La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
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Esther sintió como todo su interior se removía, como si de pronto
alguien la hubiera introducido en una lavadora y se hubiera divertido con el
programa de centrifugar dejándola mareada y completamente desorientada por unos
instantes.
-
¡Esther!...
Esther dirigió su visión borrosa hacia el foco de voz que había
pronunciado su nombre, y poco a poco la imagen de Maca se mostró nítida ante
ella. El corazón se le subió a la garganta con su martilleante latido a punto
de reventarle en la yugular….
-
Esther, ¿estás bien?
Aquella voz aterciopelada volvió a pronunciar su nombre mientras ella
estaba presa de algún encantamiento paralizador que no lograba comprender. Los
receptores nerviosos del dorso de su mano identificaron unas caricias, Esther
condujo sus ojos lentamente hacia aquel foco de información descubriendo no
sólo de dónde provenía el calor que tan rápidamente se había instalado en su
cuerpo, sino también la causa de que la piel se le hubiera puesto de gallina
sin previo aviso. Los ojos de Maca pasaron de la preocupación a la sorpresa
tras observar la nueva respuesta a su mero contacto. De pronto sus ojos
volvieron a encontrarse llenos de palabras… Esther podía notar en los ojos de
Maca como la sorpresa dejaba paso a los interrogantes, y de pronto aquel
destello… Si no hacía algo pronto, se encontraría en una situación de la que no
podría salir.
-
Será mejor que volvamos -se apresuró a sugerir Esther, mientras sin
previo aviso recuperaba la mano que descansaba bajo la de Maca, cogía la
bandeja con torpeza y se encaminaba hacia la mesa a toda prisa-.
Maca apenas pudo reaccionar. En un segundo estaba a punto de hablar y al
otro, la única mujer que podía responder a sus preguntas huía de ella
torpemente. Maca la miró, Esther estaba a punto de perder el equilibrio de la
bandeja cuando Kate y Laura la atraparon salvándola de dar un espectáculo. Fue
procesar el conjunto de aquella escena lo que provocó que en el rostro de Maca
aflorara una sonrisa magnánima… Esther no sentía algo por ella, no… estaba loca
por ella, y por alguna razón, esa noche, ni todo su autocontrol ni sus barreras
más acérrimas parecían tener efecto si se encontraban lo suficientemente cerca.
---
-
¿Cómo que te vas? –se sorprendió Kate, pues la noche parecía irse
solucionando poco a poco-.
-
Me voy, y punto… -respondió Esther nerviosa viendo por encima del hombro
de Kate que Maca emprendía el paso hacia la mesa-.
-
Pero, ¿qué ha pasado? –Kate miró hacia donde los ojos de Esther se
dirigían con nerviosismo mal disimulado, y al ver a Maca dirigiéndose hacia
ellas ató cabos-. ¿Es por Maca? ¿qué te ha dicho? ¿os habéis vuelto a pelear?
-
No, no nos hemos peleado… Kate me tengo que ir, ya te lo contaré, ¿vale?
-le dijo Esther sin más, y volvió junto a la mesa para despedirse brevemente de
las chicas-.
Maca vio como Bea le daba dos besos a
Esther, luego la siguió Laura… se estaba despidiendo de las chicas. “Esther… ni
se te ocurra hacerlo. Esta vez no pienso quedarme en shock y ponértelo fácil
para que puedas salir corriendo”, pensó Maca ya barriendo la distancia que le
quedaba hasta ellas. Cuando llegó, Esther acababa de despedirse de Eva.
-
La boda es el catorce, y no quiero excusas, ¿vale? –le estaba recordando
y advirtiendo Kate en ese momento-.
-
Vale –contestó Esther completamente consciente de que sólo le faltaba
despedirse de Maca, la cual acababa de llegar junto a ellas y no dejaba de
mirarla fijamente-. Bueno, tengo que irme… me estaba despidiendo de las chicas.
-
¡Ya! –dijo Maca chaqueando la lengua y un brillo peligroso en los ojos-.
