sábado, 9 de febrero de 2013

Dibujada en mi mente (TOMO 2) -cap 78-




“DIBUJADA EN MI MENTE" (TOMO 2)
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.




78

Amsterdam. Abril.

Esther hizo un parón frente a la ventana. El cuello empezaba a dolerle y lo desentumeció con algunos ejercicios mientras con ambas manos mantenía la taza caliente de cola-cao. Que tranquilo le parecía el mundo los domingos por la mañana. Ella sin embargo llevaba horas despierta y trabajando. Aquel sería su último mes en aquella ciudad, y sabía que lo echaría de menos pese a todo y sobretodo por…

-       Alex –suspiró Esther al pensar en ella-.

Bebió de su taza tranquila. Desde que Kate le había abierto definitivamente los ojos no había podido hablar con Alex. No porque no quisiera solucionarlo, sino porque no sabía cómo plantear la situación ni cómo arreglarlo con ella. En clase se trataban como siempre, pero últimamente apenas paraba en casa. Alex lo achacaba al trabajo, pero Esther sabía que no era cierto, consciente al fin de todas sus reacciones. Cuando estaban cerca, Alex casi no soportaba mirarla a la cara, se ponía nerviosa y dudaba en todo su comportamiento hacia ella. Esther había desistido de abordarla porque la veía pasarlo mal, sin embargo la echaba mucho de menos. Su compañía, su risa, sus conversaciones sobre arte…. su olor, su contacto. Darse cuenta de aquella parte tan física que les faltaba, atormentaba también a Esther, pues se sentía culpable y responsable de ello. Quizá si ella hubiera sido más consciente de lo que sucedía, podría haber sido más considerada y no abrazarla ni tocarla tanto. Seguramente aquella manía tan suya de demostrar afecto y buscar proximidad con la gente que quería, había supuesto una tortura para Alex. Esther no estaba segura de hasta qué punto había llegado a confundir con sus gestos a su amiga.

-       Buenos días

Esther se giró algo sobresaltada, y al encontrarse con Alex no pudo evitar que sus ojos la recorrieran por entero. Sus Convers azules, sus pantalones vaqueros, su camiseta gris de tirantes y su chaqueta deportiva. Esther no pudo evitar fijarse en su escote a medida que Alex fue quitándose la bufanda que llevaba en el cuello. Estaba muy guapa pese a no haber pasado la noche en casa.

-       ¿De buena mañana, y ya trabajando? –se interesó Alex en lo que hacía. Esther le sorprendía tanto. Era incansable, increíblemente apasionada en su arte y por ello la admiraba-. ¿Puedo?
-       Sí, adelante –le dio permiso Esther para que echara un vistazo a lo que estaba haciendo-.

Alex se acercó un poco más, y echó un vistazo a la mesa de trabajo de Esther. En cuanto vio los dibujos que había sobre ella, los ojos se le abrieron como platos. Esther esperaba su reacción, llevaban mucho tiempo sin hablar y sabía que sería toda una sorpresa para Alex descubrirse entre sus bocetos, para ella también había sido toda una sorpresa redescubrirla como modelo.
-       Eres tú, ¿te importa? –le dijo Esther poniéndose ya a su lado-.

Alex no supo que decir, no se lo esperaba en absoluto. Esther estaba trabajando en una especie de composición, y para ello tenía repartidos sobre la mesa unos siete bocetos suyos en diferentes ángulos, verse a través de sus ojos era abrumador.

-       No sé qué decir –contestó Alex-. No, supongo que no… es sólo que, no me lo esperaba. ¿Desde cuándo…?
-       jajaja… salió sin más, tenía que aprovecharlo –Esther se rió, porque en realidad estaba nerviosa de enseñar aquella parte a Alex, pero no tenía nada que esconder y no quería que se malinterpretaba-. Supongo que eres importante para mí, y que ahora que te siento lejos, te echo de menos.

