Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
13:
- Oh, oh…
¡no lo estás diciendo en serio! ¡Me tomas el pelo!
- No, lo
digo muy en serio –le confirmó Maca-.
- ¿Una
prostituta? ¿Piensas ir con una prostituta al club? –Ana no daba crédito a lo
que oía-.
- Es una
acompañante -quiso remarcar Maca excusándose-.
-
Acompañante, acompañante… -Ana andaba de un lado a otro de la habitación,
mientras Maca sonreía desde su asiento-. Contéstame a una cosa, ¿le vas a pagar
por “acompañarte”?
- Sí,
claro.
- ¿Y si le
pagas por acostarse contigo, lo haría? –le preguntó de nuevo Ana-.
- Sí,
supongo que sí –volvió a contestar Maca a su amiga-.
- Entonces,
¿qué diferencia hay entre acompañante y prostituta? ¡Por el amor de Dios,
Macaaaa! - Ana se sentó cerca de su amiga-. ¡Es que quieres matar a tu madre a
disgustos!, ¿es eso?
Maca
esbozó una sonrisa traviesa que a Ana la hizo gritar.
-
aggggggggg…. ¡eres increíble! –dijo Ana desesperada y se puso otra vez de pie-.
- Oh,
venga Ana… mi madre no lo va a saber, no lo va a saber nadie excepto tú –le
dijo Maca poniéndose de pie y yendo hacia su amiga-.
- ¡De verdad
que no lo entiendo! Las mujeres se tiran a tus pies, y tú no haces más que
destrozarte la vida. ¿Por qué no vas con alguien agradable para variar? ¿Por
qué no dejas de jugar, de esconderte? –le preguntó con dulzura su amiga-.
- No puedo
Ana, quiero pero no puedo salir de esto. No lo controlo, por eso necesito ir
con una profesional. Con Esther estaré a salvo –contestó Maca con un hilo de
voz que puso en alerta a Ana-, el saber que ella es algo irreal creo que me
ayudará a controlarme. Además, no espera nada de mí así que no puedo hacerle
daño, ¿verdad?
- ¡Oh
cariño! Tú eres perfecta, no hay nada malo en ti, ¿por qué dices eso? –Ana la
abrazó con ternura y Maca se dejó arropar- ¿Qué hizo esa hija de puta contigo?
¿Por qué estás así? Sé que no me lo vas a decir, pero te juro que algún día
Azucena me las pagará, ya lo creo que me las pagará.
Maca se
apartó con delicadeza de Ana.
- No
quiero hablar de ella Ana -le dijo Maca-, confía en mí, lo solucionaré.
- Está
bien, está bien… confío en ti y si crees que yendo con una profesional te
sentirás mejor, yo te apoyo y jamás lo sabrá nadie –la tranquilizó Ana-.
- Gracias
Ana, eres una buena amiga -le dijo Maca esbozando una triste sonrisa. Recordar
los motivos que le habían impulsado a tomar aquella decisión, le hacían
sentirse triste y sola-.
- Bueno,
entonces… ¿Esther, no? –quiso Ana cambiar de tema-.
- Sí…
- ¿Y cómo
la conociste?
Maca la
miró y sin saber el porqué se sintió feliz contándole a Ana la noche que había
pasado con aquel ángel del infierno.
---
En el
apartamento de Esther otra conversación se cocía.
- Pero si
te lo devolví… -Eva insistía en que le había devuelto a Esther su traje de
noche, mientras permanecía tumbada en la cama-.
- Joder
Eva, te dije que lo necesitaba para hoy. Contaba con él y sabes lo maniática que
soy con esas cosas –le echaba la bronca Esther mientras rebuscaba en su cuarto
ropero-.
- Coño,
pues mira bien, si no tuvieras tanta ropaaaaa -Eva se puso en pie y entró en la
habitación que Esther tenía diseñada de ropero-. Joder, si es que esto es
inmenso, no me extraña que no lo encuentres, casi es como tu dormitorio. ¿Por
qué no te pones éste? A mí me gustas mucho con él.
Esther
miró el vestido rojo que Eva sostenía en las manos.
