viernes, 8 de marzo de 2013

De Blanco y Negro a Color - 31 y 32 -






La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.


31

El fin de semana pasó más rápido de lo que Esther hubiera querido. Necesitaba tiempo para descansar pero sobretodo para pensar en qué posibilidades tenían de salir de aquel entuerto. El encuentro con Maca, por otro lado, no había facilitado en nada aquella tensión que hacía unos días iba detectando en su cuerpo y lo peor es que podía sentir como su claridad mental, parca y práctica, se aletargaba si la tenía cerca. La decisión de no decirle a Maca que estaba fuera del proyecto era prueba de ello, Esther se había convencido a si misma de que era lo mejor para la situación, puesto que tener a Maca en contra sólo podía ocasionar problemas en su propio perjuicio. Sin embargo, haber pasado la noche trabajando a su lado y verla al día siguiente reír frente a ella, le hizo pensar que en aquella decisión habían jugado otros factores más allá de la razón. Aquello la inquietaba, pero le parecía una pérdida de tiempo profundizar en aquel callejón sin salida. Maca le gustaba, lo sabía, pero  aquello no influiría en la realidad ni cambiaría la situación entre ambas, simplemente disfrutaría de su compañía mientras hacía aquel trabajo que quizás nunca debió aceptar.

Esther miró el reloj, era la hora. Salió del coche y se quedó parada unos segundos frente aquel edificio. Tomó aire, hacía años que no entraba en él y podía sentir como la espalda se le ponía firme por instinto. Se negó a dejar que la influyera, cruzó la calle y entró en el recinto. Dos soldados armados la recepcionaron, pasó por el detector de metales y antes de que fuera cacheada, alguien por el auricular de la oreja de uno de ellos les debió decir que le diera paso sin más. Ya en el ascensor pudo sentir que no se encontraba tan serena como se imaginaba. En su cabeza se repitió aquella última conversación entre ambos hacía ya cinco años.

-         “Nadie preguntará, y tú no tienes que decir nada. No eres como el resto de “ellas”, tu forma de vida es ejemplar, intachable, y así debe seguir siendo”

Esther lo miró de frente, de niña había aprendido muy pronto que apartar la mirada significaba miedo, debilidad o mentira, y que cualquiera de esas cosas conllevaba dolor físico o psíquico.

-         “Te agradezco que intercedas por mí, pero no es necesario. La decisión está tomada, y nada tiene que ver con mis relaciones personales”. “No volveré a mediar en la destrucción de una vida” -le contestó Esther serena, ya no temía las consecuencias, en realidad lo sucedido había sido su pasaporte definitivo-.
-         “¿Es tu decisión?” -le preguntó él-.
-         “Lo es” -le aseguró-.
-         “Lo acepto -le dijo tras un momento de silencio-. Sin embargo sabes que salir del cuerpo no depende de ti, ni de mí...” -quiso recordarle él-.
-         “Ya lo han aprobado” -le comunicó Esther y por un momento vio pasar por la mirada de él la sorpresa, la desilusión, la rabia y la resignación en cuestión de segundos que se hicieron eternos en aquel silencio entre los dos-.
-         “Entonces, supongo que es un adiós” -le dijo, y por primera vez su padre agachó la mirada incapaz de seguir manteniendo la suya-.

Esther dudó ante aquel signo de flaqueza por su parte, pero recordó que a su padre jamás le había gustado la pérdida de compostura, y se obligó a mantenerse firme frente a él. El respeto al uniforme que ambos llevaban siempre había mantenido una barrera intangible entre ellos, y una dureza que ninguno se atrevió a ensombrecer con muestras de afecto más allá del respeto.

-         “Puede marcharse Comandante” -le dio permiso-.
-         “Con su permiso, General” -le contestó ella y al encontrarse en la puerta se giró solo unos segundos para mirarlo. La imagen de su padre inquebrantable de pronto se le antojó la de un hombre mayor y cansado que veía en el horizonte de su ventana como la vida se le escapaba-

Él se giró solo un momento y le devolvió la mirada. Ella le sonrió, él asintió. Luego la puerta se cerró dejando un vacío entre los dos insondable.

Ahora estaba allí, frente a la misma puerta y sin embargo, era tan distinta. De pronto la voz de la secretaria le anunció que podía pasar, Esther asintió y llamó.

