miércoles, 4 de septiembre de 2013

De Blanco y Negro a Color - 88 y 89 -




La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
88


Pedro Wilson entró al salón, y se encontró de nuevo a su hija sentada junto a la ventana, mirando. La tarde había transcurrido agitada con tanta gente revoloteando alrededor de ellos, deseando verla y saber de primera mano que estaba bien, pero Maca se había mostrado ansiosa y no dejaba de mirar el reloj como si esperara a alguien, de hecho eso era lo que hacía, esperar. Se quedó mirándola apenas un momento, aún le parecía increíble que estuviera allí, con él… sin embargo algo le decía que ella había cambiado irrevocablemente. Finalmente decidió interrumpir su soledad tras verla bostezar un par de veces.

-       ¿Por qué no te echas un rato? Se te ve agotada –le sugirió su padre acercándose a ella-.
-       No tengo sueño –mintió, pues no tenía ninguna intención de acostarse antes de ver a Esther-.
-       Pues lo disimulas fatal, cariño –le sonrió su padre cuando Maca se giró para mirarlo por su respuesta-.
-       Quiero esperar a Esther –fue más sincera Maca esta vez-. ¿Seguro que no te dijo una hora?
-       No cariño, sólo dijo que se pasaría más tarde. Quizá no ha podido venir, quizá venga mañana pensando que ya es muy tarde –le sugirió Pedro viendo que ya eran cerca de las nueve de la noche-.

Maca no le contestó, pero sabía que aquello no podía ser. Esther había dicho que iría, así que volvió a dirigir la mirada a la ventana sin hacer caso a su padre.
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Esther llegó por fin a su destino. Detuvo el vehículo frente a la casa y se quedó allí sentada, tamborileando nerviosamente el volante sin decidirse a apagar el motor. No quería tener que enfrentarse a aquello, quizá aún estaba a tiempo de dar marcha atrás, desaparecer de la faz de la tierra sin dar explicaciones…

-       ¡A quién quiero engañar! –suspiró Esther atajando las descabelladas ideas que se le pasaban por la cabeza-. ¡Acabemos con esto!
Se ordenó a sí misma y apagó el motor aún sin tener las fuerzas necesarias para salir del coche, pues las piernas le temblaban. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, tratando de enumerar en su mente todos los motivos por los que no podía desaparecer sin más, todas aquellas razones que le rompían el corazón inexorablemente. Las recitó una y otra vez, hasta que casi las creyó con fe ciega… abrió los ojos, y cogió fuerzas. Sin más, salió del coche, y al mirar hacia la casa la puerta se abrió de golpe. Ante ella, la imagen de Maca y su inmensa sonrisa, afligieron la mayor agonía que Esther sintiera nunca. Hoy empezaba su infierno, y Maca estaba preciosa.
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Por un segundo el tiempo, y todo lo que altera a su paso, se detuvo. La miró a los ojos y no se dio cuenta de que aguantaba el aire hasta que en el rostro de Esther se esbozó una tímida sonrisa. La suya propia se ensanchó, seguida de sus piernas que empezaban a recordar cual era su función, y corrieron hacia ella. Esther esquivó el coche y también emprendió el camino en dirección a la casa. Maca no supo qué era aquello que la estaba ahogando hasta que se abalanzó hacia sus brazos bruscamente, en cuanto sintió el calor del cuerpo de Esther abrazando el suyo empezó a llorar. Los nervios, el miedo y la incertidumbre que la habían perseguido durante aquellos últimos meses escaparon de su garganta en forma de sollozos.

-       Shhh…. Maca, no llores…. Por favor, no llores… -trataba de aplacar su llanto Esther, con un nudo en la garganta que pugnaba por derrumbarla a ella también allí mismo-.
-       No, no lloro…. Es sólo… son sólo los nervios… -le contestó Maca entre sollozos que poco a poco se iban apagando-. Es que, aún no me puedo creer que todo haya terminado… que todo haya salido bien… que estés aquí, conmigo. ¡Estaba tan preocupada por ti!

Maca se separó de ella para mirarla. Sus ojos brillaban con una adoración que Esther jamás hubiera creído que Maca le profesara, las rodillas le fallaron apenas un instante, pero Maca no se dio cuenta del dolor que aquel amor le estaba causando, pues atrapó la cara de Esther entre sus manos y la besó dulce y apasionadamente haciendo caer a Esther en un agujero negro de emociones. Todo empezó a temblar, las puertas firmemente selladas estallaron como si alguien las hubiera reventado a patadas, y tuvo miedo… miedo de flaquear, miedo de no ser capaz, miedo de cometer el error de dejar que Maca la siguiera amando, arruinando así su vida. Con el aliento roto y sintiéndose como si una apisonadora le pasara por encima, consiguió separar los labios de los de Maca.

-       Maca… -la nombró Esther sin apenas reconocer su propia voz. Los ojos de Maca se abrieron para prestarle atención-. Tenemos que hablar, en realidad soy yo la que tiene algo que decirte.
-       Dime, ¿qué pasa? –le contestó Maca con el interrogante en los ojos-.

