domingo, 11 de noviembre de 2012

Dibujada en mi mente (TOMO 2) -cap 58-



“DIBUJADA EN MI MENTE" (TOMO 2)
(Fanfic escrito para el foro Maca&Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.

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58


Durante el trayecto del aeropuerto a casa, Encarna quiso sacar el tema de Maca, pero pronto se le olvidó cuando el dinamismo y alegría de su hija al hablar, monopolizó toda la conversación tratando de ponerse al día de todo lo que se habían perdido. Encarna se alegraba tanto de tenerla por fin allí, que no podía dejar de tocarla, de sonreír y de mirarla a pesar de ir conduciendo. Esther parecía la misma, pero Encarna tenía la sensación mientras escuchaba a su hija contarle dónde había estado, a quienes había conocido y todo lo que había hecho, de que la niña que ella había criado se trasformaba a pasos agigantados en una mujer a la que le encantaría conocer realmente. Algo que sin duda, estaba dispuesta a intentar solucionar lo antes posible.

-       ¡Mamá! ¿Hay espuma para el pelo? No me he acordado de traer la mía… -le gritó Esther desde el hueco de la escalera-.

Encarna sonrió porque aquellos despistes si eran típicos de su hija y dejó a un lado sus pensamientos para centrarse en el presente.

-       En mi cuarto de baño hay –le contestó-.
-       ¡Genial! –la escuchó exclamar mientras sus zancadas se oían en el piso de abajo. Esther iba de un cuarto de baño a otro-.

“Definitivamente, está en casa”, suspiró Encarna alegrándose en el acto de aquellos trotes suyos, sus despistes y aquellos inesperados gritos que hacían que el silencio y la soledad se alejara de aquellas cuatro paredes.


Esther puso espuma en sus manos, tiró la cabeza hacia delante y lo aplicó sobre su pelo húmedo. Iba a secárselo, pero el tiempo se le había echado encima hablando con su madre por lo que ahora no tenía más remedio que dejárselo rizado. Se miró en el espejo tras sacudir un poco el pelo, y arrugó la nariz, la verdad es que le había crecido bastante desde el verano y por un segundo pensó que debería cortárselo antes de marcharse, aquella idea de estar sólo de visita aun le gustó menos y decidió desecharla de su cabeza por completo. Abrió la maleta, y empezó a seleccionar que ponerse. Primero se decantó por un vaquero y un suéter, pero en cuanto se probó tres o cuatro, desistió de la idea. “Mierda… me va a ver como siempre”, pensó. Entonces se acordó de uno de los vestidos de punto que se había comprado en Francia, lo encontró y se miró en el espejo colocándolo delante suyo… “Perfecto pero…. Tendré que llevar medias”, de repente Esther se dio cuenta de porqué aquello le suponía un problema, y se acaloró en un segundo. Aún albergaba la esperanza de tener sexo con Maca, pero aquella noche no sería posible. “¡Diosss… en qué estoy pensando! Es una cena con mi madre y las chicas… no con ella a solas…” se dijo, y se quitó los vaqueros para terminar colocándose las medias, el vestido y unas botas que sacó de su armario. Al mirarse frente al espejo y contemplar el resultado, una sonrisa traviesa afloró en su cara.


-       Como no te tranquilices un poco te va a dar algo –le aconsejó Kate a Maca, que estaba sentada junto a ella en el coche-.
-       Eso mismo le he dicho yo, pero no hay manera, está como un flan –intervino Claudia-.
-       No es tan fácil, ¿vale? Ir a cenar a casa de Encarna es una mala idea, y vosotras me habéis metido en esto… podríais haber mentido y haber dicho que si teníamos planes, o algo –les espetó Maca, que no podía dejar las manos quietas, y las frotaba contra sus vaqueros para secarlas-

Kate sonrió abiertamente y Maca se le quedó mirando con cara de pocos amigos.

