lunes, 20 de mayo de 2013

De Blanco y Negro a Color - 54 y 55 -




La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.



54

10 horas más tarde. Las 23:00 horas, en algún lugar de Italia.

Eva se detuvo frente a la puerta del baño, pensando en si ya era el momento de intervenir en los tiempos de respuesta de su amiga, o si debía cederle un poco más de espacio. Entonces recordó que llevaba cerca de una hora encerrada en el baño desde que habían llegado a lo que sería su casa por tiempo aun no definido, así que tomó aire y llamó:

-         Maca, ¿estás bien? -preguntó con voz dudosa Eva desde el otro lado de la puerta-.

Maca dejó de mirarse un momento en el espejo para mirar hacia la puerta cerrada. Se sentía exhausta y confusa, no entendía ni cómo ni por qué le estaba pasando aquello... todo era... demasiado, sencillamente y sobrecogedoramente, demasiado.

-         Sí, dame unos minutos... ya salgo -le aseguró Maca, pensando que no tenía ningún sentido preocuparla más de lo que seguramente ya estaba-.
-         Vale, estaré aquí fuera -le dijo Eva algo más esperanzada-.

Maca agachó la mirada concentrada en el silencio y luego en el ritmo de los pasos de Eva alejándose de la puerta. Suspiró. Volvió a mirarse en el espejo, tratando de asimilar que aquella era ella, que aquello le estaba ocurriendo a ella. Se pasó los dedos por el pelo aún mojado tras el baño, y volvió a observar en su rostro los estragos que las noches de malos sueños, las preocupaciones y el cansancio acumulado hasta ese preciso momento, habían causado. Sí, era la misma persona, aquella era su vida.

“Tras valorar lo aquí expuesto, este consejo concluye que el proyecto ST-Lar6000 pasa desde este mismo momento a disposición del DMIT , a la que la empresa Wilson deberá ceder al completo la investigación, así como los derechos de protección de datos, patentes y prototipos desarrollados. Así pues, y dado la importancia del proyecto en lo referente a seguridad nacional, se concede al DMIT a modo tutelar y por un periodo no inferior a dos años ni tampoco superior a cuatro, la colaboración de la investigadora Macarena Wilson... tiempo que este consejo considera suficiente para resarcirse del cargo que se le amputa por atentado informático a una base de datos gubernamental y por posesión de tecnología no declarada....”

Maca cerró los ojos, aún podía escuchar los golpes del martillo de madera cuando el presidente del consejo había dado por zanjado el caso.

“De 2 a 4 años” pensó Maca con un escalofrío, casi no podía creerlo. Pero entonces las imágenes de Esther golpeando a aquella agente en el baño, su huída por las vías de aire acondicionado hasta la azotea... el cruce que había tenido que realizar colgada de un alambre hasta el edificio de al lado... la carrera en moto hasta el punto de encuentro con Laura y Eva... los pasaportes falsos, el embarque y la llegada a Italia en avión... la camioneta que las estaba esperando, y aquel trayecto de cuatro horas por carretera hasta aquel lugar inhóspito.... ¡NO!, ¡era real! Le gustara o no, lo entendiera o no, aquello era en lo que se había convertido su vida y no estaba segura de poder afrontarlo.

Tres golpes en la puerta del baño volvieron a llamar su atención. Maca se enderezó.

-         Ya salgo -contestó Maca pensando que era Eva-.

Pero al abrir se encontró con Esther.

-         Ah eres tú... pensé que era Eva -dijo Maca reponiéndose de la sorpresa que le había causado el encontrarse a Esther-.
-         Ella y Laura están ya en la cocina. He preparado la cena -le comunicó Esther que se ordenó  a sí misma el no apartar la mirada de los ojos de Maca para evitar sentir la turbación que le había causado en un primer instante encontrársela aún envuelta en albornoz-.
-         No tengo hambre -le contestó Maca, aunque no había tomado bocado desde la hora del desayuno-.

