viernes, 8 de noviembre de 2013

Pretty Bollo: cap 3 y 4



Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.

Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
 3:

A Eva no le había costado mucho persuadir a Esther para que salieran aquella noche, un par de carreras por el piso, un acorralamiento en toda regla sobre la cama de Esther, diez minutos de cosquillas y unas doscientas carcajadas, era un precio justo por tener a su lado a su mejor amiga. Cuando Laura las vio llegar, no tardó en coger sus abrigos y ponerles un par de copas. Por lo visto aquella noche no había hecho más que empezar.

- ¡Te dije que la convencería! –fanfarroneaba Eva delante de Laura-.
- He venido, pero no prometo quedarme hasta tarde. Quiero descansar –dijo Esther mientras bebía un sorbo de su refresco-.
- Bueno, eso ya lo discutiremos. Ahora sólo quiero bailar

Esther quiso responder, pero no le dio tiempo salvo para dejar su copa sana y salva sobre la barra, mientras Eva la arrastraba a la pista en busca de acción.

- Oh Dios, ¿por qué nunca me preguntas? –se quejó Esther mientras Eva se contoneaba frente a ella-.
- Porque cabría la posibilidad de que dijeras que no, y hoy necesito de tu talento -le dijo Eva cogiéndola de la cintura-. Venga no te hagas de rogar, y suelta la magia. Necesito que se fijen en nosotras, hace mucho que no ligo con alguien normal.

Esther se le quedó mirando por un momento, tanteando las posibilidades que tenía de seguir enfadada con aquel ser travieso o por el contrario seguirle el juego hasta el final. Pero como siempre, esa sonrisa que lucía Eva en su rostro sólo tenía una moneda de cambio y Esther terminó cediendo.

- Eres un demonio, ¿lo sabías? –le espetó Esther mientras se ponía de espalda a ella y le cogía los brazos para que los cercara sobre ella-.
- Sí, y tú una diosa… ¿empezamos? –le susurró Eva dándole un beso en la mejilla mientras notaba como la cadera de Esther empezaba a guiar la suya propia-. ¡Haz conmigo lo que quieras pequeña!
- Agárrate, que nos vamos…


Aquello fue todo lo que necesitaba escuchar Eva para saber que aquella noche le depararía una lista de bailarinas y criaturas curiosas que se la rifarían tras bailar con su amiga. Esther era una experta, y sus clases en Eva habían dado su fruto. Lo único que necesitaba era que Esther la dirigiera y cuando sintió su cuerpo compenetrándose con el suyo en aquel baile sensual y armónico, volvía a comprender porque las mujeres hacían lo que fuera por tener una cita con ella. Las miradas no tardaron en llegar, Esther tenía la cualidad de hacer que su acompañante quedara como una mujer misteriosa y salvaje, hacía creer que era la dominada siendo ella la única con el control de la situación. Eva empezaba a sudar, por muchas veces que lo hicieran, Esther siempre la sorprendía con algo nuevo, y cuando se deslizó por su pierna para luego dejarse arquear por sus brazos, entendió cómo se sentían los hombres cuando una mujer les cedía el poder. En el último compás sus caras se quedaron tan cerca, que Eva estuvo tentada de besarla en la boca hipnotizada por la adrenalina y la excitación que aquel duelo de dos había despertado en su cuerpo, pero una vez más la sonrisa tierna e inocente de su amiga le hizo recordar quienes eran y cuál era el pacto de aquel juego que habían empezado.

- Bueno tigresa, a por ellas -le dijo Esther en un susurro, con la respiración aún agitada por el esfuerzo-.

La besó en la mejilla como tenían acordado para dejar ver a las recientes admiradoras de que la muchachita bella que se quedaba en la pista estaba libre, pero por si quedaba alguna duda para las dubitativa Esther siguió el acuerdo ilícito que existía entre las tres amigas, y al llegar a la barra besó en los labios a Laura, breve pero lo suficientemente real para que no quedara como un simple saludo.

- No es que me queje, Dios sabe lo que me gustan tus besos pero… ¿Por qué siempre te dejas convencer? –le dijo Laura dándole su refresco-.

Esther se encogió de hombros.

