viernes, 25 de octubre de 2013

Dibujada en mi mente (TOMO 2) -cap 117-


undefined“DIBUJADA EN MI MENTE" (TOMO 2)
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.

117

A las ocho de la mañana la puerta del dormitorio de Kate se abrió. Maca estaba acostumbrada a las guardias hospitalarias y a pesar de que hacía menos de tres horas que ella y Kate se habían acostado, escuchó el ruido de maleta atravesar el salón.

-       Alex, no tienes por qué adelantar tu vuelo. Sabes que John estará encantado de que te quedes en su piso, y yo me iré contigo para que no estés sola –volvió a darle una alternativa Kate para que no pasara por aquel duro momento en solitario a miles de kilómetros-.
-       Quiero salir de aquí Kate. No… no puedo estar cerca de ella, no quiero ponerme más en ridículo y para ello necesito poner distancia entre las dos –le repitió Alex. Había pensado mucho en ello, y a pesar de lo ocurrido sabía que si permanecía alrededor de Esther no podría quedarse con los brazos cruzados. Renunciar a ella era… desolador, y en su interior albergaba sentimientos encontrados ante la nueva situación-.
-       Está bien –accedió Kate y ambas abandonaron el piso para ponerse rumbo al aeropuerto-.

En cuanto escuchó el mitigado sonido de la puerta al cerrarse, Maca abrió los ojos. Había fingido seguir durmiendo para no enfrentarse a una conversación forzada con Alex, ni siquiera quería tener que mirarla. Se pasó las manos por la cara y repasó la conversación que había tenido con Kate horas antes:

“- No me puedo creer que la defiendas –le recriminó Maca con dureza en la mirada-.
-       No la estoy defendiendo… ni a ella ni a ninguna de nosotras. Sólo digo que a veces hasta las buenas personas no pueden cumplir con las expectativas de lo que está bien y mal. No creo que Alex quisiera que esto sucediera, ni tampoco Esther y por supuesto que no lo quisiste tú, pero la vida no se trata de lo que uno quiere o deja de querer, sino de las decisiones que se te ponen por delante y que nunca suelen ser tan trasparentes y fáciles de manejar como desearíamos –Kate guardó silencio tras aquello, al igual que Maca. Ambas eran personas racionales que podían ver más allá de aquellos sentimientos viscerales que las hubieran puesto patas arriba ante una traición así-. No sé… yo también me siento culpable.
-       ¿Tú? –se sorprendió Maca-
-       Sí, me pregunto si debería haber actuado de otro modo. Meterme en medio no es mi forma de ser, pero quizá debería haberme posicionado… no sé, haber recelado a Esther, haber puesto freno a las alarmas; pero es que… -Kate suspiró, sufría por cómo todo se había descontrolado haciéndoles daño-… lo que tú y Esther tenéis, es tan… singular, que no imaginé que pudiera ser alterado –Kate y Maca se miraron a los ojos-. Tenéis algo único. Lo supe en el mismo momento que vi su primer dibujo sobre ti, cómo fue capaz de desgranarte sin conocerte… nunca he visto algo igual –confesó Kate y a Maca se le puso un nudo en la garganta-. Me pareció lo más parecido a un flechazo, ¿sabes? –Kate soltó una ligera risa porque en realidad ella no creía en esas cosas, aunque quería hacerlo, aunque su pasado tenía un ligero recuerdo de algo parecido que siempre le quedaría pendiente-. Luego os presenté, reconozco que un poco intrigada por saber hasta dónde sería capaz Esther de entregarme en su trabajo. No esperaba que os enamorarais, pero sí que os caeríais bien, que os haríais bien… y vosotras, conectasteis. Tan simple, tan natural, como si sólo hubiera un camino –Kate recordó como había sido aquel principio tan mágico entre ellas-. No es fácil de encontrar lo que tú y ella tenéis, pese a venir de dos mudos tan diferentes, tú lo sabes y yo lo sé… pero sinceramente, creo que Esther es una auténtica caja de pandora que aún no se ha reconocido por completo a sí misma, y le aterra haber encontrado algo tan grande como tú, sin apenas haber vivido. Así que se perdió. ¿Fue por Alex, sus similitudes o admiración? ¿fue por sus propios deseos, por sus miedos, voluntaria o involuntariamente? ¿fue por ti y la distancia? ¡No lo sé! Pero sé que te quiere, aun cuando flaquea, y que sufre al darse cuenta de lo que te ha hecho, de lo que os ha hecho a ambas y a sí misma. El amor no siempre es suficiente para sacar a flote a una pareja, pero sin él no hay pareja en el mundo que flote. Así que busca dentro de ti si serás capaz de perdonarla y empezar de nuevo, porque es el punto de partida del largo camino que os espera.”

