“DIBUJADA EN MI MENTE" (TOMO 2)
(Fanfic escrito para el foro Maca&Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
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58
Durante el
trayecto del aeropuerto a casa, Encarna quiso sacar el tema de Maca, pero
pronto se le olvidó cuando el dinamismo y alegría de su hija al hablar,
monopolizó toda la conversación tratando de ponerse al día de todo lo que se
habían perdido. Encarna se alegraba tanto de tenerla por fin allí, que no podía
dejar de tocarla, de sonreír y de mirarla a pesar de ir conduciendo. Esther
parecía la misma, pero Encarna tenía la sensación mientras escuchaba a su hija
contarle dónde había estado, a quienes había conocido y todo lo que había
hecho, de que la niña que ella había criado se trasformaba a pasos agigantados
en una mujer a la que le encantaría conocer realmente. Algo que sin duda,
estaba dispuesta a intentar solucionar lo antes posible.
-
¡Mamá! ¿Hay espuma para el pelo? No me he
acordado de traer la mía… -le gritó Esther desde el hueco de la escalera-.
Encarna sonrió
porque aquellos despistes si eran típicos de su hija y dejó a un lado sus
pensamientos para centrarse en el presente.
-
En mi cuarto de baño hay –le contestó-.
-
¡Genial! –la escuchó exclamar mientras sus
zancadas se oían en el piso de abajo. Esther iba de un cuarto de baño a otro-.
“Definitivamente,
está en casa”, suspiró Encarna alegrándose en el acto de aquellos trotes suyos,
sus despistes y aquellos inesperados gritos que hacían que el silencio y la
soledad se alejara de aquellas cuatro paredes.
…
Esther puso
espuma en sus manos, tiró la cabeza hacia delante y lo aplicó sobre su pelo
húmedo. Iba a secárselo, pero el tiempo se le había echado encima hablando con
su madre por lo que ahora no tenía más remedio que dejárselo rizado. Se miró en
el espejo tras sacudir un poco el pelo, y arrugó la nariz, la verdad es que le
había crecido bastante desde el verano y por un segundo pensó que debería
cortárselo antes de marcharse, aquella idea de estar sólo de visita aun le
gustó menos y decidió desecharla de su cabeza por completo. Abrió la maleta, y
empezó a seleccionar que ponerse. Primero se decantó por un vaquero y un
suéter, pero en cuanto se probó tres o cuatro, desistió de la idea. “Mierda… me
va a ver como siempre”, pensó. Entonces se acordó de uno de los vestidos de
punto que se había comprado en Francia, lo encontró y se miró en el espejo
colocándolo delante suyo… “Perfecto pero…. Tendré que llevar medias”, de
repente Esther se dio cuenta de porqué aquello le suponía un problema, y se
acaloró en un segundo. Aún albergaba la esperanza de tener sexo con Maca, pero
aquella noche no sería posible. “¡Diosss… en qué estoy pensando! Es una cena con
mi madre y las chicas… no con ella a solas…” se dijo, y se quitó los vaqueros
para terminar colocándose las medias, el vestido y unas botas que sacó de su
armario. Al mirarse frente al espejo y contemplar el resultado, una sonrisa
traviesa afloró en su cara.
…
-
Como no te tranquilices un poco te va a dar algo
–le aconsejó Kate a Maca, que estaba sentada junto a ella en el coche-.
-
Eso mismo le he dicho yo, pero no hay manera,
está como un flan –intervino Claudia-.
-
No es tan fácil, ¿vale? Ir a cenar a casa de
Encarna es una mala idea, y vosotras me habéis metido en esto… podríais haber
mentido y haber dicho que si teníamos planes, o algo –les espetó Maca, que no
podía dejar las manos quietas, y las frotaba contra sus vaqueros para secarlas-
Kate sonrió
abiertamente y Maca se le quedó mirando con cara de pocos amigos.
-
¿Qué? ¿te hace gracia?... –le preguntó Maca con
los ojos entornados, amenazantes-.
-
jajaja… pues sí, un poco –reconoció Kate, que se
tuvo que morder la lengua para no decir que creía que Encarna ya sabía lo de su
hija y ella para no aterrar aún más a Maca-. Venga, Maca… sólo vamos a cenar,
Esther y tú al menos podréis estar juntas, y Claudia y yo echaremos una mano
para que no pierdas los papeles, no tiene por qué ser tan grave. O ¿qué?
