domingo, 29 de diciembre de 2013

Dibujada en mi mente -cap 121 y 122- (FIN del TOMO 2)

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“DIBUJADA EN MI MENTE" (TOMO 2)
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)

DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento  y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos

121
FINALES DE JUNIO.

El vuelo se le hizo pesado, pese a no durar más de dos horas en el aire. Kate la vio inquieta mientras esperaban a que saliera el equipaje.

-       ¿Por qué no te adelantas? Yo cogeré las maletas, y nos vemos fuera –le propuso Kate, y Esther pese a dudar en un principio, aceptó con una sonrisa-.

En cuanto se abrieron las puertas de la terminal, una peculiar sensación de estar en casa se asentó en su vientre y las comisuras de sus labios se ensancharon sin más. Su mirada buscó entre el bullicio, y por fin divisó unos ojos iguales a los suyos, llenos de amor y bienvenida. Encarna, su madre, se abrió paso hacia ella, y Esther corrió a sus brazos.

-       ¡Mamá! Ya estoy aquí… ¿te lo puedes creer? ¡Ya estoy aquí! –le dijo Esther regodeándose entre aquellos brazos que tanto había necesitado en ese último año-.
-       Mi niña… que guapa estás, como te he echado de menos –le murmuró su madre mientras la besaba en la cara y la acunaba. Aun no podía creerse del todo el volverla a tener en casa-. ¿Y Kate?
-       Ahora sale, le he dado un viaje de perros con los nervios. Así que me ha enviado fuera mientras ella esperaba al equipaje –reconoció Esther su impaciencia-.

Su madre rió a gusto al ver el gesto fruncido de su hija reconociendo que no había sido muy buena compañía. Al cabo de unos minutos, Kate también salió empujando un carro con cuatro maletas, y Esther se apresuró a echarle una mano.

-       Encarna, me alegro de verte. ¿Qué tal todo por aquí? ¿todo bien? –la saludó afectuosamente Kate-.
-       Sí, muy bien, gracias. ¿Y tú? ¿Qué tal el viaje? Me estaba comentando Esther que te ha dado la murga un poco.
-       ¿Un poco?... jajaja… Creo que si hubiera podido se hubiera tirado del avión, la paciencia definitivamente no es una de sus cualidades–rió a gusto Kate, y Encarna la siguió-.

Entre conversaciones triviales y algunas risas, las tres mujeres se pusieron en marcha para salir de aeropuerto. Esther cedió el asiento de copiloto a Kate, y mientras su madre y su mentora hablaban, se permitió abstraerse observando las calles y las gentes de su ciudad natal. Todo estaba allí, como siempre, pero ella ya no era la misma, y mientras callejeaban sintió que su corazón se agitaba sabiéndose tan cerca de dónde Maca se encontraba.
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HOSPITAL.

-       Enhorabuena Doctora…
-       Felicidades Maca…
-       Madre mía, que aventura te espera, ¿eh? Felicidades, me alegro mucho por ti…
-       Enhorabuena… qué envidia. ¿Nos mandarás fotos, no?...

Algunos médicos y enfermeras de planta, se pasaron por la sala de descanso tras enterarse de la noticia. Todos estaban contentos por ella, y Maca a pesar de no ser muy sociable, se alegró de ver que la gente la apreciaba. Cruz encargó un discreto catering de felicitación, y Maca se vio abrumada cuando la directora del hospital la agasajó improvisando un discurso con sus méritos. Cuando sus compañeros aplaudieron y tuvo que decir unas palabras, ya estaba tan roja por la vergüenza, que terminó de un trago la copa de cava que le habían puesto en la mano. Incómoda, aguantó a que poco a poco la gente volviera al trabajo para poder despedirse a solas de Cruz e irse a casa.

-       La gente te va a echar de menos –le dijo Cruz con una sonrisa-. Te aprecian.
-       Sí, la verdad es que son un gran equipo. Yo también les echare de menos… y a ti –le dijo Maca-.

