La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
31
El fin de semana pasó más rápido de lo que
Esther hubiera querido. Necesitaba tiempo para descansar pero sobretodo para
pensar en qué posibilidades tenían de salir de aquel entuerto. El encuentro con
Maca, por otro lado, no había facilitado en nada aquella tensión que hacía unos
días iba detectando en su cuerpo y lo peor es que podía sentir como su claridad
mental, parca y práctica, se aletargaba si la tenía cerca. La decisión de no
decirle a Maca que estaba fuera del proyecto era prueba de ello, Esther se
había convencido a si misma de que era lo mejor para la situación, puesto que
tener a Maca en contra sólo podía ocasionar problemas en su propio perjuicio. Sin
embargo, haber pasado la noche trabajando a su lado y verla al día siguiente
reír frente a ella, le hizo pensar que en aquella decisión habían jugado otros
factores más allá de la razón. Aquello la inquietaba, pero le parecía una
pérdida de tiempo profundizar en aquel callejón sin salida. Maca le gustaba, lo
sabía, pero aquello no influiría en la
realidad ni cambiaría la situación entre ambas, simplemente disfrutaría de su
compañía mientras hacía aquel trabajo que quizás nunca debió aceptar.
Esther miró el reloj, era la hora. Salió del
coche y se quedó parada unos segundos frente aquel edificio. Tomó aire, hacía
años que no entraba en él y podía sentir como la espalda se le ponía firme por
instinto. Se negó a dejar que la influyera, cruzó la calle y entró en el
recinto. Dos soldados armados la recepcionaron, pasó por el detector de metales
y antes de que fuera cacheada, alguien por el auricular de la oreja de uno de
ellos les debió decir que le diera paso sin más. Ya en el ascensor pudo sentir
que no se encontraba tan serena como se imaginaba. En su cabeza se repitió
aquella última conversación entre ambos hacía ya cinco años.
-
“Nadie preguntará, y tú no tienes que decir nada. No eres como el resto
de “ellas”, tu forma de vida es ejemplar, intachable, y así debe seguir siendo”
Esther lo miró de frente, de niña había
aprendido muy pronto que apartar la mirada significaba miedo, debilidad o
mentira, y que cualquiera de esas cosas conllevaba dolor físico o psíquico.
-
“Te agradezco que intercedas por mí, pero no es necesario. La decisión
está tomada, y nada tiene que ver con mis relaciones personales”. “No volveré a
mediar en la destrucción de una vida” -le contestó Esther serena, ya no temía
las consecuencias, en realidad lo sucedido había sido su pasaporte definitivo-.
-
“¿Es tu decisión?” -le preguntó él-.
-
“Lo es” -le aseguró-.
-
“Lo acepto -le dijo tras un momento de silencio-. Sin embargo sabes que
salir del cuerpo no depende de ti, ni de mí...” -quiso recordarle él-.
-
“Ya lo han aprobado” -le comunicó Esther y por un momento vio pasar por
la mirada de él la sorpresa, la desilusión, la rabia y la resignación en
cuestión de segundos que se hicieron eternos en aquel silencio entre los dos-.
-
“Entonces, supongo que es un adiós” -le dijo, y por primera vez su padre
agachó la mirada incapaz de seguir manteniendo la suya-.
Esther dudó ante aquel signo de flaqueza por
su parte, pero recordó que a su padre jamás le había gustado la pérdida de
compostura, y se obligó a mantenerse firme frente a él. El respeto al uniforme
que ambos llevaban siempre había mantenido una barrera intangible entre ellos,
y una dureza que ninguno se atrevió a ensombrecer con muestras de afecto más
allá del respeto.
-
“Puede marcharse Comandante” -le dio permiso-.
-
“Con su permiso, General” -le contestó ella y al encontrarse en la puerta
se giró solo unos segundos para mirarlo. La imagen de su padre inquebrantable
de pronto se le antojó la de un hombre mayor y cansado que veía en el horizonte
de su ventana como la vida se le escapaba-
Él se giró solo un momento y le devolvió la
mirada. Ella le sonrió, él asintió. Luego la puerta se cerró dejando un vacío
entre los dos insondable.
Ahora estaba allí, frente a la misma puerta
y sin embargo, era tan distinta. De pronto la voz de la secretaria le anunció
que podía pasar, Esther asintió y llamó.