Esther echó un vistazo hacia la casa. Seguramente Pedro Wilson estaría dentro, y la calle no era precisamente el lugar más apropiado para aquello ahora que empezaba a anochecer, sin embargo, la turbación y la debilidad que sentía sólo estando cerca de ella le dijo que no era buena idea quedarse en un sitio privado y a solas junto a Maca como en principio había pretendido. Ya no.

-       Aquí no… vayamos al parque –le sugirió Esther, y Maca la miró extrañada pero aceptó-.
-       Sí, claro.
Desde la ventana Pedro Wilson vio como su hija se montaba en el coche con Esther, petrificado ante lo que acababa de presenciar sin esperárselo. Sabía hace mucho que lo que su hija sentía por Nando no era lo mismo ni se acercaba a lo que él mismo había sentido por su esposa, pero jamás imaginó que su hija fuera gay. ¡Gay! La sola idea le hizo tomar asiento en el acto, y en su cabeza, el rechazo de Maca a casarse con Nando aquella misma tarde cobraba sentido a pesar de no haber mencionado a otro hombre cuando él le había preguntado por el motivo de su rechazo.

89
El parque estaba tan sólo a un par de calles, sin embargo fueron en el coche. El silencio que se instauró de pronto entre ellas al cerrar las puertas del vehículo creó un temor en Maca inevitable, los fantasmas volvieron a hacer acto de presencia en aquel trayecto que le pareció eterno. Esther detuvo el coche, y se dio cuenta de que había apretado con tanta fuerza el volante para serenarse que cuando estuvo obligada a soltarlo las palmas de sus manos estaban blancas, las frotó contra sus vaqueros en un acto nervioso, se notaba la garganta seca y el aire parecía más denso que hace apenas un instante, aún así sabía lo que tenía que hacer.
Maca se giró hacia ella, la espera estaba a punto de hacerla chillar histéricamente, pero el miedo ponía barreras a su voz… no quería saber, no quería escuchar lo que Esther quería decirle, algo iba mal. Aún así…

-       Esther –la nombró-.

Esther se giró hacia ella con unas facciones rotas que pronto recompuso con aquella frialdad autómata que confirmó sus temores.

-       Maca, no he sido del todo sincera contigo -empezó a hablar Esther, y a Maca se le cortó la respiración-. Cuando acepté tu caso, no fue sólo por echar una mano a Cruz, tenía intereses personales y profesionales para hacerlo, quería conseguir de nuevo el reingreso en la DMIT.
-       Pero… ¿qué estás diciendo? –Maca se rió nerviosa, no lograba procesar aquel mensaje-.
-       Me fui del departamento por un motivo personal en realidad, y siempre quise volver, pero las cosas eran muy complejas desde dentro, y sabía que necesitaba un caso que fuera lo suficientemente importante para que me ayudara a conseguir poner a prueba sus vulnerabilidades. El plan era demostrar que aún me necesitaban, que desearan mi regreso… -continuó Esther su estudiado papel, sin atender a las preguntas y a las emociones que iban surcando el rostro de Maca, pues sabía que si se detenía, ya no podría hacerlo. Así que continuó creando con sus palabras la inseguridad, el dolor, y la duda en ella, aprovechando su desconcierto y la sorpresa-.
-       ¡Estás de broma! … -A Maca se le congeló la sonrisa en el rostro al ver los ojos inexpresivos de Esther sobre los suyos-. ¡No… no puedes estar hablando en serio! –se agitó ante el silencio de Esther que no desmentía lo dicho-.

Maca se llevó una mano a la boca, mientras lo que acaba de decirle Esther se repetía en su cabeza, tratando de asimilarlo.

-       ¿Estás insinuando que todo esto? ¿El proyecto, llegar al consejo, nuestra huída… ha sido todo un montaje? ¿Un plan preconcebido para qué? ¿Para qué tú regreses a la DMIT? –Maca no podía creer ni una sola de sus conclusiones, sin embargo su tono empezó a elevarse herida-.
-       Jamás imaginé que las cosas llegarían a ese extremo. Todo debería haberse resuelto en el consejo, pero lo estropeé todo al besarte. Lo que vino después fueron las consecuencias de mi “chapuza” y de tu talento –le dijo Esther lanzando el primer cohete de destrucción hacia su corazón, que era el suyo propio-.

Maca se giró de golpe, en su cara había incredulidad, dolor. En sus ojos sin embargo, fuego volcánico que empezaba a recalentarse en su interior a pasos agigantados.

-       ¡¡Chapuza!! –repitió Maca la palabra sin apenas voz -. ¿Qué me procesaran y tuviéramos que huir, o debería decir secuestrarme…. ¡¡SECUESTRARME!! –gritó Maca ya fuera de sí, tenía ganas de matarla-, alejarme de mi casa, de mi vida…. Me estás diciendo que todo lo que ha pasado, ha sido consecuencia de una… de tu….“tu chapuza”? ¿ME TOMAS EL PELOOO??
-       ¡Lo siento!

