martes, 10 de septiembre de 2013

De Blanco y Negro a Color - 90 y 91 -




La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
90

Una sensación de vacío inundó cada partícula del cuerpo de Maca tras escuchar sus palabras. De repente ya no había frío, ni calor. No había luz y todo era inexpresivo a su alrededor. Sintió un inmenso dolor en mitad del pecho y de pronto, nada… simple mecánica biológica, sangre bombeando por su cuerpo y partículas de aire haciéndola subsistir. Nada. Absoluto y rotundo vacío, como el apagado de emergencia de un ordenador, unos segundos de agitación caótica y luego, la oscuridad y el silencio. Maca dirigió un instante sus ojos hacia Esther, y no supo que sentir, así que se puso a andar de regreso al coche.
Esther estuvo a punto de derrumbarse, el rostro inexpresivo de Maca arañó su dolor hasta lo más extremo, pero cuando ya creía que no iba a poder soportarlo, cuando las ansias de abrazarla se convirtieron en una necesidad tan vital como respirar, Maca clavó sus ojos en ella matándola por completo con su vacío, y empezó a alejarse de ella. Esther se quedó clavada tratando de mantenerse de pie tras aquello, hasta que una voz desconocida le dijo: “Llévame a casa”. Y Esther comprendió que aquella voz antinatural provenía de Maca. Todo estaba roto. ¿No era eso lo que había pretendido con aquella actuación de gran hija de puta egoísta? Pues parecía que lo había conseguido, y Dios, cómo dolía.
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No quedaban palabras, la noche pareció caer de golpe sobre ambas mientras Esther trataba en un acto desesperado y subconsciente de retardar la llegar a casa de Maca. El silencio le pareció devastador, pero no se atrevió a romperlo, ¿acaso no habían sido sus palabras igual de devastadoras? Ya estaba hecho, era lo que quería, en realidad no, pero ya no importaba. Maca la odiaría apartándola de su vida, y quizá, algún día… quizá pudieran ser… Esther negó con la cabeza ante sus pensamientos, jamás serían amigas, la quería de un modo brutal e irracional que impedía que estuviera cerca de ella y no deseara tocarla, acariciarla… la amaba, jamás podría ser únicamente su amiga sin albergar la esperanza de ser nuevamente suya.
La casa se materializó ante ellas. Con la barbilla casi temblándole por el dolor, Esther tuvo que hacer el último esfuerzo y detener el vehículo para dejarla marchar. ¿Por qué, por qué Maca se rendía tan pronto? ¿Por qué no la miraba a los ojos, y leía en ella como antes? ¿Tanto habían cambiado unos meses? Esther estaba desesperada, ahora era ella la que quería aferrarse al clavo ardiendo aunque se quedara sin manos. Un deseo sobrehumano de que Maca le complicara de nuevo la vida, de que se burlara de su intento de apartarla, de que la pusiera contra las cuerdas y sacara aquel maravilloso y rebelde ser que había puesto una vez su vida patas arriba… Pero Maca no estaba, permanecía inerte a su lado con la mirada puesta en la calzada, con el rostro escondido tras mil fuertes, con el cuerpo rígido e inexpresivo en el asiento del copiloto, en una actitud de “ya no importa nada”, y en ese nada, estaba sin duda incluida ella. Esther cerró los ojos, tratando de controlarse, ya habían llegado muy lejos, que sentido tenía retroceder en aquella situación si no era para causarles aún más daño. Ella estaba en la DMIT, pronto volvería a estar siempre ausente por las complejidades de su cargo, y Maca no podría seguirla sin renunciar a demasiadas cosas. Debía calmarse, asimilar que la había perdido luchando por su bienestar, por una felicidad que ya no sería compartida… aquello era un adiós.

Maca se giró hacia ella en ese instante. Esther tembló al encontrarse inmersa en el vacío de sus ojos, antes tan vivos, pero se recompuso. No sería justo mostrarse débil, tenía que asumir la culpa y la responsabilidad de aquello por las dos.

-       Nando me ha pedido esta tarde que me case con él -Maca habló de repente lanzando aquella bomba contra ella-.

