martes, 25 de junio de 2013

De Blanco y Negro a Color - 66 y 67 -




La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
66

Iban de camino al punto de encuentro cuando Eva se detuvo frente a un escaparate, Maca se paró a su lado.

-         ¿Sabes que estoy pensando? -le dijo Eva-.
-         Sorpréndeme -le respondió Maca-.
-         Creo que va siendo hora de que cambies de vestuario -le dijo Eva y con un gesto le señaló el interior de la tienda donde se había detenido en seco-.

Maca echó un vistazo al escaparate, los maniquís no llevaban el tipo de camisetas que ella solía escoger para sentirse cómoda.

-         ¡¡¿Quieres que me ponga eso?!! -le preguntó Maca-.
-         ¿Por qué no? Te van a quedar que te cagas -le dijo Eva-.
-         ¿Qué tiene de malo mi forma de vestir? -frunció el ceño Maca-.
-         Nada, pero creo que va siendo hora de que saques la artillería pesada. ¿O es que acaso no te has dado cuenta de cómo se le van los ojos a Esther cuando estás en pijama? -le dijo Eva con un juego travieso de cejas-.
-         Ya sabes que el médico me dijo que usara top por la noche por el pecho, sino luego me duele la espalda -se defendió Maca ante la insinuación de Eva-. No tengo ninguna intención de pavonearme delante de ella.
-         Bueno, tú no la tendrás, pero yo sí. Así que tira para dentro porque se han terminado las camisetas anchas. A partir de ahora, ajustaditas y con escote -sentenció Eva haciéndole una seña con la cabeza en dirección a la tienda-.
-         Ohhhh noooo... ni hablar.... -se negó en redondo Maca que ya salía por piernas cuando Eva la cogió del brazo-.
-         Ohhhh sí. ¡Ya lo creo que sí! Esta vez va a ser la montaña la que se estampe contra Mahoma -aseguró Eva y a estirones metió a Maca dentro de la tienda-.

....
-         Ya deberían estar aquí -le aseguró Laura algo inquieta-.
-         Tranquila, se habrán entretenido mirando algo. Aún es temprano, no hay prisa -la tranquilizó Esther mientras revisaba que lo tenían todo-.
-         ¿Qué piensas hacer con la invitación? -le preguntó Laura, pues habían recibido un telegrama donde el consejo solicitaba un acercamiento de posturas-.
-         Tengo que pensarlo, de momento creo que no deberíamos dar la cara, puede ser una trampa para rastrearnos -le dijo Esther manteniendo el control, aunque la verdad era que aquella noticia la había devuelto a una realidad que no deseaba en aquellos momentos, no ahora que se sentía tan cerca de Maca-. Laura...
-         ¿Si?
-         Ni una palabra de esto a Eva y mucho menos a Maca. Se lo comunicaré personalmente cuando lo crea necesario, ¿de acuerdo?
-         Como tú digas -le aseguró Laura-.
-         Gracias, sé que debe ser difícil tener que ocultarle cosas a la persona que quieres pero... Te aseguro que pienso por el bien de ambas -le garantizó Esther con sinceridad-.
-         Lo sé, no te preocupes. No hay problema -la tranquilizó Laura, y Esther asintió más tranquila-.

Al cabo de unos minutos, Laura las divisó.

-         Ah, ya están aquí -exclamó Laura y al fijarse mejor no pudo evitar un silbido-.

Esther se sorprendió del gesto y con curiosidad se dio la vuelta en dirección a lo que Laura miraba. Ella no silbó, pero el corazón se le aceleró en el acto. Eva y Maca caminaban hacia ellas, totalmente cambiadas. No sólo de ropa, sino que habían ido sin duda a la peluquería y lucían sus melenas al viento con un corte capeado y fresco que caía sobre sus hombros descubiertos, mientras unas camisetas ajustadas cubrían sus torsos y unos vaqueros bastante funkys dejaban bambolear sus cinturas al ritmo de su caminar.

-         Perdón por el retraso, pero necesitábamos un cambio -dijo Eva con una sonrisa-.
-         Estás guapísima -le dijo Laura y por toda respuesta le dio un beso de órdago sin importarle la presencia del resto-.
-         Mmm... gracias -le dijo Eva después de que la liberara-.

Aquello no ayudó en nada a Maca y Esther que se quedaron aún más cortadas.

