lunes, 23 de diciembre de 2013

Pretty Bollo -cap 19 y 20-


Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado,  maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer,  se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.

Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.



19

Era jueves y un sol exquisito acariciaba la tarde de Madrid, así que Esther hizo que Eva la llevara para no tener que movilizar su coche, y luego paseó hasta la pequeña e íntima terraza en la que había quedado con Daniella. Definir qué hizo que Esther aceptara a Daniella era complejo, quizá fue su belleza natural y ese negarse a si misma que era lesbiana. Nada más ponerle el ojo encima Esther supo claramente que lo era, despedía esa sintonía que sólo el radar de alguien que siente igual es capaz de identificar, aun así le costó romper una de sus reglas para llevarla a su terreno. Daniella no había llegado a ella por pie propio, sino que una antigua clienta le había pedido expresamente que la conociera, aquella clienta era íntima amiga de Daniella y sufría cada vez que aquella adorable, pero lesbiana mujer, quedaba destrozada tras entregarse a hombres por los que no sentía nada. Esther aceptó el conocerla por cortesía, pero se sorprendió de ver que alguien tan “gay” como ella no se diera cuenta de ello. Con amabilidad Daniella la había rechazado tras enterarse de quién era, y Esther cortésmente se había retirado sin oponer resistencia. Dos semanas después, su antigua clienta le tendió una encerrona llevándola a un pub donde vio a Daniella con un tipo que la trataba como una mierda, contempló y contempló,  hasta que no pudo soportar como aquel hombre la manoseaba aunque ella no quisiera. Aquella fue la gota que estalló su vaso, Esther se enfiló a la pista y cuando se colocó a la altura de Daniella le tiró del brazo. Allí mismo, delante de aquel hombre de las cavernas, Esther besó con pasión a aquella mujer rompiendo por una vez su regla inquebrantable. Daniella gimió como una niña entre sus brazos, y cuando se separaron su mirada confirmó la evidencia. Desde entonces Daniella era lo que Esther llamaba una “renacida”… alguien totalmente nuevo, libre, alegre y una máquina sexual que disfrutaba proponiéndole a Esther nuevas fantasías. Nunca más volvieron a besarse, aun así, cada vez que la veía recordaba cómo se había sentido en aquella boca.

Cuando la vio acercarse, Daniella se apresuró a saludarla con una enorme sonrisa. El deseo que sentía por Esther producía en Daniella una excitación instantánea con solo mirarla.

Esther le sonrió en la distancia, cuando alcanzó la mesa, se agachó y le besó en la mejilla, luego se sentó junto a ella.

- Estas guapísima -le dijo Esther-.
- Tú sí que estás guapísima, ¿no has venido en tu coche? –le preguntó intencionadamente Daniella-.
- No, ¿crees que lo necesitaré? –Esther sabía lo mucho que le excitaba a Daniella meterle mano en su descapotable mientras conducía-
 - No, me basta cualquier sitio para soñar contigo –le coqueteó Daniella-.
- ¿Sabes? Creo firmemente que te estás convirtiendo en una ninfómana –le dijo Esther sonriendo, mientras le acariciaba la nariz y después recorría su cara sensualmente-.

Daniella atrapó la mano de Esther con la suya y se la llevó a los labios. La besó con dulzura y luego la cosquilleó con la punta de la lengua.

- Pues la culpa es toda tuya, por dejar que salga a la luz –le dijo Daniella acercándose más a ella-. ¿Por qué no vamos al baño? Hace casi una semana que no te veo, me muero por estar contigo.

A Esther por el contrario no le apetecía en absoluto estar con ella íntimamente.

- ¿Por qué no hablamos un poquito? –le sugirió Esther con cara de niña buena, y Daniella se recostó en su asiento-.
- Esther, si me vas a decir que ya no podemos vernos más, no quiero oírlo –le dijo de pronto Daniella molesta-.

Daniella llevaba cerca de cinco meses con Esther, ella nunca antes había tenido una persona consigo tanto tiempo, sobretodo no después de que ya no la necesitara. Sin embargo, Daniella se había convertido en una de esas lesbianas que son capaces de mirarte estando en cualquier parte y saber que serás suya, tenía el pelo corto y negro, los ojos eran de un verde esmeralda insultante, su forma de vestir era informal pero muy sexy… y su cuerpo era escultural, nada andrógino. Aquel combinado, junto a su potencial amatorio, eran rasgos que Esther aún no había podido abandonar.

