sábado, 31 de agosto de 2013

Dibujada en mi mente (TOMO 2) -cap 111-


undefined“DIBUJADA EN MI MENTE" (TOMO 2)
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.

111

Londres. 10.30h.

Con las gafas de sol puestas y sin entender muy bien qué hacían de nuevo en el aeropuerto a aquellas horas, Esther seguía con dificultad el ritmo de Kate por la terminar tras aparcar el coche de alquiler en el parking. La cabeza aún le dolía pese a la pastilla efervescente de su desayuno, recordándole los tres Martinis que se habían tomado en el avión y los chupitos de aquel brebaje dulzón que habían comprado en el badulaque de la esquina al llegar al apartamento. Cuando Kate se detuvo frente a la puerta doce, Esther ya estaba con los pulmones en la boca.

-       Joder, ¿a qué viene tanta prisa? Me va a estallar la cabeza con tanta carrera y la megafonía –se quejó Esther que medio dormida había salido de casa empujada por Kate, sin tener tiempo de preguntar el motivo de aquella estampida-.

Kate le sonrió y la tomó por los hombros.

-       A veces me olvido de que eres un “bebé” –se burló de ella Kate-.
-       ¡No soy ningún “bebé”! –repuso ella, siempre saltaba cuando Kate la pinchaba con aquello-.
-       No, no lo eres. Pero para tener edad de salir de marcha a todas horas, tienes muy poco aguante con la bebida. Mírame a mí –sonrió Kate, estaba como siempre, radiante-.
-       Agrrr, te odio, te juro que a veces… -Esther cerró las manos con un gesto de estrangularla-.
-       Jajajaja…. Eso déjalo para luego, quizá te entren más ganas después de saber a qué hemos venido –Kate se rió por su gesto, pero luego se puso más seria a medida que hablaba-.

No le había contado a Esther nada sobre el viaje sorpresa de Maca, porque no esperaba que Alex y ella llegaran tan lejos. Cuando la cosa se complicó esa semana, ya no tuvo valor para entrometerse, pensando que quizá fuera una aventura que podrían solventar al reencontrarse. Ahora ya no estaba tan segura de cómo iba a salir todo aquello. Esther había asumido su ruptura con Maca como única vía posible tras lo acontecido con Alex, y todo parecía estar patas arriba. Kate esperaba que el recuentro al menos les permitiera ser sinceras y aclarar las cosas.

-       ¿Qué quieres decir? –le preguntó Esther con el ceño fruncido ante su comentario-.
-       ¡Mira! –le señaló Kate con un juego de cabeza y una sonrisa tímida en los labios-. ¡Mira quién viene!

La cabeza de Esther se volvió hacia donde señalaba Kate casi a cámara lenta. Durante unos instantes sus ojos no se fijaron en nadie debido al tumulto de pasajeros que iban saliendo de la terminal, hasta que un paso sereno y decidido llamó su atención. Miró aquellas piernas y a medida que fue subiendo la vista el corazón empezó a golpearle despiadadamente en mitad del pecho. Aquellas caderas, aquel torso, aquel pelo largo…. Maca se levantó las gafas de sol y se las puso de diadema mientras sus ojos se clavaban en ella y su boca le sonreía.

-       ¡Maca! –musitó sin aliento, no podía creerlo-.

El suave empujón en la espalda que recibió de Kate, fue todo lo que necesitaba para dejar de estar paralizada y salir corriendo a su encuentro. Maca soltó la maleta y la esperó, con los brazos abiertos y una luz en el rostro que bien podría abastecer a todo aquel edificio. En cuanto Esther llegó hasta ella, la tomó entre sus brazos y la besó sin mediar palabra. Tenía tantas ganas de verla, de reencontrarse con su boca, que todo lo demás se esfumó de golpe cuando sus labios se hallaron.

Esther perdió el suelo bajo sus pies. Sintió su boca magnánima, suave como el terciopelo, reconociendo la suya y el mundo se evaporó dejándola en suspensión completa. Incapaz de desprenderse de su olor, su sabor y su tacto, todas las vísceras de su cuerpo reaccionaron al unísono, demandándole un acercamiento tan íntimo de Maca, que su necesidad casi reventaba interiormente en sus tímpanos.

-       Creo… creo que me has echado de menos –musitó Maca con la voz tomada y casi sin respiración tras el beso que acababan de darse-.

Acarició la cara de Esther, aún no se creía tenerla consigo, y besó su frente, su nariz y sus labios, escuchando su suave quejido por separarse de ellos tan rápido.

-       ¿Qué haces aquí? ¡No me puedo creer que estés aquí de verdad! –le dijo Esther tocándola, abrazándola. Necesitaba verificar que no era ningún sueño-.
-       Te dije que nos veríamos antes de lo que esperabas –le contestó Maca feliz de ver que se alegraba tanto de verla-. ¡Ya no aguantaba más sin ti!

Ambas se miraron a los ojos, y volvieron a besarse. Esther se aferró fuertemente a su cintura, porque tenía miedo de que se le escapara de entre los dedos. Maca se dejó atraer por ella, mientras la besaba con dulzura y plenitud.

-       Ejem… -interrumpió al cabo de varios minutos Kate-. Chicas, no es que a mí me importe, pero es que creo que os estáis acalorando, y la verdad es que no estáis pasando desapercibidas precisamente. ¿No preferiríais que nos fuéramos?

Maca y Esther dejaron de besarse tras escucharla.

