viernes, 14 de diciembre de 2012

De Blanco y Negro a Color - 3 y 4 -


La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.

3.

Tras satisfacer las ansias de información y detalles de su amiga, Maca consiguió ponerse a trabajar. Pulsó un botón y las persianas fueron cerrándose automáticamente, a continuación prendió el sistema de arranque de las computadoras mientras se situaba en su mesa de trabajo, en menos de cinco minutos la habitación se trasformó en un centro audiovisual con una pantalla de 120 pulgadas al fondo, dos monitores de 32’’ a una distancia prudencial de su mesa, una tabla digital y varios paneles de control con un teclado universal integrado. Maca dejó la taza a su derecha, y mientras terminaba de colocarse el guante de interacción en 3D, puso en marcha el reconocimiento de voz.
-       Iniciando proceso, reconocimiento de voz. Clave de acceso, por favor –solicitó el ordenador-.
-       QR10TRAVESURA 589 –pronunció Maca con seguridad en un tono uniforme-.
La computadora procesó los datos. Unos instantes después le dio acceso vocal.
-       ¡Buenos días Maca!, ¿por dónde empezamos hoy? –le preguntó el ordenador.
-       Buenos días E.L.I.S.A., abre el proyecto 856chip96, por favor –solicitó Maca reacomodándose en la silla-.
-       Proyecto 856chip96 volcado –anunció la máquina-.
Y las pantallas empezaron a escupir planos del chip prototipo en el que estaban trabajando. Maca activó su playlist habitual tecleando con la mano izquierda libre, la música se activó y la joven colocó la mano derecha enguantada sobre una placa de acero en el brazo derecho de su asiento.
-       ¡Bueno, vamos allá! -y todo lo demás quedó ajeno a ella, mientras con soltura se introducía en un mundo electro-digital complejo y absorbente-.
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Esther tuvo que esperar apenas cinco minutos, antes de que Cruz llegara. Cuando la vio entrar se puso en pie y una sonrisa dulce y cercana se dibujó en su rostro captando la atención de la secretaria de Cruz que la había estado observando de soslayo desde que había llegado.
-       ¡Cómo me alegro de verte, estás fantástica! -le decía Cruz cogiéndola de las manos para mirarla-.
-       Gracias, tú también te conservas bien -le reconoció Esther-.
-       ¿Has esperado mucho? –le preguntó Cruz-.
-       Acabo de llegar, no te preocupes -le dijo Esther-.
-       Teresa por favor, un par de cafés cuando puedas –le pidió Cruz haciéndole un guiño y dedicándole una sonrisa-. El mío como siempre, el de ella…
-       Descafeinado, con un cuarto de leche y un sobre de azúcar o dos terrones, si no es mucha molestia –indicó Esther-.
Cruz sonrió tras escuchar a su vieja amiga.
-       Tan maniática como siempre, por lo que veo –le picó-.
-       Costumbre más bien –indicó Esther encogiéndose de hombros-.
-       Anda pasa -le pidió Cruz con una gran sonrisa, haber conseguido que aceptara no había sido fácil, pero se alegraba tanto de que lo hubiera hecho que podía notar como las preocupaciones de hacia seis meses acumuladas, parecían diluirse poco a poco sólo con tenerla a su lado-. ¡Me alegro tanto de que estés aquí!
-       Espero que lo recuerdes cuando empiecen los problemas –le respondió con una sonrisa pero con sinceridad profesional en sus ojos, antes de que la puerta del despacho de Cruz se cerrara por completo-.
Teresa, que había estado pegando la oreja como era su costumbre, no pudo evitar que una ceja suspicaz se le levantara tras escuchar el comentario de la recién llegada. Sin demora, enfiló el pasillo hacia la sala común para preparar los cafés y poder tener una excusa para enterarse de algo más de lo que pasaba en el despacho de su jefa.
-       Teresita… -la saludó Javier cuando la vio entrar-, ¿cómo va todo?
-       Aún no lo sé, pero estoy en ello –le dijo Teresa sin desviarse en su que hacer-.
-       ¿En qué estás metida ahora, si puede saberse? –le preguntó Vilches que acababa de entrar en la sala para rebuscar en la nevera algo que picar-.
-       En lo que se trae Cruz con esa mujer Adolfo Domínguez, que ha llegado hace un rato –soltó Teresa sacando la leche calentada del microondas-. No es por cotillear, pero por lo poco que he oído, y he visto -puntualizó-, no nos traerá nada bueno tenerla por aquí.
-       ¿Quién? ¿La del traje? –preguntó Vilches pegando un bocado a un trozo de queso-.
-       Pues a mí me ha parecido muy amable cuando me ha preguntado está mañana, además está buena, un poco “estirada”, pero a mí esas me ponen –añadió Javier con una sonrisa conquistadora-.
