La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
52
Eran las doce del medio día, llevaban casi una hora esperando en los
pasillos del juzgado y aún no sabían nada. Pedro Wilson y Cruz, se encontraban
en el interior de la sala como representantes de la compañía, mientras Vilches,
Javier, Héctor y Maca permanecían a la espera de que se les llamara si se les
requería.
-
Estos tardan mucho ¿no? -exclamó Eva, que en señal de apoyo, se
encontraba al lado de Maca a la espera de conocer la decisión tras la vista-.
-
Una eternidad, sí -le contestó Maca dejando de apoyarse contra la pared
y echando a andar nuevamente por el pasillo nerviosa-.
Eva la observó. La última semana había sido un cúmulo de nerviosismo e
histeria colectiva, pues se habían pasado la mayor parte del tiempo analizando
pros y contras sin llegar a tomar ninguna decisión al respecto de lo que hacer
con la información que habían obtenido del DMIT. Laura las observaba desde el
otro lado del pasillo sin decir nada, a Eva le hubiera gustado que estuviera
más comunicativa y receptiva dado las circunstancias, pero lo cierto es que
Laura se había mostrado más tensa y distante con ella a medida que se acercaba
la fecha, por lo que Eva no había encontrado ni el momento ni el valor oportuno
para contarle en qué andaban metidas.
Eva suspiró, ahora ya era tarde. La fecha se había precipitado sobre
ellas como un león hambriento, sólo podían esperar, quedarse muy quietas y
rezar para que aquel animal feroz se alejara de ellas sin destrozar sus vidas.
Al cabo de quince minutos, los integrantes del equipo del proyecto
fueron llamados. Eva y Laura tuvieron que esperar fuera.
-
¿Estás nerviosa? -le preguntó estúpidamente Laura a Eva-.
-
No, que va... estoy como una rosa -le contestó Eva más despótica de lo
que pretendía, pero es que estaba enfadada con Laura debido a su actitud fría y
esquiva de los últimos días-.
Laura no entró en su sarcasmo. Se acercó hasta a ella, y le pasó un
brazo por la cintura mientras se colocaba a su lado. Eva la miró, esta vez más
con miedo que con enfado, Laura tiró de ella y Eva dejó caer su cabeza en el
hombro de aquella mujer. Laura besó su pelo en señal de comprensión.
-
¡Saldrá bien, te lo prometo! -le susurró-.
Y Eva quiso creerla.
.....
Cuando Maca entró en la sala el corazón le bombeaba con tanta fuerza que
le dolía el pecho. Frente a ellos, al final del pasillo cinco hombres vestidos
de uniforme revisaban y escribían sobre la documentación del caso mientras los
esperaban, Maca tragó saliva, aquel silencio le ahogaba. Miró a la izquierda, y
vio a su padre y a Cruz mirándola, esbozaron una sonrisa pero parecían
inquietos. Raúl estaba con ellos, revisaba en silencio algún papel y parecía
más tranquilo que el resto, cosa que le
pareció positivo en cierto modo, así que se aventuró a mirar hacia su derecha,
y entonces la vio. Junto a una mujer vestida de uniforme que le pareció ser la
que llevaba la parte contraria del caso, se situaba la misma mujer que la había
abordado una noche en el pub de ambiente, la misma que había ido tras ella en
el centro comercial... Al chocarse con su mirada no pudo evitar sentir cómo un
resquicio de furia surgía dentro de ella, parecía que hacía mil años desde que
la vio por primera vez, sin embargo le bastó verle esbozar una sonrisa
maliciosa para que le repeliera por completo. Por instinto se irguió ante
aquella mirada, y caminó con paso más sereno y audaz hasta la silla que le
esperaba junto a sus compañeros. En cuanto todos tomaron asiento, la sesión se
reanudó.
