miércoles, 7 de agosto de 2013

De Blanco y Negro a Color - 80 y 81 -




La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
80

Maca respiraba agitada, aún sin soltarla. Esther por su parte trataba de recomponerse de aquel despertar tan inesperado. La cabeza le daba vueltas, no sentía ni las piernas ni los brazos, pero el corazón le bailaba al son de aquel “te quiero” que Maca había pronunciado sin previo aviso. No supo cuanto tiempo permanecieron así, calladas y abrazadas, quietas como tratando de detener el momento en el tiempo, con aquel miedo a que hubiera sido fugaz como una estrella en mitad de la noche.

-         ¿Piensas despertarme siempre así? -finalmente Esther optó por volver a la realidad. No quería vivir de sueños-.
-         Es posible -le contestó Maca y hundió la cara en su pelo. No quería romper aquello-. Me pasaría el día oliéndote.

A Esther se le puso la piel de gallina ante el gesto, sin embargo fue su voz la que consiguió que se le desbocara el corazón.

-         Maca... -la llamó Esther aún sin atreverse a girarse-.
-         ¿Sí? -le contestó ella-.
-         Lo de antes... lo que dijiste antes -Esther empezó a ponerse inquieta, pero tenía que saberlo-. ¿fue fruto del momento o...?

Maca guardó silencio, también ella luchaba internamente.

-         ¿O? -la animó a continuar Maca, pues aún no había decidido que contestar a aquella pregunta inacabada-.

Esther se giró entre sus brazos para mirarla a la cara, y al hacerlo se le cortó la respiración. Era tan hermosa. De su cabeza desaparecieron las palabras de golpe. Atraída por aquella fuerza invisible no pudo contenerse y acariciar aquel largo cabello que caía informal sobre aquel rostro resplandeciente y ambiguo... mitad ternura, mitad volcán. La miró a los ojos, ¿cómo no hacerlo si brillaban oscuros como dos topacios? Sintió ganas de quedarse siempre así, mirándola, pero entonces Maca atrapó su mano y la besó. Esther quedó clavada a aquel beso, casi drogada por lo rosado de aquellos labios que lo habían realizado, absorta en el cosquilleo que provocaron y ya no pudo apartar los ojos de ellos.

Había muchas cosas aún por preguntar, por decir... pero nada era tan urgente como alimentar a aquel agujero negro que constituía el deseo que las maniataba.

.....
Esther la escuchó salir del cuarto de baño, y empezó a colocar los platos en la mesa. Tras haber hecho el amor nuevamente, habían decidido con bastante dificultad, que era hora de salir de la cama y comer algo. Maca había querido ducharse con ella, pero Esther se opuso enérgicamente...

“Ni hablar...jajaja.. Si me meto en la ducha contigo ambas sabemos como acabaremos, y lo creas o no, ya no estoy para estos trotes. Tengo tantas agujetas que ni me lo creo”... le había dicho, y Maca terminó aceptando a regañadientes.

-         Las tripas no dejan de sonarme, tengo tanta hambre que me comería un buey -le anunció Maca reapareciendo en la cocina-.
-         Jajaja.. pues te vas a tener que conformar con la ensalada fresca de patata que me ha dado tiempo a improvisar, porque hoy he estado muy ocupada para salir de caza -le contestó a modo de burla Esther mientras ambas tomaban asiento-.

Maca alzó una ceja como respuesta, y se llevó el primer bocado a la boca mientras Esther servía la bebida.

-         ¡Esto está de muerte! -confesó aún haciendo esfuerzos por no hablar con la boca llena, lo cual le resultaba bastante difícil con el hambre que tenía-.

