Macarena Wilson lo tiene todo. Futura heredera de una de las bodegas más prestigiosas del país, joven, inteligente, rica y atractiva, ve como la vida pasa por su lado sin poder disfrutar plenamente de ella. Una vivencia en su pasado, maniata su capacidad de entregarse física y mentalmente a otras mujeres, cuando en medio de su controlado mundo de supervivencia, Esther García, una inusual y carismática mujer, se cruzará en su camino de la forma más inverosímil, abriéndole una puerta que Maca no creía necesitar.
Juntas entablarán una relación comercial que las arrastrará sin esperárselo a profundizar en sus miedos y verdades. Algo que parecía fácil y seguro, se convertirá en el huracán que arrasará por completo sus cómodas vidas.
29
Sobre las
dos de la tarde, Esther y Maca salieron de la habitación con el equipaje de
Maca ya listo. Como Esther no tenía ropa limpia, Maca le prestó un suéter suyo,
cosa que a Esther la perturbó profundamente pues el olor de Maca era
embriagador y ahora lo sentía sobre ella como inundándola. Maca estaba
habladora, comentaba con jovialidad cosas de su infancia y de su trabajo…
parecía como si para aquella mujer la noche hubiera quedado en nada, Esther se
divertía con ella, le gustaba verla feliz pero su sentido común le decía que
aquello era pura fachada para evitar lo importante. De todas formas se relajó,
recogió un pedido en el McDonald’s y se llevó a Maca a un pequeño parque porque
no quería estar con gente cuando le sacara el tema. Aparcaron y Esther le
tendió una manta a Maca para que la llevara, luego señaló un lugar bajo un
árbol e improvisaron una especie de picnick.
- Cuando
me ofrecí a invitarte, me refería a un buen restaurante eh… -le dijo Maca
mientras se quitaba los zapatos y se sentaba junto a Esther en la manta-.
- Dijiste
que eligiera, y he elegido –le contestó sonriendo-. Además así te tengo para mí
sola.
A Maca le
subió una cosa mala por el cuerpo, Esther que empezaba a conocerla la relajó…
-
jajajjaj… venga, me porto bien… Anda toma –le tendió su bolsita de menú y Maca
lo cogió-. ¿Entonces no te llevas bien con tu madre?
Maca soltó
la pajita que se había llevado a la boca para beber.
- Tampoco
es eso –trató de explicarse Maca-. Es sólo que es complicado, yo los quiero
mucho de verdad, siempre me han respetado y me he sentido querida y arropada
por ellos, lo que pasa es que mi madre muchas veces no se da cuenta de lo que
pasa a su alrededor. No es mala gente, es simplemente que me cuesta comunicarme
con ella, me cuesta defraudarla.
Esther le
dio un bocado a la hamburguesa y luego continuó.
- Bueno,
eso es normal, a nadie nos gusta defraudar a los que nos quieren –le dijo
Esther-.
- Creo que
en el fondo nos tiramos tanto de los pelos porque somos muy parecidas –continuó
Maca-.
- Pues es
muy probable, sí –lo reafirmó Esther-. Yo con la mía me llevaba genial, supongo
que porque nunca tuve padre.
- ¿Os
abandonó? –se atrevió a preguntar Maca-.
- No, no,
mi madre también “entendía”… jajajaj –Esther se rió de la cara que acababa de
poner Maca-. Vamos que fue por inseminación.
- ¿Y nunca
has querido saber quién fue el donante? –le preguntó Maca pues no se esperaba
que aquella fuera la historia de aquella mujer-.
- No,
porque siempre lo he sabido .. jajjajaj… -Maca volvió a poner esa cara de
sorpresa que a Esther le encantaba-… fue un amigo de mi madre, siempre fue muy
bueno con ella y conmigo, sólo que no necesitamos que ejerciera como “mi padre”
y además no vivía aquí era, bueno es, azafato de vuelo, y gay por si quieres
satisfacer más tu curiosidad.
- jajajja…
perdona… es que me he quedado KO, no me lo esperaba –le dijo Maca con una sonrisa
noble-.
- jajjaja…
bueno es normal, no he tenido la típica relación progenitores-hija, pero te
aseguro que he tenido una infancia y una adolescencia maravillosas –le dijo
Esther con alegría-.
