miércoles, 6 de febrero de 2013

De Blanco y Negro a Color - 21 y 22 -




La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.



21
El pulso empezó a taladrar a Eva nada más verla, aquella no podía ser la misma Esther de la oficina. Sin controlarse la chequeó de pies a cabeza, pantalones vaqueros perfectamente ajustados a su figura, cinturón a juego, discreto pero moderno, suéter negro y ajustado con su típico cuello de pico... Eva tragó saliva, a pesar de la tenue luz, aquella garganta descubierta volvió a crear sus locas fantasías.
-         ¡Hola! -dijo por fin Esther -
Eva miró a la propietaria de aquel saludo, su sonrisa a comisura pícara alzada, le hizo dar un paso atrás nervioso.
-         Auuuuu... coñooo, que dañooo -aulló Maca que estaba a su espalda y había recibido el pisotón de Eva-.
-         Perdona, perdona... -se disculpó Eva girándose hacia ella-.
-         ¿Está bien? -preguntó Esther preocupada, pues en la oscuridad no había visto el motivo que había provocado el quejido de Maca-.

Ante aquella pregunta Maca reunió el poco control de enfoque que le quedaba y levantó la cabeza desde sus pies para constatar lo que temía. Cuando sus ojos se encontraron a medio metro de distancia, se colapsaron sin más. Incredulidad, ira, desconcierto, ansiedad... fueron algunas de las sensaciones que las hizo paralizarse sin emitir palabra. Finalmente...
-         ¿Qué hace ella aquí? -preguntó Maca dirigiéndose a Eva atónita-.
-         jeje.. ¿y yo que sé Maca? Habrá venido a divertirse, como nosotras. Hay que preguntas tiene esta chica... -disimuló Eva delante de Esther, mientras le daba un tirón en la manga a Maca y le susurraba con apremio un...”No metas la gamba, o te mato”-.
Maca la miró sin dar crédito, luego miró otra vez a Esther más incrédula todavía. Sacudió un poco la cabeza, se estaba mareando de veras.
-         ¡Ay, que ahora sí que no me encuentro bien! -dijo sin dirigirse a nadie en concreto Maca-.
-         Es que como no está acostumbrada a salir, pues ha bebido y le ha sentado mal, pero ya se le pasa -dijo Eva sin apartar los ojos de Esther mientras Maca cambiaba de color a su espalda-.
Esther sin embargo, no apartó los ojos de la joven que por lo pálida que se estaba poniendo, pronto echaría la “pota” allí en medio. Sin pensarlo dio unos pasos, Eva sintió que se le congelaba la sangre a medida que Esther se acercaba y justo cuando creyó que Esther la iba a tocar, ésta lo hizo pero no para lo que hubiera querido...
-         Necesita vomitar, se está poniendo verde... -dijo Esther retirando a Eva delicadamente, mientras con la otra mano alcanzaba el brazo de Maca y tirando de él, conseguía atraerla hacia si para poder llevársela a fuera -.
Eva se quedó en mitad de la oscuridad con un paro cardíaco y sin llegar a ligar la concatenación de lo ocurrido. Todo había pasado rápidamente, sin embargo para ella, cualquier escena que encuadrara a Esther se producía a cámara lenta.
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Kate tardó en hacerse un hueco en la barra, Esther le había dicho que iba a saludar a unas conocidas y ella se había ofrecido a ir pidiendo algo de beber que les ayudara a aguantar el tirón de la noche. Por lo visto habían llegado en plena hora punta, y aquello no sólo se reflejaba en la pista de baile y alrededor de los pies de las mesas, sino también en los pedidos frenéticos que les gritaban a las dos camareras. Kate aprovechó su altura para alzarse de puntillas sobre el resto, divisó una rubia cañón sirviendo unos cócteles a su derecha, pero parecía tener para rato y encima estaba algo lejos, así que miró hacia su izquierda y a unas tres cabezas estaba la otra camarera cobrando unos cubatas. Una de las chicas que tenía a su lado levantó la mano para llamar su atención, pero Kate se impuso echando medio cuerpo sobre la barra y la llamó.