Esther notó que no podía ni tragar saliva,
la idea de que quedaría demasiado extraño no darle al menos dos besos para
despedirse de ella, le resultaba aterradora, pues ya se encontraba lo
suficientemente fuera de sí como para desear que su calidez o su perfume la
enredasen. Maca no dejó de mirarla a los
ojos, más consciente que nunca de todas sus reacciones, casi le parecía un mal
chiste que alguna vez hubiera estado ciega ante ellas. Esther tenía los ojos
chispeantes, su tez tenía un color sonrosado como aquel que se toma un par de
copas y empieza a tener consciencia del calor que hace, y no sabía que hacer
con sus propias manos.
-
Me ha gustado volver a verte –pronunció Esther en un vano intento de
concluir por fin con aquel encuentro, y torpemente tendió una mano hacia Maca-.
Maca se quedó mirando la mano que le tendía, todas las miraban siendo
conscientes de la tensión que emanaba entre ambas. Entonces Maca le tendió
también la mano, cogió la de Esther y al levantar la mirada para centrarla en
los ojos de aquella mujer que casi parecía haber dejado de respirar por el
contacto, su rostro dibujó una sonrisa pícara que quedó acentuada por la leve
inclinación de la cabeza de Maca.
-
Creo que tú no te vas a ninguna parte… -pronunció serena y lentamente
Maca-
Y entonces tiró de ella aprovechando que ya la tenía cogida de la mano
haciéndola atravesar la sala en la que estaban.
---
-
Maca… Maca… ¿qué estás haciendo? –le preguntó Esther en un vano intento
de que Maca se detuviera, pero no lo hizo-.
-
Lo que debería haber hecho hace mucho… vamos a aclarar esto –le contestó
justo cuando consiguieron salir del ruidoso salón. Maca se detuvo para mirar
dónde podrían meterse para mantener la conversación que sin duda iban a tener,
y al final se decidió por uno de los servicios que estaban más apartados-.
¡Vamos!
Esther agarró fuertemente el brazo de Maca negándose a que la arrastrara
de nuevo. El corazón le iba a estallar y ya no sabía si era de la turbación que
le causaba el estar tan cerca de ella o de puro miedo. Maca sintió como Esther
la anclaba en el sitio, se giró para mirarla.
-
Maca, no sé qué es lo que esperas, o si he hecho o dicho algo que te
haya podido dar una impresión equivocada, pero no creo que haya nada más que
aclarar entre nosotras -le dijo Esther haciendo acopio de un momento de
autocontrol-.
Maca dio un paso hacia ella, Esther tuvo que hacer un gran esfuerzo por
no retrocederlo al límite del precipicio como se encontraba de perder toda
razón y voluntad.
-
Esther… -su nombre fue como una caricia acentuada por el tono más grave
que tomó la voz de Maca de repente. Esther se vio conteniendo el aliento bajo
su escrutadora mirada-… acompáñame, tenemos que hablar y no quiero hacerlo
delante de toda esta gente, ¿de acuerdo? –Maca acarició con su mano el brazo de
Esther hasta que alcanzó la mano que la tenía aún presa para detenerla, Esther
sintió que el cuerpo le pesaba mil kilos de golpe cuando sintió por su piel el
calor y la suavidad que desprendía la mano de aquella mujer a la que no había
dejado de amar ni un solo instante. Los dedos de Maca se enlazaron entre los
suyos como un recuerdo lejano. Maca sonrió tímidamente, el deseo también
danzaba pesadamente en su rostro- ¡Vamos!
Y Esther volvió a dejarse
arrastrar pese a aquella sirena roja que gritaba en su interior advirtiéndole
del peligro. En menos de lo que esperaban, ambas se vieron encerradas en aquel
cuarto de aseo. Maca echó el cerrojo. Esther se situó lo más lejos de ella que
pudo y ambas se quedaron en silencio cuando sus ojos se encontraron en aquella
intimidatoria estancia.
-
Bueno… ¿de qué querías que habláramos? –se atrevió Esther a romper el
silencio antes de que su corazón ruidoso y alborotado la delatase-.
-
De nosotras, de lo que pasó… -le dijo Maca anclada aún a la
reconfortante seguridad que le tendía la puerta en la que se apoyaba. Pues pese
a la fuerza que la había impulsado a cometer aquel acto de arrastrar a Esther
con ella, ahora que se encontraban a solas, la duda a equivocarse de nuevo hizo
despertar aquel temor que hablaba de sus inseguridades-.
