(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
111
Londres. 10.30h.
Con las gafas de
sol puestas y sin entender muy bien qué hacían de nuevo en el aeropuerto a
aquellas horas, Esther seguía con dificultad el ritmo de Kate por la terminar
tras aparcar el coche de alquiler en el parking. La cabeza aún le dolía pese a
la pastilla efervescente de su desayuno, recordándole los tres Martinis que se
habían tomado en el avión y los chupitos de aquel brebaje dulzón que habían
comprado en el badulaque de la esquina al llegar al apartamento. Cuando Kate se
detuvo frente a la puerta doce, Esther ya estaba con los pulmones en la boca.
-
Joder, ¿a qué viene tanta prisa? Me va a
estallar la cabeza con tanta carrera y la megafonía –se quejó Esther que medio
dormida había salido de casa empujada por Kate, sin tener tiempo de preguntar
el motivo de aquella estampida-.
Kate le sonrió y
la tomó por los hombros.
-
A veces me olvido de que eres un “bebé” –se
burló de ella Kate-.
-
¡No soy ningún “bebé”! –repuso ella, siempre
saltaba cuando Kate la pinchaba con aquello-.
-
No, no lo eres. Pero para tener edad de salir de
marcha a todas horas, tienes muy poco aguante con la bebida. Mírame a mí
–sonrió Kate, estaba como siempre, radiante-.
-
Agrrr, te odio, te juro que a veces… -Esther
cerró las manos con un gesto de estrangularla-.
-
Jajajaja…. Eso déjalo para luego, quizá te
entren más ganas después de saber a qué hemos venido –Kate se rió por su gesto,
pero luego se puso más seria a medida que hablaba-.
No le había
contado a Esther nada sobre el viaje sorpresa de Maca, porque no esperaba que
Alex y ella llegaran tan lejos. Cuando la cosa se complicó esa semana, ya no tuvo
valor para entrometerse, pensando que quizá fuera una aventura que podrían
solventar al reencontrarse. Ahora ya no estaba tan segura de cómo iba a salir
todo aquello. Esther había asumido su ruptura con Maca como única vía posible tras
lo acontecido con Alex, y todo parecía estar patas arriba. Kate esperaba que el
recuentro al menos les permitiera ser sinceras y aclarar las cosas.
-
¿Qué quieres decir? –le preguntó Esther con el
ceño fruncido ante su comentario-.
-
¡Mira! –le señaló Kate con un juego de cabeza y
una sonrisa tímida en los labios-. ¡Mira quién viene!
La cabeza de
Esther se volvió hacia donde señalaba Kate casi a cámara lenta. Durante unos
instantes sus ojos no se fijaron en nadie debido al tumulto de pasajeros que
iban saliendo de la terminal, hasta que un paso sereno y decidido llamó su
atención. Miró aquellas piernas y a medida que fue subiendo la vista el corazón
empezó a golpearle despiadadamente en mitad del pecho. Aquellas caderas, aquel
torso, aquel pelo largo…. Maca se levantó las gafas de sol y se las puso de
diadema mientras sus ojos se clavaban en ella y su boca le sonreía.
-
¡Maca! –musitó sin aliento, no podía creerlo-.
El suave empujón
en la espalda que recibió de Kate, fue todo lo que necesitaba para dejar de
estar paralizada y salir corriendo a su encuentro. Maca soltó la maleta y la
esperó, con los brazos abiertos y una luz en el rostro que bien podría
abastecer a todo aquel edificio. En cuanto Esther llegó hasta ella, la tomó
entre sus brazos y la besó sin mediar palabra. Tenía tantas ganas de verla, de
reencontrarse con su boca, que todo lo demás se esfumó de golpe cuando sus
labios se hallaron.
Esther perdió el
suelo bajo sus pies. Sintió su boca magnánima, suave como el terciopelo,
reconociendo la suya y el mundo se evaporó dejándola en suspensión completa.
Incapaz de desprenderse de su olor, su sabor y su tacto, todas las vísceras de
su cuerpo reaccionaron al unísono, demandándole un acercamiento tan íntimo de
Maca, que su necesidad casi reventaba interiormente en sus tímpanos.
-
Creo… creo que me has echado de menos –musitó
Maca con la voz tomada y casi sin respiración tras el beso que acababan de
darse-.
Acarició la cara
de Esther, aún no se creía tenerla consigo, y besó su frente, su nariz y sus
labios, escuchando su suave quejido por separarse de ellos tan rápido.
