viernes, 5 de julio de 2013

Dibujada en mi mente (TOMO 2) -cap 103-


“DIBUJADA EN MI MENTE" (TOMO 2)
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
103

Amsterdam.

Alex miró el reloj por enésima vez. Eran más de las once de la noche y Esther aún no había llegado a casa, estaba preocupada. “¿Dónde te has metido?”, se preguntó impotente. La facultad cerraba antes de las diez, y Esther nunca se había quedado en casa de compañeras de clase. Pensar que Esther andaría haciendo tiempo a saber dónde por no tener que enfrentarse a ella, la estaba matando de remordimiento y preocupación. Se levantó de su escritorio incapaz de concentrarse, y salió al comedor dónde estaba Kate.

-       Kate, ¿aún no sabes nada de ella? –le preguntó y su inquietud era evidente-.
-       Acaba de llamar –le contestó-
-       ¡Uf, gracias a Dios! –el alivio se reflejó inmediatamente en el rostro de Alex. A ella no le había cogido el teléfono, unas veces porque comunicaba y otras porque estaba apagado o fuera de cobertura-. ¿Y? ¿Dónde está? ¿Dónde se ha metido todo el día?
-       Se va a quedar a dormir en casa de Meike –le dijo Kate-.
-       ¡¡¿Cómo?!! –la noticia desconcertó a Alex -.

Kate cerró la carpeta que estaba revisando y la miró.

-       Por lo visto se encontró en el campus con ella, fueron a tomar algo y Meike le ofreció su piso para quedarse. Claramente está huyendo de ti –le comunicó Kate-.
-       Eso, eso… ¡es una gilipollez! ¡Somos amigas, por el amor de Dios! Podemos hablar, no tiene que huir de mí, ni que fuera a acosarla o algo. ¡Voy a por ella! –estalló Alex nerviosa por la preocupación que había sufrido al no saber de Esther, y quebrada entre sus sentimientos como amiga y el anhelo que sentía. El miedo por perderla en ambos sentidos se extendía por igual en su sangre-.

La mano de Kate cogiendo su brazo la detuvo cuando iba a salir a vestirse para marcharse. Alex se giró.

-       No vas a ir a por ella –le dijo Kate suavemente, aunque en su rostro extrañamente había una rotundidad impertérrita-.
-       Pero… tengo que hacerlo. Debemos hablar, necesito que entienda que no tiene que huir de mí, que ante todo puedo ser su amiga y que no va a pasar nada entre nosotras si así lo quiere –le dijo Alex angustiada-.
-       Crees que puedes ser su amiga, pero ahora mismo no es cierto, y en el fondo tú también lo sabes. Os quiero, de verdad, tanto a ti como a Maca, pero mi prioridad es y será Esther… ¡Siempre! –lo quiso dejar claro Kate, y Alex pudo notar la barrera invisible, y a la vez tangible, que estaba imponiendo-. Así que no vas a ir a por ella, al menos no esta noche. Sé que te dije que hablarais, pero está claro que ella necesita estar sola, procesar, y si ha decidido no volver a casa esta noche debe tener sus motivos. Si de verdad la quieres, respétala también en eso.

El abatimiento y las ganas de llorar brillaron en los ojos de Alex. Kate no pudo resistir más aquella postura, y la atrajo hacia sí para abrazarla. Alex se dejó consumir por sus miedos y lloró entre sus brazos. Kate besó su cabeza sufriendo por aquellas tres mujeres a las que quería y cuyos caminos  enzarzados, las estaba magullando con sus trampas y espinas.

Amsterdam. Piso de Meike.

-       Sé que has dicho que no tienes hambre, pero no es bueno irse a dormir con el estómago vacío. Te he preparado un sándwich –le ofreció Meike-.

Esther cogió el plato que Meike le ofrecía. Se sentía extraña en su compañía pero también agradecida por su amabilidad.

