sábado, 7 de diciembre de 2013

Pretty Bollo -cap 13 y 14-




Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.


13:

­- Oh, oh… ¡no lo estás diciendo en serio! ¡Me tomas el pelo!
- No, lo digo muy en serio –le confirmó Maca-.
- ¿Una prostituta? ¿Piensas ir con una prostituta al club? –Ana no daba crédito a lo que oía-.
- Es una acompañante -quiso remarcar Maca excusándose-.
- Acompañante, acompañante… -Ana andaba de un lado a otro de la habitación, mientras Maca sonreía desde su asiento-. Contéstame a una cosa, ¿le vas a pagar por “acompañarte”?
- Sí, claro.
- ¿Y si le pagas por acostarse contigo, lo haría? –le preguntó de nuevo Ana-.
- Sí, supongo que sí –volvió a contestar Maca a su amiga-.
- Entonces, ¿qué diferencia hay entre acompañante y prostituta? ¡Por el amor de Dios, Macaaaa! - Ana se sentó cerca de su amiga-. ¡Es que quieres matar a tu madre a disgustos!, ¿es eso?

Maca esbozó una sonrisa traviesa que a Ana la hizo gritar.

- aggggggggg…. ¡eres increíble! –dijo Ana desesperada y se puso otra vez de pie-.

- Oh, venga Ana… mi madre no lo va a saber, no lo va a saber nadie excepto tú –le dijo Maca poniéndose de pie y yendo hacia su amiga-.
- ¡De verdad que no lo entiendo! Las mujeres se tiran a tus pies, y tú no haces más que destrozarte la vida. ¿Por qué no vas con alguien agradable para variar? ¿Por qué no dejas de jugar, de esconderte? –le preguntó con dulzura su amiga-.
- No puedo Ana, quiero pero no puedo salir de esto. No lo controlo, por eso necesito ir con una profesional. Con Esther estaré a salvo –contestó Maca con un hilo de voz que puso en alerta a Ana-, el saber que ella es algo irreal creo que me ayudará a controlarme. Además, no espera nada de mí así que no puedo hacerle daño, ¿verdad?
- ¡Oh cariño! Tú eres perfecta, no hay nada malo en ti, ¿por qué dices eso? –Ana la abrazó con ternura y Maca se dejó arropar- ¿Qué hizo esa hija de puta contigo? ¿Por qué estás así? Sé que no me lo vas a decir, pero te juro que algún día Azucena me las pagará, ya lo creo que me las pagará.

Maca se apartó con delicadeza de Ana.

- No quiero hablar de ella Ana -le dijo Maca-, confía en mí, lo solucionaré.
- Está bien, está bien… confío en ti y si crees que yendo con una profesional te sentirás mejor, yo te apoyo y jamás lo sabrá nadie –la tranquilizó Ana-.
- Gracias Ana, eres una buena amiga -le dijo Maca esbozando una triste sonrisa. Recordar los motivos que le habían impulsado a tomar aquella decisión, le hacían sentirse triste y sola-.
- Bueno, entonces… ¿Esther, no? –quiso Ana cambiar de tema-.
- Sí…
- ¿Y cómo la conociste?

Maca la miró y sin saber el porqué se sintió feliz contándole a Ana la noche que había pasado con aquel ángel del infierno.

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En el apartamento de Esther otra conversación se cocía.

- Pero si te lo devolví… -Eva insistía en que le había devuelto a Esther su traje de noche, mientras permanecía tumbada en la cama-.
- Joder Eva, te dije que lo necesitaba para hoy. Contaba con él y sabes lo maniática que soy con esas cosas –le echaba la bronca Esther mientras rebuscaba en su cuarto ropero-.
- Coño, pues mira bien, si no tuvieras tanta ropaaaaa -Eva se puso en pie y entró en la habitación que Esther tenía diseñada de ropero-. Joder, si es que esto es inmenso, no me extraña que no lo encuentres, casi es como tu dormitorio. ¿Por qué no te pones éste? A mí me gustas mucho con él.