-
Te escucho -le dijo Esther incapaz de ser la que articulara las
palabras, apenas podía pensar con todo ese amasijo de sensaciones traspasándole
el cuerpo. Maca estaba guapísima… y ella, la amaba de un modo tan sobrehumano
que ya no le quedaban fuerzas… tanto, que ya dudaba de todo, de lo que era
bueno o malo, del bien, del mal… de sus decisiones, de sí misma. Así se sentía
Esther cuando estaba con ella, tan perdida e insegura que apenas podía
encontrarse a sí misma. Era aterrador-.
Maca apartó la mirada de ella …
“no me lo vas a poner fácil”, pensó tras escuchar como Esther dejaba la pelota
en su tejado. Si quería que hablaran, estaba claro que sería ella la que
tendría que hacerlo, pues Esther parecía no tener nada que añadir a lo ya dicho
en su momento. “Está bien…entonces seré yo”, se dijo Maca tomando aire y
aparcando sus miedos. O se atrevía a jugar sus bazas, o Esther volvería a
desaparecer. Aquella idea aún le aterraba más que cualquier otra posibilidad
que se le planteara.
-
Necesito que me expliques qué es lo que pasó, necesito saber por qué te
fuiste -le pidió Maca-.
-
Ya te lo he dicho, realmente pensé que era lo mejor en aquel momento. Tú
y yo lo dejamos, y no quería hacerte más daño, así que me aparté –respondió
Esther, esperando que todo fuera así de fácil-.
-
Sí, ya sé que no querías hacerme daño, pero me lo hiciste. Lo que quiero
saber es qué fue lo que pasó cuando volviste a España. Se que tuvimos nuestras
diferencias en Italia antes de que partieras, pero tú grabaste aquel
video-mensaje y luego aquella carta que seguía contando con un proyecto de
futuro entre tú y yo… y de pronto, lo rompiste –Maca tragó saliva, porque el
dolor que sentía ante aquel recuerdo aún era demasiado duro, pero no se detuvo
por ello, la miró tras unos instantes de silencio-. Fue un infierno estar en
Ámsterdam sin tener noticias tuyas, y luego aquel corto mensaje que por fin
decía que nos volveríamos a ver. Cuando llegaste a mi casa aquella tarde, sólo
recuerdo que sentí como si volviera a ver el sol tras un eterno invierno
lluvioso, y de pronto me soltaste aquella bomba de que teníamos que dejarlo
porque habías aceptado volver a la
DMIT y ya no me querías…. –Maca apartó la mirada de nuevo,
consciente de que en sus ojos empezaba a bailar el brillo que anunciaba las lágrimas-.
Esther pudo ver su dolor, un
dolor que ella misma sentía arañándole las entrañas. Sin tan siquiera ser
consciente de ello, dio un paso hacia ella que pronto detuvo abatida al darse
cuenta de que no podía pretender consolarla si luego iba a volver a lastimarla.
-
Lo… lo siento… -pronunció Esther, disculpándose por el dolor causado-.
-
No importa –se recuperó Maca-. Aquello pasó, y he tenido mucho tiempo,
quizá demasiado, para pensar en lo que ocurrió, pero por más que le doy vueltas
no consigo que las piezas encajen.
Los ojos de Maca atraparon a
los de Esther llenos de intensidad. Esther tembló.
-
No consigo que encajen, porque pese a tus palabras yo sé que me amabas
-Maca pudo ver como Esther se esforzaba por no expresar nada, pero el brillo en
sus ojos no mentía-, y eso hace que me platee nuevas hipótesis que en su
momento ni siquiera pude concebir. En realidad me encontré completamente a oscuras
durante mucho tiempo como para ver nada, pero ya no –Maca avanzó lentamente
hacia ella. Esther esta vez si reculó hasta que su cadera dio contra el
lavamanos-. ¡Esther…! –Maca susurró su nombre con voz ronca y a Esther le
flaquearon las rodillas paralizada como estaba ante la belleza de su
proximidad-. ¡Todavía me amas!
Sentenció Maca sin darle opción
a réplica, y acariciando la mejilla de Esther con la mano se acercó hasta ella
y la besó.
97
¿Cómo había podido olvidarlo?
