La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
80
Maca respiraba agitada, aún sin soltarla.
Esther por su parte trataba de recomponerse de aquel despertar tan inesperado.
La cabeza le daba vueltas, no sentía ni las piernas ni los brazos, pero el
corazón le bailaba al son de aquel “te quiero” que Maca había pronunciado sin
previo aviso. No supo cuanto tiempo permanecieron así, calladas y abrazadas,
quietas como tratando de detener el momento en el tiempo, con aquel miedo a que
hubiera sido fugaz como una estrella en mitad de la noche.
-
¿Piensas despertarme siempre así? -finalmente Esther optó por volver a
la realidad. No quería vivir de sueños-.
-
Es posible -le contestó Maca y hundió la cara en su pelo. No quería
romper aquello-. Me pasaría el día oliéndote.
A Esther se le puso la piel de gallina ante
el gesto, sin embargo fue su voz la que consiguió que se le desbocara el
corazón.
-
Maca... -la llamó Esther aún sin atreverse a girarse-.
-
¿Sí? -le contestó ella-.
-
Lo de antes... lo que dijiste antes -Esther empezó a ponerse inquieta,
pero tenía que saberlo-. ¿fue fruto del momento o...?
Maca guardó silencio, también ella luchaba
internamente.
-
¿O? -la animó a continuar Maca, pues aún no había decidido que contestar
a aquella pregunta inacabada-.
Esther se giró entre sus brazos para mirarla
a la cara, y al hacerlo se le cortó la respiración. Era tan hermosa. De su
cabeza desaparecieron las palabras de golpe. Atraída por aquella fuerza
invisible no pudo contenerse y acariciar aquel largo cabello que caía informal
sobre aquel rostro resplandeciente y ambiguo... mitad ternura, mitad volcán. La
miró a los ojos, ¿cómo no hacerlo si brillaban oscuros como dos topacios?
Sintió ganas de quedarse siempre así, mirándola, pero entonces Maca atrapó su
mano y la besó. Esther quedó clavada a aquel beso, casi drogada por lo rosado
de aquellos labios que lo habían realizado, absorta en el cosquilleo que
provocaron y ya no pudo apartar los ojos de ellos.
Había muchas cosas aún por preguntar, por
decir... pero nada era tan urgente como alimentar a aquel agujero negro que
constituía el deseo que las maniataba.
.....
Esther la escuchó salir del cuarto de baño,
y empezó a colocar los platos en la mesa. Tras haber hecho el amor nuevamente,
habían decidido con bastante dificultad, que era hora de salir de la cama y
comer algo. Maca había querido ducharse con ella, pero Esther se opuso
enérgicamente...
“Ni
hablar...jajaja.. Si me meto en la ducha contigo ambas sabemos como acabaremos,
y lo creas o no, ya no estoy para estos trotes. Tengo tantas agujetas que ni me
lo creo”... le
había dicho, y Maca terminó aceptando a regañadientes.
-
Las tripas no dejan de sonarme, tengo tanta hambre que me comería un
buey -le anunció Maca reapareciendo en la cocina-.
-
Jajaja.. pues te vas a tener que conformar con la ensalada fresca de
patata que me ha dado tiempo a improvisar, porque hoy he estado muy ocupada
para salir de caza -le contestó a modo de burla Esther mientras ambas tomaban
asiento-.
Maca alzó una ceja como
respuesta, y se llevó el primer bocado a la boca mientras Esther servía la
bebida.
-
¡Esto está de muerte! -confesó aún haciendo esfuerzos por no hablar con
la boca llena, lo cual le resultaba bastante difícil con el hambre que tenía-.
Esther sonrió mientras la veía
disfrutar de la comida, siempre le había encantado su sano apetito, pues era
fiel reflejo del modo en que solía tomarse su vida. Maca tardó unos minutos en
darse cuenta de que era la única que comía. Levantó la vista y se topó con los
ojos de Esther, mirándola... y ¡cómo la miraba!
