sábado, 10 de agosto de 2013

Dibujada en mi mente (TOMO 2) -cap 110-


undefined“DIBUJADA EN MI MENTE" (TOMO 2)
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.

110

Amsterdam.

A las ocho de la noche el vuelo de Esther y Kate despegó rumbo a Londres. Alex no pudo contenerse en el aeropuerto, y besó a Esther dolorosamente frente a Kate sin mediar palabra. La iba a echar tanto de menos, separarse de Esther en aquel momento de su relación era tan difícil, que no le importó lo más mínimo que Esther lo quisiera llevar en secreto. Esther no dijo nada y no se resistió tampoco, el peso del momento había sido tan intenso, que respondió al beso de Alex con lágrimas, sin pensar nada más que en el dolor que le dejaba. Ahora las luces del avión anunciaban que podían desabrocharse los cinturones y una azafata les ofrecía algo para beber, mientras Esther y Kate permanecían sentadas una al lado de la otra en completo silencio.

-       Gracias, un Martini para mí –le solicitó Kate con una sonrisa-. ¿Tú quieres algo?

Esther negó con la cabeza, aun estaba absorta mirando por la ventanilla.

-       Tráiganos dos, por favor –le pidió, y la azafata se fue en busca de las bebidas-.
-       ¿Piensas quedarte todo el viaje callada con la cabeza metida en esa puta ventana, o me vas a contar de una vez por todas lo que hay entre Alex y tú? –le preguntó Kate-.

Que no hubiera querido entrometerse en lo que estaba pasando entre ellas, no significaba que estuviera dispuesta a dejar que Esther se alejara de su lado.

-       Ahora mismo no sabría qué decir, Kate –pronunció Esther en voz baja, sin atreverse a mirarla. Estaba agotada, agotada por todo-.
-       Mmmm… creo que en eso puedo ayudarte: “Kate, al final me he hecho el chocho un lío, y me he estado acostando con Alex. Estoy en medio de dos fuegos y ahora no tengo ni puta idea de cómo salir” –le resumió Kate. La verdad es que no estaba muy contenta con lo que había sucedido entre Alex y Esther, aunque le hubiera parecido casi inevitable-. ¡Gracias! –le dijo Kate a la azafata cogiendo las bebidas que acababa de traerles-. Anda, toma.

Esther se había girado con los ojos desorbitados en cuanto había escuchado la crudeza de sus palabras.

-       No, no me apetece –le dijo Esther rechazando el Martini-.
-       Que te lo tomes, coño –le dijo Kate sin darle opción-.

Esther cogió el vaso porque Kate nunca le había hablado así, y no supo cómo reaccionar.

-       Vale, hasta el fondo –le dijo Kate mirándola a los ojos y chocando el vaso con ella-.

Kate esperó a que Esther borrara esa cara de asombro e indecisión que tenía, y la empujó a tomarse la bebida de un solo trago, ella hizo lo mismo con la suya. Cuando se lo terminaron, llamó a la azafata y le pidió otra ronda.

-       Vale, ahora dime, ¿qué vas a hacer con Alex? –le solicitó Kate calmadamente-. ¿Vais a empezar una relación? ¿sois novias, amantes, amigas? ¿Qué? Conociéndote, me imagino que un polvo despreocupado no va a ser, así que dispara.
-       La quiero –se justificó Esther, porque era el único palo plausible en el cual agarrarse-.
-       Vale, ¿y Maca? –le puntualizó Kate conociendo la respuesta de antemano-.

A Esther le dio un escalofrío sólo con escuchar aquel nombre mientras Kate la taladraba con su mirada azul.

-       Genial… -determinó Kate pegando un golpe en el reposabrazos. Aquello les iba a estallar en la cara, y Kate no las tenía todas consigo. No, tratándose de Esther. Como aquella historia la quebrara, iba a matarlas a todas-. ¡Justo a tiempo, señorita! Muchas gracias.
-       De nada, si necesitan cualquier otra cosa, será un placer –le dijo la azafata con una amplia sonrisa-.
-       El placer será todo mío desde luego, pero gracias, de momento estamos servidas –le contestó Kate coqueteando con ella. Algo que a la azafata no pareció importarle, y tras unos segundos se marchó-. Ale, toma… vamos a apurar ésta también, creo que es lo mejor que podemos hacer.