Esther pudo sentir como se le paralizaba el corazón en un instante ante la sola idea de…

-       Le dije que no podía -continuó Maca para alivio de Esther, y luego su mirada volvió a perderse un segundo en el horizonte mientras continuaba hablando-. Le dije que no estaba enamorada de él, quizá fui dura, pero fui sincera… esa es mi forma de ser –sentenció Maca encogiéndose de hombros. Luego volvió a mirar a Esther a los ojos- Así que voy a preguntártelo sólo una vez, y sólo quiero que seas sincera conmigo, sólo eso…

A Esther un puño le estrujó el corazón, sabía lo que …

-       ¿Estas enamorada de mí? – le preguntó finalmente Maca mirándola a la cara. En su pregunta no había esperanza, ni súplica, simplemente aquel rasgo suyo de necesidad de la verdad que tantos contratiempos les había causado-. ¿Alguna vez lo has estado?
-       ¡Maca! –Esther quería gritar que “sí”… ¿es que acaso no lo veía? ¿es que acaso no veía que estaba muriéndose? Sin embargo agachó la mirada y cerró los ojos tratando de encontrar el modo de decidir. Una vez más tenía que ser ella la que saber qué hacer, y todo volvía a recaer sobre sus hombros-.

Maca esperaba en silencio, hasta que Esther volvió a mirarla.

-       Sí, he estado enamorada de ti, y no hubo falsedad en lo que vivimos en Italia, pero aunque no lo comprendas, y por mucho que me duela tener que hacerte mas daño, el amor como en todo, no es lo único, no es suficiente y se termina. Ojala pudiera decir lo contrario, pero la verdad es que ahora mismo una relación es lo último que quiero en mi vida. Mi carrera es lo más importante para mí, y por eso he de decirte que sí, estuve enamorada de ti, te quiero a mi modo, pero no lo suficiente para que intentemos esto a cualquier precio. No sería justo, para ninguna de las dos. Lo siento.

Maca la escuchó con atención, firme como sólo un niño curioso puede mantenerse cuando le responden a una pregunta que para él es de vital importancia. Cuando Esther terminó de hablar, en el rostro de Maca se esbozó una fría y sarcástica sonrisa de resignación, mientras sus ojos se apartaban de ella.

- Entiendo –susurró Maca con un chasquido de lengua y luego volvió a mirarla, pero un dolor en el pecho, amenazó con derrumbarla si se quedaba, y con prisas y sin añadir más palabras, salió del coche corriendo en dirección a la casa antes que ni tan siquiera Esther pudiera reaccionar ni detenerla-.

91

Catorce meses después del adiós.

Esther bajó del avión y al poner los pies en el suelo de Barajas, aquel vértigo no atenuado con el tiempo, volvió a revolverle el estómago como siempre lo hacía cuando se sentía tan cerca de ella. Estando en Madrid, la tortura era mucho más intensa a tan escasa distancia, pero no importaba pues aquella noche volvería a verla.
Empresa Wilson. Tres de la tarde.

Las oficinas estaban casi vacías. Sólo unos pocos habían quedado rezagados finalizando alguna tarea que no querían posponer todo el fin de semana. Eva salió del baño y al pasar por el pasillo vio como Laura hablaba con Cruz. Se quedó mirándola embobada una vez más, sorprendiéndose de lo rápido e intenso que estaba siendo todo entre ellas. La amaba, y ese sentimiento debía escapar cual flecha de sus ojos pues Laura se giró en un acto reflejo y clavó su mirada en ella con una amplia sonrisa. Laura se despidió de Cruz y fue hacia ella. Parecía mentira que aquel caminar relajado le perteneciera con aquel historial militar pesando a sus espaldas, pero así era, y Eva se mordió instintivamente el labio cuando su mirada se recreó en lo bien que le quedaban los vaqueros.

-       ¿Te gusta lo que ves? –le preguntó Laura en cuanto estuvo frente a ella-.
-       Mucho, ¿no se nota? –le contestó Eva cogiéndola de la cintura-.
-       Jajaja… la verdad es que sí -Laura se rió y la besó en los labios hasta que su sentido del decoro le hizo separarse suavemente de ella para no cometer una locura-. Creo que será mejor que vayamos a comer algo.
-       En eso mismo estaba yo pensando -le contestó pícaramente Eva-.
-       No me tientes… no me tientes –bromeó Laura regalándole una mirada abrasiva que puso los pelos de punta a Eva, luego la liberó-. Cruz dice que Maca irá con ellos, por lo visto habrá una pequeña rueda de prensa antes de la cena.

