sábado, 12 de enero de 2013

Dibujada en mi mente (TOMO 2) -cap 73-





“DIBUJADA EN MI MENTE" (TOMO 2)
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.



73





Amsterdam.

Alex terminó de guiar a un alumno con su trabajo, y levantó la vista en busca de Esther. Sonrió de un modo inevitable cuando la vio pelearse con el tormo y un amasijo de arcilla inconexo que terminó por desplomarse. Toda la precisión que tenía Esther con sus pinceles, la perdía en cuanto se ponía a hacerlo con sus propias manos. Terminó de resolver algunas preguntas a un alumno y se dirigió hacia ella. Esther no la vio llegar concentradísima en hacer su trabajo.

-       ¿Qué haces? –le preguntó Alex-.
-       No tengo ni puta idea –le contestó Esther riendo y levantando la cabeza para mirarla-.

Alex también se rió, parecía que Esther no terminaba de coger el punto de velocidad adecuado y su pieza se alzaba o muy rápido, o se desmoronaba porque la presión de sus manos era demasiado fuerte.

-       Espera, no… no le des tan rápido. Vamos a ver… -Alex acercó un taburete y lo puso detrás de Esther para sentarse-. Baja los hombros, estás muy no se… engarrotada –le señaló-. Venga dale al tormo… no, más despacio –le indicó. Alex le cogió las manos y la guió para que ejerciera la presión justa sobre el material-…. lo ves, así sube y no se quiebra. ¿Ves esas grietas?
-       Si –le contestó Esther, estaba fascinada porque aquel chisme empezara a tener volumen-.
-       Vale, pues haces así… -Alex recogió con sus dedos embarrados un poco de la zona líquida que quedaba en la base, y con suavidad volvió a subir por la figura hasta borrar la grieta y entrelazar sus dedos con los de Esther-… y listo, ya no están. El truco consiste en llevar siempre el mismo ritmo, si lo sueltas se cae.

Esther se fijó en cómo Alex guiaba sus manos para explicarle los gestos que podía utilizar si quería estrechar alguna zona, o los surcos que le podía dar para sacar ramas y jugar con texturas. Mirándola a ella parecía tan fácil. El calor de Alex, pegada a su espalda, de pronto tomó todo su protagonismo. Esther fue consciente de su olor dulzón, el sonido de su voz cerca de su oído, y de lo suaves y excitantemente pringosas que resultaban aquellas manos sobre las suyas. De pronto tiritó… y un quiebro salió reflejado en la figura que moldeaban. Esther se dio cuenta de que sus nervios e inquietudes habían sido delatados. Alex se quedó callada.

-       Me está dando calambre –dijo Esther sin ocurrírsele otra excusa mejor, y detuvo el tormo-.

Alex se le quedó mirando y se apartó tranquila de ella.

-       Es difícil esto eh… de la postura de las manos así tanto rato se me acalambran. Creo que aún aplico mucha tensión a los movimientos –se excusó Esther con una sonrisa que esperaba fuera suficiente-
-       Tranquila, es normal… descansa un poco y vuelve a intentarlo, ya verás como coges el truco –le contestó Alex también con una sonrisa, y se levantó para limpiarse las manos y seguir con el recorrido-.

“Pero… ¿qué mierdas estoy pensando? ¡Joder!... Ojalá Maca no me hubiera dicho nada, ahora sólo se me meten cosas raras en la cabeza”… se cabreó consigo misma Esther tras ser consciente de su agitación y de aquella chispa fugaz de deseo que había sentido.

Madrid.

-       Encarna, no hace falta que te quedes más tiempo, de verdad… estoy bien, no tengo náuseas ni nada –le aseguró Verónica al cabo de un rato, para que aquella buena mujer se fuera tranquila-.
-       El otro día tardó un poco más en hacerte efecto -dijo Encarna mirándose el reloj de pulsera-. Me espero quince minutos para asegurarme de que no te dan las arcadas, y si estás bien, me marcho. ¿Vale?
-       jajajaja… ¿acaso me queda otro remedio? –a Verónica le gustaba mucho aquella mujer, era la madre que nunca tuvo, aunque era muy joven. ¿Cuánto se llevarían? Doce, catorce años de diferencia-.
-       No, sabes que no –sonrió Encarna, y se quedó tranquila sentada en la butaca de acompañante-. Oye, al final Maca no le ha dicho a mi hija nada aún, ¿no?