-
¡Entre! -su voz era mucho mas grave, pero tan autoritaria y firme como
la de ella. Entró-.
Esther esperó en el quicio de la puerta, él
se levantó nada más verla y pensó que estaba radiante. Frenó el impulso por ir
a abrazarla, en su lugar le pidió que tomara asiento para tenerla mas cerca.
-
Me alegro de verte, aunque sea en
estas circunstancias -le dijo él sinceramente-.
-
Yo también me alegro de verle General, aunque en mi caso desearía que no
hubiera sido en estas circunstancias -le contestó Esther-.
Él lamentó en un primer momento que le
tratara por su cargo militar, aunque sabía que una ex comandante de su categoría
jamás dejaría del todo de lado su formación y disciplina, y el que no se
comportara como una civil, tras meditarlo, le enorgulleció y dio esperanza.
-
Lo sé, pero es algo que no podemos decidir -determinó él y la miró
directamente a los ojos-.
Sabía que su hija no estaba de acuerdo con
él en aquel punto, pero ella no dijo nada. Tras valorar su actitud, decidió
seguir.
-
Esther, ¿a qué has venido? -le preguntó él directamente, no quería
rodeos, con ella no, no esta vez-.
-
Les adjunté un dossier del caso, ¿no lo han recibido? -se extrañó Esther
de aquella pregunta, pensaba que estaba clara la razón de concertar aquella
cita-.
Su padre la miró apoyado en el respaldo de
su silla, se inclinó hacia delante sin dejar de mirarla y apoyó los brazos
sobre el escritorio.
-
Sí, lo recibí, por eso te lo pregunto sin rodeos... ¿a qué has venido?
-le volvió a decir él-.
A Esther aquella franqueza la incomodó. Se
esperaba que él no la tratara como a una oficial, pero aquel trato personal la
descuadraba sobremanera.
-
Es sobre el caso que estoy llevando, me gustaría llegar a un acuerdo que
no conllevara la integración del investigador al plan de reclutamiento, sino
simplemente toda la documentación del proyecto. Los cederíamos completamente, a
cambio de que no se incorporaran recursos humanos, dado que no lo vemos
necesarios para que se pueda llevar a cabo -expuso su petición Esther-.
Él continuó mirando, luego volvió a dejarse
caer en el respaldo de la silla.
-
¿Cómo se llama? -le preguntó-.
-
¿Quién? -le preguntó ella sin entender-.
-
Ella –dijo su padre, y Esther tensó la mandíbula, la estaba mal
interpretando-.
-
Perdone, pero no le entiendo -se puso a la defensiva-.
-
Tengo entendido que el investigador al que haces referencia es una
mujer, una futura promesa por lo que ha llegado a mis oídos, y dado que nunca
me has pedido que interceda en ninguno
de tus casos, he de suponer que hay algo más que un motivo profesional que te
lleve a estar delante de mí ahora -le aclaró él sin tapujos, aunque no le
estaba reprochando nada-.
-
Pues se equivoca completamente. La única razón personal que me mueve para
estar aquí, es que la directora de la empresa involucrada es Cruz -se vio
inexplicablemente obligada a aclarar Esther-.
-
¿Cruz? -su padre pareció sorprendido al escuchar aquello. Esther
asintió-. ¿Cómo está?
-
Un poco angustiada por los acontecimientos, como suele pasar en este
tipo de casos. Me llamó porque no sabía a quien acudir -le contó Esther bajando
la guardia sin pretenderlo-.
-
Pues hizo bien, acudió a la mejor -le dijo de pronto él, dulcificando su
tono-.
Esther no supo que decir salvo...
-
Gracias
Su padre se levantó de la silla, Esther lo
siguió con la mirada mientras lo veía mirar al horizonte de su ventanal.
-
Lo que voy a decirte nunca saldrá de aquí -le dijo de pronto. Esther se
tensó en la silla, luego asintió para que supiera que así sería-. Desde junio
del año pasado la Nación
ha entrado en periodo de alerta máxima, distintos países han puesto su punto de
mira en la debilidad de nuestra defensa y cuestiones políticas han hecho que se
nos considere un objetivo asequible y productivamente rentable. Los acuerdos de
paridad dentro de la
Unión Europea están siendo sutilmente discriminados, y no son
pocos los que empiezan a mostrar cartas que dejen patente su fuerza como
Estado.