-
¿no tienes hambre? -le preguntó Maca tapándose la boca y tratando de
deglutir aquel bocado que los ojos de Esther habían casi paralizado en su
garganta-.
-
No tanta como tú al parecer -le contestó Esther y para tratar de
distraer los pensamientos impuros que le habían surgido de pronto, estiró la
mano y picoteó con el tenedor de la fuente compartida-.
Maca también comió, pero ya no pudo
permanecer ajena al brillo que había en aquellos ojos que estaban enfrente
suyo. Al cabo de cinco minutos de silencio y escrutinio, volvió a enfrentarse a
ellos.
-
Me estás poniendo nerviosa -le anunció Maca-.
-
¿Nerviosa? ¿por qué? -le preguntó Esther con una sonrisa muy distinta a
la que solía mostrar su rostro cuando era afable-.
-
Lo sabes muy bien... ¡Sé en lo que estás pensando! -le contestó Maca con
una sonrisa maliciosa, al igual que la que Esther tenía en aquellos momentos-.
-
¿Ah sí?... jajaja... Eso si que es clarividencia -bromeó Esther-.
Maca picó otro trozo de patata con aliño y
se lo introdujo en la boca mientras la miraba de frente. Esther no dejaba de
sonreír.
-
Corrígeme si me equivoco, pero ¿no has sido tú la que hace unos momentos
se ha puesto dura y a propuesto que salgamos de la cama aludiendo que Laura y
Eva no tardarían en llegar y que.... ah, sí, que tenías demasiadas agujetas
como para seguir “jugando”? -le espetó Maca con picardía-.
-
jajajaja... -Esther se echó a reír por aquella estocada-.
Maca también rió ante su ataque de risa, era
muy reconfortante entenderse tan bien con alguien que aparentemente no tenía
nada que ver contigo. Maca se sorprendía cuando pensaba en los primeros
encuentros entre las dos. La comodidad que sentía junto a Esther en esos
momentos era difícil de describir.
-
Supongo que acabo de descubrir que hay cosas que me perturban más que mi
dolor físico -le contestó Esther tomando otro bocado y esbozando una sonrisa-.
Esta vez fue Maca la que la miró
calladamente. Esther no dijo nada, mientras notaba como entre las dos volvían a
reanimarse las brasas a medida que pasaban los segundos. Finalmente Maca se
levantó de la silla y fue hasta ella. Esther soltó el tenedor cuando Maca la
retiró de la mesa para sentarse a horcajadas sobre sus rodillas.
-
Espero que tenga una buena estrategia Comandante, porque cuando llegue
el “dúo celestino”, no se si voy a poder controlarme para quitarle las manos de
encima...
Le susurró Maca mientras le
pasaba los brazos por encima de los hombros y hundía las manos en su nuca antes
de alcanzar aquella boca que la dejaría sin aliento una vez más.
....
A las ocho de la tarde, Laura y Eva llegaron
del pueblo con los encargos que les había pedido Esther y con algunas otras
cosas que se habían tomado la licencia de adquirir. Así que casi como tácito
acuerdo, Esther se volcó en atender a Laura mientras revisaban las compras y
Maca hacía lo propio con Eva, que venía encantada con un nuevo local que habían
descubierto.
-
Estaba riquísimo todo, por lo visto de día lo utilizan de restaurante,
pero me dijo la camarera que los sábados por la noche habilitan la sala norte
como pub. Y aún no sabes lo mejor -a Eva se le veía bastante emocionada-
-
Sorpréndeme -le dijo Maca con una sonrisa-.
-
La camarera era lesbiana, y nos dijo que la sala en realidad la alquilan
unas amigas suyas los sábados y que básicamente la clientela es “femenina”...
¡tía, en el culo del mundo, y tienen un puto pub de “ambiente”! ¿no es
increíble? -a Eva le centelleaban los ojos-.