- ¿Cómo se le puede decir que no a un diablo como ella? –le devolvió la pregunta Esther con una sonrisa-. ¿Es que tú podrías negarte?

Laura miró hacia la pista y vio como Eva ya estaba bailando con una rubita muy mona que la miraba embelesada.

- Mierda, somos un par de blandengues. Ella se liga todo lo que se mueve, y nosotras sólo vivimos para el trabajo –dijo Laura-.
- jajaja… sinceramente, lo último que me apetece en mi día libre es tener una relación sexual y mucho menos sentimental con alguien –le dijo Esther-.
- Pues tú también necesitas un romance, nunca he entendido porque aún no te has retirado -dijo Laura mientras terminaba de servir un par de copas-. Coño es más, no sé ni siquiera porqué empezaste a trabajar en eso.
- Sí lo sabes, pero no quieres entenderlo, de todas formas me gusta lo que hago así que dejémoslo, please.

Esther permaneció observando el revuelo que había creado Eva en la pista, y como siempre tras unos cuantos magreos entre baile y baile, y una par de escenas subidas de tono en un rincón oscuro del pequeño local, Eva terminó por pedirles ayuda para no terminar atada toda la noche. Tras finalizar el turno de Laura, decidieron terminar la noche tomando la última copa en otra parte.
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Maca salió de la fiesta sin dar explicaciones ni excusas.

-      Señorita Wilson, ¿quiere que le acerque a su hotel? –Juan, el chófer de sus padres se acercó hasta ella para ofrecer sus servicios-.
-      ¡Oh, Juan! -Maca relajó su expresión, pues a aquel hombre le profesaba afecto desde niña-. No hace falta, prefiero ir yo sola, necesito que me de el aire.

Maca no quería compañía, sólo quería despejar su cabeza y sobretodo airear la desagradable excitación que aún sentía.

-      Perdone señorita Wilson, ¿le molestaría que le ofreciera las llaves de un automóvil? –le propuso Juan señalándole un Mercedes descapotable que sin duda tenía que ser la última adquisición de su padre-.
-      ¿Te lo ha dicho mi padre? –preguntó Maca con el ceño fruncido, le molestaba enormemente que controlaran por adelantado hasta sus pequeños impulsos de huida-.
-      El señor sólo me dejó las llaves por si las necesitaba –respondió Juan-.
-      En ese caso no, no las necesito gracias, cogeré un taxi –le dijo Maca-.

Antes de que se pudiera dar cuenta Juan sacó de su bolsillo un llavero conocido. A Maca se le iluminó tanto la cara como a Juan.

-      ¡Pensé que diría eso! Así que encargué traer a su pequeña -le dijo Juan dándole las llaves-.
-      ¡Eres el mejor, Juan! –Maca besó al anciano chófer en la mejilla y busco alrededor hasta encontrarla-. ¡Te debo una!

Cuando la vio tras la limusina, los ojos se le encendieron como el fuego. Su Harley Heritage Softail Classic color azul cielo recién encerada, la esperaba dispuesta y con el depósito lleno para acallar sus inquietudes. Cuando se subió a aquella belleza e hizo rugir el motor, la potencia de la maquina entre sus piernas la hizo sonreír como pocas cosas ya lo conseguían. Se puso el casco de visera opaca y salió del aparcamiento a gran velocidad. ¡La ciudad era suya!

Durante horas la única preocupación de Maca fue quemar y quemar asfalto. Hacía tiempo que no estaba en Madrid así que callejeó, curioseó, y simplemente se dejó llevar por la agradable sensación del aire fresco de la noche golpeando su cuerpo a gran velocidad. Eran cerca de las dos de la mañana cuando se dio cuenta de que se había perdido distraída por el ambiente de la calle.

Dio un vistazo por las manzanas más próximas, pero no le sonaba ningún nombre. Divisó a lo lejos una zona cargada de grandes neones y se aproximó a gran velocidad, parecía la única que albergaba aún algo de gente y pensó que sería alguna zona de pubs donde la pudieran orientar. De pronto alguien se cruzó sin mirar. Maca frenó con fuerza derrapando para no pisar a la imbécil que se había arrojado a la carretera. Las ruedas resbalaron y le costó un buen golpe de manillar y un susto de muerte. Por suerte para las dos, Maca había realizado varios cursos de conducción de urgencia y no pasó nada. La gente se volvió para ver lo que pasaba y antes de que pudiera reaccionar empezó a recibir un aluvión de gritos

-      ¡Pero tú estás loca o qué! ¿Dónde te han dado el carné de conducir? ¿en una tómbola?