- Ya, pero
es la primera cita, no puedo llegar allí diciendo: “Oye mirarme… preguntaros
quien soy”… - Esther negó con la cabeza y siguió la búsqueda-. No, no, quiero
el negro con hilo plateado, es discreto pero a la vez lo suficientemente sugerente
como para que Maca quede contenta. Además no supo decirme ni su color favorito,
lo que me hace pensar que tiene en la cabeza tal embrollo que necesita
sencillez. El negro era perfecto, así que busca.
- Vale
jefa, tú mandas -continúo Eva mirando-. ¿Oye, lo sacarías de la bolsa de la
tintorería en la que te lo traje, no?
- ¿Lo
llevaste a la tintorería? –se giró de pronto Esther-.
- Ya te
dije que sí -le confirmó Eva poniendo los ojos en blanco-.
- Mierda….
Espera…
Esther
salió corriendo por el pasillo, si Eva lo había llevado a la tintorería
entonces estaría en el armario del vestíbulo todavía.
- Lo
tengo… está aquí –gritó Esther desde el vestíbulo, luego se fue acercando al
dormitorio mientras desenfundaba el vestido-. Ufff, menos mal.
Esther lo
revisó a la luz de la habitación, y se observó delante del espejo.
- ¡Es
perfecto para ella! –sonrió Esther imaginando la cara que pondría Maca-.
- Coño, y
para cualquiera –se quejó Eva-, pero como no te des prisa no vas a llegar a
tiempo.
Y mirando
el reloj de su mesita, Esther tuvo que salir corriendo a ducharse mientras Eva
se encargaba de buscarle el resto de complementos.
14
A las ocho
en punto, el BMW Z4 roadster titansilber de Esther aterrizaba en el
aparcamiento del hotel de Maca. El aparcacoches acudió a abrirle la puerta nada
más verla.
- Gracias
-le dijo Esther con su encantadora sonrisa-.
- Eh… de
nada -el muchacho casi tropezó de la impresión, luego se le quedó mirando
mientras Esther se perdía en el hall del hotel-.
Cuando
alcanzó el ascensor aprovechó que estaba sola para mirarse en el espejo…
“Perfecto, creo que le gustaré”, se apremió Esther frente al espejo. Cuando
alcanzó la septima planta salió del ascensor y se encaminó con paso seguro
hasta la habitación 708. El timbre sonó armónicamente, y unos pasos tranquilos
se adivinaron tras la puerta antes de abrirse.
- Hola,
¿me estabas esperando? –la saludó Esther alegremente-.
Maca
apenas pudo responder. Allí, en el quicio de la puerta, Esther estaba
insultantemente hermosa enfundada en un vestido negro que se ajustaba
perfectamente a las curvas que tan bien recordaba Maca. Un ligero bordado de
hilo plateado marcaba con relieves símbolos chinos sobre la suave tela y el
cabello castaño de Esther caía por aquella cara ligeramente maquillada con
rizos suaves y brillantes resaltando lo bello de su escote.
- ¿Puedo
pasar o prefieres seguir babeando en la puerta? –le dijo Esther con una sonrisa
que a Maca perturbó enormemente-.
- ¡Ay!
Perdona… debo parecer idiota… jajaja… pasa, pasa, es que estás…. –Maca se tomó
su tiempo, luego miró fijamente a Esther-. ¡Estás preciosa!
La
profundidad de los ojos de Maca hicieron que Esther se sintiera un poco
avergonzada.
- Gracias,
me complace ser de tu agrado –le respondió-.
Los
segundos en silencio ante la mirada de Maca la quemaban de un modo
insoportable, así que optó por hablar.
- ¿Y tú?
Todavía no estás vestida, ¿necesitas ayuda? –se ofreció Esther para desviar la
atención sobre otra cosa que no fuera ella-.
Maca se
miró, aún iba en pijama.
- Oh
perdona, no, es sólo que no sabía que ponerme. Prefería esperar hasta saber que
llevabas tú para no desentonar, ya sabes –le explicó Maca-. Voy a cambiarme,
aunque me lo has puesto realmente difícil.
Esther vio
como Maca se apresuraba a buscar en el armario.
