viernes, 13 de diciembre de 2013

Pretty Bollo -cap 15 y 16-



Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.

Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.



15:

El camino hasta el club fue toda una odisea para Maca, jamás se hubiera imaginado que Esther condujera un descapotable como aquel, y es que tenía que reconocer que su concepto sobre el “empleo más viejo del mundo” estaba totalmente estereotipado. Esther no tenía nada de vulgar ni oscuro, era dulce, alegre y muy abierta. Su jovialidad ante todo lo que decía llenaba de vida hasta el más insignificante detalle. Era culta, inteligente y mordaz… hablar con ella era un regalo de comodidad y cercanía, y Maca no pudo evitar sentirse decepcionada cuando tuvieron que bajar del vehículo, pues hubiera querido quedarse a solas con ella durante más tiempo.

Durante las siguientes dos horas Esther no se separó de ella ni un sólo momento, sorprendiendo a Maca con su facilidad para sociabilizar con todo aquel que se le presentaba. La gente se quedaba prendada de ella y de su forma de pensar, y Maca apenas hablaba lo justo porque le resultaba tan raro encontrar a alguien que mereciera ser escuchado en su día a día, que no quería perderse ni una sola palabra que saliera de su boca. Maca estaba encantada por lo fácil que le resultaba todo teniendo a Esther cerca. El tiempo volaba y sin embargo no había tenido necesidad de beber y beber para pasar el mal trago de toda aquella gente. El que Esther jamás bebiera alcohol también había ayudado, pues no quería parecer la típica niña rica que se emborrachaba de fiesta en fiesta, dejando una imagen lamentable. Hacia la una de la noche la gente empezó a marcharse, sólo los más jóvenes permanecieron a la espera de las actuaciones prometidas.

- Gracias Esther –le dijo Maca sinceramente, aprovechando que estaban a solas en un rincón de la sala-.
- ¿Por qué? –le preguntó Esther con su encantadora sonrisa, esa que parecía que nunca se fundía-.
- Por hacer que todo sea tan fácil, por no tener que dar explicaciones… ¡por ser tan maravillosa! –le dijo Maca con total sinceridad-. Aunque no lo parezca, no se me dan nada bien estos actos sociales, hace tiempo sí, pero ahora mismo son lo último que me apetece y tú hoy has hecho que vuelva a disfrutar de la gente. Así que gracias.

Esther se quedó mirándola, meditando el verdadero contenido de aquellas palabras. Decidió que aún era demasiado pronto para hacer conjeturas.

- De nada, me alegro que te haya gustado nuestra cita -contestó Esther-.
- Por cierto, ¿estás cansada? ¿Quieres que nos vayamos ya? –le preguntó Maca con cortesía-.
- Lo que tú prefieras, aún no me has dicho como quieres que termine este encuentro –le dijo calmadamente Esther, pero en su mirada había una picardía que dejó a Maca temblando-.
- Ehh… esto… yo…
- jajajaja… no te me pongas nerviosa. Sólo dime que es lo que te gustaría que pasara –le calmó Esther, sabía que para Maca todo aquello era nuevo, y aunque en su primera noche le había parecido muy firme, a lo largo de aquella cita se había dado cuenta de la ternura y vulnerabilidad que escondía. La gente la adoraba y ella era encantadora cuando se relajaba, sólo que por algún motivo una sombra negra la acechaba constantemente-.
- Yo no necesito sexo Esther, pero he de reconocer que no duermo bien por las noches y que dormir a tu lado me reconfortó -le confesó Maca calmadamente-. Así que si tú puedes, me gustaría que te quedaras conmigo esta noche, te pagaré  por supuesto -se apresuró a indicarle Maca-.

Esther la miró con una sonrisa… “¿cómo puede estar tan perdida alguien cómo ella?”. No quería tocarla, pero se permitió apartarle el cabello de la cara para probar que pasaba. Por unos segundos notó como la respiración de Maca se paraba al sentir el gesto, pero no le dijo nada.