-         Ey preciosa, cuando puedas dos whiskys con hielo -le pidió Kate alzando la voz-.
La camarera aludida, se giró para ver quién pedía los whiskys y aunque se quedó impresionada al ver a la morena de ojos claros que con una sonrisa la llamaba, su personalidad realista y calmada la hizo dirigirse con pies de plomo hacia aquella mujer que con descaro pretendía colarse sobre el resto.
-         Pónmelos mejor dobles, así tardo más en venir -añadió Kate al ver que la joven ya se acercaba a servírselos-.
Bea sin embargo esperó a estar delante de aquella mujer, para asegurarse que la escuchara.
-         ¿Dobles, entonces? -le preguntó Bea con una sonrisa -.
A Kate le gustó que la joven camarera se inclinara hacia delante más de lo necesario para preguntarle, pues con los años no habían mermado sus dotes conquistadoras ni el efecto que solía causar a primera vista.
-         Dobles sí -corroboró Kate sonriendo también-.
Pero antes de que le durara mucho aquella sonrisa en la cara, la camarera le giró la cara para preguntarle a la chica que Kate tenía al lado y sobre la cual se había colado.
-         ¿Y a ti, cariño... qué te pongo? ¿O prefieres que cuele al bombón de los Whiskys que parece que hoy se lo quiere comer todo por el morro?
La joven miró a la camarera con la boca abierta pero no siendo capaz de decir nada, luego miró a Kate que con una ceja levantaba y una sonrisa observaba el descaro de aquella chica.
-         Ehh... yo... -empezó a decir la muchacha-.
Bea sólo tenía ojos para aquella nerviosa joven que no terminaba de saber cómo se había metido en medio de aquello. Kate divertida intervino.
-         Pide por favor, no me di cuenta... además, yo no tengo prisa -la ayudó a decidirse Kate-.
-         ¿Ah, no tienes prisa? -le preguntó Bea volviendo a dirigirse a aquel bombón que parecía no perder la sonrisa-.
-         En absoluto... de hecho creo que acabo de cambiar de opinión respecto a lo que quiero -contestó Kate calmadamente-.
-         Bueno, aún no te he servido así que qué quieres... -preguntó Bea-.
-         Que tú y yo nos perdamos un ratito por ahí, ¿qué me dices? -le lanzó Kate de pronto-.
La muchacha que seguía aquel torneo de ping pon sintiéndose la red de en medio, miró a una y miró a la otra, decidiendo aprovechar que la otra camarera estaba libre, para desplazarse en la barra y probar suerte en otra área.
-         jajajaja... ¿tú te lo tienes muy creído, no? -se rió de ella Bea-.
-         Bueno, aunque no lo creas, no todos los días me catalogan de “bombón” así que me la he jugado  -le contestó Kate-.
-         Ya veo.... o sea, que hoy me ha tocado a mí ser tu “juguetito” ¿no? -tergiversó las palabras de aquella mujer a propósito-.
-         Yo no he dicho eso, pero si te asusta tanto tomar en serio lo que he dicho -no entró al trapo Kate-.
-         jajaja... ¿asustarme?... eso sí ha tenido gracia -se rió Bea de las salidas de aquella mujer, no sólo era guapísima sino que encima tenía ingenio-.
-         ¿Ah, no?
-         En absoluto -confirmó Bea manteniéndole aquella mirada desafiante-.
-         Entonces ¿qué tal un baile cuándo el local se calme un poco? -lo intentó de nuevo Kate-.
-         jajajja... ¿Te las sabes todas, no? -le preguntó Bea divertida, pues no era frecuente en aquel prototipo de mujer ni la agudeza ni el descaro con buen gusto-.
-         Eso  no parece una contestación a mi pregunta -redirigió la conversación Kate-.

