sábado, 1 de diciembre de 2012

Dibujada en mi mente (TOMO 2) -cap 63-




“DIBUJADA EN MI MENTE" (TOMO 2)
(Fanfic escrito para el foro Maca & Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.




63



Eran las siete de la mañana cuando Esther salió de la ducha de Maca. Se miró al espejo del cuarto de baño y la locura de tener que acompañar a Verónica hasta su hotel y hacerle compañía hasta que se le pasara un poco el mono no dejaba de cruzar por su mente.

-       “Venga Maca… os podríais quedar”… “Un trío como en los viejos tiempos”…

Frases sueltas que entre risas y verdades había soltado Verónica por el camino y que Maca no se había molestado en desmentir. “Esther, no te vuelvas loca…. Sabías que Maca tenía un pasado… un tanto… “peculiar””… se dijo un poco sarcástica a sí misma, pero la verdad es que si nunca le había importado el pasado de Maca, la idea de imaginarla metida en drogas y orgías le costaba de asimilar. Negó aquellos pensamientos con su cabeza, y tras terminar de peinarse salió del cuarto de baño. Maca la esperaba ya con el pijama puesto en el sofá.

-       Hola –la saludó Maca con timidez al encontrarse con sus ojos-.
-       Hola –le contestó Esther sintiéndose un poco culpable por haber necesitado algo de espacio cuando Maca había sugerido que se ducharan juntas y ella la había rechazado-.
-       ¿Aún sigues enfadada? Siento lo de Verónica, no esperaba que la noche terminara así, pero no podía dejarla tirada –se disculpó Maca por lo ocurrido. Si no conseguía solucionarlo con Esther, Verónica se las pagaría muy caras-.
-       No estoy enfadada, Maca –le contestó Esther, pero la ceja alzada de Maca le hizo pensar un poco mejor cómo se sentía realmente-. Bueno, quizá estaba un poco molesta, no era el tipo de plan que tenía pensado para esta noche, pero entiendo que es tu amiga y que no la podías dejar tirada, no te preocupes.
-       Pues si no estás enfadada, dime ¿qué es lo que te pasa? Tengo la impresión de que algo te está reconcomiendo por dentro y no quieres decírmelo, ¿son celos de nuevo? –le preguntó directamente Maca, pues no le pasaba desapercibida la barrera invisible que aún mantenía Esther entre ellas, de hecho aún no se había ni atrevido a ir hasta el sofá con ella. Seguía de pie, vestida con el pijama que había llevado hasta el interior del baño para no tener que cambiarse ante sus ojos, y aquel pelo aún húmedo que ella se moría por enredar entre sus dedos, recostado en uno de sus hombros. Esther no se daba cuenta, pero la estaba matando de ansiedad con su distanciamiento y su silencio-. Esther, por favor… habla conmigo.

Quizá fue el temblor en aquella súplica, o aquellos ojos que le pedían que les echara una mano con gran necesidad, pero los pasos de Esther se sintieron atraídos hacia ella como un imán. Se sentó a su lado, Maca le hizo sitio esperando alguna pista, alguna palabra que le entreabriera la puerta que necesitaba para llegar a ella. Esperó, paciente.

-       No sé si son celos –Esther soltó un hondo suspiro antes de hablar. La miró a los ojos-… nunca me había sentido así antes, creo que en el fondo jamás he sentido celos por nadie, y ahora no se si todo esto que siento, si todas estas preguntas que me angustian y sin querer me formulo, tienen que ver con ellos, o simplemente es que me doy cuenta de lo simple que es mi vida en comparación a la tuya… no sé qué pensar…
-       No te entiendo… ¿qué preguntas? –Maca se sintió bastante perdida ante aquella declaración-.
-       ¡Vas a pensar que soy idiota! ¡Oh Dioss… no me creo que algo así me esté afectando! El pasado sólo es pasado… -Esther se sintió bastante avergonzada de pronto y tuvo que ponerse de nuevo en pie. Aquel veneno que le corría por las venas por querer saber sin querer saber en realidad, atentaba completamente con la idea que tenía Esther sobre ella misma. Sus principios de tolerancia, libertad e individualidad se iban a la mierda a pasos agigantados, y lo peor es que no podía evitarlo-.

Maca se inquietó tras verla así. Se puso de pie y la cogió por los brazos para que dejara de mirar a todos lados excepto a ella.

-       Esther, ¿qué preguntas? ¡Me estás asustando!

Y Esther entendió por su voz que era cierto, Maca la miraba asustada.

-       ¿Era cierto? –se atrevió a introducir la conversación que le rondaba por la cabeza desde que Verónica había aparecido en escena-.
-       ¿El qué? –quiso saber Maca-.
-       ¿Alguna vez has tomado drogas? –Esther se sintió como una niñata y una santurrona de pronto, pero tenía que saberlo-

Maca la soltó, aliviada y un poco desconcertada por la importancia que Esther parecía haberle dado a aquel tema.