Un segundo y al otro, la tierra temblaba bajo sus pies. Una descarga eléctrica
reactivó cada partícula de su cuerpo como si hubiera permanecido en hibernación
hasta ese justo y preciso instante. La calidez de aquellos labios se expandió
en su interior como una bomba, pero su suavidad, su sabor, era sin lugar a
dudas lo que causaba en ella esa sensación tan abrumadora. Esther se encontraba
hipnotizada, casi ausente del hecho real de que era Maca quien la besaba, hasta
que aquella mano de dedos gráciles pasó de su mejilla a su garganta erizándole
la piel, y luego a su nuca atrapándola con una fuerza engullidora que ya no
pudo obviar cuando la lengua de Maca empezó a llamar a la puerta de sus labios.
Un gemido le dio la bienvenida sin previo aviso, Maca se estrechó con más
fuerza contra Esther como si la separación minúscula entre ellas le resultara
insoportable, y ya no pudo contenerse. Las manos de Esther se aferraron con
ansiedad a las caderas de Maca estrechándola a su vez, y su boca reclamó cada
uno de los besos a los que dolorosamente había renunciado. ¿Por qué diablos lo
había hecho? Ni siquiera podía pensar en sus motivos mientras su encuentro se
hacía frenético y la besaba desesperadamente. Maca se sumó a la pasión que
Esther empezó a imprimir no sólo a sus besos sino también a sus manos que
parecían luchar entre lo correcto y lo indecente mientras hacían jirones la
blusa de Maca y se esforzaban por no escabullirse hasta su piel.
-
Hazlo… -le susurró Maca en ese justo instante, y Esther sintió que casi
perdía el conocimiento presa de un deseo que el aliento cálido de Maca en su
oído espoleó hasta lo infinito-.
Que Maca apresara entre sus
labios el lóbulo de su oreja, no le ayudó precisamente a regresar a su lado más
racional, y sin moderación volvió a reclamar la boca de Maca, tomó la
iniciativa y la apresó contra la pared de la pequeña estancia mientras sus
manos empezaban a buscar una piel que recordaba a la perfección entre sus
manos. El jadeo se hizo cadencia cuando Esther alcanzó los pechos de Maca con
las palmas de sus manos, y ésta tuvo que aferrarse a sus hombros para no caer
en aquel abismo que se abría ante sí. Las manos de Esther habían dejado de
temblar, y los dedos recordaron con apremio los juegos íntimos que habían
mantenido sobre aquellos pezones rodeados de carne sensible que jadeaban bajo
sus suaves caricias y arrebatados cercamientos. Maca gimió a escasos
centímetros de su oído, Esther sucumbió ante el perfume de su cuello y empezó a
besar cada centímetro de carne que quedaba al descubierto. En menos de lo que
esperaban, ambas reclamaban con prisas caricias más profundas que la ropa no
hacía más que cohibir y retener. Maca fue la primera en darse cuenta de que no
podía esperar, y empezó a desabrochar con prisas el pantalón de Esther sin
dejar de besarla… Esther sentía que todo a su alrededor daba vueltas a una
velocidad que no podía manejar, y entonces sintió el calor y el dolor
dulcemente punzante que los dedos de Maca imprimieron bajo sus bragas. Sin
apenas aire cayó contra el cuerpo de Maca aplastándola contra la pared… ¿Qué
estaban haciendo?, logró preguntarse Esther mientras los ojos se le cerraban y
la tortura más dulce del mundo seguía allí, imprimiendo caricias certeras en el
henchido centro de su deseo… “no está bien”, pensó… pero Maca buscó su boca
como si pudiera escuchar el pequeñito ejército que aún luchaba por mantenerse
en pie en ella, y lo abatió con besos que hablaban de la humedad que sentía, de
la pasión que despertaba, de la necesidad de algo que sin duda les pertenecía…y
sumergida en la inmensidad de aquel placer divino que sabía no merecía después
de todo, se dejó arrastrar hasta el mismo fondo entre jadeos que aquella boca
le impedía emitir, sabiendo que si no fuera por aquella mujer que la sujetaba
mientras la follaba brutalmente con sus dedos y con la prisión de sus brazos y
sus besos, se caería al suelo como el ser inerte en el que se había convertido
desde que había renunciado a ella.
Vale la pena esperar con ganas que pase la semana con tal de leer estos momentazos!
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