-
¿En qué afecta a mi caso? -preguntó directamente Esther, aunque sabía
que lo que le iba a decir no le sería favorable-.
-
Necesitamos ese proyecto -le contestó su padre-.
-
Lo tendrán, es lo que les estoy cediendo -le aseguró ella con
rotundidad-.
Su padre se acercó más a ella, y se sentó en
el escritorio.
-
La quieren a ella -le aclaró más su padre-.
A Esther un sudor frío empezó a invadirla.
-
El proyecto sin ella no tiene sentido. La han estado investigando desde
hace un año, y todo lo que han visto de ella apunta a una mente con
clarividencia en asuntos de seguridad y de combate natos. Están convencidos de
que sus investigaciones bien encaminadas, marcaran una diferencia de cara al
panorama internacional – su padre se detuvo unos segundos, esperando ver en
ella la comprensión que sólo alguien que había estado “dentro” podría
vislumbrar en todo aquello, sin embargo Esther estaba fría-. Estamos hablando
de volver a situarnos a la cabeza en investigación militar de alto rendimiento.
Lo que trato de decirte es que...
-
No puedes ayudarme -terminó Esther la frase por él, y se puso de un
salto de pie-. Gracias por la información, le aseguro que esta conversación
jamás ha tenido lugar.
-
Esther... -la detuvo su padre al llamarla, pues ella ya se había dado la
vuelta en dirección a la salida. Él esperó que ella se girara a mirarlo, pero
no lo hizo y quizá fuera mejor así-. Si te importa, prepárala para que la
transición sea lo menos traumática posible.... no hagas ninguna locura.
Esther lo escuchó y quiso girarse para
agradecerle que quebrantara el código por ella, por ayudarla, sin embargo la
presión que sentía en el pecho hizo que apresurara su paso hacia la salida.
32
Eva atravesó el pasillo en dirección a la
sala común. A pesar de ser más de las once de la mañana, no pudo contener un
par de bostezos mientras alcanzaba su taza de café. Esperó pacientemente su
dosis descafeinada, luego se dejó caer en uno de los taburetes. Le dolía la
cabeza, el fin de semana se lo había pasado haciendo guardia en el bar de
ambiente a la espera de toparse con Esther, y con la espera habían llegado las
copas, los bailes, y sin comérselo ni beberlo, unas “salidas de madre” que la
habían conducido a tener un par de escarceos sin importancia con un par de
chicas. Ni ella se reconocía, de una latente inapetencia había pasado a la gula
más absoluta, pues todo su “yo” le pedía entrar en un estado de acción
incontrolado.
Revisó el reloj de la pared, le parecía raro
que Maca no estuviera ya por allí, era su hora. Decidió ir a buscarla, pronto
ELISA le comunicó que Maca estaba en los laboratorios. A pesar de que se
sorprendió, Eva no estaba para contestar interrogantes, se encaminó de nuevo al
ascensor tomando pequeños sorbos de su bebida caliente, pues la hacía sentir un
poco más humana. Tras pasar los controles de seguridad, entró en el
laboratorio. Por fin la vio.
-
¿Quién? -preguntó Maca por el interfono de la sala cuando escuchó el timbre-.
-
Soy yo, ábreme... -le pidió Eva tras intentar varias veces introducir su
código, pero le daba error-.
Maca vio en la videocámara que era Eva y
abrió.
-
Estoy peor de lo que pensaba, te puedes creer qué no me acuerdo del
código de seguridad. Un poco más y hago saltar la alarma metiendo tantos
intentos -comentaba Eva mientras se acercaba a la mesa de mandos donde Maca iba
y venía-.
-
No lo has olvidado, Esther lo cambió -le contestó Maca sin mirarla pues
estaba demasiado ocupada-.
-
¿Esther? -se extrañó Eva-. ¿Por qué?
-
Seguridad supongo -dijo sin más Maca-. Cuando yo te diga, redirecciona
el calibrador.
Eva iba a protestar, pero Maca ya se dirigía
hacia el prototipo. La vio accionar los códigos, y tantear algunos cables del
panel de control, luego le dio la señal.
-
Ya
Eva dejó la taza de café en la mesa, y se
sentó en la silla sin muchas ganas, luego tecleó lo que Maca le había pedido.
