martes, 26 de marzo de 2013

De Blanco y Negro a Color - 37 y 38 -




La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.



37

Al día siguiente el ambiente que se respiraba en la oficina era de todo menos saludable. Había tensión, nervios y respiraciones contenidas. Cruz se paseaba de un lado a otro, disimulando revisar trabajos que nunca solía mirar sólo por tener la oportunidad de controlar quien entraba y salía del ascensor. El trío de los varones permanecía disgregado, Vilches trabajaba sin permitir que aquello intercediera en su vida, Héctor se había tomado ya tres tilas mientras mentalmente repasaba un discurso que Esther le había asegurado que no tendría que realizar, y Javier esperaba ansioso la llegada de aquel pelotón que le pondría a la cabeza de un descubrimiento sin precedentes.
Cuando Esther apareció tras las puertas del ascensor percibió enseguida aquel aliento contenido y el inmediato suspiro de alivio de después. “Genial, en seguida van a ver que estamos acojonados...” pensó para sí con impotencia.

-         Esther, Esther... -corrió hacia ella Cruz-. ¿Se sabe algo?
-         Nada más de lo que ya te conté ayer -le contestó por enésima vez Esther-. Y por Dios, Cruz... haz el favor de no rondar los pasillos, estás alarmando al resto del equipo y encima estamos dando una imagen de desesperación total.

Cruz se paró en seco tras aquello, miró a su alrededor y se dio cuenta que todos las miraban en lugar de estar realizando su trabajo de forma habitual.

-         Vale, tienes razón... pero a mí hoy me da un ataque, te lo advierto -le dijo Cruz y se giro para acompañar a Esther a su oficina-.
-         Tranquila, lo de hoy es una simple formalidad, no va a pasar nada. ¿Has reunido ya a los chicos? -le preguntó-.
-         Sí, ya saben que a lo mejor tienen que presentarse en la sala de reuniones y lo que acordamos -le contestó Cruz resuelta-.
-         Estupendo, de todos modos seré yo quien negocie, así que espero que los hayas tranquilizado -le dijo Esther y miró como Cruz asentía con la cabeza-. ¿Y Maca?
-         Aún no ha llegado -le dijo Cruz-.

Esther se paró en mitad del pasillo tras escuchar aquello.

-         ¿Cómo que no ha llegado? -le preguntó Esther mirándose el reloj, eran casi las diez y media , demasiado tarde-.
-         Por lo que sé, ella y Eva estuvieron trabajando hasta entradas las dos de la mañana, así que me imagino que se les habrán pegado las sábanas -le contó Cruz lo que sabía por el parte de control que le había pasado el vigilante de seguridad nada más llegar al recinto-.
-         ¿Eva tampoco está? -se sorprendió de aquello también, Cruz negó con la cabeza-. ¡Esto es increíble!

Esther sacó el móvil de su chaqueta y marcó el número de Laura.

-         ¿Hago algo? -le preguntó Cruz mientras la veía descolgar el teléfono-.
-         Sí, encerrarte en tu despacho, calmarte y cuando te avise, aparecer como la resuelta directora que sé que eres, y no como este manojo de nervios que tengo en frente, porque sino van a creer que estamos cagados de miedo, ¿de acuerdo? -le espetó Esther un poco más alterada de lo que solía estar-.

Cruz fue a decir algo, pero la autoridad de Esther la dejó cortada y muda de repente.

-         Bueno, voy a intentarlo... -dijo finalmente viendo que Esther ya se concentraba en que el interlocutor le cogiera la llamada-.

Esther no dijo nada más, y Cruz se marchó a su despacho tratando de relajarse un poco.

-         Laura, ¿dónde estabas? -le preguntó nada más descolgar-.
-         Estoy siguiendo a Maca, va en la moto en dirección a casa de Eva, supongo que la recogerá e irán para la oficina -le dijo Laura, Esther se relajó, por un momento había pensado que Maca haría una locura como fugarse-.
-         Vale.... está bien, acompáñalas hasta que entren en el recinto, luego mantente fiel al plan. No quiero que nos la jueguen por detrás, ya me entiendes -le dijo Esther-.
-         Perfectamente. No te preocupes -trató de tranquilizarla Laura, luego se despidieron-.

