domingo, 14 de julio de 2013

De Blanco y Negro a Color - 72 y 73 -




La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
72

Todo se transformó en una mancha borrosa alrededor de ellas. Maca no podía respirar, no podía pensar, no podía... sólo sentía la sangre hervir en su cabeza, mientras percibía las sensaciones que las manos de Esther proyectaban desde sus pechos hacia su sexo. La boca de Esther, su suavidad, su sabor, su humedad dulce y desbordada, la estaban volviendo loca. Completamente adicta a sus besos de un modo que jamás antes había conocido. ¿Tanto la deseaba? Maca nunca hubiera creído que aquel grado de pasión existiera, pues había disfrutado con sus parejas tanto y con tal intensidad, que lo que estaba sintiendo con Esther parecía una fábula, un mito sobrehumano. Pero allí estaba, clavándole los dedos en la espalda para pegarla más todavía contra su cuerpo, reclamando su boca cada vez que Esther se distraía posándola en otra parte que no eran sus labios, sintiendo como la llama crecía y crecía, y le quemaba desde los dedos de los pies hasta la punta del último cabello.

-         ¡Me estás matando! -susurró Maca en aquel momento, tan veraz y tan consumida que Esther se sintió obligada a mirarla-.

Maca tomó aquel rostro, de pronto algo preocupado, entre sus manos, y sonrió con dulzura.

-         ¡Como te pares ahora, entonces la que te va a matar soy yo! ¿está claro? -le dijo Maca de modo desenfadado, haciendo un esfuerzo por borrar el susto que veía en el rostro de Esther-.
-         ¡Maca! ¿Estás segura? -le preguntó Esther, pues estaba asustada de la intensidad que las envolvía-.

Maca se arrepintió de haber frenado a aquella locomotora, así que pensó que lo mejor sería boicotear sus frenos de una vez por todas. Cogió el bajo de su camiseta y se la sacó por la cabeza, luego se desabrochó el sujetador y lo tiró también al suelo. Esther la contempló, porque no hacerlo estaba segura de que debía ser pecado. El pecho de Maca bajaba y subía ante su mirada como si la llamara a gritos, los pezones que antes había estimulado sobre el tejido apuntaban ahora endurecidos en su dirección... eran tan hermosos. Esther se obligó a mirar a Maca de nuevo, pues necesitaba las respuestas que sólo ella podía concederle y por suerte, las encontró. Maca dibujó una sonrisa lasciva, con sus labios rojos y desenfocados por los besos, y acto seguido volvió a tomarla por el cuello para atrapar su boca. Esther ya no pensó en nada más, la cogió por la cintura y anduvo con ella hasta conseguir sentarla en la mesa de la cocina. Con Esther entre sus piernas, Maca decidió que ya era hora de volver a ver el torso desnudo que había causado tal desastre. Deslizó sus manos hasta la camiseta de Esther y se la sacó de un tirón, dejando su desnudez al alcance de sus dedos. Esther le concedió el mismo derecho que ella había tenido, mientras Maca se deleitaba al mirarla con la respiración entrecortada y dibujaba con delicadeza trazos sobre su torso desnudo.

-         ¡No puedo más! -susurró Esther cuando la tortura del tacto de Maca le pareció insoportable-.

Maca aún sonreía satisfecha cuando la boca de Esther volvió a atraparla con ferocidad y apremio. Las manos viajaban frenéticas y sin embargo cada una era plenamente consciente de la caricia exacta que estaba surcando sobre sus pieles. Maca se recostó en la mesa y con ella se llevó a Esther que se sentía incapaz de abandonarla ni para cambiar de postura. Besó su boca, mordió su barbilla, lamió su cuello y descendió beso a beso por su esternón hasta detenerse apenas un instante para disfrutar del manjar que venía a continuación. Cuando Esther besó con suavidad el pezón de Maca, a ésta se le puso la piel de gallina, pero ni de lejos sospechó la inflamación que sentiría entre las piernas cuando la boca de aquella mujer abarcó su pecho ya sensible, derramando la suavidad y el calor de su saliva sobre él.