---
Esther entró sin ser vista en el juzgado, ataviada como mujer de la limpieza
había pasado inadvertida mientras esperaba la resolución del caso de Maca. Llevaba
casi hora y media de incógnito cuando por fin sonó en su móvil la llamada que
esperaba.
-
¡Está dentro!
Fue lo único que le dijo aquella voz masculina que la unía al veredicto.
Esther no tuvo que añadir nada, la comunicación se cortó y ella tuvo apenas
unos segundos para recomponerse. Marcó el número de Laura.
-
¿Sí? -preguntó Laura al otro lado de la línea al ver el número privado
en la pantalla-.
-
Soy yo, plan B -le dijo Esther poniéndose tensa de pronto-.
-
Aun no han salido -le comunicó Laura sin querer añadir demasiada
información, pues aún tenía a Eva entre sus brazos-.
-
La espero... ya sabes qué hacer -le comunicó Esther-.
-
Hasta luego -le dijo Laura y ambas colgaron el teléfono-.
Esther subió una planta por encima de la sala donde se celebraba la
vista. Se deshizo del carrito en una habitación de mantenimiento y se cercioró
de que no hubiera nadie dentro del aseo de mujeres. Bloqueó el ascensor de la
sala sur, para asegurarse de que subieran por el apropiado, y luego se cambió
de ropa en una de las cabinas mientras esperaba. La adrenalina ya corría por
sus venas a raudales, pronto volverían a estar cara a cara. Tomó aire y trató
de relajarse mientras terminaba de prepararlo todo.
---
Eva la vio salir de la sala pálida, inmediatamente supo qué estaba
pasando y se dirigió hacia ella.
-
¿Qué ha pasado? ¿qué han dicho? -le preguntó Eva sin querer conocer en
verdad la respuesta -.
Maca la observó con la mirada ida. Aún estaba conmocionada por el revés
que había sufrido la vista. Ni siquiera se sentía con fuerzas de explicarle
nada a su amiga, pero tampoco hizo falta. Eva ahogó un grito al darse cuenta de
lo que pasaba, y se quedó tan helada como ella.
-
Maca, escúchame... -le dijo de pronto Laura aprovechando que Pedro
Wilson se encaraba con Raúl, tratando de buscar una medida desesperada- No
tenemos tiempo, así que haz lo que te digo... ¡Maca!
Laura la sujetó fuertemente del brazo y entonces Maca reaccionó
mirándola.
-
Van a asignarte un par de oficiales hasta que te incorpores, así que no
tenemos tiempo. En cuanto quieran sacarte de aquí para acompañarte a casa, no
les dejes. Di que necesitas ir al baño, el de esta planta está bloqueado, así
que pase lo que pase ... INSISTE, !¿me oyes?! Sólo hay otro en la planta de
arriba. ¿Me has entendido? ¡Necesitas ir al baño con urgencia! ¡Es importante!
-le dijo Laura dándose prisa, pues ya se acercaban los agentes que acompañarían
sin duda a Maca hasta nueva orden-.
Tanto Maca como Eva la miraron con curiosidad, pero no pudieron
preguntarle nada. De pronto la mujer que había estado en la sala se colocó al
lado de Maca.
-
Señorita Wilson, somos su nueva escolta hasta que se cumpla su incorporación.
Por favor, acompáñenos -le dijo Azucena haciendo alarde de una buena voluntad
que sin duda no tenía, sin embargo era consciente de que sus supervisores la
observaban-.
-
¿Eh? -Maca se quedó descolocada durante un segundo entre el mazazo que
había sufrido en la sala, las palabras enigmáticas de Laura y el asalto de
aquella mujer que con palabras diplomáticas vestía la jaula en la que iban a
encerrarla-.
No sabía que hacía, pero en su boca
aparecieron las palabras que le había dicho Laura.
-
Necesito ir al baño -le dijo Maca-.
-
Le acompaño, está justo ahí -le dijo la mujer-.
