martes, 23 de julio de 2013

Dibujada en mi mente (TOMO 2) -cap 107-


undefined“DIBUJADA EN MI MENTE" (TOMO 2)
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.



107

Amsterdam.

Alex cerró la puerta enérgicamente, con una rabia que no sabía de dónde salía. Golpeó con sus puños la pared hasta dolerle, impotente por no poder retenerla. “¿Qué ha salido tan mal? ¿Por qué no he podido decirle nada?... ¿por qué no puedo dejarla marchar en paz?”, se preguntó totalmente frustrada. Tenía que intentar hablar de nuevo con ella, no podían terminar así.

-       ¿Dónde está? –preguntó Alex a Kate, claramente alterada cuando por fin salió a buscarla.
-       Se ha marchado –le contestó Kate-.
-       ¿A dónde? –le preguntó y su corazón se azoró de nuevo. Alex vio que Kate se resistía a decírselo-. ¡Kate! ¿a dónde se ha ido? ¡Contesta!

Alex alzó la voz, y los alumnos se giraron para ver qué pasaba, pero a ella ya no le importaba nada ni nadie, sólo Esther. Kate vio que Alex la buscaría donde fuera, que nada la detendría y no vio sentido en ocultárselo.

-       Se ha ido a casa. Alex, deberíais tranquilizaros un poco, esperar a mañana para hablar con calma. Yo me ofrezco como intermediaria si quieres –le dijo Kate a fin de contenerla-.
-       Esto es algo entre Esther y yo, por favor Kate… mantente al margen –le dijo Alex y Kate vio un fuego en su mirada bastante turbador-.

Alex fue a salir, pero se topó con el agarre enérgico de Kate en su muñeca.

-       Cuidado, Alex… o te las verás conmigo –le aseguró Kate más seria-.

Alex cedió bajo su mirada, y rebajó sus pulsaciones fruto del miedo que sentía por perder a Esther.

-       Jamás le haré daño Kate, sólo necesito… -Alex pasó de la ira a tener los ojos rasos-. Quiero intentar que me escuche, después me alejaré.

Kate asintió y la soltó. Alex se lo agradeció con la mirada y luego salió hacia la parada del autobús.
---

Esther llegó a casa agotada. Había un temblor en su cuerpo desde las palabras de Alex que no podía detener en su interior. Respiró profundamente y luego vio el teléfono en la mesa. “Tengo que llamar a Maca”, pensó y se lanzó a marcar el número de la única persona en el mundo que podría enterrar sus demonios bajo tierra.

-       ¡Venga, contesta! –suplicó al auricular en el cuarto tono-.
-       ¿Sí? ¡Dígame!

La voz de Verónica le dio un bofetón en toda la cara, hacia tanto tiempo que trataba de no pensar en ella, que trataba de olvidar lo que ella y Maca tenían, que aquella otra realidad la golpeó con una fuerza que no esperaba. De repente las imágenes de aquella rubia despampanante con su novia, llenando los espacios de su casa, compartiendo su mesa, sus conversaciones, su presencia… acudieron a su encuentro. “¡Mierda!... ahora no, ahora nooo”, se dijo tratando de contenerse.

-       ¿Verónica? –dijo Esther tratando de centrarse-. ¿Está Maca?
-       Ah, Esther. No, acaba de irse. Tiene turno esta noche en el pub, y quería ir a comprar algunas cosas antes de irse a trabajar. Como los domingos está todo cerrado y entre semana no tiene tiempo de nada –le explicó Verónica -. Lo siento, ¿necesitabas algo? Si quieres le digo que te llame cuando pase por casa, o si es urgente….
-       No, tranquila. No es urgente –la atajó Esther. Lo último que deseaba era que Maca se preocupara más por ella o que acabara sospechando por aquellas llamadas apremiantes-.
-       Vale, de todas formas lleva el móvil –le dijo Verónica tras percibir algo raro en su voz-.
-       Sí, claro –Esther se sintió estúpida de pronto-. Ya la localizo yo, bueno…. Adiós.
-       Ok. Adiós

Ambas se despidieron y se quedaron contemplando el teléfono unos instantes. Verónica porque había percibido la turbación en Esther tras escuchar su voz en lugar de la de Maca, y se lamentaba por la tirantez que había entre ellas. Esther porque se sentía perdida, ansiosa y temerosa de sus propios latidos, y ahora que lo pensaba mejor, sabía que no debía volcar sus remordimientos en el apoyo incondicional de Maca.

El sonido de las llaves en la cerradura, volvió a Esther al presente. Alex apareció en el comedor de pronto, y ambas se quedaron de nuevo clavadas.