-         ¡Dioss! -Maca no pudo controlarse-.
La ola de placer era tan estrecha, que a Esther también se le pusieron los pelos de punta tras sentir el estremecimiento y gemido de Maca. Con aquella bienvenida Esther repitió el gesto una y otra vez, hasta que Maca frenética, atrapó su cabeza para retenerla en su pecho hasta casi ahogarla.

De pronto unas risas fuera de la casa llegaron hasta sus oídos. Maca y Esther se miraron con desesperación, eran Eva y Laura que volvían.

-         ¡Han vuelto! -dijo Esther en un susurro que se debía más al dolor físico que sentía que a su voluntad por parar aquello que estaban haciendo-.
-         ¡Me moriré si me dejas así! -jadeó Maca, deformada por el remolino del que la habían sacado a patadas-.

Las voces cada vez se oían más claras, Maca se tapaba ya la cara con las manos tratando de aceptar que aquello había acabado, serenándose. Esther sin embargo no podía soportar la idea de dejar las cosas de aquel modo, sus años de formación tenían que servir para algo, se decía... y como si un interruptor saltara en su cabeza, se apartó de Maca, recogió la ropa que habían tirado al suelo y levantó de un tirón a Maca de la mesa.

-         Vamos... -le ordenó-.

Y Maca la siguió automáticamente. Eva y Laura entraron en la casa en el mismo instante que Esther cerraba la puerta de su dormitorio. Echó el cerrojo y se giró hacia Maca que se había sentado en la cama. ¡Había sido un puto desastre! Jamás hubiera imaginado que el día que conseguiría la atención de Maca, fuera a terminar en un cortafuegos como el que habían tenido.

-         ¿Estás bien? -le preguntó Esther volviendo a la claridad que estar lejos de Maca le concedía-.
-         ¿Tú qué crees? -le respondió Maca sarcásticamente, estaba claro que ella también había vuelto a la realidad de un mazazo. Empezó a vestirse-.

Esther sintió pánico de pronto. Sin dudarlo se acercó hasta ella y se arrodilló entre sus piernas.

-         No tenemos por qué salir de aquí... olvidémonos de ellas -le dijo, pero en sus ojos había casi una súplica-.

Maca la miró, y descubrió con agrado que le era tremendamente fácil leer en ella, hasta ahora no se había dado cuenta de lo mucho que le hablaban sus ojos. Le acarició la cara, y Esther atrapó su mano llevándosela a la boca para besarla, aún había restos de humedad en sus labios, y a Maca le fue muy fácil estremecerse recordando lo que era capaz de hacerle sentir esa misma boca.

-         No vamos a hacerlo -le dijo Maca de pronto-.
-         Pero.... -Esther quiso oponerse, decir algo que retuviera la esperanza de que aquello no terminaría de aquel modo-.
- Shhh... Escúchame -le dijo Maca colocándole un dedo en los labios para que no siguiera hablando-. Ya deben de estar preguntándose dónde estamos, y no quiero que de momento sepan lo que está pasando entre tú y yo...
-         ¿Pero, entonces... reconoces que pasa algo entre tú y yo, no? -Esther se sintió patética en el mismo momento que formuló la pregunta, pero no le importaba, el miedo a que todo lo conseguido se esfumara la hacía irracional y vulnerable-.

Maca sonrió ante la ternura que le despertaba conocer la reciente vulnerabilidad de Esther. Se agachó y la besó en los labios... y en seguida notó como cada terminación nerviosa se volvía a encrespar. “Oh sí.... sigue aquí”, pensó Maca cuando se separó de aquellos labios, a pesar de que sus ojos tardaron en abrirse tras el contacto.

-         Creo que resulta muy evidente que existe algo... yo diría que mucho -le contestó Maca regalándole una sonrisa que tranquilizó por completo a Esther-. Así que piensa, porque necesito que se te ocurra algo rápido para que esas dos de ahí fuera no empiecen a especular sobre nosotras más de lo que creo que ya lo hacen. Esto es cosa tuya y mía, y no quiero que nadie lo sepa de momento. ¿Te parece bien? -le preguntó Maca mientras seguía acariciándole la cara-.
-         Si es lo que quieres, me parece bien -le dijo Esther y contagiada por la esperanza que había vuelto a depositar Maca en mitad de su pecho, alcanzó sus labios de nuevo en un beso intenso y estrecho-.