.....

-         ¿Qué, has dormido? -le preguntó Maca a Eva tendiéndole un casco de moto-.
-         Un par de horas, ¿y tú? -quiso saber Eva-.
-         Otro par supongo -le contestó Maca-.

Ambas sonrieron al intercambiar las miradas de complicidad y satisfacción encubiertas.

-         ¡Te encanta el peligro! ¿eh capulla? -le pinchó Eva agarrándose a su cintura-.
-         Pues anda que a ti, picaflor -se la devolvió Maca aludiendo a sus últimas paranoias sentimentales-.
-         Ohhh... cómo lo disfrutas -le contestó Eva risueña-.
-         No sabes cuánto... agárrate.... -le dijo Maca y acto seguido hizo rugir el motor de su moto como una bestia felina-.

Las dos amigas estaban tan enfrascadas en su nuevo proyecto, que apenas se dieron cuenta de que el resto de sus compañeros estaban en un sin vivir esperando recibir al gobierno de un momento a otro. Hackear una base de datos como la que estaban decididas a asaltar, era algo peligroso pero también inmensamente estimulante para alguien como ellas. Ponerse a prueba investigando sus puntos flacos, desarrollando un plan de sabotaje, calcular cuánto tiempo necesitarían para entrar, que plan de retirada sin rastro emplearían... todo era excitante y meticuloso, demasiado embriagador como para pensar en nada más. O casi, en nada...

Esther salió de su oficina en cuanto supo que estaban allí. Laura la había puesto en sobreaviso, así que no tuvo la necesidad de estar pendiente de su llegada hasta que había recibido la llamada. Maca pareció dudar en el paso cuando la divisó frente a ellas, le daba cierto miedo que aquella mirada penetrante fuera capaz de vislumbrar lo que tramaban a escondidas, pero pronto desechó aquel fantasioso y estúpido temor, y siguió el camino que trazaban sus pasos con una Eva que la seguía de cerca, al parecer con las mismas reticencias que ella, frente a la figura magnánima de Esther.

-         ¡Buenos días! -les dijo Esther cuando estuvieron a la altura de escucharla-.
-         Eso esperamos... que sean buenos ¿no? -le contestó Maca para hacerle entender que se acordaba de lo que significaba aquel día-.
-         ¡Lo serán! -contestó con rotundidad Esther y luego Maca vio que suavizaba sus facciones-. ¿Cómo te encuentras? Ayer tuve que salir después de que habláramos y no pude preguntártelo.

Maca se sorprendió de que Esther se mostrara una vez más tan interesada en su bienestar psíquico.

-         Es duro, pero estoy bien -le contestó-. Gracias por interesarte.

Esther la miró unos instantes, no la creía del todo, pero había algo de Maca que brillaba entre todos aquellos nubarrones. Se sorprendió, pero no quiso indagar más, podía ser sólo una fachada, una más de sus corazas, y le daba miedo derrumbarla y encontrarse nuevamente frente a aquella niña desprotegida que había visto el día anterior. Egoístamente Esther la prefería fuerte, no podía soportar que le rompiera el corazón, en aquel momento no.

-         Me alegro. Sólo venía a saber cómo estabas y a deciros que sigáis con la rutina habitual, nos interesa que nos vean tranquilos y en nuestra línea, sino podrían pensar que ya nos tienen en un puño y eso aumentaría sus medidas de persuasión para conseguir lo máximo posible en la vista ¿entendido? -les dijo Esther mirándolas a ambas-.

Eva se acojonó al instante. Maca sin embargo parecía entera y tranquila.

-         No te preocupes, tenemos mucho trabajo así que salvo que nos mandes a llamar, estaremos en mi oficina todo el día -le dijo Maca-.