Maca tuvo que parpadear porque no daba crédito a lo que veían sus ojos. La imbécil que se le había arrojado encima la estaba culpando de lo ocurrido. Llena de furia se bajó de la moto y se quitó el casco con fuerza.

-      ¡¡¿Te tiras a la carretera sin mirar y encima es culpa mía?!! ¡¡¿Sé puede saber que descerebrada cruza sin mirar?!! Serás hija de… -entonces Maca se paró en seco-.

Cegada por la cólera apenas había mirado a su alrededor o a la mujer que tenía delante.

-      ¡¡¿PUTA?!! Por lo menos a mí no me pagan caprichos que no puedo manejar -le espetó la mujer de pelo castaño haciendo una señal de desprecio hacia la Harley-.

Aquello era del todo irreal. Maca había terminado en un callejón con prostitución, y la mujer a la que por poco no había atropellado debía ser una prostituta más de las que ahora la miraban medio con odio medio con deseo. Maca se frotó la frente cansada, no tenía ganas de empezar algo inútil y absurdo, y mucho menos meterse en un lío de prensa en un barrio como aquel. Así que respiró y trato de calmar el ambiente.

-      Dejémoslo, lo único que quiero saber es si estás bien, ¿te has hecho algo?

La voz serena de Maca sorprendió a la joven, que la miró por primera vez a los ojos.

-      Sí, estoy bien -le contestó sin muchas ganas-. Mira sólo digo que tengas cuidado, aquí no se puede circular tan rápido, ¿vale?

Maca no dijo nada, no quería discutir con aquel personaje de ficción.

-      Genial… entonces me largo –Maca dio media vuelta y se subió a la moto-. Por cierto, ¿sabes dónde queda por casualidad el Hotel Wellington? Sé que está en la calle Velázquez, pero me he perdido.
-      Claro que sé donde está, ¿quiéres que te guíe? –se le acercó la mujer ya más tranquila-.
-      Si no te importa –le contestó Maca-.
-      Serán 50 –le dijo la mujer-.
-      ¡¿Quieres cobrarme 50 euros por una indicación?! –le preguntó Maca atónita, la cara dura de aquella mujer no tenía límites-.
-      Si quieres que te acompañe serán 100 –le dijo con una sonrisa apoyándose en el manillar-. Una cara tan bonita como la tuya no tendría que ir sola por estos barrios a estas horas, si te las quieres apañar tú sola te llevará un buen rato hasta que te encuentres en tu camita de niña rica. ¡Así que tú decides!

“¿Pero qué es esto? ¿Atraco a mano armada? ¿O una cámara oculta?... esta tía está loca”. Pensó para sí Maca que no daba crédito a lo que oía.

-      ¿Qué, te decides o no? ¡No tengo todo el día guapa! –le espetó la mujer menuda que tenía delante-.

Estaba tan cansada que no tenía ganas de discutir, y mucho menos de dar vueltas como una loca a aquellas horas, su día había alcanzado el cupo de las grandes excentricidades. El dinero no le importaba, se lo hubiera dado por nada, pero le jodía que se lo estuviera sacando de aquella forma tan vil. Al final aceptó.

-      ¡Sube! –le indicó Maca-.
-      Genial, por cierto me llamo Esther –se presentó la joven tendiéndole la mano-.

Maca no se la aceptó, se limitó a seguir sujeta al manillar.

-      ¿Nunca te han dicho que te ganarías muy bien la vida de estafadora, Esther? –le espetó Maca cuando la joven se subió-.
-      En mi barrio me llamarían Robin Hood por sacarle la pasta a riquitas como tú –le sonrió Esther-.
-      Por cierto, ni se te ocurra agarrarte de mí mientras conduzco. ¡No me gusta que me toquen! –le avisó Maca, el contacto de aquella extraña era lo último que le apetecía en aquel momento-.
-      ¡Así que tenemos una rarita!, ¿eh? –se rió Esther-. Tranquila amor, si te tocara tendrías que pagarme más de cinco veces lo de la indicación –le dijo Esther aproximándose a su oído sin tocarla y luego rió-.