-       Bueno sí, alguna vez. Esther… mira –Maca se pasó una mano por la cara nerviosa, en realidad no sabía cómo alguien como Esther podía tomarse ciertas cosas. Parecía muy abierta, nunca le había visto juzgar a nadie en realidad, pero en el fondo Maca siempre había sospechado que se debía más a su inocencia y carencia de experiencia en ciertas cosas, que en una tolerancia activa propia de un bagaje, cómo era su caso-… siéntate –Esther dejó que Maca la guiara al sofá y se sentó junto a ella-. Verás, es cierto que alguna vez he tomado drogas, no es que me enorgullezca de ello, pero tampoco le doy la importancia que parece que tú le estás dando. Hubo un tiempo que me dejé llevar un poco más de la cuenta por ellas, pero se terminó cuando empecé a estudiar la carrera… bueno –tuvo la necesidad de ser completamente sincera Maca-… en realidad alguna vez he tomado algo para aguantar en época de exámenes pero sólo estimulantes nunca “pastillas” ni coca…

Esther se quedó callada y un poco boquiabierta, cosa que hizo que Maca se sintiera como una completa drogodependiente ante sus ojos de pronto.

-       ¿y lo de los tríos? También decía la verdad, ¿no? –se atrevió a preguntar Esther-.

Maca la miró a los ojos, pero de pronto se sintió bastante sucia bajo su mirada que era como la de una niña de seis años que acaba de descubrir quienes son realmente los Reyes Magos.

-       Sí, también, pero hace mucho de eso y sólo lo hice tres o cuatro veces y en momentos muy puntuales de mi vida –Maca fue esta vez la que tuvo la necesidad de levantarse de aquel sofá. En realidad no sabía si toda aquella conversación llegaría a buen puerto o estaba encaminada a un gran desastre-.
-       ¿Con Verónica? –Esther no supo por qué tuvo la necesidad de formular aquella pregunta, la sola idea de imaginar a Maca en la cama con otra,  con otras, ya estaba siendo suficiente tortura como para añadir una cara conocida a tan pintoresco cuadro-.

Maca se le quedó mirando con pavor. “¿En serio quieres saber eso?...” se preguntó Maca no sabiendo a qué atenerse, ¿pero acaso tenía otra salida salvo decir la verdad? No podía mentirle, Esther lo sabía, se lo habían prometido la una a la otra hace mucho. Se rindió pese a saber que aquello la enloquecería.

-       Sí, alguna de las veces fue con ella.
-       ¿Cuántas veces? –Esther apartó la mirada de ella-.
-       Por favor Esther, ¿qué importa eso? Estás tratando de hacerte daño innecesariamente, Verónica simplemente es una amiga…
-       ¡¡Una amiga con la que tienes un sexo bastante activo!! ¿no crees? –le espetó Esther con un calor que le abrasaba la cara-.

Maca se quedó desconcertada por la furia que vio en sus ojos. Al final todo se había reducido en un abrir y cerrar de ojos a los celos.

-       Esther, estás siendo injusta. Nunca te he ocultado quien he sido, quien soy. Verónica es SÓLO una amiga, nada más desde que estoy contigo. Antes era una amiga y una de mis amantes, no la única, ya que estamos… Acaso, ¡¡¡¿quieres saber con cuántas me acostaba a la semana, al mes? ¿quieres? ¿eso te haría sentir mejor?!!! –Maca tenía miedo, mucho miedo de verse bajo el prisma que Esther de pronto la estaba mirando. Ella ya sentía que no la merecía, aquel había sido siempre su mayor temor, el saber que alguien tan inocente y sincero como Esther, había puesto sus ojos esperanzados en alguien roto e incompleto como ella. Se había acostado con tantas mujeres que no recordaba sus nombres ni muchos de sus rostros… había amanecido tirada en camas desconocidas, sabía lo que era perder el conocimiento tras una borrachera mezclada con cocaína, los escalofríos y la tremenda sed de pasar el mono el día después, lo mierda que se sentía una, y lo fluorescente que era echar un polvo toda colocada… había tocado el fondo algunas veces, había sabido recomponerse después, pero Esther no sabía nada de aquello, no podía saberlo. Su vida salvo la separación de sus padres había sido perfecta, perfecta… no tenía ni un maldito punto de oscuridad, salvo el de ahora, salvo la mirada que ahora mismo tenía mientras se miraban, y a Maca le mataba el simple hecho de saberse la responsable de ello-.
-       No… no quiero

Maca soltó un quejido ansioso tras escuchar la susurrada negación de Esther. “Gracias a Dios…” pensó Maca, pues de haber tenido que responder a aquello estaba segura de que su imagen quedaría completamente deteriorada.

-       Esther, no puedo cambiar mi pasado… si pudiera seguramente cambiaría muchas cosas… -Maca trató de hacerle comprender que seguía siendo la misma persona de la que se había enamorado-.
-       Lo sé, no tienes que disculparte por ser quien eres, soy yo la que está perdiendo los papeles… -reconoció Esther que se sentía nuevamente a punto del llanto. “¿Qué me está pasando?”, pensó-.
-       Nunca te he mentido,… sólo quiero estar contigo, no hay nadie más en mi vida ahora. ¡Estoy contigo… sólo contigo! ¡Te quiero! ¡Eres todo para mí! –le aseguró Maca arrodillándose junto al sofá, frente a ella-.

Esther sintió sus cálidas manos en el rostro y sin saber por qué las lágrimas empezaron a brotar silenciosamente de sus ojos. Maca se apresuró a abrazarla, a consolarla, pero ya era tarde, había un mar tempestuoso dentro de ella que no sabía apaciguar, y Esther tenía la sensación de que poco a poco la iba ahogando, silenciosamente y sin sentido.

Continuará...

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