Maca jadeó cuando Esther la liberó.

-         ¡Como vuelvas a besarme así, te juro que no sales por esa puerta en años! ¿No soy tan fuerte, sabes? ¡Así que no tientes a tu suerte! -le advirtió Maca sonriente, pero con una muestra evidente del desazón que viajaba por su cuerpo-.

Esther sonrió malévola, e hizo el intento de volver a besarla porque no salir de aquella habitación en años era demasiado tentador como para ni siquiera intentarlo.

-         Oh no... jajaja... ni hablar.... -se retiró Maca riendo y reculando sobre la cama para apartarse de ella-. ¿No te basta con dejarme el cuerpo dolorido por el calentón, que aún quieres seguir maltratándome? ¿Pero qué clase de tácticas de tortura les enseñan en el ejército, “comandante”?
-         Pues aún no has visto ni la mitad.... -le dijo provocadora Esther y le atrapó un tobillo-. ¡Ven aquí, mosquita muerta! ¿O es que esas camisetas que te pones ahora son por casualidad?
-         jajajaj... vaya, mira quien habla... jajaja... como si lo de la “cremita” fuera pura coincidencia ¿no? -se rió Maca tratando de zafarse de ella-.
-         jajaj... ¡Anda, ven aquí! -se rió también Esther y tiró más fuerte de ella, para luego tumbarse en la cama a su lado-.

Las dos estaban tratando de acallar sus risas cuando Eva llamó a la puerta de la habitación de Esther.

-         Esther, ¿estás ahí? -preguntó Eva un poco mosca-.
-         Mierda... mierdaaa.... -se quejó Maca en apenas un susurró-.
-         Dile que un segundo... -le apuntó Esther-.
-         ¿Quéee? -preguntó Maca sin entender-.
-         Que le digas: “un segundo” -le repitió Esther mientras se quitaba los zapatos y se metía en la cama-.

Maca la observó sin comprenderla del todo, pero al final hizo lo que le pedía.

-         Díselo bajito... como si yo estuviera durmiendo, corre -le dijo Esther-.

Maca se acercó a la puerta recolocándose la ropa e hizo lo que le pedía Esther.

-         Un segundo, Eva... -susurró ya en la puerta-.

Eva se quedó desconcertada tras escuchar a Maca en la habitación de Esther.

-         ¿Y ahora qué? ¡comandante de pacotilla! -le preguntó Maca burlonamente-.

Esther se puso de lado para apoyarse en un codo y mirarla, la sonrisa de felicidad no se le quitaba de la cara.

-         Ahora vas a salir sin que se note que está echado el seguro, y les dices que haciendo los ejercicios me he dado un golpe en la zona de la costilla. Laura querrá verme, así que le dices que me has dado un analgésico, me has puesto la crema, y que ahora estoy durmiendo ¿de acuerdo? -le dijo el plan a Maca-.
-         ¡Eres un bicho!, lo sabes, ¿no? -le dijo Maca entrecerrando los ojos, lo cual divirtió más a Esther-.
-         ¿Sí?, pues espérate a ver como envío mañana mismo a estas dos al pueblo, porque tú no te vas a librar ni de coña... pequeña torturadora. Mira que venirme con camisetitas a mí... -le soltó Esther de pronto-.

Maca puso los ojos como platos por la sorpresa. ¿Quién coño era aquel pequeño diablo que tenía delante? ¿Y desde cuándo Esther era tan descarada? La piel se le puso de gallina sólo con la idea que acababa de lanzarle Esther, sin embargo, no quería impacientar a Eva y sobretodo no quería levantar más suspicacias de las que por sí su amiga ya tenía. Se apresuró a acercarse a la cama de Esther, le dio un beso que pretendió ser breve y que se alargó porque Esther la tiró encima suyo. Luego regresó a la puerta para descorrer el seguro con suavidad y acatar las órdenes de su ya, “comandante”.

73

Maca se tomó apenas unos segundos antes de abrir la puerta y encontrarse con Eva. Sabía que engañarla no le resultaría fácil, así que estaba dispuesta a mentirle lo menos posible y adoptar la mejor táctica plausible en aquel caso, el ataque. Con ese pensamiento tomó aire y salió al pasillo sin mirar atrás.