Esther le cogió la mano.

- No voy a decirte eso, no te enfades –le susurró Esther y Daniella volvió a sonreír.
- ¿Entonces, porqué me estás esquivando? –quiso saber Daniella-
- No te esquivo, estoy aquí, ¿no? –le dijo sonriente Esther-.
- Sí, pero yo quiero tenerte aquí –Daniella tomó la mano de Esther y la condujo a su entrepierna-.

El corazón de Esther empezó a agitarse, Daniella era ardiente y directa, quería retirar su mano de entre aquellos muslos, pero no quería empezar una pelea, así que dejó la mano allí quieta hasta que Daniella aminoró su necesidad.

- Lo siento, lo siento… si no quieres, no quieres, perdona –se disculpó con ella Daniella, estaba claro que si Esther no estaba por la labor, no había nada que hacer, y lo último que quería  era enfadarla-. Es que he tenido una semana horrible.
- Lo siento, ¿el trabajo? –le preguntó Esther como si nada hubiera ocurrido-.
- Sí, apenas me ha dado tiempo ni a distraerme –le dijo Daniella, y la miró dulcemente-. ¡Realmente estás guapísima hoy!

Y era cierto, Esther estaba radiante. Eva lo achacaba a esas llamaditas telefónicas que tenía con la “buenorra de la moto”, en cambio Esther se limitaba a contestarle con un “tú estás loca”.

- Gracias. ¿Sabes, creo que tengo algo que proponerte? –Esther había ensayado aquello, así que aunque lo dijo sorprendida, tenía un plan con respecto a Daniella-.
- ¿Algo indecente? –sonrió esperanzada Daniella-.
- ¡Es posible!, quiero que mañana te pases por el “Dulcinea” sobre las 00’30h, me guastaría presentarte a alguien –le dijo Esther-.
- ¿Dios, ya vas a empezar con eso? Esther, no necesito que me busques citas -se quejó Daniella-.
- ¡Tú ven! –le exigió Esther firmemente-. Dices que no quieres oírme decir que ya no podemos seguir viéndonos, pero sabes mejor que nadie que no he permitido a otras permanecer conmigo tanto tiempo como a ti, así que va siendo hora de que me hagas caso, mañana a las 00’30 te quiero allí. ¿De acuerdo?

Danielle se acercó peligrosamente a Esther.

- ¡Estás super sexy cuando te enfadas! ¿Quieres que vaya? ¡Pues oblígame! –la retó Daniella con ojos chispeantes, quedándose a dos centímetros de su boca-.

Esther la miró sin inmutarse, estaba claro que Daniella quería que la metiera en cintura, sino no habría nada que hablar. La cogió de la mano y tiró de ella hasta el baño. Tras diez minutos muy intensos, Daniella se convirtió en el perrito faldero de Esther.

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20

- ¿Crees que cuajarán? –le preguntó Eva, mientras veía como Esther se ceñía unos vaqueros que le iban como anillo al dedo y un suéter de tirantes azul celeste que dejaba al descubierto sus hombros y parte de su escote-.
- Como una mano a un guante, sino no lo haría, ya me conoces –le dijo Esther, y eligió con cuidado el cinturón que llevaría a juego-.
- ¿Pero y si te equivocas? –insistía su amiga-.

Esther se giró a ella.

- ¿Qué opinas? –le preguntó Esther sobre su aspecto-.
- ¡Informal y muy sexy! ¡Me gusta! –le dijo Eva-. ¿Te vas a alisar el pelo?
- No sé, ¿tú qué opinas? A Elena le gusta liso, a Daniella le va a dar igual en cuanto me vea con estos vaqueros -Esther sonrió, porque ya se imaginaba la cara lasciva que iba a poner en cuanto la viera en la pista de baile-.
- Yo creo que le va más liso –le aconsejó su amiga-.
- ¡Vale liso! –contestó Esther y con acto reflejo se enfiló al cuarto de baño a secarse el pelo-.
- Oyeeeeee, que aún no me has contestado, ¿qué pasa si no encajan? –le repitió la pregunta levantando la voz para que la oyera por encima del ruido del secador-.
- Muy fácil, te las presento a ti, y elijes la que más te guste –le contestó Esther con una sonrisa pícara-.
- ¿Qué elijaa? ¡Yo me quedo con las dos y montamos un trío, soy malísima para rechazar a la gente! Jajjaja…

Eva se rió a carcajadas, y Esther no pudo evitar hacer lo mismo, su amiga era un caso perdido en cuanto a las chicas.