Esther sonrió mientras la veía disfrutar de la comida, siempre le había encantado su sano apetito, pues era fiel reflejo del modo en que solía tomarse su vida. Maca tardó unos minutos en darse cuenta de que era la única que comía. Levantó la vista y se topó con los ojos de Esther, mirándola... y ¡cómo la miraba!
-         ¿no tienes hambre? -le preguntó Maca tapándose la boca y tratando de deglutir aquel bocado que los ojos de Esther habían casi paralizado en su garganta-.
-         No tanta como tú al parecer -le contestó Esther y para tratar de distraer los pensamientos impuros que le habían surgido de pronto, estiró la mano y picoteó con el tenedor de la fuente compartida-.

Maca también comió, pero ya no pudo permanecer ajena al brillo que había en aquellos ojos que estaban enfrente suyo. Al cabo de cinco minutos de silencio y escrutinio, volvió a enfrentarse a ellos.

-         Me estás poniendo nerviosa -le anunció Maca-.
-         ¿Nerviosa? ¿por qué? -le preguntó Esther con una sonrisa muy distinta a la que solía mostrar su rostro cuando era afable-.
-         Lo sabes muy bien... ¡Sé en lo que estás pensando! -le contestó Maca con una sonrisa maliciosa, al igual que la que Esther tenía en aquellos momentos-.
-         ¿Ah sí?... jajaja... Eso si que es clarividencia -bromeó Esther-.

Maca picó otro trozo de patata con aliño y se lo introdujo en la boca mientras la miraba de frente. Esther no dejaba de sonreír.

-         Corrígeme si me equivoco, pero ¿no has sido tú la que hace unos momentos se ha puesto dura y a propuesto que salgamos de la cama aludiendo que Laura y Eva no tardarían en llegar y que.... ah, sí, que tenías demasiadas agujetas como para seguir “jugando”? -le espetó Maca con picardía-.
-         jajajaja... -Esther se echó a reír por aquella estocada-.

Maca también rió ante su ataque de risa, era muy reconfortante entenderse tan bien con alguien que aparentemente no tenía nada que ver contigo. Maca se sorprendía cuando pensaba en los primeros encuentros entre las dos. La comodidad que sentía junto a Esther en esos momentos era difícil de describir.

-         Supongo que acabo de descubrir que hay cosas que me perturban más que mi dolor físico -le contestó Esther tomando otro bocado y esbozando una sonrisa-.

Esta vez fue Maca la que la miró calladamente. Esther no dijo nada, mientras notaba como entre las dos volvían a reanimarse las brasas a medida que pasaban los segundos. Finalmente Maca se levantó de la silla y fue hasta ella. Esther soltó el tenedor cuando Maca la retiró de la mesa para sentarse a horcajadas sobre sus rodillas.

-         Espero que tenga una buena estrategia Comandante, porque cuando llegue el “dúo celestino”, no se si voy a poder controlarme para quitarle las manos de encima...

Le susurró Maca mientras le pasaba los brazos por encima de los hombros y hundía las manos en su nuca antes de alcanzar aquella boca que la dejaría sin aliento una vez más.

....
A las ocho de la tarde, Laura y Eva llegaron del pueblo con los encargos que les había pedido Esther y con algunas otras cosas que se habían tomado la licencia de adquirir. Así que casi como tácito acuerdo, Esther se volcó en atender a Laura mientras revisaban las compras y Maca hacía lo propio con Eva, que venía encantada con un nuevo local que habían descubierto.

-         Estaba riquísimo todo, por lo visto de día lo utilizan de restaurante, pero me dijo la camarera que los sábados por la noche habilitan la sala norte como pub. Y aún no sabes lo mejor -a Eva se le veía bastante emocionada-
-         Sorpréndeme -le dijo Maca con una sonrisa-.
-         La camarera era lesbiana, y nos dijo que la sala en realidad la alquilan unas amigas suyas los sábados y que básicamente la clientela es “femenina”... ¡tía, en el culo del mundo, y tienen un puto pub de “ambiente”! ¿no es increíble? -a Eva le centelleaban los ojos-.
¿Desde cuándo Eva había sido tan gay? Se preguntó Maca, pero luego se cruzó un segundo con los ojos de Esther mientras ésta cruzaba el salón para ir a la cocina, y entonces otra pregunta asaltó su mente... ¿y ella?