Los ojos de Esther se suavizaron sin que Maca entendiera bien el motivo.

-         Tienes que comer algo, ve a cambiarte -le dijo Esther con suavidad, y luego le echó un vistazo para darle a entender que aún no llevaba ropa encima. Maca pareció no ser consciente de aquel hecho hasta que siguió la mirada de Esther. Con un gesto se escondió y reciñó el albornoz en torno a su cuerpo-. Anda ve... mientras, te serviré un poco de sopa y luego podrás dormir. Ha sido un día demasiado duro.

Maca sólo pudo asentir. Esther le devolvió una tímida sonrisa como aceptación, y luego le dio la espalda para desaparecer por el pasillo. Maca se quedó observándola, pensando que quizá lo único bueno en aquella situación era que tenía a aquella mujer de su lado.

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El cielo estaba despejado, y multitud de estrellas brillaban en lo alto. El sonido de los grillos en la noche era el único canto que rompía el silencio a aquellas horas, y Esther se permitió empezar a relajarse después de un día tan duro y largo. Miró el reloj, eran cerca de las tres de la mañana... “ya debe haber hecho efecto” pensó Esther, recordando como Laura y Eva se habían ido pronto y juntas a la cama tras la cena, y cómo Maca se había retirado también a su habitación tras tomarse una pastilla para dormir. Estaba claro que no había querido quedarse a solas con ella. Esther suspiró, lamentando ser la causa de la incomodidad de Maca, pero ya no podía hacer nada... no podía borrar que la había besado, ni rebobinar y volver al punto en el que estar juntas no se convertía en un momento tenso, sino en horas de conversación, risas y entendimiento. Esther se sonrió por su último pensamiento, “tampoco era que nos lleváramos tan bien que digamos” se recordó a sí misma, llegándole a la mente las multitudes de peleas que habían tenido, pero eso a ella no le importaba, le gustaba que Maca tuviera y defendiera casi a mordiscos sus opiniones, siempre le había gustado.

Con aquel pensamiento decidió que ya era hora de irse a dormir, y entonces al levantarse de la tumbona para ir a la cama, los dolores volvieron a su cuerpo. “Assshhhh.... Mierda”, se lamentó Esther mientras se incorporaba como buenamente podía. Los golpes que el calor y la adrenalina del momento habían camuflado, se presentaban ahora nítidos y agudos cortándole la respiración. Entró en la casa, y cogió un par de bolsas de guisantes del congelador, luego se encaminó a su habitación. Mientras se desvestía, iba descubriendo las huellas cada vez más moradas que habían dejado sobre su cuerpo los  golpes de Azucena. Casi rugió al recordar sus ojos brillantes y encantados por la confrontación, pero se contuvo pensando que aquella arpía no habría salido mucho mejor parada en la pelea. Se aplicó el hielo en el costado donde Azucena le había atizado la última patada, y al hacerlo ahogó un grito... “casi me rompe la costilla, hija de puta”. Masculló Esther con rabia, y se sentó en la cama mientras esperaba a que el hielo hiciera su efecto. Cuando terminó, repitió la misma operación en los nudillos de ambas manos, en las mejillas y en el hombro izquierdo... exhausta, dolorida y engarrotada, sólo logró alcanzar el bote de calmantes antes de meterse en la cama y apagar la luz de su cuarto.

Aquel día parecía haber acabado, y ella sucumbía con él.

55

A la mañana siguiente, fue abrir los ojos y saber a ciencia cierta que estaba bien jodida.

-         Auhh... joderrrr... -se lamentó Esther en cuanto un ligero intento de incorporarse la hizo caer mareada de dolor sobre la cama-.