-
¿Qué haces aquí? ¡No me puedo creer que estés
aquí de verdad! –le dijo Esther tocándola, abrazándola. Necesitaba verificar
que no era ningún sueño-.
-
Te dije que nos veríamos antes de lo que
esperabas –le contestó Maca feliz de ver que se alegraba tanto de verla-. ¡Ya
no aguantaba más sin ti!
Ambas se miraron
a los ojos, y volvieron a besarse. Esther se aferró fuertemente a su cintura,
porque tenía miedo de que se le escapara de entre los dedos. Maca se dejó
atraer por ella, mientras la besaba con dulzura y plenitud.
-
Ejem… -interrumpió al cabo de varios minutos
Kate-. Chicas, no es que a mí me importe, pero es que creo que os estáis
acalorando, y la verdad es que no estáis pasando desapercibidas precisamente.
¿No preferiríais que nos fuéramos?
Maca y Esther
dejaron de besarse tras escucharla.
-
¡Hola Kate! –la saludó Maca al fin, tomándola
con un brazo mientras con la otra mano sujetaba dulcemente la de Esther, no
quería despegarse de ella ni un segundo-.
-
Hola preciosa. ¿Qué tal el viaje? Deja que te
ayude con el equipaje –se ofreció Kate tras darle un par de besos-.
-
El vuelo muy tranquilo, pero estaba muy nerviosa
por aterrizar. Necesitaba ver desesperadamente a esta “cosita” de aquí –indicó
Maca, haciendo referencia a Esther-.
-
Genial, pues ya estás aquí. Anda vamos, tengo un
coche en el parking –le indicó Kate, y las tres se pusieron a caminar rumbo a
la salida-.
---
Durante el
trayecto por la ciudad la conversación fluyó sin problemas. Había mucho que
contar y aunque Maca esquivó el tema de conversación principal que la había
movilizado hasta allí, puso a Kate al corriente sobre las novedades sobre
Claudia y la facultad, y a Esther sobre su madre.
-
¿Entonces no te llamó al final Federica? –le
preguntó Kate sobre la compañera de facultad que le había pedido referencias
sobre modelos-.
-
No, sí me llamó, pero es que este año no doy
para más. Me supo mal rechazar el trabajo, pero ya era una cuestión de
supervivencia… –le comentó Maca-.
-
Me lo creo, estás mucho más flaca –dijo Esther
acariciando su brazo-.
Maca le sonrió
maliciosamente mientras se reencontraba con sus ojos.
-
Muy pronto averiguarás cuánto, aunque te
advierto que no merma mis fuerzas –le susurró Maca provocándola-.
A Esther se le encendió la piel al instante bajo aquella mirada que no
daba cabida a segundas interpretaciones. Perder la cabeza en el aeropuerto por
la sorpresa de encontrársela, había sido algo que no había podido controlar,
pero ahora que estaban sentadas una junto a la otra, que era plenamente
consciente de la presencia de Maca y de cómo ésta poseía su mano y la
acariciaba incapaz de despegarse de ella, estaba muerta de miedo. Atrapada
entre los errores ya cometidos, su necesidad de ser franca con ella, y aquel
aterrador sentimiento de hacerle daño, y a su vez, perderla. El deseo y el
miedo se instaló en su cuerpo de un modo hasta entonces desconocido. Se quedó
callada.
..
-
Bueno, yo os dejo aquí. Tengo que ir a la
universidad a entregar el expediente académico de Esther y ponerme un poco al
día antes del lunes. Además supongo que necesitaréis tiempo a solas para hablar
–Kate miró fugazmente a Esther y su mutismo recién adquirido-… o lo que sea.
Maca apoyó una
mano sobre el hombro de Kate y se lo apretó con afecto. Agradecía enormemente
que les permitiera algo de tiempo a solas, pues se había dado cuenta del
nerviosismo que poco a poco se había ido apoderando de Esther durante el
trayecto. A ella también le temblaban un poco las piernas, era increíble que
una mujer la pusiera tan nerviosa a aquellas alturas, pero con Esther siempre
era así, por eso la amaba.
-
Gracias Kate –le dijo Maca-. ¿Vamos?
-
Eh sí, claro –contestó Esther que taponaba la
salida hacia la acera-. ¿Comerás con nosotras?
-
Sí, si os apetece, pero si queréis estar solas
yo puedo… -le contestó Kate no teniendo muy claro que es lo que esperaba de
ella su pupila-.