-       Gracias
-       No hay de qué. ¿Ya has llamado? –se interesó Meike porque se hubiera reportado. No sabía qué había pasado realmente para que Esther anduviera vagando por el campus a aquellas horas de la noche, pero sí sabía que no quería volver a casa y por lo poco que Esther había mencionado, todo apuntaba a que no quería toparse con Alex-.
-       Sí, saben que me quedaré a dormir aquí –le contestó Esther-. Gracias por ofrecerme tu casa.
-       No podía dejarte vagabundear por la ciudad, estaba claro que no querías volver a la tuya –trató de bromear Meike con el asunto, y entablar conversación con ella. La veía agotada y con muy mala cara. La verdad es que le preocupaba, se alejaba mucho de la imagen alegre que conocía-.
-       Es… complicado –contestó Esther. A pesar de haber hablado con Maca y proponerse solucionarlo, cada vez que pensaba en Alex algo le hacía retroceder. Sabía que tarde o temprano tendrían que hablar de lo ocurrido, pero francamente no sabía qué decirle ni se sentía entera para rechazarla con fuerza-.

Mordisqueó el sándwich sin muchas ganas, con la esperanza de que tener la boca ocupada no propiciara la conversación que Meike esperaba.

-       Siempre lo es cuando se trata de amor –le dijo Meike, y viendo que Esther agachaba más la cabeza para seguir comiendo, decidió aventurarse-. Si te preocupa hablar conmigo de Alex, deberías saber que no hay nada entre nosotras. Intentamos pasar buenos ratos, pero te garantizo que a Alex se le da fatal fingir, incluso para sí misma –Meike se rió tras aquello y Esther por fin la miró a la cara-. Te lleva en el corazón desde hace mucho, era muy evidente que está enamorada de ti. Nunca hubiera funcionado.
-       Lo… lo siento –se disculpó Esther torpemente-.
-       Jajaja… tranquila, tú no tienes la culpa. Además, nunca esperé que funcionara, simplemente es que no pude resistirme cuando la vi allí, en clase. Sigo su trabajo desde hace tiempo y he de admitir que tenía mucha curiosidad por conocerla en persona, pero cuando la vi de pie, con aquellos vaqueros y aquella camisa el primer día… -Meike recordó el inicio de curso-. ¡Vaya! ¡Es que realmente es guapísima! No tenía nada que perder, tenía que intentarlo.

Esther parpadeó mientras la miraba. Sorprendida por su sinceridad, pero sobretodo por la tranquilidad y simplicidad que gobernaban sus actos. Ojalá ella fuera capaz de dejarse llevar de aquel modo, ya ni recordaba la última vez  que había hecho algo por puro instinto. Se sintió mayor y tan atada de pronto, que volvió a angustiarse. Dejó el sándwich y se levantó de su silla.

-       ¿Estás bien? –le preguntó Meike preocupada-.
-       Hace calor, ¿puedo tomar agua? –Esther anduvo de un lado para otro, algo mareada-.
-       Espera, tranquila –Meike entendió que Esther estaba teniendo un ataque de ansiedad-

La acompañó a la ventana y la abrió para que entrara aire. Esther cerró los ojos y respiró, mientras Meike cogía una chaquetita y se la ponía por los hombros. Le acarició la espalda para que se tranquilizara, y Esther agradeció la presencia silenciosa de aquella mujer.

-       De nuevo, gracias. No sé cómo voy a agradecerte…
-       Shhh… calla, tú sólo respira. Creo que el sándwich no es suficiente, será mejor que te prepare algo más contundente. Espérame aquí, y respira –le dijo Meike y salió rumbo a la cocina-.

Esther hizo lo que le pedía, porque en aquel instante no se sentía capaz de rechistar a nada. Había dejado a su corazón enamorarse de dos personas, y ahora su razón y su moral, le pasaban una factura que no sabía cómo zanjar sin que le causara recargos impagables. A los diez minutos, Meike volvió a su lado, ella ya se encontraba más tranquila.

-       Ten, cómetelo –le dijo Meike tendiéndole una especie de galleta extraña-. Está bueno, venga tómatelo, es un remedio casero y además es dulce, te sentará bien.

Esther dio el primer mordisco con reticencia, pero la verdad es que estaba bueno, y se comió despacio aquella galleta mientras seguían asomadas por la ventana. Cuando se la terminó se sentía mucho mejor, el azúcar le había sentado bien a su cerebro.

