viernes, 25 de enero de 2013

De Blanco y Negro a Color - 17 y 18 -




La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.




17
Eran más de las nueve y media cuando Maca decidió dejar el trabajo de laboratorio por aquel día. Mientras subía por el ascensor hacia el despacho para recoger sus cosas, la visita de Esther se colaba en su mente, ningún “picapleitos” podía saber cosas como las que aquella mujer había demostrado conocer y aquello, había conseguido captar completamente la atención de Maca. Las puertas del ascensor se abrieron y mientras recorría el pasillo pensando en aquello, escuchó unas risas. Sorprendida de que todavía quedara alguien en la oficina, Maca se acercó a la sala común desde la que provenían las voces pero cuando vio de lejos quienes eran se paró en seco.
-         ¿Venga ya? ¡Estás bromeando! -le decía Eva a Esther-.
-         Que no, va en serio... es un hecho verídico -le aseguraba Esther con una sonrisa-.
-         Desde luego hay cada chalado por el mundo...
-         Ni que lo digas... -asentía Esther manteniéndole la mirada-.
Eva se quedó clavada en sus ojos, de repente no tenía palabras y lo único de lo que tenía ganas era de encontrar una excusa para prolongar aquella pseudocita que ya duraba varias horas entre cafés, refrescos y charla.
-         Bueno, creo que deberíamos pensar ya en marcharnos, se está haciendo tarde -rompió el momento Esther-.
-         Sí, tienes razón... ¿qué hora es? -le preguntó poniéndose de pie en imitación a Esther-.
-         Casi las diez -le respondió Esther-. ¿Necesitas que te acerque a algún lado?
-         La verdad es que normalmente me suele acercar Maca a casa... -Eva echó un vistazo rápido en dirección al despacho de su amiga, en el pasillo no había nadie, ni tampoco la habían visto cruzar la puerta de su oficina, dudó-. Ya debería de estar aquí.

Esther también se había dado cuenta de que Maca aún no había aparecido, por eso se había entretenido más de la cuenta con Eva, aunque tenía que reconocer que la muchacha la había sorprendido gratamente con su conversación amena y su fácil trato. Dio un rápido vistazo a la planta, y de pronto se fijó en que la numeración del ascensor estaba descendiendo. Alguien había estado en la planta y no se habían dado cuenta, se preocupó.
-         Coge tus cosas, vamos a ver si Maca sigue en el laboratorio y si no está te llevo a casa -le dijo Esther de repente, y Eva comprendió que no se lo estaba preguntando, sino que era lo que iban a hacer exactamente-.
Recogió su mochila y su cazadora, y se reunió con Esther que estaba en la puerta del ascensor esperando, descendieron hasta el laboratorio y comprobaron que no quedaba nadie. En la recepción se encontraron con Antonio el vigilante de seguridad, Esther se paró a hablar con él. Eva esperó en la puerta del edificio a que Esther terminara.
-         El vigilante me ha dicho que Maca acaba de marcharse hace apenas unos minutos, debió pensar que te habrías marchado -le dijo Esther a Eva-.
-         Sí, debe de haberse liado con sus cosas, suele hacerlo -le contestó Eva, pero agradeció mentalmente a su amiga que le hubiera dado la oportunidad de poderse quedar a solas con Esther-.
-         ¿Nos vamos? -le preguntó Esther-.
-         Sí, cuando quieras -le contestó, y la siguió con una sonrisa de oreja a oreja, mientras Esther se encaminaba hacia su coche que estaba aparcado apenas una calle de allí-
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Aparcó la moto en el garaje y entró en la casa. Dejó las llaves en la entradita y vio pegada una nota en el espejo.
“Cariño, he salido a cenar con Arturo y Montse, no te preocupes... les he dicho que estabas trabajando, ya sé que no te gustan estas cenas. En la cocina María ha dejado preparada comida, no me esperes despierta ya sabes cómo se alargan estas cosas. Un beso, te quiero.... Papá”.
Maca sonrió, ella también lo quería. Cogió la nota y no se molestó en ir a la cocina pues no tenía hambre. Entró en el salón y sin encender la luz se dejó caer en el sofá. Aquella sensación aplastante de soledad que experimentaba desde que su madre ya no estaba se apoderó una vez más de ella. Cerró los ojos tratando de encontrar calma, sin embargo su deseo de escapar no burló a aquella sensación que se había instaurado en su vientre desde que había visto a Esther y a Eva riendo y tonteando juntas.