¿Desde cuándo Eva había sido
tan gay? Se preguntó Maca, pero luego se cruzó un segundo con los ojos de
Esther mientras ésta cruzaba el salón para ir a la cocina, y entonces otra
pregunta asaltó su mente... ¿y ella?
-
¿Me estás escuchando? -la obligó Eva a prestarle atención-.
-
Claro que sí, que en el pueblo hay un pub de ambiente, lo he oído -le
resumió Maca centrándose en ella-.
-
¿Y? -la apremió Eva-.
-
¿y, qué? -Maca no la pillaba-.
-
¿No dices nada? -le preguntó desesperándose con ella-.
-
Pero, ¿qué quieres que diga? -se
encogió Maca de hombros ante aquella pregunta-.
-
Aggg... no te enteras de nada. Vamos a ver Maca porque veo que tú,
cortita en esto, vas un rato -Eva se puso de rodillas en el sofá para poder mirarla de frente y cogerle las
manos para centrar su atención-. Te estoy diciendo que tenemos la oportunidad
de hacer un viajecito a “Lesbos” -Eva alzó las cejas en señal de apremio, pero
Maca seguía mirándola de forma extraña sin comprender-... tía, que tenemos que
ir al puto pub ese, que entre unas copitas por aquí, unos bailecitos
arrimaditos por allá, y el ambiente, Esther cae de rodillas a tus pies. Y si
ella se lanza, se acabó que te comas tú el tarro de que si sí o de si no.
¿Estamos?
-
¡¡¿Pero aún estás con eso?!! -Maca no daba crédito con lo cabezona que
se ponía Eva cuando se le metía algo entre ceja y ceja. Sin embargo no pudo
evitar sonreír al imaginar el jamacuco que le daría a Eva de saber que aquel
mismo día la que había caído en jaque mate era ella, y de qué manera-.
-
Como para no estarlo... mira, ya sé que te dije que te iba a dar tregua,
pero no puedo. ¡Pero si saltan chispas entre vosotras! No hay más que miraros
-le soltó Eva volviendo a su rincón en el asiento-.
“Si tú supieras” se dijo Maca y se mordió la
lengua, pues aunque por una parte se moría por contárselo, por otra necesitaba
disfrutar de aquellos momentos a solas, sin interferencias de ningún tipo,
aunque fueran de felicidad.
-
Bah.. A ver, ¿qué habéis hecho? -le preguntó Eva-.
-
¿Cómo? -por un momento Maca se quedó clavada-.
-
¿Qué que habéis estado haciendo? Te dejo todo el día con ella, y seguro
que ni lo has aprovechado... estás perdiendo facultades, y me estás
decepcionando que lo sepas -le espetó Eva señalándola con un dedo-. Eras mi ídolo,
y me estás decepcionando.
-
jajaja... ¡Ay Eva! ¿Qué voy a hacer contigo? -se resignó Maca cuando
entendió a lo que se refería. Luego se acercó hasta ella y le dio un achuchón-.
....
81
Esther miró el reloj, era casi la hora. Como
cada mañana, preparó un par de zumos de
naranja y la esperó en la cocina con la ropa de deporte puesta. Habían
pasado ya seis días desde que habían disfrutado de aquel privilegiado “día a
solas” que había desembocado en toda aquella locura que estaban viviendo, y
desde entonces, no alcanzaban a encontrar excusas ni rincones para poder
desatar la clase de proximidad que ambas parecían necesitar. Escapar de las
miradas e interrupciones de sus dos compañeras de piso, se había convertido en
su principal objetivo, y por ello Esther se miraba ansiosa el reloj, rogando
porque Maca no se hubiera quedado dormida, pues aquella hora de la mañana era
la única que les garantizaba estar a solas sin sobresaltos. Bebió un sorbo de
su vaso, y miró de nuevo hacia el pasillo, de pronto la vio salir de la
habitación, sonrió. Maca cruzó la distancia tratando de no hacer ruido para no
despertar a Eva y a Laura, que dormían justo enfrente de su habitación. Llegó
hasta Esther y tomó su cara entre las manos, luego la besó ávidamente.