- Esta noche no hace falta que me pagues, te dije que te debía una, y ya que sólo vamos a dormir juntas, no te cobraré -le dijo Esther dulcemente-. Tampoco te tocaré si no quieres.
- Gracias –contestó aliviada Maca-. Entonces, ¿nos vamos?
- Cuando quieras…

Maca sonrió y se puso de pie. Por alguna extraña razón no se sentía amenazada por Esther, así que le tendió la mano para ayudarla a levantarse del asiento. Esther se sorprendió de que le dejara tocar su mano, pero la aceptó para posteriormente dejarla en libertad. Aún era pronto, y ella sabía esperar.


El trayecto hasta el hotel fue un poco más silencioso, Maca parecía ausente mirando el cielo despejado desde el asiento reclinable. Esther por otra parte trataba de enlazar todas las pequeñas pistas… “¿Por qué siempre tienes que interesarte por los bichos raros?.. le preguntaba su conciencia…” “¡Por qué son los que más sufren!... se decía a sí misma” “Pero tú no eres la salvadora del mundo… volvía a recriminarle su mente”. “No, no lo soy pero no puedo evitarlo… me gusta estar con ellas, me necesitan tanto como yo las necesito. Dan sentido a lo que soy, a lo que hago”. “ Algún día te quemarás… te harán daño, sufrirás”… Esther suspiró en silencio… “ya sufro, sufro con ellas, por eso no puedo evitar querer ayudarlas”, puso punto y final Esther a su conciencia y dejó su cabeza en blanco fija tan sólo en la carretera.

Cuando entraron en la habitación Esther notó la tensión que se había instaurado entre ellas, así que decidió que era hora de ponerse el disfraz y trabajar.

- ¿Sabes? –Maca se giró en busca de su voz-. Acabo de percatarme de que no he traído el pijama en el bolso.

Le dijo Esther con malicia, pues era evidente que nadie llevaría un pijama encima en una cita.

- Yo te puedo prestar uno si quieres -se ofreció Maca desconcertada, acababa de darse cuenta de que había dado por hecho que Esther dormiría desnuda-
- ¿Y por qué no dejamos los pijamas donde están y nos quitamos mejor esta ropa? –Esther se acercó peligrosamente hacia Maca sin dejar que sus cuerpos se tocaran, pero tan cerca que el calor que desprendían se hizo palpable-.

Maca sintió como la sangre se asomaba a su garganta, de pronto sintió nauseas. Esther se percató de que algo iba mal. Aquella mujer era muy distinta a la “rompe corazones” que había conocido dos semanas atrás, era mucho más vulnerable.

- ¿Estás bien? ¡Sólo estaba bromeando! Conmigo no tienes que sentirte obligada a nada, pensé que ya lo sabrías –le aclaró Esther arrodillándose en el suelo, viendo que Maca había tenido que sentarse en la cama-.
- No, no, perdona… estoy bien, sólo un poco cansada –mintió Maca, Esther lo sabía pero lo dejó pasar-. Ya, ya estoy un poco mejor, gracias.
- ¿Seguro? –le preguntó Esther-.
- Sí, seguro –Maca esbozó una ligera sonrisa-. Pero si no te importa, prefiero que durmamos vestidas, hoy no he bebido y no tengo atontados mis sentidos, así que no sé cómo puedo reaccionar contigo.

A Maca se le habían escapado las palabras sin pensar. Esther trató de asimilar lo más rápido posible aquel torrente de información. “Necesita beber para controlarse, ¿pero qué es lo que necesita controlar? No la entiendo… normalmente suele ser al revés, beben para desinhibirse”.

- Como quieras, ya te dije que conmigo será fácil –le dijo sonriendo Esther, y Maca asintió aliviada. Luego buscó en un cajón un pijama y se lo tendió.

Maca se cambió en el cuarto de baño, y luego lo hizo Esther. Cuando salió encontró a Maca sentada en la terraza, decidió que debía tranquilizarla con un poco de charla antes de que fueran a acostarse.