¿preferías haberte quedado en tu casa mordiéndote las uñas pensando en que
Esther estaba en Madrid y que no la podías ver hasta mañana?
-
¿lo prometes? –le preguntó Maca obviando el
acertado pensamiento de Kate con respecto a lo mal que lo hubiera pasado de
saber que Esther estaba en casa y que ella no podría ni siquiera verla esa
noche-.
-
¿El qué? – se perdió por un segundo Kate-.
-
¿Qué te portarás bien y qué me echaréis una mano
con Encarna en la cena?
-
Claro que sí, tranquila… todo irá bien, hay
mucho de lo que hablar después de cuatro meses –la quiso tranquilizar Kate y
por un momento pareció que lo conseguía hasta que cogieron la avenida y
entraron en el barrio donde vivía Esther-.
….
-
Mamá, ¿te ayudo? –le preguntó Esther entrando en
la cocina-.
-
Ve poniendo la mesa si… -su madre se paró en
seco tras verla-. ¡Estás, estás guapísima cariño! Que bonito el vestido –su
madre se acercó a ella-.
-
Lo compré cuando estuvimos en Francia, ¿te
gusta? –le dijo su hija-.
-
Claro que me gusta, estás muy guapa con él… -a
su madre se le empezaron a enrasar los ojos-… qué rápido creces…
-
Oh mamáaa… jajaja… Estás super sensiblona, ¿eh?
Mira que no te reconozco… -Esther la abrazó y la besó. Se habían echado mucho
de menos-. Si te vas a poner así no me voy más.
-
Soy tu madre, tengo derecho a ponerme así, es
parte de mi cometido –refunfuñó su madre que ya se limpiaba la cara-, y el tuyo
es el de volar y vivir tu propia vida, sólo que no esperaba tenerte tan pronto
fuera de casa valiéndote tu sola y encima en el extranjero. En España no
estamos tan acostumbrados a estas cosas.
Esther sonrió
ante sus palabras que pretendían ser un apoyo y una guía pese a lo que le
costaba dejarla “volar”, como su madre decía.
-
¡Ayyy, que madre tengooo! –la achuchó Esther un
poco más-.
-
Y yo que hija –le dijo su madre también
abrazándola-.
-
Te quiero, mucho… ¿lo sabes, no? –le dijo Esther
mirándola ya a la cara-
-
Sí, lo se… y yo a ti, mucho e
incondicionalmente… no lo dudes nunca –le dijo su madre-.
-
Lo sé mamá –le dijo Esther sonriendo mientras la
soltaba-.
-
Y supongo que también sabrás que tu madre no es
ninguna cotilla, pero que no quiere perderse nada de lo que consideres
importante en la vida y que por eso podrías hablar con ella de cualquier cosa
que quisieras, ¿no? –aprovechó Encarna para ir allanando el terreno-.
-
Claro que sí –le contestó Esther, pero su cabeza
se llenó de pronto de la imagen de Maca-.
Hacía tiempo que
quería hablar con su madre de ella, pero nunca sabía como sacar el tema. No es
que tuviera miedo, bueno un poco sí, aunque estaba casi segura de que su madre
no perdería la cabeza y la echaría de casa por ser lesbiana, pero sobretodo lo
que más sentía era vergüenza, no por que se tratara de mantener relaciones con
una mujer, sino por el simple hecho de hablar de “amoríos” con su madre, algo
que Esther jamás había tendido que hacer. Si Maca hubiera sido un chico,
también se hubiera sentido del mismo modo, lo que le daba vergüenza era tener
que admitir que había perdido la cabeza por alguien a su edad, algo que ella se
había vetado a sí misma por la relación y circunstancias que habían pasado sus
padres.
-
Mamá… -Esther quería contárselo-.
-
¿Sí? –esperó su madre, la conocía demasiado bien
para no verla venir-.
-
Sobre cosas importantes, hay algo que… -empezó a
hablar Esther pero entonces sonó el timbre de la puerta-.
-
Vaya, parece que te va a salvar la campana –le
dijo su madre con una sonrisa, y Esther la miró interrogante-. Anda, ve a
abrir… hace frío en la calle.