-       Bueno, eso es porque tras esos vaqueros descoloridos y la camiseta de los Rolling, escondes un pijo toca cojones  -le espetó Vilches sin inmutarse-.
-       Vaya gracias por tu parca honestidad, capullo egocéntrico –le devolvió la pelota Javier divertido-.
-       Ya sabes, los amigos están para esas cosas. Venga, os dejo, que paso de los boletines de prensa amarilla –les dijo Vilches mientras cogiendo un botellín de agua salía en dirección a su zona de trabajo-.
-       Bueno yo también tengo que volver, ya os contaré cuando sepa algo –le dijo Teresa a Javier antes de salir con una bandeja por el pasillo-.
-       No esperamos menos de ti, Teresita –le dijo Javier y antes de que no pudiera oírle añadió-. A ver si te enteras de si tiene novio… claro que eso tampoco es relevante…
-       ¡Hombres! –murmuró Teresa sin molestarse en responderle, ya con medio pasillo enfilado-
Al llegar a la puerta de Cruz, se paró unos segundos pegando la oreja a la puerta.
-       Cruz, ¿estás segura de querer esto para tu empresa? –le preguntaba Esther con tranquilidad pero advirtiéndola-.
-       No creo que tengamos salida, lo que se viene encima es muy gordo, y me viene grande. Tú estás acostumbrada a lidiar con ellos, necesito que nos prepares, mi única defensa es una buena prevención -le contestaba Cruz-.
-       Mira, acabo de echar un vistazo a esa sala de ahí fuera, y te aseguro que por lo que he visto los cambios que voy a tener que implantar para desarrollar mi trabajo, va a rompe tanto su ritmo de creatividad como a coaccionar su libertad de expresión… tú no tienes empleados ahí fuera, tienes creativos, hackers en potencia no acostumbrados a las reglas ni a un orden preestablecido, salvo el suyo propio… ya te lo expliqué, esto va a cambiar a una dimensión que puede llevarse por delante el trabajo de esta empresa una vez empiece a rodar la máquina, y lo sabes –le puso Esther las cartas sobre la mesa, porque no quería que su amiga cayera en un error-.
Cruz se levantó de la silla para mirar por la ventana. Sabía cuáles eran las competencias de Esther, por eso la había llamado. Meditó un segundo si aquel era el momento de soltar toda la información, y decidió que otra no le quedaba.
-       Hay algo que aún no te he dicho, pero antes de comunicártelo necesito saber si quedas dentro o fuera. Es información confidencial y aunque seas tú, no puedo entregártela sin saber que estás con nosotros –le dijo Cruz volviéndose hacia ella con los brazos cruzados sobre el pecho-.
Esther alzó una ceja, conocía aquella expresión, la había visto cientos de veces… cientos de veces en caras muy distintas, y supo con certeza que “ya estaban allí”, la máquina se había puesto a funcionar antes de que ella llegara.
-       ¡Estoy dentro! ¿Ya han contactado, no? –le preguntó sin dilación Esther-.
Cruz asintió con la cabeza, y con gran cansancio se volvió a sentar en la silla.
-       Déjame ver… -le pidió Esther-.
Y el sonido de un cajón, seguido de un prolongado silencio inquietó a Teresa que no escuchaba nada desde fuera. Aquella falta de información le dio la señal para llamar a la puerta. Cruz tardó en anunciarle que pasara, finalmente lo hizo.
-       Adelante –dijo Cruz-.
Teresa echó un primer vistazo, Esther estaba doblando un papel en las manos, y Cruz estaba frente a ella con las manos enlazadas y el semblante serio, ni rastro de la alegría del encuentro de aquellas dos mujeres quedaba en el ambiente.
-       Os traigo los cafés, perdonar si no están muy calientes, pero es que el microondas vuelve a hacer de las suyas –se adelantó Teresa, pues llevaba un ratito espiando tras la puerta-.
-       Gracias Teresa – le dijo Cruz y cogió el café que le ofrecía-.
-       Oh, gracias –respondió Esther extendiendo la mano-.
Teresa esperó un minuto tratando de divisar algo de aquel papel, pero pronto el silencio se volvió incómodo en su presencia.
-       ¿Necesitáis algo más? – Teresa quemó el último cartucho antes de salir despachada-.
-       No Teresa, puedes marcharte –le dijo Cruz-.
Y sin oportunidad, Teresa tuvo que salir de aquella habitación más intrigada y preocupada de lo que había estado en mucho tiempo.
4.
Las dos tomaron el café en silencio, Esther aprovechó aquellos momentos para releer la carta que Cruz le había pasado. El documento databa aproximadamente de un mes, Esther calculó mentalmente el tiempo que les quedaba antes de la primera toma de contacto presencial.
-       ¿Cómo lo ves? –se atrevió a preguntarle Cruz y esperó con el pecho encogido a que Esther hablara-.
