sábado, 3 de noviembre de 2012

Dibujada en mi mente (TOMO 2) -cap 56-



“DIBUJADA EN MI MENTE" (TOMO 2)
(Fanfic escrito para el foro Maca&Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.

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56



Cuatro meses después.

Madrid

-       ¿Cierras tú? –le dijo Cruz cediéndole el instrumental a Maca-.

Maca la miró sorprendida. Ni siquiera debía estar allí, aquel privilegio era para residentes en cirugía pediátrica.

-       ¿Estás segura? –dudó Maca, aunque la excitación por poder participar en aquello brilló en sus ojos-.

Cruz sonrió pese a que la mascarilla cubría gran parte de su rostro, y asintió con la cabeza pasándole el instrumental. Maca lo cogió con firmeza y se dispuso a cerrar al paciente con su ayuda y la asistencia de Encarna que también estaba en la operación. Cuando salieron del quirófano Maca casi daba brincos de satisfacción. Estar con Cruz en aquella operación había sido increíble.

-       Cruz, gracias por tu confianza, no sé como… -Maca quería agradecerle todo lo que estaba haciendo por ella. Desde que había comenzado las prácticas del último año, la llevaba a todas partes con ella y la involucraba en todo lo que podía-.
-       No me las des. Este es tu último año antes del MIR y elegir la especialidad… los próximos años estarás de residente, y deberás pensar bien qué quieres hacer, y dónde quieres estar… -Cruz se secó las manos y le dio un comprensivo pero firme apretón en el hombro. Maca la miró y escuchó con atención lo que le decía-. Espero mucho de ti, no te desconcentres, sigue así y llegado el momento, podré hacer algo por ti, ¿de acuerdo?
-       Sí –le contestó Maca-.
-       Buena chica –Cruz se alejó de ella y antes de salir por la puerta la envió a casa-.

Maca se quedó parada frente a los lavamanos de quirófano. Sabía que tenía el apoyo de Cruz, pero la confianza que depositaba en ella era tan halagadora como asfixiante. “No te desconcentres…”, le había dicho, y ella trataba de no hacerlo aunque su mente a veces viajaba muy lejos, pues su corazón estaba dividido entre sus dos grandes pasiones, su vocación y Esther. Cerró los ojos en cuanto su nombre viajó por su mente, la echaba tanto de menos… “Si al menos estuviera aquí”, pensó. La presión de la facultad aquel año estaba siendo extrema, sus compañeros estaban ya locos ante la preparación de los primeros parciales, y ni siquiera habían cogido todavía las vacaciones de Navidad. “Pronto estará aquí… todo va a ir bien”, pensó volviendo a reanudar la tarea de limpiarse las manos mientras la idea de que en vacaciones Esther regresaría a casa, alegraba cada partícula de su agotado y maltrecho cuerpo.

Florencia

Kate recogió la documentación, cerró el despacho y fue a buscarla. Mientras recorría los pasillos de aquella hermosa escuela, pensó en lo mucho que también añoraba el ambiente de los estudiantes en Madrid. Sin embargo bastó posar una sola mirada sobre ella para que toda aquella dulce melancolía desapareciera. Kate fue aminorando el paso sin apenas darse cuenta, Esther se encontraba en medio de uno de los jardines exteriores con el abrigo y la bufanda puesta, y un blog encima de sus rodillas. Sus manos, pese al frío, estaban ciertamente desnudas y se ensuciaban de colores pastel mientras aquella joven promesa volcaba toda su pasión y concentración en el dibujo. La sonrisa volvió a su rostro, sabía que a Esther le había costado adaptarse a aquel brutal cambio, viajar sin residencia fija, los idiomas, el estar fuera de casa, lejos de su madre, sus amigos y por supuesto… de Maca. Cada noche la veía chatear en su cuarto hasta altas horas, hasta su madre se había aficionado al ordenador con tal de estar con ella, y aquel arraigamiento en cierta forma tenía preocupada a Kate, Esther se resistía a evolucionar.

-       ¡Eyy! ¡Se te ve muy concentrada! –la interrumpió Kate llegando a su lado-.

Esther levantó la vista de lo que estaba haciendo en el acto para encontrarse con aquellos ojos azules tan profundos como el océano.

-       Hola… -la saludó y empezó a guardar los colores antes de coger el trapo para limpiarse las manos-… estaba tonteando un poco, nada importante.
-       ¿Puedo verlo? –le preguntó Kate, pero su mano extendida ya exigía más que pedía-.

Esther se encogió de hombros como respuesta, y Kate sonrió quitándole el blog del regazo. Últimamente a Esther le costaba mucho mostrar por voluntad propia lo que hacía. Kate revisó la composición, las texturas, los detalles… era precioso, pero….

-       Es precioso –le dijo Kate-.
-       ¿lo es? –preguntó Esther sin mucha convicción, ella también se daba cuenta de que le faltaba algo más… su exigencia consigo misma había aumentado en progresión a sus habilidades-.
-       Sí lo es, ¿no te lo parece? –el modo de enseñanza de Kate nunca había sido directo, pues era de la opinión de que nadie puede crecer por experiencias ajenas, Esther tendría que buscar sus preguntas y sus respuestas si quería avanzar y ella estaría allí para hacerle dudar de todo y de nada, todo debía pasar por ella-.

Esther terminó de limpiarse las manos y extendió una de ellas para que Kate le devolviera el dibujo. Durante unos instantes se quedó mirándolo críticamente.

