jueves, 14 de noviembre de 2013

Pretty Bollo -cap 5 y 6-


Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.

Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
5:

Esther sonrió cuando vio a Maca beber otro trago después de quedarse observándola. “Bebe, bebe pececito, que el tiburón te va a comer”, pensó Esther.

-      Entonces, ¿qué vas a querer que te haga? –le preguntó Esther mientras se sentaba en una silla próxima a ella-.

Maca observó como Esther cruzaba las piernas, y el fino sonido de sus pantalones la atravesó como en la presentación lo habían hecho las medias de aquella fotógrafa. Por un momento recordó aquel pecho cubierto de encaje que se inflaba y desinflaba tembloroso bajo sus dedos antes de que la joven le pusiera las manos encima. La oleada de deseo volvía a aparecer en su cuerpo sin previo aviso.

-      ¿Y bien? –le preguntó Esther nuevamente, a la vista de que no contestaba-.
-      Sólo quiero hablar por el momento –dijo Maca tratando de controlar el fuego antes de que fuera demasiado tarde-.
-      Está bien, hablemos –empezó Esther-. ¿Qué te gusta que te hagan, preciosa?
-      Me llamo Maca, llámame Maca –la corrigió-.
-      Como tú prefieras, ¿qué te gusta, Maca? – Esther insistía en el tema para que Maca se soltara y le dijera de una vez su fantasía, pues le gustaba prepararse mentalmente antes de abordar a su clienta-.
-      ¿Y a ti? –le contestó Maca con una pregunta-.

“A la defensiva, ¿eh?... muy bien, ya suplicarás”, pensó Esther y se recostó en la silla cambiando de nuevo el cruce de piernas, pues había visto como Maca se había tensado tras aquel movimiento.

-      Yo creo que ya he dejado claro antes al menos lo que no me gusta ni voy a hacer -empezó a decir Esther, pero Maca la interrumpió-.
-      ¿Por qué no besas en la boca? –preguntó Maca mirándola a los ojos-.
-      Digamos que es algo muy personal e íntimo –contestó Esther con una sonrisa-.
-      ¿Y acostarse con alguien no lo es? –le preguntó Maca nuevamente sin inmutarse-.
-      Sí, pero cuando trabajo soy quien tú quieras que sea, no quien soy en realidad. Con los besos es más difícil desconectar –le aclaró pacientemente Esther, por algo le acababa de pagar medio kilo-.
-      Entiendo –dijo Maca-.
-      ¿Qué es lo que no quieres que te haga? –Esther decidió cambiar su pregunta-.

Maca bebió y miró a la mujer de arriba abajo con placer, aquel día había sido espantoso envuelta por gente a la que no apreciaba ni admiraba y el único capricho que se había permitido había sido volcar sus perversiones sobre una fotógrafa que se había quedado caliente y molesta sin ninguna explicación por su culpa. No quería a nadie, no necesitaba a nadie… sólo le angustiaba aquel deseo acuciante y doloroso de poseer un cuerpo desnudo de mujer a su lado. Esther le serviría, al menos por aquella noche. Extraña, opuesta a lo que conocía, anónima… alguien a quien no tuviera que dar explicaciones, un ser que no le recriminaría nada, que no esperaría más que el cheque que guardaba celosamente en su abrigo.

-      No me gusta que me toquen -contestó con serenidad Maca y miró a los ojos de Esther que paciente había aguardado sus palabras sin molestarse-.
-      Eso lo has dejado claro antes –Esther transformó su voz en un sonido cálido y cómplice-. Lo que me gustaría saber es cómo quieres que lo hagamos si no quieres que te toque, no sé, ¿quieres un streptease?, no llevo la ropa adecuada pero no habrá problema. ¿O quizá quieras tocarme tú?

Esther se había acercado hasta ella poniéndose de rodillas entre sus piernas para ofrecerse a su merced. “Tienes cara de querer dominar. ¿Es eso lo que quieres gatita? ¿dominar la situación? Yo me arrodillaré para ti, y pedirás más”, pensaba Esther mientras adoptaba una posición sumisa y esperaba a que Maca diera el siguiente paso.

-      ¿Sueles hacer streptease? –le preguntó la alta mujer admirándola-. ¿Cómo funciona?
-      O bien me piden que me vista de algo concreto o depende del gusto de la cliente preparo algún número para ella -le dijo Esther sin moverse de donde estaba-.
-      ¿Algo como un baile? ¿ese tipo de números? –preguntó Maca bebiendo otro trago-.
-      Sí, algo así. ¿Te gustaría que hiciera eso para ti? –le preguntó Esther fingiendo una mirada de niña mala que a Maca la perturbó-.
-      ¡Es posible! –admitió Maca-.
-      ¿Y que más te gustaría, Maca?