Esther obedeció
y fue al recibidor a atender la puerta. “Ahora que ya me había lanzado…” se lamentó
por un segundo Esther de lo inoportuno del timbre, pero en cuanto abrió la
puerta y divisó sus ojos tras las figuras de Kate y Claudia, todo volvió a
borrarse de su mente.
…
La cena
trascurrió según lo prometido por Kate, que monopolizó prácticamente la
conversación implicando a Esther para hablar de lo que habían hecho en aquellos
meses fuera de Madrid, y de los proyectos que les esperaban a su regreso.
-
Los tiene babeando… -decía Kate-.
-
Kate, no mientas… -la quiso contener Esther, en
aquel punto siempre exageraba, era su naturaleza-.
-
No miento, los profesores la adoran. Le han
propuesto colaborar ya en tres exposiciones de facultad, y dos en dos galerías,
una en París y otra en Florencia… pero como no se espabile, no llega, porque
son dos en marzo, una en abril, y otras dos en ¿mayo? ¿mayo o junio? –preguntó
Kate ahora no muy segura-.
-
En mayo –le contestó Esther que ahora agachaba
la mirada jugueteando con el postre. Maca estaba sentada junto a Kate, frente a
ella, y la mirada de un modo que le hacía temblar las rodillas-.
Encarna que estaba sentada encabezando la mesa, y que tenía a Esther a un
lado y a Kate al otro, se le quedó mirando. La había visto con Maca de muchas
formas, riendo a carcajadas, mirándola, admirándola… traviesa y gastándole bromas,
tranquila y relajada hablando… pero nunca la había visto de aquel otro modo que
era tan palpable y tan intenso, que incluso a ella le resultaba desconcertante.
Encarna no había podido decidir aún si le hacía gracia o no, ser tan consciente
del deseo que percibía entre ellas, pues era algo difícil de obviar y de
asimilar.
-
Como ves, una agenda muy apretada –continuó Kate
la conversación-. Si te digo la verdad, creo que me preocupa más su falta de
rebeldía que su madurez. Te aseguro que yo a su edad, no era ni la cuarta parte
de disciplinada que es ella …jajaja… aunque esté mal admitirlo, no era una muy
buena compañía por aquel entonces –soltó Kate traviesa-.
-
Ah, ¿que ahora si?... yo diría que no has
cambiado tanto con los años… jajaja –se apuntó Claudia en el acto, y el resto
de la mesa rió por su comentario-.
-
Me lo merezco, por bocazas –aceptó Kate
divertida-.
-
Entonces me estás diciendo, ¿que tengo tu
consentimiento para desmadrarme de ahora en adelante? –quiso saber Esther
volviendo a la conversación y aprovechando para lanzarle aquel mensaje
sublimizar a Maca que por supuesto seguía atenta a ella-.
-
No… jajajja… yo no diría eso además, eso se lo
tendrías que preguntar a tu madre –le contestó Kate risueña-.
-
¿A mí? –se dio por aludida Encarna-. Creo que he
pasado suficientes años de mi vida educándola para que sepa dónde están los
límites de lo correcto e incorrecto, tiene mi plena confianza… ya es mayorcita
-reconoció su madre, y Esther sonrió porque sabía que soltaría algo así-.
¿Habéis comido bien? ¿Maca?
-
Eh… si, sí… estaba todo riquísimo Encarna, te
agradezco que nos invitaras –contestó Maca sincera y educadamente, aunque a
Esther casi le dio la risa al verla tan nerviosa y formal-.
-
Jajaja… ¡por Dios Santo, ahora si parece que
estoy ante Macarena Wilson!, -Encarna no pudo contenerse como su hija y se rió
de ella-, como sigas hablándome así, de veras que voy a hacértelas pasar
canutas en las rondas llamándote por tu apodo.
-
¡¡¿Qué apodo?!!! –Claudia y Esther saltaron a la
vez ante aquella primicia-.
-
Jajaja… ¿no os lo ha contado? –Encarna ahora sí
se divertía, Maca se puso roja como un tomate-. ¿Maca? ¿se lo cuentas tú o lo
hago yo?
-
Creo que mejor voy al baño… -dijo Maca en ese
instante, y Kate la detuvo-.
-
Jajaja… tú no te mueves de aquí. Dispara Encarna
–quiso también conocer la anécdota Kate-.
