lunes, 3 de febrero de 2014

Dibujada en mi mente (TOMO 3) -cap 3-



PRÓLOGO:

Han pasado diez años. La prometedora estudiante de pediatría, Macarena Wilson, se ha transformado en una doctora de referencia en enfermedades infantiles del tercer mundo. Sus trabajos de investigación y su protocolo de actuación en desnutrición y enfermedades gastrointestinales pediátricas, son implantadas en hospitales de Europa. Su vida gira completamente entorno a su trabajo, y atrás quedó aquella joven camarera de bar de ambiente de noche, y modelo sin tapujos de día, que le dieron la oportunidad de labrarse un futuro.


Esther García por su lado, también salió de España tras la ruptura sin palabras con Maca. Terminó su carrera y entró en una espiral de autodescubrimiento, que la llevó a afincarse finalmente en Los Ángeles,  llegando a tener el reconocimiento de la comunidad de bellas artes más fuera que dentro de su país. Actualmente sus obras alcanzan cifras escandalosas en las galerías de Nueva York, L.A y San Francisco.


3.-

20h. En un taxi.

-       Aún no entiendo qué había de malo en que nos quedáramos en casa –refunfuñaba Maca subida al vehículo, pero resignada realmente en complacer a Bea-.
-       Nada, pero llevamos toda la semana cumpliendo con la agenda, es sábado y simplemente, me apetece divertirme –le dijo Bea-.
-       Oh, gracias por la parte que me toca –contestó Maca alzando una ceja, claramente bromeaba tras la mañana de ducha y cama que habían tenido-.
-       Jajaja… ¡Guapa! –le soltó Bea y la besó en los labios-. Tú siempre me diviertes.
-       Aduladora –respondió Maca ya sonriendo-. Por lo menos podrías decirme a dónde me llevas.
-       Te lo dije ayer, pero como no me escuchas no te enteras –le recriminó Bea bromeando. Maca puso cara de disculpa y Bea accedió-. Tenemos entradas para una inauguración de arte, y luego he pensado que podríamos ir a cenar al centro. Quien sabe, igual consigo emborracharte y que me lleves a bailar a Chueca.

Maca la miró con ojos desafiantes. En realidad era cierto que había perdido todo el interés por la noche y el ambiente, y que con los años Maca se había vuelto algo apática y conservadora, pero aún le ardía algo en el pecho cuando la provocaban, y Bea últimamente tocaba demasiado aquella tecla.

-       Cuidado, igual se te cumple –le advirtió Maca. En realidad cualquier cosa le venía mejor en aquel momento que pararse a pensar en las decisiones que debía tomar-.
-       ¿En serio? Mmmm… hoy estás que te sales –recogió el guante Bea divertida-.
-       Jajaja… ¡Mala! –Maca tuvo que reírse ante su cara chispeante. Bea tenía el don de meterse con ella sin que doliera-.

Bea la volvió a besar. Luego las dos siguieron bromeando aprovechando el trayecto.


Galería de Arte.

-       ¡Encarna! ¡Qué alegría verte! ¡Estás estupenda! –la saludó Kate dándole un caluroso abrazo y un par de besos-.
-       Tú si que estás estupenda –la saludó con afecto Encarna-. ¡Víctor!, ¿te acuerdas de Kate?
-       Oh, claro que me acuerdo. ¿Cómo estás? –la saludó el hombre que salía desde hacía unos cinco años con la madre de Esther-.
-       Ahora mismo un poco de los nervios porque todo salga a pedir de boca, pero muy bien, gracias –le contestó Kate amablemente-.
-       ¿Y mi hija? –preguntó Encarna, pues no la veía-.
-       Está concediendo una entrevista previa para un par de medios, pero enseguida estará con nosotros para la apertura. Venir conmigo, así podréis ver el meollo del asunto de cerca –les dijo Kate acompañándolos dentro-.
-       ¡Ay que ilusión! Es la primera vez que puedo coincidir en una exposición así de mi hija. El año pasado estuvieron expuestas dos de sus obras, pero nada que ver con lo que tenéis montado aquí esta noche –indicó Encarna claramente entusiasmada y admirada-.
-       Bueno, esto va a ser un “poquito” diferente –señaló Kate con una sonrisa traviesa que lo decía todo-. La cesión de cuadros para otras exposiciones, suele estar dirigida por la galería o el evento que las recoge, pero ésta es toda nuestra. Esther tenía ganas de enseñar un poco más de lo que mueve en América, y creo que más de uno se va a quedar con la boca abierta con el despliegue que hemos montado –Kate se acercó a Encarna para que la conversación quedara entre ellas-. Tenemos hasta un grupo de baile en directo. ¡Te va a encantar!
-       ¡¿En serio?! ¡Eso será caro! –se sorprendió Encarna de que también hubiera espectáculo-.
-       Jajaja… tranquila, tu hija no tiene problemas de solvencia –se rió Kate por el comentario práctico de Encarna. El vivir con sencillez y sin ostentar era algo en lo que Esther se le parecía, pese a que hacía años que sus cuentas bancarias estaban claramente engrosadas-.