-         ¿Qué? ¿todo bien ahí dentro? -le preguntó Eva con una sonrisa pícara y un juego de cejas que dejaba muy claras sus insinuaciones-.
-         ¡De puta madre! ¡no te jode! ¿Sé puede saber por qué coño habéis tardado tanto en regresar? -le espetó Maca haciendo acopio de toda la mala leche que le era posible en su estado-.

Eva cambió la cara de inmediato sorprendida, le parecía haber escuchado una especie de risas cuando llegó al cuarto de Esther, pero por lo visto algo se le había escapado.

-         ¿Por qué? ¿qué pasa? -le preguntó Eva algo más centrada-.
-         ¡¡¿Qué, qué pasa?!! - empezó Maca a desplegar el montaje, al menos los nervios no los tendría que disimular-. Que Esther se ha dado un golpe en la zona de la costilla mientras hacíamos los ejercicios, y que como Laura y tú estabais retozando en la puta charca esa, me ha tocado encargarme de ella. Por si no había tenido bastante con el numerito celestino que montaste anoche, encima va y me toca hacer de enfermera en jefe... ¡Ay que joderse!
-         Bueno, bueno... ¿pero está bien? -quiso saber Eva-.
-         Sí, eso creo. Al menos ella dice que está bien. La he ayudado a acostarse, le he dado un analgésico y le he tenido que poner la crema esa un par de veces. Cuando has llamado iba a despertarla para que se tomara la otra pastilla, menos mal que está un poco grogui porque por tu culpa casi me pilla mirándola como una idiota... -le soltó Maca sin mirarla a la cara, pues era muy consciente de cómo Eva la contemplaba mientras hablaba-.
-         ¿Te habías metido en su habitación a mirarla mientras dormía? -le preguntó Eva con una sonrisa de oreja a oreja-.
- Sí, ¿qué pasa? -le espetó Maca fingiendo estar a la defensiva. Luego cogió del brazo a Eva y la apartó un poco de la puerta para fingir que le preocupaba que sus palabras llegaran a los oídos de Esther-. Que no quiera tensar las cosas más de lo que están, no significa que sea de piedra, ¿vale?
-         ¡Estás muerta con ella! Sólo hace falta mirarte a la cara para darse cuenta... estás roja como un tomate y los ojos te hacen chiribitas -le apuntó Eva dándole un pellizco en el moflete, recochineándose-.
-         ¡Cómo se nota que follas todos los días, eh guapa!... ¡Dame un puto respiro, joder! -le soltó Maca, y salió pasillo abajo fingiendo un enfado que no era del todo disimulado. Por culpa de aquellas dos, acababa de perderse el polvo de su vida-.
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-         ¿Qué le pasa? -preguntó Laura tras ver que Maca cruzaba la cocina sin dirigirle la palabra y terminaba cerrándole la puerta de su cuarto a Eva en las narices, pues la seguía de cerca-.
-         ¿Qué le va a pasar? ¡Que cómo no moja, está de un humor de perros! -le soltó Eva divertida, pues tras saber que lo que ponía de mal humor a Maca era el calentón que llevaba por haber toqueteado a Esther en su nuevo rol de enfermera, se había quedado más que satisfecha-.
-         ¡Eva, no te pases! -le regañó Laura-. Qué tú quieras que se junten, no significa que te de derecho a empujarlas a la fuerza. Ya son mayorcitas, ¡qué hagan lo que quieran!
-         Pero si se muere por lanzarse a la yugular de Esther, que lo sé yo. ¡Está muerta con ella! ¿No le has visto la cara? -se defendía Eva-.
-         De todas formas no es asunto nuestro, y además, que quede claro que no pienso volver a hacer recados de celestina, lo de anoche fue una excepción. No voy a volver a pasar por el trago de sonsacar a Esther por muy pesadita que te pongas, ¿estamos? -le espetó Laura que por su actitud corporal y el tono de voz parecía que hablaba muy enserio-.

Eva se acercó hasta ella y la achuchó.

-         Valeeee.... pero no te pongas gruñona, anda -le dijo Eva y la besó-.