-       Esther…
-       ¿Qué haces tú aquí? –le preguntó Esther más cortante de lo que pretendía-.
-       Necesito que hablemos de lo que está pasando, en serio que lo necesito. Sé que has dicho que no hay nada más que hablar, y siento mucho haberme puesto furiosa… no… no sé que me ha pasado. Yo… -Alex se pasó una mano nerviosa por el cabello, había tenido tiempo en el autobús de serenarse un poco y de asimilar su discurso, pero sólo con tenerla delante, se inquietaba-. Quiero que sepas que respeto tu decisión, y que lo siento.
-       ¿Mi decisión? –Esther estaba aún aturdida. Desconcertada por la voz de Verónica, por pensar en Maca y encontrarse de nuevo frente a frente con Alex… confundida con la hermosa mujer que tenía delante. Aquella Alex, dulce, nerviosa, comprensiva… explosiva-.
-       Sé que quieres a Maca –Alex cabeceó tratando de ser consecuente con lo que se había propuesto, por mucho que le doliera, debía resignarse-. Siempre la has elegido a ella, me lo has dicho varias veces, sólo que yo… yo no podía… Lo siento, sólo quiero que seamos amigas.

Alex alzó la mirada para pedirle perdón y a Esther se le paralizó el corazón bajo el triste brillo de sus dos esmeraldas.

-       Alex, no me hagas esto –las palabras escaparon de la garganta de Esther en apenas un sin aliento-.
-       ¿Hacerte el qué? –le preguntó Alex sin entender-.
-       No me pidas perdón, no seas… no seas tan buena persona, tan jodidamente perfecta –Esther empezó a alterarse, porque lo que sentía por ella, porque el deseo que aún habitaba en su interior cuando la tenía cerca, era perpetuo recuerdo de lo bajo que había caído. De lo cerca que estaba de cruzar una línea sin retorno, de su traición, de ser quien no quería ser y sin embargo ya era, porque todo en su interior ardía-.
-       No soy perfecta… -trató de corregirla Alex, pero Esther la acalló-.
-       Lo eres cuando te pones así. ¡Joderrrr! ¿por qué no puedes odiarme y ya está? Te besé, te rechacé…. ¡Maldita sea! ¡No puedes querer ser mi amiga después de todo! ¡No quiero que me quieras, Alex! –estalló Esther-.

Alex la miró muy sorprendida ante su ataque repentino de ira, Esther estaba tan alterada, tan desfigurada de pronto. Había tanto que no decía. Se arriesgó.

-       Pero, te quiero –pronunció dulcemente-.

Esther se revolvió y su mirada aun fue más agresiva que la de antes.

-       Deja de decir eso….
-       Te quiero –volvió a pronunciar y esta vez Alex dio dos pasos al frente-.
-       ¡Maldita sea, Alex! Me haces ser peor persona, ¿no lo entiendes? –le dijo Esther y su furia se entremezcló con un asomo de ruego-.
-       Yo no lo creo, y aunque fuera así, no cambiaría lo que siento. ¡Estoy enamorada de ti! Siempre lo he estado, sólo que Maca llegó antes y tuve que callarme –se atrevió Alex a continuar aquel sendero incierto. Había cosas que si no se decían con todas sus letras, se pudrían lentamente dentro de una-.
-       ¡Ya basta!… por favor -le rogó Esther viendo que se le acercada, con el cuerpo temblando y las fuerzas al límite-.
-       Cuando te conocí, cuando llegaste a clase de Kate, pensé que la atracción que sentía hacia ti era pura admiración por tu talento. Pero no era cierto, todo lo que sentía por ti se convirtió en mucho más sin apenas darme cuenta y me esforcé por refrenarlo con todas mis fuerzas, pero…. –Alex prosiguió después de tomar saliva-. Me has ido devolviendo un fuego que hacía mucho no sentía. Tu amistad, lo llenaba todo y ahora, mírame, por más que me esfuerzo porque vuelva a ser suficiente para mí no lo consigo… Me besaste, nos besamos, y todo ha cambiado. Lamento que te disguste, pero te quiero.

Esther y Alex se miraron con intensidad a los ojos.

-       Alex, lo siento –se disculpó Esther-.
-       No lo sientas, yo de lo único que me arrepiento es haber detenido nuestros besos aquella noche. Debí hacerte mía allí mismo, y no comportarme como tu amiga, cuando lo que en realidad deseaba y deseo es amarte –le dijo Alex ya a escasos tres pasos de ella-.