Maca echó un vistazo a Laura, pero ella no le devolvió la mirada, se
limitó a hacer un ligero gesto afirmativo con la cabeza mientras sujetaba a Eva
por la cintura, la cual miraba a Maca al borde de la desesperación y no entendía
que coño le pasaba a Laura. Maca echó ha andar hacia la puerta con el
indicativo de lavabo. Al encontrarse frente a ella, un cartel indicaba que los
aseos estaban estropeados y que los más cercanos estaban una planta más arriba.
Maca tuvo la tentación de mirar a Laura, pero un instinto de supervivencia le
susurró que no lo hiciera.
-
Estos no funcionan -le dijo Maca a la mujer que contrariada por aquel
contratiempo, no pudo camuflar por un momento el desagrado en su rostro. Antes
de que reaccionara, Maca insistió-. Es urgente, con los nervios de la espera he
bebido más de la cuenta... vaya, que me meo viva.
Azucena la miró, iba a pedirle cortésmente que aguantara hasta que la
escoltara a su domicilio, pero Maca se adelantó con su explicación en voz alta
y clara, y tuvo que aceptar a regañadientes sabiéndose supervisada por sus
oficiales al mando.
-
Acompáñeme -le dijo Azucena y ambas se dirigieron al ascensor rumbo a la
planta de arriba-.
Mientras las puertas del ascensor se cerraban conduciéndola a un futuro
incierto, pudo ver como Laura conducía a Eva por el pasillo en dirección
contraria.
53
Maca no dijo nada mientras subía por el ascensor, ni siquiera se atrevió
a mirar a su acompañante porque presentía que a aquella mujer le encantaría
tener una excusa para tener una confrontación con ella. En cuanto volvieron a
abrirse las puertas, sintió alivio por el espacio abierto. Aquella planta
parecía vacía. Divisó el indicativo de los aseos y avanzó por el pasillo
seguida de cerca por Azucena que mantenía una actitud tensa y apremiante.
Cuando se halló frente a la puerta de los servicios, un nudo se apoderó de su
estómago, cerró los ojos antes de alcanzar el pomo con un leve suspiro, aún
esperaba algún tipo de milagro tras escuchar las palabras de Laura. Abrió la
puerta y entró, pero entonces se encontró con la mano de Azucena antes de que
se cerrara la puerta.
Maca la miró con sorpresa e irritación.
-
¿Qué? ¿También va a mirar cómo meo? -sin pensarlo su vena más despótica
y rebelde apareció de improvisto, fulminando a aquella mujer con la mirada sin
importarle las consecuencias-.
-
Tengo que revisar la estancia, espere aquí -le contestó con frialdad
Azucena devolviéndole la misma agresividad con la mirada-.
A regañadientes Maca se quedó plantada en mitad del aseo con los brazos
cruzados sobre el pecho. Azucena se agachó a mirar por debajo de las cabinas
individuales, pero no encontró pies.
-
¡No sea paranoica! ¡aquí no hay nadie y me estoy meando! -le dijo Maca
tratando de disimular la decepción que había causado en ella no encontrar una
medida de salida en el interior de aquellos aseos-.
Entonces Azucena sacó su arma, Maca dio un respingo por la sorpresa y
pudo ver como una sonrisa cínica y satisfecha atravesaba el rostro de aquella
mujer. Maca se acobardó y aquel temor debió satisfacer más aún a su
acompañante, que le mantuvo la mirada unos segundos. Luego empezó a abrir con
patadas secas una a una las cabinas de los servicios en busca de alguien oculto. A Maca el pulso se le agolpaba en la garganta
a medida que una puerta se abría y con ella se desvanecía una oportunidad de salir
de aquella situación. Sólo quedaban tres puertas, Azucena aferró el arma con
fuerza, respiró y se dispuso a abrir la siguiente y de pronto...