- ¡Una cena por lo que estás pensando! –le dijo Esther recordando lo que aquella misma noche Maca le había dicho-.

Maca sonrió con dulzura, sin embargo Esther vio que sostenía un vaso de whisky en la mano y que otro descansaba vacío en la pequeña mesita.

- ¿Sigues nerviosa? –le preguntó señalando con la mirada el vaso que sostenía-.

Maca miró por unos instantes el vaso, no había querido hacerlo, pero se sentía incapaz de dormir al lado de aquel cuerpo estando totalmente sobria.

- Sólo serán un par de copas, no te preocupes -le dijo Maca-. Estoy bien.

Esther se sentó a su lado.

- No me preocupo. Sé que estarás bien –la reconfortó Esther-, además estoy yo aquí. ¿Qué podría pasarte con un partido como yo a tu lado?
- jajaja… -Maca se serenó con su humor-… nada malo, eso seguro. ¿Te puedo preguntar algo?
- Claro, dispara –la animó Esther-.
- ¿Cómo funciona esto? Quiero decir… -Maca quería expresarlo sin que sonara de un modo ofensivo-… ¿Cómo funciona lo de tener una cita contigo? ¿Cómo valoras tu trabajo? ¡No sé, me tiene intrigada! Jamás me imaginé que alguien como tú existiera, siempre había tenido un concepto de la prostitución muy diferente… espero que no te ofendas.

Esther sonrió. No era la primera ni sería la última que le haría aquellas preguntas.

- Bueno, es lógico supongo. Lo de tener una cita conmigo es fácil, me llamas y yo decido si sí o si no –le dijo Esther-.
- ¿Pero qué es lo que te hace decidir si sí o si no? ¿el que sean guapas? ¿ricas?... ¿el qué? No lo entiendo… -siguió interrogándola Maca suavemente-.
- Bueno, eso es un poco más complejo. Partamos de la base de que mi tarjeta no es de dominio público, normalmente suele ser que te haya puesto en contacto conmigo alguna cliente anterior. Nos vemos, pasamos un rato juntas y luego yo decido si te doy mi teléfono particular. Si te lo doy es que dejo abierta la puerta para querer verte de nuevo. El que decida dártela o no, depende de muchas cosas, pero sobre todo de dos reglas fundamentales: la primera y principal es que yo no detecte que lo que buscas es un polvo sucio y rápido, jamás dejo que me traten como un objeto. Cumplo sus fantasías sí, pero me tratan con respeto, el mismo que yo les tengo a ellas; y la segunda es que yo sienta que puedo ayudarte, que sepa que me necesitas.

Maca asimiló toda aquella información.

- ¿Creíste que te necesitaba? Por eso me diste tu tarjeta, ¿no es cierto? –Maca se sentó para ver su respuesta. Una extraña sensación amenazaba con dominarla-.

Esther sonrió provocándola.

Maca la miró, y apuró su vaso.


- ¿Y qué es lo que crees que puedes hacer por mí? ¿Qué soy para ti, un experimento? ¿La niña rica a la que vas a conseguir tocar y sacarle el dinero?... ¿Crees que te necesito para eso? ¡Yo puedo tener a quien quiera! –la ira de Maca era enfermiza, el que Esther la compadeciera la hería, sufría, le hacía sentirse utilizada y no lo permitiría-.

Esther no se alarmó por su repentina reacción, se la esperaba en cuanto la vio aferrada a aquel vaso. Adoptó la sumisión.

- Aún no lo sé, ¿crees que puedo ayudarte? –le preguntó suavemente.

Maca se le quedó mirando… “Dios, quizá sí … pero aún no sé cómo… no sé si quiero que me ayudes”, pensaba Maca. En aquellos momentos no sabía si echarla o llevársela a la cama.

- Por qué no me tocas tú y vemos que pasa. Ahora ya has bebido, ¿no es eso? Ahora ya puedes pensar en tocarme, en dormir a mi lado… -prosiguió Esther ahora ya amenazante mientras se incorporaba en su asiento y se quitaba la camiseta brindándole la desnudez de sus pechos-.