-         ¿Me estás escuchando? -la obligó Eva a prestarle atención-.
-         Claro que sí, que en el pueblo hay un pub de ambiente, lo he oído -le resumió Maca centrándose en ella-.
-         ¿Y? -la apremió Eva-.
-         ¿y, qué? -Maca no la pillaba-.
-         ¿No dices nada? -le preguntó desesperándose con ella-.
-          Pero, ¿qué quieres que diga? -se encogió Maca de hombros ante aquella pregunta-.
-         Aggg... no te enteras de nada. Vamos a ver Maca porque veo que tú, cortita en esto, vas un rato -Eva se puso de rodillas en el sofá  para poder mirarla de frente y cogerle las manos para centrar su atención-. Te estoy diciendo que tenemos la oportunidad de hacer un viajecito a “Lesbos” -Eva alzó las cejas en señal de apremio, pero Maca seguía mirándola de forma extraña sin comprender-... tía, que tenemos que ir al puto pub ese, que entre unas copitas por aquí, unos bailecitos arrimaditos por allá, y el ambiente, Esther cae de rodillas a tus pies. Y si ella se lanza, se acabó que te comas tú el tarro de que si sí o de si no. ¿Estamos?
-         ¡¡¿Pero aún estás con eso?!! -Maca no daba crédito con lo cabezona que se ponía Eva cuando se le metía algo entre ceja y ceja. Sin embargo no pudo evitar sonreír al imaginar el jamacuco que le daría a Eva de saber que aquel mismo día la que había caído en jaque mate era ella, y de qué manera-.
-         Como para no estarlo... mira, ya sé que te dije que te iba a dar tregua, pero no puedo. ¡Pero si saltan chispas entre vosotras! No hay más que miraros -le soltó Eva volviendo a su rincón en el asiento-.

“Si tú supieras” se dijo Maca y se mordió la lengua, pues aunque por una parte se moría por contárselo, por otra necesitaba disfrutar de aquellos momentos a solas, sin interferencias de ningún tipo, aunque fueran de felicidad.

-         Bah.. A ver, ¿qué habéis hecho? -le preguntó Eva-.
-         ¿Cómo? -por un momento Maca se quedó clavada-.
-         ¿Qué que habéis estado haciendo? Te dejo todo el día con ella, y seguro que ni lo has aprovechado... estás perdiendo facultades, y me estás decepcionando que lo sepas -le espetó Eva señalándola con un dedo-. Eras mi ídolo, y me estás decepcionando.
-         jajaja... ¡Ay Eva! ¿Qué voy a hacer contigo? -se resignó Maca cuando entendió a lo que se refería. Luego se acercó hasta ella y le dio un achuchón-.
....
81

Esther miró el reloj, era casi la hora. Como cada mañana, preparó un par de zumos de  naranja y la esperó en la cocina con la ropa de deporte puesta. Habían pasado ya seis días desde que habían disfrutado de aquel privilegiado “día a solas” que había desembocado en toda aquella locura que estaban viviendo, y desde entonces, no alcanzaban a encontrar excusas ni rincones para poder desatar la clase de proximidad que ambas parecían necesitar. Escapar de las miradas e interrupciones de sus dos compañeras de piso, se había convertido en su principal objetivo, y por ello Esther se miraba ansiosa el reloj, rogando porque Maca no se hubiera quedado dormida, pues aquella hora de la mañana era la única que les garantizaba estar a solas sin sobresaltos. Bebió un sorbo de su vaso, y miró de nuevo hacia el pasillo, de pronto la vio salir de la habitación, sonrió. Maca cruzó la distancia tratando de no hacer ruido para no despertar a Eva y a Laura, que dormían justo enfrente de su habitación. Llegó hasta Esther y tomó su cara entre las manos, luego la besó ávidamente.