Esther miró el vestido rojo que Eva sostenía en las manos.

- Ya, pero es la primera cita, no puedo llegar allí diciendo: “Oye mirarme… preguntaros quien soy”… - Esther negó con la cabeza y siguió la búsqueda-. No, no, quiero el negro con hilo plateado, es discreto pero a la vez lo suficientemente sugerente como para que Maca quede contenta. Además no supo decirme ni su color favorito, lo que me hace pensar que tiene en la cabeza tal embrollo que necesita sencillez. El negro era perfecto, así que busca.
- Vale jefa, tú mandas -continúo Eva mirando-. ¿Oye, lo sacarías de la bolsa de la tintorería en la que te lo traje, no?
- ¿Lo llevaste a la tintorería? –se giró de pronto Esther-.
- Ya te dije que sí -le confirmó Eva poniendo los ojos en blanco-.
- Mierda…. Espera…

Esther salió corriendo por el pasillo, si Eva lo había llevado a la tintorería entonces estaría en el armario del vestíbulo todavía.

- Lo tengo… está aquí –gritó Esther desde el vestíbulo, luego se fue acercando al dormitorio mientras desenfundaba el vestido-. Ufff, menos mal.

Esther lo revisó a la luz de la habitación, y se observó delante del espejo.

- ¡Es perfecto para ella! –sonrió Esther imaginando la cara que pondría Maca-.
- Coño, y para cualquiera –se quejó Eva-, pero como no te des prisa no vas a llegar a tiempo.

Y mirando el reloj de su mesita, Esther tuvo que salir corriendo a ducharse mientras Eva se encargaba de buscarle el resto de complementos.

14

A las ocho en punto, el BMW Z4 roadster titansilber de Esther aterrizaba en el aparcamiento del hotel de Maca. El aparcacoches acudió a abrirle la puerta nada más verla.

- Gracias -le dijo Esther con su encantadora sonrisa-.
- Eh… de nada -el muchacho casi tropezó de la impresión, luego se le quedó mirando mientras Esther se perdía en el hall del hotel-.

Cuando alcanzó el ascensor aprovechó que estaba sola para mirarse en el espejo… “Perfecto, creo que le gustaré”, se apremió Esther frente al espejo. Cuando alcanzó la septima planta salió del ascensor y se encaminó con paso seguro hasta la habitación 708. El timbre sonó armónicamente, y unos pasos tranquilos se adivinaron tras la puerta antes de abrirse.

- Hola, ¿me estabas esperando? –la saludó Esther alegremente-.

Maca apenas pudo responder. Allí, en el quicio de la puerta, Esther estaba insultantemente hermosa enfundada en un vestido negro que se ajustaba perfectamente a las curvas que tan bien recordaba Maca. Un ligero bordado de hilo plateado marcaba con relieves símbolos chinos sobre la suave tela y el cabello castaño de Esther caía por aquella cara ligeramente maquillada con rizos suaves y brillantes resaltando lo bello de su escote.

- ¿Puedo pasar o prefieres seguir babeando en la puerta? –le dijo Esther con una sonrisa que a Maca perturbó enormemente-.
- ¡Ay! Perdona… debo parecer idiota… jajaja… pasa, pasa, es que estás…. –Maca se tomó su tiempo, luego miró fijamente a Esther-. ¡Estás preciosa!

La profundidad de los ojos de Maca hicieron que Esther se sintiera un poco avergonzada.

- Gracias, me complace ser de tu agrado –le respondió-.

Los segundos en silencio ante la mirada de Maca la quemaban de un modo insoportable, así que optó por hablar.

- ¿Y tú? Todavía no estás vestida, ¿necesitas ayuda? –se ofreció Esther para desviar la atención sobre otra cosa que no fuera ella-.

Maca se miró, aún iba en pijama.

- Oh perdona, no, es sólo que no sabía que ponerme. Prefería esperar hasta saber que llevabas tú para no desentonar, ya sabes –le explicó Maca-. Voy a cambiarme, aunque me lo has puesto realmente difícil.