-
¡Buenos días! -le deseó Maca mientras aún seguía dejándole cortos besos
en los labios ya despiertos-.
-
¡Se me ha hecho eterno! La noche no tendría que tener tantas horas -se
quejó Esther reteniéndola en un abrazo estrecho mientras reclamaba mayor
atención de sus labios-.
-
Lo sé cariño, a mí también... Voy al baño, y nos vamos, ¿vale? -le dijo
Maca luchando entre su deseo fisiológico y aquel otro deseo de no despegarse de
ella-.
-
Date prisa... -la liberó Esther a regañadientes-.
Maca le dio un último beso, y salió hacia el
baño mientras se iba tomando el zumo por el camino para no perder más tiempo.
Diez minutos después ya se encontraban ambas
bajo el refugio de los árboles, a una distancia prudencial de la casa. Esther
se precipitó a tomarla entre sus brazos en cuanto supo que estaban a solas.
-
¡No podemos seguir así! -le susurró mientras su boca empezaba a dibujar
el cuello de Maca, un cuello que no dejaba de soñar noche tras noche-.
-
Lo sé -le aseguró Maca, y tiró del pelo de Esther para que la mirara.
Aún le resultaba increíble que les bastara sólo con su proximidad para desatar
aquella pasión que parecía no agotarse-.
Se miraron a los ojos un segundo, el
suficiente para leer que sus pupilas empezaban a dilatarse. Esther sonrió con
malicia, Maca la correspondió del mismo modo y en apenas un segundo ambas cayeron
en la espiral de aquel cuerpo a cuerpo matutino que no podían evitar.
-
Tenemos que decírselo... -le decía Esther con la voz ronca, mientras la
besaba y empezaba a deslizar sus manos por debajo de su ropa-.
-
Ya lo sé... -le contestaba Maca en un suave quejido provocado por
aquellas manos que acariciaban ya sus pechos mientras se dejaba arrastrar por
aquella mujer contra un árbol-.
-
Necesitamos una cama, quiero dormir por las noches contigo... tenemos
que decírselo -volvía a interpelarla Esther mientras deslizaba con necesidad
una mano en su pantalón corto y alcanzaba aquella humedad que mil veces al día
ansiaba-.
A Maca le fallaron las piernas con la
primera caricia, y la dureza del tronco al cual Esther le anclaba fue una
prueba más de que ella tenía razón. Tendrían que dejarse de secretitos, por el
bien de su salud física y mental. Atrapó la cara de Esther que viajaba ya hacia
su pecho para poder mirarla.
-
Se lo diré... ¿vale? -le aseguró Maca con ojos profundos-.
-
Vale -le contestó Esther-.
Y tras aquel acuerdo, sus bocas volvieron a
enredarse en las telarañas de su deseo.
---
Eva se despertó muerta de sed y de calor.
Así que dejó a Laura en la cama durmiendo y se dirigió a la cocina en busca de
algo fresquito que tomar. Al pasar por el salón miró el reloj, las 9'30 de la
mañana, puso los ojos en blanco tras darse cuenta de lo temprano que era. Desde
que no tenía que ir a trabajar y disfrutaba de una vida sexual tan ajetreada
por las noches, su hora mínima de descanso era hasta las doce de la mañana,
pero ese día hacía demasiado calor y la cama era lo último que le apetecía.
Sacó la jarra de leche con canela y limón que Esther les había preparado el día
anterior, y se sirvió un vaso. En cuanto el dulce líquido cruzó su garganta,
sintió alivio. Se pasó una mano por la nuca para despejar su cabello, y se dio
cuenta que estaba empapada, apuró el vaso de leche y se recogió el pelo con
agobio. Estaba súper despejada, y no le apetecía para nada volver a la cama. Al
dejar el vaso en el fregadero vio los dos vasos de zumo que siempre se tomaban
Maca y Esther antes de salir a correr. Miró de nuevo el reloj y una idea cruzó
por su cabeza... finalmente se decidió, si bien a ella lo de hacer footing no
le iba para nada, al menos sí podía ir a bañarse al lago y volver con ellas
luego a casa. Con aquella idea, Eva volvió a la habitación para ponerse el bikini
y diez minutos después salía por la puerta de casa con la toalla colgada al
hombro.
