“DIBUJADA EN MI MENTE" (TOMO 2)
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
91
Amsterdam.
Alex vio como los alumnos poco a poco iban saliendo del aula y mientras
eso sucedía, más nerviosa se ponía al ver que Esther remoloneaba para no abandonarla
con ellos. Estaba claro que quería que se quedaran a solas. La cabeza de Alex
no había parado de pensar, decirse y desdecirse, tratando de encontrar la mejor
salida posible para salvar la relación entre las dos, pues Alex tenía la clara
convicción de que Esther se arrepentiría de lo ocurrido y pronto alzaría entre
ellas esa invisible muralla que las alejaría irremediablemente. En dos semanas,
Kate y Esther se marcharían, y Alex no tenía ninguna duda del alivio que para
Esther supondría no tenerla ya a su alrededor. En cambio, ¿cómo iba ella a soportar
no ver a Esther? ¿hablar, compartir… reír con ella y distinguir sus olores
entre la ropa de la colada diaria? “¡Qué
estúpida he sido! Debí aprovecharme cuando tuve oportunidad, todo va a romperse
de igual modo”, pensó conmocionada Alex mientras terminaba de recoger las
últimas carpetas sin atreverse a mirar más allá de su escritorio.
-
Alex
Alex escuchó su nombre pronunciado en aquel suave murmullo que le erizaba
la piel, y tuvo que cerrar los ojos para que no le doliera tanto.
-
Alex, ¿podemos hablar? –le preguntó temerosa
Esther. Sus manos temblaban y se aferró a las asas de su mochila para
evitarlo-.
-
Claro –contestó Alex atreviéndose finalmente a
levantar sus ojos de lo que estaba haciendo-.
Entre las dos hubo un instante de silencio, pero Esther había tomado la
decisión de aclarar las cosas y disculparse, y se armó de valor.
-
Alex, necesito volverte a pedir perdón por lo de
anoche. Yo… -Esther no sabía cómo expresar todo lo que sentía, el remolino interno
que habitaba en ella la mantenía mareada en un continuo movimiento-. Llevo todo
el día angustiada por ello, y aunque me dijeras que me quedara tranquila, y que
no pasaba nada, sé que te he hecho daño y conociéndote, se que te debe estar
afectando –Esther tenía un nudo en la garganta, y aunque una parte de ella
quiso tocarla al ver sus ojos brillantes, resistió su gesto hundiendo esta vez
las manos en los bolsillos de su vaquero-. No sabes lo culpable que me siento
por haber defraudado nuestra amistad y aprovecharme así de ella. No sé que pudo
ocurrir para comportarme así contigo.
En aquel punto Esther ya no se atrevió a seguir mirándola, la culpa se
unía a un fuego extraño cuando recordaba besar a Alex, el calor de su cuerpo,
las ansias sentidas por tocarla… En unos segundos, la ropa había sobrado tanto
aquella noche. La mente de Esther recordó dónde habían ido a parar sus manos
mientras se besaban, y sin querer sus ojos se posaron en el escote de Alex
furtivamente. Las manos de Esther empezaron a sudar y agradeció tenerlas en sus
bolsillos. “Dios mío, soy una hipócrita. ¿Por qué me está pasando esto?”
Alex vio como Esther se retorcía incómoda frente a ella, las señales
estaban claras, la muralla empezaba a alzarse entre las dos. Todo había sido un
grave error, Esther la había besado ofuscada por los sentimientos encontrados
que la traición de Maca le provocaban. Podía haber sido cualquiera, pero le
había tocado a ella y ahora la perdería del todo, perdería su amistad, poder
estar a su lado… Esther se alejaría bien lejos para evitarse problemas. “Nunca debí decirle que la quiero, nunca… Soy
tan estúpida. ¿Quién no correría ante algo así teniendo pareja?” El silencio y
la incomodidad de Esther, empezaron a ahogarla. La sensación de que se le
escapara de entre las manos era insoportable. Alex no podía imaginar no tenerla
en su vida, simplemente no podía por mucho que a veces pensara que sería lo
mejor.
-
¡No ha sido tan grave! –la voz de Alex sonó
sorprendiéndolas a las dos. Esther alzó la cabeza ante sus primeras palabras y
su tono jocoso, pues aliviaba-. Somos amigas, nos apreciamos, y sé que estás
pasándolo mal con Maca. Ahora mismo debes de estar hecha un lío con el tema, y
bueno… simplemente pasó, no eras realmente tú. La rabia a veces adopta formas
extrañas y cometemos estupideces por pura rebeldía. En serio, estoy bien, sólo
fue un beso y no deberías comerte la cabeza por ello, no fue para tanto. Además
no es la primera vez ni que me pasa ni que me he visto en una situación
parecida por mi propio despecho. Relájate, no es tan raro ¿sabes? –Alex quiso quitarle
hierro al asunto pues parecía su única salida, y se calzó de una indiferencia y
una fuerza que para nada poseía-. Sé que debes sentirte fatal por Maca, pero de
verdad que sólo fue un beso sin importancia, estas cosas pasan.
-
A mí no, a mí estas cosas no me pasan –le dijo
Esther-.
Sus ojos se
clavaron cual espejos. Alex tragó saliva, y por un momento bajo la firme e
inflexible mirada de Esther, tuvo la sensación de que su coraza y determinación
volverían a caerse.