-         ¡Entre! -su voz era mucho mas grave, pero tan autoritaria y firme como la de ella. Entró-.

Esther esperó en el quicio de la puerta, él se levantó nada más verla y pensó que estaba radiante. Frenó el impulso por ir a abrazarla, en su lugar le pidió que tomara asiento para tenerla mas cerca.

-         Me alegro de verte, aunque sea  en estas circunstancias -le dijo él sinceramente-.
-         Yo también me alegro de verle General, aunque en mi caso desearía que no hubiera sido en estas circunstancias -le contestó Esther-.

Él lamentó en un primer momento que le tratara por su cargo militar, aunque sabía que una ex comandante de su categoría jamás dejaría del todo de lado su formación y disciplina, y el que no se comportara como una civil, tras meditarlo, le enorgulleció y dio esperanza.

-         Lo sé, pero es algo que no podemos decidir -determinó él y la miró directamente a los ojos-.
Sabía que su hija no estaba de acuerdo con él en aquel punto, pero ella no dijo nada. Tras valorar su actitud, decidió seguir.

-         Esther, ¿a qué has venido? -le preguntó él directamente, no quería rodeos, con ella no, no esta vez-.
-         Les adjunté un dossier del caso, ¿no lo han recibido? -se extrañó Esther de aquella pregunta, pensaba que estaba clara la razón de concertar aquella cita-.

Su padre la miró apoyado en el respaldo de su silla, se inclinó hacia delante sin dejar de mirarla y apoyó los brazos sobre el escritorio.

-         Sí, lo recibí, por eso te lo pregunto sin rodeos... ¿a qué has venido? -le volvió a decir él-.

A Esther aquella franqueza la incomodó. Se esperaba que él no la tratara como a una oficial, pero aquel trato personal la descuadraba sobremanera.

-         Es sobre el caso que estoy llevando, me gustaría llegar a un acuerdo que no conllevara la integración del investigador al plan de reclutamiento, sino simplemente toda la documentación del proyecto. Los cederíamos completamente, a cambio de que no se incorporaran recursos humanos, dado que no lo vemos necesarios para que se pueda llevar a cabo -expuso su petición Esther-.

Él continuó mirando, luego volvió a dejarse caer en el respaldo de la silla.

-         ¿Cómo se llama? -le preguntó-.
-         ¿Quién? -le preguntó ella sin entender-.
-         Ella –dijo su padre, y Esther tensó la mandíbula, la estaba mal interpretando-.
-         Perdone, pero no le entiendo -se puso a la defensiva-.
-         Tengo entendido que el investigador al que haces referencia es una mujer, una futura promesa por lo que ha llegado a mis oídos, y dado que nunca me has pedido que interceda en  ninguno de tus casos, he de suponer que hay algo más que un motivo profesional que te lleve a estar delante de mí ahora -le aclaró él sin tapujos, aunque no le estaba reprochando nada-.
-         Pues se equivoca completamente. La única razón personal que me mueve para estar aquí, es que la directora de la empresa involucrada es Cruz -se vio inexplicablemente obligada a aclarar Esther-.
-         ¿Cruz? -su padre pareció sorprendido al escuchar aquello. Esther asintió-. ¿Cómo está?
-         Un poco angustiada por los acontecimientos, como suele pasar en este tipo de casos. Me llamó porque no sabía a quien acudir -le contó Esther bajando la guardia sin pretenderlo-.
-         Pues hizo bien, acudió a la mejor -le dijo de pronto él, dulcificando su tono-.

Esther no supo que decir salvo...

-         Gracias

Su padre se levantó de la silla, Esther lo siguió con la mirada mientras lo veía mirar al horizonte de su ventanal.

-         Lo que voy a decirte nunca saldrá de aquí -le dijo de pronto. Esther se tensó en la silla, luego asintió para que supiera que así sería-. Desde junio del año pasado la Nación ha entrado en periodo de alerta máxima, distintos países han puesto su punto de mira en la debilidad de nuestra defensa y cuestiones políticas han hecho que se nos considere un objetivo asequible y productivamente rentable. Los acuerdos de paridad dentro de la Unión Europea están siendo sutilmente discriminados, y no son pocos los que empiezan a mostrar cartas que dejen patente su fuerza como Estado.
-         ¿En qué afecta a mi caso? -preguntó directamente Esther, aunque sabía que lo que le iba a decir no le sería favorable-.
-         Necesitamos ese proyecto -le contestó su padre-.
-         Lo tendrán, es lo que les estoy cediendo -le aseguró ella con rotundidad-.