Maca abrió los ojos como platos… “no, no puedo…. No, no quieroooo hacerlo, así no”. Maca se incorporó incapaz de tomar a aquella mujer de aquel modo, siendo tan consciente de su bajeza, con ese sentimiento de culpa que le recordaba lo que solía hacer con aquellas mujeres furtivas que torturaba de placer negándose luego a brindarles cualquier proximidad con ella. Maca empezó a dar vueltas en la habitación, tensa y acorralada. Esther se había hecho fuerte y ella aún no estaba borracha.

Esther entró tras ella colocándose de nuevo la camiseta del pijama.

- ¡Por qué me haces esto! –le gritó Maca con una lágrima resbalando por su mejilla-.
- Yo no quiero hacerte daño -Esther se aproximó hasta ella, Maca retrocedió hasta dar con el armario-. Pero puedo intentar ayudarte si tú me dejas.
- No por favor, no lo hagas -dijo Maca con un hilo de voz, pero Esther no la escuchó y se aproximó, pegando la cadera y su pecho contra ella, acorralándola contra la tibia madera-.

El cuerpo de Maca se tensó como un bloque de acero, apenas podía respirar… se estaba mareando, pero Esther no se apartó.

- No te toco, mis manos están aquí, quietas -le susurró Esther con cariño-. Sólo estamos apoyadas, como cuando alguien te abraza o como cuando bailas. Sin embargo fíjate en tu estado –Esther hablaba pero Maca jadeaba-… respira Maca, no voy a tocarte. Mírame, estás a salvo, conmigo estás a salvo, ¿no lo entiendes? Sólo es un contacto, no estamos haciendo nada.

El fuego que consumía a Maca era atronador. Aquella cadera, aquel pecho que respiraba y la apuñalaba, aquel calor corporal hacia que su sangre ardiera y no quería. Estaba paralizada por el miedo.

- No, no puedooo -suplicó Maca y miró a Esther angustiada-.
- Oh, vamos… claro que puedes… ¡Amaneciste pegada a mi cuerpo desnudo!, ¿recuerdas? –Esther no iba a perder aquella batalla. No estaba dispuesta a hacerlo-. ¿Cuál era la diferencia, Maca? ¡Piensa, piensa…! ¿Qué ha cambiado?

Esther aumentó la presión de su cadera contra la de Maca, no dejando que se apartara. Si quería quitarla de en medio tendría que empujarla con los brazos. Sin embargo no lo hacía. ¡No, no iba a perder!

- No lo sé, tú… tú dormías… -consiguió decir Maca temblando, luchando con aquella tempestad que crecía y crecía-
- ¿Y? –insistió Esther y movió su cadera para cambiar el peso de su cuerpo pero entonces Maca gimió con deseo-.

Esther se sorprendió de su facilidad, aquella mujer era un volcán… “¿por eso no quieres que te toquen? ¿Pero qué es lo que han hecho contigo?”…

Esther quiso suavizar su presión, pero sabía que no debía.

- ¿Y?... ¡Venga, Maca… DILOOO! –la apremió Esther con violencia-.
- ¡NO ERAS UNA AMENAZA! ¿CONTENTA? ¡NO ME SENTÍ AMENAZADA! –le dijo Maca totalmente mareada-.

Esther se separó rápidamente de ella, quería abrazarla, sostenerla, pero sabía que Maca no lo soportaría. La bella mujer se dejó caer hasta el suelo respirando con dificultad.

Tras unos minutos que parecieron eternos Maca habló.

- Dormías plácidamente… yo… yo sólo quería sentirte, sabía que no te despertarías, que no me tocarías… mientras me dejes controlarlo a mí, puedo dominarlo –le explicó con un hilo de voz -. No sé explicarlo mejor, pero es así. Por favor, no vuelvas a hacerlo, me duele.

Esther se sentó también en el suelo frente a ella, pero a distancia.

- No, no volveré a hacerlo hasta que estés preparada -le dijo Esther sonriéndole dulcemente-.