El láser emitió un sonido, y luego dirigió un disparo milimétrico de baja
densidad. Maca esperó los resultados en la pantalla central, tras leerlos,
volvió a trastear en la caja de cables, luego abrió la lente y la manipuló. Eva
esperó.
-
Otra vez -le pidió Maca y Eva volvió a hacer lo que su amiga le pedía-.
-
¿Para qué es esto? ¿no lo tenías ya calibrado? -le preguntó Eva tras ver
que Maca maldecía tras la lectura del segundo resultado-.
-
Sí, lo tenía, pero hemos modificado la cantidad de carga...
-
Espera, ¿hemos? -la interrumpió Eva-.
-
Sí, Esther lleva una semana trabajando en esto, por eso no la veíamos
por la oficina, se venía de noche a trabajar al laboratorio. El viernes se lo
sonsaqué a Teresita, así que me planté en el laboratorio de noche y me encontré
con que Esther había realizado algunas modificaciones, que según ella son
necesarias para que pasemos la junta evaluativa médica y podamos sacarlo al
mercado. Me jode reconocerlo, pero creo que está en lo cierto, así que pasamos
la noche trabajando en sus cambios.... -dijo Maca-.
-
Espera, espera.... ¿os quedasteis el viernes trabajando? ¿juntas?
-
Sí, te lo acabo de decir -contestó Maca sin darle importancia-.
-
¿Toda la noche, solas? -insistió Eva que parecía más despierta de
repente-.
-
Sí, ¿por? -le preguntó Maca-.
-
Joderrrr... porque ya me podías haber avisado, y me hubiera apuntado.
¿Por qué no me has dicho nada hasta ahora? -saltó Eva con aquel encoñonamiento
que a Maca ya le estaba poniendo de los nervios-.
-
Eva, no empecemos, no empecemos... que estás de un pesado. No te avisé,
porque no dio a lugar, y no te lo dije antes, porque no he tenido la
oportunidad... -le contestó Maca-.
-
Coño que no... el sábado por ejemplo, me lo podías haber comentado -le
dijo Eva-.
-
¿Cuándo? ¿Antes, durante o después de que me metieras en la encerrona
para que hiciera de antorcha humana entre vosotras cuatro? -le soltó la
estocada Maca poniéndole cara de autosuficiencia-.
-
Vale, vale... fue una guarrada, pero no podía presentarme allí sola,
hubiera quedado... raro -se justificó Eva mientras arrugaba la nariz en un
gesto infantil que a Maca siempre le hacía reír-
-
jajaj... De verdad Eva, nunca te había visto así. Estás agilipollada
completamente, y eso, no puede ser bueno para ligarse a nadie -le dijo Maca
dándole unos golpecitos en la espalda-.
-
Bueno, puede que mi radar de ligue esté un poco alborotado últimamente –
dijo Eva en voz más baja, antes de distraer a su boca con el café-.
-
¿Y eso a qué ha venido? -le preguntó Maca deteniéndose un momento para
mirarla con una ceja levantada-.
-
A nada, nada... tonterías mías -dijo Eva a la defensiva-.
-
Eva... -la mencionó Maca, y su mirada ya era insistente-.
-
El sábado estuve en el pub... -soltó Eva, que necesitaba desahogarse-.
-
¿Qué pub? -no comprendió en un principio a que se refería, pero entonces
Eva la miró con cara de circunstancias y supo que se refería al pub lésbico
donde habían ido para encontrarse con Esther el sábado pasado-. ¡¡¡¿No?!!!
-
Sí -reconoció Eva-.
- Pero tú estás fatallll... No
sé, podrías ponerle un detective o mejor, tírate al suelo y engánchate a su
pierna para seguirla como un perrito faldero. ¡Pero tú estás tonta! ¿O qué?
-Maca no daba crédito a sus locuras-.
-
Tranquila, que me costó unas tres horas y unos siete cubatas darme
cuenta de lo patético de todo esto, pero lo capté. Lo malo vino después, que de
lo patético pasé al estado “pues que se joda” y me lié con una... claro que
después me arrepentí, me tomé dos cubatas más, me volví a sentir patética, pasé
al estado de “a la mierda, que soy libre”, y entonces me lié otra vez, pero con
otra... -soltó de pronto Eva-.
Maca se quedó con la boca abierta, aquella
no podía ser Eva, su Eva. Se sentó porque no daba crédito a que su amiga fuera
la desmadrada de las dos, siempre fue ella la que vagaba haciendo gamberradas o
disparates, pero no al revés.