-       ¿Mejor?
-       La verdad es que sí, ¿qué era?
-       Si te lo dijera, mi abuela me mataría. Es una receta familiar, por suerte para ti, siempre me manda una caja cuando estoy en exámenes para que no decaiga –le comentó Meike con una sonrisa-.
-       Pues están de muerte –le contestó Esther y se atrevió a devolverle la sonrisa-. Gracias.
-       Ufff… como sigas dándome las “gracias”, me va a dar algo…. Jajaja
-       Jajaja… vale –agradeció Esther que Meike fuera tan fácil de llevar-.
-       Ven, ahora vamos a la segunda parte de la reanimación –le dijo Meike y la tomó de la mano para su sorpresa-.

Esther se dejó hacer, y Meike preparó un par de cubatas ante los que Esther dudó.

-       Jajaja… tranquila, que no te desmayarás con esto. Anda bebe –le dijo Meike y Esther la imitó cuando bebió de su vaso-. ¿Qué? ¿Qué tal?
-       ¡Muy rico! –reconoció Esther con una sonrisa-.
-       Jajaja… sabía que te gustaría, a todas les gusta –le dijo Meike con un juego de cejas divertido-.
-       O sea, ¿qué esto es tu arma secreta? ¿así las conquistas? –Esther incluso se atrevió a bromear con ella-.
-       Básicamente… sí -Meike también bromeó, más aliviada al ver que el color de cara volvía al rostro de Esther-.

Las dos se sentaron en el sofá, y sin darse cuenta empezaron a hablar sobre la facultad y las chicas. Inexorablemente, el tema de Alex volvió a la palestra.

-       Debes pensar que soy una zorra insensible por cómo me estoy comportando con Alex –dijo en un momento de la conversación Esther-.
-       No pienso que seas una zorra, pero no debiste besarla. La mataste cuando la besaste –le confesó Meike, Alex y ella habían hablado mucho últimamente-.

Esther la miró durante unos segundos.

-       Lo sé –reconoció Esther y agachó la mirada hacia su vaso mientras jugaba nerviosa con él-, pero yo también me suicidé al hacerlo.

Meike la vio beberse de un trago el resto que le quedaba tras pronunciar aquellas palabras. Cuando sus ojos volvieron a encontrarse, el rostro de Esther había mutado, distorsionado por lo que no decía. Presa del fuego y del dolor que lo que sentía por Alex le producía.

-       Quiero a mi novia, nunca debió haber ocurrido –dijo Esther con remordimiento-. Lo de Alex…. –Esther guardó silencio, le dolía tanto saber que también tenía sentimientos hacia ella. Pensarlo tan sólo ya era una asquerosa traición hacia Maca, y aquello la mataba y al mismo tiempo, no podía negarlo, no podía-.

Se levantó guardando silencio. Si Alex era mala fingiendo, ella nunca había sabido mentir, mentirse. Estaba atrapada en su propio infierno.

-       ¿Te has enamorado de Alex? –le preguntó Meike de pronto-.

Esther se sorprendió por su pregunta directa y se giró a mirarla.

-       No lo sé –le contestó al cabo de un rato encogiéndose de hombros y rota de pies a cabeza-. ¿Cómo puede colarse alguien en un corazón qué está lleno? Yo creía que el mío lo estaba por completo, y bastó un par de cortes para que Alex se colara dentro. Llevo días haciéndome miles de preguntas cuyas respuestas no parecen suficientes. Si pienso en Maca, se me paraliza el corazón, ni siquiera soy capaz de imaginar el renunciar a ella sin morirme por dentro un poco más, –una lágrima se resbaló por su mejilla antes de que se diera cuenta, y su cuerpo empezó a temblar-. Amo a Maca, de un modo tan visceral que me duele físicamente, y no entiendo entonces por qué cuando estoy con Alex y me mira así, como ella sólo me mira, toda mi piel se eriza evocando el deseo de que me toque –Meike empezó a ver a una Esther que no conocía, y se sintió mal de haber tomado con ligereza sus sentimientos-. ¿Por qué no puedo estar ya a solas con Alex sin dejar de pensar en besarla? ¿por qué, maldita sea, todo tiene que encajar cuando estamos juntas?

Esther no aguantó más y se desmoronó tras aquello.

Continuará... 

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