lunes, 29 de julio de 2013

Dibujada en mi mente (TOMO 2) -cap 108-


undefined“DIBUJADA EN MI MENTE" (TOMO 2)
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.




108

Amsterdam.

Esther puso las manos contra sus hombros al notar que se le venía encima, pero Alex la estrechó con ímpetu por la cintura acercándola a su cuerpo sin darle escapatoria. Notó la presión de aquellos labios carnosos contra su boca aún cerrada, aún tratando de presentar batalla mientras todas las sensaciones de su cuerpo la boicoteaban desde dentro. “No!!!” pensó, pero las caderas de Alex golpearon contra las suyas hasta conseguir atraparla entre la pared y su turbador calor. Esther sintió que algo se electrocutaba en sus circuitos, Alex le mordió el labio luchando por entrar en ella, y aprovechó su quejido para introducirle la lengua. En cuanto las caricias internas de Alex despertaron la marea en su boca, Esther supo que había perdido. Gimió consumida en su apremio, y el teléfono que tenía aún aferrado en su mano, se resbaló en dirección al suelo, saltando en mil pedazos.

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22:00H

Esther abrió los ojos pesadamente. En su ventana había oscurecido y cayó en la cuenta de que se había dormido. Cerró los ojos, intentando acallar las voces que se despertaban con ella. El daño estaba hecho, las líneas cruzadas, nunca volvería a ser la misma. Tragó saliva intentando mantener a raya la ansiedad que crecía en su interior. Finalmente se atrevió a mirar a su traición más absoluta cara a cara. Alex.

Allí a su lado, con una pierna aún enredada entre las suyas a modo de amarre, y el cabello corto y revuelto cosquilleando el hombro de Esther mientras lo empleaba de almohada, Alex dormía tranquila. Sus ojos de un intenso verde horas antes, ahora estaban ocultos bajo aquellas pestañas largas y pobladas que tanto los ensalzaban. Esther suspiró. Alex era dolorosamente hermosa, hacer el amor con ella había sido… Sintió pánico y un fuego atronador recordándolo.

“El teléfono se le cayó de las manos, como también lo hizo su voluntad espoleada por todo lo que había guardado de sí para Alex después de tanto tiempo. Esther dejó de resistirse, embriagada por la suavidad de su boca y los olores que emanaban de Alex mientras insistentemente la estrechaba contra la pared. Rugió. Rugió desde muy dentro cuando el deseo fue tan intenso que se olvidó de todo lo demás. Sus manos hasta ahora quietas, atraparon con fuerza la nuca de Alex, y la devoró con una ansiedad que les cortó la respiración a las dos.

-       Esther… -gimió Alex-.
-       No hables –le pidió ella-.

Y con prisas le bajó la cremallera de la chaqueta que le había prestado aquella mañana, quitándosela bruscamente por los hombros hasta vislumbrar sus senos enmarcados por aquel sujetador tan sexy que la había perturbado. Cuando sus ojos se encontraron con los de Alex, no se sorprendió de que ella temblara. Esther notaba como todos sus sentidos estaban al rojo vivo, consciente de la imagen distorsionada que ofrecía de sí misma. Atrajo de nuevo a Alex y ya no pudo refrenar ninguno de sus instintos”.

-       Hola –la sacó de sus pensamientos la voz de Alex al despertar-.
-       Hola –le contestó Esther algo inquieta y taciturna-.

Alex se apoyó sobre su codo para observarla. Con la mano libre acarició su rostro y notó como Esther cerraba los ojos soltando una exhalación. Estaba preocupada.

-       ¿En qué piensas? –le preguntó, aunque podía sentir su culpabilidad sólo con verla-.
-       En nada –le contestó Esther, cerrando por completo todas sus compuertas-.

Alex respetó su silencio, aún era pronto…. Aún podía sentir aquel pulso invisible que la quería dejar fuera. Se irguió en la cama y se extendió sobre el cuerpo desnudo de Esther, dándole calor.

-       Eso es lo que quiero, que no pienses en nada –le susurró Alex y luego maniató sus manos por encima de su cabeza antes de besarla tan profundamente, como tan lejos quería desterrar sus dudas y recelos-.
-       ¡Oh… Dios mío, Alex! –le dijo Esther en cuanto pudo respirar-.

Alex sonrió maliciosamente, se puso a horcajadas sobre el pubis de Esther y luego guió aquellas talentosas manos hacia sus pechos. A Esther reconocer su voluptuosa textura le produjo un torrente de pasión.

-       ¿Quieres ir más despacio? ¡Porque yo no! –le dijo Alex con un brillo peligroso en la mirada-. Hemos perdido demasiado tiempo, yo no soy tan buena y tú no eres un ángel… tus arañazos en mi espalda lo confirman y “esto” –Alex guió una de las manos de Esther hasta su entrepierna-, confirma lo mucho que te deseo yo.

El rugido volvió a estallar en el interior de Esther tras sentir la humedad de Alex derramándose en su mano. Su cuerpo se irguió de la cama tan rápido que a Alex casi no le dio tiempo a reaccionar cuando los labios de Esther se apoderaron de su cuello y sus dedos la penetraron sin compasión.