-
¿Sabes lo peor de todo? - añadió Eva-.
-
Sorpréndeme, total, por un poco más... -la animó Maca-.
-
Que mientras me liaba con ellas, me venían flash-backs del beso con la
otra desconocida que me pilló desprevenida en el mismo pub el sábado pasado
-añadió Eva haciendo una mueca-. ¿Cómo se come eso?
-
Ni puta idea -reconoció Maca-.
-
Pues eso opino yo... que no tengo ni puta idea de lo que estoy haciendo
o sintiendo; y qué no hay Dios que me lo explique -admitió Eva, y se terminó lo
que le quedaba de café de un golpe-. Pero no importa, porque he decidido que no
me va esto de ir babeando por nadie, así que pienso recobrar mi vida, porque
creo que me está obsesionando el tema éste de que me molen las tías.
-
¿Entonces ya no quieres ser lesbiana? -se rió de ella Maca-.
-
¿Tú eres tonta? -le contestó Eva, aunque la sonrisa le había vuelto a la
cara-.
-
jajaja... yo también te quiero -le dijo Maca dándole un achuchón y
besándola en la cabeza-. Anda ayúdame con esto....
Y volvieron al trabajo, porque les hacía
felices a las dos.
Eras las tres de la tarde, la mayoría de la
oficina estaba en su hora de comida y Esther aprovechó aquel vació para
aparecer. No le apetecía nada estar con gente, y al saber que en su oficina
nunca la dejarían tranquila, decidió bajar directamente al laboratorio, a fin
de cuentas sólo ella y Maca tenían acceso a aquella sala, y la joven no solía
regresar hasta las cinco, tiempo suficiente para que ella volviera a salir de
allí sin toparse con nadie.
Marcó la clave y entró. Como esperaba estaba
sola, respiró y dejó sus cosas a un lado. Luego se sentó frente a la mesa de
control, pronto se dio cuenta de que Maca había estado trabajando en el
proyecto... revisó los cambios y sonrió, aquella chica era muy inteligente,
cualidad que Esther admiraba. Reconoció los síntomas, y paró de alabar el
trabajo de Maca en silencio, no podría sacarla de aquel embrollo si seguía por
aquel camino y se obligó a centrarse en las posibilidades.
Repasó mentalmente la conversación con su
padre aquella mañana, tratando de desmenuzar los detalles, las pistas, más
posibilidades... cogió un bolígrafo y un folio, y empezó a descargar sobre él
un torrente de ideas y de posibilidades, poco a poco el papel fue tomando forma
de planograma.
“Quieren el láser, pero también les interesa
ella.... Francia, Inglaterra... conflicto en el tratado de febrero del 2008....
Legitimidad en la propiedad.... No, saben que es ella.... (tachó el enlace)....
Caso Palenco, perdieron por multipropiedad.... 1959 incapacidad mental..... No,
no funcionaría.... “
La cabeza de Esther se puso de nuevo a
funcionar revisando en su banco de memoria casos que le ayudaran a que la
audiencia desestimara que Maca quedaba integrada dentro de la apropiación del
proyecto. Sabía que el ejército jamás manifestaría ante la ley su verdadero
interés, que por supuesto iba más allá de demostrar que el láser podía
convertirse en un arma de alta tecnología militar y que era necesario el
traslado del proyecto a su departamento de investigación en defensa. Pero
también sabía que si realmente querían el potencial de Maca al servicio de la
defensa nacional, atacarían con fuerza y terminarían consiguiendo un trato, lo
había visto muchas veces, les había ayudado a conseguirlo muchas veces....
“Mierda.... mierdaaa... mierdaaa”, maldijo
en voz alta Esther.
-
¿Un mal día, jefa? -le preguntó de golpe una voz tras ella-.
Esther la identificó, igual que calculó que
se encontraba a pocos metros, rápidamente contrajo el papel en su mano,
reduciéndolo a una bola mal trecha y aplastada entre sus dedos. Luego se giró.
-
Algo así -reconoció Esther esbozando una sonrisa que esperó no pareciera
muy forzada-.
-
Dicen que lo bueno de tener un día malo es que siempre pasan o van a
mejor, así que... -la trató de animar Maca encogiéndose de hombros y
regalándole una sonrisa-.