-
No seas tonta, claro que nos apetece comer
contigo. ¿Nos recoges cuando termines, comemos y damos una vuelta? –propuso
Maca saliendo al rescate. Esther parecía retraída y le pareció que necesitaba
tiempo para acostumbrarse a aquella sorpresa-. Nunca había estado en Londres,
me encantaría salir a verla un poco.
-
Claro, yo puedo haceros de guía –viendo la
palidez de Esther en aquel momento, Kate no tuvo claro que los planes se
vinieran abajo una vez hablaran-. Vale, pues
antes de salir de la facultad os llamo para ver cómo vais y qué hacemos. ¿Más o menos sobre las dos? –propuso Kate
mirándose el reloj de pulsera-.
-
Por mí perfecto –dijo Maca y miró a Esther para
conocer su opinión-.
Esther miró a
Maca y luego a Kate. La cabeza le daba vueltas de puro terror, y casi se quedó
bloqueada ante lo que se avecinaba. Iban a quedarse a solas durante casi tres
horas.
-
Sí, claro. Perfecto –corroboró Esther, y luego
abrió la puerta del coche para salir de allí seguida de Maca y su equipaje-.
---
Amsterdam.
El timbre que
anunciaba el final de la clase hizo que Alex se mirara el reloj y esbozara una
sonrisa. Ya eran más de las once de la
mañana y Esther ya estaría despierta. Tenía tantas ganas de escuchar su voz, el
breve mensaje que había recibido la noche anterior para saber que habían llegado
sanas y salvas a Londres, la había tranquilizado pero no mitigado sus ganas de
ella ni lo mucho que ya la extrañada. Esperó paciente a que el aula se vaciaría,
se sentó en su sillón y se dispuso a llamar a Esther al móvil.
“El teléfono marcado se encuentra apagado o
fuera de cobertura”, le indicó una locución mecánica.
Su entusiasmo
por oírla le cayó de golpe hasta los pies. Le parecía extraño que Esther no
estuviera operativa a aquellas horas, pues solía madrugar, pero tras asimilar
la desilusión de no poder localizarla, recogió sus cosas y siguió con su día en
la facultad. Volvería a llamarla más tarde.
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
111
Londres. 10.30h.
Con las gafas de
sol puestas y sin entender muy bien qué hacían de nuevo en el aeropuerto a
aquellas horas, Esther seguía con dificultad el ritmo de Kate por la terminar
tras aparcar el coche de alquiler en el parking. La cabeza aún le dolía pese a
la pastilla efervescente de su desayuno, recordándole los tres Martinis que se
habían tomado en el avión y los chupitos de aquel brebaje dulzón que habían
comprado en el badulaque de la esquina al llegar al apartamento. Cuando Kate se
detuvo frente a la puerta doce, Esther ya estaba con los pulmones en la boca.
-
Joder, ¿a qué viene tanta prisa? Me va a
estallar la cabeza con tanta carrera y la megafonía –se quejó Esther que medio
dormida había salido de casa empujada por Kate, sin tener tiempo de preguntar
el motivo de aquella estampida-.
Kate le sonrió y
la tomó por los hombros.
-
A veces me olvido de que eres un “bebé” –se
burló de ella Kate-.
-
¡No soy ningún “bebé”! –repuso ella, siempre
saltaba cuando Kate la pinchaba con aquello-.
-
No, no lo eres. Pero para tener edad de salir de
marcha a todas horas, tienes muy poco aguante con la bebida. Mírame a mí
–sonrió Kate, estaba como siempre, radiante-.
-
Agrrr, te odio, te juro que a veces… -Esther
cerró las manos con un gesto de estrangularla-.
-
Jajajaja…. Eso déjalo para luego, quizá te
entren más ganas después de saber a qué hemos venido –Kate se rió por su gesto,
pero luego se puso más seria a medida que hablaba-.
No le había
contado a Esther nada sobre el viaje sorpresa de Maca, porque no esperaba que
Alex y ella llegaran tan lejos. Cuando la cosa se complicó esa semana, ya no tuvo
valor para entrometerse, pensando que quizá fuera una aventura que podrían
solventar al reencontrarse. Ahora ya no estaba tan segura de cómo iba a salir
todo aquello. Esther había asumido su ruptura con Maca como única vía posible tras
lo acontecido con Alex, y todo parecía estar patas arriba. Kate esperaba que el
recuentro al menos les permitiera ser sinceras y aclarar las cosas.