-
Sí, me imagino que no –Alex se puso más seria,
la angustia de Esther por lo ocurrido era evidente. Estaba claro que para ella
las acciones, las palabras, eran importantes, no podía banalizarlas. Su
entereza era algo que admiraba enormemente-. ¿Aún quieres a Maca?
-
¡Sí!
La contestación
rotunda de Esther taladró a Alex pese a esperarla, siempre había sabido la
respuesta a aquella pregunta y nada lo cambiaría.
-
Entonces es todo lo que importa. Por mi parte no
hay ningún problema, tú estabas allí, yo estaba allí, y un desafortunado
momento de calor lo tiene cualquiera. Para mí está olvidado, ¿amigas?
Esther contempló
la mano extendida de Alex hacia ella, se sentía descolocada y nada tranquila
con lo que sentía pese a que Alex se lo ponía tan fácil. ¿Qué estaba haciendo realmente? ¿De verdad
podían olvidar lo ocurrido? Esther no sabía si sería capaz de algo así, no era
su forma de ser. Sentía que amaba tanto a Maca, y sin embargo…
-
Amigas –contestó Esther tomando su mano, y sólo
su simple contacto turbó a las dos a pesar de sus esfuerzos por disimularlo-.
Madrid.
Maca se reunió
con Verónica en el pasillo del hospital.
-
¿Ya has terminado? –le preguntó Maca, pues sabía
que Verónica tenía una de sus revisiones con el oncólogo-.
-
Sí, todo bien. Antonio dice que la radioterapia
ha ido muy bien y que se me ve más fuerte. La verdad es que yo también me
siento con más energía, no sé… tengo mis momentos, ya sabes, pero voy mejor.
-
¿Ya has cogido cita con la psicóloga? –le
preguntó Maca mientras andaban -.
-
No, todavía no
Maca se paró en seco. Aquello ya lo habían discutido.
-
¿Qué? –preguntó Vero con cara de buena chica-.
-
Ya sabes qué… -le dio como respuesta Maca
alzando una ceja suspicaz-.
-
¡Estoy bien! Sólo fue un momento de bajón, pero
desde que hablamos estoy mucho mejor… empiezo a asimilarlo –le aseguró
Verónica-.
-
Sí, por eso no has vuelto a salir de noche y por
eso mismo no contestaste al mensaje de Paula el otro día –le dijo Maca
volviendo a retomar el paso-. En serio Verónica, tienes que coger las riendas
de la situación, no te veo célibe para el resto de tu vida, tarde o temprano
necesitarás estar a solas con alguien y no estaría nada mal que te ayudaran a
solventar esta fase de duelo que necesitas pasar tras lo ocurrido.
-
Lo sé, lo sé… ¡Dios, cuando te pones así te
odio! –le reprochó Verónica. Maca tenía el don de empujarla a hacer cosas de
las que por norma se escondía-. Llamaré para pedir cita con la terapeuta,
¿contenta?
-
Sí.
Verónica sabía que su respuesta era sincera, pero la pelea con Esther y
el no poder localizarla en todo el día, mantenía una pesadumbre y un cansancio
en el rostro de su amiga fuera de lo normal.
-
¿Todavía no has podido hablar con ella? –le
preguntó-.
-
No, este puto trabajo no me deja tiempo de nada
–estalló Maca estresada mientras recogía en la mesa de enfermería los papeles
de alta que tenía que pasar a ordenador lo antes posible-.
Verónica le frotó la espalda mientras Maca descargaba su mal humor
apoyada en el mostrador.
-
Lo siento, es que… parece que no quiera cogerme
el teléfono, no sé nada de ella desde ayer, ni un puto mensaje y no saber en
qué piensa me está matando –se desahogó Maca. No estar bien con Esther la
desconcentraba enormemente. Hasta Cruz se había dado cuenta de que no estaba en
lo que estaba aquella tarde-.
-
Joder, lo siento Maca, pero tranquila.
Seguramente está en clase o haciendo algo, y no puede responderte –quiso
tranquilizarla Vero-.
-
Vero, siempre me responde… en la facultad tiene
internet, si no puede contestar al teléfono siempre me escribe por washap –Maca
sacó su móvil y le enseñó la pantalla. Había un montón de mensajes y ruegos de
Maca hacia Esther-.
Verónica torció el gesto.
-
Ups, pues o bien está muy cabreada o se le ha
jodido el móvil. No sabes cómo me alegro de que no sepa que te besé, ¿te imaginas?
¡Me mataría! –la verdad es que se sentía bastante culpable de la situación,
pero no pudo evitar bromear, no le gustaba ver a Maca así-.
-
No lo digas ni en broma –contestó Maca-. Ahora
mismo, no sé con qué Esther estoy tratando, te lo juro… estoy en terreno
desconocido, y te aseguro que no me gusta, no me gusta nada.
-
Si quieres que hable con ella, sabes que sólo
tienes que decírmelo, en serio –se ofreció Verónica-.
-
No, es mejor que sea yo quien aclare las cosas
con ella… eso si me deja –se lamentó Maca-. Te tengo que dejar Vero, tengo
mucho trabajo y no soy muy buena compañía ahora mismo. Lo siento.
-
Tranquila, no te preocupes por mí. Te veo en
casa mañana –le dijo Vero y la besó en la mejilla-. Ánimo, seguro que se
resuelve.
-
Sí. Nos vemos.
Maca se alejó por el pasillo con la cabeza gacha y un montón de trabajo
bajo el brazo. Verónica se lamentó de no poder hacer nada por ella.
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