-       ¿Qué? ¿te hace gracia?... –le preguntó Maca con los ojos entornados, amenazantes-.
-       jajaja… pues sí, un poco –reconoció Kate, que se tuvo que morder la lengua para no decir que creía que Encarna ya sabía lo de su hija y ella para no aterrar aún más a Maca-. Venga, Maca… sólo vamos a cenar, Esther y tú al menos podréis estar juntas, y Claudia y yo echaremos una mano para que no pierdas los papeles, no tiene por qué ser tan grave. O ¿qué? ¿preferías haberte quedado en tu casa mordiéndote las uñas pensando en que Esther estaba en Madrid y que no la podías ver hasta mañana?
-       ¿lo prometes? –le preguntó Maca obviando el acertado pensamiento de Kate con respecto a lo mal que lo hubiera pasado de saber que Esther estaba en casa y que ella no podría ni siquiera verla esa noche-.
-       ¿El qué? – se perdió por un segundo Kate-.
-       ¿Qué te portarás bien y qué me echaréis una mano con Encarna en la cena?
-       Claro que sí, tranquila… todo irá bien, hay mucho de lo que hablar después de cuatro meses –la quiso tranquilizar Kate y por un momento pareció que lo conseguía hasta que cogieron la avenida y entraron en el barrio donde vivía Esther-.

….

-       Mamá, ¿te ayudo? –le preguntó Esther entrando en la cocina-.
-       Ve poniendo la mesa si… -su madre se paró en seco tras verla-. ¡Estás, estás guapísima cariño! Que bonito el vestido –su madre se acercó a ella-.
-       Lo compré cuando estuvimos en Francia, ¿te gusta? –le dijo su hija-.
-       Claro que me gusta, estás muy guapa con él… -a su madre se le empezaron a enrasar los ojos-… qué rápido creces…
-       Oh mamáaa… jajaja… Estás super sensiblona, ¿eh? Mira que no te reconozco… -Esther la abrazó y la besó. Se habían echado mucho de menos-. Si te vas a poner así no me voy más.
-       Soy tu madre, tengo derecho a ponerme así, es parte de mi cometido –refunfuñó su madre que ya se limpiaba la cara-, y el tuyo es el de volar y vivir tu propia vida, sólo que no esperaba tenerte tan pronto fuera de casa valiéndote tu sola y encima en el extranjero. En España no estamos tan acostumbrados a estas cosas.

Esther sonrió ante sus palabras que pretendían ser un apoyo y una guía pese a lo que le costaba dejarla “volar”, como su madre decía.

-       ¡Ayyy, que madre tengooo! –la achuchó Esther un poco más-.
-       Y yo que hija –le dijo su madre también abrazándola-.
-       Te quiero, mucho… ¿lo sabes, no? –le dijo Esther mirándola ya a la cara-
-       Sí, lo se… y yo a ti, mucho e incondicionalmente… no lo dudes nunca –le dijo su madre-.
-       Lo sé mamá –le dijo Esther sonriendo mientras la soltaba-.
-       Y supongo que también sabrás que tu madre no es ninguna cotilla, pero que no quiere perderse nada de lo que consideres importante en la vida y que por eso podrías hablar con ella de cualquier cosa que quisieras, ¿no? –aprovechó Encarna para ir allanando el terreno-.
-       Claro que sí –le contestó Esther, pero su cabeza se llenó de pronto de la imagen de Maca-.

Hacía tiempo que quería hablar con su madre de ella, pero nunca sabía como sacar el tema. No es que tuviera miedo, bueno un poco sí, aunque estaba casi segura de que su madre no perdería la cabeza y la echaría de casa por ser lesbiana, pero sobretodo lo que más sentía era vergüenza, no por que se tratara de mantener relaciones con una mujer, sino por el simple hecho de hablar de “amoríos” con su madre, algo que Esther jamás había tendido que hacer. Si Maca hubiera sido un chico, también se hubiera sentido del mismo modo, lo que le daba vergüenza era tener que admitir que había perdido la cabeza por alguien a su edad, algo que ella se había vetado a sí misma por la relación y circunstancias que habían pasado sus padres.

-       Mamá… -Esther quería contárselo-.
-       ¿Sí? –esperó su madre, la conocía demasiado bien para no verla venir-.
-       Sobre cosas importantes, hay algo que… -empezó a hablar Esther pero entonces sonó el timbre de la puerta-.
-       Vaya, parece que te va a salvar la campana –le dijo su madre con una sonrisa, y Esther la miró interrogante-. Anda, ve a abrir… hace frío en la calle.