- ¿Ya no
mantenéis el contacto? –le preguntó Maca-.
- ¿Con quién?
–le preguntó sorprendida Esther-.
- Con tu
madre, has dicho que te llevabas genial con tu madre, ¿ya no? –quiso saber Maca
mientras le daba otro bocado a su comida-.
- Murió
cuando cumplí los 21 –dijo Esther y la voz le tembló ligeramente-… un accidente
de tráfico, ya sabes.
A Maca se
le quitó el hambre de pronto.
- Lo
siento –se disculpó Maca-.
Esther la
miró y suavizó aquella carga con una ligera sonrisa.
- Gracias,
pero no pasa nada, estoy bien –le dijo Esther- ¡Anda come!
Maca se
obligó a dar otro bocado a aquella hamburguesa, si Esther no quería sentirse
triste por ello, ella no era quien para manifestarse más apesadumbrada por una
situación que sin duda era más dolorosa para Esther que para nadie.
- Bueno
qué, ¿lo vas a evitar todo el tiempo? –le soltó de pronto Esther-.
Maca la
miró con un interrogante mientras bebía de su pajita.
- ¿Qué si
vamos a hablar de lo que pasó anoche? –le dijo Esther abriendo mucho los ojos-.
Maca
empezó a toser, se le había ido la bebida por el otro lado…
- cjcajcc…
joder.. jcjjcajc –decía como podía Maca-.
-
jajajaja… Sí, vamos, de “joder” fue la cosa, pero cuéntame lo que yo no sepa…
jajajja… -la pinchó Esther más todavía porque estaba muy graciosa cuando se
ponía nerviosa-.
- cjajja… que
me atraganto.. cjaracj … espera… -decía Maca mientras se reponía-.
Esther le
tendió otro poco de bebida y Maca pareció reponerse del atragantamiento.
- Ya…
-dijo aliviada mientras terminaba de carraspear-. ¿Tú siempre vas a ser tan
sutil?
Le
preguntó Maca con el ceño fruncido.
- Si te me
pones en plan resbaladizo es lo que hay pequeña -le dijo Esther llevándose unas
patatas a la boca-.
- Pues no
fui yo la que estaba resbaladiza anoche precisamente eh -le espetó Maca con
malicia haciendo alusión al acto íntimo que había tenido con Esther-.
Ahora era
Esther la que tosía, se había atragantado con las patatas…
-
caccjajfd… hostia…. Jajajja… gajocogogca… que me ahogo… camckagfa… -decía
Esther entre risas-.
Maca se
reía a carcajadas, pero se puso a su lado y empezó a darle golpecitos en la
espalda.
- Anda
bebe… -le dijo Maca con recochineo, luego se dejó caer sobre el tronco mientras
veía como Esther se reponía y recogía las bolsas-.
- Vale, ya
estamos en paz, ahora hablemos –le dijo Esther poniéndose frente a ella-.
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- ¿De qué
quieres que hablemos concretamente? –le preguntó Maca pues ella no sabía ni por
dónde empezar-.
- Oh
vamos… ¿no te dará vergüenza, no? –le pinchó Esther con picardía-.
- No, pero
es que no sé qué decir -le dijo Maca encogiéndose de hombros-.
- Joder
vale… pues entonces empiezo yo –le dijo Esther y se acomodó donde pudiera ver
las reacciones de Maca-. Está claro que esto te pasa sólo con las mujeres,
porque tú con los hombres… ¿nada de nada?
- No –dijo
Maca-.
Esther
sonrió, aquella mujer no se lo iba a poner muy fácil con monosílabos.
- Vale
-consintió Esther y continuó sus pensamientos en voz alta-. Bueno, me
comentaste que llevabas más de un año así, con lo que he de deducir que no
siempre has tenido este tipo de reacciones, ¿o sí?
Maca se
revolvió un poco inquieta, no le gustaba hablar de ella, ni de nada que le
recordara lo que trataba de evitar.
- No, no
siempre ha sido así, o sí, no lo sé aún –dijo Maca-.
- Joder,
¿y eso cómo se come?... jajajajja…-se quejó Esther, aquella mujer tendría que ayudarla
un poco-. Maca vas a tener que confiar un poquito más en mí, ayer las pasé
putas con tu reacción, necesito tener información para la próxima vez , ¿vale?