Maca se tranquilizó con aquella sonrisa. En el fondo se sentía aliviada de poder contarle aquello a alguien.

- ¿Crees ahora que puedo ayudarte? –le preguntó Esther y Maca asintió-. ¿Me dejarás intentarlo, acercarme lo suficiente?

- Lo intentaré, pero no puedo prometerlo –contestó sinceramente Maca-.

- Entonces no hay nada más que hablar. Por hoy hemos tenido bastante. Vamos, necesito dormir un poco, y tú también –la regañó Esther señalándola con el dedo índice-.
- Sí, lo necesito –confirmó Maca-.

A pesar de haber aceptado, Maca no pudo acostarse junto a Esther aquella noche. El recuerdo del calor de aquel dulce cuerpo y su propio gemido, la habían aturdido demasiado como para tentar a la suerte.

16:
El sonido de la puerta despertó a Maca en el salón.

- ¡Buenos días, preciosa! ¡Te he pedido el desayuno! –le susurró Esther sentada en la mesa baja del salón-. ¿Qué, el sofá ha sido cómodo?

Maca se percató de que estaba hecha girones en el sofá de la suite.

- ¡Dios, la verdad es que no! Esther siento no haber… -Maca quería disculparse por no haber podido dormir con ella-.
- shhhh… nada, no digas nada, lo sé. En parte me siento culpable, perdona por lo de anoche –se disculpó Esther dulcemente-, pero es que creí que era necesario para ti.
- Por favor, no te disculpes, en el fondo te lo agradezco -le dijo Maca y se sentó en el sofá frente a ella-. ¿Bueno, qué has pedido?
- Unas tostadas, café y zumo. No sabía que desayunarías, puedes pedir otra cosa si quieres –le dijo Esther señalando la bandeja-.
- ¿Y tú, no desayunas? –le preguntó Maca, acababa de darse cuenta que Esther estaba vestida nuevamente-.
- No, yo tengo que irme, sólo quería esperar a que te despertaras –le dijo Esther-.

Maca no quería separarse de aquella mujer, pero entendía que debía hacerlo. De todas formas aquella misma tarde tenía que regresar a Jerez así que se resignó.

- ¿Cuándo nos volveremos a ver? –le preguntó Maca-.

Esther sonrió con cariño.

- Cuando tú quieras –le respondió Esther-.
- ¿Puedo llamarte para sólo hablar? Por lo menos hasta que vuelva a Madrid –se atrevió a preguntarle Maca-.
- jajaja… sí, sí puedes. ¿Tienes mi número, no? –le contestó afablemente Esther y Maca se tranquilizó-.
- ¡Entonces te llamaré! –le dijo Maca-.
- ¡Entonces te responderé! –le confirmó Esther-. Bueno, nos vemos… cuídate.

Esther se levantó y fue hasta la puerta, pero Maca fue tras ella y la abrazó por la espalda. Esther no se lo esperaba así que se quedó quieta, a la espera. Sintió como la nariz de Maca se perdía entre su pelo y al rozarle la nuca sintió un ligero escalofrío, cerró los ojos. “Dios mío, como puede ser tan seductora” pensó, pero no se giró para verla.

- Sólo quería olerlo otra vez -le susurró Maca, y luego la soltó con delicadeza-.

Esther se repuso de aquel acto tal dulce lo mejor que pudo. Luego se giró y sonrió para ella.

- Puedes controlarlo mientras seas tú la que das el paso, ¿no es eso? –le recordó Esther la conversación que habían tenido por la noche-.

Maca asintió alegremente.

- Eso parece.
- ¡Está bien! Entonces será así, pero lo trabajaremos… la próxima vez –le dijo Esther con una sonrisa tan clara que Maca tuvo miedo de lo que escondían aquellas palabras-

Agradecida, y como si le hubieran quitado cien kilos de encima, devoró el desayuno como cuando era una niña feliz y sin preocupaciones, en cuanto Esther se hubo marchado.

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