-         Habéis ido a la peluquería –acertó a decir Esther-.
-         Sí, Eva insistió y ya sabes que es difícil decirle que no -contestó Maca algo nerviosa, pues se sentía rara sin su camiseta de Héroes del Silencio y sin su habitual coleta-.
-          Te queda muy bien el corte de pelo -le dijo Esther esbozando una sonrisa-.
-         Gracias. Aunque si te digo la verdad no sé cuánto aguantaré con estos mechones por la cara -le contestó Maca arrugando la nariz-.
-         jajaja... seguro que no mucho dado tu sentido práctico de las cosas -se rió Esther, y con un gesto instintivo le apartó uno de ellos colocándoselo con una caricia detrás de la oreja-. Así mejor.

La sonrisa de Esther se estampó de pleno en las retinas de Maca. “¿Cómo lo hace?” se preguntó ella, pues al mirarla le era muy difícil recordar los motivos que se había autoimpuesto para no cruzar la línea.

-         ¿Sabéis lo que estoy pensando? -de pronto captó su atención Eva-. Estoy pensando que deberíamos quedarnos y permitirnos un día de fiesta, hace un montón que no salimos por ahí y estaría bien cenar, ir a bailar y tomar unas copitas. ¿No os parece?

Maca la miró con un “te mato” reflejado en el rostro.

-         La verdad es que estaría bien, pero si nos quedamos se echarán a perder los productos fríos que hemos comprado -dijo Esther, pues recordaba demasiado bien cómo bailaba Maca y no estaba muy segura de poder soportarlo como mera espectadora-.
-         Ohh... es verdad... -se lamentó Eva, pero en seguida se le ocurrió otra idea-. Bueno, ¿y porqué no hacemos la fiesta en casa? Podemos comprar algo de beber y en la casa tenemos música. ¿Qué os parece?
-         Por mí bien -se apuntó Laura con entusiasmo-.
-         Supongo que puede hacerse, claro -admitió Esther antes de que se le notara reticente-.
-         Genial -concluyó Maca más que con alegría con rencor. Mataría a Eva-.
-         Va a ser la caña, ya lo veréis -gritó Eva entusiasmada con la idea, mientras le lanzaba a Maca un juego de miradas que su amiga entendió a la perfección-.
...
El regreso a casa fue bastante perturbador para Esther, pues se había pasado la mayor parte del viaje observando a Maca por el retrovisor. Por suerte para ella, Maca se había pasado el recorrido mirando por la ventanilla, distante y serena, hasta que sin darse cuenta se había quedado dormida contra el cristal. A veces, era adorable. Esther hubiera querido tenderle su hombro y su abrazo para que descansara sobre él, pero le tocó conducir a pesar de que su concentración en la carretera había sido bastante desastrosa.

Ya por fin en casa, todas habían ayudado a descargar el coche, y tras ponerse de acuerdo fueron entrando por turnos a ducharse antes de preparar la fiesta. Eran casi las ocho y media de la tarde cuando Maca entró en la cocina.

-         ¿Te ayudo? -le preguntó a Esther, que estaba de espaldas a ella lavando las verduras-.
-         Como quieras -le contestó Esther girándose-.
-         ¿Qué hago? -le preguntó Maca colocándose a su lado-.

Esther sintió una punzada de dolor sólo con oler su aroma a jabón, y a ese champú tan peculiar que utilizaba.

-         Te has lavado el pelo -observó Esther en apenas un susurro mientras deslizaba un mechón aún mojado del cabello de Maca por sus propios dedos-.
-         Si -arrugó Maca la nariz-, no me va mucho lo del pelo de peluquería. Me moría de ganas de alborotármelo -y esta vez se encogió de hombros con naturalidad, mientras esbozaba una sonrisa-.
-         Ya veo -dijo Esther también sonriéndole, y trató de concentrarse en algo útil para alejar sus deseos-. Acércame esa bandeja. He pensado que podemos hacer una parrillada de verduras y algo de carne, así podemos estar en el jardín. ¿Qué te parece?
-         Por mí genial -le contestó Maca que se limitó a hacer de pinche, ya que desde que Esther se había casi recuperado, era la cocinera oficial de la casa-.
-         Pues entonces toma esto -le tendió Esther la bandeja ya con los alimentos-. Yo cojo esto, y listo. Vamos a encender la barbacoa, ¿me acompaña señorita? -le preguntó divertida Esther-.
-         Detrás de usted, “comandante” -le contestó Maca jugando con ella, pues le encantaba pincharla y la cara que ponía cuando la llamaba por su rango-.