Su padre se acercó más a ella, y se sentó en el escritorio.

-         La quieren a ella -le aclaró más su padre-.

A Esther un sudor frío empezó a invadirla.

-         El proyecto sin ella no tiene sentido. La han estado investigando desde hace un año, y todo lo que han visto de ella apunta a una mente con clarividencia en asuntos de seguridad y de combate natos. Están convencidos de que sus investigaciones bien encaminadas, marcaran una diferencia de cara al panorama internacional – su padre se detuvo unos segundos, esperando ver en ella la comprensión que sólo alguien que había estado “dentro” podría vislumbrar en todo aquello, sin embargo Esther estaba fría-. Estamos hablando de volver a situarnos a la cabeza en investigación militar de alto rendimiento. Lo que trato de decirte es que...
-         No puedes ayudarme -terminó Esther la frase por él, y se puso de un salto de pie-. Gracias por la información, le aseguro que esta conversación jamás ha tenido lugar.
-         Esther... -la detuvo su padre al llamarla, pues ella ya se había dado la vuelta en dirección a la salida. Él esperó que ella se girara a mirarlo, pero no lo hizo y quizá fuera mejor así-. Si te importa, prepárala para que la transición sea lo menos traumática posible.... no hagas ninguna locura.

Esther lo escuchó y quiso girarse para agradecerle que quebrantara el código por ella, por ayudarla, sin embargo la presión que sentía en el pecho hizo que apresurara su paso hacia la salida.

32

Eva atravesó el pasillo en dirección a la sala común. A pesar de ser más de las once de la mañana, no pudo contener un par de bostezos mientras alcanzaba su taza de café. Esperó pacientemente su dosis descafeinada, luego se dejó caer en uno de los taburetes. Le dolía la cabeza, el fin de semana se lo había pasado haciendo guardia en el bar de ambiente a la espera de toparse con Esther, y con la espera habían llegado las copas, los bailes, y sin comérselo ni beberlo, unas “salidas de madre” que la habían conducido a tener un par de escarceos sin importancia con un par de chicas. Ni ella se reconocía, de una latente inapetencia había pasado a la gula más absoluta, pues todo su “yo” le pedía entrar en un estado de acción incontrolado.
Revisó el reloj de la pared, le parecía raro que Maca no estuviera ya por allí, era su hora. Decidió ir a buscarla, pronto ELISA le comunicó que Maca estaba en los laboratorios. A pesar de que se sorprendió, Eva no estaba para contestar interrogantes, se encaminó de nuevo al ascensor tomando pequeños sorbos de su bebida caliente, pues la hacía sentir un poco más humana. Tras pasar los controles de seguridad, entró en el laboratorio. Por fin la vio.

-         ¿Quién? -preguntó Maca por el interfono de la sala cuando escuchó el timbre-.
-         Soy yo, ábreme... -le pidió Eva tras intentar varias veces introducir su código, pero le daba error-.

Maca vio en la videocámara que era Eva y abrió.

-         Estoy peor de lo que pensaba, te puedes creer qué no me acuerdo del código de seguridad. Un poco más y hago saltar la alarma metiendo tantos intentos -comentaba Eva mientras se acercaba a la mesa de mandos donde Maca iba y venía-.
-         No lo has olvidado, Esther lo cambió -le contestó Maca sin mirarla pues estaba demasiado ocupada-.
-         ¿Esther? -se extrañó Eva-. ¿Por qué?
-         Seguridad supongo -dijo sin más Maca-. Cuando yo te diga, redirecciona el calibrador.

Eva iba a protestar, pero Maca ya se dirigía hacia el prototipo. La vio accionar los códigos, y tantear algunos cables del panel de control, luego le dio la señal.

-         Ya

Eva dejó la taza de café en la mesa, y se sentó en la silla sin muchas ganas, luego tecleó lo que Maca le había pedido. El láser emitió un sonido, y luego dirigió un disparo milimétrico de baja densidad. Maca esperó los resultados en la pantalla central, tras leerlos, volvió a trastear en la caja de cables, luego abrió la lente y la manipuló. Eva esperó.