Maca se incorporó en el sofá tras aquel recuerdo, y se dirigió al cuarto de Esther movida por algo que no podía explicarse. Abrió la puerta despacio, y encontró a Esther acurrucada en el lado de la cama que había ocupado Maca aquellos días. Las sábanas estaban giradas y caídas por el suelo, como si Esther las hubiera sacado a patadas lejos de ella, pese a que era evidente que estaba pasando frío con la ventana entreabierta. A Maca le vino a la cabeza un acto más de su autocastigo, y cabeceó porque no podía soportar que Esther se hiciera daño a sí misma por todo aquello. Entró en la habitación, y recogió la colcha del suelo, luego cubrió su cuerpo despacio para no despertarla. Esther tembló y se movió acurrucándose bajo el reciente calor ofrecido. Maca se quedó mirándola. Tenía mala cara, con la tez blanca y unas recientes ojeras que le sumaban años. Sonrió a su pesar, porque ella tampoco debía tener muy buena cara, y sin embargo su propio estado no le importaba. Aquel pensamiento caló tan profundamente dentro de ella, que fue plenamente consciente de que aún la amaba, que la amaría siempre, porque no importaba que Esther se hubiera ido con otra, o que dejara de quererla… no importaba con quien Esther decidiera estar, ella siempre querría su bienestar, por encima de su propias necesidades, por encima de sus propios deseos. La vida y la muerte, pasaban por sus manos demasiado a menudo como para ser egoísta, guardar rencores o perder el tiempo. Maca estiró la mano y guardó delicadamente un mechón de pelo tras la oreja de Esther. El ceño fruncido de ésta se suavizó en cuanto el contacto de aquella leve caricia le rozó la cara. Maca sonrió dulcemente. Aguardó unos instantes más contemplándola mientras dormía, y luego abandonó la habitación para que descansara.
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Kate entró destrozada por la puerta después de dejar a Alex en su avión. Olió a café recién hecho en la cocina, y no pudo más que desplazarse hasta aquella estancia embriagaba por el dulce aroma a pesar de que se había pasado el viaje de vuelta a casa deseando caer rendida en la cama.

-       ¡Dios mío cómo huele! Resucitaría a un muerto –musitó Kate al entrar en la cocina y encontrarse a Maca no sólo preparando café, sino cocinando huevos revueltos y unos cuantos creps-.
-       Jajaja… me alegra que pienses eso, he tenido que improvisar con lo poco que había en la despensa y la nevera. Tendríamos que buscar alguna tienda que esté abierta y comprar víveres –señaló Maca sonriente-.
-       Sí, lo que tú digas, pero ponme algo de eso en un plato y una taza, porque estoy a punto de desmayarme –le suplicó Kate con los ojos tan redondos como platos-.

A Maca le hizo reír a carcajadas la actitud de Kate, y de buena gana le sirvió el desayuno y una taza caliente de café.

-       Mmm… siento que vuelvo a ser humana –musitó Kate cerrando los ojos mientras pegaba un sorbo de la taza-.

Maca sonrió y también bebió de su café mientras aguardaba de pie apoyada en la encimera.

-       Os escuché marcharos –pronunció Maca después de dudar durante unos instantes-. ¿Crees qué estará bien?

Kate alzó sus ojos tremendamente azules y los posó en Maca, agradecida por la generosidad y humanidad de su pregunta.

-       Será difícil para ella, pero es fuerte, y es adulta… así que se repondrá –le contestó Kate sin querer darle más vueltas al tema. No quería que Maca también tuviera que pensar en terceras personas. Tenía derecho a poder sentirse furiosa, descargar culpas y patalear todo lo que quisiera. Aunque Kate sospechaba que nunca lo haría. Maca no era así, estaba hecha de una pasta muy distinta al resto-.

Maca asintió ante sus palabras, y siguió con los creps. Unos minutos más tarde Esther apareció en el quicio de la puerta.

-       Buenos… buenos días –pronunció tímidamente Esther con la voz ronca. Las horas de llanto y luego el frío que había sentido al caer dormida, parecían haberle irritado la garganta. El dolor se hizo patente en cuanto quiso articular palabra-.
-       Oh, ya estás despierta. Ven siéntate, Maca ha preparado un desayuno delicioso –la invitó a entrar Kate viendo su reticencia-.

Esther miró a Maca como solicitándole permiso, y ésta le regaló una tímida sonrisa como grato recibimiento.

-       ¿Prefieres café solo o con leche? –le preguntó Maca suavemente-.
-       Café…. Café con leche –Esther no pudo evitar una mueca de dolor. Parecía que tenía clavos en lugar de cuerdas vocales-.

Maca arrugó el entrecejo al notar que algo pasaba. Cogió una cucharilla y se acercó a explorarla.

-       ¿Te duele la garganta? –le preguntó aunque le parecía más que evidente-.
-       Un poco, no es nada –no quiso preocuparla Esther, pero tragaba con dificultad-.
-       Sí, ya lo veo. Anda, echa la cabeza para atrás y di “aaaahh” –Maca no se la creía nada, y la obligó a dejarle hacer su trabajo. Introdujo el mango de la cucharilla que había cogido para que la lengua de Esther no le impidiera ver el fondo de su garganta y lo que vio no le cogió por sorpresa-. Sí, toda una señora faringitis. ¿Con que sólo te duele un poco, eh cabezota? –la reprendió con dulzura Maca, que con naturalidad le acarició con sus manos la cara-.