Maca la
miró a los ojos, Esther tenía razón… intentó concentrarse en su sonrisa amable,
respiró y continuó.
- ¡Está
bien, perdona! -continuó Maca-. Vamos a ver, si a lo que te refieres es a que
si me desmayaba antes, o si siempre he tenido reacciones de rechazo ante la
proximidad física, no, antes no me pasaba. Ya te dije que tuve una mala experiencia,
y no estoy preparada para hablar de ella ahora mismo.
Esther
captó su nerviosismo, y decidió reconducir el tema.
- Vale, ya
hablaremos de eso en otro momento. Centrémonos en lo que nos interesa, cae por
su peso que estas “reacciones” como tú las llamas, te ocurren en cuanto hay
posibilidad de sexo –dijo Esther siguiendo el razonamiento de lo que sabía-.
- No
siempre –la interrumpió Maca-.
- ¿No
siempre? –“¿coñooo hay posibilidad?...” se animó Esther-.
Maca se
puso un poco colorada ante la sonrisa pícara de Esther.
- Bueno,
quiero decir que sí, que cuando peor controlo la situación es cuanto más me
acerco al acto íntimo, pero normalmente no es sólo por el sexo, ocurre siempre
que me excito con alguien aunque no vaya a ver, ya sabes… contacto –dijo Maca
sin dejar de jugar con el césped, incapaz de mirar la reacción de Esther-.
“Ainsss…
¿me hechas un polvo que te cagas y ahora te me pones roja?… yo te como”… pensó
Esther, pero trató de camuflar la sonrisa idiota que le acababa de aparecer en
la cara cuando Maca se atrevió a mirarla de nuevo.
-grggr …
-carraspeó Esther-. Entonces, cada vez que te excitas, vale. Cuando me
comentaste que con gente alrededor lo controlas mejor es porqué… -la animó
Esther a que continuara ella-.
- Porque
me siento más segura, y también me da más vergüenza. Supongo que mi educación y
mis roles sociales, me ayudan a controlarlo –le dijo Maca-. Me cohíben en
cierta medida.
- Bueno,
entonces no te va el sexo público… ¡una pena! –soltó Esther y Maca se sonrojó
como un tomate-… jajajja… perdona, es broma, mejor, mejor. Bueno a lo que
íbamos –prosiguió Esther-, entonces ya tenemos claro que en público controlas
mejor tu excitación, y que cuando la cosa se pone muy caliente pues como que te
me desmayas… vamos que no hemos adelantado nada que no supiera.
- Lo
siento -se disculpó Maca por ser tan compleja-.
Esther le
sonrió tranquilizadora.
- No
importa, tranquila… Bueno y, ¿qué pasa con tu rechazo a que te toquen? –le
preguntó directamente Esther-.
- ¿A qué
te refieres? –la miró Maca-.
- Bueno,
es evidente que a veces me permites tocarte y otras no. Al principio lo achaqué
a que estabas bebida, por eso de que te tranquilizas y demás, tema que ya
abordaremos… pero luego me sorprendes despertándote abrazada a mí, me abrazas
por la espalda para despedirnos, me tiendes la mano… me pides que te abrace
para dormir…
Esther se
le quedó mirando a la espera, estaba claro que Maca también estaba meditando en
ello, por lo visto no había sido muy consciente de aquellos actos.
- Supongo
que cuando me relajo o me siento a salvo no reacciono igual –le dijo Maca
sinceramente-.
- Define a
salvo -le dijo Esther-.
Maca
estaba empezando a sudar, no le gustaba nada pensar en ello.
- No lo
sé, Esther -le dijo nerviosa-.
- Oh, sí
lo sabes, inténtalo -la animó-.
- ufff…
-Maca lo meditó, cogió una piedra que tenía al lado y empezó a jugar con ella
intranquila, luego continuó-. Me imagino que es porque me siento a salvo del
deseo, cuando hay una familiaridad no pienso en el deseo que siento. Con mis
amigas, mi familia o mujeres que no me interesan no me pasa, puedo abrazarles,
tocarles, no soy tan rara… es sólo cuando estoy con mujeres a las que me
apetece tocar, si soy consciente del deseo que me despiertan no puedo casi
soportar que me toquen, pero si no pienso en ello puedo estar cerca de ellas,
tratarlas de un modo natural.