Cerró los ojos y se concentró en respirar hasta relajarse y así apartar el dolor que sentía. Cuando lo tuvo bajo control movió la cabeza en busca del móvil que estaba sobre la mesita de noche... estiró el brazo y nuevas punzadas la atravesaron haciéndola sudar por el esfuerzo. Estaba demasiado lejos, era inútil. Echó un vistazo al reloj, eran las 10.30 de la mañana. La dosis doble de calmante unida al cansancio acumulado, la había hecho dormir más de lo que acostumbraba. Se lamentó por ello, quedaban muchas cosas por hacer. Volvió a intentar incorporarse.

-         auhhhh.... ohhh... mierdaaaaa... -tuvo que rendirse de nuevo, hiperventilando en la cama-.

Cerró los ojos conteniendo las punzadas agudas que su costado maltrecho emitía. Le costaba respirar y gotas de sudor perlaron su frente. Estaba tan concentrada tratando de evitar que dejara de dolerle que no la escuchó entrar.

-         ¡Esther! -la llamó Maca desde el umbral de la puerta-.

Esther giró la cabeza rápidamente ante la sorpresa. Maca abrió los ojos como platos y la expresión dubitativa y tímida que había percibido en su rostro Esther unos segundos antes, se convirtió en unos pasos decididos y un rostro de preocupación nada disimulado.

-         ¡Dios mío, tienes la cara hinchada y amoratada! -exclamó Maca acercándose a la cama donde Esther se encontraba-.

Esther se pasó los dedos sobre el rostro, y cayó en la cuenta de que los moratones debían estar a aquellas alturas hinchados y púrpuras. Sin embargo, no le dolían salvo que los presionara.

-         Ah, no te preocupes, no me duelen. Supongo que son llamativos, pero no duelen y en un par de días desaparecerán -Esther se sintió en la obligación de tranquilizarla, ya tenía demasiadas preocupaciones-.
-         Pues tienes la cara hecha un cuadro. La hija de puta esa te atizó bien -exclamó con una rabia repentina Maca, lo cual hizo sonreír a Esther-. ¿Qué?

Preguntó Maca aun con el cabreo en el rostro.

-         No, nada... es que me ha hecho gracia volver a verte un poco más, ¡tú! -confesó Esther-.

Maca la miró interrogante unos segundos, y no tardó en darse cuenta a qué se refería exactamente Esther con aquel comentario.

-         Aún no sé muy bien cómo me siento ni qué pensar de todo esto -se sinceró Maca con ella-. Es como si le estuviera pasando a otra persona.
-         Sí, supongo que no es nada fácil de asimilar, pero cómo te dije ayer... aún nos quedan algunas bazas que jugar -Esther miró a Maca a los ojos, necesitaba que la creyera y que la disculpara al mismo tiempo-. Va a salir bien, esta vez no me marcharé ¿vale?

Maca asintió, y luego apartó la mirada viendo que las cosas adquirían una seriedad que la ponía nerviosa.

-         Bueno, será mejor que te levantes, esta vez me toca a mí prepararte el desayuno dado que no me fío de que aciertes a hacer tostadas con ese ojo hinchado -le dijo Maca desenfadada-.

Esther se mordió el labio inferior con un tic nervioso de repente.

-         Mmm... sí, quizá eso sea un problema -Maca alzó una ceja interrogante tras escuchar  aquello-. ¿Le puedes decir a Laura que venga un momento? -le pidió Esther-.
-         Laura y Eva han ido al pueblo a recoger las provisiones que habías pedido, ¿no debían haber ido? -le preguntó dubitativa Maca-.
-         Mierda, me había olvidado por completo -se lamentó Esther cayendo en la cuenta, ahora Laura no podría echarle una mano-. ¡Joder!

Maca la observó suspicaz.

-         ¿Qué es lo que pasa Esther? Si hay algo que yo no sepa o no me hayas dicho por temor a que vuelva a caer en estado autista otra vez, quiero que me lo digas. ¡Estoy harta de que se me mantenga al margen! -le espetó enfadada de pronto Maca creyendo que Esther trataba de apartarla de problemas que le concernían-.

