jueves, 28 de noviembre de 2013

Dibujada en mi mente (TOMO 2) -cap 120-

undefined“DIBUJADA EN MI MENTE" (TOMO 2)
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos



120

Maca miraba inquieta por la ventana, esperándola. Esther había cogido su relevo en el baño, y llevaba demasiado tiempo allí encerrada. Maca estaba preocupada, angustiada… lo que había pasado entre las dos, se le había ido de las manos. Ni siquiera había sido consciente de lo mucho que guardaba enterrado, hasta que el deseo, el dolor y la rabia, se apoderó de ella golpeándolas a ambas. Por fin la puerta del baño se abrió, y Maca se incorporó de la mesa donde se había apoyado casi como si quemara. Al entrar en la habitación, sus ojos se encontraron. Maca sintió un temblor por todo el cuerpo al notar el daño que le había provocado.

-       Yo… no, no me he acordado de coger mi ropa –musitó Esther apagada, cohibida-.

Esther no esperaba que Maca estuviera allí, en la habitación. Había huido tantas veces de ella en los últimos días que era una suposición bastante lógica, pero allí estaba, observándola. Se dirigió al armario y cogió su ropa en silencio.

Maca la vio sentarse en la cama, de espaldas a ella, como si no quisiera que la mirara. Viéndola tan incómoda quiso salir de allí y darle privacidad, la misma que ella había necesitado y tenido, pero por alguna extraña razón sus pies se pegaron al suelo como con cemento, mientras su corazón la apuñalaba ante la situación que estaban viviendo. Verla vestirse bajo la toalla fue como ver un muro de hormigón levantarse frente a ella, hasta que Esther tuvo que ponerse los vaqueros y la toalla cayó sobre la cama dejando al descubierto su espalda desnuda.

-       ¡Santo cielo! –gimió Maca al ver sus moratones-.

Se plantó tan rápido frente a Esther, que ésta se asustó. Maca se quedó helada ante su reacción, y su mundo se vino abajo al darse cuenta de que le había dado motivos para ello. Allí, de pie la una frente a la otra, Maca descubrió el cardenal que también le había hecho en el cuello al morderla, y se tapó con las manos la boca como si con ello pudiera minimizarlo. “¿Cómo ha pasado esto? ¿Cómo?”, se preguntó Maca mientras sin darse cuenta unas lágrimas empezaron a brotar de sus ojos.

-       Esther, yo no…. no… -Maca quería explicarle qué no sabía cómo se había dejado llevar así, que no había pretendido hacerle daño, pero no pudo articular palabra-.

Esther la abrazó viendo que se derrumbaba. Ella misma estaba rota por dentro, y nada de ello tenía que ver con los restos físicos de aquella batalla.

-       Lo sé, está bien. No me duele, sé que no querías hacerlo… está bien, tranquila. No importa –trató de consolarla-.
-       Sí, sí importa… -reaccionó Maca secándose las lágrimas con la manga del suéter mientras se enfadada consigo misma-. ¡Oh, Dios mío! ¡Dios mío! –Maca observó el moratón de su cuello de cerca, aún había restos de sus dientes y hasta petequias por el chupetón encarnecido-. ¡Joder! ¡Joder! –Maca volvió a romper en llanto, ¿cómo había podido sobrepasarse tanto?-. Lo siento, te juro que no pensé… no me di cuenta… lo siento.

Esta vez fue Maca la que la abrazó arrepentida, mientras intentaba dejar de llorar y acariciaba a Esther con extrema suavidad, como si se diera cuenta por primera vez de lo frágil que era entre sus brazos. Sus labios buscaron los de Esther que no se resistieron pero tampoco indagaron, y poco a poco el momento fue pasando, serenándolas.

-       Espera, bajaré a la farmacia. Pediré algo de árnica para aliviar… –a Maca le tembló la voz, aún no podía creerse que su encuentro sexual hubiera acabado en aquello, y no pudo terminar la frase mientras veía como Esther se ponía el suéter para cubrir los excesos-.

Esther se sentó en la cama con la mirada en el suelo. Maca se sentía tan culpable que le entraron ganas de vomitar.

-       Maca… -la llamo Esther en un susurro, pero a Maca le retumbó interiormente como si la llamara por grandes altavoces-. Esto no va a funcionar.

Los ojos de Esther se alzaron y cazaron a los de Maca que estaban abiertos y aterrados a escasos tres pasos de ella.

