“DIBUJADA EN MI MENTE" (TOMO 2)
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
88
Madrid.
Maca quiso
llamarla un montón de veces, pero su turno se complicó al lado de Cruz, y
cuando quiso darse cuenta era la una de la madrugada. Cansada se dio una ducha
en el mismo hospital y se cambió antes de irse.
“Maldita sea…
debí contárselo antes, soy una imbécil”
Cerró la
taquilla de un portazo, enfadada consigo misma.
-
Mal día, ¿eh?
La voz de una
desconocida la hizo girarse sobresaltada.
-
Lo siento, pensaba que estaba sola -Maca se
disculpó por el ruido-.
-
Tranquila, a veces sienta bien descargar
adrenalina. No te preocupes, prometo no chivarme de tus destrozos a los de
mantenimiento –bromeó la mujer de pelo castaño y sonrisa afable que de la nada
había aparecido frente a ella-.
-
Es un alivio, gracias –contestó Maca-.
La mujer empezó
a quitarse su ropa para ponerse el pijama de trabajo que había en la taquilla.
Maca sin saber por qué se quedó allí, quieta y callada, aún perdida en sus
propios pensamientos.
-
No es asunto mío, pero… ¿te encuentras bien? –la
desconocida la rescató de nuevo de su silencio-.
-
Eh? sí, estoy bien –volvió de nuevo Maca al
presente-.
La mujer se
recogió el pelo largo en una cola de caballo mientras la observaba en silencio,
se colgó del cuello el fonendoscopio y con paso sereno se aproximó a Maca.
Cuando Maca notó el dorso de aquella mano desconocida y a la vez tan cálida
sobre su mejilla, tembló.
-
No te conozco y no sé qué te ha pasado, pero
pareces agotada. ¿Te importa? –le preguntó la mujer colocando sus dedos sobre
la arteria del cuello de Maca mientras con su reloj de muñeca trataba de
controlar ya su pulso-.
Maca se quedó
callada, sin saber por qué le dejó hacer. Le había cogido tan de improvisto que
una desconocida se le aproximara de aquella forma, que no pudo por más que
permitírselo.
-
Estás un poco baja, pero nada que no se
solucione con una buena cura de sueño y una buena dosis de hidratos de carbono.
Ten, te vendrá bien si aún tienes que conducir hasta casa –la mujer sacó una
chocolatina de su bolsillo y se la puso en la mano-.
-
Gracias, pero no la necesito –le contestó Maca-.
La mujer sin
embargo no le hizo caso, e ignoró el gesto de Maca de devolvérsela.
-
Créeme, sí la necesitas –le dijo con voz
tranquila, y con paso resuelto se separó de ella-. De donde yo vengo, matarían
por una de esas, así que haz un buen uso de ella o me enfadaré, ¿de acuerdo?
A Maca no le dio
tiempo a contestar, la desconocida atravesó la puerta de los vestuarios y desapareció
sin más dejándola de nuevo sola. Maca miró aún aturdida hacia el vacío y luego
al peso palpable que tenía en su mano. Observó la chocolatina que aquella
extraña mujer le había dado y no reconoció el idioma del envasado. Aún así, la
imagen de un niño de color sonriendo transmitía claramente lo delicioso y
valioso de aquel chocolate que le había caído de la nada.
Amsterdam. 1
a.m.
Para cuando el
local empezó a llenarse de estudiantes, Esther ya llevaba unas cuantas copas
entre pecho y espalda. Alex la observaba preocupada, había un aura negra
alrededor de Esther desde que se la había encontrado furiosa y resentida en
casa esa misma tarde. Al principio entendió que le pidiera salir esa noche,
estaba claro que Esther necesitaba evadirse de lo que estaba sucediendo y que
quedarse quieta la agobiaba, sin embargo a aquellas alturas de la velada el
comportamiento de Esther se había vuelto frívolo, imprevisible y bastante
turbador. No sólo no había rastro de su amable charla con los compañeros, o de
ese buen rollo que normalmente despedía entorno a ella, sino que había estado
cortante con Meike, había discutido con un par de tíos y ahora se había lanzado
a bailar con una morena que no conocían de nada. Alex no sabía si le molestaba
más ver claramente que Esther acabaría cometiendo una auténtica estupidez, o
que hubiera escogido a aquella morena para perder los papeles.
-
¿Qué es lo que le pasa?
La pregunta
inesperada de Meike le hizo apartar la mirada de Esther.
-
Tiene problemas con su pareja –le contestó Alex-.
-
Ah, entiendo. ¿Y vas a dejar que se desquite con
esa? –le preguntó Meike-.
