Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
17
- Sra.
Wilson la llaman al teléfono.
La alta
mujer se giró para ver al muchacho que la llamaba. En la bodega no utilizaban
los móviles para no alterar el estado sobrio de los bidones, así que tendría
que ir a la cabina exterior.
- Me
disculpan un momento. Marcos les acompañará –se disculpó cortésmente Maca de
aquellos dos ejecutivos y enfiló hacia el teléfono-.
Cuando
cerró la puerta de la pequeña cabina, se sentó y cogió el auricular. El
muchacho le había indicado que era Ana.
- ¡Sabía
que no podías vivir sin mí! –le dijo Maca nada más coger el auricular.
- ¡Oh
claro que no! Eres mi arpía favorita -le contestó su amiga Ana-.
- jajaja…
vale, al menos me consideras algo tuyo –se rió Maca por su sarcasmo-. ¿Cómo
estás?
- ¡Echa un
manojo de nervios por tu culpa! –le contestó, pues el domingo Maca se había ido
sin poder reunirse con ella para contarle lo sucedido-.
- ¿Y eso
por qué? –Maca sabía muy bien por qué venía todo aquello, pero le divertía
sacar a Ana de sus casillas-.
- Por qué
dice la tía.. JA!... JA!… muy gracioso. ¿Me lo vas a contar o no? –le preguntó
Ana-.
-
¿Contarte, el qué? –se hizo la loca Maca conteniendo una risa-.
- Agrrr….
Vale, entro al trapo, ¿me puedes contar “Reina de la morería”, que pasó en tu
cita con la prostiiii??? ¿pleaseeeee? –le dijo Ana imitando una tranquilidad
que no tenía-.
-
jajajajjajajajaj…. ¿ahora ya se llama prostiii? … jjajajajajaj… Esther, se
llama Esther –la corrigió Maca sin saber por qué-.
- Bueno,
pues Esther. ¿Os acostasteis? –le preguntó inquieta-.
- ¿Desde
cuándo el que me acueste o no con una mujer ha pasado a ser la primera
pregunta? –le dijo Maca-.
- ¡Oh
Diooooooooooossssssssss! ¡Deja de contestarme con preguntas y dispara antes de
que me de un infartoooo! –la apremió su amiga-.
- Vale,
vale… mi cita con Esther fue mejor de lo que yo creía, se comportó
excepcionalmente y yo estuve relajada y alegre con la gente, así que para el
negocio ha sido fantástico. Mi padre está encantado, porque ha recibido un
montón de llamadas de amigos del club –le resumió escuetamente Maca a Ana-. En
cuanto a lo de si me acosté con ella, no, no me acosté con ella pero durmió en
mi habitación por si te interesa.
- ¿Qué si
me interesaaaaaa? ¡Pues claro que me interesa! ¿Y entonces que hicisteis? –Ana
estaba segura que había algo más-.
- Pues
nada, hablar y dormir, y ya… -le contó Maca-.
- ¿Hablar
y dormir? ¿Coñoooo, y por eso cobra? –Ana estaba más perdida que un pez fuera
del agua-.
- Joder,
no… no me cobró. Ainsss… es complicado de explicar –dijo Maca, dándose cuenta de
que aun no estaba preparada para contar lo se traía entre manos con aquella extraña mujer-.
- ¡No lo
entiendo! –se quedó a cuadros Ana-. ¿No te cobró? ¿Y eso que significa? ¿Qué le
gustas?
Maca se
quedó meditándolo un momento, era cierto que Esther no le había cobrado, pero
le había dejado claro que sólo era porque se sentía en deuda con ella por la
vez anterior. La verdad es que con la intensidad que cogió la noche, al final
no había podido aclarar con Esther cómo funcionaba el tema del dinero y las
citas formales.
- No me
cobró, y no creo que le guste. Bueno, quiero decir que sí, que algo le debo
gustar, porque sino no me habría aceptado como cliente, ¿no? Pero no creo que
fuera por eso por lo que no me cobró, lo hizo porque como la anterior vez se
quedó dormida pues se sentía en deuda supongo –empezó a relatar Maca sin ton ni
son-. Eso.