-
Le llaman “Risketo Wilson” –anunció finalmente
Encarna sonriendo-.
Maca se tapó la
cara con las manos muerta de la vergüenza.
-
¿Risketo? –preguntó Kate-.
-
Si, esos snack anaranjados que son una especie
de gusanito… -empezó a explicarle Claudia-.
-
Si, ya se lo que es un risketo, pero ¿por qué
ese apodo? –es lo que quería saber Kate en realidad-.
-
Bueno, fue hace un mes o así. Maca siempre ha
pasado mucho tiempo en el hospital, pero la verdad es que este año está trabajo
muy duro junto a Cruz, y en uno de los casos que llevaban juntas el hermano
mayor de la niña que trataban se quedó prendado de ella y se quedaba muchas
noches cuidando a la pequeña cuando se enteraba de que Maca tenía guardia. A
las enfermeras las tenía fritas a preguntas, pero les hacía gracia… porque pese
a que Maca no lo anda proclamando, no es ningún secreto tampoco que es lesbiana
–en aquel punto Encarna miró directamente a Maca, y ésta se puso más roja aún-,
su franqueza y su seguridad en quien es, es sin duda una de sus mayores
virtudes –reconoció la jefa de enfermeras, y Maca tuvo que agachar la mirada
discretamente, porque no se sentía muy cómoda estando a su mesa sin serle
franca con respecto a la relación que mantenía con su hija. Esther se dio cuenta
de su incomodidad y se sintió culpable por ello, pues era ella la que debía
hablar con su madre-. Un día, a una de las enfermeras se le ocurrió mencionarle
al muchacho que a Maca le encantaban los risketos, que los comía siempre que
estaba de guardia, y el muchacho empezó a llevarle paquetes de risketos sin ton
ni son, hasta que por supuesto Maca se enteró de lo que pasaba y puso todos los
puntos sobre las “i”.
-
¿qué hizo? –Claudia quería saberlo con detalle,
Maca no le había contado nada, pero se imaginaba como se habría puesto su
amiga-.
-
Bueno, digamos que a ninguna enfermera se le
ocurre a día de hoy tratarla como una estudiante más, y que la llaman doctora
Wilson cuando trabajan con ella, y en cuanto al joven… creo que le quitó de
golpe todas las ganas de echarle los tejos a una mujer que está haciendo su
trabajo –le contestó Encarna con una sonrisa afable-, pero cuando no los
escucha, aun alguno y alguna la llama Risketo Wilson por aquello, aunque me
consta que hay otros que la llaman por el mote más bien porque les encantaría
hincarle el diente que por otra cosa… jajajaja…
Encarna, Kate y Claudia rieron por aquello, pero Maca se quedó tan
sorprendida por el último comentario de Encarna que tuvo que mirarla y en el
camino se encontró con la sonrisa contenida de Esther y sus ojos abrasadores.
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-
¿Dónde pongo esto? –preguntó Maca entrando en la
cocina con algunos platos sucios-.
-
Dame, ahora los pongo en el lavavajillas –le
dijo Encarna-.
-
Trae mamá, ya lo hago yo –se adelantó Esther
encontrándose con Maca por un segundo-.
Al quitarle los
platos de las manos, Esther se las acarició intencionadamente, y Maca abrió los
ojos preocupada por su atrevimiento. Esther la hubiera besado allí mismo, pero
se conformó con sonreír lascivamente y apartarse de su lado.
-
Mamá, ¿por qué no te sientas? Yo recojo todo
esto y espero a que salga el café… ¿Maca, te quedas a ayudarme para llevarlo?
–dispuso Esther en un segundo-.
-
Ehh… sí, claro –contestó Maca no muy segura de
todo aquello y esperó a la reacción de Encarna que se había quedado mirando a
su hija y luego a ella-.
Durante unos
instantes Encarna no dijo nada, se quedó secándose las manos pensando en qué
hacer, finalmente decidió que era momento de concederles unos minutos a solas y
aceptó la invitación de su hija.
-
Traeros la caja de bombones que hay en la
despensa y las pastitas de jengibre con el café –les pidió Encarna-. Esther,
ponlas en la bandeja azul, esa dónde solemos servirlas.