A Maca el pulso se le agolpó en la garganta cuando Esther se inclinó hacia ella sin tocarla y le susurró aquella pregunta. No sabía cómo había pasado, pero el personaje de ciencia ficción que casi había atropellado, se estaba transformando en una mujer sensual y apetecible ante sus ojos. Los hilos de la seducción estaban tensándose en su cuerpo poco a poco.

Maca dejó el vaso en la mesita supletoria, respiró hondo y cuando se giró, su cuerpo había cambiado por completo. Esther no se sorprendió por el gesto, pero sí de lo suaves y cálidos que eran sus dedos. Maca la había tomado por el cuello y con dedos templados y firmes poco a poco había ido aminorando la presión para acariciar aquella traquea suavemente marcada.

-      ¿Quieres que te diga lo que quiero? –le susurró esta vez Maca y Esther no contestó porque sabía que el silencio le gustaría-. De momento quiero que te quites el maquillaje y la ropa. En el cuarto de baño tienes un albornoz, póntelo, luego ya veremos.
-      ¡Cómo quieras!

Contestó Esther más aliviada por saber un poco más de su acompañante. La tía era rarita con ganas, y la verdad es que no soltaba ni prenda, pero si el rollo iba a ir de que no la tocara en toda la noche al menos no tendría que acabar agotada masturbándola.

6:
Maca cerró los ojos.  “¿Pero qué coño estoy haciendo? ¿Qué me está pasando?... ¡Una puta! ¡Acabo de contratar a una puta!... ¡Estoy loca!”,  y sonrió por su propia travesura.

-      Perdona…

La voz de Esther la sobresaltó porque no se la esperaba, pues no hacia ni un minuto que se había encerrado en el cuarto de baño.

-      ¿Sí? –preguntó Maca-.
-      ¿Te importa que me pegue un baño rápido? ¡Es que tienes aquí una piscina acojonante! –le dijo Esther con algo de timidez-.

La frescura de aquella mujer la cautivó por unos segundos. Con una sonrisa asintió, y Esther desapareció en el baño con alegría.

-      No tardaré -le había dicho, y Maca supo que no sería del todo cierto, así que se preparó otro whisky-.

Diez minutos más tarde el vapor del cuarto de baño se escapó por la puerta. Maca se giró nada más escuchar el giro del pomo y lo que vio la sorprendió.

Aquella mujer no se parecía en nada a la que había encontrado en mitad de la calle. Los cabellos antes lisos y recogidos, ahora le caían mojados y rizados por la cara. Un rostro limpio y sonrojado, casi infantil, que el maquillaje había camuflado con vulgaridad e injusticia. Parecía, parecía… “un ángel”, pensó Maca, y como si el alcohol le estuviera afectando negó con la cabeza y dejó el tercer vaso de whisky en la mesa. “Has bebido demasiado, Maca”. Se autoregañó y volvió a mirar a aquella criatura con ojos nublosos.

-      ¡Tienes un paraíso ahí dentro! –le dijo Esther sonriendo, mientras con una toalla terminaba de secarse el pelo-.

El albornoz blanco de Esther se entreabría con los vivaces movimientos que estaba imprimiendo para secar aquellos rizos que habían salido de la nada. Maca no pudo evitar que una oleada de calor se impulsara por su cuerpo, aquella piel sonrojada por la temperatura del agua se le antojaba insultante, martirizante.

-      Si yo tuviera esa bañera, sería un pez. Estaría siempre en remojo –siguió hablando Esther y cuando notó como Maca la miraba, entendió que era hora de volver al trabajo-. ¿Te gusta lo que ves?
-      Ehh… -Maca se sobresaltó, cosa que nunca hacía… “definitivamente has bebido demasiado”, pensó-.
-      Jajaja… -Esther se rió, era gracioso ver a una DIVA como aquella babear, claro que para ella no era la primera -.

Esther luchó por controlarse para no tomarle el pelo, al fin y al cabo había pagado por sus servicios, era justo que le diera el control y cumpliera sus fantasías. Así que dejó la toalla con la que se estaba secando el pelo y se acercó a la alta mujer.