Esther se mordió los labios, su arrolladora franqueza volvía a hacerle hablar más de la cuenta. “Mierda” pensó, temiendo asustarla o confundirla.

Ambas se miraron a los ojos, las palabras no dichas, los sentimientos, los miedos, la culpa y la separación sin explicación se agolparon entre ellas. Alex se puso a llorar.

-       Lo siento, lo siento… no quise hacerte sentir mal… oh Dios, Alex –Esther la abrazó sin pensar en nada más-, perdóname, no debí… mierda.

Pero era tarde, pues la puerta de aquella presa que Alex estaba manteniendo con tanto esfuerzo, se desmoronó por completo.

Madrid.

Maca entró por la puerta destrozada. Eran las 9 de la mañana y aún no se había acostado. Se aseó un poco en el cuarto de baño y luego se puso el pijama. Dudó entre quedarse en el sofá y no despertar a Verónica, o meterse en la única cama que había en el piso, pero su espalda le dio un aviso difícil de eludir, y terminó por acostarse entre sus sábanas.

-       ¿Ya estás aquí? –ronroneó Verónica al percibirla-. ¿Qué hora es?
-       Las nueve y cuarto –le contestó Maca ocupando su lado de la cama ahora que Verónica le había dejado espacio-.
-       ¿Las nueve y cuarto? ¿dónde has estado? –Verónica se despertó un poco al saber la hora-.
-       Es que me he pasado por el hospital después del turno en el pub, quería saber cómo seguía el niño de la UCI –le informó Maca-.
-       ¿Y cómo estaba? –se interesó su amiga, sabía que aquel caso había preocupado especialmente a Maca-.
-       Estable, hoy lo subirán seguramente a planta
-       Bien, me alegro -Verónica la abrazó por la espalda en modo cuchara y le dio un beso en el cogote-. Buena médico, ahora duerme… trabajas demasiado.
-       Lo sé… estoy agotada –reconoció Maca y se dejó acunar por el abrazo familiar de Verónica, últimamente el calor humano de su amistad era lo único que la mantenía cuerda-.

Ambas se durmieron en pocos minutos.

Amsterdam.

-       ¿Estás más tranquila? –le preguntó Esther mientras le preparaba un café-.
-       Sí, siento lo de antes… es que yo… -Alex ahora se sentía avergonzada por haber estallado de aquel modo, pero es que ya no soportaba más aquella situación. Por más que había querido alejarse de ella, le dolía tanto, que cuando Esther pronunció aquellas palabras todo se le vino abajo. Ella también la echaba en falta, muchísimo-. Esther, hay algo de mí que no sabes y que necesito decirte…

Alex no sabía cómo reaccionaría Esther, pero ya no podía acallarlo por más tiempo. Su amistad se estaba perdiendo de todas formas por su silencio. No podía seguir así. Esther se sentó a su lado, y le tendió la taza, escuchándola.

-       Verás… ufff… es que no es fácil –Alex la miró a los ojos. “Dios mío de mi vida… la voy a perder en cuanto lo sepa”, pensó con temor-. La razón por la que me he estado alejando de ti últimamente, es que yo… bueno yo…

Esther vio como Alex volvía a agachar la mirada, observó sus manos que fuertes y temblorosas aguantaban la taza que le había servido, y se le encogió el corazón de saber que sufría por ella.

-       Alex… -Esther posó su mano sobre uno de sus brazos, y con ello obtuvo de nuevo la mirada temerosa de su amiga frente a la suya-. Suéltalo.
-       ¡Me he enamorado de ti! –le soltó Alex de golpe al verse empujada por su mirada penetrante y oscura-.

Alex esperó la reacción de retirada de Esther, pero no la hubo. Seguía allí, tocándola, tranquila.