-       ¿Qué… qué quieres decir? –preguntó Maca congelada-.
-       Soy consciente del daño que te he hecho, y aunque daría lo que fuera… lo que fuera, por retroceder y empezar de nuevo, eso jamás ocurrirá. Te amo… -a Esther una lágrima silenciosa empezó a resbalarle por la mejilla-, y por eso sé que me odiaré cada día por haber roto lo nuestro al irme con otra. Pero.. las dos sabemos que esto no está funcionando y que no podemos seguir así.
-       Esther… yo, no… -Maca quiso pedirle perdón, suplicarle que no lo tirara todo por la borda aún y volvieran a intentarlo por última vez. La idea de perderla se hacía real a cada segundo que pasaba, y el pánico acudió a sus venas, hasta tal punto que estaba dispuesta a renunciar a todo… a todo por ella-.
-       Necesitamos tiempo… –la interrumpió Esther, pues sabía que si dejaba que la convenciera, no podría reunir de nuevo las fuerzas suficientes para darle aquella carta verde que liberaba a Maca de seguir a su lado-. Yo no me encuentro bien, y es evidente que tú tampoco. Ni siquiera soy capaz de imaginar el daño que te he hecho… y no puedo, no quiero… que sigamos juntas y terminemos destrozándonos del todo. Maca, no quiero eso… no podría soportarlo. ¿Lo entiendes?

Maca cayó de rodillas al suelo y se puso a llorar cobijándose en su regazo. Entendía perfectamente lo que le estaba diciendo, porque ella misma se sentía perdida. La amaba, quería olvidarlo todo, quería no darle importancia a lo ocurrido, empezar de nuevo, abrir sus puertas, hacer fuertes sus lazos… y sin embargo… todo estaba mal entre ellas y no tenía que ver sólo con Alex. Tenía que ver con el hecho de no poder entregarle cada parcela de su vida, en la falta de confianza, en los celos recientemente descubiertos, en la soledad, en las responsabilidades… las inseguridades y el dolor.

Esther le acarició con ternura el pelo para tranquilizarla, mientras las manos le temblaban y el corazón se le agrietaba porque acababa de hacer lo que debía pero no lo que hubiera deseado para ambas. Maca la estrechó con fuerza por la cintura, esperando que entendiera que jamás hubiera querido tener que soltarla. El llanto se hizo amargo mientras las dos tomaban consciencia de que lo que hubo una vez entre ellas, se acababa.

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-       ¡¿Cómo que no te llevemos mañana al aeropuerto?! Esther… -Kate estaba sorprendida ante la noticia, miró a Esther que no había abierto la boca desde que se habían encontrado para comer, y la vio hundiendo la mirada en el plato, no oponiendo resistencia a la decisión que Maca le manifestaba-.
-       De verdad Kate, es lo mejor. Vosotras tenéis que ir a la facultad. Esther empieza sus clases, y yo tengo tiempo de sobra de coger un taxi e ir al aeropuerto con calma –le aseguró Maca, y Kate pese a necesitar que alguien le dijera qué estaba pasando realmente allí, no dijo nada. Las miró, como si no las conociera en absoluto, y el desaliento que trasmitían la atrapó sin esperárselo abatiéndola en la mesa-.

Después de aquella comida, Kate tuvo que volver al apartamento para terminar unos trabajos administrativos. Maca sin embargo, propuso a Esther que pasearan por el parque, y ambas se adentraron en aquellos senderos que empezaban a ser familiares. Las dos anduvieron calladas, una al lado de la otra. Había muchas cosas que decirse, pero el silencio las gritaba todas. Maca le cogió la mano inesperadamente y Esther se enlazó de un modo natural a sus dedos. Las dos se miraron con un brillo en los ojos, y el sentimiento de profunda pérdida se hizo palpable. Sus manos se hicieron fuertes enlazadas, y siguieron andando hasta llegar al estanque.

Esther se liberó con suavidad del contacto, y se adelantó para apoyarse en la barandilla y mirar el agua. Tenía un nudo en la garganta que la estaba ahogando, y si seguía tocando a Maca se derrumbaría allí mismo, dando un verdadero espectáculo. Maca le dejó unos minutos a solas, y luego acudió a ella colocándose a su espalda. Esther cerró los ojos al sentir su calor tan cerca, aunque aún ni siquiera la tocaba. “No sé cómo voy a superar esto”, pensó Esther mordiéndose el labio inferior porque las lágrimas ya aparecían. Maca la estrechó por la cintura y Esther se volvió entre sus brazos para llorar refugiada en su pecho, mientras notaba que el cuerpo de Maca también temblaba contra el suyo.

-       Shhh… no llores, por favor, no llores. ¡Te quiero! –musitó Maca que también lloraba. Había aprendido de un modo doloroso y cruel, que ella misma no era la persona que imaginaba-. ¿Me oyes?… ¡Te quiero!
-       Oh Maca… Maca


Pero Esther no dejó de llorar, no podía. Se quedaron las dos allí quietas y abrazadas, llorando mientras el tiempo se les iba. Algo que ya no les importaba, puesto que acababan de perder una parte irreconciliable de ellas mismas.

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