A Esther le recorrió un escalofrío y algo la quemó desde dentro al ver el brillo y la seguridad en el rostro de Alex. Sin querer su cuerpo se prendió tan rápido, que entró de nuevo en pánico.

-       Alex, no puedo… –Esther no podía añadir nada ante semejante confesión que hablaba de un anhelo que no podía corresponder. Ella estaba con Maca, amaba a Maca-.
-       Sé que no tengo ningún derecho a decirte esto, pero si lo hago así y ahora es porque creo que tú también estás huyendo de lo que sientes… de lo que sientes por mí.
-       ¡Esto es una locura! –Esther no resistió más y dio media vuelta para encerrarse en su cuarto-.

Alex la detuvo.

-       Esther, dímelo… se que piensas que es horrible, pero si al menos… si tan sólo te permitieras una sola vez el… -Alex le rogó, estaba convencida de que si Esther se permitía confesar sus sentimientos hacia ella, podría derribar aquella muralla que había interpuesto entre las dos-.
-       ¿El qué Alex? ¡¡¿Qué quieres de mí?!! ¡¡¿Qué te diga que te quiero?!! ¡¿Qué me siento como una mierda?! ¡¿Qué mi mundo se desmorona por momentos?!... ¡¿O lo mucho que me jode hacerte daño, haber roto nuestra amistad por un simple beso?! –Esther no podía más, y cuando el calor del contacto de la mano de Alex en su muñeca removió su cuerpo, estalló atendiendo su ruego-.
-       No fue un simple beso, ambas lo sabemos –algo en el corazón y en las ganas de Alex por luchar, se avivó-. ¡Me quieres!
-       ¡Eso no cambia nada! –le aseguró Esther aún furiosa, aún queriendo huir de ella-.
-       Para mí lo cambia todo –le rebatió Alex a punto de abrazarla-.
-       También quiero a Maca, es mi novia, y seguiré con ella –la apuñaló Esther desesperada, casi atropellándose con sus propias palabras-.

Alex se paró en seco en su gesto, a un escaso paso de ella. Con el corazón paralizado y un sentimiento enorme contenido en el pecho. Esther aprovechó aquel agujero negro que se había formado entre las dos para salir corriendo a su habitación.

Cuando cerró la puerta, Esther se desmoronó en el suelo con su espalda anclando la fortaleza de su cuarto. “¿Qué he hecho… qué he hecho?”, pensó con la cara enterrada entre sus manos y una sensación extraña estrangulándole el pecho. Acababa de apuñalar una vez más a Alex, y aunque no quisiera hacerle daño, la única verdad es que siempre se lo hacía, siempre. Habían llegado a un punto en que tenerla tan cerca la desquiciaba, la enfurecía y la hacía temblar de pies a cabeza. Su boca, su olor, su luz… Esther ya no podía mirarla a la cara sin ver mil colores envolviendo su cuerpo. Se estaba volviendo loca, loca por unos sentimientos que no aceptaba porque hacerlo significaba perder una parte de sí misma. La deseaba, ¡Dios mío… cuánto la deseaba! La sangre le hervía autofragelándola. Esther opinaba que merecía aquel infierno después de lo que había hecho, después de traicionar a Maca, después de maltratar a Alex… ¡El amor, era un asco! Se golpeó la cabeza repetidas veces contra la puerta, quería que todo parara, y no podía detenerlo. Se permitió llorar unos instantes para serenarse, cuando por fin lo consiguió, se levantó del suelo repitiéndose que había hecho lo correcto y fue a buscar su móvil en la mochila. Aún necesitaba escuchar la voz de Maca, necesitaba volver desesperadamente a casa.

---


Todo se paralizó a su alrededor en un sólo instante. Alex no pudo reaccionar antes las últimas palabras de Esther: “También quiero a Maca, es mi novia, y seguiré con ella”.

-       Se acabó –se dijo Alex en voz alta para asimilarlo-… se acabó.