Laura refunfuñó por su actitud, pero a Eva no le costó mucho convencerla para que la perdonara. Aquella sin duda era la ventaja de estar en plena etapa de luna de miel.
...
Esther miró por millonésima vez el reloj, se le estaba haciendo eterno tener que fingir que dormía pues ansiaba poder tener de nuevo delante suyo aquella cara, aquella boca, aquellos ojos... Por más que había intentado distraerse, no lo había conseguido, pues su cuerpo aún aguardaba a fuego lento, y todo su pensamiento estaba lleno del recuerdo de aquel inesperado encuentro que Maca y ella habían protagonizado horas antes. “Dios, esto es un sin vivir”, pensó mientras se sentaba en la cama de un salto. Miró de nuevo el reloj, y decidió que no podía soportarlo más, así que se cambió de ropa y probó suerte en el exterior.

-         ¿Aún estás mosqueada? -le preguntó Eva dándole un codazo a Maca mientras se sentaba a su lado en el sofá-.
-          Ya te he dicho que no -le contestó Maca-.
-         Anda tontaaaaaaa... si yo te quiero mucho -se puso melosa Eva para que se le pasara el mal humor-.
-         Sí, seguro -se hizo la dura Maca, pero empezaba a sonreír entre los brazos de su amiga-.
-         Que sí, tonta -le aseguró Eva dándole un beso en la cara-. Y para que veas que es cierto, te prometo que me portaré bien con respecto a Esther -Maca se giró y alzó una ceja de incredulidad y suspicacia-... jajaja... bueno vale, mejor “trataré” de portarme bien, ¿mejor?
-         Al menos es más sincero -tuvo que conformarse Maca con aquella especie de bandera blanca que le ofrecía su amiga-.
-         Sigo pensando que estás perdiendo el tiempo y que sería mejor que... -Eva volvía a embalarse y meterse en medio-.
-         Evaaa!!! -la reprendió Maca para que se diera cuenta que volvía a columpiarse-.
-         ... vale, vale... me callo, pero que conste que todo esto lo quería hacer por tu bien, te sienta fatal la abstinencia, que lo sepas -terminó de soltarle Eva y en cuanto vio que Maca ponía los ojos en blanco y se tapaba la cara con las manos en señal de “dejarlo por imposible”, alzó sus manos en señal de tregua y de dejar el tema en paz-. ¡Está bien, está bien!
-         Gracias -le contestó Maca en agradecimiento porque se callara-.
-         Tú sabrás lo que haces -le dijo Eva, que aunque estaba rechinando los dientes por dentro por ver lo tozuda que era Maca, se quedó callada-.

Estaban mirando las dos hacia el televisor, cuando la armonía terminó por saltar por los aires.

-         ¿Qué estáis viendo? -les preguntó Esther desde la esquina de la estancia-.

Maca aún no se había girado a mirarla, pero le era tremendamente fácil presentir que Esther sonreía por el tono de su voz, una voz mucho más clara que la que horas antes había ardido junto a su oído susurrándole pasión. Se estremeció sólo con el recuerdo.

-         Un documental que por cierto, es un muermo, pero como ésta tiene el mando -le dijo Eva y se encogió de hombros para dejar claro que ella no podía hacer nada al respecto con los gustos de su amiga-.
-         Ya veo -dijo Esther con una sonrisa y luego preguntó-  ¿”Naturaleza salvaje”?
-         No, el de “Mundo fascinante” -le contestó Maca sin atreverse a volver la mirada, pues Esther ya se encontraba en la espalda del sofá-.
-         Creo que ese no lo he llegado a ver -dijo Esther tratando de entablar una conversación trivial-.
-         ¿Ah, no? Pues te cedo mi sitio, que esto es un rollo -le dijo de pronto Eva, y Maca le clavó la mirada como si estuviera a punto de asesinarla, pues volvía a hacer de las suyas-. No me mires así, que entre este muermo y ver en que anda Laura va un mundo o dos -le atajó Eva con una sonrisa perversa-.
-         Si anda, corre... a ver si se te va a escapar, por Dios, estáis como lapas -le contestó Maca-.
-         Envidia cochina... ala, ahí os quedáis -le espetó Eva y saltó del sofá, mientras le lanzaba una sonrisa a Esther y le cedía el asiento-.