-         Maca, tranquilízate... no es nada de eso, te lo juro -le dijo con voz suave Esther, gritar le dolía-

Maca volvió a observarla valorando si debía creerla. La creyó.

-         ¿Entonces? -le preguntó y al sentarse en un hueco libre del colchón de Esther para acercarse a ella obtuvo la respuesta a su pregunta-.
-         Aushhh..... jodeeeeeeeeeeeeerrrrrrrr.... -estalló Esther de nuevo hiperventilando, mientras una nueva ola de dolor se apoderaba de ella debido al movimiento que el peso de Maca había causado en el colchón-.

Maca se incorporó de un salto por la sorpresa, nunca había visto a Esther en aquel estado. ¿Qué estaba pasando? Sin pensarlo, cogió las mantas que cubrían por entero a Esther y se las quitó.

-         ¡Santo cielo! -soltó Maca con voz ahogada-.

Se acercó y arrodilló en el suelo para observar de cerca el enorme morado ensangrentado que cubría el costado derecho de Esther.

-         Grandísima hijaaaa de putaaa... -masculló Maca con ira mientras reconocía los moratones que la pelea habían causado en el torso, hombro y cara de aquella mujer. De pronto se sintió inmensamente culpable por ello-. Esto tiene una pinta horrible -sentenció Maca con preocupación-.
-         Sí, debe tenerl. -Esther habló pero se le notaba que aún le costaba y que luchaba con el dolor-. Pensé que no me las habría roto, pero me equivoqué. Eso es lo que pasa cuando peleas con alguien que conoce tus puntos débiles y no tiene ningún escrúpulo en utilizarlos -dijo Esther en voz alta pensando para sí misma-.
-         ¿Qué quieres decir? -quiso saber Maca-.
-         Caí de una considerable altura en una misión, y me rompí cuatro costillas, un tobillo y perdí el conocimiento durante 3 días. Azucena era de mi equipo, y estuvo presente durante mi recuperación, conoce mi expediente médico -Maca abrió los ojos por el asombro, no podía creerse que...-. Las patadas que me atizó en el baño, fueron directas hacia la lesión, y por lo visto, consiguió que funcionara.
-         No se puede ser más ruin... -masculló Maca con desprecio-. Tiene que verte un médico.
-         ¡NO! -la fuerza y rotundidad de la voz de Esther la hizo mirarla directamente- ¡Nada de médicos!

Maca asintió ante la persuasión y la decisión que vio reflejadas en su rostro.

-         Entonces al menos, déjame que valore cuántas están rotas -le dijo Maca y para poder proseguir apartó la mirada concentrándose en el gran derrame-. Hice varios cursos de primeros auxilios y de enfermería mientras cuidaba de mi madre, creo que me acordaré de algo.
-         De acuerdo -le concedió Esther, pero al notar sobre su piel dolorida y desnuda los fríos y suaves dedos de Maca se lamentó en seguida de haberlo consentido-. ¡Espera!

Maca se detuvo apartando las manos con cuidado y premura. Ambas se miraron. “Oh, Dios mío.... y ¿qué le digo yo ahora? ¿qué no puede tocarme? ¿qué en lugar de una persona racional, soy una jodida perra en celo cuando está delante aunque me duela como su puta m... las costillas?....” , Esther cerró los ojos, no podía creerse siquiera en lo que estaba pensando, era de locos. Maca la observaba con temor, era evidente que le había hecho daño sólo con rozar la lesión, perdiendo con ello la determinación que había sentido momentos antes creyendo que sus conocimientos podrían ayudarla. “Vale, no eres un animal... puedes controlarte.... ¡ohh coñooo... si al menos me hubiera puesto la parte de abajo del pijama joderrrr!.... ¡No! ¡Ya está! Puedes hacerlo, tienes que hacerlo... es cómo una enfermera, como un médico, no puedes desearla. Venga”, se concienció Esther antes de poder seguir.

