domingo, 14 de abril de 2013

De Blanco y Negro a Color - 43 y 44 -




La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.

....
43

No se acordaba a qué hora había conciliado el sueño, pero al abrir un ojo y vislumbrar claridad al otro lado de la persiana medio echada, se dio cuenta de que llegaba tarde a la oficina. Miró a su lado y Eva ya no estaba en la cama, perezosamente estiró su cuerpo entre las sábanas, sentía cada uno de sus músculos doloridos y la boca seca, pero sabía que eran efectos secundarios a las pastillas que había tomado para dormir. Frotándose los ojos sin poder abrirlos del todo, fue tropezando desde la cama hasta el aseo. Se sentó en el WC mientras bostezaba y se despeinaba el cabello pasando sus dedos por él, luego lavó sus manos, mojó su cara e hizo gárgaras para quitarse el mal sabor de boca. Por fin consiguió mirarse con ojos entornados frente al espejo, y una imagen adormilada y desgreñada le dio los buenos días. Abrió el cajón de la derecha y cogió una de las gomas de pelo, luego salió de la habitación rumbo a la planta baja mientras se peinaba el cabello con los dedos para recogérselo en una coleta. El olor a café recién hecho y tostadas le abrió un agujero en mitad del estómago, gracias a Dios Eva siempre había tenido un despertar fantástico y seguramente había preparado el desayuno antes de despertarla. Se animó sólo con la perspectiva de comer algo.

-         Huele que te ca... gas... -iba diciendo Maca mientras entraba en la cocina, cuando la imagen de la mujer que no la había dejado dormir impactó sobre ella en mitad de la estancia-.
-         Pues espérate a probarlo... te vas a morir... mmmmm..... esto si que es empezar el día con buen pie -se relamía Eva mientras se llevaba otro bocado a la boca, sin percatarse de que la tensión de repente se acumulaba en aquella sala-.

Esther sintió un terremoto batirle la sangre cuando Maca apareció en la cocina con un pantalón de pijama de tela de cintura baja, y un top negro que no sólo ensalzaba sus pechos sino que dejaba al descubierto aquel vientre plano y terso que tan bien solía disimular con la ropa desgarbada que le gustaba vestir en su día a día. Como si de una droga se tratara, sus ojos se cebaron escaneando cada centímetro de aquella piel, para luego torturarla rescatando de improvisto la visión de aquel mismo cuerpo desnudo y sudado en pleno acto de lujuria. Le temblaron las manos. Agachó la mirada y se concentró en depositar la cafetera encima de la mesa por miedo a que se le derramara.

“Ay mi madre... pero a esta niña cuánto cola-cao le han dado en su infancia, por Dios. Yo así no puedo, eh”;  pensó Esther tratando de borrar rápidamente ambas imágenes de su cabeza. Y con gran esfuerzo para que no le temblara la voz, finalmente se decidió a hablar.

-         Pensé que tendríais hambre -dijo Esther aun luchando por tomar el control-. Anda siéntate, que te pongo el café.

Maca se había quedado tan parada como ella, pues no sólo no esperaba encontrársela en su cocina, sino que a diferencia de cómo estaba acostumbrada a verla para ir a la oficina, Esther llevaba el pelo suelto y aún mojado, y se había vestido con unos vaqueros ceñidos y una camiseta de tirantes que dejaban a la vista la tonificación de aquel cuerpo cultivado por años de entrenamientos. Recordar el calor que emanaba de él, y lo que aquella firme presencia había torturado a su subconsciente aquella misma noche, hizo que un instinto muy básico se removiera dentro de ella. Salvada por las palabras de Esther, se limitó a sentarse en la mesa.

-         Gracias.

Eva afortunadamente no dejó de hablar descontrolada durante todo el desayuno, a pesar de gozar de un buen despertar, Maca sabía que aquella actividad frenética que presentaba era fruto de su escarceo con Laura el día anterior y no pudo más que sonreír y ver como Esther y Eva hablaban mientras ella se tomaba el desayuno en silencio.  Al principio creyó detectar en Esther un desconcierto cuando había entrado en la cocina, pero se olvidó pronto de ello mientras la observaba sonreír y hablar con Eva despreocupada. Mientras desayunaba, pensó que Esther era como dos personas en una, por momentos tan fría e inflexible; por momentos dulce, alegre y apacible. Nunca había conocido a alguien así, tan cambiante, quizá por ello le inspiraba aquel tumulto de sentimientos encontrados cuando estaba cerca de ella.

