martes, 22 de enero de 2013

Dibujada en mi mente (TOMO 2) -cap 75-




“DIBUJADA EN MI MENTE" (TOMO 2)
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.




75

Amsterdam.

Esther: “Tan suave, tan ligero, tan puro…  mmm… ¡no, no te vayas, quédate!… despacio, conmigo… ahhh!!... la humedad… tu sabor, tu calor… respirar”

-       Maca…

Alex abrió los ojos de golpe, agitada, sobresaltada, temblorosa… aquel nombre en los labios de Esther rompió el beso que las unía. Salió corriendo intentando no hacer ruido, huyendo lejos de aquella locura que acababa de cometer. Sin mirar atrás entró en su cuarto y al cerrar la puerta se dejó caer al suelo.

-       ¡Madre mía… madre mía! –se decía Alex mientras se tapaba la boca con las manos. Esa boca aún caliente y deformada por haber estado besando a alguien que no le pertenecía… a alguien indefenso, inconsciente ante aquel hecho. “Dios mío, es como haberla violado”, pensó temblando-. ¡Dios mío! ¿Qué he hecho?

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Esther entre abrió los ojos, aturdida. Aún sentía la agitación en su pecho y se lamentó al comprobar que sólo había sido un sueño. Seguía allí, en aquella habitación que no era la suya… seguía allí, sola, sin Maca. Suspiró por su añoranza, y tardó en calmar su agitado corazón. Había sido tan real… los labios carnosos, el calor, la humedad y el roce de sus lenguas, juntas… cuánto deseaba enredarse en sus besos. Tranquilamente cerró sus ojos y se giró en la cama para encontrar la postura. Con un poco de suerte, volvería a retomar aquel maravilloso y vívido sueño, donde se besaban.

Madrid.

Tras terminar la guardia Maca regresó a casa. Eran las 7.30 de la mañana y Verónica dormía en la cama. Barajó la posibilidad de tumbarse a su lado como siempre, pero tenía miedo de despertarla. Encarna le había dicho que lo había pasado mal ese día con la radioterapia, y prefirió que descansara. Se tumbó en el sofá y cerró los ojos sólo un rato. Sus pensamientos tardaron en calmarse después de las operaciones a las que había asistido aquella noche, pero centró su recuerdo en la imagen de Esther y poco a poco el milagro fue sucediendo. La calma, se acompañó de una suave respiración, y el sopor fue apareciendo sin apenas darse cuenta. Su voz, su aroma, su piel, la fueron acunando involuntariamente como si de magia se tratara. Maca no se dio cuenta de que se había dormido hasta que el olor a tostadas despertó el rugido de sus tripas.

-       ¿Qué hora es? –preguntó apareciendo en la cocina-.
-       ¡Ahhh! ¡Por Dios! ¡Qué susto me has dado! –Verónica se había sobresaltado al no esperarla-.
-       Lo siento… ¿qué hora es? –volvió a preguntar Maca aún destrozada por el sueño-.
-       Son las 10.30… ¿por qué te has quedado en el sofá? –le preguntó Verónica, no le gustaba que hiciera aquellas cosas, ya bastante duro era saberse la invitada como para encima cargar con que Maca durmiera incómoda por su culpa-.
-       No quería despertarte, necesitas reponer fuerzas –le dijo Maca sentándose en una silla-.
-       Ya, ¿y tú no? –le dijo Verónica levantando una ceja-.
-       Yo también… estoy destrozada, pero tengo hambre –confesó Maca-.

Verónica se acercó a ella y la abrazó por la espalda mientras depositaba un beso en su coronilla.

-       Eso lo arreglo yo ahora mismo –le dijo con cariño- ¿Café o cortado?
-       Cortado… ya no sé cuántos cafés solos he tomado para estar despierta –Maca agradeció el calor corporal de alguien a aquellas alturas-.
-       Cortado descafeinado pues… marchando

Y preparó la bebida caliente mientras las tostadas terminaban de hacerse. Sin mucho diálogo las dos desayunaron, y luego Verónica la empujó para que se fuera a la cama. Verla plácidamente dormida, era una de las cosas que a Verónica siempre le habían gustado. Se le veía tan, tan… tranquila y vulnerable. En cambio a ella siempre le costaba conciliar el sueño. La dejó descansar y salió a hacer la compra pensando por el camino lo mucho que su relación había cambiado, y lo gratificante que era poder cuidar la una de la otra.
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Amsterdam.

-       ¡Buenos días a tutti il mondo! –saludó Esther con una amplia sonrisa cuando entró en la cocina-.

Kate se contagió de su buen humor casi al instante.

-       Buenos días, ¿qué sonriente estamos hoy no? –se complació de verla animada Kate-.
-       Sí, estoy feliz. Creo que he recargado pilas, estoy positiva –hizo Esther toda una declaración de buen rollo-.
-       jajaja… vaya, eso sí que es levantarse con buen pie, si señorita –se rió Kate, le fascinaba su vitalidad-. Bueno, yo sintiéndolo mucho, me tengo que ir… ya me contarás luego a qué se debe tu buen humor –Kate le dio un beso tras pasar por su lado-. Nos vemos en la comida… Alex, no te olvides de pasar por el claustro.
-       No, no… tranquila, allí nos vemos –le aseguró Alex, y volvió a hundir su mirada en la taza de cereales-.

Esther se despidió de Kate mencionándole cuatro cosas, y luego empezó a prepararse también su bol con leche caliente. Cuando se sentó a la mesa, se dio cuenta de que Alex no había soltado ni una sola palabra, estaba rara.