-         Vale, sigue -le dijo Esther de pronto-.
-         ¿estás... estás segura? -le preguntó Maca dubitativa-.
-         Sí, pero... -dudó avergonzada-. ¿Podrías taparme de cintura para abajo?, me estoy quedando helada.
-         Ah... ohhhh.... -Maca se dio cuenta que había dejado a Esther destapada por completo, se levantó y recogió la sábana, y al cubrirle las piernas fue entonces consciente por primera vez de su desnudez y de a quien pertenecía realmente. Apartó la vista instintivamente y con cierto rubor de ella en cuanto alcanzó la cintura. Luego se volvió a arrodillar a su lado para valorar el costado-. ¿Lista?

“Qué remedio“, pensó Esther tratando de apartar de su cabeza cualquier otro pensamiento que no fuera el de la lesión.

-         Sí -contestó-.
-         Vamos allá -dijo Maca con cierto temor-.

A Esther se le puso la piel de gallina en cuanto recibió la primera caricia, y se lamentó por haber asustado a Maca que ciertamente había pensado que le había hecho parar porque la presión le causaba dolor y ahora se tomaba aún con mayor delicadeza el tocarla. Pero pronto, Maca detectó el primer signo de rotura con los dedos.

-         Joderrrrr!!! -exclamó Esther confirmándolo a la palpación-.
-         Vale, esta está rota -dijo Maca tomando mayor decisión al darse cuenta de que no había olvidado todo lo que sabía-.

Tanteo la siguiente del mismo modo, hasta que halló de nuevo el reborde y un abrupto salto en la alineación de la costilla.
-         Coñoooo...... jodeeeeeeeeeeeeerrrrrrrr -escupió Esther retorciéndose-.
-         Lo siento -se disculpó Maca, que perdido el miedo palpaba con más presión y decisión-. Vamos a la siguiente.
-         No, espera... -la hizo parar Esther-. Dame un segundo ¿quieres?
-         Si claro, perdona -se disculpó Maca por ser tan insensible al dolor de Esther-.

Permaneció callada a la espera mientras Esther cerraba fuertemente los ojos, para abrirlos y luego volver a cerrarlos. Al mirarla se dio cuenta de que su piel traspiraba gotitas de sudor. Sin darse cuenta, se concentró en cómo una débil gotita descendía por su cuello y luego le caía tranquila en la clavícula. Le pareció estar contemplando las gotas de la lluvia resbalando por el cristal de la ventana, como mil veces había hecho de pequeña para tranquilizarse cuando había tormenta. Pero aquello no era agua de lluvia, y la gota descendió por el esternón creando un surco desviado que terminó desembocando a dos centímetros del pezón de Esther. Maca no se daba cuenta de lo que estaba realmente mirando, le parecía tan natural seguir a aquella gota, que permaneció unida a ella en el detalle y no en su contexto, hasta que la vio resbalar por la curva voluptuosa del seno de aquella mujer, para ocultarse luego bajo el pliegue de aquella pálida, tersa y pequeña pero perfecta montaña de carne.

-         Ya, podemos seguir -le dijo Esther interrumpiendo el viaje de Maca-.

Maca se sobresaltó al escucharla, y en cuanto alzó la vista se encontró con la mirada serena y divertida de Esther. Maca sintió que se ruborizaba, ¿la había pillado mirándola?... se preguntó, pero con un gesto de negación de su cabeza, apartó aquella idea volviendo a concentrarse en lo que importaba. A fin de cuentas, no la había estado mirando por nada sexual, ¿no?

Continuará....

2 comentarios:

  1. Pero, pero... Qué es esto? Cómo nos puedes dejar así? Mí gota de sudor imaginándome la escena se ha secado de golpe.
    Ayyy, mira que te gusta hacernos sufrir!!

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    1. jajaja... la maldad provocadora es algo que se cultiva con los años. Sorry!

      Ánimo, que la historia sigue y seguro que te recompensa este cortocircuito.

      ;)

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