Esther obedeció y fue al recibidor a atender la puerta. “Ahora que ya me había lanzado…” se lamentó por un segundo Esther de lo inoportuno del timbre, pero en cuanto abrió la puerta y divisó sus ojos tras las figuras de Kate y Claudia, todo volvió a borrarse de su mente.


La cena trascurrió según lo prometido por Kate, que monopolizó prácticamente la conversación implicando a Esther para hablar de lo que habían hecho en aquellos meses fuera de Madrid, y de los proyectos que les esperaban a su regreso.

-       Los tiene babeando… -decía Kate-.
-       Kate, no mientas… -la quiso contener Esther, en aquel punto siempre exageraba, era su naturaleza-.
-       No miento, los profesores la adoran. Le han propuesto colaborar ya en tres exposiciones de facultad, y dos en dos galerías, una en París y otra en Florencia… pero como no se espabile, no llega, porque son dos en marzo, una en abril, y otras dos en ¿mayo? ¿mayo o junio? –preguntó Kate ahora no muy segura-.
-       En mayo –le contestó Esther que ahora agachaba la mirada jugueteando con el postre. Maca estaba sentada junto a Kate, frente a ella, y la mirada de un modo que le hacía temblar las rodillas-.

Encarna que estaba sentada encabezando la mesa, y que tenía a Esther a un lado y a Kate al otro, se le quedó mirando. La había visto con Maca de muchas formas, riendo a carcajadas, mirándola, admirándola… traviesa y gastándole bromas, tranquila y relajada hablando… pero nunca la había visto de aquel otro modo que era tan palpable y tan intenso, que incluso a ella le resultaba desconcertante. Encarna no había podido decidir aún si le hacía gracia o no, ser tan consciente del deseo que percibía entre ellas, pues era algo difícil de obviar y de asimilar.

-       Como ves, una agenda muy apretada –continuó Kate la conversación-. Si te digo la verdad, creo que me preocupa más su falta de rebeldía que su madurez. Te aseguro que yo a su edad, no era ni la cuarta parte de disciplinada que es ella …jajaja… aunque esté mal admitirlo, no era una muy buena compañía por aquel entonces –soltó Kate traviesa-.
-       Ah, ¿que ahora si?... yo diría que no has cambiado tanto con los años… jajaja –se apuntó Claudia en el acto, y el resto de la mesa rió por su comentario-.
-       Me lo merezco, por bocazas –aceptó Kate divertida-.
-       Entonces me estás diciendo, ¿que tengo tu consentimiento para desmadrarme de ahora en adelante? –quiso saber Esther volviendo a la conversación y aprovechando para lanzarle aquel mensaje sublimizar a Maca que por supuesto seguía atenta a ella-.
-       No… jajajja… yo no diría eso además, eso se lo tendrías que preguntar a tu madre –le contestó Kate risueña-.
-       ¿A mí? –se dio por aludida Encarna-. Creo que he pasado suficientes años de mi vida educándola para que sepa dónde están los límites de lo correcto e incorrecto, tiene mi plena confianza… ya es mayorcita -reconoció su madre, y Esther sonrió porque sabía que soltaría algo así-. ¿Habéis comido bien? ¿Maca?
-       Eh… si, sí… estaba todo riquísimo Encarna, te agradezco que nos invitaras –contestó Maca sincera y educadamente, aunque a Esther casi le dio la risa al verla tan nerviosa y formal-.
-       Jajaja… ¡por Dios Santo, ahora si parece que estoy ante Macarena Wilson!, -Encarna no pudo contenerse como su hija y se rió de ella-, como sigas hablándome así, de veras que voy a hacértelas pasar canutas en las rondas llamándote por tu apodo.
-       ¡¡¿Qué apodo?!!! –Claudia y Esther saltaron a la vez ante aquella primicia-.
-       Jajaja… ¿no os lo ha contado? –Encarna ahora sí se divertía, Maca se puso roja como un tomate-. ¿Maca? ¿se lo cuentas tú o lo hago yo?
-       Creo que mejor voy al baño… -dijo Maca en ese instante, y Kate la detuvo-.
-       Jajaja… tú no te mueves de aquí. Dispara Encarna –quiso también conocer la anécdota Kate-.
-       Le llaman “Risketo Wilson” –anunció finalmente Encarna sonriendo-.