-       ¿Te pasa algo? –le preguntó Esther tranquilamente-.
-       ¿A mí? ¡No, nada! ¿Por qué? –Alex se dio cuenta de lo raro que había sonado. “Mierdaaa”, pensó-.

Esther se le quedó mirando con una ceja alzada… “¿qué mosca le ha picado esta mañana?”, se preguntó.

-       ¿Y a ti?, ¿a que es debido ese buen humor de tan temprano? Llevabas una semana en modo off al levantarte –desvió la atención Alex, y esta vez se atrevió a mirarla de frente y sonreír pese a sus nervios-.
-       jaja… Ya, la verdad es que he estado algo gruñona, pero no sé… me he levantado como nueva, feliz… igual es porque soñé con Maca anoche –la sonrisa no se le borraba del rostro, y empezó a devorar su desayuno ajena a todo-.

A Alex sin embargo, se le detuvo el bocado en mitad de la garganta.

-       Ah, soñaste con Maca… -pronunció como en una letanía-.
-       Sí, soñé con ella… que nos besábamos… ya ves tú qué tontería, pero fue tan real, que aún tengo la impresión de tener su sabor en mi boca… jajaja… ¡Estoy loca!, ¿no? –Esther estaba con la sonrisa floja, y se avergonzó un poco de sus propias palabras, pero era cierto-.
-       Quizá un poco… -quiso bromear Alex, pero las entrañas se le retorcieron dejándole una mueca en la cara, volvió a su cuchara y sus cereales, incapaz de seguir fingiendo-.

“Maldita sea…. maldita sea…”, se repetía una y otra vez. Ella también tenía el sabor de aquellos labios impregnando los suyos. El beso había sido real. “Diosss… y tan real”. Alex había empezado por una aproximación suave y temerosa, y cuando quiso darse cuenta, Esther abrió su boca, atrapó sus labios, y ella ya no pudo abandonar los suyos… en apenas unos segundos, sus lenguas se rozaron, sólo unas caricias, hasta volverse a alejar cuando de los labios de Esther salió el suspiro que mencionaba a su novia, rompiendo el corazón de Alex en mil pedazos.

-       ¿seguro que estás bien? –volvió a preguntarle Esther viendo que el silencio volvía a dominarla. No parecía tener muy buena cara ahora que la miraba atentamente-.
-       Quizá me esté resfriando, no se… no tengo muchas ganas de nada hoy –Alex no podía permanecer más tiempo allí, a solas con ella. Se incorporó y dio por terminado el desayuno, de todas formas no tenía hambre-.

Para su consternación, Esther se puso en pie y la cogió de la mano. Alex se sobresaltó porque no se la esperaba.

-       Uy, tú no estás bien, eh… tranquila, que soy yo –le dijo Esther ya preocupada-.
-       Lo siento… -se disculpó Alex por su sobresalto desmesurado-.
-       Anda siéntate –le pidió Esther-.
-       Es que me tengo que ir Esther… -Alex se resistía a estar más tiempo allí, estaba inquieta-.
-       Será sólo un momento… anda siéntate, por favor –le volvió a pedir Esther con dulzura y mirándola a los ojos-.

Alex se quedó clavada en la silla bajo su mirada, su rostro, sus ojos, su boca… estaban tan cerca y ella tenía un recuerdo tan reciente de cómo era rozar su nariz, sus labios… el corazón se le disparó y empezó a respirar agitada. Esther la observó, le puso sus manos en las mejillas… Alex ardía y empezó a preocuparse seriamente. Puso su muñeca desnuda sobre su frente, no parecía tener fiebre, pero…

-       Te voy a tomar la temperatura, no parece que tengas fiebre pero es mejor que nos aseguremos –le dijo Esther rebuscando ya en el cajón de los medicamentos-. No me extrañaría nada que al final te hubieras resfriado por mi culpa, más te hubiera valido declararme en cuarentena como hizo Kate y dejarme aislada en el cuarto… jajaja… -quiso hacerla sonreír Esther, pues no estaba acostumbrada a verla así, tan seria-.

Alex no dijo nada. Se sentía tan mal por lo de anoche, jamás hubiera pensado que sería capaz de robarle un beso así a Esther, jamás… y sin embargo, todo su cuerpo le pedía a gritos repetirlo, una y otra, y otra vez. Era de locos. Esther la volvía loca, y no sabía qué hacer… cómo resistirse a aquella maravillosa tentación de estar cerca de ella sin sucumbir.

-       Póntelo bajo el brazo –le tendió el termómetro Esther-.

Pero Alex la miró aturdida, absorta como estaba en su duelo interno.

-       Espera… yo te lo pongo… así, ya está –le colocó el termómetro Esther abriendo la camisa que llevaba Alex-. ¡Qué chulo el sujetador! ¿dónde te lo compraste?

Alex se encendió como una antorcha tras sus palabras. Miró hacia abajo y vio su escote a la vista, saberse bajo la mirada de Esther la descolocó totalmente.

-       ah… no… no lo recuerdo. Creo que en el Corte Inglés –trató de hacer un esfuerzo Alex por centrarse-.
-       Pues me encanta, me tienes que decir de qué marca es, aunque la verdad es que yo no tengo un pecho tan generoso como el tuyo, no creo que me quedara ni la mitad de bien –Esther arrugó la nariz, siempre le habían parecido pequeños sus pechos-. Tengo una birria de tetas… jaja…
-       Las tienes perfectas –señaló Alex tan rápido y tan rotundamente que a Esther se le cortó la risa de golpe-.

Ambas quedaron mirándose, y un momento extraño y tenso se instauró entre las dos. Esther no pudo definir lo que sintió en aquel instante.

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