Bea se la quedó mirando con una sonrisa, no sabía porqué pero se fiaba de lo que veía en los ojos de aquella desconocida. Así que aceptó.
-         Bueno, si insistes... -empezó a decir Bea-.
-         Insisto, insisto... -corroboró Kate-.
-         jajja... está bien, haremos una cosa...
-         Dime... -la apremió Kate que se había aproximado a escuchar a aquella monada-.
-         Sí cuándo termine en la barra aún te acuerdas de lo que me has propuesto, búscame y ya iremos viendo que pasa -le dijo Bea-.
Kate se sonrió, por supuesto que iría a buscarla.
-         Me parece bien -dijo finalmente-.
-         ¿Eran dos dobles con hielo, no? -le preguntó Bea colocando los vasos sobre la barra-.
Kate asintió con la cabeza sin dejar de sonreír. Los ojos marrones de la joven interceptaron los suyos celestes. Eran tan distintos, sin embargo un mismo brillo travieso cruzaba sus miradas.
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Maca no supo como había llegado a tiempo, pero justo cuando un golpe de aire se estampó en su cara, una arcada le atravesó la garganta y unas manos que no eran propias dominaron cálidas su frente y el final de su espalda para que se inclinara y echara lo que no debería haber ingerido con tanto apremio durante la noche. Por un momento pensó que se moriría, o como poco se caería de cabeza, le dolía la garganta y le fallaban las piernas a cada espasmo de su vientre, pero ella la sujetaba firme y sólida y se sintió segura. Por fin encontró un poco de calma, se incorporó aún mareada, pero las náuseas parecían haber cesado. Al tragar vio las estrellas por la irritación que había dejado a su paso la acidez del momento, y deseo cómo nunca un cepillo de dientes. Tardó un poco en asimilar de nuevo donde estaba, pero al verla todo se recolocó.
-         ¿Mejor? -le preguntó Esther-.
-         Sí... -dijo una intimidada y avergonzada Maca-… esto, gracias.
-         No importa. Anda toma, no es un cepillo de dientes, pero ... - como si le hubiera podido leer la mente, Esther le ofreció un paquete de chicles para quitarse el mal sabor-.
-         Te lo agradezco -añadió Maca y extendió la mano para cogerlos-.
Esther miró alrededor pretendiendo darle a Maca un poco de intimidad y de tiempo para recuperarse. Maca la observó por el rabillo del ojo, desconcertada por el odio y por el sentimiento de agradecimiento que sentía hacia aquella misma mujer en aquel momento. Guardó silencio, porque no sabía que decir, se le hacía muy raro ver a Esther fuera de la oficina, parecía otra realmente, con aquel atuendo informal, el pelo suelto y las facciones relajadas. Esther se giró hacia ella, pillándola cuando Maca apartaba su mirada.

-         ¿quieres volver a entrar? -le preguntó Esther-.
-         Ve entrando tú, yo entro ahora cuando tome un poco más el aire -le dijo Maca al darse cuenta que estaba cortándoles seguramente el rollo a Eva y a Esther-.
-         ¡No me iré sin ti! -le dijo ella, con tanta rotundidad que pareció una imposición-.

Maca se quedó clavada ante aquello.

-         Quiero decir, bueno, que no me gustaría dejarte sola aquí fuera después de que te encuentres mal... esperaré contigo, si no te importa -suavizó su tono Esther y sonrió tímidamente-.
-         No, no me importa -le contestó Maca y sin darse cuenta le devolvió una sonrisa-.

No se conocían mucho, y si tenía que decir la verdad, Esther le caía fatal ya que su presencia se había convertido en los últimos días en un tremendo grano en el culo, sin embargo Maca se sintió agradecida por la sinceridad con que aquella extraña enemiga se preocupaba realmente por ella.

22

La chicas entraban y salían del local, unas entre risas, otras casi comiéndose a besos, otras simplemente se despedían y partían hacia otro local o hacia seguramente su casa. Todo era acción y sonido, frente al silencio y aquella acinesia que dominaba cortante a Esther y a Maca. Se miraban de reojo cuando la otra no miraba, incapaces de dar el primer paso hacia lo que sus cabezas pensaban.

“Vamos, dile algo... por Dios, no puede ser tan difícil. Es ridículo estar aquí paradas sin más” . Se decía Esther así misma, pero la imagen de Maca bailando en la pista interfería en aquella sangre fría que necesitaba para desempeñar su trabajo.
“Tendría que disculparme con ella por lo del otro día... No, no... es ella la que se está metiendo en mi trabajo sin tener ni puta idea. ¡No, no me disculpo!... aunque así no vamos a llegar a ningún acuerdo. Joder... que puta mierda, porqué coño me habrá ayudado a echar la pota”. Hablaba consigo misma Maca, mientras se mordía con descuido las uñas.
-         ¿Cómo te encuentras? -le preguntó de pronto Esther, que no encontraba otra forma de romper el hielo-.
-         Mejor... esto, mucho mejor -contestó apresurada Maca que había dado un pequeñito bote por la voz de Esther interrumpiendo en su cabeza-. Será mejor que entremos, o a Eva le dará un ataque.
Maca se levantó del pequeño saliente en el que se había sentado para recuperarse, y se dispuso a huir de allí, pero Esther se interpuso en su paso hacia la puerta. Maca se paró y se le quedó mirando extrañada.
-         Antes de entrar, me gustaría disculparme con usted respecto a la reunión del otro día. Quiero que sepa que mi intención no fue en ningún momento ofenderla profesionalmente, sé que su proyecto es muy importante para usted, pero de verdad que considero necesarios esos recortes en las capacidades técnicas por el bien de la ... empresa -dudó en la última palabra Esther que no se había atrevido a mirar de frente a Maca hasta terminar su discurso, pues temía que imágenes nada decorosas turbaran su firmeza-.
Maca no supo que decir, se quedó clavada no sólo por aquellas palabras de disculpa que no se esperaba, sino porque los ojos de Esther se clavaron en los suyos en el último momento con inequivocable sinceridad y humildad. Esther se quedó en silencio esperando una respuesta, pero la joven no parecía dispuesta a brindarle una tregua, pues permanecía en silencio y con la mirada fija en ella demostrándole su firmeza.