Miró a su alrededor y se vio sola, en medio de aquel enorme salón, en medio de aquel país al que había viajado por ella… todo lo hacía por ella, y Esther ni siquiera era capaz de arriesgarse un poco por las dos. Estaba tan cegada con Maca, tan erróneamente enamorada de aquella ligona de bar que de seguro le estaría poniendo los cuernos, que renunciaba a darle una oportunidad a su historia. Aquel pensamiento la llenó de profunda rabia y antes si quiera de darse cuenta barrió con un brazo todo lo que había encima de la mesa. Los libros, y las carpetas de Kate se desparramaron en el suelo frente a ella. Alex respiró agitadamente tras aquella ola repentina de calor, hasta que consiguió serenarla. Impotente, se dejó caer de rodillas al suelo, ya no tenía sentido pensar más en ello. Kate estaba en lo cierto, ya no podían ser amigas, Alex no podía ser su amiga, la deseaba, la amaba demasiado; y Esther lo había dejado claro, seguiría con Maca. Empezó a recoger los papeles de Kate uno por uno, al menos aquel desastre si podría corregirlo. De pronto unos bocetos llamaron su atención bajo unos escritos, los desenterró para echarles un vistazo, curiosa. En cuanto reconoció la mano de Esther en aquellos trazos, el corazón empezó a bombearle otra vez con fuerza. Totalmente sorprendida vio su propio cuerpo desnudo dibujado ante ella, con un detalle y una pasión a simple vista, que la traspasó por entero. Rápidamente pasó al siguiente, y al otro, y otro más…. Al menos habían seis hojas sobre ella entre aquellas carpetas, cada cual más perturbadora, con ángulos de su cuerpo que ni ella misma conocía con tanto detalle. “¿Cuándo me ha visto así desnuda?”, pensó… y el recuerdo del baño saltó en su memoria. Parpadeó incrédula ante la capacidad fotográfica de Esther y su don para transpolar la imagen a otras posturas, con tan sólo aquel fugaz encuentro había sido capaz de recrear de un modo brutal cada parte de su cuerpo. Alex se permitió observar más despacio aquellos dibujos. Había trazos enérgicos, demenciales… casi obsesivos entorno a sus piernas, sus muslos y sus pechos. Alex se puso colorada sólo de imaginar el rostro de Esther creando aquello. La había visto así otras veces, aunque nunca por ella, y su pasión podía quemarla incluso ahora sólo mirando aquel boceto. Pasó a otros, de trazos suaves y delicados, dulces… melancólicos, como si le dolieran a la piel. Pequeños toques de color pastel remarcaban sutilmente ciertas zonas de su anatomía, a Alex le evocaron una especie de caricia nostálgica, de lo que nunca serían. Se quedó sin aliento, mientras su corazón la golpeaba hasta marearla de dolor. Había tanto amor en cada detalle, había tanto deseo enterrado en lo que estaba viendo. Se puso lentamente de pie, con las manos temblando sosteniendo los dibujos, los miró tratando de asimilar el conjunto, y luego buscó con sus ojos la puerta cerrada de Esther. Las palabras dichas apenas unos minutos antes, en nada se correspondían con lo que trasmitía su obra. Alex cerró los ojos…. “seguiré con ella”, aquella frase se le había grabado a fuego, y algo en su interior se rindió comprendiendo. Esther quería a Maca, quería a ambas, y algo muy aferrado a la forma de ser de Esther le hacía sacar apenas las fuerzas suficientes para no dejarse vencer ante lo que Alex sabía que sentían la una por la otra.

-       Por eso quiere que la odie, por eso me aparta a patadas -musitó parpadeando más veces de las necesarias. Aún asimilando lo inmenso que las envolvía-.

Pensó en las posibilidades, lo sensato sería dejarla ir, renunciar a ella y que con el tiempo viera lo que se había perdido cuando Maca la abandonara por tantas otras. ¿Pero a quién quería engañar? Aquello ya lo había intentado fracasando estrepitosamente, la llevaba demasiado a dentro para lograrlo. No, no podía renunciar a ella pese a su razón y sus desplantes. ¿Entonces qué? ¿Qué alternativas quedaban? Esther había dejado claro que no renunciaría a Maca, así que sólo le quedaba jugar su última baza, convertirse en “la otra”, ser su amante. Suspiró ante la idea, Esther nunca lo permitiría, no mientras algo de su razón y su ética permaneciera en pie dentro de ella. Miró de nuevo las hojas que tenía en sus manos y entonces lo supo, supo que si quería desquebrajar las barreras, tendría que dinamitarlas intentando un último acercamiento. Rogando porque el deseo que Esther pudiera albergar por ella, fuera tan intenso como el que veía reflejado en aquellos dibujos, se dirigió a aquella habitación en la que se había encerrado.

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Esther se quedó parada en mitad de la habitación, había creído tenerlo claro, pero al coger el móvil se debatió entre si era mejor escribir un simple mensaje a Maca o llamarla. No quería preocuparla, no dos veces en los dos últimos días. Dudó. Últimamente dudaba de todo, y aquello la desesperaba. De pronto la puerta de su habitación se abrió, y Alex pasó dentro sin tan siquiera ser invitada.