Kate miró de soslayo a Esther que cogió esta vez la copa con mayor seguridad. Kate tenía razón, emborracharse era lo mejor que se le ocurría en aquel momento, y a medida que ponía distancia entre Alex y ella, más se daba cuenta de ello.

-       Sé qué no sabes muy bien cómo ha pasado esto, y que probablemente era inevitable… En fin, estabais jugando con demasiado fuego, y reconozco que Alex es mucha… Alex. Créeme, lo entiendo. Pero ese no es el caso, la pregunta es… ¿qué piensas hacer ahora? –le dijo Kate-.
-       Voy a cortar con Maca –contestó sin que se lo esperara Kate, la cual se giró de un bote hacia ella-.
-       ¡¿Me lo estás diciendo en serio?! –le preguntó atónita. No se esperaba que Esther hubiera pensado en algo así-.

Esther se encogió de hombros, la voz empezó a temblarle cuando continuó hablando.

-       No puedo engañarla así, he cruzado una línea que no tiene marcha atrás, y no puedo deshacer lo que ya está hecho –le contestó Esther. No quería perder a Maca, pero no podía tenerla a aquel precio. Había hecho lo que jamás pensó que haría. Su infidelidad le dolía más que ninguna otra cosa-. 
-       Madre mía… esto es gordo, muy gordo. Necesito otra copa… ¡Azafata, por favor! –Kate alzó la mano en busca de otra copa. Por su pensamiento pasó la imagen de Maca aterrizando a la mañana siguiente en el mismo aeropuerto hacia el que ellas se dirigían-.

….

Madrid.

Maca entró en los vestuarios y creyéndose a solas grito.

-       ¡Por finnn! ¡Siiii!

La cabeza de Bea asomó de entre las taquillas con una amplia sonrisa y Maca se puso roja en cuestión de segundos agachando a toda prisa los brazos que había extendido hacia el techo.

-       Mierda, siempre me pillas –se quejó Maca reponiéndose-.
-       Jajajajaja… yo no tengo la culpa, tiendes siempre a creerte a solas –le espetó Bea con una ceja alzada-.
-       Bueno, es que normalmente es así. Además, cambiarse con la luz apagada no es muy normal –le dijo Maca encendiendo más luces que la del simple recibidor-.

Bea se encogió de hombros. Había vivido tantos años sin esas comodidades, que le parecía un despilfarro todo aquel gasto innecesario de luz.

-       A mí no me importa, estoy acostumbrada a desenvolverme en la oscuridad –le dijo Bea, y era cierto, pero Maca se lo tomó como una más de sus bromas con segundas tras verla sonreír-.
-       Vaya, te van las emociones fuertes, te manejas bien en la oscuridad… empiezo a pensar que la peligrosa aquí eres tú –le dijo Maca ya sacando sus cosas de la taquilla-.

Bea se sentó en el banco mientras se secaba las piernas y se ponía las bragas.

-       Jajajaja.. nunca dije que no lo fuera –se hizo la interesante Bea-.
-       Jajaja cierto –corroboró Maca riendo. Era reconfortante encontrar con quien reír-.

Maca se deshizo de su ropa y se tapó con la toalla cogiendo sus geles de baño para ducharse. Bea la observó sin cebarse en exceso mientras ella misma se cambiaba.

-       ¿Vas a ducharte? –le preguntó antes de que la abandonara-.
-       Sí, ¿por? ¿no me digas que te has terminado todo el agua caliente? –le preguntó Maca alzando una ceja amenazante-.
-       Jajaja… No. Más bien tiendo a ducharme con agua fría, en realidad –le contestó Bea-. Lo decía por si quieres que te espere y nos tomamos algo en el bar de enfrente. La verdad es que no conozco aquí a mucha gente, y ya que te vas de vacaciones, me preguntaba si te apetecería –le propuso Bea incorporándose para meterse en sus vaqueros-.

A Maca los ojos se le fueron sin querer hacia el escote de Bea cuando se puso de pie cerca de ella, pero inmediatamente la miró a los ojos.