-         Otra vez -le pidió Maca y Eva volvió a hacer lo que su amiga le pedía-.
-         ¿Para qué es esto? ¿no lo tenías ya calibrado? -le preguntó Eva tras ver que Maca maldecía tras la lectura del segundo resultado-.
-         Sí, lo tenía, pero hemos modificado la cantidad de carga...
-         Espera, ¿hemos? -la interrumpió Eva-.
-         Sí, Esther lleva una semana trabajando en esto, por eso no la veíamos por la oficina, se venía de noche a trabajar al laboratorio. El viernes se lo sonsaqué a Teresita, así que me planté en el laboratorio de noche y me encontré con que Esther había realizado algunas modificaciones, que según ella son necesarias para que pasemos la junta evaluativa médica y podamos sacarlo al mercado. Me jode reconocerlo, pero creo que está en lo cierto, así que pasamos la noche trabajando en sus cambios.... -dijo Maca-.
-         Espera, espera.... ¿os quedasteis el viernes trabajando? ¿juntas?
-         Sí, te lo acabo de decir -contestó Maca sin darle importancia-.
-         ¿Toda la noche, solas? -insistió Eva que parecía más despierta de repente-.
-         Sí, ¿por? -le preguntó Maca-.
-         Joderrrr... porque ya me podías haber avisado, y me hubiera apuntado. ¿Por qué no me has dicho nada hasta ahora? -saltó Eva con aquel encoñonamiento que a Maca ya le estaba poniendo de los nervios-.
-         Eva, no empecemos, no empecemos... que estás de un pesado. No te avisé, porque no dio a lugar, y no te lo dije antes, porque no he tenido la oportunidad... -le contestó Maca-.
-         Coño que no... el sábado por ejemplo, me lo podías haber comentado -le dijo Eva-.
-         ¿Cuándo? ¿Antes, durante o después de que me metieras en la encerrona para que hiciera de antorcha humana entre vosotras cuatro? -le soltó la estocada Maca poniéndole cara de autosuficiencia-.
-         Vale, vale... fue una guarrada, pero no podía presentarme allí sola, hubiera quedado... raro -se justificó Eva mientras arrugaba la nariz en un gesto infantil que a Maca siempre le hacía reír-
-         jajaj... De verdad Eva, nunca te había visto así. Estás agilipollada completamente, y eso, no puede ser bueno para ligarse a nadie -le dijo Maca dándole unos golpecitos en la espalda-.
-         Bueno, puede que mi radar de ligue esté un poco alborotado últimamente – dijo Eva en voz más baja, antes de distraer a su boca con el café-.
-         ¿Y eso a qué ha venido? -le preguntó Maca deteniéndose un momento para mirarla con una ceja levantada-.
-         A nada, nada... tonterías mías -dijo Eva a la defensiva-.
-         Eva... -la mencionó Maca, y su mirada ya era insistente-.
-         El sábado estuve en el pub... -soltó Eva, que necesitaba desahogarse-.
-         ¿Qué pub? -no comprendió en un principio a que se refería, pero entonces Eva la miró con cara de circunstancias y supo que se refería al pub lésbico donde habían ido para encontrarse con Esther el sábado pasado-. ¡¡¡¿No?!!!
-         Sí -reconoció Eva-.
- Pero tú estás fatallll... No sé, podrías ponerle un detective o mejor, tírate al suelo y engánchate a su pierna para seguirla como un perrito faldero. ¡Pero tú estás tonta! ¿O qué? -Maca no daba crédito a sus locuras-.
-         Tranquila, que me costó unas tres horas y unos siete cubatas darme cuenta de lo patético de todo esto, pero lo capté. Lo malo vino después, que de lo patético pasé al estado “pues que se joda” y me lié con una... claro que después me arrepentí, me tomé dos cubatas más, me volví a sentir patética, pasé al estado de “a la mierda, que soy libre”, y entonces me lié otra vez, pero con otra... -soltó de pronto Eva-.