En una fracción de segundo, la puerta se abrió hacia el lado contrario y
alguien envistió contra Azucena desde el interior del habitáculo. A Maca
aquello le produjo tal sobresalto que no se dio cuenta de que era Esther la que
forcejeaba en el suelo del baño con aquella mujer, tratando de despojarla de su
arma, hasta pasado unos instantes. Esther le propinó varios golpes en el brazo
a Azucena hasta que consiguió que se le resbalara el arma de las manos, pero luego la mujer le dio un tremendo rodillazo
a Esther en la tripa para quitársela de encima. Azucena aprovechó aquel momento
para incorporarse y volver a coger el arma, pero Esther reaccionó y con una
llave barrió los pies de aquella mujer haciéndola caer de nuevo. Maca estaba
congelada, incapaz de procesar lo que estaba ocurriendo, sus ojos vagaban de
una mujer a otra sin poder reaccionar. Esther empezó a propinarle puñetazos a
Azucena a fin de abatirla, pero su contrincante también era fuerte y recibió
otros tantos de ella. De pronto Azucena jugó una buena mano, le dio una mala
patada y tumbó a Esther, como un rayo se dirigió de nuevo hacia el arma. Maca
creyó que todo pasaba a cámara lenta y entonces, por instinto, cogió una
papelera de acero que tenía cerca y la descargó de un golpe seco contra Azucena
que cayó redonda a dos palmos del arma.
Esther se incorporó con cierta dificultad del suelo y se acercó hasta
Azucena. Comprobó sus constantes vitales.
-
Se pondrá bien -dijo pensando en voz alta-.
Maca no dijo nada. Esther entonces la observó, sus ojos estaban abiertos
por el espanto y el asombro, y permanecían fijos en la mujer que había
noqueado.
-
¡Maca! -la llamó con suavidad Esther tomándola por los hombros-.
Pero Maca no podía apartar la vista de aquella mujer caída en el suelo,
sin darse cuenta empezaba a hiperventilar.
-
¡Maca! ¡Se va a reponer! -le aseguró con tono firme Esther-. Venga,
tenemos que irnos.
Entonces Maca reaccionó.
-
¿Irnos? -se sorprendió-.
-
Si... no tenemos mucho tiempo, venga -le dijo Esther soltándola y
dirigiéndose de pronto hacia el último servicio.
Maca no pudo más que seguirla y cuando llegó allí, Esther ya estaba
encima de la cisterna del retrete levantando una de las placas de pladur del
canal del aire acondicionado. De su interior sacó una bolsa, la abrió y sacó
unas cuerdas y unos artilugios que eran parecidos a los arneses de escalada
pero mucho más pequeños. Esther no tenía tiempo para explicaciones. Se colocó el
suyo, y ancló los ganchos. Luego bajó y empezó a enfundar un cinturón a Maca
igual al suyo.
-
No te preocupes, todo va a ir bien, sólo haz lo mismo que yo -le fue
diciendo Esther tratando de sonar tranquilizadora mientras lo preparaba todo-.
Maca no entendía, no reaccionaba... solo... se dejaba llevar.
-
Vamos -le dijo Esther y se detuvo a mirarla unos segundos a los ojos
para cerciorarse de que aún una parte de ella seguía alerta-.
Se subió a la cisterna y enganchó su arnés. Apretó un botón y la polea
la subió hasta el interior del conducto del aire. Maca flipó. Mas atenta ahora
que sabía lo que iban a hacer.
-
Toma, engánchalo al cinturón -le indicó Esther desde arriba, tirándole
la cuerda-.
Maca hizo lo mismo que le había visto hacer a Esther y en unos pocos
segundos se encontró a su lado. Esther se aseguró de que todo quedara recogido
y volvió a poner la tapa de pladur en su sitio, encajándola perfectamente. Al
girarse, se encontró con la cara de Maca a escasos centímetros de su rostro.