Esther vio como Maca se apresuraba a buscar en el  armario.

- Venga, no te creo. Con tu cuerpo cualquier cosa estará bien –le dijo Esther desde el salón, pues no quería invadir demasiado la intimidad de Maca sin su consentimiento-.
- ¿Qué te parece esto? –Maca le enseñó un pantalón negro y una camisa blanca bordada de cuello japonés-.
- Me parece que estarás guapísima –le dijo Esther con una dulce sonrisa-.
- Bueno, pues decidido. Ahora vuelvo, ponte cómoda.
- Ok

Esther aprovechó la ausencia de Maca para salir al balcón de aquella fantástica habitación. Las luces de Madrid prendían con intensidad. Aquella era una noche muy agradable, ni frío ni calor… “Qué nos deparará la noche”, se preguntó Esther mirando el cielo estrellado.

- ¡Una cena a cambio de tus pensamientos!

La voz sensual de Maca interrumpió el silencio de la noche. Esther se volvió a mirarla y lo que vio la dejó extasiada, aquella mujer era una diosa. Sus piernas esbeltas resaltaban bajo la tela y su dulce cintura, ahora enmarcada por un fajín delicado de raso negro, exaltaba la sensualidad del claro contraste de aquella camisa blanca y perfecta en el torso de su portadora. El cabello de Maca caía recogido en una larga coleta sobre su hombro derecho. “¿Quién coño eres realmente?”, se preguntó aturdida Esther.

- Pienso que estás guapísima -dijo finalmente Esther-.
- Gracias, entonces estamos empatadas, ¿no te parece? –le dijo sonriendo Maca-.
- Sí, supongo que sí –le devolvió la sonrisa Esther-. Será mejor que me pongas un poco al corriente de tus planes si no quieres que se den cuenta.
- ¿Qué quieres decir? –le preguntó Maca frunciendo el ceño-.

Esther sonrió ante la ingenuidad de aquella mujer, pero no se burló de ella, no podía.

- ¿Cómo me vas a presentar? ¿Cómo quieres que te trate? ¿Qué es lo que quieres que haga? Necesitamos aclarar ese tipo de cosas antes de ir a la cena, ¿no crees? –le dijo Esther sentándose en una de las butacas de la terraza-.

Maca se le quedó mirando, y decidió sentarse a su lado.

- Esto es más complejo de lo que pensaba, yo nunca me planteo estas cosas. No sé, quiero que seas tú, no quiero presentarte como nada, simplemente eres mi acompañante, ¿no puede ser así de sencillo? –le preguntó Maca-.
- jajajaj… sí, puede serlo, pero he de advertirte que preguntarán –le dijo Esther sonriendo-.
- Yo nunca doy explicaciones, no creo que se sorprendan si esta noche tampoco las doy –le explicó sinceramente -.
- Como tú quieras, son tus reglas. Por mí no te preocupes, creo que sabré desenvolverme –le aclaró Esther-. ¿Sigues prefiriendo que no te toque?

Maca la miró con arrepentimiento por no ser de otra forma.

- Si no te importa, prefiero que no, no me siento bien cuando me tocan mujeres que me atraen –le dijo con toda la sinceridad de la que era capaz -.
- ¿Así pues, te atraigo? –sonrió pícaramente Esther, aunque sabía la respuesta en el mismo momento que había visto el brillo en sus ojos-.

Maca se arrepintió de que se le hubieran escapado aquellas palabras.

- ¡Es broma! Tranquila, no tienes que darme explicaciones, sólo necesitaba confirmar que las reglas siguen siendo las mismas –la tranquilizó Esther con una sonrisa-. ¿Nos vamos?
- Sí, claro… llamaré a un taxi.
- Si lo prefieres podemos ir en mi coche, creo que te gustará.

La mirada brillante de Esther dejó tan intrigada a Maca que aceptó sin pensarlo.

- Pues entonces vámonos –dijo Maca, y esperó a que Esther saliera delante de ella para cerrar la puerta de la suite-.


Aquella noche prometía ser al menos peculiar.

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