A Maca casi se le desencajó la mandíbula tras el comentario. ¿Sería verdad que aquella mujer menuda cobraría más de 500 euros por sus servicios? El mundo estaba cambiando, de eso no cabía la menor duda.

4:

El trayecto hasta el hotel, a pesar de lo que en un principio pensó Maca, fue ameno y agradable. Esther la guiaba perfectamente, y no le puso la mano encima ni volcó su cuerpo contra el suyo ni en los momentos en los que tenía que acercarse lo bastante como para que Maca pudiera oír lo que decía. En un par de ocasiones Maca se sorprendió a sí misma acelerando con brusquedad al salir de los semáforos sólo para poder sentir como la cadera de aquella mujer golpeaba contra la suya dejando un cosquilleo en sus piernas. Que Esther aguantara tan bien el equilibrio le gustaba, quizá la noche no estuviera del todo perdida.

Una vez en la puerta del hotel Maca cedió las llaves al aparcacoches, y Esther se bajó con agilidad de la moto.

-      ¡Guaauuuu… pedazo de hotel! –silbó Esther echando un vistazo por el ventanal de la entrada principal-. Bueno, ya estás aquí sana y salva, así que si no te importa pagarme.
-      Ah sí, espera -Maca le tendió el casco para que se lo sujetara y luego miró en el bolsillo interior de su chaqueta, pronto calló en la cuenta de que no llevaba cartera ni documentación ni nada-. Oh… no llevo cartera, pero puedes darme tu dirección, te mandaré el dinero por la mañana.
-      Eh, eh, eh… de eso nada. ¿Me estás diciendo que con ese traje de Armani y con esa moto, has salido por ahí a las tantas de la noche sin documentación y sin un duro encima? –se le quedó mirando amenazadoramente Esther-. ¡Las pijas sois tela de raras!
-      ¿Cómo sabes que es un Armani? –Maca se había sorprendido por aquel detalle, porque siempre compraba cosas que no reflejaran su estatus social, y aquel modelo en concreto estaba expresamente hecho para ella-. ¡Déjalo! –Maca se paró a pensar un momento-. Está bien, podemos hacer otra cosa, sube y te extiendo un cheque si lo prefieres, ¿te vale?

Esther no necesitaba el dinero, pero se divertía.

-      ¡Está bien! –aceptó Esther-.
-      ¡Vale! –Maca se encaminó a la puerta del hotel y la invitó a pasar delante suyo-. ¡Detrás de ti!
-      ¡Sabía que querías mirarme el culo, preciosa! –le guiñó un ojo con una agradable sonrisa al pasar y Maca sin esperárselo se rió, aquella mujer había salido de un mundo paralelo al suyo-.


Maca bajó esta vez la primera del ascensor, y por un momento Esther fue la que pudo contemplar a la rica mujer… “Mmmm quizá me pueda permitir una noche con ella, está buenísima”, pensó, pero cuando entró en la suite y echó un vistazo alucinó en colores. No es que Esther tuviera clientela de mala muerte ni mucho menos, pero concretamente en aquel hotel nunca había estado y tenía que admitir que aquella era una pedazo de habitación, sobretodo la cama que era de película de época con cuatro pies de madera tallada enmarcándola. Sonrió pensando lo que más de una de sus clientas le pedirían en esa cama, luego se concentró en cobrar el dinero.

Maca rebuscó entre sus cosas y sacó un billetero de piel. Cogió un bolígrafo y firmó un cheque, luego se lo tendió a Esther.

-      ¿Todo correcto? –le preguntó Maca esperando a que Esther leyera la cantidad-.
-      Perfecto, gracias –le dijo Esther con una sonrisa, metiéndose el cheque en el abrigo-. Será mejor que me vaya.
-      Claro, claro, te estarán esperando, ¿no? –“¿por qué coño he dicho eso?”, se arrepintió Maca nada más pronunciar aquello con su tono despectivo-.

Esther se la quedó mirando, “¿pero qué coño…?”, se dijo para sí.