....
Entre animadas conversaciones, buena mesa y buen vino, la velada fue transcurriendo divertida y con naturalidad entre las cuatro mujeres mientras el cielo iba oscureciendo dejando paso al brillo artificial, pero mágico, de los farolillos del jardín. A pesar de que corría un poco de brisa, ninguna parecía sentirla, seguramente porque habían terminado ya cuatro botellas de vino y la dinámica de la conversación las había mantenido activas.

-         ¿Alguna va a querer más postre? -preguntó Esther-.
-         Un poquito -le dijo Eva y Esther le sirvió-, ya, ya...
-         ¿Tú, Laura? -le preguntó Esther-.
-         No gracias, no puedo más -respondió Laura-.
-         ¿Ni siquiera si te lo doy yo? -le dijo Eva y chupeteó la cuchara de postre maliciosamente mientras se sentaba en su regazo-.
-         jajaja... quiere matarme, vosotras sois testigos -la acusó Laura riendo-.
-         Pero será una muerte dulce cariño... muy dulce -le dijo Eva dándole un beso de tornillo-.

Esther aún no estaba lo suficiente borracha para aguantar aquellas muestras de afecto entre Eva y Laura, y menos cuando tenía sentada tan cerca suyo a la fuente del mayor deseo físico que recordaba en muchísimo tiempo. Se levantó de la mesa y empezó a recoger.

-         Espera, te ayudo -se apresuró Maca también a salir de allí, pues tenía la impresión de que Eva estaba especialmente cariñosa con su novia como recordatorio de lo que sin duda se estaba perdiendo por no atreverse a intentarlo con Esther-.

Esther fue a decirle que no era necesario, pero para su pesar Maca ya se había puesto en pie y había cargado con las botellas vacías y algunas copas. “Genial... ni recogiendo los restos de la cena voy a tener un momento de respiro”, se dijo Esther cogiendo aire mientras se encaminaba hacía la casa seguida por Maca.

Ninguna de las dos habló durante el proceso pues estaban demasiado absortas pensando en evitarse, en controlarse. Recolocaron las sobras en tapers, reciclaron las botellas, colocaron la vajilla en el fregadero y Maca salió al jardín mientras Esther acudía al aseo.

Esther no podía más, se sentía embotada entre el vino y la amalgama de colores que despertaba Maca en sus sentidos. Mientras se lavaba las manos se observó en el espejo, y no reconoció a la mujer que tenía enfrente. Las mejillas permanecían enrojecidas en claro contraste con lo turbio y oscuro de sus ojos. “¿A quién pretendes engañar?”, se preguntó con cinismo a sí misma. “Te creíste muy valiente y te encerraste aquí con ella, como si fueras a salir intacta de esto...”. Se lavó la cara intentando callar la verdad, pero mientras se secaba la cara mirándose en el espejo, la verdad la observaba de frente, se estaba consumiendo. Retiró la vista, y no miró atrás pues se había prohibido tajantemente cualquier otra opción que no fuera la de mantenerse firme. Mientras se acercaba a la puerta del jardín, el sonido de la música fue en aumento y entonces se quedó clavada en su quicio. No sólo no había terminado la tortura de aquella noche, sino que su peor prueba estaba a punto de comenzar.

67

-         Sois un muermo -les decía Eva a Laura y Maca mientras saltaba a la improvisada pista de baile-. Venga, un poquito ¿no?
-         Tía eres una plasta -se quejaba Maca a la que Eva ya estaba estirando de las manos para que se pusiera en pie y bailara con ella-, me va a dar un corte de digestión con el meneo, que lo sepas.
-         Venga... además así rebajamos la comida -le decía Eva que ya había conseguido ponerla de pie y la cogía por la cintura-.
-         Jajaja... El NO, no existe en tu vocabulario ¿verdad? -se rió Maca, pues si Eva era bastante persuasiva de normal, con unas cuantas copas de más, ya era el colmo-.
-         No -dijo Eva ya bailando con ella-.
-         Eso me parecía -le contestó Maca rindiéndose-.