-         Bueno pues ir a cambiaros, y nos vamos -dijo Esther levantándose de la mesa y empezando a recoger el desayuno-.
-         Si, que ya vamos tarde -le contestó Eva al tiempo que se levantaba también. Le puso una mano en el hombro a Maca y ésta tuvo que volver a la realidad-.
-         Eh?... -a pesar de haber escuchado el murmullo, Maca no se había enterado de lo que pasaba-.
-         ¿Nos vestimos? -la rescató Eva-.
-         Sí, claro -contestó Maca poniéndose de pie-.
-         Tía, a ver si te espabilas eh, que aún estás dormida perdida y van a dar las once. Cruz nos mata esta vez, que lo sepas. ¿A que hora te dormiste anoche, por cierto? -le iba hablando Eva mientras salían de la cocina y enfilaban las escaleras hacia el dormitorio-.

Esther perdió sus voces a medida que ambas se alejaban. Cuando se supo a salvo dejó de fregar los vasos y aprovechó para tomar una gran bocanada de aire.

“Esto no puede ser sano. Como no me ponga en serio, va a poder conmigo”, se dijo Esther, sintiendo la pesadez en las caderas por haber contenido aquel remolino atroz. Tras calmarse un poco, y conseguir centrar sus pensamientos en lo realmente importante, prosiguió con su tarea de recoger los restos del desayuno.

44

En cuanto llegaron a la oficina cada una se fue por su lado ya que Esther había aprovechado el trayecto en coche para ponerlas en precedentes de que hasta nueva orden no deberían salir de la oficina sin que ella les acompañara o supiera a dónde iban, lo cual evidentemente no tardó en cabrear a Maca.

-         ¡¡¿Pero quien se ha creído que es?!! -rugió Maca tras cerrar la puerta de su despacho-.

Para Maca que quisieran controlar sus movimientos por su bien, era igual de malo que   sentirse controlada por el gobierno. No le gustaba no poder ir en moto a donde le diera la gana, no le gustaba saber que Laura iba a vigilarla como una guardaespaldas, no le gustaba no salir a comer con Eva a solas, o ir de copas con amigos... en definitiva, no tener intimidad y libertad era lo peor que podían proponerle por muchas razones que le dieran al respecto.

Anduvo de un lugar para otro como un animal enfurecido que trata de serenarse estudiando como salir de su jaula. Aún no podía creer que hubiera tenido, aunque fuera por un momento, una fantasía lésbica con aquella mujer. Cada vez que lo pensaba una sonrisa cínica se le dibujaba en el rostro, mientras se prometía a sí misma no volver a bajar la guardia con “aquella mosquita muerta” nunca más, pues así  había catalogado a Esther tras decidir que lo que sus sonrisas dulcificadas escondían durante el desayuno eran en verdad un aguijón venenoso que le había clavado fríamente cual puñalada de camino a la oficina.
De pronto el móvil empezó a sonar. Cabreada lo descolgó sin más.

-         ¿Sí? -dijo en tono brusco-.
-         Pues sí que tengo mala suerte, para una vez que me coges el móvil y te pillo de morros -le dijo con cierta sorna Fernando-.
-         No estoy de morros -replicó ella-.
-         Bueno, pues mejor, porque a las dos te recojo para irnos a comer por ahí y no pienso dejar que nada nos fastidie el plan -le dijo y Maca reconoció en su voz, aquella sonrisa que solía poner cuando estaba contento y cariñoso-. ¡Te echo de menos!

Maca bajó la guardia. Siempre lo hacía cuando él se mostraba sincero en aquella frase.

-         Es que he estado un poco estresada con el proyecto, pero lo terminaré pronto -se excusó ella, pues se sentía culpable por las últimas semanas que habían pasado sin verse demasiado-.
-         ¿Entonces no me dices que no a la comida? -le apremió él con esperanza-.

Maca pensaba darle otra excusa, pero de pronto pensó que lo mejor que podía hacer era volver a su vida tal cual la conocía antes de que Esther apareciera y todo aquel entramado la desquiciera poco a poco.

-         ¿A las dos? -preguntó ella más suave y receptiva a la idea-.
-         A las dos -le corroboró él-.
-         Vale, ¿pero a dónde me llevas? -quiso saber más animada-.
-         Mmmm.... ya lo verás, sólo te adelanto que no pagaremos por el postre -le dijo él-.
-         jajaja... vale -contestó ella tras saber a qué se refería con aquella advertencia-.

Se despidieron con un beso y Maca colgó el teléfono algo más tranquila, hasta que volvió a recordar la imposición de Esther y la nueva guardaespaldas que tendría que esquivar.
...
Esther hizo un par de llamadas, recogió documentación que necesitaba y se apresuró a salir de la oficina no sin antes dejar a Laura al mando de la vigilancia. Durante el trayecto en coche repasó mentalmente la conversación que había mantenido con Eva y Maca allí mismo una hora antes. Sabía que se había mostrado más fría y tajante de lo que había pretendido, y que en lugar de una petición cordial había terminando dando una orden tajante y amenazante...