-
¿Qué quieres decir? –le preguntó Esther con el
ceño fruncido ante su comentario-.
-
¡Mira! –le señaló Kate con un juego de cabeza y
una sonrisa tímida en los labios-. ¡Mira quién viene!
La cabeza de
Esther se volvió hacia donde señalaba Kate casi a cámara lenta. Durante unos
instantes sus ojos no se fijaron en nadie debido al tumulto de pasajeros que
iban saliendo de la terminal, hasta que un paso sereno y decidido llamó su
atención. Miró aquellas piernas y a medida que fue subiendo la vista el corazón
empezó a golpearle despiadadamente en mitad del pecho. Aquellas caderas, aquel
torso, aquel pelo largo…. Maca se levantó las gafas de sol y se las puso de
diadema mientras sus ojos se clavaban en ella y su boca le sonreía.
-
¡Maca! –musitó sin aliento, no podía creerlo-.
El suave empujón
en la espalda que recibió de Kate, fue todo lo que necesitaba para dejar de
estar paralizada y salir corriendo a su encuentro. Maca soltó la maleta y la
esperó, con los brazos abiertos y una luz en el rostro que bien podría
abastecer a todo aquel edificio. En cuanto Esther llegó hasta ella, la tomó
entre sus brazos y la besó sin mediar palabra. Tenía tantas ganas de verla, de
reencontrarse con su boca, que todo lo demás se esfumó de golpe cuando sus
labios se hallaron.
Esther perdió el
suelo bajo sus pies. Sintió su boca magnánima, suave como el terciopelo,
reconociendo la suya y el mundo se evaporó dejándola en suspensión completa.
Incapaz de desprenderse de su olor, su sabor y su tacto, todas las vísceras de
su cuerpo reaccionaron al unísono, demandándole un acercamiento tan íntimo de
Maca, que su necesidad casi reventaba interiormente en sus tímpanos.
-
Creo… creo que me has echado de menos –musitó
Maca con la voz tomada y casi sin respiración tras el beso que acababan de
darse-.
Acarició la cara
de Esther, aún no se creía tenerla consigo, y besó su frente, su nariz y sus
labios, escuchando su suave quejido por separarse de ellos tan rápido.
-
¿Qué haces aquí? ¡No me puedo creer que estés
aquí de verdad! –le dijo Esther tocándola, abrazándola. Necesitaba verificar
que no era ningún sueño-.
-
Te dije que nos veríamos antes de lo que
esperabas –le contestó Maca feliz de ver que se alegraba tanto de verla-. ¡Ya
no aguantaba más sin ti!
Ambas se miraron
a los ojos, y volvieron a besarse. Esther se aferró fuertemente a su cintura,
porque tenía miedo de que se le escapara de entre los dedos. Maca se dejó
atraer por ella, mientras la besaba con dulzura y plenitud.
-
Ejem… -interrumpió al cabo de varios minutos
Kate-. Chicas, no es que a mí me importe, pero es que creo que os estáis
acalorando, y la verdad es que no estáis pasando desapercibidas precisamente.
¿No preferiríais que nos fuéramos?
Maca y Esther
dejaron de besarse tras escucharla.
-
¡Hola Kate! –la saludó Maca al fin, tomándola
con un brazo mientras con la otra mano sujetaba dulcemente la de Esther, no
quería despegarse de ella ni un segundo-.
-
Hola preciosa. ¿Qué tal el viaje? Deja que te
ayude con el equipaje –se ofreció Kate tras darle un par de besos-.
-
El vuelo muy tranquilo, pero estaba muy nerviosa
por aterrizar. Necesitaba ver desesperadamente a esta “cosita” de aquí –indicó
Maca, haciendo referencia a Esther-.
-
Genial, pues ya estás aquí. Anda vamos, tengo un
coche en el parking –le indicó Kate, y las tres se pusieron a caminar rumbo a
la salida-.
---
Durante el
trayecto por la ciudad la conversación fluyó sin problemas. Había mucho que
contar y aunque Maca esquivó el tema de conversación principal que la había
movilizado hasta allí, puso a Kate al corriente sobre las novedades sobre
Claudia y la facultad, y a Esther sobre su madre.
-
¿Entonces no te llamó al final Federica? –le
preguntó Kate sobre la compañera de facultad que le había pedido referencias
sobre modelos-.