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A Esther le había parecido que Eva se había quedado esperando algo más de ella cuando la había despedido en el coche, sin embargo para Esther no existía la posibilidad de entablar nada más que una amistad con alguien que formaba parte de su trabajo. Condujo con cuidado hasta casa, y al llegar escuchó los mensajes del contestador. No había ninguno del trabajo, dos eran de su madre y uno de Kate diciéndole lo mucho que había disfrutado de su encuentro. Se sentó en el sillón y cogió el teléfono, llamó a su madre para asegurarse que todo seguía bien y luego llamó a Kate, la cual no estaba en casa, algo que no le sorprendió. Apenas colgó el teléfono, un mensaje llegó a su móvil.
“El pájaro está recogido y a salvo. Cielo despejado, lechuza vigía en posición”
Esther sonrió, ya casi se había olvidado de lo ridículos que eran aquellos mensajes que pretendían ser codificados. Respondió al mensaje y se dirigió a la cocina, sabiendo que Maca estaba ya en casa se tranquilizó, pues tras haber hablado con el vigilante, se había puesto en contacto con Laura para que le asegurara la posición de la joven. Tras la cena, se cambió de ropa y se sentó con un café en el salón. Abrió su cartera y sacó el dosier, tras unos informes encontró la carpeta que le había entregado Laura, dejó el café en la mesa y la abrió, por segunda vez en el día leyó el informe adjunto, esta vez prestándole mayor atención a los datos. Luego abrió el sobre con las fotos y fue creando en el suelo un mosaico con algunas de ellas. Las contempló por largo rato...
-         Maca saliendo de su casa familiar
-         Maca montada en la moto
-         Maca comprando en la frutería de debajo de un edificio, hablando con la mujer de la tienda distendida...
-         Maca besando a quien decía el informe que era su novio
-         Maca envuelta en una manta sola en la terraza, acurrucada en una butaca...
Esther apenas podía apartar sus ojos de ella, y comprendió que en todas aquellas fotografías salvo en la que sonreía con la mujer de la frutería, se respiraba un aura de melancolía en sus facciones. Presa de aquella fragilidad, Esther fue empapándose de ella sin apenas darse cuenta, una tras otra fueron guardadas en su cabeza las imágenes que Laura había hecho y de pronto llegó a aquella que le produjo un escalofrío en su despacho. Primero la miró con cierta vergüenza, como si estuviera invadiendo algo que no debía, luego aquella sensación inicial fue sustituida por un palpitar que no pudo dominar. Frente a sus ojos, la imagen de Maca desnuda sentada sobre aquel hombre que permanecía acostado bajo ella, admirando la belleza con que el cuerpo de Maca se arqueaba ligeramente hacia atrás con el pelo suelto y los ojos cerrados mientras hacían el amor, le fue recordando a su propio cuerpo lo que significaba un deseo que creía ya perdido.
18
Aquella mañana inusualmente, Maca había saltado de su cama sin regañadientes. Duchada y con apenas nada en el estómago, dio un beso a su padre en la cocina y salió zumbando hacia la oficina.
Al llegar al edificio miró el reloj.
-         Las 9, aún tengo tiempo -se dijo-.
Y corrió a dejar las cosas en su despacho, revisó unos archivos e imprimió los cambios que había terminado en el laboratorio la pasada noche. Luego se fue en busca de un café para poder mantenerse despierta, y para su sorpresa se encontró con ella antes de lo esperado.
-         ¡Buenos días! -la saludó una Esther radiante de energía, que apoyada en la encimera sujetaba su taza de café-.
-         Ah, hola... buenos días -le contestó Maca un poco descolocada porque no se la esperaba-. Venía a por un café antes de que nos reuniéramos.
-         Vaya, parece que no se ha olvidado de nuestra cita, eso si potencia un buen día -quiso bromear Esther y le sonrió antes de beber otro sorbo-.
-         No, claro que no... insistió para que nos reuniéramos ¿no?  -se puso a la defensiva Maca sin saber muy bien por qué-.
-         Sí, así es y le agradezco que lo haya tenido en cuenta -Esther retomó un tono más formal e hizo como si no se diera por aludida ante el tono agresor de Maca-. Si le parece bien, nos vemos en mi despacho cuando termine.
-         Me parece bien, ahora iré -le contestó Maca áspera-.
-         Perfecto, la espero -fue todo lo que añadió Esther con una sonrisa. Terminó su café y lo dejó en el fregadero, luego salió de la sala dejando a Maca sirviéndose una taza-.
“Maldita sea, porqué tiene que sonreír tanto esta tía... Me pone de los nervios” , se malhumoraba Maca. Tomó aire y trató de relajarse, pero antes de que obtuviera un minuto de paz, Eva apareció por la puerta tan radiante como Esther.
-         ¡Buenos díassssss! ¿Cómo es que estás aquí tan temprano? -le preguntó su amiga dándole un beso en la mejilla mientras se acercaba a tomarse ella también un café-.
-         ¿Y tú? Muy power-flower te veo para estas horas ¿no? -le espetó Maca un poco más dura de lo que pretendía-.