Esther salió al patio, y se sentó en la mesa con Laura mientras Eva y Maca bailaban a un par de metros de ellas. La música estaba bastante alta, por lo que las veían acercarse constantemente para hablarse, y aunque no podían escucharlas, sus risas eran contagiosas y llegaban claras hasta ellas.

-         Éstas parecen que no se cansan nunca, ¿no? -dijo Esther tratando de encontrar un pretexto para apartar la mirada de los movimientos de Maca-.
-         jajaja... eso parece. Es la ventaja de tener veinti-pocos supongo -apuntó Laura dándole conversación-.
-         Yo no volvería ni loca a pasar por aquella época -dijo Esther con una mueca-.
-         ¿Dónde estabas en aquel entonces? -le preguntó Laura, pues ella conoció a Esther cuando tenía la edad de Eva y Maca, y la comandante era seis años mayor que ella-.
-         En Alemania, por aquel entonces mi padre estaba pendiente del ascenso de cargo, y creyó conveniente que su hija pasara un año preparándose en técnicas de asalto de alto riesgo -Esther se encogió de hombros ante la sorpresa que vio reflejada en Laura, por todos era sabido que aquella unidad tenía fama de ser una de las más duras, no por las pruebas físicas, que también, sino por las pruebas de presión psicológica que exigían-, quedaba bien en su currículum, eso era todo.
-         No lo sabía -dijo Laura impresionada y a la vez compadecida por el cansancio y la tristeza que de pronto vio inundar las facciones de Esther-.
-         Bueno, supongo que hablamos poco para el tiempo que nos conocemos ¿no crees? -le dijo Esther tratando de esbozar una sonrisa, regresar al pasado nunca le sentaba demasiado bien-.
-         Sí, es cierto -admitió Laura y le devolvió a Esther una sonrisa abierta-.

La risa de Maca llegó hasta ellas, y como un imán los ojos de Esther se clavaron en ella. Estaba guapísima. Esther recorrió con la mirada sus piernas enfundadas en fino lino blanco y con ellas subió hasta aquella cintura que recordaba muy bien por las veces que había tenido la suerte de alcanzarla. La camiseta también blanca de tirantes que llevaba, resaltaba el bronceado que había cogido en aquellos días al salir a correr juntas, al igual que remarcaba el liso abdomen que contrastaba sensualmente con lo proporcionado de su pecho. Esther apartó la mirada de golpe al darse cuenta de que volvía a deleitarse de la sensualidad de Maca. “¡Maldita sea! En mala hora vi esa jodida foto” se lamentó Esther, pues la desnudez de Maca se volcaba en su recuerdo como una estampa en momentos como aquel terminando de encrespar sus nervios.

-         Están guapísimas -dijo Laura ajena a la palpitación que sentía el cuerpo de Esther-.
-         Sí, lo están -reconoció Esther con moderación-.
-         ¿Piensa hacer algo al respecto? -le preguntó Laura de pronto-.

Esther captó inmediatamente el tono formal y respetuoso de Laura.
-       ¿Con respecto a qué? -preguntó Esther, sin entender-.
-         Bueno, no quiero que me malinterprete y piense que me meto en sus asuntos privados pero... -Laura tomó aire, y luego la miró-. Es obvio que se le ha metido dentro. ¿La quiere?

Esther dio un respingo, parpadeó y acto reflejo se puso rígida por la sorpresa. ¿De verdad Laura estaba hablando con ella abiertamente sobre sus sentimientos hacia Maca?

-         Perdone... no pretendía.... -Laura detectó en seguida el cambio y se arrepintió casi al instante de aquel momento de relajación que le había hecho hablar más de la cuenta-. Olvide lo que he dicho, yo...
-         ¡Sí! -la cortó Esther mirándola a los ojos, Laura se quedó clavada ante la adoración que su rostro frío de apenas un segundo tomaba-. La quiero -le reconoció Esther y en su afirmación había alivio pero también angustia-, pero esta fuera de lugar lo que siento por ella y por eso le pido que esto no salga de entre nosotras.
-         Por supuesto que no -le aseguró Laura y una pregunta se quebró en su garganta-.

Esther la leyó.

