lunes, 17 de diciembre de 2012

Dibujada en mi mente (TOMO 2) -cap 67-




“DIBUJADA EN MI MENTE" (TOMO 2)
(Fanfic escrito para el foro Maca & Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.





67
Madrid. Una semana después.

A Maca ni siquiera le dio tiempo a tomarse unas copas con sus compañeros de clase tras finalizar el último examen.

-       Por favor, ¿puedes venir a buscarme?

Tras escuchar su voz apagada y saber dónde se encontraba Verónica, cogió su moto y fue a por ella. Al llegar a la puerta del hospital, Verónica ni tan siquiera quiso hablar, cogió el casco y se subió tras ella abrazándose a su cuerpo como si le fuera la vida en ello. Maca sabía que estaba triste, que estaba nerviosa y que además tenía miedo, la quimioterapia había dado un resultado relativo, pues había reducido el tumor pero el cirujano le había advertido que no lo suficiente para descartar la mastectomía total, por lo que hasta que no abriera en quirófano no sabía si sería posible conservarle parte de la mama y reconstruírsela en la misma operación. Así que los miedos de Verónica persistían y se hacían más evidentes a una semana de la operación de su pecho izquierdo, y no había forma de consolarla ni siquiera con los argumentos que velaban por su vida.

-       ¿Estás bien? –le preguntó Maca en un semáforo mientras le acariciaba los brazos que le rodeaban la cintura-.
-       No es nada, es sólo que… todo esto es una mierda. ¡No te preocupes! –le dijo Verónica-.

Pero en cuanto volvieron a ponerse en circulación, Maca sintió como el cuerpo de Verónica temblaba por unos instantes, últimamente era frecuente verla llorar de manera contenida, como si le avergonzara dejarse ir. Era increíble lo mucho que le dolía verla así y no ser capaz de hacer nada más para ayudarla.

Amsterdam.

El simbólico sonido de megafonía puso punto y final a la clase de Alex. Esther no puso prisa en recoger sus materiales, puesto que no tenía intención de irse sin ella. Mientras recogía sus cosas se deleitó viendo como el resto de sus compañeros poco a poco abandonaba el aula y de cómo algunos se despedían de una Alex muy diferente a la que ella había conocido en Madrid. Cada día que pasaba se sorprendía más con respecto a ella. A pesar que la plasticidad y las esculturas en tres dimensiones nunca habían sido algo que le interesaran, la verdad es que su amiga tenía un don para hacerlo fácil, divertido y muy interesante, con lo que había empezado a gustarle mucho aquella clase. Esther sonrió por aquello.

-       ¡Es increíble! –pronunció para sí misma mientras terminaba de guardar los últimos materiales-.
-       ¿Qué es increíble? –le preguntó en un susurro Alex ya a su espalda-. ¡Ey! ¡Sí… el martes nos vemos! –se despidió de otros alumnos y luego volvió a centrarse en Esther-. Eh, ¿qué es increíble?

Esther ya se había girado hacia ella sonriendo.

-       ¿Lo cotilla que eres? –se burló de ella Esther-.
-       Ahh!! ¿pero qué burda acusación es esa?... y un poquito más de respeto, que hasta que no salgas por esa puerta sigo siendo tu profesora… -la amenazó Alex por lo bajo a punto de reírse, pero volvieron a interrumpirlas y esta vez tuvo que dejar a Esther ya que querían hacerle algunas preguntas-.

Esther en cambio si se rió, volvía a estar alegre pese a la melancolía que le suponía no poder comunicarse tan frecuentemente con Maca desde que empezó sus exámenes. Tener una amiga cerca le había supuesto un extra de energía y un gran alivio. Se colgó la mochila al hombro y se sentó a esperar a Alex que hablaba con una alumna, y mientras las observaba se dio cuenta de que a aquella chica le gustaba Alex y que ésta no parecía estar enterándose de nada. Verla tan puesta en su papel de profesora mientras la otra muchacha no hacía más que mirarla y de destrozarse los labios mientras escuchaba sus explicaciones le hizo muchísima gracia. “Vaya, vaya… pues va a ser verdad el topicazo de profesora y alumna… jajaja… Creo que Kate le debería dar algún consejo, Alex no tiene su toque intimidatorio que las mantiene a raya, está claro”; pensó Esther para sí y se aproximó a Alex en cuanto la otra alumna desapareció.