Esther dobló la carta, la miró con seriedad, ahora sabía porque la había llamado con urgencia Cruz y se lamentaba de no haber respondido antes a su llamamiento.
-       Tenemos tiempo suficiente, pero no puedo prometerte la respuesta favorable de tus trabajadores. El juego ha pasado a otro nivel, desgraciadamente –le contestó Esther-.
-       Lo sé, lo sé… -le dijo Cruz llevándose las manos a la cabeza, pero suspirando por saber que Esther estaba con ellos, en lo suyo era la mejor y las dos lo sabían-. Van a tener que comprender, jamás pensé que esto pudiera pasar, pero la dimensión del trabajo de Maca es tan brutal, que pasó sin más.
-       ¿Maca quien es, la creadora? –preguntó Esther-.
-       Sí, lo es -respondió Cruz-. Por supuesto sus fines ni se acercan un milímetro a los intereses de ellos, el chip no estaba pensado para nada parecido. Ella no tiene ni idea de lo que se está cociendo, de hecho nadie lo sabe, sólo yo y Pedro Wilson. Y él quiere que siga así.
-       Eso va a ser imposible Cruz… no van a entender que yo… -trató de explicarle Esther pero Cruz la interrumpió-.
-       La información no puede filtrarse, ni siquiera a ellos. Son órdenes –le aseguró con rotundidad Cruz-.
Y Esther volvió a quedar en silencio tratando de descifrar lo que Cruz no le decía. Implantar sus reglas ya era difícil contando con una explicación de la situación real a afrontar, sin ella le parecía un suicidio empresarial, se mirara por donde se mirara.
-       Dime por qué
El tono de su voz había sido suave, sin embargo el imperativo de su mirada hizo comprender a Cruz que tenía que darle una respuesta que la contuviera en aquella silla. Sabía muy bien cómo era Esther, se lo había explicado mil veces a Pedro, con ella no servirían las medias tintas, era implacable e impermeable, por eso la necesitaban y por eso, tendrían que hacerlo a su manera.
-       La creadora es Maca, Macarena Wilson –le dio Cruz los motivos, esperando que aquel nombre fuera suficiente para que Esther diera por entendida la situación.
Esther la miró sin inmutarse, computando aquel nuevo dato. La diana no era otra que la hija del dueño de aquel imperio, y eso no la salvaría de ser arrastrada al campo de batalla. Si ellos ganaban, la vida que Maca conocía, llena de privilegios, libertad y normalidad, sólo sería un vago recuerdo de un pasado feliz. Por supuesto que Pedro Wilson no quería que su hija se enterara, todos los padres quieren creer que son capaces de proteger la ingenuidad de sus hijos, de mantenerlos a salvo, pero aquello no estaría en las manos de aquel hombre, sino en las de ella.
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Eran cerca de las dos cuando alguien llamó al despacho de Maca.
-       Maca, es Eva -le anunció ELISA-.
-       Abre la puerta –le ordenó Maca a la computadora, y automáticamente la abrió-.
-       ¿Tía, no piensas comer o qué? –le preguntó Eva entrando en aquella cueva-.
-       ¿Qué hora es? –preguntó Maca mientras revisaba la estadística cuántica de enfoque, y manejaba una pieza tridimensional con el guante-
-       Las dos, hora de papear -le dijo Eva colocándose a su lado-. ¿Has conseguido acoplar la lente antitérmica?
-       No, aún no… pero mira esto –le señaló Maca, pasando una página virtual con un golpe en el aire-. He instalado un chip de valoración lipídica, que permitirá una conducción perfecta tras procesar el tejido graso. Así no sólo penetrará con precisión nanométrica, sino que será capaz de analizar su composición para añadirla a un historial médico en un sólo paso. Con ello eliminamos de un plumazo el riesgo de operación de los pacientes vetados por obesidad mórbida, y encima obtenemos información para erradicar su problema en el proceso postoperatorio.
-       ¡Joder, eres una puta genio! –le concedió su amiga, que revisó el diseño con asombro- ¿Le has metido un JAP305?
-       Ajá –le confirmó Maca con una sonrisa de satisfacción tras ver la mandíbula desencajada de Eva-.
-       ¡Mierda, porque a mí no se me ocurren estas cosas! –se quejó con fastidio Eva-.
-       Porque lo tuyo es el diseño robótico, no la ingeniería –le respondió Maca-. Anda vámonos a comer, que ahora que lo dices, me muero de hambre.
-       Sigo pensando que no es justo, luego nadie se acuerda de los diseñadores, nadie quiere darse cuenta que estos trastos que inventáis son unos monstruos de cortocircuitos sin nuestro estudio estético, ergonómico y refrigerador –siguió relatando Eva mientras se conducían a la puerta-.