-         Jolín, que mal te sienta la primera hora de la mañana tía. ¿Qué te pasa? -quiso saber Eva que se sentó con ella en una mesa-.
-         Nada, nada... es que no he dormido bien esta noche, y para colmo tengo reunión con Esther ahora... Me ponen de mal humor sus aires de autosuficiencia, en serio, no sé que diablos le has visto, es inaguantable -le dijo Maca-.
-         A ti lo que de verdad te molesta es que te has quedado pillada con ella -le soltó de pronto Eva no entrando en el juego de su amiga-.
-         ¿Perdonaaa? -respondió Maca haciendo malabares para que no se le cayera el café de las manos-.
-         Pues eso, que te has quedado pillada con ella. Admítelo, diste por hecho que era una más del séquito de la burocracia que pasa por la empresa, y con lo de ayer en el laboratorio te dejó OUT... ahora ha despertado tu curiosidad y no soportas que tenga parte de la baraja de tu juego. Por Dios Maca, si en la universidad te pasaba igual... en cuanto un profe te dejada fuera de juego con algo que tú creías dominar, ya se la tenías jurada... te encanta quedar por encima y en cuanto hay alguien que no te da cancha, pues te picas -argumentó Eva tranquilamente-. Eres una egocéntrica, es duro reconocerlo, pero es así, asúmelo.
-         Joder Eva, gracias... con amigas como tú quién coño quiere enemigos -le soltó Maca, pero la verdad es que aquella teoría la había puesto de mejor humor-. Ahora resulta que soy una egocéntrica, hay que joderse.
-         Jajaj... bueno aún así te quiero, eso debe contar como punto positivo ¿no? -le contestó Eva sonriendo-.
-         Jajaj... ya, ya... sólo te ha faltado meterme un dedo en el ojo, pero me quieres, es un consuelo la verdad -añadió Maca, que gracias a aquel toque de atención se había relajado-. Bueno, ¿y tú qué? Porque ayer antes de marcharme, os vi muy agustito a las dos en esta misma mesa, eh -le dijo Maca haciéndole un juego divertido de cejas-.
-         ¡¿Nos viste?! -se sorprendió Eva de aquello-.
-         Sí, subí a por mis cosas, pero como os vi tan animadas pensé que preferirías que no hubiera interrupciones -le dijo Maca-.
-         Ohhh tía... pues gracias, porque no sabes lo que fue la tarde. Bueno, bueno... en cuanto terminaste de hablar conmigo por teléfono para decirme lo que te acababa de decir Esther en el laboratorio, vino a mi despacho y nos vinimos a la sala a tomarnos algo. Al principio pues ya sabes, empezamos a hablar del trabajo, la puse un poco al día de la gente y eso, vamos lo normal cuando no conoces mucho a alguien, que siempre empiezas por lo que tenéis en común, el curro en este caso... pero luego nos fuimos soltando, y hablamos un poquito de todo. Por lo visto ella está de paso en la ciudad, porque por lo que me contó viaja un huevo con su trabajo, así que debe ser la ostia si la llaman de aquí para allá ¿no?
-         Pues supongo que sí -contestó Maca sin inmutarse, pero aquello la había sorprendido-.
-         Bueno, el caso es que gracias a eso me enteré de que la tal Kate con la que hablaba por teléfono es una amiga que hacía algunos meses que no veía... así que imagínate el subidon que me dio -le dijo Eva feliz-.
-         ¿Y eso? -le preguntó Maca que absorta en sus propios pensamientos no la seguía-.
-         Hija, pues que por la forma de hablar de ella y por el tiempo que hacía que no se veían, es evidente que no son pareja, con lo cual me deja el camino libre. Claro que antes tengo que averiguar si entiende o no entiende, porque si Kate es sólo una amiga, entonces estoy como al principio... -cayó de pronto en la cuenta Eva, que se había ilusionado tanto con la idea de que Esther no tuviera novia, que apenas se había parado a pensar en aquel otro importante detalle-. Claro quizá por eso no pasó nada en el coche cuando me despedí de ella... porque si no entiende, cómo iba a entenderme a mí cuando me puse a tiro. ¡Mierda, no había pensado en eso! -divagó por lo bajo Eva para sí-.
Maca miró el reloj, empezaba a hacérsele tarde y Eva estaba tan enfrascada con aquella historia que empezaba a resultarle empalagosa. Así que se despidió de ella con la excusa de la reunión y la dejó a solas con sus quebraderos de coco.
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Iba a llamar a la puerta cuando se detuvo con la mano alzada. No sabía explicarlo, pero algo la desazonaba, quizá fuera el no haber dormido demasiado... quizá saber que una desconocida realmente iba a empezar a manejar los hilos sobre su trabajo... lo cierto era, que una sensación de extrañeza se asentó en su vientre, y aquello no le gustó. Como quien aprieta los dientes o se sujeta enérgicamente a algo para tomar fuerzas, ella agarró estrechamente la carpeta que llevaba contra el pecho, tomó aire y llamó.