-         ¡Buenos días! -le deseó Maca mientras aún seguía dejándole cortos besos en los labios ya despiertos-.
-         ¡Se me ha hecho eterno! La noche no tendría que tener tantas horas -se quejó Esther reteniéndola en un abrazo estrecho mientras reclamaba mayor atención de sus labios-.
-         Lo sé cariño, a mí también... Voy al baño, y nos vamos, ¿vale? -le dijo Maca luchando entre su deseo fisiológico y aquel otro deseo de no despegarse de ella-.
-         Date prisa... -la liberó Esther a regañadientes-.

Maca le dio un último beso, y salió hacia el baño mientras se iba tomando el zumo por el camino para no perder más tiempo.

Diez minutos después ya se encontraban ambas bajo el refugio de los árboles, a una distancia prudencial de la casa. Esther se precipitó a tomarla entre sus brazos en cuanto supo que estaban a solas.

-         ¡No podemos seguir así! -le susurró mientras su boca empezaba a dibujar el cuello de Maca, un cuello que no dejaba de soñar noche tras noche-.
-         Lo sé -le aseguró Maca, y tiró del pelo de Esther para que la mirara. Aún le resultaba increíble que les bastara sólo con su proximidad para desatar aquella pasión que parecía no agotarse-.

Se miraron a los ojos un segundo, el suficiente para leer que sus pupilas empezaban a dilatarse. Esther sonrió con malicia, Maca la correspondió del mismo modo y en apenas un segundo ambas cayeron en la espiral de aquel cuerpo a cuerpo matutino que no podían evitar.

-         Tenemos que decírselo... -le decía Esther con la voz ronca, mientras la besaba y empezaba a deslizar sus manos por debajo de su ropa-.
-         Ya lo sé... -le contestaba Maca en un suave quejido provocado por aquellas manos que acariciaban ya sus pechos mientras se dejaba arrastrar por aquella mujer contra un árbol-.
-         Necesitamos una cama, quiero dormir por las noches contigo... tenemos que decírselo -volvía a interpelarla Esther mientras deslizaba con necesidad una mano en su pantalón corto y alcanzaba aquella humedad que mil veces al día ansiaba-.

A Maca le fallaron las piernas con la primera caricia, y la dureza del tronco al cual Esther le anclaba fue una prueba más de que ella tenía razón. Tendrían que dejarse de secretitos, por el bien de su salud física y mental. Atrapó la cara de Esther que viajaba ya hacia su pecho para poder mirarla.

-         Se lo diré... ¿vale? -le aseguró Maca con ojos profundos-.
-         Vale -le contestó Esther-.

Y tras aquel acuerdo, sus bocas volvieron a enredarse en las telarañas de su deseo.
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Eva se despertó muerta de sed y de calor. Así que dejó a Laura en la cama durmiendo y se dirigió a la cocina en busca de algo fresquito que tomar. Al pasar por el salón miró el reloj, las 9'30 de la mañana, puso los ojos en blanco tras darse cuenta de lo temprano que era. Desde que no tenía que ir a trabajar y disfrutaba de una vida sexual tan ajetreada por las noches, su hora mínima de descanso era hasta las doce de la mañana, pero ese día hacía demasiado calor y la cama era lo último que le apetecía. Sacó la jarra de leche con canela y limón que Esther les había preparado el día anterior, y se sirvió un vaso. En cuanto el dulce líquido cruzó su garganta, sintió alivio. Se pasó una mano por la nuca para despejar su cabello, y se dio cuenta que estaba empapada, apuró el vaso de leche y se recogió el pelo con agobio. Estaba súper despejada, y no le apetecía para nada volver a la cama. Al dejar el vaso en el fregadero vio los dos vasos de zumo que siempre se tomaban Maca y Esther antes de salir a correr. Miró de nuevo el reloj y una idea cruzó por su cabeza... finalmente se decidió, si bien a ella lo de hacer footing no le iba para nada, al menos sí podía ir a bañarse al lago y volver con ellas luego a casa. Con aquella idea, Eva volvió a la habitación para ponerse el bikini y diez minutos después salía por la puerta de casa con la toalla colgada al hombro.