-
Ya se mamá, tranquila… siéntate de una vez, yo
me encargo –la despachó su hija ya casi empujándola hacia el comedor-.
En cuanto vio
que su madre terminaba de recorrer el pasillo y entraba en el salón, Esther se
volvió hacia Maca que se había quedado muy quieta frente a la mesa auxiliar de
la cocina, parecía bastante tensa.
-
Por fin un ratito para nosotras… -susurró Esther
acercándose ya a ella-.
Maca se giró en
aquel momento y lo que vio en su mirada no la tranquilizó en absoluto.
-
Olvida lo que estás pensando… puede volver en
cualquier momento –se defendió Maca y aquello hizo sonreír pícaramente a
Esther-.
-
¡Dame un beso! –le ordenó sin embargo Esther-.
-
¡Estásss locaaa?? –Maca tuvo que contenerse para
que no le saliera un aullido ante la idea-.
-
Jajaja… cuanto más tardes en dármelo, más
probabilidades habrá de que nos pillen –le dijo Esther tras reírse, y sonrió
tras ver que Maca se lo estaba pensando-. ¡Venga, correeee! –la apremió Esther,
y consiguió que Maca se decidiera y le diera un beso rápido en los labios-.
En cuanto Maca
se separó, Esther puso cara de pocos amigos.
-
Eso no ha sido un beso, ha sido un atentado
contra mi integridad física… ha sido tan rápido que sólo he sentido un picotazo
–se quejó Esther del rápido y banal beso que había recibido-.
-
¿Ah sí?, pues es lo único que hay… además, tú no
tienes derecho a quejarte, si alguien ha atentado contra la integridad física
de alguien esta noche, esa eres tú contra la mía al vestirte así… casi no puedo
apartar mis ojos de ti… -aprovechó Maca para desahogarse, pues estaba que
explotaba-. No quiero ni pensar en lo qué estará pensando tu madre sobre mí,
porque dudo mucho que no se haya dado cuenta de que la “lesbiana” de la doctora
no babea por su hija a estas alturas –soltó Maca haciendo alusión a lo hablado
en la mesa-.
-
Jajaja… ¡estás histérica! –Esther se rió de
ella, cuando se ponía tan nerviosa y paranoica, le resultaba adorable, trató de
abrazarla-.
-
¡Ohhh Diosss! ¡¡Eres el diablo…!! -se quejó Maca
con ojos desorbitados por lo que pretendía hacer mientras ponía distancia entre
las dos. ¿Es que acaso no se daba cuenta de que estaba siendo un suplicio para
ella no echársele a la yugular en casa de su madre?-
Esther se paró
en seco y se puso seria. Apenas habían tenido cinco minutos para estar a solas,
y no iba a dejar que el puro miedo escénico de Maca se los arrebatara.
-
¡Maca, deja de jugar al gato y al ratón conmigo,
y ven aquí a besarme ahora mismo!… o te juro que no me ves el pelo en tres días
–la seriedad con que Esther lanzó la desesperada falsa amenaza surtió efecto en
Maca, la cual se serenó y se quedó quieta de golpe-
-
¿Lo dices en serio? –preguntó Maca en tono
bajo-.
A Esther la
desarmaba completamente, sobretodo cuando la veía tan preocupada como ahora,
suspiró.
-
Claro que no, sólo quiero besarte antes de que
acabe la noche y te tenga que dejar marchar… -reconoció Esther volviendo a
acercarse a ella, esta vez Maca no se movió y la esperó hasta que la tuvo
frente a sí-
-
¿Siempre vas a ser tan mandona? –le preguntó en
un susurro Maca, la respiración ya se le entrecortaba de tenerla tan cerca-.
-
Si es el único modo de conseguir lo que quiero,
tendré que serlo –le contestó Esther que se perdía ya con los ojos en sus
labios entre abiertos-.
-
Pues tenemos un problema, porque lo encuentro
muy sexy…
Y fue lo último
que los labios de Maca pronunciaron antes de atrapar los de Esther en un
auténtico remolino de humedad y profundidades.
Continuará...
Como siempre, es una auténtica delicia leerte.
ResponderEliminarMil besos.
Pal.
Ohhh Palll! ¡Cuanto tiempo!
EliminarGracias por pasarte a comentar. Espero que todo te vaya bien.
Un beso.