Kate fue respondiendo a algunos detalles de gestión de última hora, y cuando llegaron cerca de la zona donde Esther estaba concediendo las entrevistas se detuvo y ofreció a Encarna y a Víctor un par de copas de champán.

-       No creo que tarde, se alegrará de veros –les dijo Kate-. Si me disculpáis, voy a ver que todo está en su sitio y ahora vuelvo.
-       Sí, no te preocupes por nosotros. Esperaremos –le indicó Encarna con una sonrisa, y luego se quedó contemplando a su hija que resuelta y alegre contestaba a tres periodistas que grababan sus respuestas en unas grabadoras-.

El orgullo de madre se le subió a Encarna a las mejillas. Ver a Esther, hecha toda una mujer, segura de si misma, desenvuelta y con todo aquel bagaje a sus espaldas a sus 31 años, emocionó a su madre que tuvo que contenerse para no llorar mientras la esperaba.

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Pese a haber salido con tiempo de casa, una llamada de trabajo al móvil de Maca hizo que ambas se retrasaran en entrar a la galería, perdiéndose la presentación de la exposición.
-       ¿Ya? –preguntó Bea, que estaba algo congelada a pesar de su abrigo-.
-       Te dije que fueras entrando –la regañó Maca mientras calentaba su espalda frotándola-. Era Susan, ya les han llegado los permisos. Te manda recuerdos.
-       Sí, te he oído. La aprecio, pero siempre tiene el don de la inoportunidad para llamarte –Bea aún estaba algo molesta por la interrupción-.
-       Jaja.. tienes razón, pero yo no tengo la culpa –Maca la besó en la cara para que dejara de fruncir el ceño-. La noche sólo acaba de empezar, ¿entramos?
-       Tú dirás, yo aquí fuera me estoy congelando –reconoció Bea, y las dos se dispusieron a entrar en el edificio para ver la exposición-.

En cuanto pasaron a la sala, una azafata les ofreció una copa de champán que ambas aceptaron con agrado, mientras un acomodador les recogía los abrigos y les hacía entrega de un resguardo para que al marcharse lo retiraran.

-       ¡Vaya! Me siento como una artista de Hollywood –bromeó Bea mientras ambas se adentraban en la galería con su copa de champán y aquella alfombra roja bajo sus pies-.
-       Jajaja… ¿Igualito que en África, eh? –Maca se rió por su comentario-. Con el dinero que se han dejado aquí podríamos montar una escuela en la aldea.
-       Estoy de acuerdo, pero hoy quiero disfrutar de esto, así que deja de pensar en el trabajo, ¿vale? ¡Hazlo por mí! –le pidió Bea cariñosamente-.
-       Claro que sí –le contestó Maca y Bea la besó como recompensa-.

Al separarse, llegaron a una sala bien iluminada repleta de gente que conversaba mientras admiraba las obras que colgaban de las paredes.

-       ¡Oh cielos! En el hospital me dijeron que no podíamos perdérnosla, pero no pensé que una exposición de arte tuviera tanto éxito. Aquí hay un montón de gente, ¿será famoso? –exclamó Bea, claramente sorprendida-.
-       ¿En el hospital? –preguntó Maca desconcertada-.
-       Sí, las enfermeras me dieron un par de invitaciones. Pensé que sería una exposición con algún referente sobre medicina o algo pareci…. –Bea se paró en seco cuando al retirarse un grupo de gente vio por primera vez uno de los cuadros expuestos-. ¡MADRE MÍA! –la boca se le desencajó de golpe-.

Maca que no estaba mirando, se volvió para ver qué había conseguido sorprender tanto a Bea. En cuanto vio el lienzo, el corazón se le disparó y la cabeza le empezó a dar vueltas.