Esther tembló y cerró los ojos un segundo por su gesto. El corazón de Maca se encogió al notar lo mucho que Esther la anhelaba. Tuvo miedo de que Esther volviera a ponerse a llorar, y retiró sus manos con suavidad.

-       Está bien, desayunemos y vayámonos de compras. Tenemos que pasar por el supermercado y la farmacia –pronunció Maca volviendo a la encimera para servir el desayuno. El deseo de besar a Esther, de protegerla, había sido tan afilado como un aguijón, sin embargo algo que no entendía, aún alzaba una barrera entre las dos-.

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Kate se disculpó con ellas. Estaba agotada y quiso meterse en la cama nada más terminaron el desayuno. Maca sospechaba que también les cedía tiempo a solas, y aunque se encontraba por momentos insegura, sentía que lo necesitaban si querían sacar en claro algo antes de que su vuelo dentro de dos días la regresara a Madrid. Se vistieron y decidieron salir juntas a comprar. Un par de horas más tarde, llegaron con un par de bolsas a casa. Maca sacó las medicinas y se las preparó a Esther para que se las tomara, pues la ronquera iba a mayores y la pediatra sospechaba que el silencio que guardaba su novia no era sólo porque no supiera qué decir.

-       Anda, tomate esto. Te aliviará –le dijo Maca tendiéndole el medicamento y un vaso de agua-.

Esther obedeció sin rechistar, agradecida. Maca la observó mientras sacaba el resto de cosas de las bolsas. La sumisión de Esther la tenía preocupada, ya no sólo se trataba de que tuviera mala cara, es que parecía apagada, apenas hablaba, tampoco parecía atreverse a mirarla y saltaba en cuanto Maca decía algo. Su predisposición a complacer, responder y hacer, todo lo que Maca decía, la estaba desquiciando, en parte porque aquella actitud sin vida tan atípica en Esther, no dejaba de recordarle la culpa que sentía y lo que había pasado con Alex, impidiéndole adoptar una normalidad que deseaba restablecer con ella, pero que le estaba resultando inmensamente difícil con aquel comportamiento.

Esther terminó de tomarse el medicamento y se acercó a Maca para ayudarla a guardar las cosas que habían traído del supermercado. A la tercera vez que Esther le pidió disculpas por cruzarse en el camino de Maca, ésta no lo soportó más y la detuvo cogiéndola suavemente por ambos brazos. Esther se quedó parada ante el gesto. Maca tomó aire para calmarse, y luego la miró a los ojos.

-       ¿Podemos hablar? –le preguntó Maca mirándola a los ojos-.
-       Sí, claro –le contestó Esther temiéndose lo peor, aún así se prometió a sí misma permanecer erguida-.
-       Esto no está funcionando…

“Aquí esta… me va a dejar”, pensó para sí Esther sintiendo que el corazón se le ponía en la boca acuciando más el dolor que ya de por sí sentía. Su mundo se agitó por entero ante la idea de la ruptura, sin embargo Maca continuó hablando.

-       Estoy tratando de que llevemos esto lo mejor posible, he intentado tener un día normal entre tú y yo, pero no puedo si cada vez que digo algo pones esa cara de pánico y luego saltas a complacerme como si no quisieras molestarme o llevarme la contraria. Tú no eres así, y yo no quiero que seas así. Sé que te sientes culpable, pero tú actitud sólo hace que recordarme que te acostaste con Alex y entonces yo… yo… -Maca se paró en seco. Había pensado mucho al respecto, en realidad no había parado de hacerlo, pero poner en voz alta aquella realidad le estrangulaba el corazón inexorablemente. Pese a que sabía que Esther estaba arrepentida y que sus sentimientos por Maca eran sinceros, aún el dolor de la traición no era menos real por ello-. No puedo, ¿entiendes? Necesito que vuelvas a ser tú, y me alivies esta carga, porque si no me volveré loca recordando todo esto, ¿de acuerdo?
-       De… de acuerdo, sí… lo… lo entiendo –Esther parpadeó varias veces asimilando las palabras de Maca y se dio cuenta entonces, de que volvía a asumir un rol vulnerable que en nada ayudaba a Maca a intentar darle aquella nueva oportunidad-. Lo siento –Maca cerró los ojos, agotada, quizá más que ella. Esther le tomó la cara entre las manos para que volviera a abrirlos y entendiera que había comprendido lo que le decía. Maca los abrió en cuanto notó sus caricias-. Lo siento, y voy a tratar de hacerlo mejor, perdona si te he complicado la vida… es sólo que, tengo miedo, y no sé muy bien cómo comportarme porque me siento inmensamente culpable por lo que ha pasado, pero tienes razón. Si queremos empezar de nuevo, debo aportar mis propias piedras para este nuevo camino, ¿vale? Lo haré mejor, lo prometo.

Maca asintió con la cabeza, y luego depositó un beso en la palma de la mano de Esther. Aquel sencillo gesto bastó para que Esther le sonriera, y sin esfuerzo aquel atisbo de luz fue mimetizado por los ojos de Maca. Las dos retomaron la tarea de guardar la comida en los armarios y la nevera, esta vez tratando de conversar de cosas que las aproximara a las dos a un terreno más natural.

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