Y con aquellas palabras de disculpa, Esther se obligó a no negar las conclusiones a las que Maca quisiera llegar.

-       ¿QUÉ LO SIENTES? ¡¡¡ QUÉ LO SIENTES!!! –Maca la miró, y sintió tanto dolor y tanta ira contra ella que estuvo a punto de agarrarla por el cuello y obligarla a borrar cada una de sus palabras. Sin embargo, luchó con la manilla de la puerta hasta que logró salir del coche a trompicones-.

Esther se pasó la mano por el rostro, las manos le temblaban, sin embargo sabía que aún no había acabado.

“Tienes que hacerlo… ¡Dios mío!” –Esther estuvo a punto de echarse a llorar, pero sabía que no podía-.

Abrió la puerta del vehículo. En cuanto Maca la escuchó salir empezó a correr, no quería que Esther la viera llorar, ya no. Esther corrió tras ella por instinto. ¿Y si le pasaba algo? ¿y si cometía alguna de sus locuras? El desasosiego le hizo correr más rápido hasta que la alcanzó y la detuvo cogiéndola por ambos brazos. Maca forcejeó con ella, y Esther recibió cada uno de sus puñetazos y patadas como merecido castigo, el dolor físico no era nada comparado con lo que llevaba dentro. Finalmente Maca se derrumbó en sollozos hacia el suelo.

-       ¿Y lo que hemos vivido? ¿También eso es una mentira? ¿Una más de tus chapuzas? –empezó a preguntar Maca entre hipidos, con la esperanza de que Esther dijera algo a lo que ella pudiera aferrarse, una explicación de esas que sólo de ella se creería olvidándose de todo lo demás-.

A Esther las lágrimas contenidas le ahogaron la garganta impidiéndole pronunciar palabra. El silencio ante sus preguntas hicieron que a Maca se le helara la mirada y el llanto. El dolor nunca había sido tan claro en su rostro, ni tampoco el odio en el que poco a poco se iba transformando su mirada.

-       ¡Entiendo! –susurró Maca, que luchó por ponerse de nuevo en pie-.

Esther no podía soportarlo, volvió a ir tras ella.

-       Escúchame… -le pidió-.
-       Creo que ya lo has dejado bastante claro. ¡Dios! ¡Pero qué estúpida he sido! Pensar que tú… que tú y yo… -Maca ni siquiera podía asimilar lo que se le pasaba por la cabeza con aquellas revelaciones que acababa de hacer Esther-.
-       Maca, escúchame… –volvió a pedirle deteniéndola-. Lo que ha pasado entre tú y yo, era real. Te aseguro que jamás imaginé que algo así ocurriría, pero de un modo irracional se instauró entre nosotras una atracción que no supimos… -Esther lo pensó mejor y se corrigió-… que yo no supe refrenar –los ojos de ambas se encontraron, y Esther no pudo evitar que palabras a media verdad, se escaparan de sus labios-. Lo que vivimos, ha sido para mí un regalo, algo que ni en sueños hubiera imaginado, y aunque no me arrepiento, ahora sé que jamás debí dejar que ocurriera, porque durante esos meses en los que estuvimos aisladas hemos estado viviendo en un sueño, un sueño que quisiera que fuera real, pero que no lo es, y ya no podemos seguir viviendo en él.
-       Sí, si podemos… será tan real como queramos que sea, podemos volver a marcharnos, alejarnos tú y yo… podemos… -Maca se aferró a aquella puerta pese a todo, haciendo oídos sordos al principio que había desencadenado aquella discusión-.
-       Maca, no podemos -la atajó Esther, la esperanza que vio en los ojos de Maca fue como un latigazo en sus maltrechas heridas. Algo que le hizo recordar por qué no podía hacer aquello a medias-.
-       Pero, ¿por qué? ¿por qué no? –quiso saber Maca siendo ahora ella la que la cogía por los brazos-.

Esther se puso rígida, sólo necesitaba un dardo, el definitivo… lo suficientemente envenenado para infligir el odio devastador que haría que Maca con el tiempo la borrara para siempre de su vida. El odio que mataría todo aquello que hubo de hermoso y esperanzador en lo que habían vivido juntas, allanando un terreno futuro para otra persona, alguien que pudiera darle toda la felicidad que ella ya no podría.

-       ¡Porque no quiero! –Maca retiró sus manos de ella como si le hubiera dado calambre, aun así Esther decidió seguir clavando la daga, debía hacerlo-. No es lo que he decidido, quiero volver al mundo real, al que pertenezco -Maca la miraba como si no la conociera en absoluto y entonces Esther se lo dijo-. Maca, lo que quería decirte es que vuelvo a ser el mando principal de la DMIT. Lo siento, pero es lo que soy, es lo que deseo.

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