Esther fijó su mirada una vez más en ella. Maca sintió aquella calidez y aquella presión de sinceridad que sus ojos siempre reflejaban, y se obligó a no apartar la mirada, sin embargo se dio cuenta de que había dejado de respirar bajo su escrutinio silencioso.

-         Me parece bien, nos vemos cuando esto termine -les dijo Esther-. Hasta luego chicas.
-         Hasta luego -le contestaron las dos-.

Eva esperó a que Esther estuviera lejos de ellas para hablar.

-         No se tú, pero a mí me “caga” toda cuando nos mira así. Por un momento pensé que tenía escrito en la frente “VAMOS A HACKEAR AL GOBIERNO”....  me tiemblan hasta las piernas, tía -le dijo Eva en voz baja-.
-         No seas histérica, no es para tanto... -le contestó Maca tratando de rebajar el momento aunque hubiera sentido lo mismo.

La mirada  de Maca sin embargo, no pudo apartarse de la figura de Esther mientras ésta seguía alejándose en dirección al despacho. Aquella mujer tenía algo que no lograba descifrar, de aquello no cabía la menor duda.

38

Era cerca de la una del medio día cuando cuatro desconocidos aterrizaron en el edificio. Nada más obtuvo las identificaciones, el vigilante de seguridad llamó a Esther para comunicarle que ya estaban allí. Al salir del ascensor, las miradas de casi todos los que estaban trabajando en los cubículos se posaron en ellos. Esther observó detrás de la persiana de su despacho.

“Empieza el juego...” se dijo para sí, mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa maliciosa tras observar quienes eran.

-         ¿El despacho de dirección? -preguntó uno de los jóvenes que acompañaban al que parecía llevar la voz cantante-.
-         Al fondo del pasillo y a la derecha -le contestó uno de los informáticos-.

Y el pelotón se puso en marcha sin mediar más palabra.

-         Tenemos una cita con la directora -le indicó el mismo joven-.

Teresa miró con desdén al muchacho que parecía salido de la película Man in Black, luego se detuvo a mirar al resto, un hombre cincuentón quedaba al refugio de una mujer y otro hombre mucho más joven que él. La actitud impertérrita de todos ellos le creo repulsión.
-         ¿Y a nombre de quién tengo que hacer la anunciación? -le preguntó Teresa aunque tenía claro de quienes se trataba-.
-         El D.M.I.T -le comunicó el joven-.
-         Un momento -le dijo Teresa y levantó el teléfono para hablar con Cruz-. Cruz, los estirados del gobierno, que ya están aquí.

El joven la miró sin poder contener la expresión de sorpresa, el resto de sus compañeros también la miraron con cara de pocos amigos, pero Teresa se había tomado al pie de la letra lo que Esther le había dicho horas antes. Aquellos tipos duros no debían percibir el miedo, y a ella le había salido la vena más tigresa que tenía desde que había descubierto que aquellos estirados pensaban llevarse a sus cachorros sin más.

-         Pueden pasar -les indicó poco después Teresa, e ignorando sus caras desafiantes hizo como si les importara un bledo, concentrando toda su atención en sus tareas sin devolverles la mirada-.

Cuando la puerta de Cruz volvió a cerrarse Teresa se permitió mirar. No les tenía miedo, pero aquello no mitigaba la sensación de vértigo que sentía.

Esther esperó mientras andaba de un lado a otro en su despacho controlando el reloj. Cuando pasaron los diez minutos decidió que ya era tiempo suficiente y abrió la puerta. Teresa la vio llegar y antes de que pudiera decirle que estaban ya con Cruz, ella se adelantó...

-         Voy a por ellos... -le dijo guiñándole un ojo-.
-         Dales fuerte... -le contestó Teresa devolviéndole una sonrisa. Aquella mujer empezaba a gustarle-.

Esther entró sin avisar, y como esperaba el equipo de seguridad se plantó cual muralla entre el visitante y su superior, al ver que era ella, uno de los jóvenes se sintió contrariado, el otro y la mujer endurecieron sin embargo las facciones.