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A las nueve de la noche el Ave Sevilla-Madrid llegaba a la estación. Ana se paró frente a la puerta de llegada esperando ver a su amiga, cuando la divisó arrastrando la maleta notó como una sonrisa se ensanchaba en su cara.

- Ohhhhhhhh cariñoooooooooooo…. ¡Qué ganitas tenía de verte! –Ana la abrazó con todas sus ganas, e incluso le dio un ligero beso en la boca a modo de saludo como les era habitual-.

“¿Por qué será que con Ana no tengo esos problemas?… Ainsss, ojalá todo fuera tan fácil como la amistad”, se preguntó Maca.

- Yo también tenía ganas de verte, me moría por ver una cara amiga –le dijo Maca-.
- Pues ya la estás viendo, ¿nos vamos? –le preguntó Ana-.
- Cuando quieras, ¿dónde me vas a llevar a cenar? –le preguntó Maca mientras enfilaban hacia el coche-.
- He pensado en pasar por tu hotel primero, lo dejas todo, te duchas y luego cenamos en un italiano que hay cerca de donde quieres ir… el “Dulcinea”, ¿no? –le preguntó Ana-.
- Sí, ¿lo encontraste? –le preguntó Maca entusiasmada-.
- Sí, no fue fácil, pero sí.  La combinación de transporte no es muy buena, por eso es mejor que Luis y yo te dejemos lo más cerca posible si no te va a costar pillar taxi –Ana se paró para mirarla a los ojos-. ¿Maca, estás segura que no quieres que te acompañe? ¡Me quedaría más tranquila!

Maca la miró y sonrió para tranquilizarla. Sabía que Ana estaba preocupada por lo que Maca estaba haciendo, pero aquello era lo que le había salvado de una semana de infierno entre papeles.

- No te preocupes, no va a pasar nada, sé lo que hago –le dijo Maca-.
- Ufff… lo dudo, pero como eres una cabezota, paso de discutir, vamos –y con esas palabras volvieron a ponerse en marcha rumbo al coche-.

Aquella noche Maca estaba dispuesta a volver a ver a Esther, aunque ella aun no lo supiera. En sus llamadas nocturnas le había contado sus planes para aquella noche, y Maca había tramado un plan para acudir al local que había mencionado, el “Dulcinea”. Con un poco de suerte, quizá pudiera terminar la noche a su lado.

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Eran cerca de las once y media de la noche, cuando Esther llegó con Elena al local. Antes habían estado en su casa seleccionando la ropa para Elena y luego habían ido a cenar juntas con el fin de que se relajara. Aquella mujer estaba hecha un flan, pues era su primera salida nocturna en muchísimo tiempo y Esther se sentía en la obligación de facilitarle el proceso. El Dulcinea era un club lésbico muy exclusivo. Las personas que entraban solían ser por enchufe o clientas de toda la vida, cuando Esther llegó hasta la guarda de seguridad que había en la puerta, una sonrisa se dibujó en su rostro.

- Emmaaaa… ¿cómo estás? –le saludó Esther-.

La grande y alta mujer se agachó para saludarla, y sin que Esther opusiera resistencia la levantó en brazos estrujándola como si fuera una muñeca adorable. Elena tenía los ojos abiertos como los búhos, pensaba que aquella mujer rompería a Esther.

- Muy bien, y tú estás guapísima, como siempre -le dijo Emma, le dio dos besos y la bajó-.
- Eres una aludadora, pero gracias –le contestó Esther guiñándole un ojo. Aquella mujer, por muy grande y fuerte que pareciera, en el fondo era un osito de peluche que lloraba con casi cualquier película romántica. Esther le tenía mucho cariño-. Ah, mira, te presento a Elena, una “amiga”.