-
Aaaahhhh… -Ana estaba más a cuadros todavía, se le había quedado la cara de
“apagüetada” de Lina Morgan en el “Ultimo tranvía”-. ¡Pues no lo entiendo! ¿Oye
esto de las prostitutas es siempre así de complicado? Yo pensaba que pagabas,
follabas y ya.
Maca no
puedo contener la risa y estalló a carcajadas. Aunque le costara reconocerlo,
la verdad es que ella se sentía igual de fuera de juego que Ana, pues con
Esther las normas convencionales no existían. Una cita con ella era, como tener
una aventura a lo grande, nunca sabías cómo terminaría la noche.
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-¡Ohhhhhhhhh
Diossss, paraaaaaaaaa! ¡Ya voyyyyyyyyy!
Esther se
levantó de un salto de la cama, aquella noche no había dormido nada, y solo
hacía un par de horas que había conciliado un sueño profundo. Se encaminó a la
puerta, sabía que por la forma de llamar, Eva estaba al otro lado de la
mirilla.
- ¿Por
Dios, por qué siempre me tienes que levantar así? –le dijo Esther cuando se
encontró con su radiante sonrisa frente a frente- Pasa
- Agggg
nena, estás tremendamente buena aun hecha polvo –Eva la contempló en aquellos
pantalones cortos que dejaban al descubierto sus trabajadas piernas- ¿Qué pasa,
no has podido dormir?
- No. Estuve
investigando sobre la motorista y me dieron las tantas. Creo que estoy
empezando a llevarme el trabajo a casa –le contestó Esther mientras se metía en
la cocina a preparar unos cafés-.
- Yo no me
traería el trabajo, me la traería sólo a ella. Está como un queso al que no me
importaría hincarle el diente, ¿qué no? -le dijo Eva sentándose en el banco de
cocina-.
- ¿Sí?
¡Pues lo tienes crudo! –dijo en voz alta Esther sin pensar- No se puede hincar
el diente a alguien que tiene problemas para ser tocado.
- ¿Eeh?
–Eva por suerte no entendía a Esther cuando se ponía filosófica y pensaba que
aquello era otra de sus metáforas-.
- No,
nada… cosas mías –le dijo Esther-. ¿Encontraste algo de lo que te pedí?
Eva la
miró con un destello en los ojos, cogió su bolso y sacó una revista, la misma
revista de “Nosotras” donde Maca había concedido una entrevista.
- Sabía
que la había visto en alguna parte, se lo comenté a Laura y aquí está. Ya sabes
que ella es adicta a coleccionar todo lo que constituya la “cultura les” -le
explicó sonriendo Eva-.
A Esther
no le dio tiempo ni a tomar el primer sorbo de su café, se quedó mirando hipnotizada
aquella portada que sostenía Eva, donde una Maca alegre, más joven y con el
pelo suelto permanecía encima de aquella Harley que casi la había atropellado.
18
Maca había
pasado todo el día trabajando, cuando llegó a su casa se duchó y se puso cómoda
en el sofá. A pesar de haber pensado en llamar a Esther, no había encontrado el
momento para estar lo suficientemente tranquila y hacerlo. Miró la hora, eran
cerca de las doce… “¿estará despierta?”, se preguntó, y sin poder evitarlo
decidió probar suerte, cogió su móvil y marcó el número ya memorizado de la
tarjeta púrpura, al tercer tono Esther contestó.
- ¡Hola
preciosa! –fue lo primero que le dijo Esther y Maca pensó que se moría tras
escuchar aquel tono sensual y adormilado-.
- Ahhh.. Hola,
perdona que llame tan tarde, ¿sabes quién soy, no? –quiso asegurarse Maca de
que Esther no estaba pensando que hablaba con otra persona-.
- Mmm…
déjame pensar, pelo castaño ceniza, ojos color miel, piernas largas, boca de
ensueño… Maca, ¿no es así? –le susurró Esther y Maca se electrificó al
instante. “¿Es así como me ve de verdad?”, pensó-.
Maca echó
una mirada instintiva hacia la bandeja con whisky que tenía en la otra punta
del salón, pero decidió que ya que solo iban a hablar, estaría bien. Quizá
fuera hora de probar los efectos de la seducción en la distancia.