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El encuentro furtivo entre los árboles, había terminado sobre la hierva con prisas e incomodidades para ambas. Insatisfechas, y viendo que aún era pronto, decidieron ir al lago a bañarse, al menos dentro del agua no habría piedras ni ramas que pudieran clavarse.

-         Me he dejado el culo en esa piedra -le decía Esther mientras la sostenía entre sus brazos balanceándose en el agua-.
-         ohh... pobrecita -bromeaba Maca, mientras se sujetaba encaramaba a su cintura con las piernas y le acariciaba el pelo mojado con las manos-.
-         Pues sí, pobre de mí. Tú eres conciente de que soy una venerable mujer de treinta y seis años ¿no? -bromeaba Esther con aquel tema de la diferencia de sus edades que antes tanto le preocupaba-. No puedo ir por ahí revolcándome en los prados por un poquito de sexo, por muy bueno que sea...
-         jajaja... ¿ah, y yo por tener veinticuatro sí? Para tu información, aún tengo arañazos en la espalda de la última vez que me estampaste contra el arbusto en uno de esos arrebatos tuyos -se defendió Maca perdiendo las manos en su nuca-.
-         Bueno, si no me racionaras tanto las “dosis”, me sería más fácil controlar esos “arrebatos”... claro que si no estuvieras tan buena, me lo facilitarías aún más -le espetó Esther estrechándola fuertemente contra su cuerpo desnudo mientras mordisqueaba su barbilla-.
-         Mmm... ¡Comandante! ¡Qué se pierde! -le avisó Maca con una sonrisa pícara mientras no con demasiadas prisas, se apartaba un poco de ella para provocarla-.
-         Se equivoca, señorita Wilson... ando “perdida” hace ya bastante rato, concretamente desde que le escuché gemir mi nombre y me quedé con ganas de volverla a escuchar de nuevo -le dijo ella, mientras volvía a tirar de Maca para estamparle un beso-.
Maca se dejó acunar entre sus brazos, mientras sus lenguas se encontraban y sus labios disfrutaban de aquel placer de tentarse.
-         ¡Odio que beses tan bien! -le masculló Maca con el gesto ligeramente fruncido a escasos centímetros de su rostro, mientras hacían una pausa para tomar aire-
-         ¿No tendrías que alegrarle más bien? -le preguntó Esther con una sonrisa autosuficiente, Maca siempre pecaba de reprocharle aquello-.
-         Pues no, no me alegro... me resulta frustrante saber que tienes la capacidad de nublarme sólo con esa boca -le contestó Maca mientras la miraba e instintivamente se mordisqueaba su labio inferior, casi como un tic ansioso-.
-         Jajajaja... pues a mí me encanta saber que aún me queda alguna arma con la que combatirte, porque tú a mí me pones del revés de todas-todas -le dijo Esther y volvió a besarla porque disfrutar de aquellos momentos de tonteo en soledad con ella era bastante difícil en la casa-.

La temperatura del agua alrededor de ellas se fue caldeando. Sin la molestia de la ropa y sin las incomodidades del suelo rústico clavándose en sus cuerpos, ambas empezaron un nuevo viaje en el recorrido de la piel. Los besos se intensificaron, mientras sus manos volaban buscando recodos que empezaban a ser familiares para ambas. 

-         ¡Me vuelves loca! -le susurró Maca mientras reforzaba sus pies en el suelo del lago, para abrirse paso con una mano entre sus piernas, pues no estaba dispuesta a que Esther la hiciera gritar una vez más mientras ella salía impune de aquel acto-
-         ¡Seguro que ni la mitad que tú a mí! -musitó Esther en su oreja, mientras Maca la cogía por las piernas para envolver con ellas su cintura-.