-         Bueno, sólo quería que lo supiera, aunque sin duda este no es ni el mejor lugar ni momento para discutir asuntos laborales. Discúlpeme por robarle este tiempo de su ocio, volvamos a dentro... será lo mejor -concluyó Esther incapaz de aguantar más sentirse tan idiota-.

“Estoy perdiendo los papeles.... por dios, en qué diablos estoy pensando. Tengo que protegerla, no contar con su beneplácito.” Se regañó Esther dando media vuelta para perderse en el local. Estaba faltando a su deber y lo peor, se estaba involucrando demasiado, y aquello no podía ni quería permitírselo. Lo quisiera Maca o no, las cosas tendrían que hacerse a su manera.

-         Está bien... -le gritó Maca para que la oyera, cuando Esther ya había dado un par de pasos alejándose del momento-.

Esther se giró para mirarla y Maca se le acercó.

-         Está bien, quizá yo también he estado un poco susceptible respecto a tu llegada y he cerrado la puerta a una comunicación antes siquiera de empezar a trabajar juntas.  No estoy diciendo que acepto hacer los recortes que propusiste en el proyecto -le advirtió Maca de antemano, pues aunque pretendía disculparse con aquella mujer, no dejaba de verla como un peligro para sus intereses-, sin embargo creo que deberíamos darnos una tregua y empezar a trabajar juntas, quizá así logremos acercar nuestras posturas un “poco”... aunque ningún “chupatintas” va a joder mi invento ¿te lo advierto, eh? -no pudo evitar añadir Maca señalándola amenazante con el dedo-.

Esther sonrió, que aquella muchacha fuera capaz de alzar una bandera de paz y al mismo tiempo empuñar los guantes de boxeo, le fascinaba.

-         Lo tendré en cuenta, y me parece aceptable. Entonces... ¿negociamos? -le preguntó Esther tendiéndole una mano de alianza mientras sonreía-.

Maca miró la mano extendida, y luego miró a Esther. Sonrió y decidió aceptar aquel signo de acuerdo.

-         Negociamos, pero sigo en mis treces, para que conste en acta -respondió Maca-.
-         jajaja... Sí, creo que eso ya lo ha dejado usted bastante claro -se rió sin esfuerzo Esther-.

Y a Maca le pareció que aquella mujer no podía ser la misma que veía por los pasillos de la oficina. Simplemente, le pareció hermosa y cercana su manera de reír, las facciones de su cara...

-         ¿entramos pues? -preguntó Esther una vez terminó de reír y estrechar la mano con Maca-.
-         Sí, sólo una cosa más... -le contestó Maca-
-         Usted dirá... -le cedió la palabra Esther dispuesta a escucharla-.
-         Deja de llamarme de usted, me hace mayor... y además, es ridículo después de que me hayas visto echar la papilla hace un rato -le dijo Maca-.
-         Jaja... bueno papilla no parecía precisamente, pero queda anotado... nada de usted -se volvió a reír Esther-.
-         Genial, entonces todo aclarado... ¿nos vamos? -le preguntó Maca señalando la puerta del local con la cabeza-.
-         Sí, detrás de ti -le contestó Esther cediéndole el paso-.

Continuará...

1 comentario:

  1. Wooww otro otro!! Caray es que se me hace tan largo el tiempo de publicacion entre cap. y cap. que me desespero!!! Gracias por la historia...

    Enganchada total :)

    Saluditos!!!

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