-       Alex que…
-       He encontrado esto –le dijo Alex como explicación a su interrupción abrupta-.

La mirada amenazante de Esther se transformó en sorpresa y turbación tras identificar sus propios dibujos. Desconcertada sus ojos viajaron de los folios hasta Alex, y no supo identificar lo que había en ellos.

-       ¿De dónde los has sacado? –preguntó Esther sin apenas voz-.
-       ¡Eso no importa! Lo que importa es lo que hay en ellos -le dijo Alex sin apartar su mirada penetrante de los de ella-.
-       Alex, no sé qué crees que significan pero...
-       Deseo, pasión…. Anhelo, ternura… impotencia, ansia –fue indicándole Alex mientras pasaba las hojas y se iba aproximando a ella-. ¿Quieres que siga?

Esther dio un paso atrás torpemente, nerviosa, aterrada. En un sólo segundo, la hoguera que habitaba en ella había vuelto a prenderse, y era tanta la seguridad y el fuego que veía en los ojos de Alex ahora mismo, que ya no sabía cómo apagarla. Se aferró inconscientemente con ambas manos a su móvil.

Alex detuvo sus pasos pero sólo para coger un nuevo impulso.

-       Sólo quiero que me contestes a una sola pregunta, y por favor te ruego que si en alguna ocasión nuestra amistad significó algo para ti, si yo realmente te importé en algún momento, por favor… por favor, contéstame con la verdad. No te pido nada más –le imploró Alex por última vez, totalmente expuesta ante ella-.

Esther no supo que decir, ¿cómo no iba Alex o su amistad a significar algo para ella? La flojera que tenía en sus piernas y el nudo de su garganta gritaban todo lo contrario.

-       ¿Te has enamorado de las dos? ¿De Maca y de mí? –soltó la bomba Alex-.
Esther casi soltó un quejido. Alex acababa de poner en palabras sus propios miedos-.

-       Yo, no… -titubeó-, no lo sé.
-       Por favor, sé sincera conmigo yo sólo quiero…. –le rogó Alex sin resignarse a su respuesta-.
-       ¡Alex, no lo sé! -le dijo Esther en un grito. Ya no podía más… no podía más, las fuerzas humanas tenían sus límites y ella se sentía derruida por completo-. No sé si es amor o deseo, no sé lo que me pasa. Todo ha perdido su sentido y ya no sé qué pensar, que sentir… estoy tratando de hacer lo correcto. Estoy tratando de… -Esther la miró a los ojos derrumbada. Cómo explicar lo que ella no comprendía. Cómo razonar sus sentimientos por ambas, cuando ella misma siempre había pensado que era un imposible estar tan dividida. Estaba tan confusa, tan perdida… y a la vez, las evidencias de las respuestas de su cuerpo, la tenían maniatada-. ¡No lo sé!, y por eso, antes de que el agua nos llegue al cuello, te pido que te vayas.

Alex no se movió ni medio centímetro de donde estaba, mientras evaluaba sus palabras. Determinó que era sincera, que para Esther todo aquello que sentía la superaba, y que prefería una retirada a tiempo que enfrentarse a mil batallas. La decisión estaba en su mano. La pelea, independientemente de que la ganara o no, iba a tener que ser provocada.

-       No sabes lo que es, pero tus dibujos dejan clara al menos una cosa… -Alex la miró de un modo que a Esther consiguió ponerle la piel de gallina. De pronto percibió aquella energía tan pura que había sentido al ver a Alex esculpiendo aquella misma mañana-. ¡Me deseas!

Esther soltó un quejido involuntario ante la crudeza con que aquella afirmación había salido de su boca. Quiso negarlo, debatirlo, ocultarlo… pero se quedó petrificada por la intensidad de aquellos ojos verdes que se oscurecieron como nunca frente a ella.

-       Alex, yo…
-       Me deseas, y a mí de momento, me vale con eso.


Los pasos que las separaban fueron borrados por Alex, que sin poder esperar ni un minuto más, se abalanzó sobre los labios de Esther, jugándose a aquella “cara o cruz”, su corazón.

3 comentarios:

  1. o_O o_O
    Se puede querer a dos mujeres a la vez y no estar loca...?? Como dice la canción.
    Si de por sí querer a una es complicado, dos... Mucha energía se necesita XD

    Ojú.

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    1. Ojúu digo yo!!! A ver como guío esta madeja que he enredado!!!

      ;) Gracias por comentar

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  2. *sin palabras* me he quedado mirando el ordenador un par de minutos para asimilarlo... en shock, me has dejado en shock

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