(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
108
Amsterdam.
Esther puso las manos contra sus hombros al notar que se le venía encima,
pero Alex la estrechó con ímpetu por la cintura acercándola a su cuerpo sin darle
escapatoria. Notó la presión de aquellos labios carnosos contra su boca aún
cerrada, aún tratando de presentar batalla mientras todas las sensaciones de su
cuerpo la boicoteaban desde dentro. “No!!!” pensó, pero las caderas de Alex
golpearon contra las suyas hasta conseguir atraparla entre la pared y su turbador
calor. Esther sintió que algo se electrocutaba en sus circuitos, Alex le mordió
el labio luchando por entrar en ella, y aprovechó su quejido para introducirle
la lengua. En cuanto las caricias internas de Alex despertaron la marea en su
boca, Esther supo que había perdido. Gimió consumida en su apremio, y el
teléfono que tenía aún aferrado en su mano, se resbaló en dirección al suelo,
saltando en mil pedazos.
---
22:00H
Esther abrió los ojos pesadamente. En su ventana había oscurecido y cayó
en la cuenta de que se había dormido. Cerró los ojos, intentando acallar las
voces que se despertaban con ella. El daño estaba hecho, las líneas cruzadas,
nunca volvería a ser la misma. Tragó saliva intentando mantener a raya la
ansiedad que crecía en su interior. Finalmente se atrevió a mirar a su traición
más absoluta cara a cara. Alex.
Allí a su lado, con una pierna aún enredada entre las suyas a modo de
amarre, y el cabello corto y revuelto cosquilleando el hombro de Esther mientras
lo empleaba de almohada, Alex dormía tranquila. Sus ojos de un intenso verde
horas antes, ahora estaban ocultos bajo aquellas pestañas largas y pobladas que
tanto los ensalzaban. Esther suspiró. Alex era dolorosamente hermosa, hacer el
amor con ella había sido… Sintió pánico y un fuego atronador recordándolo.
“El teléfono se le cayó de las
manos, como también lo hizo su voluntad espoleada por todo lo que había
guardado de sí para Alex después de tanto tiempo. Esther dejó de resistirse,
embriagada por la suavidad de su boca y los olores que emanaban de Alex
mientras insistentemente la estrechaba contra la pared. Rugió. Rugió desde muy dentro
cuando el deseo fue tan intenso que se olvidó de todo lo demás. Sus manos hasta
ahora quietas, atraparon con fuerza la nuca de Alex, y la devoró con una
ansiedad que les cortó la respiración a las dos.
-
Esther… -gimió
Alex-.
-
No hables
–le pidió ella-.
Y con prisas le bajó la cremallera de la
chaqueta que le había prestado aquella mañana, quitándosela bruscamente por los
hombros hasta vislumbrar sus senos enmarcados por aquel sujetador tan sexy que
la había perturbado. Cuando sus ojos se encontraron con los de Alex, no se
sorprendió de que ella temblara. Esther notaba como todos sus sentidos estaban
al rojo vivo, consciente de la imagen distorsionada que ofrecía de sí misma.
Atrajo de nuevo a Alex y ya no pudo refrenar ninguno de sus instintos”.
-
Hola –la sacó de sus pensamientos la voz de Alex
al despertar-.
-
Hola –le contestó Esther algo inquieta y
taciturna-.
Alex se apoyó
sobre su codo para observarla. Con la mano libre acarició su rostro y notó como
Esther cerraba los ojos soltando una exhalación. Estaba preocupada.
-
¿En qué piensas? –le preguntó, aunque podía
sentir su culpabilidad sólo con verla-.
-
En nada –le contestó Esther, cerrando por
completo todas sus compuertas-.
Alex respetó su
silencio, aún era pronto…. Aún podía sentir aquel pulso invisible que la quería
dejar fuera. Se irguió en la cama y se extendió sobre el cuerpo desnudo de
Esther, dándole calor.
-
Eso es lo que quiero, que no pienses en nada –le
susurró Alex y luego maniató sus manos por encima de su cabeza antes de besarla
tan profundamente, como tan lejos quería desterrar sus dudas y recelos-.
-
¡Oh… Dios mío, Alex! –le dijo Esther en cuanto
pudo respirar-.
Alex sonrió
maliciosamente, se puso a horcajadas sobre el pubis de Esther y luego guió aquellas
talentosas manos hacia sus pechos. A Esther reconocer su voluptuosa textura le
produjo un torrente de pasión.
-
¿Quieres ir más despacio? ¡Porque yo no! –le
dijo Alex con un brillo peligroso en la mirada-. Hemos perdido demasiado
tiempo, yo no soy tan buena y tú no eres un ángel… tus arañazos en mi espalda
lo confirman y “esto” –Alex guió una de las manos de Esther hasta su
entrepierna-, confirma lo mucho que te deseo yo.
El rugido volvió
a estallar en el interior de Esther tras sentir la humedad de Alex derramándose
en su mano. Su cuerpo se irguió de la cama tan rápido que a Alex casi no le dio
tiempo a reaccionar cuando los labios de Esther se apoderaron de su cuello y
sus dedos la penetraron sin compasión.
-
¡Oh sí! –gimió Alex estrechándola con fuerza.