Las dos se miraron un momento a los ojos, y Cruz terminó estrechándola entre sus brazos. Sabía lo duro que había sido tomar aquella decisión para Maca. A su regreso de Londres, Maca había estado más apagada, esquiva y obsesivamente volcada en su trabajo. Algo que todos notaron, pero que ninguno se atrevió a comentarle a la joven pediatra, hasta que Encarna volvió de visitar a su hija, y las incógnitas se despejaron. Esther y Maca lo habían dejado, y con ello la decisión de aceptar o no la beca se había postergado casi hasta dos días antes de finalizar el plazo. Gracias a Dios, la balanza se había terminado inclinado hacia el futuro de Maca, y aunque Cruz pensaba que estaba haciendo lo correcto, tenía una sensación agridulce al notar la fría capa con la que Maca se había cubierto desde aquello.

-       Todo va a ir bien, estoy segura de ello –le dijo Cruz con afecto. Intentando trasmitirle seguridad en lo que hacía-.
-       Gracias Cruz –le contestó Maca y se separó despacio de sus brazos-. Te agradezco enormemente todo lo que has hecho por mí estos años. Ojalá pueda llegar a compensártelo algún día, de verdad que sí.
-       No seas tonta, eres una magnífica pediatra y estoy muy orgullosa de lo que has conseguido –la miró con cariño Cruz una vez más a los ojos. Maca se había convertido con los años casi en una “hija” para ella-. Te espera todo un mundo de posibilidades ahí fuera, ¿lo sabes, verdad?
-       Sí, y la verdad es que me aterra un poco –sonrió por primera vez Maca-.

Cruz le devolvió la sonrisa nerviosa y le acarició la cara con sus expertas manos de cirujana jefe.

-       Las cosas importantes siempre asustan cuando las tienes delante, pero el valor a afrontarlas es lo que las hace excepcionales –le dijo Cruz-. Tú tienes ese valor, y por eso sé que te irá bien allá donde vayas. No lo olvides. Confía en ti.

Maca aceptó sus palabras con un asentimiento de cabeza, y Cruz volvió a abrazarla. Una etapa importante y hermosa de sus vidas se cerraría cuando Maca cruzara por última vez las puertas del Hospital Central.

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23h de la noche. Casa de Esther.

Encarna terminó de recoger los restos de la cena y entró en el salón para ver que estaba haciendo su hija. La sensación de volverla a tener en casa, había prendido de luz cada recodo de aquellas paredes, y sin embargo, en cuanto la vio sentada en el sofá, callada y pensativa, supo que algoiba mal.

-       ¿Estás bien? –le preguntó-.
-       Eh, sí… sólo estaba… pensando, supongo –contestó Esther tras reponerse a la sorpresa de la interrupción-.

Encarna se sentó a su lado en el sofá, mientras veía como Esther seguía mareando el móvil entre sus manos.

-       ¿Y en qué estabas pensando exactamente? –quiso saber-.

Esther se tomó su tiempo, finalmente miró a su madre con una expresión derrotada.

-       En Maca. No puedo dejar de pensar en Maca –le contestó a su madre-.
-       ¿Y por qué no la llamas? ¿Sabe ya qué estás de vuelta?

Encarna había tratado varias veces de hablar de Maca con Esther, pero su hija no parecía muy receptiva a contarle los motivos de su ruptura, y metida en plenos exámenes finales, su madre había desistido de encauzar una conversación que claramente le afectaba demasiado. Ahora ya estaba en casa, y albergaba la esperanza de que por fin Esther pudiera hablar de sus sentimientos con ella.

-       No, aún no se lo he dicho. Me da miedo –confesó Esther-.
-       ¿Miedo de qué?

Esther se pasó nerviosa las manos por el pelo antes de pronunciar en voz alta sus pensamientos.