Maca se tapó la cara con las manos muerta de la vergüenza.

-       ¿Risketo? –preguntó Kate-.
-       Si, esos snack anaranjados que son una especie de gusanito… -empezó a explicarle Claudia-.
-       Si, ya se lo que es un risketo, pero ¿por qué ese apodo? –es lo que quería saber Kate en realidad-.
-       Bueno, fue hace un mes o así. Maca siempre ha pasado mucho tiempo en el hospital, pero la verdad es que este año está trabajo muy duro junto a Cruz, y en uno de los casos que llevaban juntas el hermano mayor de la niña que trataban se quedó prendado de ella y se quedaba muchas noches cuidando a la pequeña cuando se enteraba de que Maca tenía guardia. A las enfermeras las tenía fritas a preguntas, pero les hacía gracia… porque pese a que Maca no lo anda proclamando, no es ningún secreto tampoco que es lesbiana –en aquel punto Encarna miró directamente a Maca, y ésta se puso más roja aún-, su franqueza y su seguridad en quien es, es sin duda una de sus mayores virtudes –reconoció la jefa de enfermeras, y Maca tuvo que agachar la mirada discretamente, porque no se sentía muy cómoda estando a su mesa sin serle franca con respecto a la relación que mantenía con su hija. Esther se dio cuenta de su incomodidad y se sintió culpable por ello, pues era ella la que debía hablar con su madre-. Un día, a una de las enfermeras se le ocurrió mencionarle al muchacho que a Maca le encantaban los risketos, que los comía siempre que estaba de guardia, y el muchacho empezó a llevarle paquetes de risketos sin ton ni son, hasta que por supuesto Maca se enteró de lo que pasaba y puso todos los puntos sobre las “i”.
-       ¿qué hizo? –Claudia quería saberlo con detalle, Maca no le había contado nada, pero se imaginaba como se habría puesto su amiga-.
-       Bueno, digamos que a ninguna enfermera se le ocurre a día de hoy tratarla como una estudiante más, y que la llaman doctora Wilson cuando trabajan con ella, y en cuanto al joven… creo que le quitó de golpe todas las ganas de echarle los tejos a una mujer que está haciendo su trabajo –le contestó Encarna con una sonrisa afable-, pero cuando no los escucha, aun alguno y alguna la llama Risketo Wilson por aquello, aunque me consta que hay otros que la llaman por el mote más bien porque les encantaría hincarle el diente que por otra cosa… jajajaja…

Encarna, Kate y Claudia rieron por aquello, pero Maca se quedó tan sorprendida por el último comentario de Encarna que tuvo que mirarla y en el camino se encontró con la sonrisa contenida de Esther y sus ojos abrasadores.
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-       ¿Dónde pongo esto? –preguntó Maca entrando en la cocina con algunos platos sucios-.
-       Dame, ahora los pongo en el lavavajillas –le dijo Encarna-.
-       Trae mamá, ya lo hago yo –se adelantó Esther encontrándose con Maca por un segundo-.

Al quitarle los platos de las manos, Esther se las acarició intencionadamente, y Maca abrió los ojos preocupada por su atrevimiento. Esther la hubiera besado allí mismo, pero se conformó con sonreír lascivamente y apartarse de su lado.

-       Mamá, ¿por qué no te sientas? Yo recojo todo esto y espero a que salga el café… ¿Maca, te quedas a ayudarme para llevarlo? –dispuso Esther en un segundo-.
-       Ehh… sí, claro –contestó Maca no muy segura de todo aquello y esperó a la reacción de Encarna que se había quedado mirando a su hija y luego a ella-.

Durante unos instantes Encarna no dijo nada, se quedó secándose las manos pensando en qué hacer, finalmente decidió que era momento de concederles unos minutos a solas y aceptó la invitación de su hija.

-       Traeros la caja de bombones que hay en la despensa y las pastitas de jengibre con el café –les pidió Encarna-. Esther, ponlas en la bandeja azul, esa dónde solemos servirlas.
-       Ya se mamá, tranquila… siéntate de una vez, yo me encargo –la despachó su hija ya casi empujándola hacia el comedor-.