Quería sentirla tan dentro suyo, atraparla, retenerla en su interior para
siempre-. Haz que me corra… haz lo que quieras conmigo, pero quédate, dentro…
muy dentro.
Y Esther lo
hizo. Mordió su cuello, chupó sus senos y se perdió en aquella boca deliciosa,
mientras la penetraba una y otra vez, sin que Alex pareciera tener bastante.
Cuando por fin se derramó, ambas se dejaron caer agotadas. Estaban sudadas y el
corazón se les salía del pecho como si hubieran corrido una gran maratón.
-
Creo que me va a salir un chupetón tremendo
–dijo en voz alta Alex tras notar el quemazón que sentía en la base del
cuello-.
-
Oh… lo… lo siento –se disculpó Esther girándose
hacia ella con remordimiento en la mirada-.
Alex le sonrió.
Era tan dulce y a la vez… tan jodidamente sexy y bestia cuando se desataba. ¿De
dónde coño lo sacaba? ¿sería cosa de la edad? Fuera como fuera, el voraz
apetito que mostraba Esther hacia ella, era un gran punto a su favor.
-
Estoy bien, no te preocupes por mí –le aseguró
Alex-. Te quiero.
Esther se
removió inquieta ante sus palabras.
-
¿Qué hora es? –cambió de tema Esther estirando
el brazo para coger el despertador de su mesita de noche-.
-
No sé –Alex notó su cambio, pero no quiso
insistir. Sabía a lo que se exponía al decidir librar aquella batalla. Debía
actuar con calma-.
-
¡Madre mía! –Esther se incorporó-. Las diez.
¿Crees que Kate ya estará en casa?
Alex se encogió
de hombros mientras veía a Esther salir de la cama para vestirse. Se sentía
triste, pero aguantó el tipo como pudo. Aquel pulso iba a ser más duro de lo
que creía, empezó a sentirse mal.
-
Probablemente sí, la dejamos preocupada así que
no creo que se haya quedado mucho en la fiesta –le contestó Alex también
saliendo de la cama. Notaba como un nudo de angustia empezaba a treparle por la
garganta, y sintió la necesidad de huir de allí para no desmoronarse-. Más
después de la advertencia que me lanzó…
Esther se detuvo
al escuchar aquellas palabras que Alex había murmurado sin intención de que la
oyera.
-
¿Qué has dicho? –le preguntó, aunque lo había
oído-.
-
Nada, cosas mías –le dijo Alex ya poniéndose en
pie recogiendo sus zapatos-.
-
Alex –la llamó dulcemente-.
-
¿Qué? –le preguntó sin tan siquiera mirarla-. No
es nada, tonterías. No quería que viniera a por ti… por lo visto la única que
no ve las señales soy yo. No importa. ¿Dónde coño está mi calcetín? ¡Mierda!
–el corazón empezaba a estrangulársele en mitad del pecho. Había pretendido ser
algo que no era, ella no era fuerte, no podía ser Maca… jamás se había acostado
con alguien que no significara algo para ella, y despertarse con el rechazo de
Esther la estaba matando. No quería montar una escena, debía ser más que eso si
quería seguir a su lado-.
Esther fue hasta
ella y detuvo su absurda búsqueda.
-
Eh… mírame –le pidió Esther-. Alex… mírame
Alex tardó en
conseguirlo, notaba que podía desmoronarse y no quería. No podía permitirse ser
frágil, no si quería convertirse en su amante. Esther ya tenía una novia a la
que aguantar sus penas y no era ella. No, la diversión sin complicación era su
parte.
Esther le
acarició la cara y aquel sencillo gesto ya produjo en Alex un temblor que le
hizo cerrar los ojos de golpe intentando detener las lágrimas que se
avecinaban. A Esther se le paralizó el corazón, la besó suavemente en los
labios como hasta ahora no se había permitido. Las lágrimas silenciosas de Alex
mojaron sus dedos.
-
Oh, Dios mío… Alex. ¿Qué demonios te estoy
haciendo? –se lamentó Esther, no sabía cómo actuar, qué decir, qué hacer… todo
estaba tan mal, tan mal-.
-
Tú no estás haciendo nada, soy yo la que lo ha
precipitado todo esta vez. ¡Estoy bien! Te quiero… sé que tú no puedes
decírmelo ahora mismo, quizá no puedas nunca, pero… pero quiero estar aquí.
Estoy aterrada porque no me dejes estar aquí –le dijo Alex apoyando la frente
contra la suya intentando detener aquel estúpido llanto que no les haría ningún
bien-.
-
Alex, esto está mal… esto no es… -Esther quería
decirle que aquello que estaba pasando entre ellas no podía ser bueno para
ninguna, que aquello no podía ser amor, no así… no con aquella culpa, con aquel
sentimiento a medias en medio de la nada, espoleado por un deseo que las
empujaba hacia el mismísimo infierno-.
Pero Alex cogió
su rostro entre las manos y la besó, tan dulce y suavemente que dolía. El sabor
de sus lágrimas saladas se mezcló con el calor y la humedad que escondían sus
bocas, y todo quedó paralizado. Aquello no estaba bien, aquello las
destrozaría, pero de momento ninguna era capaz de hacer nada para remediar lo
que sentían.
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