“- ¿cómo que Laura me va a vigilar? Pensé que eso sólo era por esta noche, dijiste que no podían ir tras de mí sin la orden, dijiste que ibas a denunciarlo, a darle una solución -le rebatía Maca alterada tras aquella noticia-.
-         Y eso voy a hacer, pero hasta que lo solucione tomaremos estas precauciones -le contestó Esther-.
-         Pero es ridículo, no puedes pretender que te ponga en aviso de cada movimiento que haga... ¿qué vas a hacer, seguirme si voy a cagar a los servicios de la cuarta planta? -Maca cada vez se disparaba más-.
-          Lo único que digo es que dejéis que os lleve a casa y os traiga -trató de no entrar en aquel juego Esther-.
-         ¿Y qué pretendes? ¿Qué me encierre en casa? ¿Qué no salga? -le preguntaba atónita Maca, pues le parecía increíble que Esther creyera que se iba a pasar los días de casa al trabajo, y del trabajo a casa-
-         Hasta que lo solucione, sí, eso pretendo -le dijo Esther lanzándole una mirada dura a través del retrovisor-.
-         ¡No pienso hacerlo! -le contestó Maca aguantándole aquella mirada con otra muy similar-.
-Oh sí, ya lo creo que lo harás -le contestó Esther desafiante, Eva quiso intervenir, pero no se atrevía viendo el huracán que se avecinaba-.
-         ¡Ya lo veremos! - dijo Maca-.
-         ¡No, no lo veremos! Te traeré y te llevaré a casa, te guste o no, y os reportaréis cuando salgáis de la oficina a comer o a cualquier lado, y si no lo hacéis, traeré un equipo más grande para vigilaros, a las dos, y le contaré a tu padre personalmente lo que pasó en el centro comercial... seguro que estará de acuerdo conmigo en que reforcemos tu seguridad -le advirtió Esther girándose hacia el asiento de atrás para que a ninguna le cupiera la menor duda de que iba en serio con ello-.”

A Esther aún le dolía la mirada que le había devuelto Maca tras chantajearla de aquella forma. Se había arrepentido al segundo de hacerlo, pero por primera vez en mucho tiempo, sus sentimientos habían anulado su control desembocando en aquella amenaza originada por la idea aterradora de que Azucena y su grupo pudieran salirse con la suya.

“Si no fuera tan cabezota”, se lamentaba Esther, aunque en el fondo sabía que había sido la culpable por no haber teniendo tacto para proponer de una forma menos opresiva su colaboración.
.....
Después de media hora de espera, una de reunión y tres de comida diplomática, Esther consiguió que se hicieran las llamadas oportunas para conseguir que el grupo de seguimiento se retirara hasta la vista del caso. Tras aquella noticia, Esther estaba insultante, no veía el momento de comunicarle a Maca que se olvidara de lo dicho aquella mañana, aunque sabía que primero tendría que pedirle disculpas por las formas que había empleado, pero aquello era lo de menos. Lo importante era que había logrado sacar a Azucena y su grupo de la órbita de Maca, y que no les quedaría otra más que obedecer ya que con las pruebas que había aportado Esther iban a estar vigilados muy de cerca.
Al salir del restaurante y encaminarse al coche, el aviso de que tenía llamadas perdidas saltó en su móvil, por lo visto no había tenido suficiente cobertura en el local. Al ver que era Laura la que había llamado, se preocupó, marcó rellamada y se comunicó con ella.

-         ¿Qué pasa Laura? -le preguntó tras descolgar-.
-         Nada, bueno... ahora ya no -le contestó dubitativa Laura-.
-         ¿Cómo que ahora ya no? ¿qué ha pasado? -se endureció Esther-.
-         Maca salió a comer con su novio, todo iba bien pero me dieron esquinazo... -empezó a explicarle Laura nerviosa-.
-         ¿Qué te dieron esquinazo? -se sorprendió Esther, estaba disgustada-.
-         Lo siento -lo advirtió Laura por su tono de voz y se disculpó-.
-         ¿Dónde está ahora? -le preguntó Esther severa-.
-         Han vuelto a la oficina hace unos diez minutos -le contestó Laura-.
-         ¡Voy para allá! -dijo Esther e inmediatamente cortó la llamada-.

Laura se quedó con el teléfono en la oreja, lentamente lo colgó, decepcionada por haberle fallado.

Continuará...

2 comentarios:

  1. Genial!!! Lo sigo siempre... esperando el próximo :)

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    1. Muchas gracias!! Anima saber que estáis por ahí leyendo.

      Un saludo. :))))

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