En cuanto Esther tomó asiento, Maca sintió que se le aceleraba el pulso. Esther también se sentía fuera de sí, pues el recuerdo de haberla tenido entre sus brazos aún era demasiado vívido. Ambas permanecieron calladas unos instantes, compenetradas en alejar las sospechas y las miradas de Eva, finalmente Maca se giró para mirar por encima del sofá y asegurarse que estaban a solas. Esther sonrió ante el gesto.

-         ¿Ya no hay moros en la costa? -le preguntó Esther-.
-         Eso parece -le contestó Maca topándose con aquellos ojos de nuevo-. ¡Hola!
-         ¡Hola! -le devolvió el saludo Esther. Ambas se miraban con un anhelo y un brillo en los ojos que delataba sus estados-. ¿Te sometió al tercer grado o saliste indemne?
-         Salí indemne, al menos de momento -le contestó Maca sin poder evitar reparar más de la cuenta en aquella boca que le sonreía-.
-         Me hubiera gustado verlo -le dijo Esther sin dejar de sonreír-. ¿Cómo estás?
-         ¿Cómo quieres que esté? ¡Al borde de un ataque de nervios! -le confesó Maca en un susurro- Y tú tienes la culpa.
-         jajaja... -Esther no pudo evitar reír, no podía creer que aquel tonteo estuviera ocurriendo, le parecía estar soñando-. ¿YO?
-         Sí, tú... por tu culpa no he parado de pensar en besarte en estas dos últimas horas, ¿le parece a usted eso sano, “comandante”? -le dijo Maca mordiéndose el labio inferior con picardía-.
-         No, en absoluto... así que voy a tener que remediarlo urgentemente -le contestó Esther con una sonrisa mientras se acercaba hacia aquella boca que ella también se moría por besar-.

Cuando sus labios se encontraron el calor volvió a propagarse en el cuerpo de ambas, había tanta química y tanto deseo contenido, que detener aquel volcán les costó más de lo que habían creído.

-         ¡Dios! ¡Estoy que reviento! -susurró Maca a escasos centímetros de su boca, con la respiración agitada tras aquel beso-. Me muero porque sea mañana.
-         ¿Tú sola? -le contestó con una pregunta retórica Esther, ella también se estaba consumiendo por dentro-. Se me está haciendo eterno.

Maca volvió a mirar por encima del sofá en dirección a la cocina, no había nadie. Esther volvió a sonreír ante el gesto, esperando ver el siguiente movimiento de Maca que no tardó en llegar, pues cogió su cara entre las manos y la volvió a besar con urgencia. Esther no cabía en sí de gozo, ver que Maca la deseaba tanto como lo hacía ella le parecía un milagro. La envolvió en sus brazos. El beso las atrapó hasta que Maca no pudo más y gimió. Ambas se separaron con la mirada aletargada y el cuerpo dolorido. “Hija puta... ¡qué bien besa!”, pensó Maca que se obligó a distanciarse de ella, la estaba poniendo a mil por hora.

-         Ufff... va a ser mejor que no sigamos, porque sino... -le dijo Maca entre una risa nerviosa y un recular hacia el brazo contrario del sofá-.
-         ¿Por qué sino... qué? -le preguntó Esther con la voz tomada y un fuego peligroso en los ojos-.
-         Jajaja... que va a arder Troya -le contestó Maca que no tenía intención de ocultar sus sentimientos ahora que ya se había lanzado al precipicio-.
-         Pues que arda... anda ven aquí -la reclamó Esther, y con un movimiento la cogió del brazo y tiró de ella para acercarla-.
-         Jajaja... Esther, nos van a pillar -le dijo Maca, pero sin fuerzas para resistirse a aquella fuerza de la naturaleza que la imantaba a aquella mujer-.
-         Sólo un besito más -le solicitó Esther-.
-         Sí, seguro -se mostró incrédula Maca tras ver la picardía que escondía el rostro de Esther-.

Sin embargo, bastó con que Esther tirara un poco más de ella para que volviera a tropezar en aquella tentadora piedra en la cual no dejó de estrellarse hasta que con un salto tuvieron que volver a guardar la compostura, pues escucharon a Eva de nuevo acercarse.

1 comentario:

  1. pobrecillas... las dejan con todo el calentón...
    esa casa va a arder de un momento a otro, y eso no me lo quiero perder =)

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