-         Adelante
-         Ya estoy aquí -dijo Maca y sin esperar a que Esther le diera permiso, tomó posesión de la sala sentándose en el sofá en lugar de en la silla de invitados frente al escritorio de Esther-.
Esther se la quedó mirando. No por como su actitud decía “sigo siendo la dueña aunque  tú seas la subdirectora del proyecto”, sino porque aquella nueva imagen de Maca le había aportado un nuevo mazazo a traición. Sin decir palabra, recogió sus apuntes del escritorio y se dirigió al sillón que había al lado de la joven.
Maca la vio sentarse por el rabillo del ojo. Aún sujetaba la carpeta contra el pecho como mil veces lo había hecho de adolescente cuando los jóvenes de su edad la miraban como si fuera un bicho raro. Nerviosa, retiró con la mano los mechones sueltos que se habían desprendido de su coleta hasta fijarlos en su oreja... Esther no decía nada, pero ella podía sentir su mirada escrutadora, aquello la enfureció. Despegó la carpeta de su pecho y empezó a abrirla apresurada sobre la mesa... “Deja de mirarme, maldita sea.... no soy yo el bicho raro” pensó.
-         ¿Bueno, empezamos o nos vamos a tirar aquí todo el día? Si usted no tiene nada mejor que hacer, le aseguro que yo sí -explotó finalmente Maca, y al hacerlo interceptó los ojos de Esther con bastante ferocidad-.
-         Por supuesto, tiene razón, empecemos... -dijo apresuradamente Esther y agachó la mirada tan rápido que Maca dudó de haber visto en sus ojos la dulzura que había visto-. Le he hecho una copia de los cambios que creo que serán necesarios, la tengo por aquí...
Maca esperó un poco aturdida... le incomodaba que la juzgaran, y con Esther se sentía en el punto de mira. De todos modos, aquel hielo entre las dos tardó poco en derretirse, pues tras echar un vistazo a la propuesta de Esther supo que aquella mujer prácticamente le estaba declarando la guerra.
-         ¿Esto será una broma, no? -le preguntó Maca seria-.
-         Sé que parece que estoy acotando su creación señorita Wilson, pero si mira atentamente las especificaciones técnicas verá que son más que suficientes para un láser quirúrgico de estas características -Esther volvió a vestir su cargo y su función, pues no se podía permitir olvidar para qué estaba allí, y ahora que conocía personalmente a la involucrada, mucho menos-.
-         ¿Me puede explicar qué entiende usted por  “un láser quirúrgico de estas características”? Esto... esto es.... -Maca revisó alterada y enfurecida los datos que tenía en la mano-... ¿100 W de potencia?... ¿longitud de onda de 15 micrones?... Debe estar usted loca para pensar que voy a limitar la potencia del láser a un 30 por ciento de su capacidad, y esto -se rió cínicamente Maca tras volver a leer el dato-, con un 15 no lograríamos la inyección de CO2 a nivel tumoral en personas con aumento graso mórbido, degeneración fibroquística muscular y un largo etcétera de potenciales pacientes... Por si no se da cuenta, está acotando el margen de público a los que está dirigido este láser, yo no he invertido todo mi tiempo en este proyecto para crear un boceto de lo que es realmente. Así que ¡olvídelo! ¡No pienso modificarlo!
-        ¡Sí! ¡lo hará! -dijo rotundamente Esther-
Maca se giró y en sus ojos había tanto odio y tanta fuerza, que a Esther le costó mantener la misma firmeza en los suyos. No supo si duró tan sólo unos segundos o varios minutos, pero el silencio cortó el aire entre las dos y pareció eterno el momento hasta que Maca serenamente cerró la carpeta que traía, se puso en pie y se acercó hasta ella. Esther no se movió, no hubiera podido. Maca se agachó dejando su cara bien cerca de la suya y con gran claridad dijo lo que sin duda hubiese esperado de un animal salvaje acorralado y orgulloso:
-         ¡NI MUERTA!
Maca se dio la vuelta tan rápido que Esther sintió el vació del aire que bajo su energía se movía, lo siguiente fue el sonido de un tremendo portazo seguido de un gran silencio. Esther dejó caer su espalda contra el respaldo del sillón, sintiéndose tan cansada como quien corre a todo gas con la adrenalina timbrándole en los oídos y de pronto se para, finalmente determinó...
-         ¡No ha ido tan mal! -se dijo así misma, y tras tomarse unos momentos se puso en marcha, recogió sus cosas esparcidas por la mesa y regresó a su trabajo-.

Continuará...

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