Maca se quedó con la boca abierta, aquella no podía ser Eva, su Eva. Se sentó porque no daba crédito a que su amiga fuera la desmadrada de las dos, siempre fue ella la que vagaba haciendo gamberradas o disparates, pero no al revés.

-         ¿Sabes lo peor de todo? - añadió Eva-.
-         Sorpréndeme, total, por un poco más... -la animó Maca-.
-         Que mientras me liaba con ellas, me venían flash-backs del beso con la otra desconocida que me pilló desprevenida en el mismo pub el sábado pasado -añadió Eva haciendo una mueca-. ¿Cómo se come eso?
-         Ni puta idea -reconoció Maca-.
-         Pues eso opino yo... que no tengo ni puta idea de lo que estoy haciendo o sintiendo; y qué no hay Dios que me lo explique -admitió Eva, y se terminó lo que le quedaba de café de un golpe-. Pero no importa, porque he decidido que no me va esto de ir babeando por nadie, así que pienso recobrar mi vida, porque creo que me está obsesionando el tema éste de que me molen las tías.
-         ¿Entonces ya no quieres ser lesbiana? -se rió de ella Maca-.
-         ¿Tú eres tonta? -le contestó Eva, aunque la sonrisa le había vuelto a la cara-.
-         jajaja... yo también te quiero -le dijo Maca dándole un achuchón y besándola en la cabeza-. Anda ayúdame con esto....

Y volvieron al trabajo, porque les hacía felices a las dos.

Eras las tres de la tarde, la mayoría de la oficina estaba en su hora de comida y Esther aprovechó aquel vació para aparecer. No le apetecía nada estar con gente, y al saber que en su oficina nunca la dejarían tranquila, decidió bajar directamente al laboratorio, a fin de cuentas sólo ella y Maca tenían acceso a aquella sala, y la joven no solía regresar hasta las cinco, tiempo suficiente para que ella volviera a salir de allí sin toparse con nadie.

Marcó la clave y entró. Como esperaba estaba sola, respiró y dejó sus cosas a un lado. Luego se sentó frente a la mesa de control, pronto se dio cuenta de que Maca había estado trabajando en el proyecto... revisó los cambios y sonrió, aquella chica era muy inteligente, cualidad que Esther admiraba. Reconoció los síntomas, y paró de alabar el trabajo de Maca en silencio, no podría sacarla de aquel embrollo si seguía por aquel camino y se obligó a centrarse en las posibilidades.

Repasó mentalmente la conversación con su padre aquella mañana, tratando de desmenuzar los detalles, las pistas, más posibilidades... cogió un bolígrafo y un folio, y empezó a descargar sobre él un torrente de ideas y de posibilidades, poco a poco el papel fue tomando forma de planograma.

“Quieren el láser, pero también les interesa ella.... Francia, Inglaterra... conflicto en el tratado de febrero del 2008.... Legitimidad en la propiedad.... No, saben que es ella.... (tachó el enlace).... Caso Palenco, perdieron por multipropiedad.... 1959 incapacidad mental..... No, no funcionaría.... “

La cabeza de Esther se puso de nuevo a funcionar revisando en su banco de memoria casos que le ayudaran a que la audiencia desestimara que Maca quedaba integrada dentro de la apropiación del proyecto. Sabía que el ejército jamás manifestaría ante la ley su verdadero interés, que por supuesto iba más allá de demostrar que el láser podía convertirse en un arma de alta tecnología militar y que era necesario el traslado del proyecto a su departamento de investigación en defensa. Pero también sabía que si realmente querían el potencial de Maca al servicio de la defensa nacional, atacarían con fuerza y terminarían consiguiendo un trato, lo había visto muchas veces, les había ayudado a conseguirlo muchas veces....

“Mierda.... mierdaaa... mierdaaa”, maldijo en voz alta Esther.

-         ¿Un mal día, jefa? -le preguntó de golpe una voz tras ella-.

Esther la identificó, igual que calculó que se encontraba a pocos metros, rápidamente contrajo el papel en su mano, reduciéndolo a una bola mal trecha y aplastada entre sus dedos. Luego se giró.