--
El encuentro furtivo entre los árboles,
había terminado sobre la hierva con prisas e incomodidades para ambas.
Insatisfechas, y viendo que aún era pronto, decidieron ir al lago a bañarse, al
menos dentro del agua no habría piedras ni ramas que pudieran clavarse.
-
Me he dejado el culo en esa piedra -le decía Esther mientras la sostenía
entre sus brazos balanceándose en el agua-.
-
ohh... pobrecita -bromeaba Maca, mientras se sujetaba encaramaba a su
cintura con las piernas y le acariciaba el pelo mojado con las manos-.
-
Pues sí, pobre de mí. Tú eres conciente de que soy una venerable mujer
de treinta y seis años ¿no? -bromeaba Esther con aquel tema de la diferencia de
sus edades que antes tanto le preocupaba-. No puedo ir por ahí revolcándome en
los prados por un poquito de sexo, por muy bueno que sea...
-
jajaja... ¿ah, y yo por tener veinticuatro sí? Para tu información, aún
tengo arañazos en la espalda de la última vez que me estampaste contra el
arbusto en uno de esos arrebatos tuyos -se defendió Maca perdiendo las manos en
su nuca-.
-
Bueno, si no me racionaras tanto las “dosis”, me sería más fácil
controlar esos “arrebatos”... claro que si no estuvieras tan buena, me lo
facilitarías aún más -le espetó Esther estrechándola fuertemente contra su
cuerpo desnudo mientras mordisqueaba su barbilla-.
-
Mmm... ¡Comandante! ¡Qué se pierde! -le avisó Maca con una sonrisa
pícara mientras no con demasiadas prisas, se apartaba un poco de ella para
provocarla-.
-
Se equivoca, señorita Wilson... ando “perdida” hace ya bastante rato,
concretamente desde que le escuché gemir mi nombre y me quedé con ganas de
volverla a escuchar de nuevo -le dijo ella, mientras volvía a tirar de Maca
para estamparle un beso-.
Maca se dejó acunar entre sus
brazos, mientras sus lenguas se encontraban y sus labios disfrutaban de aquel
placer de tentarse.
-
¡Odio que beses tan bien! -le masculló Maca con el gesto ligeramente
fruncido a escasos centímetros de su rostro, mientras hacían una pausa para
tomar aire-
-
¿No tendrías que alegrarle más bien? -le preguntó Esther con una sonrisa
autosuficiente, Maca siempre pecaba de reprocharle aquello-.
-
Pues no, no me alegro... me resulta frustrante saber que tienes la
capacidad de nublarme sólo con esa boca -le contestó Maca mientras la miraba e
instintivamente se mordisqueaba su labio inferior, casi como un tic ansioso-.
-
Jajajaja... pues a mí me encanta saber que aún me queda alguna arma con
la que combatirte, porque tú a mí me pones del revés de todas-todas -le dijo
Esther y volvió a besarla porque disfrutar de aquellos momentos de tonteo en
soledad con ella era bastante difícil en la casa-.
La temperatura del agua alrededor de ellas
se fue caldeando. Sin la molestia de la ropa y sin las incomodidades del suelo
rústico clavándose en sus cuerpos, ambas empezaron un nuevo viaje en el
recorrido de la piel. Los besos se intensificaron, mientras sus manos volaban
buscando recodos que empezaban a ser familiares para ambas.
-
¡Me vuelves loca! -le susurró Maca mientras reforzaba sus pies en el
suelo del lago, para abrirse paso con una mano entre sus piernas, pues no
estaba dispuesta a que Esther la hiciera gritar una vez más mientras ella salía
impune de aquel acto-
-
¡Seguro que ni la mitad que tú a mí! -musitó Esther en su oreja,
mientras Maca la cogía por las piernas para envolver con ellas su cintura-.