-       Vaya, vaya, vaya… -se hizo la interesante-.

Alex la miró y alzó una ceja, no tenía ni idea de por dónde iban a dispararle.

-       Vaya, vaya… ¿qué? ¿qué ha pasado? –preguntó ingenuamente-.
-       jajajja.. ¿no me digas que no te has dado cuenta? –a Esther le pareció de lo más estimulante aquel descubrimiento-.
-       ¿darme cuenta de qué? –quiso saber Alex ya cerrando la luz y la puerta tras de sí-.
-       jajajaja… de que te acaban de tirar los tejos de todas, todas –le contestó Esther-.
-       ¿A quién? ¿A míii?!!!... ¡¡¿Meike?!! –preguntó Alex sorprendida y negándolo con la cabeza-. Pero qué dices, si sólo me estaba preguntando sobre el concepto de… ¡un momento! –Alex se paró en medio del pasillo, y entonces entendió una de las frases que la alumna le había dicho y que ella creyó haber interpretado mal debido a su dificultad con el español, ya que Alex impartía su asignatura para alumnos con intercambio lingüístico-. ¡Mierda! Creo que si me los ha tirado…
-       jajajajaja… No, si al final voy a tener gayradar de ese y todo… jajaja… ¡me parto! –a aquellas alturas Esther ya se moría de la risa-.

Alex le dio un codazo para que parara, sino acabaría enterándose todo el edificio. Apresuradas y conteniendo la risa salieron de allí.

-       ¿Y qué te dijo exactamente la tal Meike? – le preguntó finalmente Esther-.

Alex vio como la sonrisa pícara de Esther estaba a punto de estallar en nuevas carcajadas, y puso los ojos en blanco alejándose de ella. Pronto escuchó su risa y sus pasos tras su espalda, mientras en lo único que podía pensar era en lo mucho que le gustaba verla tan feliz.
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Madrid.

Maca se acercó a Verónica tras darle un espacio para que se relajara.

-       ¡Ven aquí! –le casi ordenó Maca tirando de ella para abarcarla con sus brazos-.
-       ¡Estoy bien! De veras… -se resistió Verónica, últimamente le estaba causando demasiados problemas a Maca y no se sentía cómoda con ello-.
-       Lo sé, pero tengo ganas de abrazarme a algo humano… estoy harta de la almohada… -trató de hacerla sonreír Maca, y aquel coqueteo suyo lo consiguió-
-       jajaja… pues espero que sólo quieras abrazarte, porque te garantizo que no tengo el cuerpo para bollos, aunque tratándose de ti… no sé, no sé… siempre me ha gustado como hueles –jugó con ella Verónica mientras se dejaba abrazar y hundía su cara en el pelo de Maca-.

Maca también rió, y la acunó contra ella acariciándole la espalda, pronto notó como el cuerpo de Verónica se tensaba y se alejaba deshaciéndose del abrazo.

-       ¿Qué te pasa? –quiso saber Maca-.
-       Nada –contestó Verónica volviendo a sentarse-.
-       Suéltalo de una vez Vero, no te está haciendo bien guardártelo… ¿en qué piensas? –quería ayudarla pero cada día se volvía más parca, tenían que conseguir una línea de diálogo como fuera o Vero se volvería loca en su silencio. Maca siempre había sospechado que todo el estruendo que rodeaba a Verónica era un escudo gigante que se había creado como autoprotección, pero ahora lo veía más claro que nunca. Sus verdaderos sentimientos y miedos estaban sepultados bajo esa despampanante superficialidad que ahora la estaba ahogando poco a poco-.
-       ¿Qué voy a hacer Maca? ¡Ni siquiera sé si voy a poder mirarme en el espejo! Sé que no soy sólo un cuerpo pero… –Verónica se había puesto en pie y señaló su figura-, no sé quién puedo ser si pierdo la confianza en mí misma, si no puedo jugar a este juego… -arrepentida de soltar sus temores, se giró de espaldas a ella abrazándose a sí misma-. ¡Estoy diciendo sólo estupideces, olvídalo!

Maca se puso de pie. La entendía, sabía cómo era Verónica, su carácter explosivo, siempre tan coqueto, ella misma había caído en las redes de ese magnetismo personal y sexual que despedía Verónica cuando iba a por todas, cuando te arrasaba cual huracán sin aceptar un no por respuesta. Por lo visto, Verónica creía que todo su encanto radicaba en lo físico, pero no era cierto, aunque perder la confianza en sí misma si podía suponer un gran problema.