Casi se había olvidado de lo hermosa que era y de lo bien que olía. Se tensó
como una cuerda al darse cuenta de lo que estaba pensando, y se obligó a recomponerse
de nuevo.
-
Sólo tenemos unos minutos para que vengan a buscarte, así que salgamos
de aquí -le dijo Esther esquivándola como pudo en el pequeño espacio y
poniéndose a gatear rumbo a la salida que había trazado-.
-
De acuerdo -aceptó Maca imitando a Esther-.
....
Laura cogió otra curva a todo gas. Eva que viajaba en el asiento del
copiloto, la miraba atemorizada aun conmocionada por lo que le había visto
hacer.
-
No me mires así, era necesario -le dijo Laura sin girarse a mirarla
mientras conducía concentrada. Lo que Eva estuviera pensando sobre ella, la
inquietaba-.
-
¡¡¡¿Golpear al guardia de seguridad por la espalda y robar este
deportivo era necesario??!!! -preguntó Eva casi al borde de la histeria-.
-
Sí, necesitábamos un coche rápido y que no pudieran asociar con
nosotras. Al guardia sólo le dolerá un par de días, era lo mejor para él, así
no le despedirán cuando vean que han robado el coche y él no hizo nada para
detenernos. Le he dejado una buena coartada .
Eva se quedó con la queja en la garganta,
pues no había pensado en aquello.
- ¿Pero, por qué? ¿qué mosca te ha picado?
¿Y a qué ha venido lo de Maca? -las preguntas se agolpaban en la cabeza de Eva
y ya no podía esperar para obtener las respuestas-. ¿Laura, qué está pasando?
-
Esther está encargándose de Maca, os vamos a sacar del país. Nos
reuniremos con ellas en breve... si es que todo sale bien -dijo Laura, y en la
última frase Eva identificó el temor y la duda-.
Eva se quedó callada unos instantes, Laura la observó por el rabillo del
ojo mientras conducía, parecía que trataba de asimilar lo que acababa de
ocurrir, le dejó tiempo.
-
¿Los del DMIT no se llevarán a Maca? -preguntó de pronto Eva-.
-
No -le contestó Laura-.
-
¿Y eso no traerá consecuencias? Digo, que bueno... huir de una orden
judicial, ¿no será peor? -Eva arrugó la frente preocupada por aquel hecho-.
-
Sí, y no... -le respondió Laura saltándose un semáforo y girando
bruscamente por una callejuela-. Esther se encargará de que eso no ocurra.
-
¿Pero cómo? -le apremió Eva que no las tenía todas consigo-.
Entonces Laura entró en una cochera abandonada y paró el vehículo. Se
tomó unos segundos para mirarla antes de que todo volviera a empezar de nuevo.
-
Aún no lo sé, nos lo dirá a su debido tiempo -entonces vio el recelo en
la expresión de Eva y suspiró-. Mira, jamás he desconfiado de Esther, nunca me
ha dado motivos para ello, así que no voy a empezar a hacerlo ahora que he
puesto en sus manos a la persona que más me importa -le dijo Laura con
suavidad-.
Eva se quedó clavada ante aquello. ¿Se refería a ella, no? La sonrisa de
Laura se lo confirmó y no pudo más que devolvérsela exultante de felicidad.
-
Va a ir bien, ella sabe qué hacer. Ahora vamos... tengo que cumplir mi
parte ¿vale? -le dijo Laura y antes de que pudiera alcanzar la manilla de la
puerta, Eva se le echó encima robándole un beso que las dejó sin aliento-.
Fuera lo que fuera lo que les esperaba, no podía negar que era
excitante.
Continuará....
Muuuy excitante...
ResponderEliminarMe da que la verdadera acción está por caer pronto. Al menos eso espero que estoy que no me quedan uñas :-P
jajaja... no es por ser mala, pero la tensión entre estas dos va a aumentar y mucho. Ve dejándote crecer las uñas para la siguiente entrega ;)
EliminarSaludos!