-       Pues miedo a que no quiera hablarme, o no quiera verme… a todo, mamá. Acordamos que nos daríamos un tiempo la una sin la otra, y durante estos dos meses lo he cumplido aunque me muriera por recibir una llamada o algún email suyo. Te juro que me he roto los cuernos tratando de respetar su espacio… pero… pero ahora…. Estoy aquí, tan cerca de ella, que no creo que pueda seguir así, en medio de este vacío. Necesito verla, saber qué hace, cómo está… ¡Oh Mamá! –Esther se arrojó a los brazos de su madre, y esta le acarició el pelo-. ¡La quiero! ¿Qué voy a hacer si no quiere nada de mí? ¿Si ni siquiera quiere tenerme como amiga?
-       No creo que eso ocurra –pronunció Encarna para tranquilizarla-.
-       ¿Cómo lo sabes?
-       Porque sea lo que sea lo que pasara entre vosotras, no creo que fuera tan grave como para no quererte ver más –le contestó su madre-.
-       Oh mamá… -Esther se deshizo de su abrazo y se puso de pie nerviosa-.


Aún no se había atrevido a contarle a su madre lo ocurrido realmente entre Maca y ella. Bastante mal se sentía consigo misma al ser consciente de lo ocurrido, como para soportar la visión que tendría su madre sobre ella al revelarle que había sido una persona infiel y deshonesta. El recuerdo de su padre acudió a su memoria revolviéndole las tripas.

-       Créeme, sí fue tan grave y fue todo culpa mía. La cagué mamá… y si yo no soy capaz de perdonarme, no se cómo Maca va a hacerlo –dijo Esther y su madre se quedó observándola unos instantes, al notar su profunda tristeza y arrepentimiento. Nunca había visto una expresión tan abatida en su hija-.

Encarna se levantó del sofá, y la abrazó con ternura. Esther rompió a llorar y terminó confesándole todo a su madre. Aquella noche las dos hablaron largo y tendido de lo ocurrido, de los miedos intrínsecos de Esther, de la vida, los sentimientos, los errores y de ellas mismas. Madre e hija volvieron a unirse, esta vez, como las dos mujeres adultas en las que por separado, se estaban convirtiendo.

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122

Lunes por la mañana.

El fin de semana libre de Encarna, había concluido y con la vuelta a su trabajo, también regresaron los nervios en el estómago de Esther que finalmente se había decidido a acompañarla al hospital y probar suerte con Maca. Sabía que el curso y las prácticas habían finalizado, pero su madre le había informado de que Maca seguía pasando largas horas trabajando en el hospital al lado de Cruz, así que las probabilidades de encontrarse con ella, de verla y quizá de que hablaran, eran altas y su ansiedad fue creciendo a medida que se abrían las puertas de urgencias y seguía a su madre por el pasillo.

“- Oh Dios mío… ¿Es tu hija? ¡Pero qué guapa está! ¿Cómo ha ido todo por Europa?....”

Las compañeras de Encarna poco a poco fueron atrapándolas a ambas en medio de saludos y preguntas curiosas. Esther tuvo que hacer grandes esfuerzos para atender a las enfermeras, mientras su campo de visión limitado quería seguir indagando hasta localizar a Maca.

-       Sí, ¿verdad que sí…? -contestó Encarna-.
-       Muy bien, ha sido toda una aventura –contestaba Esther a las preguntas-

Tras algo más de quince minutos consiguieron subir al ascensor que les llevaría a planta.

-       ¿Cómo lo llevas? –le preguntó su madre aprovechando que estaban solas-.
-       Me va a dar un ataque al corazón, mamá –le confesó Esther. Nunca había estado tan nerviosa-.
-       Jajaja… entonces creo que estás en el lugar más indicado –bromeó su madre y le apretó la mano para darle fuerzas-.

Esther cerró los ojos tomando aire antes de que la señal del ascensor se detuviera.