-         Algo así -reconoció Esther esbozando una sonrisa que esperó no pareciera muy forzada-.
-         Dicen que lo bueno de tener un día malo es que siempre pasan o van a mejor, así que... -la trató de animar Maca encogiéndose de hombros y regalándole una sonrisa-.
-         Sí, claro que sí... -aceptó Esther y se puso en pie, mientras que aprovechando que Maca desvió la mirada un momento de ella, se metía el papel en el bolsillo trasero del pantalón-. ¿No has ido a comer con Eva?
-         Sí, pero se me ocurrió una idea, y he pedido que me envolvieran la comida -dijo Maca enseñándole una bolsa con comida japonesa-.
-         ¿Y te has dejado a Eva sola? -se extrañó Esther-.
-         Que va, estaba con Teresa, Javier, Vilches y algunos más... además, ella ya conoce como soy para estas cosas -contestó Maca mientras depositaba los recipientes de comida sobre la mesa-.
-         ¿Una obsesionada con el trabajo? -le pinchó Esther cariñosamente, y acto seguido se reprendió por ello pues Maca la miró entornando los ojos con una sonrisa pícara, y pudo notar la reacción de su cuerpo al instante-.
-         Así es como me ve, ¿no?... Pues su presencia aquí, no la deja en muy buen lugar tampoco -le devolvió la bola Maca, jugando también con ella. No sabía cómo, pero su visión de Esther estaba cambiando y ya no se ponía tensa nada más verla, sino que más bien le había cogido confianza-.
-         Supongo que no -reconoció Esther con una sonrisa-.
-         ¿Has comido? -le preguntó Maca-.

Las tripas de Esther rugieron al destapar Maca el primer recipiente de comida.

-         jajaja... bueno, parece que eso es un no -se rió Maca de la situación-.

Esther para su sorpresa se ruborizó. Maca lo advirtió y le hizo gracia, pero no la atormentó.

-         Bueno, suelo gozar de un maravilloso apetito así que he pedido como para un regimiento, así que vamos a ponernos las botas... anda toma -le dijo Maca dándole unos cubiertos-.
-         Gracias, la verdad es que me muero de hambre -reconoció Esther sentándose a su lado-.
-         Sí, eso ha quedado claro hace un momento... jajaj... A mí me pasa constantemente, me mencionan la comida y las tripas me delatan en las peores circunstancias -confesó Maca-.
-         Una vez me pasó en mitad de un velatorio... fue lo más horrible que recuerdo, todo el mundo estaba en silencio y los que no, estaban llorando, pero fue sacar el catering y éstas de aquí -dijo Esther dándose unos golpecitos en la tripa- soltaron un aullido que crearon un silencio gutural en la sala, casi soy yo la que se muere de la vergüenza, que mal trago.
-         jajaja... -Maca empezó a destornillarse de risa-.
-         Te hace mucha gracia ¿no? -le dijo Esther entornando los ojos amenazadoramente viendo las ganas con que Maca se reía-.
-         jajaja... es que me estoy dando cuenta de que eres mucho más trasto que yo, lo cual, dado lo estirada que pareces, es de lo más cómico -reconoció Maca entre risas-.
-         ¿Así que estirada? ¡Vaya, vaya! -soltó Esther mientras se llevaba un bocado a la boca-.
-         Tienes que reconocer que entre la ropa y lo rígida que andas, estirada es lo mínimo -la pinchó Maca con resolución-.
-         ¿Qué le pasa a mi ropa? -se escandalizó Esther de aquella referencia a su vestuario-.
-         Que eso ya no se lleva, con esos trajes tan planchado y entallados... es como ver salir del ascensor a una ejecutiva de wall street todos los días -le soltó Maca divertida-.
-         No, si te parece me pongo una camiseta tamaño familiar de los Red Hot Chili Peppers y unos vaqueros desgastados por donde se me vea un trozo de culo para aparecer en los juzgados -le respondió Esther haciendo referencia al vestuario desgarbado que solía llevar Maca en la oficina-.
-         Bueno, no estaría mal. Aunque no sé si ese uniforme te sentaría igual de sexy -dijo Maca, y enseguida se dio cuenta de que acababa de lanzarle un piropo a aquella mujer,  ¿podría mal interpretarlo?-.

Esther se le quedó mirando mientras Maca bebía de su refresco para evitar mirarla o tener que justificar sus palabras, pero para su alivio Esther no dijo nada sobre aquel comentario, aunque al volver la vista hacia su plato sonrió para sus adentros.


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