-       ¡Oh sí! –gimió Alex estrechándola con fuerza. Quería sentirla tan dentro suyo, atraparla, retenerla en su interior para siempre-. Haz que me corra… haz lo que quieras conmigo, pero quédate, dentro… muy dentro.

Y Esther lo hizo. Mordió su cuello, chupó sus senos y se perdió en aquella boca deliciosa, mientras la penetraba una y otra vez, sin que Alex pareciera tener bastante. Cuando por fin se derramó, ambas se dejaron caer agotadas. Estaban sudadas y el corazón se les salía del pecho como si hubieran corrido una gran maratón.

-       Creo que me va a salir un chupetón tremendo –dijo en voz alta Alex tras notar el quemazón que sentía en la base del cuello-.
-       Oh… lo… lo siento –se disculpó Esther girándose hacia ella con remordimiento en la mirada-.

Alex le sonrió. Era tan dulce y a la vez… tan jodidamente sexy y bestia cuando se desataba. ¿De dónde coño lo sacaba? ¿sería cosa de la edad? Fuera como fuera, el voraz apetito que mostraba Esther hacia ella, era un gran punto a su favor.

-       Estoy bien, no te preocupes por mí –le aseguró Alex-. Te quiero.

Esther se removió inquieta ante sus palabras.

-       ¿Qué hora es? –cambió de tema Esther estirando el brazo para coger el despertador de su mesita de noche-.
-       No sé –Alex notó su cambio, pero no quiso insistir. Sabía a lo que se exponía al decidir librar aquella batalla. Debía actuar con calma-.
-       ¡Madre mía! –Esther se incorporó-. Las diez. ¿Crees que Kate ya estará en casa?

Alex se encogió de hombros mientras veía a Esther salir de la cama para vestirse. Se sentía triste, pero aguantó el tipo como pudo. Aquel pulso iba a ser más duro de lo que creía, empezó a sentirse mal.

-       Probablemente sí, la dejamos preocupada así que no creo que se haya quedado mucho en la fiesta –le contestó Alex también saliendo de la cama. Notaba como un nudo de angustia empezaba a treparle por la garganta, y sintió la necesidad de huir de allí para no desmoronarse-. Más después de la advertencia que me lanzó…

Esther se detuvo al escuchar aquellas palabras que Alex había murmurado sin intención de que la oyera.

-       ¿Qué has dicho? –le preguntó, aunque lo había oído-.
-       Nada, cosas mías –le dijo Alex ya poniéndose en pie recogiendo sus zapatos-.
-       Alex –la llamó dulcemente-.
-       ¿Qué? –le preguntó sin tan siquiera mirarla-. No es nada, tonterías. No quería que viniera a por ti… por lo visto la única que no ve las señales soy yo. No importa. ¿Dónde coño está mi calcetín? ¡Mierda! –el corazón empezaba a estrangulársele en mitad del pecho. Había pretendido ser algo que no era, ella no era fuerte, no podía ser Maca… jamás se había acostado con alguien que no significara algo para ella, y despertarse con el rechazo de Esther la estaba matando. No quería montar una escena, debía ser más que eso si quería seguir a su lado-.

Esther fue hasta ella y detuvo su absurda búsqueda.

-       Eh… mírame –le pidió Esther-. Alex… mírame

Alex tardó en conseguirlo, notaba que podía desmoronarse y no quería. No podía permitirse ser frágil, no si quería convertirse en su amante. Esther ya tenía una novia a la que aguantar sus penas y no era ella. No, la diversión sin complicación era su parte.

Esther le acarició la cara y aquel sencillo gesto ya produjo en Alex un temblor que le hizo cerrar los ojos de golpe intentando detener las lágrimas que se avecinaban. A Esther se le paralizó el corazón, la besó suavemente en los labios como hasta ahora no se había permitido. Las lágrimas silenciosas de Alex mojaron sus dedos.

-       Oh, Dios mío… Alex. ¿Qué demonios te estoy haciendo? –se lamentó Esther, no sabía cómo actuar, qué decir, qué hacer… todo estaba tan mal, tan mal-.
-       Tú no estás haciendo nada, soy yo la que lo ha precipitado todo esta vez. ¡Estoy bien! Te quiero… sé que tú no puedes decírmelo ahora mismo, quizá no puedas nunca, pero… pero quiero estar aquí. Estoy aterrada porque no me dejes estar aquí –le dijo Alex apoyando la frente contra la suya intentando detener aquel estúpido llanto que no les haría ningún bien-.
-       Alex, esto está mal… esto no es… -Esther quería decirle que aquello que estaba pasando entre ellas no podía ser bueno para ninguna, que aquello no podía ser amor, no así… no con aquella culpa, con aquel sentimiento a medias en medio de la nada, espoleado por un deseo que las empujaba hacia el mismísimo infierno-.


Pero Alex cogió su rostro entre las manos y la besó, tan dulce y suavemente que dolía. El sabor de sus lágrimas saladas se mezcló con el calor y la humedad que escondían sus bocas, y todo quedó paralizado. Aquello no estaba bien, aquello las destrozaría, pero de momento ninguna era capaz de hacer nada para remediar lo que sentían. 

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