-      Me pediste que me quitara el maquillaje y me pusiera esto, ¿así mejor? –se ofreció Esther ante su vista para que la contemplara a su antojo-.
-      Sí, mucho mejor -Maca no pudo contenerse y acercó sus dedos a aquel cabello húmedo-. ¡Tienes el pelo rizado!
-      Bueno, sí… se me ondula cuando está húmedo -contestó Esther-.
-      ¡Me gusta más así! –dijo Maca como en una letanía-. Y tu cara es más bonita limpia, el maquillaje no te hace justicia.

La mano de Maca sobre su mejilla fue como una tierna caricia. Esther se sorprendió de lo delicado de su tacto, nadie la había tocado de aquella forma. ¿Quién coño era aquella mujer?, se preguntaba Esther, pues no sabía a que atenerse.

-      Me alegra ser de tu agrado -contestó Esther volviendo a la realidad-. Dime, ¿cómo puedo satisfacer tus necesidades? Ya he cumplido con la primera parte, ¿qué más quieres Maca?

Esther volvía a susurrar, a poner aquel tono sumiso, perverso e inocente. Maca la miró, en sus ojos volvía a ver aquel fuego, aquel manto de sexo que impregnaba el espacio que las dos ocupaban. “¡Estás con una prostituta! ¿Qué esperas?”. La conciencia de Maca trabajaba por si sola recordándole una vez más lo que estaba haciendo y con quién estaba. Indignada por haber tenido aquel resquicio de ternura, Maca volvió a tensarse y a mirar a Esther como lo que era. El fuego violento que sentía, le hacía tener ganas de desnudarla, de hacerla temblar, de torturarla de deseo en la cama, pero Esther era una profesional. Si Maca quería que gritara su nombre lo haría, si quería que suplicara por sus caricias la complacería. Todo el placer del sexo más ardiente se lo daría envuelto de una farsa de 3000 euros. Maca no quería aquello, no necesitaba aquello. Ni siquiera sentía nada por aquella mujer pero había algo que sí necesitaba, hacía tanto que no podía dormir con una mujer a su lado. Siempre tenía que huir después de noches tórridas tratando de evitar las esperanzas que aquellas mujeres habían depositado en aquellos encuentros furtivos… huir, huir… ¿por qué? ¿Por qué no podían contentarse con lo que daba?

-      ¡Maca! –Esther pronunció su nombre preocupada por la mirada ausente de la extraña mujer-.
-      ¡Perdona! Voy a cambiarme. He bebido demasiado –se disculpó Maca y salió hacia el baño sin dar explicaciones-.

Esther se le quedó mirando.

“Joderrrr… ¿por qué siempre me fijo en las más raritas?”, pensaba Esther mientras se tumbaba en la cama. “Bueno, no importa. Al menos estoy en una suite de lujo y he cobrado por adelantado así que tranquilidad, ya pedirá”.

Mientras esperaba, Esther trataba de meterse en su papel, tenía ante sí el trabajo de su vida, una clienta con poder adquisitivo, que estaba como un trenazo, y que por lo visto no quería que se le tocara ni un pelo. Intuía que le gustaba el rol de mando, pues su reacción más significativa la había tenido cuando se había arrodillado ante ella, a su merced, por eso Esther decidió que acataría el papel de niña buena y complacería el ego de aquella mujer. Envuelta en aquellos pensamientos, Esther miró a su alrededor y preparó su posición en la cama. “Vamos a ver, vamos a ver… ¿Qué le puede gustar a una tía como ésta? ¿a alguien que lo tiene todo?”, pensaba Esther mientras se decidía en adoptar una posición sexy … “No, no… ésta debe tener tías que se le desnudan sólo con verla pasar, mejor así… eso, tímida y recatada”

Esther apoyó la espalda sobre el cabezal, recogió sus piernas contra su pecho, y las envolvió con sus brazos. No se cerró del todo el albornoz para parecer predispuesta, pero no adoptó una postura abierta al sexo porque presentía que aquello no le estimularía. Cuando Maca apareció llevaba el pijama puesto. Esther al verla se sorprendió, primero porque no estaba preparada para verla tan tapada, y segundo porque a aquella mujer parecía sentarle todo bien. Cubiertas por un pantalón de finas rallas sus piernas lucían ágiles y largas hasta alcanzar una cintura perfecta enmarcada por unos cordones, que con un fino nudo, destacaban su plano vientre. La camiseta de tirantes blanca que llevaba, sobresalía sobre el gris del pantalón, pero más resaltaba sobre las finas montañas de sus senos que se apretaban con pezones erectos sobre la lycra ajustada que los envolvía. Esther estuvo a punto de lanzar algún comentario, pero se mordió la lengua para no cagarla y espero a que Maca pudiera dar el primer paso.

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