Las tornas se giraron en sus
posturas al igual que en las fuerzas de sus deseos. Esther se aferró a ella de
brazos y piernas mientras sus besos la devoraban, y los dedos de Maca, ágiles
como plumas, empezaban a escribir su delicada caligrafía en su interior.
Gimieron las dos. Entregarse y recibir aquella entrega, siempre las sorprendía
a ambas haciéndolas danzar al borde de la locura. Pese al agua que las rodeaba,
Maca tembló contra aquel cuerpo tierno y desnudo al detectar aquella otra
humedad mucho más profunda, cálida y apremiante que su mano desbordaba en el
interior de Esther. Con besos enfermizos, acallaron los gemidos, mientras la
intensidad de su juego vislumbraba el final. Con la garganta seca, y aun
trémulas por el esfuerzo de sus cuerpos, ambas se dejaron acunar juntas en el
agua cuando el orgasmo de Esther anunció el descanso. Maca la besaba en la cara
mientras la columpiaba en su abrazo esperando a que se repusiera, embriagada
por aquella sensación protectora y tierna que tan recientemente había
descubierto al poseer a Esther.
-
¡Me encanta hacerte el amor! -le susurró Maca dejándole un nuevo beso en
el hombro, mientras Esther permanecía abrazada a ella de piernas y brazos-. Lo
había imaginado muchas veces, pero nunca pensé que me sentiría así.
Esther se incorporó para mirarla.
-
¿Lo habías imaginado? -le preguntó con una ceja alzada- ¿cuándo?
-
Pues hace mucho -le contestó Maca con una sonrisa-.
-
¡¡¿Habías imaginado hacerme el amor hace mucho?!! -se sorprendió Esther,
casi nunca hablaban de aquellas cosas, no les daba tiempo-. ¿Cuánto es mucho,
exactamente?
-
Jajaja... ¿por qué, le parece relevante Comandante? -la pinchó un poco
más Maca divertida-.
-
¡Muy relevante! Dispara... -le contestó Esther dándole un pellizco en el
hombro para que dejara de jugar con su interés-.
-
Jaja.. Bueno, si es por un bien mayor supongo que puedo confesar que me
abordaron varias fantasías eróticas contigo mucho antes de que me dieras aquel
primer beso. Concretamente desde aquel encontronazo en el cuarto de calderas
del centro comercial -le confesó Maca-.
A Esther se le desencajó la mandíbula por la
sorpresa, y Maca sonrió por ello.
-
¿Lo dices en serio? -le preguntó Esther con asombro-.
-
¿por qué iba a mentir? -le contestó Maca encogiéndose de hombros
mientras volvía a abrazarla-.
Esther se quedó callada. ¿De verdad era
cierto? Había luchado tanto por oponerse al nacimiento de aquellos
sentimientos, y sin embargo y pese a todo allí estaban, contra todo pronóstico,
tan estrechamente unidas que la separación era casi un dolor físico entre
ellas. No podía creer que Maca, aquella joven rebelde que había conocido hacía
sólo meses, intrépida, de mal carácter y blandiendo su espada de oposición
hacia la figura tirana en que se había convertido Esther al llegar a su mundo,
se hubiera transformado en aquella mujer que ahora la acunaba entre sus brazos,
la llenaba de besos y le brillaba la mirada posándose en ella. Que Maca hubiera
albergado sentimientos ocultos o subconscientes por ella desde hacía tanto
tiempo, la había traspasado en lo más profundo de su ser.
-
¡Te quiero! -musitó en aquel momento Esther, y antes de que pudiera
arrepentirse de haber liberado aquellas palabras, atrapó el rostro de Maca
entre sus manos y la besó dulcemente-.
Tan suave, tan tierna y entregadamente, que
los ojos de ambas se cerraron por el peso del momento.
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