-       Vale, si no tienes prisa. Me ducho en diez minutos y nos tomamos algo –aceptó Maca sin mucho pensar-.
-       Genial, pues ale… dúchate, te espero –le dijo Bea con una sonrisa, mientras aún en sujetador se secaba el pelo con una toalla-.
-       Eh… sí, voy –le contestó Maca-.

Bea la vio alejarse, Maca se había puesto roja de nuevo y le había mirado el escote por segunda vez. Su rubor y sus intentos de apartar la mirada le hicieron mucha gracia, no se esperaba que alguien como ella reaccionara así, no después de los rumores que corrían por el hospital. Por lo visto la doctora Wilson era toda una rompe corazones, Bea se preguntó qué habría de cierto en todas aquellas historias de hospital.

---

Media hora más tarde las dos doctoras salían por la puerta de urgencias dialogando distraídamente. Las dos, mochila a cuestas, cruzaron la calle y decidieron sentarse en la terraza del local. Eran casi las diez de la noche, y la brisa corría en la calle principal.

-       ¿Quieres qué comamos algo? ¿o una cerveza rápida y para casa? –le preguntó Bea, no quería que Maca se sintiera obligada a quedarse mucho rato con ella. La invitación había sido tan improvisada, que deseaba que fuera Maca la que eligiera qué hacer-.
-       Por mí cenamos, tengo un hambre que me muero… bueno, sí a ti te viene bien –le dijo Maca, haciéndose cargo de que se estaba autoinvitando a extender la velada-.

Bea sonrió abiertamente mirándole a los ojos, a Maca no fue la primera vez que la cautivaba con aquel gesto tan puro y tan suyo.

-       Ahora mismo me comería un buey, y además, no tengo nada mejor que hacer… ni mejor compañía tampoco –le soltó Bea con su tono casual que ni mostraba ni dejaba de mostrar su real interés-.
-       Estupendo, pues cenamos –le contestó Maca con otra sonrisa-.

Bea le tendió una de las cartas para que decidiera qué iban a escoger. Al final se decantaron por unos cuantos platos de la casa y una jarra de tinto del verano. Bea empezó a contar historias de las suyas, y a Maca le pareció que no tenía ni puta idea de quién era aquella mujer en realidad, le pareció fascinante su forma de ver el mundo.

-       Es fascinante, de verdad –le dijo Maca alucinada-.
-       ¿Tú crees? –le preguntó Bea con una sonrisa pícara en los ojos-.
-       Joder, ya lo creo que sí. En un año has estado en más sitios que yo en toda mi vida –mencionó Maca-. Escuchándote tengo la sensación de haber perdido el tiempo, te lo juro.
-       Jajajaja… bueno, no todo es tan maravilloso. Cuando viajas tanto, acabas un poco perdida en medio de toda la vorágine, a veces se echa de menos tirar raíces, no sé… estar tranquila, los amigos, la familia… tener pareja tal vez –musitó Bea y la miró a los ojos-.
-       Bueno, para eso siempre hay tiempo –le dijo Maca no prestando mucha atención a la intención de sus palabras, estaba demasiado perpleja por la carrera de Bea. Su visión médica distaba mucho de lo que ella siempre había creído que podía ser su profesión-.
-       Cierto… jajaja… La verdad es que no sabría qué hacer si me quedara mucho tiempo quieta, hay tanto qué hacer por ahí, tanta gente a la que ayudar, tantas culturas de las que aprender… A veces me siento muy extraña entre tanta gente, entre tantos medios, una se acostumbra a apreciar y subsistir con lo básico, y no es tan malo como lo pintan –le dijo Bea y le regaló una más de sus sonrisas apacibles-.

Maca se quedó quieta unos segundo mirando sus labios, sus labios sonrosados y apetecibles. Carraspeó al darse cuenta, y se percató de que quizá estaban bebiendo demasiado, el camarero les había servido la segunda jarra de tinto. Un poco aturdida por sus deseos, decidió tomar el control. Se encontraba demasiado relajada, y aquello parecía ayudarla a dejarse llevar. Ya no recordaba la última vez que se permitió estar así con alguien nuevo. El último año estaba siendo toda una locura de trabajo y estudios.