- Venga,
no te creo. Con tu cuerpo cualquier cosa estará bien –le dijo Esther desde el
salón, pues no quería invadir demasiado la intimidad de Maca sin su
consentimiento-.
- ¿Qué te
parece esto? –Maca le enseñó un pantalón negro y una camisa blanca bordada de
cuello japonés-.
- Me
parece que estarás guapísima –le dijo Esther con una dulce sonrisa-.
- Bueno,
pues decidido. Ahora vuelvo, ponte cómoda.
- Ok
Esther
aprovechó la ausencia de Maca para salir al balcón de aquella fantástica
habitación. Las luces de Madrid prendían con intensidad. Aquella era una noche muy
agradable, ni frío ni calor… “Qué nos deparará la noche”, se preguntó Esther
mirando el cielo estrellado.
- ¡Una
cena a cambio de tus pensamientos!
La voz
sensual de Maca interrumpió el silencio de la noche. Esther se volvió a mirarla
y lo que vio la dejó extasiada, aquella mujer era una diosa. Sus piernas
esbeltas resaltaban bajo la tela y su dulce cintura, ahora enmarcada por un
fajín delicado de raso negro, exaltaba la sensualidad del claro contraste de
aquella camisa blanca y perfecta en el torso de su portadora. El cabello de
Maca caía recogido en una larga coleta sobre su hombro derecho. “¿Quién coño
eres realmente?”, se preguntó aturdida Esther.
- Pienso
que estás guapísima -dijo finalmente Esther-.
- Gracias,
entonces estamos empatadas, ¿no te parece? –le dijo sonriendo Maca-.
- Sí,
supongo que sí –le devolvió la sonrisa Esther-. Será mejor que me pongas un
poco al corriente de tus planes si no quieres que se den cuenta.
- ¿Qué
quieres decir? –le preguntó Maca frunciendo el ceño-.
Esther
sonrió ante la ingenuidad de aquella mujer, pero no se burló de ella, no podía.
- ¿Cómo me
vas a presentar? ¿Cómo quieres que te trate? ¿Qué es lo que quieres que haga?
Necesitamos aclarar ese tipo de cosas antes de ir a la cena, ¿no crees? –le
dijo Esther sentándose en una de las butacas de la terraza-.
Maca se le
quedó mirando, y decidió sentarse a su lado.
- Esto es
más complejo de lo que pensaba, yo nunca me planteo estas cosas. No sé, quiero
que seas tú, no quiero presentarte como nada, simplemente eres mi acompañante,
¿no puede ser así de sencillo? –le preguntó Maca-.
- jajajaj…
sí, puede serlo, pero he de advertirte que preguntarán –le dijo Esther
sonriendo-.
- Yo nunca
doy explicaciones, no creo que se sorprendan si esta noche tampoco las doy –le
explicó sinceramente -.
- Como tú
quieras, son tus reglas. Por mí no te preocupes, creo que sabré desenvolverme
–le aclaró Esther-. ¿Sigues prefiriendo que no te toque?
Maca la
miró con arrepentimiento por no ser de otra forma.
- Si no te
importa, prefiero que no, no me siento bien cuando me tocan mujeres que me
atraen –le dijo con toda la sinceridad de la que era capaz -.
- ¿Así
pues, te atraigo? –sonrió pícaramente Esther, aunque sabía la respuesta en el
mismo momento que había visto el brillo en sus ojos-.
Maca se
arrepintió de que se le hubieran escapado aquellas palabras.
- ¡Es
broma! Tranquila, no tienes que darme explicaciones, sólo necesitaba confirmar
que las reglas siguen siendo las mismas –la tranquilizó Esther con una
sonrisa-. ¿Nos vamos?
- Sí,
claro… llamaré a un taxi.
- Si lo
prefieres podemos ir en mi coche, creo que te gustará.
La mirada
brillante de Esther dejó tan intrigada a Maca que aceptó sin pensarlo.
- Pues
entonces vámonos –dijo Maca, y esperó a que Esther saliera delante de ella para
cerrar la puerta de la suite-.
Aquella
noche prometía ser al menos peculiar.
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