Las tornas se giraron en sus posturas al igual que en las fuerzas de sus deseos. Esther se aferró a ella de brazos y piernas mientras sus besos la devoraban, y los dedos de Maca, ágiles como plumas, empezaban a escribir su delicada caligrafía en su interior. Gimieron las dos. Entregarse y recibir aquella entrega, siempre las sorprendía a ambas haciéndolas danzar al borde de la locura. Pese al agua que las rodeaba, Maca tembló contra aquel cuerpo tierno y desnudo al detectar aquella otra humedad mucho más profunda, cálida y apremiante que su mano desbordaba en el interior de Esther. Con besos enfermizos, acallaron los gemidos, mientras la intensidad de su juego vislumbraba el final. Con la garganta seca, y aun trémulas por el esfuerzo de sus cuerpos, ambas se dejaron acunar juntas en el agua cuando el orgasmo de Esther anunció el descanso. Maca la besaba en la cara mientras la columpiaba en su abrazo esperando a que se repusiera, embriagada por aquella sensación protectora y tierna que tan recientemente había descubierto al poseer a Esther.
-         ¡Me encanta hacerte el amor! -le susurró Maca dejándole un nuevo beso en el hombro, mientras Esther permanecía abrazada a ella de piernas y brazos-. Lo había imaginado muchas veces, pero nunca pensé que me sentiría así.

Esther se incorporó para mirarla.

-         ¿Lo habías imaginado? -le preguntó con una ceja alzada- ¿cuándo?
-         Pues hace mucho -le contestó Maca con una sonrisa-.
-         ¡¡¿Habías imaginado hacerme el amor hace mucho?!! -se sorprendió Esther, casi nunca hablaban de aquellas cosas, no les daba tiempo-. ¿Cuánto es mucho, exactamente?
-         Jajaja... ¿por qué, le parece relevante Comandante? -la pinchó un poco más Maca divertida-.
-         ¡Muy relevante! Dispara... -le contestó Esther dándole un pellizco en el hombro para que dejara de jugar con su interés-.
-         Jaja.. Bueno, si es por un bien mayor supongo que puedo confesar que me abordaron varias fantasías eróticas contigo mucho antes de que me dieras aquel primer beso. Concretamente desde aquel encontronazo en el cuarto de calderas del centro comercial -le confesó Maca-.

A Esther se le desencajó la mandíbula por la sorpresa, y Maca sonrió por ello.

-         ¿Lo dices en serio? -le preguntó Esther con asombro-.
-         ¿por qué iba a mentir? -le contestó Maca encogiéndose de hombros mientras volvía a abrazarla-.

Esther se quedó callada. ¿De verdad era cierto? Había luchado tanto por oponerse al nacimiento de aquellos sentimientos, y sin embargo y pese a todo allí estaban, contra todo pronóstico, tan estrechamente unidas que la separación era casi un dolor físico entre ellas. No podía creer que Maca, aquella joven rebelde que había conocido hacía sólo meses, intrépida, de mal carácter y blandiendo su espada de oposición hacia la figura tirana en que se había convertido Esther al llegar a su mundo, se hubiera transformado en aquella mujer que ahora la acunaba entre sus brazos, la llenaba de besos y le brillaba la mirada posándose en ella. Que Maca hubiera albergado sentimientos ocultos o subconscientes por ella desde hacía tanto tiempo, la había traspasado en lo más profundo de su ser.

-         ¡Te quiero! -musitó en aquel momento Esther, y antes de que pudiera arrepentirse de haber liberado aquellas palabras, atrapó el rostro de Maca entre sus manos y la besó dulcemente-.

Tan suave, tan tierna y entregadamente, que los ojos de ambas se cerraron por el peso del momento. 

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