Emma por primera vez deparó en que Esther venía acompañada y miró a la mujer de arriba abajo. Elena debía tener unos diez años más que Esther, calculó a brote pronto, pero lucía unos vaqueros de cintura baja con mucho gusto, con un suéter negro con pedrería y una chupa de piel negra que le llegaba por la cintura. Emma determinó que era tan guapa como las mujeres que solían acompañar a Esther, pero que sin embargo estaba mucho más cohibida que el resto.

- Hola Elena, bienvenida. Espero que disfrutes de tu estancia aquí –Emma le tendió la mano y le sonrió para tranquilizarla-.

Elena se la estrechó creyendo que se la arrancaría, pues parecía una mujer con muchísima fuerza, pero se sorprendió al notar la delicadeza y suavidad de su tacto. Sin poder evitarlo, se relajó y sonrió con sinceridad.

- Gracias, un placer –contestó la educada mujer y Emma entendió ante aquellos ojos amables y esa sonrisa cortés, como una mujer como aquella podía haber entrado en el círculo de Esther.

- Entrar preciosas, que sino os congelaréis –y diciendo aquello Emma les abrió la puerta-.

Esther cogió de la mano a Elena y entró con ella en el local.

- Vamos, te gustará –le había susurrado-.

Y como una autómata Elena la había seguido, adentrándose en un mundo totalmente desconocido para ella.

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Eran las doce y media en punto cuando Daniella apareció en el Dulcinea. Como ya hacía tiempo que Esther la había introducido en club, no tuvo problemas con Emma, sino más bien lo contrario, pues se había convertido en una clienta habitual del local. Le dejó su chaqueta a Marta, la chica del vestidor, y se asomó a la pista de baile. Si Esther ya había llegado sin duda estaría allí. Y así era, a Daniella empezó a latirle el corazón nada más topar con aquellos vaqueros y ese cuerpo sensual que bailaba como los dioses. Una sonrisa lasciva se dibujó en su rostro, e ignorando al resto del mundo se enfiló hacia la pista para saludarla. Cuando llegó a  su lado se amoldó a su espalda y movió sus caderas junto a ella.

- Hola guapísima –le había susurrado con su voz ronca y aterciopelada, y Esther supo al instante de quien se trataba-.

Esther se giró, le echó los brazos al cuello y siguió bailando con ella.

- Hola, ¿pensé que habías dicho que no vendrías? –le provocó Esther con una sonrisa-.

Daniella se deshizo recordando su tarde con Esther.

- Sabes que no puedo negarme si me lo pides con tanta amabilidad –le contestó Daniella-.

Esther se rió recordando la “falta de amabilidad” que había regido el encuentro que habían tenido en el baño.

La música se suavizó, y Esther se separó de Daniella, sólo habían bailado un par de minutos pero eran suficientes para que la temperatura en el cuerpo de Daniella ya estuviera en ascenso.

- Quiero presentarte a alguien… -y diciendo aquello se apartó y dejó a la vista de Daniella a la preciosidad que tenía detrás suya-. Elena, te presento a Daniella… Daniella, esta es Elena.

El tiempo pareció detenerse. Elena se había quedado de piedra en cuanto vio a Daniella. Aquella mujer de pelo corto, vestía con unos pantalones negros y una camisa blanca de manga corta. De su cuello colgaba una corbata negra de nudo desecho que le recordaba a la de los uniformes escolares que tanto le gustaban. Daniella era escultural, tenía un cuerpo curvilíneo y apetecible, Elena apenas supo responder ante aquella mirada esmeralda que la sonreía.

- Hola, preciosa… un placer –le dijo Daniella y la besó en la mejilla antes de que Elena pudiera decir nada-.
- eee… lo mismo digo –consiguió decir Elena-.

Esther miró encantada la escena, sabía que a Elena le gustaría Daniella nada más verla, y en cuanto a aquella fierecilla salvaje, estaba convencida que en cuanto pasara un rato con Elena, sus perversiones mutuas terminarían por seducirla. Así que siguió su plan, e incitó a Daniella a que bailara con Elena mientras ella iba a ver si Eva había llegado.

Daniella no opuso resistencia, aquella mujer le parecía muy atractiva y cohibida, rasgos que seducían a Daniella a hacer travesuras y estaba convencida que Esther lo sabía, así que siguió su juego.

Una hora más tarde, Elena ya caía en los brazos de Daniella relajada y sonriente, mientras Eva y Esther se divertían bailando en la pista junto a ellas.

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