-
Sí, claro que sí... -aceptó Esther y se puso en pie, mientras que
aprovechando que Maca desvió la mirada un momento de ella, se metía el papel en
el bolsillo trasero del pantalón-. ¿No has ido a comer con Eva?
-
Sí, pero se me ocurrió una idea, y he pedido que me envolvieran la
comida -dijo Maca enseñándole una bolsa con comida japonesa-.
-
¿Y te has dejado a Eva sola? -se extrañó Esther-.
-
Que va, estaba con Teresa, Javier, Vilches y algunos más... además, ella
ya conoce como soy para estas cosas -contestó Maca mientras depositaba los
recipientes de comida sobre la mesa-.
-
¿Una obsesionada con el trabajo? -le pinchó Esther cariñosamente, y acto
seguido se reprendió por ello pues Maca la miró entornando los ojos con una
sonrisa pícara, y pudo notar la reacción de su cuerpo al instante-.
-
Así es como me ve, ¿no?... Pues su presencia aquí, no la deja en muy
buen lugar tampoco -le devolvió la bola Maca, jugando también con ella. No
sabía cómo, pero su visión de Esther estaba cambiando y ya no se ponía tensa
nada más verla, sino que más bien le había cogido confianza-.
-
Supongo que no -reconoció Esther con una sonrisa-.
-
¿Has comido? -le preguntó Maca-.
Las tripas de Esther rugieron al destapar
Maca el primer recipiente de comida.
-
jajaja... bueno, parece que eso es un no -se rió Maca de la situación-.
Esther para su sorpresa se ruborizó. Maca lo
advirtió y le hizo gracia, pero no la atormentó.
-
Bueno, suelo gozar de un maravilloso apetito así que he pedido como para
un regimiento, así que vamos a ponernos las botas... anda toma -le dijo Maca
dándole unos cubiertos-.
-
Gracias, la verdad es que me muero de hambre -reconoció Esther
sentándose a su lado-.
-
Sí, eso ha quedado claro hace un momento... jajaj... A mí me pasa
constantemente, me mencionan la comida y las tripas me delatan en las peores
circunstancias -confesó Maca-.
-
Una vez me pasó en mitad de un velatorio... fue lo más horrible que
recuerdo, todo el mundo estaba en silencio y los que no, estaban llorando, pero
fue sacar el catering y éstas de aquí -dijo Esther dándose unos golpecitos en
la tripa- soltaron un aullido que crearon un silencio gutural en la sala, casi
soy yo la que se muere de la vergüenza, que mal trago.
-
jajaja... -Maca empezó a destornillarse de risa-.
-
Te hace mucha gracia ¿no? -le dijo Esther entornando los ojos
amenazadoramente viendo las ganas con que Maca se reía-.
-
jajaja... es que me estoy dando cuenta de que eres mucho más trasto que
yo, lo cual, dado lo estirada que pareces, es de lo más cómico -reconoció Maca
entre risas-.
-
¿Así que estirada? ¡Vaya, vaya! -soltó Esther mientras se llevaba un
bocado a la boca-.
-
Tienes que reconocer que entre la ropa y lo rígida que andas, estirada
es lo mínimo -la pinchó Maca con resolución-.
-
¿Qué le pasa a mi ropa? -se escandalizó Esther de aquella referencia a
su vestuario-.
-
Que eso ya no se lleva, con esos trajes tan planchado y entallados... es
como ver salir del ascensor a una ejecutiva de wall street todos los días -le
soltó Maca divertida-.
-
No, si te parece me pongo una camiseta tamaño familiar de los Red Hot
Chili Peppers y unos vaqueros desgastados por donde se me vea un trozo de culo
para aparecer en los juzgados -le respondió Esther haciendo referencia al
vestuario desgarbado que solía llevar Maca en la oficina-.
-
Bueno, no estaría mal. Aunque no sé si ese uniforme te sentaría igual de
sexy -dijo Maca, y enseguida se dio cuenta de que acababa de lanzarle un piropo
a aquella mujer, ¿podría mal
interpretarlo?-.
Esther se le quedó mirando mientras Maca
bebía de su refresco para evitar mirarla o tener que justificar sus palabras,
pero para su alivio Esther no dijo nada sobre aquel comentario, aunque al
volver la vista hacia su plato sonrió para sus adentros.
Wow!! Me encantó :)
ResponderEliminarGracias! Me alegra que te guste! ;-)
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