarla, se apartó de un salto.
-
Ahhh
no, noooo, nooooo –le dijo Maca gesticulando incluso con un dedo de su mano-.
¡Ni hablar! Las manos quietas.
-
Jajajajaja…
¿las manos quietas? ¿Qué significa eso? –se rió Esther de ella-.
-
Justo
lo que crees que significa. Tengo que ir al baño –Maca se escurrió de la cama
antes de que Esther pudiera darle caza-.
Y Esther la vio encerrarse en el aseo, no sin
antes deleitarse de aquel cuerpo desnudo que había sido completamente suyo.
La gente revolucionada con las 50 sombras del tal Grey y aquí tenemos una versión erótico-festiva que no le hace sombra ;-)
ResponderEliminarUuuufffff!!!!! XD
Jajaja... la verdad es que estos dos capítulos son bastante tórridos. Gracias por tu cumplido MeNamore, y sacar tiempo para comentar en el blog.
EliminarUn saludo! Sageleah