-
No, sí me llamó, pero es que este año no doy
para más. Me supo mal rechazar el trabajo, pero ya era una cuestión de
supervivencia… –le comentó Maca-.
-
Me lo creo, estás mucho más flaca –dijo Esther
acariciando su brazo-.
Maca le sonrió
maliciosamente mientras se reencontraba con sus ojos.
-
Muy pronto averiguarás cuánto, aunque te
advierto que no merma mis fuerzas –le susurró Maca provocándola-.
A Esther se le encendió la piel al instante bajo aquella mirada que no
daba cabida a segundas interpretaciones. Perder la cabeza en el aeropuerto por
la sorpresa de encontrársela, había sido algo que no había podido controlar,
pero ahora que estaban sentadas una junto a la otra, que era plenamente
consciente de la presencia de Maca y de cómo ésta poseía su mano y la
acariciaba incapaz de despegarse de ella, estaba muerta de miedo. Atrapada
entre los errores ya cometidos, su necesidad de ser franca con ella, y aquel
aterrador sentimiento de hacerle daño, y a su vez, perderla. El deseo y el
miedo se instaló en su cuerpo de un modo hasta entonces desconocido. Se quedó
callada.
..
-
Bueno, yo os dejo aquí. Tengo que ir a la
universidad a entregar el expediente académico de Esther y ponerme un poco al
día antes del lunes. Además supongo que necesitaréis tiempo a solas para hablar
–Kate miró fugazmente a Esther y su mutismo recién adquirido-… o lo que sea.
Maca apoyó una
mano sobre el hombro de Kate y se lo apretó con afecto. Agradecía enormemente
que les permitiera algo de tiempo a solas, pues se había dado cuenta del
nerviosismo que poco a poco se había ido apoderando de Esther durante el
trayecto. A ella también le temblaban un poco las piernas, era increíble que
una mujer la pusiera tan nerviosa a aquellas alturas, pero con Esther siempre
era así, por eso la amaba.
-
Gracias Kate –le dijo Maca-. ¿Vamos?
-
Eh sí, claro –contestó Esther que taponaba la
salida hacia la acera-. ¿Comerás con nosotras?
-
Sí, si os apetece, pero si queréis estar solas
yo puedo… -le contestó Kate no teniendo muy claro que es lo que esperaba de
ella su pupila-.
-
No seas tonta, claro que nos apetece comer
contigo. ¿Nos recoges cuando termines, comemos y damos una vuelta? –propuso
Maca saliendo al rescate. Esther parecía retraída y le pareció que necesitaba
tiempo para acostumbrarse a aquella sorpresa-. Nunca había estado en Londres,
me encantaría salir a verla un poco.
-
Claro, yo puedo haceros de guía –viendo la
palidez de Esther en aquel momento, Kate no tuvo claro que los planes se
vinieran abajo una vez hablaran-. Vale, pues
antes de salir de la facultad os llamo para ver cómo vais y qué hacemos. ¿Más o menos sobre las dos? –propuso Kate
mirándose el reloj de pulsera-.
-
Por mí perfecto –dijo Maca y miró a Esther para
conocer su opinión-.
Esther miró a
Maca y luego a Kate. La cabeza le daba vueltas de puro terror, y casi se quedó
bloqueada ante lo que se avecinaba. Iban a quedarse a solas durante casi tres
horas.
-
Sí, claro. Perfecto –corroboró Esther, y luego
abrió la puerta del coche para salir de allí seguida de Maca y su equipaje-.
---
Amsterdam.
El timbre que
anunciaba el final de la clase hizo que Alex se mirara el reloj y esbozara una
sonrisa. Ya eran más de las once de la
mañana y Esther ya estaría despierta. Tenía tantas ganas de escuchar su voz, el
breve mensaje que había recibido la noche anterior para saber que habían llegado
sanas y salvas a Londres, la había tranquilizado pero no mitigado sus ganas de
ella ni lo mucho que ya la extrañada. Esperó paciente a que el aula se vaciaría,
se sentó en su sillón y se dispuso a llamar a Esther al móvil.
“El teléfono marcado se encuentra apagado o
fuera de cobertura”, le indicó una locución mecánica.
Su entusiasmo
por oírla le cayó de golpe hasta los pies. Le parecía extraño que Esther no
estuviera operativa a aquellas horas, pues solía madrugar, pero tras asimilar
la desilusión de no poder localizarla, recogió sus cosas y siguió con su día en
la facultad. Volvería a llamarla más tarde.
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