Eva se enganchó a su cintura y anduvieron juntas hacia el ascensor mientras la escuchaba.

-       ¿Entonces no tienes que acompañarla? –le preguntó Eva sorprendida, pues desde que regresaron, Laura había pasado a ser la jefa de seguridad de la empresa, y en actos oficiales como el de aquella noche, el cerco sobre la figura de Macarena Wilson solía ser mucho más estrecho-.
-       No, esta noche no –Laura sonrió tranquilizadora-. Esta noche sólo te escolto a ti, ¿vale?
-       Vale –sonrió Eva dándole un beso que se prolongó durante todo el descenso en el ascensor-.

Seis de la tarde. Apartamento de Maca.

Maca salió precipitadamente de la ducha. El piso que se había comprado era mucho más pequeño que la casa familiar de su padre, aún así le costó alcanzar el teléfono antes de que dejara de sonar.

-       ¿¿Diga?? –contestó algo agitada por la carrera-.
-       Cariño, soy yo… –la voz de su padre sonó al otro lado de la línea-.
-       Dime papá –le animó a seguir Maca mientras ella tomaba asiento en una de sus sillas de cuero rojo y se secaba el pelo con la toalla al mismo tiempo que pulsaba el botón de manos libres-.
-       Sólo era para confirmarte que Cruz y yo pasaremos sobre las ocho y cuarto a recogerte. Primero harán una pequeña rueda de prensa y luego entraremos al salón –le recordó su padre-.
-       ¡Odio estas cosas! –suspiró Maca que estaba un poco harta de todos aquellos acontecimientos. Desde que el láser había llegado al área de la cirugía, su vida había dado un vuelco vertiginoso en cuanto actos sociales se refería, pues cuando no querían entregarle algún premio, se trataba de alguna entrevista, o de algún acto benéfico… toda excusa era buena si podían codearse con la que se rumoreaba sería la nueva premio novel de aquel año.
-       Ya lo sé cariño, pero es bueno para ti y es aun mejor para la empresa, algo que te pertenecerá pronto. Sólo serán unas horas, aguanta un poco más, ¿lo harás? –le pidió su padre-.

Maca dejó de frotarse el pelo con la toalla, y por un segundo pensó en lo harta que estaba de todo pero no lo demostró.
-       Lo haré, no te preocupes –le tranquilizó ella y su padre empezó a parlotear relajado unos minutos más, hasta que Maca se disculpó con él para seguir vistiéndose-.

Se dirigió a su dormitorio, y se tumbó boca arriba en la cama cansada de pronto. Por un momento estuvo tentada de cerrar los ojos y dejarse llevar, pero pronto se recordó lo mal que lo pasaba cuando eso ocurría, pues a pesar de haber pasado más de un año, algunas imágenes de Esther habitaban nítidas en su interior y revivían dejándola hecha polvo una y otra vez. Así que se volvió a incorporar, e hizo lo que mejor sabía, no detenerse.

21’30 de la noche.