-       Escúchame, no son estupideces, pero te equivocas si crees que todas nos acercamos a ti sólo por tu cuerpo –le dijo Maca-.
-       ¡Venga ya Maca! Tú y yo sabemos que no hay nada más que les ofrezca, y la verdad es que no puedo imaginarme sin… sin… -Verónica bajo la mirada a sus pechos, no podía ni pronunciarlo, la angustia le estrangulaba-

Maca dio dos pasos hacia ella y rodeó su cuello con las manos, lentamente levantó su mirada perdida y triste hasta que estuvieron frente a frente. Una lágrima callada corrió por la mejilla de Verónica, y el dedo de Maca la borró en una simple caricia.

-       Eres una mujer increíble que se ha hecho a sí misma pese a tener a todos en su contra, que ha luchado siempre por ser fiel consigo sin importarle lo que los demás digan. Eres inteligente, decidida, valiente… siempre estas para tus amigos, y sabes escuchar cuando tus hormonas no están jugándote malas pasadas –le dijo Maca y en aquel punto consiguió que Verónica soltara una risa nerviosa-, tu cuerpo no es lo que hace que yo esté aquí, ahora… y como yo muchos de los que te conocemos, sólo que es difícil que nos dejes ayudarte y eso tienes que cambiarlo. Eres una superviviente, somos unas supervivientes… puedes con esto, ¡estoy segura!
-       Oh Dios! –Verónica la estrechó entre sus brazos, le estaba tan agradecida-… ¿de verdad lo crees?
-       Por supuesto –le aseguró Maca sin soltarla-.
-       ¿por qué coño te habrás echado novia, con lo que necesito un buen polvo para olvidarme de toda esta mierda? –quiso bromear Verónica, el melodrama no le gustaba nada-.
-       jajajaja… Bueno, tengo novia, pero conseguir un buen polvo no tiene por qué ser necesariamente un problema –le dijo Maca y Verónica se separó de ella y la miró con interrogante curioso-. ¡La noche es joven! Seguro que no se te ha olvidado cómo se liga en el ambiente, ¿verdad rubia?
-       jajaja… ¿quieres que vayamos de cacería? –a Verónica le pareció divertida la sola insinuación-.
-       ¿Se te ocurre algo mejor para una noche de viernes? –le contestó Maca ya sonriendo-.
-       ¿Y Esther? –le preguntó Verónica-.
-       ¿Qué pasa con ella?
-       No creo que le haga mucha gracia que me acompañes de bares y ligues, aún recuerdo las miradas que me echó cuando nos conocimos… nunca pensé que te irían las celosas –dijo sin más Verónica y no era una crítica-
-       ¡Esther no es celosa! –dijo Maca casi al segundo, pero lo cierto era que las únicas confrontaciones que habían tenido habían sido por dicho motivo, de hecho Maca había empezado a callarse detalles como el de que convivía con Verónica justamente para no alterarla y atormentarla en la distancia, en realidad iba a decírselo, tenía que decírselo. Quizá salir a hacer de escudera de Verónica esa noche no era muy buena idea-  Bueno, quizá un poco… -reconoció-.

Verónica le sonrió de soslayo.

-       Tranquila, podemos quedarnos viendo una peli. Además, ya sabes que no voy a decirle nada… la verdad es que tengo ganas de que vuelva y podamos solucionar nuestras diferencias, en realidad no estuve muy fina con ella aquella noche –Verónica se arrepentía de las escenas que les montó a ambas en Navidad-.
-       Bueno… tampoco pasó nada por lo que disculparse –le quiso hacer entender Maca sentándose a su lado en el sofá.
-       jajaja… no seas benévola conmigo, quieres… Si sólo me faltó meterme en vuestra cama. La verdad es que estaba muy pasada de rosca, me sentía tremendamente sola en medio de toda esa gente, y a vosotras se os veía tan unidas que… -Verónica se puso seria en ese punto-… la complicidad que despedís cuando estáis juntas es lo más parecido a un hogar que yo recuerde.

Maca la entendía perfectamente. Ella también se sentía en casa bajo la mirada de Esther.

Continuará...

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