“Ayyy
Dios… que no le voy a poder echar un polvo en la vida…” pensó Esther meditando
aquellas palabras.
- Entonces no te pasa con todo el mundo, bueno
quiero decir, no con todas las mujeres, ¿no? –Esther lo dijo en voz alta solo
para reafirmárselo a sí misma-.
- No, no
con todas, sólo con las que me interesan o me excitan –le dijo Maca-.
- ¿Y yo te
intereso o te excito? –dijo Esther y sin querer se encontró con aquellos ojos
color miel tan puros que dolían-.
- Es
evidente que las dos cosas, sino no hubiera podido hacer lo de anoche –le dijo
Maca con honestidad-.
“Mierda…
¡me ha matao!”… se quejó Esther mentalmente.
-
Explícame eso -le dijo Esther intranquila de pronto-.
- Es
cierto que he jugado con mujeres este tiempo, juegos de acercamiento, besos… en
fin, cosas, pero el poseer a otra mujer es diferente, es una línea que no suelo
pasar con mucha frecuencia, evidentemente porque no sé muy bien cómo puede
terminar –le dijo Maca que ya no sabía qué hacer con las manos-.
Esther ya
estaba nerviosa, sin pensarlo cogió la piedra de las manos de Maca y se la
quitó obligándola a que la mirara.
- Me estás
tratando de decir, ¿qué cuando llegas a ese límite, vamos, a follar o a poseer
a una mujer, como quieras llamarlo… no sabes lo que te puede pasar? ¿no
reaccionas siempre igual? –le preguntó Esther mirándole a los ojos-.
- No –Maca
no sabía cómo decirle aquello-. Quiero decir que bueno, sé cómo me siento yo en
el momento en que decido continuar el juego un poco más allá, pero no puedo
controlar mi estado de excitación ante las respuestas de placer de la mujer con
la que estoy… así que no puedo saber a ciencia cierta como de brusca será mi
reacción.
“Joder…
joder… joder…. ¿puede ser más brusca? ¿Eso me está contando?”… Esther estaba
fuera de juego, albergaba la esperanza de que la reacción nocturna de Maca
fuera producto del alcohol, o del deseo, o de las dos cosas… pero no se
esperaba que aquella mujer lo achacara completamente al acto que protagonizaron.
- ¿El
ataque de ansiedad? –le preguntó Esther con dulzura-
- Me suele
ocurrir, es lo frecuente… como en la pista de baile o como cuando se me
aproximan sin aviso mujeres que me atraen… -contestó Maca mirándola inquieta-.
- ¿Y la
fiebre? –quiso saber Esther-.
- No… lo
siento, no me había ocurrido antes –le confesó Maca-. Supongo que me excité en
exceso.
Maca ya no
podía mirar a Esther a la cara, tenía ganas de salir corriendo así que se
levantó de la manta y se apoyó en el árbol dándole la espalda a Esther.
“Esto es
la hostiaaaa… una mujer con problemas de excitación, y me ofrezco yo, una
prostituta de lujo para ayudarla… genial, genial si señora,… ahora ya sí que la
has hecho buena, no la has tocado y ya le has provocado fiebre… ¿Cómo coño vas
a ni siquiera intentar hacerle algo? ¿Qué haces, la matas?”… la cabeza de
Esther iba a mil por hora, tenía que encontrar una solución. Maca no podía
soportar las situaciones de excitación, en las cuales Esther por cierto, era
una verdadera experta, y por su parte Esther no podía dejar caer las barreras
hacia la familiaridad para que Maca se sintiera más segura, porque claro, entonces
sería Esther la que estaría perdida.
- Esther…-
musitó de pronto Maca sin volverse a mirarla-. Necesito que me ayudes, no puedo
seguir haciéndole daño a la gente… no puedo seguir huyendo de mi misma, y no sé
cómo resolverlo.
Maca se
giró y la miró a los ojos con el brillo de unas lágrimas contenidas. Esther
sintió un pinchazo en lo más hondo de su ser…
En ese instante, fue consciente de las marcas que se provocarían.
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