-       Venga, vamos allá. Seguro que Maca anda con Cruz –la animó su madre, y Esther la siguió cuando enfiló el pasillo-.

Apartamento de Maca

-       ¿Lo llevas todo? –le preguntó Verónica ayudando a Maca a empacar la última maleta-.
-       Creo que sí. Al menos lo imprescindible –le contestó Maca encogiéndose de hombros-.


La verdad es que Maca estaba bastante nerviosa. Excitada por el paso que estaba dando en su vida, pero también algo aterrada ante lo desconocido.

-       ¿Tenemos que pasar por el hospital para algo o…?
-       No, me despedí de todos el viernes. Además, no creo que tuviera fuerzas para pasar por ese trago una vez más. Tengo la sensación de que estoy a punto de poner mi vida patas arriba… otra vez –confesó Maca incapaz de acallar por más tiempo las dudas que le acechaban-.

Verónica sabía a lo que se refería. A Maca le había costado muchísimo aceptar la beca pese a ser una de las ilusiones de su vida, y el motivo tenía nombre de mujer, Esther.

Maca continuó revisando que lo tenía todo y Verónica la siguió de cerca.

-       ¿De verdad no piensas llamarla para despedirte? –le preguntó por enésima vez en los últimos días-.
-       ¿Para qué? No sabría ni por dónde empezar, qué decirle… no, es mejor así –Maca había luchado los dos últimos meses para no llamar ni alimentar las esperanzas de Esther. Ella se iría al finalizar el curso, y pese a que Esther siempre sería una de las personas más importantes de su vida, no podía ser egoísta y alimentar la idea de una relación a distancia-.
-       No digas tonterías, le vas a partir el corazón cuando vuelva y vea que te has ido  –le dijo Verónica -.
-       Creo que eso ya lo hicimos hace dos meses, ¿no te parece? -pronunció Maca rendida-. Vero, ¡se acabó! Tengo que rehacer mi vida, ya he escogido lo que quiero hacer, y no puedo seguir aferrándome a la ilusión de un “amor idílico” en el que Esther me espera, e hipotecamos cinco años inciertos de nuestras vidas. Es hora de que cada una siga su camino.
-       Lo sé, lo sé… es sólo que… No te veo feliz –se atrevió a comentarle su amiga-. Me gustaría verte feliz, Maca.

Maca se acercó a ella, y luego la abrazó. Aquel año las había unido a un nivel que ninguna de las dos hubiera imaginado nunca.

-       Lo seré. Quizá no hoy, ni mañana… pero te prometo que lo seré –le dijo Maca agradeciendo en silencio que se preocupara por ella-.

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HOSPITAL CENTRAL.

-       ¿Mamá, la has visto? –le preguntó Esther inquieta-.

Había esperado por los pasillos a que su madre se cambiara e hiciera los trámites de su incorporación, pero no había rastro de Maca y su nerviosismo seguía aumentando ante la idea de volver a verla.

-       No, aún no. Ven, tengo que ir a comprobar la lista de quirófanos, seguro que anda por allí y la vemos –le contestó su madre-.

Esther siguió a su madre, cada vez con menos paciencia ante la gente que las saludaba deteniendo su camino. El corazón le latía en el pecho tan fuertemente, que el hablar de la gente era un mero murmullo que le llegaba aplacado hasta los oídos. Por fin llegaron al puesto de enfermeras de la planta de quirófanos, y tras algunos saludos, Encarna formuló la pregunta.