-       Se que he mejorado la técnica, y que la composición, el color… son perfectos…
-       Sublimes –la corrigió Kate suavemente-, ¿pero?
-       Pero… -Esther tomó aire como si de un suspiro se tratara, no entendía lo que le pasaba, se sentía estancada y ella quería más, necesitaba más-… ¿por qué no me dicen nada? Es tan perfecto que no siento nada ¿es eso posible? –quiso saber Esther-.

Kate le acarició el cabello maternalmente. Esther había cumplido hacía un par de meses veintiún años, era una mujer de los pies a la cabeza, iba a terminar su carrera en un tiempo récord, estaba viajando por toda Europa lejos de su familia, sus amigos y de su primer gran amor, y pese a toda la madurez que su buen juicio y buenas decisiones manifestaban, sentimentalmente hablando para Kate era como un lienzo inmaculado. En Esther todo era luz, color… todo era vida, ni el abandono de su padre había podido crear en ella el menor agujero de oscuridad, y ahora que había evolucionado tanto y andaba con paso firme y sólido por la realidad de su talento y sus días, era precisamente aquella dualidad entre el blanco y el negro de la vida lo que necesitaba aunque aun no lo supiera.

-       Sí, lo es –le contestó Kate finalmente-.
-       ¿Entonces? ¿qué puedo hacer? –le preguntó Esther algo angustiada-.
-       Seguir mirando, seguir buscando, seguir cuestionando pero sobretodo… sigue sintiendo –le contestó Kate, y sabía que su respuesta filosófica desesperaría a la necesidad práctica que ahora mismo acuciaba a Esther-
-       ¡Ufff! ¿sólo eso, eh? –comentó Esther con su particular ironía mientras resoplaba y ponía sus ojos en blanco-.
-       Jajajaja… no quieras crecer tan rápido, cuando llegue el momento, lo encontrarás. Sigue explorando por otras vías, anda vamos –le dijo Kate poniéndose de pie, y Esther tuvo que seguirla pues era hora de comer, y ya empezaba a dolerle la tripa-.
00.30 de la noche

Esther se metió en la cama con el portátil y conectó la videoconferencia en el skipe. En cuanto vio la cara de Maca todas sus preocupaciones desaparecieron.

-       Hola mi amor, ¿cómo te ha ido el día? –la saludó Maca por el micrófono de los auriculares-.
-       Hola cariño… bien, pero podría haber estado mejor –le respondió Esther arrugando la nariz ante el recuerdo de la frustración que sentía desde hacía un par de meses por no avanzar como quería en su trabajo-. ¿Y tú? ¿cómo estás? ¿qué tal en el hospital? ¿has visto a mi madre?

Maca se quedó preocupada por el desanimo que había visto reflejado fugazmente en el rostro de Esther, pero el aluvión de preguntas hizo que se centrara en responder antes de que Esther empezara a arrollarla con sus habituales interrogatorios, parecía que no quería perderse ni un detalle de lo que pasaba en Madrid.

-       Yo estoy bien, hoy Cruz me pidió que entrara en una operación importante, y me dejó cerrar al paciente… tu madre estaba con nosotras. Está bien, también te echa de menos –le respondió Maca-.
-       ¿En serio?!! Pero eso es estupendo!!! No lo de mi madre, sino lo de la operación claro –se alegró por ella Esther, sabía que era importante que Cruz estuviera depositando en ella tanta confianza, aunque también sabía por las conversaciones que mantenían que Maca estaba un poco presionada por ello, cosa con la que ella misma había tenido que aprender a convivir desde que conoció a Kate. Lo superaría-.
-       Si lo es, fue una sensación… increíble –Maca aún estaba un poco sobrecogida por la satisfacción que había sentido al colaborar en salvar directamente una vida, pues había estado muy unida a aquel caso en concreto, y la operación había sido la cumbre de todo el proceso-.

Esther sonrió ante la expresión de su rostro. ¡Dios, cómo la echaba de menos!

-       Me alegro mucho por ti, mi amor –le dijo con sinceridad Esther y Maca captó pese a la distancia la dulzura y la profundidad con la que se lo decía-.

Durante unos segundos ambas se quedaron calladas, mirándose, sonriendo… era tan difícil estar separadas que los reencuentros siempre eran mágicos, como un espejismo difícil de creer.

-       ¡Te he echado de menos! –fue Maca la que rompió el silencio-.
-       ¿En serio?... que raro, yo a ti no –se burló de ella Esther, pues no quería ponerse triste, últimamente sus estudios estaban cobrándose un alto precio en horas, y la incompatibilidad horaria de Maca les impedía chatear como al principio, cada noche-.
-       ¿A no? –Maca se enganchó a su juego-.
-       No –dijo con convicción Esther arrugando la nariz en un gesto muy suyo-
-       Jajaja… -Maca se rió rompiendo aquella farsa, y Esther la secundó-.
-       ¡Por Dios Santooooo… cuando va a llegar el 22 de diciembreeeee! –gritó Esther casi desesperada, pues hasta entonces no saldría su vuelo a Madrid-. Te juro que me voy a volver loca como tenga que esperar más para besarte –le susurró entonces la verdad Esther-.

Maca extendió su mano hacia el monitor y Esther puso la suya en el suyo para tocarla. Maca sonrió ante su mutuo gesto, y luego se acercó a la cámara para poner sus labios, y pese a la cursilería por la que ninguna de las dos se hubiera creído ser capaz de pasar antes de conocerse, Esther copió su gesto para poder besarla en la distancia. La impotencia era tanta que ya les daba igual todo, sólo querían sentirse cerca.


Continuará...

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