Verónica la miró, aquella parte las disgustaba a ambas.

-       No, aún no. Odio ser un problema entre ellas –dijo Verónica, y se disculpó con Encarna-.
-       No seas tonta. La verdad es que no entendía demasiado la postura recelosa de Maca, así que un día tanteé a mi hija diciéndole que una amiga de Maca se había pasado a saludarla por el hospital, y me sorprendió que en seguida se pusiera a la defensiva… “¿no será una rubia súper despampanante, no mamá?”… me dijo –a Vero le cambió la cara, se sentía mal por estar dando tantos problemas, y más ahora que conocía a todas las partes-. ¡Me quedé! No le conocía a mi hija los celos, te puedo asegurar que no… y le cambió hasta el tono de la voz. Así que decidí que llevaran el asunto entre ellas, porque al estar tan lejos y tan sola, no vaya a ser que Maca tenga razón, y Esther de una tontería se me descentre y pierda exámenes, que es muy cabezota cuando quiere.
-       Tengo que pedirte nuevamente disculpas Encarna –le dijo una vez más Verónica-.
-       Pero chiquilla si tú no tienes la culpa de nada, ¿o hay algo que yo no sepa? –Encarna empezaba a dudar de si habría algo entre Verónica y Maca, que pudiera hacer que ella estuviera actuando en contra de los intereses de su hija sin saberlo-.
-       Algo de culpa tengo… no porque Maca y yo tengamos algo más allá de la amistad ahora mismo. Te juro por mi vida que entre Maca y yo no ha habido nada desde que ella y tu hija salen juntas. Maca está súper enamorada de Esther, y yo estoy contenta por ella porque nunca la había visto tan centrada y tan feliz, pese a todo lo que tiene encima y lo mal que lleva que estén separadas. Te juro, que no… -quiso Verónica que le creyera porque era completamente cierto-, pero es que conocí a tu hija precisamente en mi peor momento, y aunque te parezca ahora que soy una niña buena, soy un mal bicho –Vero arrugó la nariz reconociendo que lo suyo con el trato hacia las mujeres, no era muy romántico ni ético-.
-       Vamos, que tú también eras del estilo de Maca… mucha cama y pocos compromisos –puso todas las letras Encarna, y Vero asintió-. No te creas que me hace mucha gracia si lo pienso, aunque vaya de moderna y sea joven, Esther no deja de ser mi hija. Ya me cuesta pensar que su camino no será fácil socialmente por ser lesbiana, imagínate si me pongo a imaginar que está en brazos de una chica que tiene mucha vida corrida en comparación a ella. Lo que pasa es que conozco a Maca, y sé que es una persona noble, responsable y honesta… y sé que no sería capaz de hacerle daño a mi hija, he visto como la mira. Si no la conociera tan de cerca, te aseguro que hubiera puesto el grito en el cielo hace mucho.
-       Pues digamos que tu hija lo puso cuando me conoció en noche vieja, y que yo no estuve muy fina en mi presentación. Vamos que el recuerdo que debe tener de mí es el de una loba, ex de su novia, que puede volver a abalanzarse sobre ella, aunque Maca y yo nunca hemos sido pareja. La cuestión es que Esther y yo no pudimos hablar tranquilamente, no llegamos a conocernos más allá de aquella noche, y yo ese día estaba muy bebida, muy drogada, y muy pasada de todo, dicho sea de paso. Sólo quería escapar de esta pesadilla del cáncer… de verdad que no sé qué hubiera pasado si no llego a tener a Maca cerca, estuve a punto de tirar la toalla sin tan siquiera intentarlo… lo pienso y no me explico cómo llegué a ese punto –Verónica aún temblaba cuando pensaba en ello-.

Encarna se acercó a la camilla y le pasó un brazo por los hombros.

-       Tranquila, es normal. Estabas en shock y quizá un poco deprimida, pero ya ha pasado, has remontado y dentro de poco volverás con fuerzas a tirar de tu vida –la animó Encarna-
-       Gracias Encarna… por todo –le dijo sinceramente Verónica-.

Un sudor perlado empezó a aparecer en su frente.

-       ¿Náuseas? –preguntó Encarna, como buena enfermera entendía los signos-.
-       Muchas… -aseguró Verónica-.

Acto seguido Encarna ya le había acercado la palangana para que echara la pota.

…..


Continuará... 

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