-       Mmm… María, ¿sabes si la doctora Wilson opera hoy con Cruz?
-       ¿Maca? No, que va. Se despidió el viernes…
-       Cómo… ¿cómo que se despidió el viernes? –preguntó Encarna sin llegar a entender lo que su compañera le decía-.
-       Ohh… calla. ¡Qué no te has enterado! –María abrió mucho los ojos, encantada de ser la portadora de un chisme como aquel-. El viernes, Cruz nos anunció, así por sorpresa, que a la doctora Wilson la habían premiado con la beca esa tan importante que conceden a nivel nacional para ir a investigar a los países subdesarrollados… ¿Te imaginas? Sólo conceden dos cada cinco años, y este año se lo han dado a una de las nuestras. Nos quedamos todos alucinando porque lo tenía súper callado, aunque todas ya sabíamos que Maca no era una médico del montón. Esa chica a nacido para esto. La pobre parecía vivir aquí de las horas que le ha echado a la carrera. Es cierto que era muy reservada, pero tan buena chica. Cruz encargó un pequeño catering para despedirse de ella en la planta de pediatría, y la verdad es que se nos va a hacer raro no verla corretear por estos pasillos. ¡Ya te lo digo yo! –concluyó la enfermera, sin percatarse de que la cara de Esther se apagaba al conocer la noticia-.

Maca iba a irse fuera del país.

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Aeropuerto de Madrid.

-       ¿De verdad que quieres pasar ya el control? ¿No prefieres que vayamos a la cafetería y me espere contigo un rato más hasta que sea la hora? –le preguntó Verónica que no se quedaba tranquila dejándola con tanta antelación en el aeropuerto-.
-       Que no… vete. Los de la mudanza no te han dicho hora, y es mejor que estés en casa y no te pille el tráfico por si acaso. Además, ya me has ayudado a facturar las maletas, ahora paso el control de seguridad y me tomo algo tranquilamente en la cafetería de dentro y miro algunas tiendas hasta que embarquemos. De verdad, necesito estar tranquila. Gracias por todo –le dijo Maca abrazando a Verónica por última vez-.

Verónica estrechó su abrazo prolongándolo más de lo debido. La iba a echar mucho de menos, y aunque ya habían llorado en casa, sabía que si pensaba demasiado en ello volvería a hacerlo.

-       Te quiero, cuídate. ¿Me lo prometes? –le pidió Verónica antes de atreverse a soltarla-.
-       Yo también a ti. Claro que te lo prometo –le aseguró Maca con cariño y luego se separaron un poco-. Tú también tienes que prometerme que estarás bien, que te cuidarás y que contestarás a mis emails para decirme como van las cosas y tus revisiones.
-       Eso está hecho. No vas a librarte de mí tan fácilmente –le dijo Verónica y una risa con lágrimas apareció en su rostro-.
-       Oh… me vas a hacer llorar otra vez –Maca también estaba sensible y volvieron a abrazarse-.
-       Pues te jodes –le espetó Verónica, y ambas se rieron mientras contenían unas lágrimas nerviosas-.

Finalmente, Maca la besó y le dijo adiós. Verónica espero a que pasara el control de seguridad, y luego volvió al aparcamiento a por su coche incapaz aún de asimilar, que una de las persona más importantes de su vida no estaría cerca de ella cuando despertara a la mañana siguiente.

Dos horas más tarde. Apartamento de Maca.

El timbre de la calle sonó, y Verónica dejó la caja que estaba transportando en el suelo.

-       ¿Sí? –contestó creyendo que serían otra vez los de la mudanza con alguna caja olvidada-.
-       Eh… ¿Maca?
-       No está, ¿quién pregunta por ella?
-       Soy… soy Esther

Un profundo silencio se hizo a ambos lados de la línea. De pronto el sonido de apertura de la puerta se impuso, y la voz desconocida le indicó que subiera. Esther se quedó con la puerta abierta en la mano, dudando apenas un segundo, pero luego entró y subió las escaleras corriendo, porque había tomado la decisión firme de hablar con Maca tras enterarse de la noticia. Cuando llegó al apartamento de Maca y vio a Verónica en la puerta, el corazón se le estranguló como si con una mano se lo retorcieran.