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-       ¡Son asombrosos! –le comentaba un grupo de asistentes-.
-       Gracias, me alegra que os gusten –contestaba amablemente Esther atendiendo a sus invitados-.
-       Perdonar, pero os la tengo que robar un segundo –la rescató Kate en aquel momento-.
-       Sí, claro –contestaron-.
-       Disculparme –Esther se dejó arrastrar por Kate a otro lado de la sala-. ¡Uf, esto está siendo una locura!
-       ¿Estás contenta? –le preguntó Kate sonriéndole con ganas-.
-       Sí, ¿y tú? –quiso saber la opinión de Kate-.
-       Mucho, ya te he concertado un par de entrevistas para la radio la próxima semana, y las asociaciones LGTB se han enamorado de tu obra en cuanto le han echado un ojo encima. No te extrañes si este año te dan un premio a la visibilidad o algo –le dijo Kate, y Esther no pudo evitar reírse ante el comentario-.
-       Exagerada –le contestó Esther-.
-       ¿Sí? ¡Espérate y verás! –sonrió Kate y luego la dejó con su madre-. ¡Encarna! Ya la tienes aquí.
-       ¡Cariño! –la abrazó su madre con dulzura, muy emocionada-. ¡Estoy tan orgullosa!
-       ¡Mamá! –se dejó acunar entre sus brazos Esther. Adoraba aquel perfume maternal que no olvidaba por mucho que la distancia y las responsabilidades, les robaran tantísimo tiempo de estar juntas- ¡Todo es gracias a ti! Gracias por confiar en mí y dejarme volar a tiempo –le susurró Esther antes de soltarla-.

Encarna soltó unas lágrimas, y Esther se las secó con los pulgares.

-       No llores, que yo iré detrás y saldré feísima en las fotos. Esto está lleno de paparachis malvados como los que salen en los programas de chismorreos que tanto te gustan de la tele –trató de hacerla reír Esther para salvar el nudo de emoción que a ella también se le había puesto en la garganta-.
-       Jajaja… tienes razón, pero ven… dame otro abrazo –su madre se resistía a soltarla-. Con un poco de suerte nos hacen una foto juntas y me confunden con una de tus mujeres –Encarna también sabía bromear-.
-       Jajaja… ¡oh mamá! –se rió Esther por sus ocurrencias, pero la abrazó con fuerza-. Sabes que tú para mí eres la única mujer.
-       Y tú la mía, cariño –le contestó su madre besándola-.

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Un cuadro de metro setenta, por metro setenta, la miró de frente haciendo que Maca se tambalease cuando la figura maniatada de una mujer en una silla, le recordó su propio posado hacía ya tantísimo tiempo. El nombre de Esther acudió a su mente.

-       Maca, ¿estás bien? –Bea se le quedó mirando, pues había palidecido-.
-       ¿De… de quién es el cuadro? –preguntó-
-       ¿Cómo?
-       ¿Quién es el artista? ¿de quién es el cuadro? –volvió a preguntar Maca más azorada-.
-       No sé… E. G… espera, lo pondrá por aquí -Bea miró la firma que no aclaraba nada, y luego revisó el panfleto que le habían dado nada más entrar-. Esther García… ¡Vaya! Después de ver esto estaba convencida de que el autor era un hombre –Bea echó un rápido vistazo al resto de la sala, y se dio cuenta que la mayoría de las pinturas que vislumbraba eran cuerpos de mujer-. Creo que es una exposición lésbica, ¿qué suerte, no? Hemos dado con el pleno sin pretenderlo –comentó Bea entusiasmada-.

Como en una montaña rusa, las entrañas de Maca se revolvieron tras escuchar aquel nombre. Miró fijamente al cuadro, incapaz de asimilar que volvía a ver una obra de su ex tan de cerca. Los trazos eran mucho más abstractos, y el realismo de sus retratos se difuminaba entre las mezclas de color haciéndolo más vanguardista. Sin embargo, había rastros de la energía y la pasión de Esther por todas partes, y una gota de sudor se deslizó descendentemente por la columna vertebral de Maca, al contemplar como la rodilla de una mujer, se aprisionaba entre las piernas de la figura femenina que permanecía maniatada.

-       ¡No puede ser! ¡Esther! –pronunció Maca en un susurro y Bea se giró hacia ella-.
-       ¿La conoces? –preguntó Bea interrogante-.

Maca asintió y se giró para mirar a Bea a los ojos.

-       Es de Esther –dijo sin más. Bea miró hacia el cuadro y luego a Maca sin entender bien lo que significaba, hasta que algo se iluminó en su memoria-.
-       ¿Esther? ¡¡¿Tu Esther?!! –abrió los ojos como platos Bea-.

-       La misma.


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