-       ¡Hola Kate! –la saludó Maca al fin, tomándola con un brazo mientras con la otra mano sujetaba dulcemente la de Esther, no quería despegarse de ella ni un segundo-.
-       Hola preciosa. ¿Qué tal el viaje? Deja que te ayude con el equipaje –se ofreció Kate tras darle un par de besos-.
-       El vuelo muy tranquilo, pero estaba muy nerviosa por aterrizar. Necesitaba ver desesperadamente a esta “cosita” de aquí –indicó Maca, haciendo referencia a Esther-.
-       Genial, pues ya estás aquí. Anda vamos, tengo un coche en el parking –le indicó Kate, y las tres se pusieron a caminar rumbo a la salida-.
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Durante el trayecto por la ciudad la conversación fluyó sin problemas. Había mucho que contar y aunque Maca esquivó el tema de conversación principal que la había movilizado hasta allí, puso a Kate al corriente sobre las novedades sobre Claudia y la facultad, y a Esther sobre su madre.

-       ¿Entonces no te llamó al final Federica? –le preguntó Kate sobre la compañera de facultad que le había pedido referencias sobre modelos-.
-       No, sí me llamó, pero es que este año no doy para más. Me supo mal rechazar el trabajo, pero ya era una cuestión de supervivencia… –le comentó Maca-.
-       Me lo creo, estás mucho más flaca –dijo Esther acariciando su brazo-.

Maca le sonrió maliciosamente mientras se reencontraba con sus ojos.

-       Muy pronto averiguarás cuánto, aunque te advierto que no merma mis fuerzas –le susurró Maca provocándola-.

A Esther se le encendió la piel al instante bajo aquella mirada que no daba cabida a segundas interpretaciones. Perder la cabeza en el aeropuerto por la sorpresa de encontrársela, había sido algo que no había podido controlar, pero ahora que estaban sentadas una junto a la otra, que era plenamente consciente de la presencia de Maca y de cómo ésta poseía su mano y la acariciaba incapaz de despegarse de ella, estaba muerta de miedo. Atrapada entre los errores ya cometidos, su necesidad de ser franca con ella, y aquel aterrador sentimiento de hacerle daño, y a su vez, perderla. El deseo y el miedo se instaló en su cuerpo de un modo hasta entonces desconocido. Se quedó callada.

..

-       Bueno, yo os dejo aquí. Tengo que ir a la universidad a entregar el expediente académico de Esther y ponerme un poco al día antes del lunes. Además supongo que necesitaréis tiempo a solas para hablar –Kate miró fugazmente a Esther y su mutismo recién adquirido-… o lo que sea.

Maca apoyó una mano sobre el hombro de Kate y se lo apretó con afecto. Agradecía enormemente que les permitiera algo de tiempo a solas, pues se había dado cuenta del nerviosismo que poco a poco se había ido apoderando de Esther durante el trayecto. A ella también le temblaban un poco las piernas, era increíble que una mujer la pusiera tan nerviosa a aquellas alturas, pero con Esther siempre era así,  por eso la amaba.

-       Gracias Kate –le dijo Maca-. ¿Vamos?
-       Eh sí, claro –contestó Esther que taponaba la salida hacia la acera-. ¿Comerás con nosotras?
-       Sí, si os apetece, pero si queréis estar solas yo puedo… -le contestó Kate no teniendo muy claro que es lo que esperaba de ella su pupila-.
-       No seas tonta, claro que nos apetece comer contigo. ¿Nos recoges cuando termines, comemos y damos una vuelta? –propuso Maca saliendo al rescate. Esther parecía retraída y le pareció que necesitaba tiempo para acostumbrarse a aquella sorpresa-. Nunca había estado en Londres, me encantaría salir a verla un poco.
-       Claro, yo puedo haceros de guía –viendo la palidez de Esther en aquel momento, Kate no tuvo claro que los planes se vinieran abajo una vez hablaran-.  Vale, pues antes de salir de la facultad os llamo para ver cómo vais y qué hacemos.  ¿Más o menos sobre las dos? –propuso Kate mirándose el reloj de pulsera-.
-       Por mí perfecto –dijo Maca y miró a Esther para conocer su opinión-.

Esther miró a Maca y luego a Kate. La cabeza le daba vueltas de puro terror, y casi se quedó bloqueada ante lo que se avecinaba. Iban a quedarse a solas durante casi tres horas.

-       Sí, claro. Perfecto –corroboró Esther, y luego abrió la puerta del coche para salir de allí seguida de Maca y su equipaje-.

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Amsterdam.

El timbre que anunciaba el final de la clase hizo que Alex se mirara el reloj y esbozara una sonrisa.  Ya eran más de las once de la mañana y Esther ya estaría despierta. Tenía tantas ganas de escuchar su voz, el breve mensaje que había recibido la noche anterior para saber que habían llegado sanas y salvas a Londres, la había tranquilizado pero no mitigado sus ganas de ella ni lo mucho que ya la extrañada. Esperó paciente a que el aula se vaciaría, se sentó en su sillón y se dispuso a llamar a Esther al móvil.

“El teléfono marcado se encuentra apagado o fuera de cobertura”, le indicó una locución mecánica.

Su entusiasmo por oírla le cayó de golpe hasta los pies. Le parecía extraño que Esther no estuviera operativa a aquellas horas, pues solía madrugar, pero tras asimilar la desilusión de no poder localizarla, recogió sus cosas y siguió con su día en la facultad. Volvería a llamarla más tarde.

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