En cuanto vio que su madre terminaba de recorrer el pasillo y entraba en el salón, Esther se volvió hacia Maca que se había quedado muy quieta frente a la mesa auxiliar de la cocina, parecía bastante tensa.

-       Por fin un ratito para nosotras… -susurró Esther acercándose ya a ella-.

Maca se giró en aquel momento y lo que vio en su mirada no la tranquilizó en absoluto.

-       Olvida lo que estás pensando… puede volver en cualquier momento –se defendió Maca y aquello hizo sonreír pícaramente a Esther-.
-       ¡Dame un beso! –le ordenó sin embargo Esther-.
-       ¡Estásss locaaa?? –Maca tuvo que contenerse para que no le saliera un aullido ante la idea-.
-       Jajaja… cuanto más tardes en dármelo, más probabilidades habrá de que nos pillen –le dijo Esther tras reírse, y sonrió tras ver que Maca se lo estaba pensando-. ¡Venga, correeee! –la apremió Esther, y consiguió que Maca se decidiera y le diera un beso rápido en los labios-.

En cuanto Maca se separó, Esther puso cara de pocos amigos.

-       Eso no ha sido un beso, ha sido un atentado contra mi integridad física… ha sido tan rápido que sólo he sentido un picotazo –se quejó Esther del rápido y banal beso que había recibido-.
-       ¿Ah sí?, pues es lo único que hay… además, tú no tienes derecho a quejarte, si alguien ha atentado contra la integridad física de alguien esta noche, esa eres tú contra la mía al vestirte así… casi no puedo apartar mis ojos de ti… -aprovechó Maca para desahogarse, pues estaba que explotaba-. No quiero ni pensar en lo qué estará pensando tu madre sobre mí, porque dudo mucho que no se haya dado cuenta de que la “lesbiana” de la doctora no babea por su hija a estas alturas –soltó Maca haciendo alusión a lo hablado en la mesa-.
-       Jajaja… ¡estás histérica! –Esther se rió de ella, cuando se ponía tan nerviosa y paranoica, le resultaba adorable, trató de abrazarla-.
-       ¡Ohhh Diosss! ¡¡Eres el diablo…!! -se quejó Maca con ojos desorbitados por lo que pretendía hacer mientras ponía distancia entre las dos. ¿Es que acaso no se daba cuenta de que estaba siendo un suplicio para ella no echársele a la yugular en casa de su madre?-

Esther se paró en seco y se puso seria. Apenas habían tenido cinco minutos para estar a solas, y no iba a dejar que el puro miedo escénico de Maca se los arrebatara.

-       ¡Maca, deja de jugar al gato y al ratón conmigo, y ven aquí a besarme ahora mismo!… o te juro que no me ves el pelo en tres días –la seriedad con que Esther lanzó la desesperada falsa amenaza surtió efecto en Maca, la cual se serenó y se quedó quieta de golpe-
-       ¿Lo dices en serio? –preguntó Maca en tono bajo-.

A Esther la desarmaba completamente, sobretodo cuando la veía tan preocupada como ahora, suspiró.

-       Claro que no, sólo quiero besarte antes de que acabe la noche y te tenga que dejar marchar… -reconoció Esther volviendo a acercarse a ella, esta vez Maca no se movió y la esperó hasta que la tuvo frente a sí-
-       ¿Siempre vas a ser tan mandona? –le preguntó en un susurro Maca, la respiración ya se le entrecortaba de tenerla tan cerca-.
-       Si es el único modo de conseguir lo que quiero, tendré que serlo –le contestó Esther que se perdía ya con los ojos en sus labios entre abiertos-.
-       Pues tenemos un problema, porque lo encuentro muy sexy…

Y fue lo último que los labios de Maca pronunciaron antes de atrapar los de Esther en un auténtico remolino de humedad y profundidades.

Continuará...

2 comentarios:

  1. Como siempre, es una auténtica delicia leerte.
    Mil besos.
    Pal.

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    Respuestas
    1. Ohhh Palll! ¡Cuanto tiempo!

      Gracias por pasarte a comentar. Espero que todo te vaya bien.

      Un beso.

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