Esther pagó al taxista y se quedó mirando la fachada del edificio desde el otro lado de la calle. Una enorme pancarta colgaba de la fachada anunciando el acto benéfico del cuál llevaba una entrada, y junto a ella, la fotografía de los tres homenajeados especiales de aquella noche sonreían. Esther no pudo refrenar la aceleración de su corazón cuando sus ojos toparon con la fotografía de Maca, y una flojera que casi había olvidado amenazó con derrumbar sus rodillas. Cerró los ojos y tomó aire. La ansiedad que sentía no era equiparable a nada de lo que había sentido durante el último año. Una sonrisa cínica se dibujó con tristeza en su rostro… que absurdo pensamiento, ¡absolutamente nada podía igualarse a lo que sentía por ella!
Miró a ambos lados de la calle y se apresuró a cruzarla aminorando el paso al llegar a la entrada del edificio. Un agente de seguridad le pidió la invitación y ella se la tendió sin apenas mirarlo, cuando el agente se dirigió a ella de nuevo para invitarla a pasar, Esther tuvo que hacer un esfuerzo por escucharlo, pues sus propios latidos retumbaban enormes dentro de ella. “Debo tranquilizarme… esto es absurdo”, se dijo para sí, pero no podía al pensar que la última vez que había visto a Maca había sido ocho meses atrás, a escondidas y por unos escasos veinte minutos, el único tiempo del que había dispuesto antes de que sus obligaciones la sacaran del país por tiempo indefinido. Que duras habían sido las noches lejos de ella, sin poder escaparse de la oficina sólo para espiarla comprando la comida china de la semana o acompañarla a prudente distancia en su recorrido en moto hasta casa de su padre, una casa, por lo que se había informado, que ya no era la suya. Por supuesto que estaba nerviosa, histérica sería la palabra, y ni la multitud que la engulló nada más entrar en la inmensa sala consiguió apaciguar ni un ápice la ansiedad ante la idea de volver a verla.
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-       ¿Quieres dejar de mover la piernecita? ¡Me estás poniendo histérica! –le dijo Eva poniéndole una mano en el muslo a Maca para que parara-.
-       Odio esto… te juro que lo odio –refunfuñaba Maca una vez liberada de la carga de tener que poner buena cara delante de su padre-.
-       Ya lo sé –suspiró Eva observándola mientras Maca retorcía entre su mano el tenedor con el que jugueteaba con la comida-. Está bien, en cuanto recojas ese premio que quieren darte y toda esta gente empiece a beber como cosacos, te prometo que nos escaqueamos, ¿de acuerdo?
-       ¿Lo prometes? –le preguntó esperanzada Maca, dibujando por primera vez un atisbo de sonrisa-.
-       Lo prometo… anda, cómete eso –le dijo Eva echándole una mirada al plato de Maca-, lo estás mareando con tanta vueltecita.

Y esta vez Maca si sonrió, llevándose un trozo de su comida a la boca.

-       No sabía que Bea y Kate fueran a venir, las podían haber puesto con nosotras –preguntó Eva-.
-       Por lo visto el tal Samuel San Pedro es compañero y amigo de Kate –le dijo Maca-.
-       ¿El juez al que también van a premiar por lo del caso ese de narcotráfico tan gordo que ha habido? –le preguntó con sorpresa Eva-.
-       Sí, creo que ese mismo, así que las han puesto cerca de él –le terminó de explicar Maca-.
-       Pues antes de irnos habría que hablar con ellas para lo de la fiesta
-       ¿Qué fiesta? –le preguntó Maca sin prestarle demasiada atención-.
-       ¡La de solteras! Se casan el mes que viene, digo yo que habrá que hacerles una despedida de solteras como toca, ¿no? –se exasperó Eva por el poco entusiasmo de su amiga-.
-       ¡Ah! Eso… sí claro, si ellas quieren –le contestó Maca-.
-       Y si no quieren también, que para una juerga que nos podemos dar... Va a ser genial, tengo mirado un par de locales para chicas que por lo visto son la bomba –se empezó a entusiasmar Eva con la idea-.
-       Cariño, relaja que te emocionas. Primero habrá que ver qué quieren las novias, ¿no te parece? –la interrumpió en ese momento Laura que la veía venir-.
-       Desde luego sois un atajo de aguafiestas –sentenció Eva obligada a reprimirse no sin antes añadir-, pero que sepáis que a Kate le va a encantar la idea, estoy convencida.

Maca y Laura se dirigieron una mirada y sonrieron. Ellas también estaban convencidas de que a Kate la sola idea de correrse una fiesta por todo lo alto le encantaría.  Y es que Kate era increíble, Maca nunca sería capaz de agradecerle todo lo que había hecho por ella, no sólo a nivel profesional atando los cabos legales que la habían permitido volver a casa y quedarse con su proyecto, sino sobretodo a nivel personal cuando paso…. aquello. Maca dejó de comer en ese instante y soltó un suspiro, era increíble que pese a todo, aún no pudiera odiarla. Esther siempre estaba en su cabeza.

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