-       ¿Me has escuchado? –sintió la necesidad de cerciorarse de ello-.
-       Sí, claro que sí –Esther sonrió-.
-       ¿Y? –a Alex le iba a dar un ataque de ansiedad-.
-       Eres mi amiga, y no voy a mentirte, después de tu repentino alejamiento y tus reacciones empezaba a sospecharlo –Esther eludió meter por en medio a Maca y a Kate, porque no quería que Alex pensara que habían estado hablando de ella a sus espaldas-. Tú sabes que yo te quiero, eres importante para mí, pero no de ese modo. Amo a Maca.
-       Lo sé, siempre lo he sabido… yo nunca he pretendido que tú y yo… nunca… -Alex quería hacerle entender que ella jamás pretendió que Esther la amara, pero no podía evitar sus sentimientos pese a ello-. Sé que estás enamorada de Maca, y qué tú y yo sólo somos amigas, pero no pude manejar mis sentimientos hacia ti. Temí que todo se descontrolara, te dieras cuenta de que te quería y huyeras de mí. No hubiera soportado una cosa así.
-       ¿Y pensaste realmente que huyendo tú sería mejor? –le preguntó Esther, pues era evidente que no había funcionado, y que la bola de silencio había crecido tanto que las había hecho sufrir a las dos-.
-       No es fácil hablar de algo así, Esther –Alex ni siquiera sabía cómo estaban pudiendo abordar el tema en aquel momento-.
-       Lo sé, perdona –Esther había tenido aquella conversación en su cabeza unas cuantas veces en los últimos días, puesto que había querido hablar con Alex para solucionarlo en varías ocasiones. Así que se centró en decir lo que quería decirle, antes de que se les agotara el tiempo-. Yo, siento mucho no poder corresponderte Alex, lo que sí necesito que sepas es que me importas y que te quiero de verdad, pero como amiga. Sé que esto quizá no sea nada fácil para ti, así que entenderé que quieras que sigamos manteniéndonos alejadas si estar conmigo te hace daño. No quiero que sufras, en serio, quiero que seas feliz.

Alex ni siquiera había podido dar un sorbo a su bebida. Su propia confesión y luego las palabras de Esther, retumbaban aún en su interior poniéndole los nervios a flor de piel. ¿Qué hacer? ¿Cómo seguir y qué camino escoger? Ella ya dudaba de todo. Estar alejada de Esther le hacía mal, claramente la destrozaba, pero estar con ella… Alex no podía prometer no amarla, ni siquiera sabía dónde poner los límites. Quizá Esther, ahora que conocía sus sentimientos, sí pudiera ponerlos por las dos y encauzar de nuevo esa amistad que tanto añoraba.

-       Te echo de menos, no sólo porque sienta cosas por ti, echo mucho de menos nuestras conversaciones, nuestras risas… nuestra amistad. No quiero que se rompa por mi culpa –le dijo finalmente Alex-.
-       Yo tampoco quiero que la perdamos por la mía –le contestó Esther-.
-       ¿Y qué propones que hagamos? –Alex se atrevió a mirarla a los ojos, esperanzada y aterrada a la vez-.

Esther se encogió de hombros y sonrió.

-       No lo sé. Quizá simplemente sea cuestión de permanecer juntas y de hablar cuando algo nos preocupe. Yo desde luego, no volveré a desabrocharte más la blusa y hablar de tus sujetadores… -Alex estalló en una carcajada que también le subió los colores. Esther la acompañó en su risa pero prosiguió-, y tú podrías dejar de salir por piernas cada vez que me ves, y volver a hablar conmigo de cualquier cosa sin tener miedo a que huya o te rechace.

Alex sintió como todo su cuerpo se relajaba tras aquella declaración de intenciones. Aún recordaba el calor que había sentido bajo su mirada aquel día que Esther acababa de mencionar, y no podía creerse que Esther estuviera al corriente de sus reacciones. Estaba avergonzada, pero también aliviada. Sonrió para ella, con ella.

-       Me parece, perfecto –le expresó mirándola a los ojos-.

Esther también la miró, a esos ojos verdes que ya tan bien conocía y que por fin ya no tendría que dibujar más tristes ni angustiados.


Continuará...

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