Maca le dio unos golpecitos en la espalda, como siempre hacía cuando se quejaba del anonimato al que eran sometidos los creativos de su especie. Antes de salir, Maca dio la última orden.
-       ELISA, “encantamiento Fidelio” – le solicitó Maca en clave-. NOX!  Totalus.
A continuación la computadora apagó toda emisión por completo, las persianas se abrieron y los dispositivos se guardaron ocultos en un mueble bibliotecario.
-       Algún día tendré un despacho como el tuyo –le avisó por millonésima vez Eva-.
-       Por supuesto, y su diseño será muy superior –le aseguró burlonamente Maca-.
-       Eso tú ríete, pero ya lo verás –la amenazó con un dedo Eva-.
Se dirigían al ascensor cuando Vilches las interceptó para comentarle a Maca un par de cosas sobre la programación base del servidor.
-       La intrusa se va -anunció Javier pasando por el lado de Vilches, de camino a su puesto-.
-       ¿De quién habla éste? –preguntó Maca con una sonrisa divertida por su expresión-.
-       De la nueva que se la pone dura, supongo –dijo sin el más mínimo tacto Vilches-.
-       ¿De quién?.. jajaja… -se rió Maca ya sin remedio por el comentario, y al toque de Eva se giró hacia el ascensor-.
La risa se fue esfumando como a cámara lenta tras ver a Cruz despedirse de una completa desconocida que por su apariencia no parecía de los suyos. La curiosidad la hizo dejar de sonreír, ¿quién era aquella mujer?, y lo más importante, ¿por qué Cruz no le había comentado nada de aquella visita que suponía ejecutiva?
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-       ¿Te veo mañana? –le preguntó Cruz a Esther-.
-       No, necesito un par de días por lo menos, tengo que mover algunos hilos antes de empezar aquí –le dijo Esther mientras se introducía en el ascensor tras despedirse de ella con dos besos-.
-       Vale, tú eres la que sabe de esto –aprobó Cruz-.
-       ¡Cruz! –la llamó Esther deteniendo la puerta antes de que se cerrara-.
-       ¿Sí?
-       Deberías aprovechar este margen que te doy para allanarles el terreno –le aconsejó Esther-.
Cruz se le quedó mirando, sabía lo que le estaba pidiendo, pero se le hacía un mundo encararse a la realidad.
-       Lo tendré en cuenta –le aseguró Cruz-.
Esther asintió con la cabeza, y liberó la puerta para marcharse. Mientras se cerraba el ascensor alcanzó a ver como una joven se dirigía con resolución hacia Cruz.
-       Cruz, ¿cómo te va? –le preguntó Maca tras llegar a su lado-.
-       Genial, ¿y a ti? ¿tenemos novedades? –le preguntó Cruz colocándose la mascara de despreocupación-.
-       Alguna hay sí, pero ya te contaré… ¿quién era esa? ¿alguien de contabilidad o algo parecido? –fue al grano-.
-       No, esa era Esther García, la nueva asesora en legalidad y conflictos gubernamentales –le espetó Cruz, y aquella escueta versión tendría que ser suficiente para todos-.
Maca la miró sin entender, instintivamente volvió la vista al ascensor cerrado como tratando de recordar la figura que había visto esfumarse en él, luego volvió sus ojos interrogantes a Cruz.
-       ¿Para qué necesitamos nosotros a una asesora de esas? –articuló Maca encogiéndose de hombros-.
-       Para el lanzamiento del nuevo prototipo, y ella es la mejor.
Maca vio como Cruz le daba una palmada en la espalda, y salía sin darle mayores explicaciones hacia su despacho.
-       Vámonos a comer, o terminaré matando a Vilches te lo juro… Pues no me ha dicho que tengo el culo más gordo, el muy cabrón –interrumpió el momento Eva con un mosqueo de un par de narices-.
-       Ehh… -Maca la miró rompiendo su hilo de interrogantes-. Bueno sí.
-       ¿Sí qué? ¿qué lo tengo más gordooooo? –la miró con ojos como platos Eva mientras se metía en el ascensor-.
-       No, no… que sí, que sí nos vamos a comer. ¡Estás estupenda tía! Seguro que te lo ha dicho para chinchar, ya sabes cómo es –por fin Maca consiguió centrarse en el presente, los temas burocráticos podían esperar, además nunca habían sido de su interés y mientras no le afectaran, podía obviarlos sin más-.
-       Ah bueno, ya pensaba que iba a tener que darte a ti también un pisotón –le dijo Eva apretando el botón de planta baja-.
-       Espera, ¿le has dado un pisotón a Vilches? –le preguntó divertida Maca, que en unos segundos se olvidó de todo lo demás-.
-       Y en todo el juanete, así aprenderá a hablarle a una chica –se defendió Eva, e inmediatamente el ascensor se llenó de carcajadas de las dos.

Continuará...


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