-       ¡Esther! ¡Pasa, por favor, pasa! –la invitó a entrar Verónica al verla paralizada en el rellano ante ella-.

Esther entró y apenas escuchó el sonido de la puerta cerrarse a sus espaldas, cuando de pronto se vio en medio de aquel apartamento donde Maca y ella se habían acostado juntas por primera vez. El olor de aquellas cuatro paredes, se coló en ella provocándole un temblor involuntario ante los recuerdos vividos.

-       ¿Te apetece algo de beber? –le preguntó Verónica por segunda vez, Esther parecía no haberle escuchado a la primera-.
-       Un poco de agua, gracias –le dijo Esther volviendo al presente-.

Verónica asintió y fue hacia la cocina. Sin saber por qué estaba nerviosa, y el echo de que Esther la siguiera acentuó su inquietud.

-       Ten –le brindó el vaso de agua Verónica-.

Esther lo cogió con ambas manos sin dejar de mirar su contenido. El silencio entre ambas se prolongó de un modo pesado y perturbador. Verónica no sabía qué decir, ni qué hacer… Esther velaba sus pensamientos bajo un rostro impenetrable.

-       Perdonar por interrumpir así, no sabía que estabais de mudanza –habló por fin Esther-.

“¿Perdonar? ¿estabais?... oh, mierda”. Verónica cayó en la cuenta de lo que Esther se estaba imaginando tras escucharla hablar en plural.

-       No, bueno… digo sí, me estoy mudando, pero no es... –intentó aclarar la situación Verónica. Esther ya le tenía suficiente manía como para agravar más las cosas dejando que se imaginara que ella y Maca habían terminado juntas tras su ruptura-.
-       Tranquila, no tienes que darme explicaciones… yo no tengo derecho… bueno yo… lo siento –se disculpó Esther mucho más afectada de lo que hubiera querido. Dejó el vaso de agua rápidamente sobre la primera mesa que encontró e intentó salir de allí antes de perder del todo los papeles y ponerse a llorar delante de Verónica-.
-       Espera Esther… -la detuvo Verónica viendo que huía, atreviéndose a agarrarla del brazo para frenarla-. Maca y yo no estamos juntas. Me mudo a su apartamento, porque ella se ha ido.

Las palabras cayeron en el estómago de Esther como una mala digestión.

-       ¿Cómo… cómo que se ha ido? –preguntó deteniéndose en seco-.

Esther fue consciente por primera vez de los nervios y la tensión mal disimulada en el rostro de “la rubia”. Verónica no parecía ser la mujer que su mente recordaba, y Esther la observó extrañada mientras la redescubría, esperando su respuesta.

-       La he dejado hace un par de horas en el aeropuerto. Su vuelo salió hace media hora. Lo siento –le dijo Vero-.

Esther parpadeó sin lograr comprender porque Verónica se mostraba tan alicaída, tan tensa.

-       Pero, va a volver… ¿no? –sin querer su boca pronunció la pregunta cuya respuesta temía-. En el hospital me dijeron que le han concedido una beca, supongo que estará unos meses fuera, y luego…

El gesto negativo en la cabeza de Verónica paró su aliento al mismo tiempo que su corazón.

-       Esther, a Maca le han concedido una beca de cinco años. No… no va a volver. Lo lamento… de veras, que siento que te…

Esther no escuchó nada más. Los labios de Verónica se movieron frente a ella, pero el mundo ensordeció tras escuchar que Maca se había marchado sin tan siquiera despedirse. La sensación de vacío y abandono se hizo tan intensa, que Esther notó como su cuerpo se helada rápidamente por dentro… “No va a volver, se ha ido… Se ha terminado, de verdad a terminado conmigo”. Tras aquellos pensamientos, Esther vio como las luces se apagaban poco a poco tras sus párpados, hasta que su mente se quedó completamente en blanco y no sintió nada más. Esther se había desmayado.


n  Fin (TOMO 2)

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