-       ¿Qué? -le preguntó-.
-         No, yo sólo me preguntaba, ¿si esto lo hace por un motivo profesional o por alguna otra  razón? -quiso saber Laura-.
-         ¿Hacer el qué? -Esther tenía la sensación de estar menos perceptiva que de costumbre, pues no la entendía-.
-         Perdóneme por entrometerme no, pero es que es tan evidente que entre ustedes existe “algo” que es difícil de creer que dos personas con tanta química luchen contra ella con tanto empeño, así que me preguntaba si la razón por la que no pasa nada entre ustedes es por un motivo profesional simplemente... -dijo Laura envalentonada-.

Aquello cogió totalmente desprevenida de nuevo a Esther. ¿En serio podía percibirse desde fuera algo así?

-         Desde luego no sería ético por mi parte involucrarme con ella, pero no, lo profesional no es el problema. Por si lo has olvidado Laura –Esther suspiró rendida-, Maca es heterosexual, y además ya tiene pareja. Por mucho que yo quiera, aún no tengo el poder de hacer que correspondan a mis sentimientos sólo con desearlo -le aclaró Esther-.
-         No, no se me ha olvidado, pero por el modo en que Maca también la mira, creo su heterosexualidad y su pareja, no son cuestiones por las que debiera preocuparse -le dijo Laura de pronto-. ¿Es que acaso no se ha dado cuenta?

Esther entró en estado de shock. “¿De qué me está hablando?” se preguntó Esther aturdida, miró a Laura que aún mantenía aquella actitud de evidencia absoluta en el rostro mientras con la cabeza señalaba hacia la pista, Esther siguió su gesto por inercia, y allí, a apenas unos metros, los ojos de Maca se toparon con los suyos apenas un segundo, pues Maca los apartó en cuanto se vio cazada. Esther volvió a mirar a Laura, luego a Maca, y nuevamente a Laura.... se estaba mareando. Extendió el brazo sobre la mesa y alcanzó una de las botellas aún llenas, se sirvió una copa y la apuró de golpe. ¡Aquello no podía ser!

“¡No puede ser!... no puede, ella no puede.... no puede sentir nada por mí. Sólo es... soy su “protectora”... solo eso... no ...”, se había negado tantas veces aquel deseo, que su cabeza no podía permitirse imaginarlo de nuevo.

-         Estás equivocada -dijo de pronto Esther con la voz oscura-.
-         Puede ser, pero si no fuera así, quiero que sepa que se merece ser feliz, o al menos yo lo deseo para usted “comandante” -le dijo Laura y le apretó la mano-.

Esther sintió que temblaba por dentro ante sus palabras. Pero la sensación apenas duró unos segundos al quedar interrumpidas por Eva.

-         Creo que ya te has escaqueado bastante -le dijo Eva echándose a la espalda de Laura mientras le pasaba los brazos por el cuello-.
-         ¡Vaya! , y yo que creí que ya me había librado -bromeó Laura con ella, mientras una sonrisa plena le iluminaba el rostro-.
Esther sintió envidia de ellas.
-         Jjajaja.... eso no te lo crees ni tú, a bailar -le dijo Eva riendo, mientras tiraba de ella para que se levantara-.

Laura esbozó un gesto de “no me queda otra” hacía Esther, y se puso en pie.
Mientras Esther las seguía con la mirada una extraña sensación se iba apoderando de ella, como una corriente de lava silenciosa, salvo por su calor y su crepitar, se fue extendiendo por sus venas derritiendo puertas fuertemente encajadas. El calor era tan demoledor que la hería, la hacía arder, gritar con fuerza y por fin la sensación se definió nítida como una mañana clara a pesar de la noche. ¡Lo deseaba! ¡Deseaba con todas sus fuerzas tener aquello! ¡Quería tener lo que Eva y Laura tenían! Y ya no podía dar la espalda a ese deseo, a esa energía acumulada que durante tanto tiempo acalló con su autocontrol frío. Estaba ardiendo, y no quería, no quería convertirse nuevamente en el hielo de la prudencia. Si había una sola posibilidad de que Laura tuviera razón, iba a averiguarlo, a fin de cuentas, ya había recibido aquella bofetada una vez, merecería la pena recibir otra si podía volver de nuevo a besar aquella boca.

4 comentarios:

  1. Deja de hacernos sufrir y que pase ya, por favor!!!

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  2. Siiiiiií por Dior, Cómo te gusta hacernos sufrir...

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    1. jajaja... no mentiré, me gusta, pero que conste en acta que cuando lo escribo la que sufre soy yo, así que no lo paso mucho mejor.

      Paciencia, todo llega! ;)

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