Alex la miró
entonces a los ojos. Meike era una mujer de pocas palabras, pero siempre
increíblemente directa y clara. De hecho Alex se había quedado bastante cortada
cuando le había sido sincera diciéndole que le gustaría enrollarse con ella y
que no le importaba si era sólo por unos meses, que le gustaba y quería pasarlo
bien el tiempo que durara sin demasiados problemas. Alex no estaba acostumbrada
a aquellas cosas, en el fondo era una romántica empedernida, enamorada
platónicamente de Esther desde hacía ya demasiado tiempo, y pese a que había
intentado olvidarse de su forma de ser entregándose a la relación sin problemas
que le ofrecía Meike, ambas sabían que no había funcionado y nunca funcionaría
por ese mismo motivo. Alex soñaba con el amor, Meike agradecía y disfrutaba de
lo que quería y la vida le entregaba.
-
No puedo hacer nada, es cosa suya. Ella elige
–le contestó Alex-.
-
Ella ahora mismo no sabe ni lo que quiere, ni lo
que le pasa ni lo que en realidad hace –le dijo Meike-.
-
Por eso mismo no quiero ser yo con quien se
desquite, me destrozaría –le contestó Alex y Meike supo de lo que le hablaba,
ya llevaban tiempo conversando sobre aquel punto-. La quiero.
Meike la atrajo
hacia sus brazos y la retuvo unos segundos bajo su abrigo, luego se miraron a
los ojos y sin querer evitarlo Meike la besó dulcemente en los labios mientras
en los ojos de Alex caían unas lágrimas silenciosas.
---
La cabeza de
Esther era un hervidero, como su sangre. A pesar de acercarse a la pista de
baile para que la música retumbara sobre su cuerpo más que las horas de
silencio que habitaban en ella esperando una llamada de Maca que no se había
producido tras su pelea, nada conseguía suavizar aquel remolino que a aquellas
alturas de la noche, y bajo el alcohol, se presentaba huracanado arrollando sus
entrañas. Miró a la mujer con la que estaba bailando, ni siquiera sabía por qué
había aceptado su invitación, sólo se había fijado en sus ojos, color miel como
los de Maca, y luego en su actitud felina, tan segura de sí misma que a Esther
la había enfurecido. Perversamente decidió jugar, jugar con ella. ¿Qué había de
malo en que ella también coqueteara un poco? Se lo había visto hacer a Maca
cientos de veces en el pub, y saber que nunca había sido después de estar
juntas, no la frenó para dejar que la morena se le arrimara y cogerla de la
cintura.
-
“Bailas muy bien” –le susurró la morena-
Esther se rió
con ganas. A pesar de que la chica se lo susurró en inglés, aquel halago típico
de ligue le hizo demasiada gracia.
-
Ese tipo de frases no funcionarán conmigo –quiso
ser mala-.
La morena se le
quedó mirando un poco perpleja ante sus palabras, pero sonrió gratamente bajo
sus ojos brillantes y aprovechó una canción lenta para abrazarse a ella.
-
¿Y qué se supone que funciona contigo? Me
gustaría saberlo –le preguntó mientras dejaba que su mano descendiera por la
espalda de Esther hasta la curva de inicio de sus glúteos-.
Esther no se
molestó en mirarla, ni siquiera reaccionó a aquel sobeteo descarado que le
resultó patético. “¿En serio les funciona? Debe ser acojonante quererse tanto
que hasta llegues a creer que con un poco de milonga caerán todas rendidas a tus
pies”, pensó Esther. Por un momento la figura explosiva de Verónica se
materializó ante sus ojos y se puso rígida de golpe. Su sonrisa blanca, sus
ojos, su paso y toda su actitud corporal despedían una seguridad en sí misma
aplastante, como si fuera capaz de conseguir todo aquello que quería sin más, sin
dudas ni trabas. Esther apretó los dientes, y también sus manos entorno a la
mujer que tenía entre sus brazos. Sin pretenderlo hizo que sus cuerpos quedaran
totalmente pegados y la morena se sintió alentada. Ambas permanecieron bailando
estrechamente unidas pero por distintas razones, hasta que Esther pudo
focalizar sus ojos lejos de la ira y al levantarlos vio a lo lejos a Meike
besando a Alex.
Continuará...
Mira es que en serio a ti con este trozo seriaalgo así como "no hay comentarios" pero que quieres....no me lo puedo callar si esto lo venía diciendo yoooo que tanta cosa escondida no es buena pal alma.......pero sabe sque me jode? que Esther tanto que pone el grito en el cielo con l de Vero y Maca que no pasa de ser una amiga que ayuda a la otra y más encima la madre de Esther es cómplice!!! coñoooooooooooooo
ResponderEliminarQuizás lo que me jode es que Esther hace un rato ya sabe que alberga ciertos sentimientos por Alex y ahí está calladita como `puta!!!!!!!!!!!! coño que se nota su inmadurez cuando pasan este tipo de cosas......no todo es blanco y negro ........pero que digo si eso es un refran popular!!!!!!!
Chiquilla! respiraaa! que te va a dar algo! jeje!...y sip estoy de acuerdo contigo, Esther siente algo por Alex y también lo oculta y ahora ha encontrado la excusa perfecta para sacarlo a la luz....negro muuuy negro veo yo el futuro de estas dos juntas....a calla! que no he encendido la luz jeje!
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