-         Buenas tardes, espero que no les importe que me una a la reunión. ¿Cómo estás Víctor? ¡Cuánto tiempo! -dijo de pronto Esther y los guardaespaldas tuvieron que echarse a un lado-.
-         ¡Esther García! Sí, mucho tiempo. Me alegro de verte -le dijo él-.
-         Lástima que no pueda decir lo mismo, no obstante prefiero que seas tú -le dijo ella-
-         Agradéceselo a tu padre -le comunicó él y Esther arrugó el entrecejo al escuchar aquello-. Designaron a Torres, pero prefirió que me mandaran a mí en su lugar.

“ Torres...“, pensó Esther y un nudo apareció en su estómago. Sin embargo, se obligó a cerrar su mente y su expresión ante ellos, pues no estaba dispuesta a dejarles ver ningún ápice de fisura en su postura.

-         No hubiera sido necesario, pero le agradeceré igualmente que me haya brindado la posibilidad de vernos de nuevo -contestó ella con indiferencia-.
-         ¿Empezamos? -le preguntó él-.
-         Cuando quieras -le contestó ella-.

Y excluyendo a Cruz que hasta ahora no había podido más que cruzarse de piernas y esconder las manos para que no se le notara que temblaba, comenzaron a negociar y a revisar papeles sobre sus respectivas competencias.

Dos horas más tarde la reunión se dio por terminada. Esther había conseguido que no tuvieran acceso a nada más que a los planos y al memorándum del proyecto, y Víctor se había tenido que contentar con ello tras ver la orden firmada del emplazamiento hasta la vista para tener acceso al laboratorio, el prototipo y el equipo técnico al cargo. Sabía que acababa de perder el primer set, pero la amistad que le unía a la familia de Esther hacía que su derrota fuera un alivio, y gracias a los trámites legales que Esther había conseguido para frenar sus pasos, tendría las espaldas cubiertas ante sus superiores. Sin embargo, alguien no había quedado nada satisfecho con los resultados de aquella reunión. Azucena siguió a su superior fuera del edificio, y esperó a que los dos hombres lo escoltaran hasta la base, luego se montó en su vehículo y marcó un teléfono privado.

-         ¿Cómo ha ido? -le preguntó una voz-.
-         No hemos podido entrar, tenía una orden de aplazamiento hasta la vista. Sólo hemos obtenido la documentación -le comunicó Azucena a su superior-.
-         Entonces ya sabes que has de hacer -le dijo-.
-         A sus órdenes -contestó ella y la comunicación se cortó-.
..............
-         ¿Así de fácil? -Cruz no se lo podía creer-.
-         De momento sí -le contestó Esther con una sonrisa, y pensó que en algún momento tendría que agradecerle a su padre que hubiera enviado a Víctor a negociar-.
-         Te juro que cuando entraron pensé que me iba a dar un ataque de pánico. ¿Sabes cómo me los anunció Teresa? -Esther negó con la cabeza-. Como “los estirados del gobierno”, no veas con la cara de mosqueo que entraron los tres del séquito.
-         Jajaja.... me encanta, recuérdame que le traiga un ramo de flores a Teresa por ello -se rió Esther ya mas distendida como para permitirse relajarse-.
-         Entonces ahora tienen que esperar a la vista para poder meter la nariz ¿no? -quiso cerciorarse Cruz-.
-         Así es. Lo cual nos da un poco más de margen para alzar la cuartada que tenemos pensada -le dijo Esther satisfecha-.
-         ¡Dios, cómo me alegro de tenerte aquí! -le dijo con sinceridad Cruz mientras le daba un abrazo-.
-         No nos alegremos antes de tiempo... aún nos queda trabajo por hacer, así que, será mejor que me ponga en marcha. Encárgate tú de los chicos, yo voy a decírselo a Maca y a Eva -le pidió Esther y se puso de pie-.
-         Eso está hecho -le contestó Cruz y ambas salieron del despacho cada cual en busca de su cometido-.

Continuará...

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