-       Bueno, pero no hablemos más de mí. ¿Qué hay de ti? Este año terminas, y te han concedido una oportunidad única, ¿estás ansiosa por disfrutar de la beca? –le preguntó Bea que no había dejado pasar aquel fugaz resquicio de deseo en la mirada de Maca hacia sus labios. Los sentidos de Bea siempre estaban altamente agudizados-.

Maca parpadeó sorprendida, pero luego cayó en la cuenta de que Cruz la había puesto al corriente de que Bea lo sabía, ya que tenía alguna especie de contacto con los del comité al trabajar en el departamento internacional para países subdesarrollados.

-       Uf, la beca. La verdad es que no sé que voy a hacer al final –le dijo Maca frotándose un momento la frente. Luego levantó la mano y le pidió al camarero que le trajera agua-.
-       ¿Qué quieres decir? –Bea se sintió intrigada y desconcertada de golpe-.
-       Bueno, me gustaría aceptarla, lógicamente. Es una oportunidad muy difícil de rechazar, pero antes tengo que consultarlo con mi novia, y la verdad es que no sé qué voy a hacer tras abordar el tema con ella –le dijo Maca no muy concentrada en la conversación, estaba pendiente de que le trajeran el agua antes de que el alcohol subiera rápido hasta su cabeza-.

Bea captó toda su atención cuando puso una mano sobre la suya. Maca miró su mano, y luego la miró a los ojos, y su rostro fruncido la desconcertó.

-       Maca, es una oportunidad única que nada ni nadie puede obligarte a rechazar. ¿Lo entiendes? –le dijo seriamente-.
-       Sí –le contestó Maca perpleja por la intensidad con que la miraba-.

Bea retiró su mano, y la zafó de sus ojos. Luego cabeceó y trató de sonreír.

-       Perdona, no debería entrometerme. A veces me olvido de mis modales -se disculpó Bea percibiendo haberse excedido. Quizá ella también debería empezar a tomar agua como Maca-.
-       No tranquila, se lo que quieres decir. En realidad nadie me está impidiendo que haga nada, Esther no es así. Soy yo la que no sé si estoy preparada para mantenerme tantos años lejos de ella, este año para mí ha sido horrible, y aun no sé qué quiero hacer –le dijo Maca. Por alguna extraña razón no quería que pensara que era una persona ligada a la opinión de una tercera, maniatada por una relación. Pero tras escucharse a sí misma se dio cuenta de que era exactamente la imagen que proyectaba-. En fin, no sé. Quiero pensar que encontraremos la forma de sobrellevar lo que decida.
-       Seguro que sí, querer es poder –le dijo Bea, pero tras aquello replegó toda su magia y se mostró más cauta. Pensar que alguien como Maca, con todo aquel potencial, pudiera tirar a la basura su carrera de aquella forma, la ponía triste. No dejaba de pensar en el bien que podría hacer en la pediatría del tercer mundo, y en todos esos niños que Maca no conocería de quedarse atada a la pata de la cama de su novia, por mucho que aquella Esther mereciera la pena-.

Tras la cena, Bea acompañó a Maca hasta su moto.

-       ¿Seguro que no quieres coger un taxi conmigo? –le preguntó de nuevo Bea-.
-       No, tranquila, no me pasará nada. No puedo dejar la moto aquí tantos días, y como al final me he pasado al agua, lo llevo bien –le aseguró Maca con una sonrisa. Había notado el cambio sutil en Bea desde que habían hablado de la beca, pero aún así agradecía que la velada hubiera sido en general muy agradable-.
-       Vale, como quieras. Te deseo un buen viaje, espero que disfrutes de las vacaciones –le dijo Bea con una sonrisa-. Te las mereces.
-       Gracias –le respondió Maca-.

Bea dio un par de pasos y le besó en la mejilla. Maca se quedó parada, pero agradeció el sencillo gesto.

-       Buenas noches, ve con cuidado –le dijo Bea antes de marcharse hacia el taxi que ya llegaba-.
-       Igualmente, nos vemos a la vuelta –le dijo Maca despidiéndose de ella-.
-       Trato hecho –le gritó Bea ya metida en el taxi-.

Y con un gesto de manos se despidieron la una de la otra.


Maca se subió a la moto y arrancó. Mientras se alejaba del hospital una sonrisa fue floreciendo en su cara. A la mañana siguiente viajaría a Londres, lejos de allí, muy cerca de “ella”. 

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