-      Que sea puta no significa que pierda el culo por hacer clientas, ¿sabes? –le dijo Esther sin más, pues estaba convencida de que aquella mujer necesitaba una lección en toda regla-. No tienes ni la más remota idea de cómo va esto, ¿cierto?

Maca tenía que admitir que no, en realidad jamás se había planteado nada parecido, pues nunca había necesitado pagar por satisfacer sus necesidades y el mundo de Esther para ella era totalmente oscuro, inexplorado y si tenía que decir la verdad, excitante en cierto modo.

-      ¿Por qué no me lo cuentas tú? –“¿Pero qué estoy dieciendo?”… Maca no podía explicarse porqué quería retener a aquella mujer en la habitación, pero así era-.

Esther se echó a reír.

-      Que no tenga que hacer clientas tampoco significa que te vaya a regalar mi tiempo, así que me voy -dijo Esther-. ¡Un placer, preciosa!

Maca dudó por un pequeño instante, pero cuando vio que Esther llegaba a la puerta se decidió de pronto.


-      ¿Cuánto cobras por toda la noche? –le preguntó mientras se acercaba a la barra del bar de su habitación-.

Esther se paró en seco con una maliciosa sonrisa antes de darse la vuelta para mirarla. “Bingo, sabía que entrarías al trapo, nunca fallo”, se dijo para sí.

-      3000 euros, y no es broma –le dijo cruzándose de brazos-.

Maca no dijo nada ni siquiera parpadeó, tan solo se dedicó a terminar de servirse el whisky que estaba necesitando. Sólo cuando dio el primer trago a su vaso se dignó a mirar a Esther.

-      ¿Lo pongo a tu nombre o al portador como el otro? –le preguntó Maca mientras cogía de nuevo la chequera-.

Esther dio un par de pasos al frente, aquella noche se había puesto de lo más interesante.

-      A mi nombre, Esther García, pero antes de que firmes nada será mejor que te diga las reglas ya que eres nueva -le advirtió Esther-.
-      Te escucho -le dijo Maca sentándose en uno de los sillones-.
-      Yo no beso en la boca ni me dejo penetrar, si quieres que me ponga o utilice contigo un dildo lo tendrás que comprar tú. Si quieres que me disfrace de enfermera, bombero, policía, criada o cualquier otra perversión que tengas, me lo tendrás que pedir por adelantado, el traje lo pagarás a parte -Esther relataba sus condiciones seriamente, y Maca alucinaba más por momentos, algo que pensaba que ya no podía pasar aquella noche-. Mi especialidad es la de acompañante, numeritos privados y satisfacer tus fantasías de niña mala, pero nada de sado y te advierto que sé defenderme.

Maca bebió otro sorbo para digerir todo aquel aluvión de información y realidad.

-      Ah, una cosa más, la discreción y privacidad es mi sello, así que si después de pasar la noche conmigo crees que has echado un polvo cojonudo por favor, recomiéndame a tus amigas.

A Maca casi se le resbaló el vaso de la mano tras escuchar aquello. “¿Qué la recomiende a mis amigas? … ¡Pero si es una enana y tampoco está buena! ¡Por el amor de Dios! ¿qué me está contando?... O es una fiera follando, o se lo tiene muy creído”, pensaba Maca para sí, pero aún así el desconcierto que sentía por aquella mujer hizo que simplemente se limitara a firmarle el cheque. No quería estar sola.

-      Gracias –le dijo Esther cogiendo el nuevo cheque y guardándolo en un lugar seguro-. Bueno, será mejor que empiece a ponerme cómoda, ¿no te parece?

Maca iba a decir algo, pero Esther se quitó el abrigo de medio cuerpo que había llevado puesto desde que se encontraron y se quedó de piedra cuando debajo de aquel colchón de tejido se dibujó una mujer con curvas bien definidas, mucho más flaca y fibrosa de lo que se la imaginaba, y con un agradable escote enmarcado por un suéter negro con siluetas de hilo púrpura que dejaba al descubierto unos sensuales hombros y un ombligo perfecto.

“Joderrr… retiro lo de que no está buena, y en encima tiene buen gusto vistiendo”, pensó Maca y volvió a apurar otro trago de whisky.

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