- ¿Es así
como me definirías? –se recostó Maca en el sofá-.
- Podría
ser una introducción aproximada, sí… ¿y tú a mí? –la retó Esther-.
“No me lo
puedo creer… ¿quiere que coqueteemos al teléfono?”, pensó Maca un poco excitada
ante las expectativas.
- Piel
suave y caliente, melena castaña y ondulada, ojos marrones alegres… dulce,
perversa a la vez… sonrisa infundible. Creo que te definiría así como
introducción, ¿te identificas? –le dijo Maca con los ojos cerrados, pues se la
estaba imaginando-.
- ¿Crees
que soy perversa? –le coqueteo Esther al otro lado de la línea-.
- Sí, es
posible, pero también he dicho que eres dulce –Maca no quería darle más
pistas-.
- ¿Dulce
cómo una tarrina de chocolate con leche fundido o como un algodón de azúcar
rosa y blandito? –le bromeó Esther-.
- MMm…
déjame que lo piense… -“sí, como un chocolate fundido que lamería y lamería”
pensó, pero estaba claro que no podía decírselo- La verdad es que no estoy muy
segura, aunque lo de blanditoooo…
- ¿Oyeeeeee…me
estás llamando fofa? –la reprendió Esther con una sonrisa incontenible-.
-
jajajaja… no lo sé, no te he tocado lo suficiente –le contestó Maca feliz de imaginarse
esa sonrisa bella que sin duda Esther lucía-.
- ¡Por qué
tú no has querido! –le espetó Esther con sensualidad y un nudo se hizo en la
garganta de Maca-.
“¿Qué, ya
no dices nada, pececito?”, pensó con malicia Esther viendo que se había hecho
un ligero silencio al otro lado de la línea. Esther decidió que era hora de
salvarla cambiando de tema.
- ¿Por
cierto, cuándo pensabas contármelo? –le preguntó Esther-.
-
¿Contarte el qué? –se extrañó Maca-.
- Que eres
Macarena Wilson… de bodegas Wilson -le dijo Esther con tono alegre-.
Maca ni
siquiera se había percatado de que no le había dicho su nombre a Esther.
- ¿No te
lo dije?
- No
–contestó Esther-. Pero no importa, entiendo que tuvieras tus reservas, alguien
de tu posición no se puede permitir que alguien como yo la pueda chantajear.
“¿QUÉEEE?
¡¡yo no … yo no he pensado jamás en eso!!”… quiso gritar Maca asombrada.
- Esther
yo no sería capaz de pensar algo así –le dijo finalmente Maca-.
- Te creo,
pero quiero confirmarte que jamás, óyeme jamás, nadie sabrá nada de lo que haya
entre nosotras. Sólo seré ante la gente, una nueva conquista para ti, a la que
dejarás cuando tú decidas.
La voz de
Esther era seria y noble, y Maca supo con total seguridad, que cumpliría cada
una de sus palabras como si fueran un juramento hecho a sangre.
- ¿Eso
quiere decir que estoy dentro de tu círculo de admitidas definitivamente?
–quiso bromear Maca, pues le gustaba mucho más la Esther alegre que la
profesional y seria-.
- Eso
depende –se animó Esther por el cambio de tono de la conversación-.
- ¿De qué
depende exactamente? –Maca estuvo a punto de preguntarle si era por el dinero,
pero le pareció una vulgaridad hacerlo, así que ni lo mencionó. El tema
económico tendrían que hablarlo cara a cara la próxima vez-.
- De si te
gusto –le ronroneó Esther y Maca se derritió-.
“¿Gustarmeee?...
Casi me ahogo con sólo rozarme, si eso no es gustarme que baje Dios y lo vea”…
- Claro
que sí, tonta –le dijo finalmente y sonrió complacida del silencio que había
dejado en Esther por unos instantes-.
Durante
más de una hora, Maca y Esther estuvieron hablando por teléfono, al principio
coqueteando mutuamente, posteriormente pudieron conversar sobre el trabajo de
Maca y el éxito de la cena en el club a la que asistieron. Estaba claro que
aquello era el principio de algo, ahora sólo faltaba poner las barreras de
seguridad que determinaran el qué.
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